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Vol. 8. Núm. 1.
Páginas 45-46 (enero - abril 2015)
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Entrevista con María Isabel Pérez
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María Isabel Pérez
Instituto Homeopático y Hospital de San José
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Sr. Director:

Esta es una conversación de María Isabel Pérez —española residente en Texas, Estados Unidos; maestra bilingüe y paciente de homeopatía hace más de 55 años— con su amiga homeópata, Dra. Chus García. Su interés reside en los datos históricos que aporta, su visión sobre el futuro y el hecho de ser una familia tratada con homeopatía por tan largo tiempo.

M.I.P. (María Isabel Pérez). ¿Cuándo y cómo conociste la homeopatía?

C.G. (Chus García). En los años cincuenta, mi madre nos llevaba a un médico homeópata en Madrid que se llamaba D. Anselmo Hernández Jordán.

M.I.P. ¿Qué recuerdas de tu primer homeópata?

C.G. Recuerdo que era un señor mayor que llevaba lentes, de cara más bien alargada, algo de pelo blanco y siempre vestía un traje oscuro. Tenía su consulta en un piso decimonónico, o al menos así lo recuerdo, en la Glorieta Ruíz Jiménez de Madrid. En la puerta había una placa donde figuraba su nombre. Mientras aguardábamos en la sala de espera, mi madre nos recordaba nuestros síntomas para que se los explicáramos bien a D. Anselmo cuando nos preguntara, a pesar de que él se dedicaba más a mirarnos fijamente. De su fichero sacaba nuestros historiales y hacía anotaciones en ellos en letra diminuta. Luego nos decía que abriéramos la boca y con su mano temblorosa nos echaba debajo de la lengua bolitas blancas, del tamaño de granos de amaranto, que salían de un tubito. A continuación le recordaba a mi madre que no comiéramos ni bebiéramos nada hasta que pasara media hora o más.

Al volver de la consulta a casa, la discusión entre mis padres empezaba por habernos llevado mi madre al homeópata en vez de al alópata. “¿Cómo puede saber D. Anselmo lo que el paciente tiene sin los análisis médicos que piden los otros médicos?” decía mi padre, a la vez que recordaba a mi, madre que sus parientes, médicos alópatas, no creían en la homeopatía. El hermano de mi padre era cirujano (colega y amigo de Gregorio Marañón). Su hijo, más tarde, se hizo estomatólogo-odontólogo y mi otro primo, cardiólogo. Mi padre como practicante y su hermano como médico habían trabajado durante la Guerra Civil en el Hospital San Carlos de Madrid curando a los soldados que venían del frente. Tanto mi madre como nosotros, sus hijos, teníamos toda la asistencia médica que necesitáramos. Era un privilegio conocer a todos los puericultores, los químicos y dentistas amigos de mi padre y de mi tío, cuando íbamos a sus consultas.

A mi madre no le había ido bien con los alópatas. Se quejaba de que no entendían ni le habían curado los problemas gástricos y los cólicos de hígado que se habían originado durante la guerra, cuando ella tenía solamente 15 años. Y, además, porque después de dar a luz a su tercer hijo, los médicos la habían desahuciado. Un amigo la recomendó a D. Anselmo y ella fue a verle para que le aconsejara si se podía operar. D. Anselmo le dijo que se olvidara de eso, porque ella era todavía una mujer joven y fuerte. La trató durante años y mi madre se sintió de maravilla. Cuando D. Anselmo murió, mi madre estaba desesperada. Le recomendaron a otros médicos homeópatas, pero ella siempre decía “ninguno como D. Anselmo”. Después de unos meses, nos llevó a otros médicos homeópatas que pasaban consulta en el mismo piso de D. Anselmo. Había 3 doctores: el Dr. Fonseca, el Dr. Maraver y el Dr. Guerrero. Mi madre decía que se salían de la homeopatía clásica porque recetaban varios medicamentos a la vez, que se tenían que comprar en una farmacia de la madrileña Calle San Mateo, y se tomaban alternándose durante la semana.

M.I.P. ¿Qué otras experiencias te vienen a la memoria?

C.G. Bueno. Después de casarme con un ciudadano estadounidense, me fui a Estados Unidos, pero al año regresamos a España mi marido, mi hijo y yo, porque no me adaptaba en mi nueva vida a la sociedad norteamericana tan diferente en lengua, cultura y valores. De nuevo en España volví a la homeopatía. Esta vez al Dr. Guerrero, médico homeópata (pluralista) que había mudado su consulta a la de D. Anselmo. Como mi interés era en la homeopatía clásica, me recomendó que visitara en Barcelona al Dr. Enrique Peiró Rando, médico homeópata. El Dr. Peiró me encantó desde el primer momento que fui a su consulta. Era un hombre agradable, sencillo, muy culto y entusiasta de la homeopatía. Hizo una mella enorme en mi vida, sobre todo en los 10 primeros años de mi matrimonio. Yo vivía de nuevo en Estados Unidos. Nos escribíamos todas las semanas. Casi siempre por correo aéreo me mandaba los globulitos homeopáticos en un sobre, metidos en otro pequeñísimo. Yo aprovechaba mis visitas a España para ir a su consulta. Un verano conocí a su esposa. Era una señora tan encantadora como su marido. Le dije que nunca había conocido a un médico tan paternal y honrado como el Dr. Peiró. Mis cartas las contestaba el mismo día que las recibía. Era un verdadero profesional, dotado de todas las buenas cualidades que un buen médico debe tener. Iba a los Pirineos a recolectar plantas que después procesaba en su laboratorio y convertía en medicamentos homeopáticos. De vez en cuando me leo algunas de sus cartas en las que me regañaba, me animaba o me mandaba copia de sus disertaciones (sobre el 225 aniversario del Dr. Hahnemann, otra que me dedicó cuando fue a Bruselas), algún libro, como por ejemplo uno que tengo del Dr. Javier Eizayaga, o nombres de otros homeópatas extranjeros que publicaban en revistas norteamericanas. Un día le comenté que había leído un artículo en la revista Homeotherapy de un médico norteamericano homeópata, el Dr. Robert Schore. Al Dr. Peiró le pareció que el Dr. Schore curaba con homeopatía clásica. Entonces le llevé a mi hijo, cuando este tenía 10 años. El Dr. Peiró estuvo muy de acuerdo con todo lo que el Dr. Schore le recetó.

El 28 de mayo de 1985 el Dr. Peiró murió y, aunque ya iba a la consulta del Dr. Schore, me sentí como si hubiese perdido a un familiar muy cercano.

M.I.P. ¿Qué cuadros graves ha ayudado a resolver de gente que tú conozcas y en tu propia familia?

C.G. Estoy convencida de que si no hubiera sido por la homeopatía, mi madre no hubiera durado casi 40 años más. A mí misma, el Dr. Peiró me quitó una hinchazón de tobillos que ningún médico alópata había conseguido sanar. El Dr. Schore curó a mi hijo de un caso rebelde de acné juvenil después del fallo de las innumerables medicinas alopáticas que había tomado.

M.I.P. ¿Qué puedes decir de la homeopatía en Estados Unidos, en la zona en la que vives?

C.G. En Houston tenemos la Texas Society of Homeopathy a cargo del Dr. Karl Robinson, médico homeópata. Hace unos años, los alópatas tejanos no respetaban a los homeópatas; sin embargo, ahora hay equipos de medicina alternativa que recetan medicinas homeopáticas.

M.I.P. ¿Qué opinión tiene la gente de la calle de ella?

C.G. La gente de la calle sigue desinformada. Usa demasiados medicamentos alopáticos, con frecuencia causantes de enfermedades iatrogénicas. Además, la falta de médicos homeópatas competentes es el motivo de la automedicación. Muchas personas acuden a las biotiendas para comprar alimentos integrales, libros y algún remedio homeopático que el dependiente le aconseja.

M.I.P. ¿Qué futuro le ves tú a la homeopatía en el siglo XXI?

C.G. Veo un buen futuro, porque se está luchando más contra los mitos y la desinformación que había. Por ejemplo, antes se decía “en los medicamentos homeopáticos no hay más que agua”. Sobre esto, Dana Ullman (fundador de Homeopathic.com) dice: “Primero, a un gran número de medicinas homeopáticas que se venden en biotiendas y farmacias se las llama potencias bajas. Esto quiere decir pequeñas o muy pequeñas dosis de medicinas, de las que la mayoría son de una dosis similar a las de ciertas hormonas poderosas y células inmunes que circulan en nuestro cuerpo. Segundo, al usar muestras de 6 diferentes medicinas elaboradas con minerales, los científicos del Department of Engineering in the Indian Institute of Technology (Departamento de Ingeniería del Instituto Hindú de Tecnología) han confirmado que la sustancia original todavía está presente en la forma de nanopartículas del mineral inicial, incluso cuando la medicina ha experimentado cientos de diluciones en serie como en el método homeopático (Chikramane, Suresh, Bellare, 2010)”1.

Dana Ullman, también ha informado de cómo la homeopatía ha reducido en un 50% el consumo de calmantes alopáticos en Estados Unidos, causantes de un aumento significante en el número de muertes2. Pero él opina que lo que más ha ayudado a informar y demostrar al público el valor de la homeopatía han sido los experimentos publicados en diferentes áreas profesionales por científicos: médicos, veterinarios, botánicos (cosechas y control de plagas), biólogos y ambientalistas (en problemas del medio ambiente), biometeorólogos (homeopatía para aliviar la sensibilidad al clima) y genetistas (para disminuir los defectos al nacer)3.

Con el testimonio de todos estos científicos creo que la homeopatía existirá siempre como terapia médica válida, pero no sin la oposición de las corporaciones médicas, las compañías farmacéuticas y las de seguros.

Bibliografía
[1]
Homeopathic.com. Scientific American Declares Homeopathy Indispensable to Planet and Human Health. Dana Ullman's Homeopathic Educational Services Blog. Disponible en: http://blog.homeopathic.com/2012/04/scientific-american-declares-homeopathy.html
[2]
Homeopathic.com. Painkiller Usage Reduced by 50 Percent with Homeopathy. Dana Ullman's Homeopathic Educational Services Blog. Disponible en: http://blog.homeopathic.com/2014/02/painkiller-usage-reduced-by-50-percent.html
[3]
Ullman D. Homeopathy and the Future of Medicine: A Report from the Future. Huffpost Healthy Living. Disponible en: http://www.huffingtonpost.com/dana-ullman/homeopathy-and-the-future_b_5535109.html
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