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Vol. 2. Núm. 2.
Páginas 103-107 (mayo 2009)
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El misoneísmo y la homeopatía. Reflexiones sobre el pasado para analizar el presente
Misoneism and homeopathy. Reflections on the past to analyze the present
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Inmaculada González-Carbajal Garcíaa
a Oviedo, España
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En la segunda mitad del siglo xiX, la homeopatía en España sufrió un rechazo que tuvo su fundamento en una reacción hostil y basada en el miedo. Este hecho estuvo alimentado por destacados representantes de la medicina oficial, catedráticos y hombres de ciencia, en quienes resultaba contradictoria su forma de atacar esta novedad terapéutica sin conocerla a fondo. Algunos llegaron a dedicar cursos completos en la facultad de medicina a fin de advertir a los alumnos sobre la falacia de la homeopatía. Para entender cómo se produjo este ataque frontal a la medicina hahnemanniana, vamos a plantear el marco general de los hechos previos que condujeron a este enfrentamiento, desde dónde se alimentó el rechazo y de qué modo el misoneísmo nos permite comprender modos de reacción que están basados en emociones que no se reconocen como tales y, sin embargo, son el verdadero motor de nuestros actos.
Palabras clave:
Misoneísmo; Lucha antihomeopática; Hostilidad; Reacción; Crítica; Cambio
In the second half of the xiX century, homeopathy in Spain suffered a rejection based on a hostile reaction motivated by fear. This rejection was fuelled by notable representatives of official medicine — professors and men of science — in whom the attack against this therapeutic novelty, without deep knowledge of the subject, was contradictory. Some even devoted entire courses in the faculty of medicine to warn their students of the fallacy of homeopathy. To understand how this full frontal attack on hahnemannian medicine was produced, the events leading up to this confrontation are placed in context: we discuss the origins of this rejection and how misoneism allows us to understand ways of reacting based on emotions not recognized as such but which are nevertheless the true source of our actions.
Keywords:
Misoneism; Attack against homeopathy; Hostility; Reaction; Critique; Change
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Introducción

La homeopatía empieza a ser conocida en España en la tercera década del siglo XIX y, desde muy pronto, se encuentra con la oposición de algunos médicos que no ven con buenos ojos los resultados que obtienen los primeros homeópatas. El marco general de la medicina del momento es de una gran incapacidad, a la polifarmacia se suma el uso abusivo de sangrías, el vacío técnico se alimenta con la variedad de sistemas que especulan acerca de las causas de la enfermedad, no hay recursos para las enfermedades infecciosas y algunos médicos, conscientes de la ineficacia de esta medicina, se sienten decepcionados y se acercan a la homeopatía como una novedad terapéutica que aporta algo diferente.

Es evidente que la homeopatía ofrecía buenos resultados; prueba de ello es que en pocos años alcanzó popularidad y demanda suficiente, como para ser considerada un peligro por los representantes de la medicina oficial. En 1840, los estudiantes de medicina de Valladolid piden que se les hable de homeopatía; a tal efecto los profesores solicitaron al Dr. José Sebastián Colla que hablara sobre ella, pero los miembros de la Academia Médico Quirúrgica se opusieron a que se celebrara este acto, no sin antes someterle a la vigilancia de uno de los profesoresb. El Dr. Sabino de Ara fue el encargado de averiguar quién era este Dr. Coll que había aceptado el desafío de hablar sobre la homeopatía y qué era esta medicina. Lo curioso del caso es que después de averiguar en conversaciones con el Dr. Coll de qué iba la homeopatía, Sabino de Ara sintió curiosidad por conocerla y de principio decidió no formar parte de un ataque injustificado ante algo que se desconocía y hacerle dar unos cuantos viajes, abortando en todos ellos la posibilidad de cumplir su objetivo. Éste es el primer hecho en el que vemos de forma clara un rechazo hacia la homeopatía. En los años siguientes se producen otros hechos que muestran una oposición manifiesta hacia el desarrollo de esta terapéutica, y en 1845 se crea la primera asociación de médicos homeópatas, la Sociedad Hahnemanniana Matritense, que surge porque los homeópatas de Madrid deciden reunirse y formar una sociedad científica para la defensa y propagación de la homeopatía.

Análisis del rechazo a la homeopatía en la medicina española del siglo XIX. Factores que provocaron la lucha antihomeopática

La inestabilidad política del siglo XIX condicionó el desarrollo de la ciencia en todos los sentidos. La crisis general provocó un ambiente de pobreza intelectual que afectó tanto a los individuos como a las instituciones. En la medicina, la pluralidad de doctrinas y sistemas alimentaba el clima general de escepticismo y desencanto. Con este panorama de fondo, la homeopatía ofrecía el aliciente no sólo de la novedad, sino que también mostraba su eficacia para situaciones agudas en las que la medicina al uso no conseguía iguales resultados. El grado de expansión que tuvo en pocos años provocó una fuerte reacción en su contra. Por este motivo, se organizó una auténtica lucha para desprestigiarla y desbancarla del lugar que iba ganando en la sociedad y en la medicina del momento. Ninguna otra doctrina médica había provocado tal grado de aversión.

Hay que tener en cuenta que en pocos años la homeopatía tuvo una gran expansión y diversos factores influyeron en este desarrollo. Según Albarracín Teulón (1990), el movimiento homeopático fue una respuesta estética ante una terapéutica que, además de inoperante, había roto con la norma hipocrática de obrar bellamente1. Además del factor estético hay que tener en cuenta la vuelta al aforismo hipocrático de Primum non nocere, referente ético y precepto fundamental de la medicina, que no cumplía la mayoría de los recursos terapéuticos de la época con sus eméticos, evacuantes y sangrías. La situación de confusión y desánimo que había en la medicina de la primera mitad del siglo XIX propició el interés por la homeopatía en algunos médicos que vieron en ella una esperanza y un medio más seguro para combatir la enfermedad. La realidad fue que entre 1842 y 1845 la homeopatía alcanzó gran popularidad y se extendió con rapidez. Contribuyeron a esta irradiación la intensa labor propagandística de algunos homeópatas y también que algunos médicos destacados la defendieron públicamente. Estos 2 hechos despertaron la preocupación de los representantes de la medicina del momento, que vieron un peligro la creciente popularidad de un método que, además de extraño, cuestionaba las bases de la terapéutica oficial. La homeopatía se convirtió en una medicina con una gran demanda por parte de los pacientes. En este sentido, también debemos tener en cuenta las condiciones sociales del momento. La sensación general de insatisfacción y descrédito hacia todo lo que tenía un sello de oficial, al lado de una gran necesidad de libertad e independencia, provocaba una mejor aceptación de esta novedad terapéutica que se colocaba al margen de lo instituido2.

Por si todo esto fuera poco, el Gobierno mostraba también su simpatía hacia la nueva doctrina médica. En 1848 los doctores Núñez e Hysern eran médicos de Cámara, en ese mismo año la Sociedad Hahnemanniana Matritense solicita al Gobierno el respaldo legal para su práctica, y en 1850 2 RR.OO. disponen que los homeópatas tengan una cátedra de homeopatía a modo de ensayo y con carácter provisionalc.

En el ámbito universitario se generó un ambiente de hostilidad en algunos profesores que expresaron su reacción contra esta doctrina. Esta situación se alimentó con el hecho de que algunos catedráticos mostraban su simpatía por el principio del similis y manifestaban su opinión favorable, tal era el caso de Hysern, catedrático de fisiología en Madrid, y Janer, catedrático de clínica en Barcelona, quienes no sólo mostraban interés por la homeopatía sino que la usaban en la práctica clínica y expresaban sus éxitos atrayendo la atención de muchos pacientes.

A partir de 1850 se producen las reacciones más intensas contra la homeopatía y comenzó la auténtica lucha contra ella. Hasta entonces se habían producido hechos aislados, publicaciones esporádicas y declaraciones puntuales de algunos representantes de la medicina oficial que no veían con buenos ojos la popularidad de esta terapéutica. En ese momento la lucha antihomeopática cobra especial virulencia. Las razones que motivaron el proceso que se puso en marcha las encontramos en la concatenación de hechos que se sumaron y a los que ya hemos hecho mención: intensa actividad propagandística de algunos homeópatas, la adhesión de catedráticos de prestigio, el favor del público, la consideración del Gobierno y el interés en los estudiantes de medicina que demandan información acerca de esta novedad terapéutica. A todo ello hay que añadir el desconocimiento que tenían los catedráticos sobre la homeopatía, el esfuerzo que les suponía su aprendizaje y el temor al descrédito. La reacción no se hizo esperar y enseguida comenzaron los acuerdos entre los profesores universitarios para combatir esta insolente doctrina cuya propagación les resultaba como una intrusión peligrosa.

En este ambiente de rechazo a la homeopatía se editaron algunas revistas dedicadas al tema, tal es el caso de La Linterna Médica, que salió a la luz en 1851 con la intención de publicarse sólo durante 1 año, tiempo que consideraban suficiente para desenmascarar la terapéutica hahnemanniana. La posición que mantienen sus editores no se fundamenta en criterio alguno. Su sátira mordaz llega a extremos tales como calificar a Hahnemann de asesino de sus enfermos y suicida del pensamiento, considerando que las causas que le llevaron a crear este sistema fueron entre otras, el odio a los médicos, el rencor a la sociedad y la sed de oro y venganza.

En el ámbito universitario, reconocidos catedráticos de Madrid atacaron públicamente a la homeopatía. El primero que utilizó el marco de la universidad fue el Dr. Juan Drumen en 1849, quien desde su cátedra de patología médica habló en contra de la homeopatía. Pero entre quienes mostraron una aversión más enconada hacia la homeopatía destacamos al Dr. D. Tomás de Corral y Oña, que publicó en 1850 La homeopatía o farmacología análogo-infinitesimal ante el criterio y sentido común. Compendio de 8 lecciones para refutar las doctrinas de Hahnemann que fueron impartidas en la facultad de medicina de Madrid en el curso 1849-1850. Dedica la obra a sus discípulos, advirtiéndoles para que no caigan en el error de esta doctrina y manifestando su desprecio sobre este tema a lo largo de todo el texto. Este digno profesor da muestras de un profundo desconocimiento de la homeopatía a la que sojuzga con gran ligereza. Se niega a analizar los resultados clínicos y tan sólo critica los aspectos doctrinarios que demuestra no conocer. Aborda el tema de las dosis infinitesimales con ejemplos ridículos y simples, que demuestran los prejuicios de su autor al acometer esta lucha en contra de la doctrina hahnemanniana. Estas lecciones son un ejemplo de la falta de rigor, observación y criterio justo. Este doctor no tuvo reparos para expresar auténticos desatinos vacíos de contenido y repletos de prejuicios.

Otro médico importante en esta oposición a la homeopatía fue el Dr. Vicente Asuero y Cortázar (1807-1873), que publicó en 1850 su obra Lecciones sobre los fundamentos de la terapéutica sustitutiva u homeopática. Contiene las clases impartidas también en la facultad de medicina de Madrid en el curso 1849-1850d. Se ocupa del tema por el interés que suscita entre los alumnos y, al igual que el Dr. Corral, su conocimiento es parcial y confuso, no comprende el sentido de la similitud, atribuye los efectos de las dosis infinitesimales a la imaginación y llega a decir que para practicar esta terapéutica es necesario renunciar al sentido común.

Otra figura destacada de la lucha antihomeopática fue el Dr. Pedro Mata y Fontanete (1811-1877). Este insigne doctor, que hizo aportaciones valiosas en el marco de la medicina legal, atacó la homeopatía con argumentos poco convincentes. Cuando esta terapéutica se convirtió en un tema de actualidad, lo abordó en el Ateneo de Madrid, lanzando contra ella sus ataques en un ciclo de conferencias que luego publicó en 2 tomos con el título de Examen crítico de la homeopatía. En su obra ataca no sólo a Hahnemann, a quien llama charlatán y farsante, sino también a Hipócrates y Paracelso. Afirma que el aforismo similia similibus curentur es el lema de la secta de los homeópatas y es tan absurdo como el contraria contrariis curantur. A lo largo de todo el texto mantiene un tono irónico y ridiculiza la acción de las dosis infinitesimales con ejemplos que rayan lo absurdo. El desdén y la burla que destilan sus expresiones en contra de la homeopatía demuestran una falta de conocimiento de ésta, una actitud intolerante y una carencia de espíritu científico en quien afirma estar sustentando la verdad.

El Dr. Ramón Frau, catedrático de cirugía, publicó también en 1850 La homeopatía juzgada en el terreno de los hechos, conjunto de lecciones impartidas en la facultad de medicina en el curso 1849-1850. Al año siguiente las editó con una ampliación y con las refutaciones a las objeciones de algunos homeópatas. Otro médico que también escribió en contra de la homeopatía fue el Dr. Benito Crespo y Escoriaza, médico director del balneario de Fuentesanta de Buyeres de Nava (Asturias). En 1869 publicó en Badajoz La homeopatía juzgada en el terreno de la teoría y de la práctica, puesta al alcance de todos. Considera la homeopatía como un absurdo en la teoría y una ilusión en la práctica. A lo largo del texto denota una actitud más tolerante y demuestra poseer una información previa. Otro autor contrario a la homeopatía fue el Dr. Antonio Mendoza, catedrático de anatomía quirúrgica de Barcelona, que en 1853 escribió su Excursión homeopática, un libelo que ataca a la homeopatía calificándola de sandez y delirio, y a los homeópatas de médicos que entran en este camino degradante para adquirir clientela.

Hubo más autores que escribieron contra la homeopatía, pero los catedráticos que impartieron específicamente sus lecciones con este objetivo fueron los auténticos protagonistas de esta cruzada, aunque muchos otros médicos manifestaron su oposición no desde la pluma, sino desde su posición de poder.

Las críticas de los académicos a la homeopatía tienen características comunes, entre otras: justifican ocuparse de ella con la intención de que no caigan en este error quienes no la conocen, y los autores vierten en sus escritos multitud de alusiones personales y descalificaciones a los homeópatas y a Hahnemann. Las obras más representativas de la lucha antihomeopática adolecen de objetividad, destilan el desprecio por una terapéutica sobre la que no tuvieron el más mínimo interés en conocer, y en algunos casos llegan a planteamientos ridículos para explicar los fundamentos de esta doctrina.

En la aversión a la homeopatía jugaron un papel importante factores de índole personal, como el temor a la pérdida del prestigio y la consideración social, o la falta de reconocimiento de su ignorancia respecto a esta medicina. Sólo si tenemos en cuenta estos factores podemos entender que personas de supuesto o reconocido talante científico actuaran con tan escaso rigor. Los médicos alópatas del siglo XIX no entendieron la homeopatía porque no la conocieron. Se erigieron en portadores de la única verdad terapéutica y para defenderla utilizaron el desprecio, lo que les impidió ser objetivos con los hechos y resultados. El rechazo de los representantes de la medicina oficial llegó a tal extremo que en 1863 la Real Academia de Medicina de Madrid pidió al Real Consejo de Sanidad del Reino la exclusión de todos los médicos homeópatas de los puestos oficiales. Otra muestra de este rechazo la refiere el Dr. Anastasio García López, cuando, en 1871, sufrió el boicot a sus clases de homeopatía en la Facultad de Medicina de la Universidad de Salamanca, manifestando que a los médicos homeópatas se les negaba el saludo, a pesar de haber sido compañeros, incluso amigos.

El misoneísmo. Marco teórico para la comprensión de la reacción ante la homeopatía del siglo XIX

Lo que surge como nuevo en cualquier campo o aspecto de la vida suele enfrentarse, en algún momento, a una actitud de rechazo por parte de algunos miembros del grupo social o profesional en el que nace y pretende desarrollarse. La historia de la humanidad, en general, y de la medicina, en particular, está llena de ejemplos. Todos los que por su espíritu inquieto, su capacidad de trabajo y su curiosidad, se plantearon algo diferente y lograron descubrir algo nuevo, tuvieron que afrontar dificultades diversas. Al hallar respuestas claras a los interrogantes que se hacían a partir de la observación de unos hechos, se encontraron también con una reacción en su contra, incluso con una franca oposición, que en muchos casos ocasionó un sufrimiento innecesario. El tiempo, cernidor de verdades, ha sido el elemento fundamental para conducir la sinrazón del rechazo hacia la cordura y la mesura.

En la historia de la medicina algunos hombres fueron un claro exponente de este rechazo ante las novedades, al cuestionar lo que hasta entonces se admitía como única verdad. Cabe citar el caso de Vesalio (1514-1564) cuando descubrió con sus estudios anatómicos la falsedad de los textos acerca de esta materia conocidos hasta entonces. Otro caso es el de William Harvey (1578-1657), que descubrió y demostró el movimiento circular de la sangre y sufrió el rechazo por este descubrimiento, incluso la burla y el desprecio por una verdad incuestionable. Podríamos citar otros muchos casos, pero no es nuestro objetivo, sólo queremos proporcionar elementos conocidos para reflexionar sobre conocimientos que hoy nos parecen incuestionables, pero que en su día fueron motivo de rechazo porque la respuesta más habitual es defender lo que tradicionalmente se admite como verdad, sin pararnos a analizar si dicha verdad puede estar sustentada en un error.

La pregunta que podemos hacer es de dónde surge esta respuesta de rechazo ante lo nuevo, que incluso se produce en ámbitos calificados de científicos. Un nuevo paradigma en cualquier área de la ciencia conlleva un proceso de cambio que provoca recelos asentados en el miedo y la inseguridad, de modo que no será aceptado de inmediato sino después de un tiempo. La fuente de mayor resistencia reside en que la metodología seguida hasta entonces es fundamentalmente válida según el tiempo de su aplicación. La seguridad que ello proporciona es la base fundamental de la resistencia al cambio.

Sin embargo, asumir un nuevo paradigma implica un proceso de experimentación y de lógica; por tanto ¿qué nos impide acceder a una actitud más objetiva? o ¿por qué no buscamos poseer un conocimiento preciso antes de pronunciarnos en uno u otro sentido? Algunas teorías proporcionan elementos que nos permiten entender algo más sobre esta reacción que se asienta más en lo emocional que en lo racional.

Carlos Gustavo Jung (1984) afirma que "el hombre civilizado reacciona con un miedo profundo y supersticioso ante las nuevas ideas, levantando barreras psicológicas para protegerse de la conmoción que le produce enfrentarse a algo"3. Esta reacción es lo que se llama misoneísmo, palabra que procede de 2 vocablos griegos: misein, que significa odiar, y neos, que significa nuevo. Su significado no es otra cosa que el odio a lo nuevo y es la tendencia del individuo a perpetuar el comportamiento admitido por el grupo social al que pertenece. En las sociedades más tradicionales esta actitud expresa el temor a la ruptura de un equilibrio frágil, conseguido a veces con dificultad y defendido con celo y ardor. Se dice que las sociedades primitivas sufren de misoneísmo, heterofobia y xenofobia. Se apegan a sus creencias y rechazan las innovaciones que plantean cambios. El misoneísmo es, por tanto, una reacción que permite comprender el rechazo irracional ante todo lo que aparece como nuevo en algún aspecto de nuestra vida y que cuestiona lo que hasta entonces aceptábamos como válido. Esta reacción tiene un alto contenido emocional que se esconde detrás de una defensa que se argumenta con ideas, pero dichas ideas, en este caso, se sustentan en una base de creencia y se defienden de forma irracional. Detrás encontramos el miedo a asumir el cambio que implica lo nuevo en cualquier orden de la vida.

Una teoría o hipótesis que conlleve aceptar algo novedoso y dejar de lado lo que habíamos incorporado como verdadero, suele despertar una actitud general de prevención, recelo y hostilidad, provocando una reacción defensiva que deriva de los prejuicios personales; tan sólo los que aceptan la posibilidad del cambio, que implica aceptar un nuevo paradigma, pueden tener una actitud más positiva que les permita una valoración adecuada y justa antes de incorporar el cambio. La admisión de un nuevo paradigma supone reconocer algo que desconocíamos o bien que estábamos equivocados respecto a lo que aceptábamos como válido o verdadero hasta entonces.

De este modo, podemos entender que la reacción contra la homeopatía estuvo condicionada por algunos de los factores que hemos señalado. Dichos factores justifican el hecho de que profesores de reconocida valía y talante científico impartieran lecciones y escribieran largos tratados en contra de la homeopatía, desde un total desconocimiento de sus fundamentos, sin un análisis previo y utilizando el cargo que ocupaban en la medicina como argumento de autoridad. Además, en una persona, por más científica que sea en aspectos que conoce y controla, pueden asomar rastros de mentalidades primitivas que se alimentan desde el miedo y la inseguridad que surge ante lo desconocido y ante todo lo que cuestiona las bases sobre las que asentaba su esquema de pensamiento.

También hay que decir que, al lado de quienes atacaron de manera irracional la homeopatía, hubo algunos médicos que tenían sus reservas y prevención ante la nueva terapéutica, y posteriormente confesaron que su amor a la verdad les llevó a reconocer los resultados observados tras la aplicación de los medicamentos homeopáticos, lo que provocó en varios casos la incorporación de la misma a su práctica. Este "amor a la verdad" es la actitud que nos permite saltar la barrera del miedo, hacer de la inseguridad un camino para el desarrollo del conocimiento y asumir el cambio como una característica de la vida.


aEl Dr. José Sebastián Coll fue uno de los homeópatas notables del siglo XIX. Ejercía la homeopatía en Toro (Zamora) y fue pionero en varios aspectos, ya que fue el primer médico que aplicó esta medicina en el ámbito hospitalario; también fue el primero que sufrió el rechazo por parte de la medicina oficial y el que publicó el primer libro sobre homeopatía en nuestro país, Examen crítico filosófico de las doctrinas médicas homeopática y alopática comparadas entre sí.

bEl Dr. Sabino de Ara fue el encargado de averiguar quién era este Dr. Coll que había aceptado el desafío de hablar sobre la homeopatía y qué era esta medicina. Lo curioso del caso es que después de averiguar en conversaciones con el Dr. Coll de qué iba la homeopatía, Sabino de Ara sintió curiosidad por conocerla y de principio decidió no formar parte de un ataque injustificado ante algo que se desconocía.

cEstas RR.OO. no tuvieron efecto por las maniobras de los alópatas que estaban molestos con esta concesión por parte del Gobierno.

dDichas lecciones le permitieron acceder a una plaza de médico de SS.MM. ya que el Dr. Corral y Oña, médico de la Real Cámara, quería tener cerca de sí a más enemigos de la homeopatía, que amenazaba con invadirlo todo incluso en palacio.

eEl Dr. Mata y Fontanet fue el creador en España de la Medicina Legal y del Cuerpo de Médicos Forenses.


Correo electrónico: yasoi50@telefonica.net

Recibido el 25 de mayo de 2009;

aceptado el 8 de junio de 2009

Bibliografía
[1]
Albarracín Teulón A..
Estética, ética y política en la homeopatía española del siglo XIX..
Acta Homoeophatica Argentinensia (Buenos Aires), 33 (1990), pp. 51-66
[2]
González-Carbajal García I..
La homeopatía en España..
Cien años de historia, 2004. p. 141 (Sevilla: FEMH),
[3]
Jung CG..
El hombre y sus símbolos. Trad..
Luis Escobar, 1984. p. 27 (Madrid: Caralt),
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