“El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar y darle espacio”.
Desde el Palacio de Miramar se divisaba la inmensa belleza de la playa de la Concha, un amplio abanico de azules y luz, donde el mar, una suave brisa y el firmamento celeste danzaban en armonía exacta, con los niños —a lo lejos— jugando en la arena, y una pareja joven, que —ajena al mundanal ruido— se besaba en el jardín colindante al palacio. Recordé —precisamente allí— lo que en cierta ocasión acertó a confiarme el Dr. Gonzalo Fernández Quiroga, director de nuestro máster: “allí fuera, solo estás tú”. Así que me puse a jugar a pelota en la distancia y algún beso también cayó.
Aquello no era el infierno, estaba seguro. Corren tiempos algo convulsos —me decía para mí—, pero sabía que debería hacer durar y darle espacio a aquel momento —como ahora hago— aunque no estuviera exento de cierto peligro. También me dije que la homeopatía exige atención y aprendizaje continuos; que es difícil y compleja, pero muy eficaz cuando aciertas a descifrar el sufrimiento más íntimo y real de la persona.
Algo agobiado por los no pocos ataques que está sufriendo la homeopatía, dicha visión me hizo venir a la cabeza —azotada por una tensión de días— el estupendo diálogo arriba citado entre Marco Polo y Kublai Kan que cierra Las ciudades invisibles de Italo Calvino1.
¿Pero qué podrá ayudarnos a entender, en medio del infierno, lo que no es infierno? Voy a intentarlo.
Así arrancó el VII Congreso Nacional de Homeopatía desde el imponente Palacio de Miramar (Donostia): con un auténtico peso pesado —una primera figura mundial de la medicina, el laureado premio nobel de Medicina del año 2008, Dr. Luc Montagnier— que no defraudó a los casi 300 médicos, farmacéuticos y veterinarios inscritos (no está mal, en medio de la crisis y los ataques). Dos salas abarrotadas, una en circuito cerrado de televisión:
“No puedo afirmar que la homeopatía tenga razón en todo. Lo que sí puedo decir es que las ultradiluciones (utilizadas en homeopatía) tienen efectos. Las ultradiluciones de algo no son nada. Son las estructuras del agua las que imitan las moléculas originales”. “No se puede suprimir una parte de la ciencia porque no concuerde con los dogmas”. Escrito está. “El ADN transmite electromagnéticamente información al agua”. En fin, los editores de nuestra (vuestra) Revista Médica de Homeopatía queremos que el número que tenéis entre manos sea, al menos en parte, la expresión de lo allí vivido. Luego entraron en escena otras primeras figuras internacionales, como el profesor de química y física cuántica Marc Henry, que nos deleitó con sus nociones de física cuántica y coherencia entre seres vivos y cuerpos orgánicos; así como el biólogo molecular Etienne Capieaux, con los estudios del efecto de las altas diluciones. Imposible resumir en pocas líneas 3 días intensos de aportaciones científicas, médicas, veterinarias o el no menos sorprende efecto de la agrohomeopatía. Es nuestro compromiso ir publicando en subsiguientes números las magníficas sesiones del congreso: no desfalleceremos en el intento, estad seguros.
También queremos hacernos eco en este número de las respuestas a los ataques que estamos sufriendo en los últimos tiempos. Como ejemplo cabe citar la carta del Dr. Juan Manuel Marín Olmos “Cuando vengan a buscar los homeópatas”2, que tiene el acierto de intentar poner las cosas en su sitio, lúcidamente, sin estridencias.
No es momento de echar leña al fuego ni de perder ya más tiempo. Entre otras cosas porque no hay más sordo que el que no quiera oír, que ya sabemos que el hombre no vive de lo que come, sino de lo que digiere. O como ingeniosamente le oyera decir en su día al añorado Anthony de Mello: “No intentes hacer hablar a un cerdo, perderás el tiempo e irritarás al cerdo”. Y aquí podemos encontrar uno de los núcleos inconscientes en contra de nuestro estimado quehacer homeopático: la homeopatía irrita. Algunos no entienden casi nada de nuestro proceder médico homeopático y, antes de llevar a cabo una aproximación y vencer su dogmática incredulidad; antes de comprender que la duda no es enemiga de la verdad, sino un estímulo constante para buscarla, prefieren negarla y atacarla. Ninguna ciencia, religión o filosofía podrá nunca reivindicar la posesión de la verdad absoluta; porque creer que se posee la única y sola verdad significa sentirse con el deber de imponerla. La historia va bien llena de ejemplos: no ahondaremos aquí. No hablemos tampoco de la ignorancia o de los intereses en contra de la homeopatía, que los hay. Dejemos que los “seudoescépticos” vivan en su políticamente correcta zona de confort y su respetable mundo de certezas y nos dejen avanzar con nuestras dudas y nuestras propias certezas a cuestas, pero especialmente con la ilusión de saber que podemos ser útiles (y lo somos mucho a nuestros pacientes) con la práctica de la medicina homeopática (que con atención y aprendizaje continuos curamos: qué de esto se trata). En fin, me parece que tenéis entre manos un buen número, ameno, diverso y con la ilusión de saber que esto no es el infierno: estad convencidos.