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Inicio Revista Médica del Hospital General de México El orgullo de ser médico
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Vol. 76. Núm. 1.
Páginas 5-6 (enero 2013)
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El orgullo de ser médico
The proud to be physician
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Juan Miguel Abdo-Francisa
a Director General Adjunto Medico, Hospital General de México "Dr. Eduardo Liceaga"
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Gregorio Marañón, un gran clínico español decía: "Ser médico, es la divina ilusión de que el dolor, sea goce; la enfermedad, salud; y la muerte, vida".

Las circunstancias actuales que enfrenta la medicina mexicana, dan oportunidad para la reflexión y el encuentro con la esencia de nuestra profesión.

Hoy podemos decir, sin ambages, que ser médico es un orgullo, el otorgar atención al doliente es la mejor nobleza que uno puede brindar y el saber que se venció la enfermedad es la mayor satisfacción para quien ejerce esta noble profesión.

Pero justo es recordar a Esculapio, quien decía a su hijo, cuando este le manifestara su intención de seguir sus pasos: "Deberás saber, hijo mío, que vivirás como a la sombra de la muerte, entre el dolor del cuerpo y el alma".

El médico vive entonces su propio calvario, el que lo enfrenta a la muerte de sus pacientes y seres queridos ante quienes, impávido, reconoce la impotencia de sus actos y el límite de sus conocimientos y absorto, acude como fiel testigo ante el momento de su partida.

Ser médico es entonces, una actitud mental que nada tiene que ver con la expedición de un título o la culminación de un anhelo. Es lograr ser al mismo tiempo, padre, hermano, hijo, maestro, confesor, confidente, aliado y tantas otras facetas que el dinamismo de la relación médico-paciente te llevan a vivir.

Es por ello que la ciencia, la tecnología y el humanismo, convergen en la medicina en mágica armonía y la convierten en la más grande de las profesiones.

Cuando hemos logrado el conocimiento de 21 453 genes de los 25 000 probables, con la descripción de tres millones y medio de bases, que ha llevado al estudio de más de 5 000 síndromes genéticos, y hoy que sabemos de la existencia de más de 3 millones de polimorfismos por cada nucleótido, no nos queda duda que somos irrepetibles como seres humanos. Sin embargo, algo se replica en cada médico sin necesidad de ser enseñado: la voluntad de servicio y la compasión por el ser humano.

En momentos en los cuales las carencias de valores agobian a la humanidad, aprendemos de nuestros maestros la compasión por el que sufre y la búsqueda constante de la verdad; aprendemos de nuestros pacientes, maravillosos libros en donde abrevamos el mayor de los conocimientos, la gratitud y la nobleza y aprendemos de nuestros compañeros el impulso para seguir siempre adelante, sin dejar que nos venza el dolor o el abandono.

Un médico sin compasión, es un médico sin alma. No podemos permitir que la indolencia o la desesperanza, superen nuestra voluntad de servicio y nos maten el espíritu.

Más allá de las malas experiencias del acontecer médico, producto sin duda de su sistema imperfecto en donde el error puede surgir a cada momento; a pesar del incremento de instancias legales que se esfuerzan por vernos como delincuentes, sin que hasta hoy, se haya conocido a ningún médico que atienda a un paciente con el deseo de hacerle daño; por encima de todo esto, el médico es y sigue siendo, referente de la grandeza humana, el héroe anónimo que trabaja todos los días por ganarle la batalla a la enfermedad, el garante de la salud y el cauce en el que convergen los anhelos de vida y esperanza de millones de seres humanos.


Correspondencia:

Tlacotlapan 59-1702, Colonia Roma,

C.P. 06760, México D.F., México.

Correo electrónico: drjuanmiguelabdo@yahoo.com.mx

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