“Imagínese un mundo nuevo, o al menos una parte de él, en el que el conocimiento no sea impuesto, tan solo mostrado. Imagínese un mundo nuevo en el que la forma de vida no sea constreñida, tan solo enfrentada a otra distinta, para que la elección se adapte al pensamiento de cada cual...”
Francisco Javier Ramos Alija, Trémula vida
Me voy a permitir la licencia de comenzar como en los antiguos relatos. Hace ya varios años, unos 20, un compañero médico del centro de salud en que trabajaba me abordó en el pasillo y me dijo: “Pensaba que eras un médico serio”. Tengo que confesar que no me resultó extraño el comentario, ya lo había escuchado otras veces. La razón que movió al “colega” no fue otra que el descubrimiento de mi práctica con la terapéutica homeopática. En aquel momento solamente asentí, y no hubo más conversación. Al cabo de unos años este mismo médico requirió mi ayuda para que le tratara con homeopatía una litiasis renal con crisis recurrentes de cólico. Posiblemente yo había alcanzado el nivel de “seriedad” adecuado. Y esto no es algo que os resulte extraño. Seguro que os ha ocurrido a la mayoría. Y al hilo de la experiencia que relato, quiero comentar nuestra realidad actual como colectivo; que no es otra que la misma realidad que hemos vivido en lo personal.
Gabriel Tarde, un pensador y sociólogo que nació en 1843 y que creció con los efectos de la Revolución francesa y sus posteriores cambios sociales y de pensamiento, escribió en aquellos años de finales del siglo xix sobre el pensamiento social y sus 3 fracciones, a saber: la opinión, la tradición y la razón. Vamos a decir que la primera, la opinión, se alimenta de las otras dos. Nada que decir de la tradición, aquí evidente, representada por la medicina dominante. Sí, quería hablar de la “razón”. La razón a la que alude Tarde1 se constituye por los juicios o criterios personales (o no tanto), propios o inducidos, de una élite dominante que crea dicha corriente de pensamiento que posteriormente se traslada a la sociedad para crear un “estado de opinión”: lo que él llamaba “espíritu público”. Y solo era necesario trasladar esa “razón” a la sociedad para crear la opinión que será dominante y que al final se convertirá en tradición. El pensador era noble al suponer que la élite velaría por promover opiniones sabias y verdaderas que llevaran a la sociedad a una existencia feliz basada en la bondad. La historia nos muestra que no siempre es así.
Este preámbulo nos llevará por el canal del argumento, y pienso que en el momento que nos toca vivir este pensamiento nos puede servir para buscar la mejor estrategia de defensa.
Parece fácil, solo hay que “crear” opinión y comunicar: todo posible con los medios que hoy tenemos. Esa es la conclusión fácil y por otra parte obvia. Y estoy de acuerdo y aplaudo a los compañeros que se comprometen día a día en esa tarea de luchar contra gigantes. Tarea necesaria sin duda.
El análisis de la realidad actual nos revela que las élites sociales (gobiernos, organizaciones médicas, universidades, etc.) no están con nosotros y van positivamente en contra. Hacemos esfuerzos para mostrar y demostrar a nuestros colegas (aquí tenemos esta publicación como ejemplo) que hacemos un trabajo “serio” y chocamos siempre con su apriorística opinión contraria. Seguimos tenazmente en ello y eso también está bien. No obstante, la tormenta arrecia y amenaza con ser huracán.
Quizás en este momento haya que pararse y reflexionar, concentrarse y salvar diferencias, reunirse y unirse para dar una imagen cohesionada, rocosa y concentrar los esfuerzos en hacer serio el trabajo, profundizar en el conocimiento, luchar contra la enfermedad y olvidarnos —de una vez por todas— del individualismo y comenzar a pensar que nuestras peculiares creencias deben quedar a un lado y no entrar en vanas discusiones escolásticas —del tipo “clasicismo contra modernidad” por ejemplo— ya que no nos queda otra que adecuarnos al presente, evolucionar. Todos bebemos de la misma fuente y está bien, después podemos hacer el camino siguiendo unos senderos u otros, no importa, el importante y verdadero objetivo es la lucha contra la enfermedad y su curación. Estará bien si tenemos bien asentados los cimientos de nuestra ciencia en los principios que Hahnemann nos legó y —partiendo de ahí, como homeópatas que somos y nos sentimos— realizamos nuestra labor siguiendo las indicaciones de tal o cual autor de prestigio o escuela y utilizando el método científico basado en la lógica inductiva encontramos la medicina, muy conocida y experimentada o poco conocida y reciente, que cure a nuestros pacientes. Por el contrario, algunas veces perdemos el tiempo en discusiones vanas y nos permitimos el lujo de organizar movimientos sísmicos internos entre las “diferentes” escuelas. Ya lo manifesté en otro lugar. Desarrollemos nuestro trabajo como homeópatas con la técnica que hemos aprendido y, dentro de este colectivo diverso que somos, aprendamos unos de otros sin luchas estériles. Y para enriquecernos es imprescindible comunicar nuestros resultados. Aquí tenéis un lugar idóneo. Me atrevo a decir que nunca fue tan necesario como ahora compartir nuestras experiencias. Tenemos que dar valor a lo que hacemos y presentarlo a la comunidad científica —en primer lugar a “nuestra” comunidad científica— y al mismo tiempo realizar la formación en la terapéutica homeopática de las nuevas generaciones de profesionales de la sanidad con una oferta atractiva fundamentada en resultados. De este modo seremos, con trabajo y tenacidad, una verdadera “élite” que forjará —basándose en criterios ciertos, y en hechos incontestables— una “razón” que posteriormente podremos comunicar y crear una opinión en la que demos al método homeopático el valor que verdaderamente tiene.
La puesta en valor pasa por la cohesión, el trabajo y la comunicación, sin olvidar la formación.
No quiero pasar por alto el trabajo magnífico que hacen nuestros compañeros veterinarios, que muestran y demuestran, día a día, que la terapéutica homeopática cura en verdad. Sirva de ejemplo el artículo sobre patología hepática en équidos que se publica en éste número.
Finalmente, una invitación a enviar trabajos y participar en el Congreso Nacional de Homeopatía del próximo año 2016 para ir consiguiendo niveles adecuados de “seriedad” (http://www.congresohomeopatia2016.com/).
Juntos somos élite y creamos opinión y juntos damos, por tanto, valor a la homeopatía.