"El doctor Rieux decidió redactar la narración que aquí termina, por no ser de los que se callan, para testimoniar en favor de los apestados, para dejar por lo menos un recuerdo de la injusticia y de la violencia que les había sido hecha y para decir simplemente algo que se aprende en medio de las plagas: que hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio."
Albert Camus. La Peste
En nuestro mundo, ya tan pequeño, periódicamente tomamos conciencia de la negada fragilidad. Los mecanismos de aparente control se diluyen en pocas horas y la vanidad vacía da paso a la percepción de vulnerabilidad y, en un segundo momento, al desamparo. Es el caso de la anunciada plaga, la epidemia de "nueva" gripe A (H1N1).
Las reacciones a la incertidumbre no se hacen esperar: algunas se sujetan a criterios bien fundados, otras obedecen a otras causas. Sea terremoto, tsunami, inundación o epidemia, la especie reacciona, se hace cargo de su fragilidad y muestra su inteligencia. ¿O no?
En el caso que en este momento nos ocupa, la epidemia de neogripe A, la comunidad científica se ha puesto a la tarea. Sigue el proceso esperado: busca su origen, sus pautas de propagación y desarrollo y la morbimortalidad. A continuación, evalúa y recomienda las medidas higiénicas que el conocimiento epidémico revela como adecuadas para la prevención y control. Por último, se ocupa del tratamiento de las personas afectadas. Es precisamente en el último apartado, el del tratamiento, donde la reacción no se sujeta a conocimiento. Y me explico. Dentro de los posibles tratamientos, los antivirales y antitérmicos se han informado como útiles, con un índice de eficacia por determinar (cuando se completen estudios al finalizar la presente epidemia lo sabremos, no hay antecedentes, en 1918 la medicina química estaba "en pañales"). No se han valorado otros fármacos. Ésta es una respuesta que cuando menos se acomoda parcialmente al criterio científico, quizás se sustente en otro tipo de motivación.
Por si quedaban dudas sobre esa parcialidad, tres "científicos", colaboradores en la Organización Mundial de la Salud, han aprovechado la ocasión para arremeter, una vez más, contra el método homeopático. Han querido alertar a la comunidad científica y a la ciudadanía en general sobre la ineficacia de la homeopatía no sólo en las epidemias de gripe, sino también en el tratamiento de otras patologías, como el cáncer, la tuberculosis y el sida. Llamativo es que en este momento la alerta se haga extensiva a estas grandes patologías. Ya va siendo frecuente el afán difamatorio que anima a algunos valedores de la "ciencia normal"; sospechamos que detrás hay razones no tan científicas en este interés por preservar a la ciudadanía de un supuesto engaño. ¿Quién engaña a quién? Hay que pedir inteligencia y seriedad, lo científico hubiera sido que se evaluase la eficacia de los posibles tratamientos, y no sólo de nuestros remedios, en el tratamiento de esta epidemia y de otras, y no realizar, de pasada, una descalificación global del método homeopático si lo que se busca, en realidad, es paliar la prevista magnitud de la pandemia. Resultaría inteligente y adecuado hacer un estudio serio acerca de la eficacia de los diferentes tratamientos, alopáticos y homeopáticos, teniendo en cuenta también criterios de eficiencia, toxicidad, coste y posibilidad de acceso a éste de una gran mayoría de la población mundial. Cuando menos, esta alerta resulta torpe, poco científica y etnocéntrica, pues no todos los países poseen los recursos necesarios para acceder a la futura vacuna y al costoso tratamiento antiviral.
La homeopatía es una terapéutica que se muestra eficaz, no tóxica y con un coste accesible, y que en el proceso productivo de los medicamentos, o en su eliminación, no se generan desechos tóxicos o nocivos. Con estas credenciales debería ser contemplada por personas inteligentes. Para conocer sus posibilidades en el tratamiento de la nueva gripe conviene volver la mirada a experiencias del pasado.
La epidemia producida por el virus gripal A (H1N1) de 1918, conocida como "gripe española", produjo unos 20 millones de víctimas en todo el mundo. Ya que es el antecedente más cercano del "mismo" tipo de gripe es adecuado tenerlo en cuenta. Si estudiamos la mencionada epidemia comprobaremos que en ausencia de tratamientos químicos antivirales (el agente causal y los antivirales eran desconocidos) se consiguieron buenos resultados con el tratamiento homeopático (v. la obra del Dr. Nebel. La gripe española. Ed. Mínima, 2006). Estimo que los científicos de la "ciencia normal" no deberían despreciar estos datos si hay ciertamente una mentalidad científica y lo que en verdad les preocupa y ocupa es curar la enfermedad.
Dos profesores de homeopatía: el Dr. Shuji Murata, ya fallecido, y el Dr. Ernesto Giampietro, nos han enseñado que en la medicina todo debe sumar, tratando de aunar esfuerzos para conseguir la curación de la enfermedad, con mentalidad abierta, inteligencia despierta y verdadero criterio científico, ya que éste, y no otro, es el legado de Hahnemann: atenerse a los hechos, seguir la ley del Simillia, y evaluar los resultados.
Por lo anterior, los homeópatas no queremos entrar en debates estériles, nuestro método se evalúa en el día a día y las mentiras sobre su falta de eficacia se van desmontando con los resultados positivos. En el mundo cada día son más las personas que acceden a ser tratadas con medicamentos homeopáticos, encontrando en ellos el difícil equilibrio entre eficacia y seguridad, y también día a día somos más los médicos formados en las facultades de la "ciencia normal" que comprobamos la bondad de esta terapéutica. Pienso que esta creciente minoría de seguidores de un método que tiene ya 200 años resistirá cualquier ataque pues tiene los hechos a favor, sigue criterios científicos y obtiene resultados contrastables. De entrada, y en el tema que hoy nos ocupa, podemos aportar la experiencia de los resultados obtenidos en la epidemia de 1918. No todos pueden decir lo mismo. Al hilo del razonamiento quiero hacer mención especial de la experiencia del Dr. Nebel, que, sin conocer el agente causal y siguiendo el método homeopático, fue capaz de conseguir una terapéutica eficaz con influenzinum hispanicum y salvar muchas vidas en la pandemia de 1918.
Los médicos homeópatas, que basamos nuestro quehacer en el poder de observación objetiva de los hechos y en un proceso de individualización de la enfermedad, estamos dispuestos a hacer frente a esta gripe, ya que la experiencia avala nuestra terapéutica en el tratamiento de otras epidemias (cólera, dengue, malaria, gripe, etc.). A los "escépticos" de la "ciencia normal" que afilan sus lápices en contra de la homeopatía les aconsejo la lectura sosegada de la literatura homeopática y les recomiendo que dejen ya esa actitud interesada disfrazada de paternalismo, por no creíble.
Estimados colegas científicos, los hechos son incontestables. ¿O no? Vamos a sumar esfuerzos y demostrar que en la comunidad científica "hay más cosas dignas de admiración que de desprecio".