Los efectos primarios y secundarios, tan claramente expuestos en su doctrina de la homeopatía por Samuel Hahnemann cientos de años atrás, no solo explican todo nuestro arte sino que tienen total y vital actualidad. El sabio de Meissen fue adaptando cronológicamente estos conceptos y perfeccionándolos con su experiencia clínica y su aguda observación, ya desde tiempo antes al descubrimiento de la homeopatía, como consta en varios escritos y publicaciones propias anteriores a 1789. El conocimiento de este tópico permite al médico homeópata una práctica racional, científica y certera, brindando a la esta una comprensión, un orden que alcanza alto impacto en la práctica cotidiana.
The primary and secondary effects, so clearly presented in the homeopathy doctrine of Samuel Hahnemann hundreds of year ago, not only explain all our art, but are also still complete and dynamic. This wise man from Meissen was chronologically adapting these concepts, and perfecting them with his clinical experience and his acute observation, well before the discovery of Homeopathy, as mentioned in several of his own documents and publications before 1789. Knowledge of this topic helps the homeopathic doctor to have a rational, scientific and sound practice, providing it with an understanding, an order that achieves a high impact in daily practice.
George Heinrich Gottlieb Jahr fue uno de los principales discípulos de Samuel Hahnemann y su estrecho colaborador; además, tuvo la fortuna de escuchar al maestro personalmente en más de 100 disertaciones.
En su libro Principios y reglas que deben guiar en la práctica de la Homeopatía, George Heinrich Gottlieb Jahr señaló que en esas clases Samuel Hahnemann explicaba todos los conceptos de la homeopatía, desde justamente los principios de los efectos primarios y secundarios. Entonces, a partir de esa información, si releemos la obra de Samuel Hahnemann desde esa perspectiva, observaremos aún más la importancia doctrinaria de estos indispensables conceptos.
Ambos, el efecto primario y el secundario, nos explican el origen de la enfermedad natural dinámica como la curación dinámica, la patogenesia, la dinámica miasmática, el manejo de dinamización y dosis, etc. A mi modo de ver, y en consecuencia escojo esta manera de compartir los conocimientos sobre este tema, lo ideal es el análisis cronológico de estos principios básicos. Si nos enfocamos y situamos cronológicamente, encontramos a un Samuel Hahnemann alópata que ha sido contratado como traductor crítico —desde el idioma inglés original al alemán— de la obra de materia médica del por entonces ya fallecido Dr. William Cullen. Allí él percibe el error del médico escocés y, continuando los conceptos de Albrech von Haller, decide la experimentación de la Cinchona officinalis en sí mismo; aunque debemos reconocer que ya había tomado (junto con colaboradores) por ejemplo Mercurius en 1788, pero no con el mismo propósito, conocer qué cura, sino para reconfirmar que no era tóxico como los preparados mercuriales anteriores a su gran descubrimiento del Mercurius solubilis a baja dosis alopática.
Como conclusión de este ensayo personal de la Cinchona officinalis, descubrió que existe una acción primaria de la sustancia (que luego logró dinamizar para quitarle malos efectos), y una reacción secundaria a esta, ejercida por el principio vital del organismo.
Por ende, comprendió en primer término que las sustancias (reitero, que luego dinamizará) generan por su acción primaria dinámica mórbida de tipo noxal artificial una perturbación del principio vital susceptible del individuo que se expresará mediante los síntomas particulares y característicos de dicha sustancia. Es por eso que a esta perturbación la denominó, para aclarar más el punto, enfermedad dinámica mórbida medicamentosa artificial. Y si funciona como tal, debemos tener incorporados los conceptos de enfermedades semejantes y desemejantes.
Al experimentar la Cinchona officinalis, observó que los síntomas aparecidos imitaban a la enfermedad natural del tipo de las fiebres intermitentes; reconoció allí conceptos que ya había estudiado (como todo médico con su formación académica). En primer lugar, los vertidos por el gran médico de Cos, Hipócrates, quien si bien utilizaba según el caso la ley de los contrarios, había observado una ley que postuló como “Similia similibus curantur”. Y los nuestro recordado Aurelio Filipo Teofrasto Bombasto de Hohenheim, nacido en Zu¿rich en 1493 (más conocido como Paracelso), quien alejándose de las enseñanzas dominantes de Galeno de Pérgamo, y luego de un interesantísimo recorrido de estudio y práctica por Europa y Asia, se inclinó por trabajar según la ley de los semejantes e incluso abandonó la polifarmacia reinante y las altas dosis de medicinas (de ahí que Samuel Hahnemann ya en Paris fue elogiado por el médico personal de Napoleón Bonaparte como el nuevo Paracelso).
De este modo, luego del primer descubrimiento denominado patogenesia, vino la confirmación de un principio de la homeopatía, que Samuel Hahnemann sutilmente modificó a “Similia similibus curentur”.
Hipócrates enunció: “Los semejantes son curados por los semejantes”. Como leemos, es una observación aguda y simple de la realidad; en cambio Samuel Hahnemann postuló: “Los semejantes sean curados por los semejantes”, dándonos entonces una orden terapéutica.
Sostengo que hay muchos principios que rigen nuestro arte que se encuentran en pie de igualdad, es por eso que debemos tener ya asimilados los conceptos de principio vital, susceptibilidad (la cual está explicada en los parágrafos 31 y 32 de la sexta edición del Órganon), para poder sobre ellos incorporar otros como las patogenesias y la clasificación de las enfermedades (donde es fundamental conocer la doctrina de las enfermedades semejantes y desemejantes que encontramos en los parágrafos 35 y 36 de la misma obra).
Vamos a analizar paso a paso este tema escudriñando la sexta edición del Órganon del arte de curar:
En el parágrafo 20 mencionó que para poder conocer el efecto dinámico primario artificial mórbido medicamentoso que desarrolla la medicina dinamizada (la cual se expresará con sus síntomas característicos y peculiares), mediante la propiedad de alterar el principio vital y en consecuencia promover la curación de la enfermedad, debo realizar la patogenesia.
Mencionó la comparación con lo espiritual para que comprendiéramos lo inmaterial y dinámico del efecto primario artificial dinámico medicamentoso, que altera al principio vital.
Continuó en el parágrafo 21 aclarando que hay un efecto primario dinámico artificial y mórbido de la sustancia dinamizada, sobre el principio vital susceptible, que al provocar una enfermedad dinámica artificial medicamentosa, origina, crea y se traduce en la expresión sintomatológica única y característica de esa sustancia en particular.
Siguió afirmando esto en el parágrafo 22, en el que nos insta a encontrar el medicamento más semejante si deseamos curar. El efecto primario dinámico artificial mórbido medicamentoso es el responsable de la generación de los síntomas primarios y de la denominada enfermedad dinámica artificial medicamentosa.
En la observación a este parágrafo 22 aparece el efecto dinámico primario de la noxa natural que nos enferma al desequilibrar al principio vital: “Cuando se enferma por acción de agentes nocivos, nuestro poder vital solamente puede expresar su enfermedad mediante la alteración del funcionamiento vital correcto del organismo y las sensaciones de dolor. De esta manera, pide ayuda al médico sensato…”. Esa acción de agentes nocivos es la acción primaria dinámica noxal natural sobre el principio vital, quien expresa su enfermedad natural dinámica y pide ayuda a través de los síntomas homeopáticos. Estos síntomas homeopáticos son primarios y secundarios, como expresión de los efectos primarios y secundarios.
Confirmó conceptos en el parágrafo 24 y 25 donde nuevamente reforzó el efecto primario dinámico mórbido artificial medicamentoso sobre sanos elaborando las patogenesias, y señaló que debe tener poder, fuerza. Es entonces importante para nosotros conocer que podemos manejar la intensidad de ese poder para enfermar artificial y dinámicamente a nuestro paciente con el objetivo de impactar al principio vital y tomar el lugar de la enfermedad natural dinámica, desplazarla y mediante esta acción poner en marcha el efecto secundario dinámico curativo reactivo del mismo principio vital contra ese efecto primario. Lo observamos también cuando nos informó en el indispensable parágrafo 3: “[...] que para cada caso sea el más adecuado según su tipo de efecto (elección del remedio indicación)…”; nos mencionó el tipo, obviamente, de efecto dinámico primario artificial mórbido medicamentoso.
Concepto que incluyó en el parágrafo 5 cuando señaló: “[...] así como, en el caso de una enfermedad crónica, los momentos más significativos de la historia del padecimiento crónico para poder determinar la causa primaria, que generalmente proviene de un miasma crónico”. Si proviene de un miasma crónico, ¿cómo lo hace?, evidentemente por el efecto primario dinámico mórbido natural de la enfermedad dinámica miasmática, en este caso citado, crónica.
Es por esto que en la observación al parágrafo 6, mencionó: “Nunca puede ver el ser espiritual, el poder vital, que crea la enfermedad. Tampoco necesita verla, sino solamente sus efectos, para poder curar en base a esto…”. Los efectos dinámicos primarios de la enfermedad natural, que desequilibrando al principio vital se mezclaran con los efectos secundarios reactivos de este. ¿Y cómo vemos los efectos? Por la manifestación de los síntomas homeopáticos tanto primarios como secundarios.
Es en la observación al parágrafo 11 donde Samuel Hahnemann nos relató el concepto de “influencia dinámica, poder dinámico”, otro evento debido al efecto primario dinámico. En dicha observación leemos: “[...] Tal efecto se denomina dinámico, virtual, es decir aquellos que resultan de la fuerza pura, específica, absoluta y el efecto de uno sobre otro. Así, por ejemplo, el efecto dinámico de las influencias enfermantes sobre las personas sanas, así como el poder dinámico de las medicinas sobre el principio vital para el restablecimiento del estado de salud de la persona, no son otra cosa que contagio…”.
Recalcó la especificidad del efecto mórbido dinámico primario artificial de las sustancias dinamizadas cuando señaló en la misma observación: “[...] Las sustancias naturales que demuestran ser medicinas son solamente medicinas en la medida que posean una fuerza (cada una propia-específica), de transformar el estado humano, mediante efectos dinámicos como de índole espiritual (mediante la fibra viva y sensible) sobre el principio vital que controla la vida”. Más adelante lo reiteró al decir: “Cada sustancia medicinal específica altera, mediante el contagio, el estado de salud de una persona de una forma peculiar exclusivamente propia y no de otra medicina”.
En otra parte de la observación al parágrafo 11, mencionó que el efecto primario dinámico artificial o la influencia dinámica o el poder dinámico va a tener mayor o menor fuerza dependiendo de cuánto se aleje de la materia, dato clave para el manejo clínico de las dinamizaciones y las dosis: “una mínima dosis de una medicina dinamizada de la mejor manera expresa, en el caso adecuado, mucha más fuerza curativa que grandes dosis de esta medicina (no dinamizada)”, “[...]las grandes fuerzas de las medicina dinamizadas no están en su superficie física o matemática […] Actúan de forma más intensa cuanto más libre e inmaterial se haya vuelto la fuerza por obra de la dinamización”, de ahí la excelencia de la dinamización Q o LM.
Todo este conjunto de conocimientos que vamos analizando juntos debe tener validez en la práctica de todos los días, y para implementarlo debemos comprender que la ley de la naturaleza homeopática sustenta todo esto, como señaló Samuel Hahnemann en el parágrafo 26: “Esto se basa en la ley de la naturaleza homeopática… Cualquier cura real la tuvo como base: una afección dinámica más débil se extingue en forma permanente en el organismo vivo mediante otra más fuerte, si esta última (diferente en naturaleza) es muy similar a la anterior en sus manifestaciones”.
Esto se aprecia en las enfermedades dinámicas naturales tanto agudas como crónicas y explica la importancia de poder generar un efecto primario dinámico artificial mórbido medicamentoso mediante nuestros medicamentos homeopáticos, regulando su fuerza, su poder, para superar a la enfermedad, gobernar al principio vital y desarrollar un estímulo para que se desencadene su reacción secundaria dinámica curativa (nuestro principal objetivo). Una vez más reforzó conceptos en el parágrafo 27, donde señaló: “muy similares a la enfermedad y la superen en fuerza... sean más fuertes que la enfermedad”.
Arribó a un breve resumen en el parágrafo 29. Por eso nos demostró en la observación a este parágrafo que “El breve período de duración del efecto de las potencias morbíficas artificiales que denominamos medicinas, posibilita que sean superadas por la fuerza vital con mucha mayor facilidad que las enfermedades naturales [...] no pueden ser vencidas por dicha fuerza en solitario debido a su prolongado efecto, que a veces dura toda la vida (Psora, Syphillis, Sycosis) [...]”. Nos diferenció la duración de los efectos primarios dinámicos mórbidos, breve en los artificiales, crónicos en los naturales.
Continuó en el parágrafo 30: “El cuerpo humano parece poder cambiar su estado de salud en forma mucho más efectiva ante medicinas que ante estímulos mórbidos naturales. En parte, porque la regulación de la dosis está en nuestras manos…”.
Una vez más se nos aclaró que el medicamento dinamizado por su efecto primario dinámico mórbido artificial, el cual podemos a voluntad modificar (mediante el manejo de dinamización y dosis) para generar mayor o menor poder, es el motivo por el cual siempre impactaremos al principio vital.
Hecho que no ocurre con la enfermedad dinámica natural, que no siempre impactará a todos, lo que se explica por el concepto de susceptibilidad, por el concepto de enfermedad semejante y desemejante y el mayor o menor poder de ellas. Siguiendo con esta línea de pensamiento, continuó Samuel Hahnemann, luego de analizar la susceptibilidad en los parágrafos 31 y 32:
Parágrafo 33: “De todas las experiencias surge que el organismo humano viviente está más dispuesto a permitir una transformación de su estado de salud por fuerzas medicinales que por miasmas contagiosos y agentes nocivos. Las noxas morbíficas poseen un poder subordinado y a veces muy condicionado, mientras que las fuerzas medicinales tienen un poder absoluto incondicional para transformar patológicamente el estado de salud humano”. Analicen bien estas palabras. Esto sucede debido a que la sustancia dinamizada por su fuerza transformadora intensa, mediante el efecto dinámico primario mórbido artificial que esta ejerce sobre el principio vital susceptible, acciona la interesante modificación que él denomina la transformación patológica, concepto relacionado con el de enfermedad artificial. Son elementos que tienen una finalidad docente, para que entendamos, comparemos y asimilemos.
Continuando con los conceptos de los efectos primarios y secundarios, debemos sumergirnos una vez más en el tema de las patogenesias.
Comenzó a introducirse en dicho tema en el análisis del parágrafo 105, donde habló de la “investigación del poder mórbido de las medicinas”, o sea su poderoso efecto dinámico primario mórbido artificial. Y en el 106 aclaró que deben observarse “todos los síntomas morbosos y las modificaciones de la salud que puede provocar cualquier medicina en una persona sana”, y los provoca por su efecto dinámico primario mórbido artificial. Vale la redundancia para afirmar una y otra vez los conceptos. Reiteró en el 108 “qué elementos morbosos son capaces de producir”. “Todo el poder curativo de las medicinas reside en la capacidad que poseen de modificar el estado de salud de una persona…”. Lo modifica como consecuencia y resultado de su efecto primario dinámico artificial mórbido medicamentoso sobre el principio vital susceptible.
Nos comentó del efecto primario (no dinámico) de las medicinas alopáticas en altas dosis, en el parágrafo 110, “los efectos de los daños morbosos…”.
En el parágrafo 111 de la sexta edición del Órganon comentó que “[...] las sustancias medicinales en su acción morbosa sobre el cuerpo humano sano actúan según ciertas leyes de la naturaleza y, en virtud de ello, son capaces de provocar determinados síntomas morbosos confiables, cada sustancia de acuerdo a su particularidad”. Esa acción morbosa es justamente el efecto primario dinámico artificial mórbido medicamentoso, el cual es único e inherente a cada sustancia peculiar.
En el parágrafo 112, Samuel Hahnemann señaló que hay 2 tipos de acciones o efectos que desencadenan 2 tipos de síntomas: a) primarios si se debían a la expresión sintomática consecutiva al efecto intrínseco o la acción primaria dinámica de la sustancia artificial dinamizada sobre el principio vital susceptible (a pequeñas dosis mucho mejor), y b) secundarios si se debían a la expresión sintomática del principio vital oponiéndose, con la acción secundaria, a esa acción primaria artificial o efecto intrínseco. La acción secundaria la describió de dos tipos en el parágrafo 64.
Encontramos un ejemplo de efecto secundario en el parágrafo 113 y nos refirió en el parágrafo 114: “[...] en las patogenesias con medicamentos en dosis moderadas en cuerpos sanos se observan únicamente las acciones primarias; es decir, aquellos síntomas con los que el medicamento modifica la salud de la persona y produce en él un estado morboso por un breve o largo período”. Nuevamente van de la mano los temas de dinamización y dosis con los de efecto primario y secundario.
Es útil conocer a qué denominó Samuel Hahnemann acciones recíprocas, porque ellas se deben a paroxismos de acción primaria de las medicinas dinamizadas, lo hace en el parágrafo 115.
Cuando nos alertó sobre las personas idiosincrásicas en el parágrafo 117, concepto de suma trascendencia ya que hay personas hipersensibles, que van a experimentar en exceso, por ejemplo en una patogenesia, la sustancia, lo cual los hace excelentes experimentadores, aunque corren el riesgo de sufrir importantes enfermedades medicamentosas dinámicas. Esto es debido a que el efecto primario dinámico artificial de la sustancia los desequilibra más fácilmente. Por eso habla de la aparente falta de efecto en el resto de las personas; se refiere a la falta aparente del efecto primario dinámico artificial de la sustancia y es aparente porque con solo aumentar la dosis debería impactarlos también.
¿Pero qué sucede si es un paciente idiosincrático quien nos consulta para que le curemos su enfermedad natural dinámica? Es ahí donde debemos comprender y asimilar las enseñanzas de Samuel Hahnemann; impera administrarle el medicamento con el menor poder posible, en otras palabras, cuidar muy bien la dinamización y la dosis para generar un efecto primario dinámico artificial medicamentoso suave y corto; para poner en marcha el efecto secundario curativo del principio vital sin pasar por ninguna agravación homeopática. Reforzó la peculiaridad y singularidad de las sustancias dinamizadas utilizadas en la patogenesia en los parágrafos 118, 119, 120, 134 y 136; evidentemente su acción es primaria, artificial, dinámica y exclusiva. Si comprendemos que las patogenesias en las cuales obtenemos, en el mejor de los casos, síntomas primarios resultantes del efecto dinámico primario artificial medicamentoso nos brindan imágenes de enfermedades semejantes a las naturales que someten a la humanidad (miasmáticas y no miasmáticas), nos daremos cuenta de por qué debo conocer a fondo ambas para poder conocer qué imitan y, por ende, qué curan. Aconsejó en el parágrafo 121: “[...] las sustancias denominadas heroicas provocan cambios de estado hasta con una mínima dosis, aun en personas fuertes. Las de menor poder deberán ser administradas en estos experimentos en grandes dosis”. Es una manera de que aprendamos a generar mayor o menor efecto primario dinámico artificial con nuestros medicamentos dinamizados; por ello, en el mismo parágrafo señaló: “Para que se perciba el efecto de las más débiles, solo se las deberá utilizar en personas libres de enfermedad que sean sensibles, susceptibles e irritables”.
Lógico, si el medicamento no tiene poder importante necesito un experimentador de alta sensibilidad que, con mínimo poder medicamentoso se desequilibre, experimente la enfermedad artificial dinámica y me entregue síntomas primarios certeros y seguros.
En el parágrafo 124 nos alertó sobre la posibilidad de destruir el efecto dinámico primario medicamentoso artificial con otras sustancias. En este caso hablaba de la patogenesia. Debido a ello nos señaló en el parágrafo 132: “Si se desea investigar los síntomas por sí mismos sin tener en cuenta la secuencia y la duración del efecto del medicamento, en especial en medicamento débil, es preferible administrar durante varios días sucesivos una dosis mayor cada día. De esta forma surge el efecto, aun en el medicamento más débil o desconocido, en especial si se prueba en personas sensibles”. Obviamente se refiere a cómo aumentar el poder de las sustancias dinamizadas que utilizamos para realizar una patogenesia (con más razón si es una sustancia débil), aumentando la dosis. Esto lo podemos extrapolar a la utilización como “potencia morbífica artificial” contra la enfermedad dinámica, para generar el efecto secundario reactivo y dinámico que nos lleva a la salud. También aquí el aumento de la dosis nos brindará diferente nivel de poder, de fuerza. Veremos que igualmente se puede lograr incrementando la dinamización.
Fiel a su costumbre y modo de enseñarnos, Samuel Hahnemann regresó a la carga con los mismos puntos en el parágrafo 137: “Cuanto más moderadas, hasta un cierto grado, son las dosis de la medicina destinada a las patogenesias, más claras aparecen las acciones primarias. Siendo estas las más buscadas y no tanto los efectos secundarios u opuestos al principio vital…”.
Continúo en el parágrafo 138: “Si las condiciones antes mencionadas para la realización de una patogenesia buena y pura son tenidas en cuenta, y si todos los trastornos, los accidentes, los síntomas y los cambios en el estado de salud de la persona de la patogenesia durante la duración del efecto provienen únicamente de la medicina, estos deberán ser particularmente considerados y registrados como sus síntomas. Aun si la persona hubiera detectado hace mucho tiempo accidentes similares. El hecho de que estos vuelvan a presentarse en el experimento solo indica que esta persona es especialmente adecuada, sobre la base de su constitución física, para originarlos. En este caso, esto sucede gracias a la medicina. Los síntomas no se producen por sí mismos, sino que son causados por la medicación, en la medida en que esta domine su estado de salud”.
Entonces, por ende, nos interesan sobremanera los efectos primarios artificiales mórbidos de los medicamentos dinamizados sobre el principio vital del experimentador sano, que brindan la sintomatología en la patogenesia, ya que tales efectos primarios constituyen la acción genuina de la sustancia sobre la dynamis susceptible del paciente y son por esto los generadores de los síntomas primarios que nos darán la guía certera del efecto curativo de los medicamentos dinamizados y la imagen que imita a determinada enfermedad natural dinámica.
Sostenemos lo importante de la doctrina de los efectos primarios y secundarios porque se presentan del mismo modo en las enfermedades dinámicas naturales, donde es el efecto primario natural y mórbido de la noxa (miasmática o no) sobre el principio vital y los síntomas primarios genuinos consecutivos a su acción lo que nos debe interesar obtener, captar, para poder realizar una repertorización inteligente y efectiva, la cual nos guiará al medicamento para curar.
Conocer concienzudamente esto nos permitirá establecer una relación de semejanza entre la imagen dada por los síntomas primarios consecuencia de ese efecto primario (enfermedad dinámica natural) y la imagen dada por los síntomas obtenidos en la patogenesia dados por el efecto primario de los medicamentos (poder curativo, enfermedad dinámica artificial).
Lo interesante es que ese efecto dinámico primario natural de la enfermedad puede suscitarse desde el interior de nosotros cuando se manifiesta un miasma crónico heredado o desde afuera por el contagio dinámico tanto de un miasma crónico como de un miasma agudo o de las enfermedades intercurrentes no miasmáticas descritas en la sexta edición del Órganon.
Los síntomas secundarios, reactivos, no son la enfermedad sino precisamente la reacción que el organismo le opone a esta. Por ejemplo, un síntoma secundario de fácil comprensión es la fiebre, es algo que el organismo “hace”; es una reacción, es oponer una defensa, pero, evidentemente, no es lo que debemos curar. Por el contrario, debemos focalizarnos en lo que originó dicha reacción.
Sin embargo, este es un punto delicado y que requiere muchos conocimientos porque como Samuel Hahnemann nos alertó y dejó bien escrito en la introducción a la sexta edición del Órganon, donde mencionó todos los puntos que se desconocían hasta que arrojó luz sobre ellos: “en ningún caso hemos sabido cuáles de los síntomas de la enfermedad son el efecto primario de la nocividad morbosa y cuáles por la reacción del poder vital en su propia ayuda. Ambos se mezclan ante nuestros ojos y presentan un cuadro que refleja la totalidad interna”.
Conceptos que se deben relacionar con la imagen que debíamos formarnos en nuestra mente según Samuel Hahnemann, escrito en el parágrafo 6: “El observador sin prejuicios conoce la futilidad de las especulaciones trascendentales que no pueden ser verificadas con la experiencia. Aún el más avezado percibe en cada enfermedad particular solamente cambios de la salud del cuerpo y de la mente, signos morbosos, accidentes, síntomas, que pueden detectarse externamente mediante los sentidos. Estas son desviaciones del estado de sano anterior del enfermo que él mismo siente, además de ser percibidas por los que lo rodean y observadas por el médico. Todas estas señales perceptibles representan la enfermedad en toda su extensión. Todas juntas forman su real y única imagen concebible”.
Reforzándolo en el parágrafo 7: “Por tanto, como en una enfermedad en la que no se presente alguna causa evidente que la propicie o la mantenga (causa occasionalis), y que sea susceptible de ser eliminada, no puede percibirse nada aparte de sus síntomas mórbidos, han de ser estos últimos, además de considerar la posibilidad de un miasma y de prestar atención a las circunstancias accesorias, el medio por el cual la enfermedad indique el medicamento adecuado para ser aliviada. En definitiva, el conjunto de los síntomas, esa imagen que refleja hacia afuera la esencia interna de la enfermedad, el sufrimiento de la fuerza vital, tiene que ser el medio fundamental o, más aún, el único medio por el cual la enfermedad puede hacer saber qué remedio requiere; lo único que puede determinar la selección del medicamento más apropiado. En una palabra, la totalidad de los síntomas debe ser lo principal, lo único en definitiva que el médico debe reconocer en todo caso de enfermedad y lo que debe eliminar mediante su arte, a fin de que la enfermedad sea curada y transformada en salud”.
Es claro, ¿pero cuáles son los síntomas homeopáticos a jerarquizar?. Idealmente, aquellos primarios dinámicos. ¿Y esta es una tarea sencilla? La verdad es que no, por eso encontramos los siguientes ejemplos en la materia médica escrita por Samuel Hahnemann:
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Argentum metalicum: “En 25 siglos no habían sospechado siquiera que existiese un efecto primario y un efecto consecutivo; no sabían que la naturaleza humana produce, como efecto duradero, precisamente lo contrario del efecto primario de los medicamentos y que, en consecuencia, para obtener una curación sólida, necesitan emplearse medicamentos cuyo efecto primario constituya un estado análogo al estado morboso actualmente existente en el cuerpo, a fin de que la reacción del organismo excite lo contrario de este efecto primario de la enfermedad que se les parece, es decir, convierta en salud la modificación morbosa o vicio que existe en el modo de sentir y de obrar”.
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Camphora: “La acción de esta sustancia es muy desconcertante y difícil de determinar, incluso en organismos sanos, porque muy a menudo su acción primaria se alterna rápidamente y se llega a mezclar con las reacciones vitales (acción secundaria) como en el caso de algunas otras medicinas, de tal manera que a menudo es difícil distinguir lo que debe atribuirse a la reacción del organismo de lo que corresponde al alcanfor en su acción primaria”.
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Opium: “Es mucho más difícil estimar la acción del opio que la de ninguna otra droga. En la acción primaria de dosis pequeñas y moderadas, en las cuales el organismo se deja afectar pasivamente por la medicina, parece exaltar la irritabilidad y actividad de los músculos voluntarios durante un corto tiempo, pero disminuye las de los músculos involuntarios durante un largo período; y mientras que exalta la fantasía y el valor en su acción primaria, parece que al mismo tiempo produce estupor y embotamiento (los sentidos externos) de la sensibilidad general y la conciencia. Después de eso el organismo vivo, en su réplica activa, produce lo opuesto en su acción secundaria: disminuye la irritabilidad y actividad de los músculos voluntarios y exalta mórbidamente la excitabilidad de los músculos involuntarios y produce falta de ideas y obtusión de la fantasía, con desánimo junto con hipersensibilidad de la sensibilidad general”.
Relacionado con estos últimos párrafos entendemos lo que quería decir el Dr. Constantine Hering en su escrito “Guiding symptoms of our Materia Medica”: “Todo el progreso de nuestra escuela depende de la correcta visión de los síntomas obtenidos por experimentación con Camphora o con Opium”.
Esto querría decir que todo depende de la difícil tarea de obtener la correcta apreciación y diferenciación entre síntomas primarios y secundarios, lo que se pone de manifiesto muy especialmente en las patogenesias de Camphora y de Opium.
De acuerdo con lo dicho más arriba, el síntoma primario es la expresión de la noxa tanto artificial como natural sobre el principio vital susceptible del organismo vivo y donde el sujeto lo recepciona pasivamente, sin reaccionar todavía ante él. En cambio, el síntoma secundario es reactivo ante la noxa tanto artificial como natural.
Esta reacción secundaria del principio vital, carente de inteligencia, al efecto primario dinámico natural de la enfermedad dinámica natural, es un intento de curación que a veces tendrá éxito y otras veces no (enfermedades agudas) y de absoluto fracaso (enfermedades crónicas).
Si entonces apreciamos el parágrafo 15 donde Samuel Hahnemann señaló: “Por una lado, la dynamis (poder vital) como de índole espiritual es desarmonizada, morbosamente, por el padecimiento. Por otro, la suma de los síntomas externamente perceptibles que presenta el organismo y que representan la dolencia existente, forman un todo. Son uno y el mismo…”. De ahí la mezcla de efectos primarios y secundarios y la mezcla de síntomas primarios y secundarios que complejizan la práctica diaria.
Continuó en el parágrafo 16, afirmándonos el carácter dinámico de los efectos primarios naturales nocivos sobre el organismo sano y “potencias hostiles que alteran desde el exterior…” y señaló que atacan y afectan al poder vital de modo inmaterial, en consecuencia serán eliminadas por el médico con “poderes como de índole espiritual (dinámicas, virtuales), que actúan a través de medicinas adecuadas sobre nuestro poder vital, como de índole espiritual… Las medicinas curativas solamente pueden restablecer la salud y la armonía vital del principio vital mediante un efecto dinámico y así lo hacen…”.
Aquí leemos una excelente explicación del efecto dinámico primario, artificial del medicamento dinamizado y natural de la enfermedad dinámica. En el mismo sentido, nos comunicó en el parágrafo 19: “Las medicinas solo pueden curar las enfermedades si tienen el poder de cambiar el estado de la persona, que se basa en sensaciones y funciones. Su poder curativo solamente se debe a esta capacidad de modificar el estado del ser humano”. Como leemos, ese poder y esa capacidad son la expresión del efecto dinámico primario artificial de la sustancia dinamizada sobre el principio vital.
Continuó en el parágrafo 20 explicándonos que ese efecto dinámico primario artificial medicamentoso es una “fuerza de índole espiritual”, para aclararnos lo inmaterial del efecto dinámico.
Es en el parágrafo 128 donde Samuel Hahnemann reforzó que solo mediante la sucusión que dinamiza la sustancia se obtienen los efectos primarios dinámicos artificiales. Y aconsejó para realizar la patogenesia “ingerir en ayunas de 4 a 6 glóbulos de la potencia 30 de la sustancia, humedecidos con un poco de agua o disueltos en una mayor o menor cantidad de agua, bien sucusionados y repetirlo varios días”.
En el parágrafo 129 comentó la manera de incrementar la dosis para aumentar el efecto dinámico primario artificial medicamentoso en la patogenesia y es así como podemos realizarlo también para curar enfermos. En el parágrafo 130 señaló la utilidad de una dosis única en la patogenesia, porque: “detecta el orden de las acciones primarias, así como de las recíprocas o interacciones que se observan en forma más clara”. En cuanto a experimentar el mismo médico, al realizar una autopatogenesia, señaló en el parágrafo 141 que son experimentos muy eficaces “referidos a los efectos puros de medicinas simples…”. Un dato que refuerza el efecto dinámico primario del medicamento homeopático puesto en acción sobre un paciente que padece una enfermedad natural dinámica, lo encontramos en el parágrafo 142, “Aun en enfermedades, en especial las crónicas, generalmente constantes, se pueden descubrir entre los trastornos de la enfermedad primitiva algunos síntomas de la medicina simple que se ha utilizado para curar. Esto, sin embargo, es objeto de un arte de evaluación superior y deberá ser dejado en manos de los maestros de la observación”.
En la observación mencionó: “Los síntomas que fueron observados antes de la enfermedad o nunca y, por lo tanto, considerados nuevos, pertenecen a la medicina”.
Realizamos una completa materia médica según el parágrafo 143. En el 145 y 146 aclaró la importancia de conocer bien las sustancias y en el 146 nos señaló nuevamente el efecto primario dinámico morboso artificial.
Debemos clarificarnos entonces conociendo cómo definió Samuel Hahnemann los generadores del efecto primario dinámico, y lo hizo en el parágrafo 63: “Se denomina acción primaria a toda potencia que influye sobre la vida, todo medicamento que cambia más o menos el poder vital y causa durante más o menos tiempo una cierta modificación en el estado de salud de la persona. A pesar de ser una resultante del poder vital y del medicamento, se debe más a la potencia actuante. Nuestro poder vital intenta oponer su energía a esta influencia. Este efecto de resistencia es una acción automática y forma parte de nuestro poder de preservación de vida. Se la denomina acción secundaria o reacción”.
En este parágrafo 63, el maestro explicó cómo, por ejemplo, una pena, una mortificación, un enojo violento, una injusticia, el sufrimiento ajeno, así como un enfriamiento, una época de epidemias, pueden ser potencias que influyen en nuestra vida generando una acción primaria que desequilibra el principio vital y nos lleva a la enfermedad o despierta un miasma crónico hasta entonces en estado latente o agrava el miasma crónico que ya poseía en actividad, y por supuesto lo podemos notar en el curso de una afección aguda (tanto en un miasma crónico reagudizado, como en un miasma agudo propiamente dicho o en un cuadro agudo de tipo intercurrente) donde el paciente podía estar evolucionando muy bien y experimenta un retroceso por el golpe de una noxa emocional (discusiones familiares, enfermedades de parientes, disgustos y preocupaciones) o como producto de transgredir la dieta o someterse en un momento de convalecencia a inclemencias climáticas, hechos estos que son claros efectos primarios dinámicos naturales desequilibrantes que nos van a someter a una rápida intervención terapéutica para, a través de nuestros medicamentos dinamizados, impulsar luego de nuestro nuevo efecto dinámico artificial mórbido medicamentoso, la puesta en marcha de la reacción secundaria dinámica curativa del principio vital. Como nos continuó enseñando sobre este tema en el parágrafo 64, esta se presenta de las siguientes maneras:
“Durante la acción primaria de la potencia morbífica artificial (los medicamentos) sobre nuestro cuerpo sano (como puede verse en los siguientes ejemplos), nuestro poder vital parece comportarse de modo impresionable (receptivo, al igual que enfermizo). Parece estar, como forzosamente dispuesto a permitir la impresión de la potencia artificial que actúa desde afuera y a dejar que se modifique su estado de salud para después volver a reponerse.
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Contra esta acción (acción primaria) el poder vital parece provocar una condición del estado de salud opuesto (reacción, efecto secundario); en igual grado del efecto en que fue la acción (acción primaria) de la potencia morbosa artificial o medicinal sobre él y en la medida de su propia energía.
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En aquellos casos, en los que no existe un estado natural opuesto a la acción primaria, parece que: intenta hacer valer su poder superior. Elimina, entonces, la transformación que actuó sobre ella desde afuera (por la medicación) y la sustituye por el estado normal (acción secundaria, acción curativa)”.
Entonces debemos tratar de ir perfeccionando nuestro arte en la prescripción para lograr esta acción secundaria curativa “ideal”.
Siguió en el parágrafo 65: “[...] Después de la acción primaria de una potencia que produce grandes cambios en el estado de salud del cuerpo sano y que se administra en una dosis grande, nuestro poder vital produce lo opuesto en la acción secundaria (como se ha observado si existe realmente tal estado)”.
De ahí lo inconveniente de las altas dosis.
Y en el parágrafo 66 señaló: “Con la influencia de una mínima dosis homeopática de la potencia, no puede notarse ningún efecto secundario llamativo y opuesto en el cuerpo sano. Produce una acción primaria que es perceptible solamente prestando una adecuada atención. Pero el organismo vivo solamente produce la reacción (efecto secundario), como es necesario para restaurar el estado normal”.
Hemos visto entonces cómo las sustancias dinamizadas generan efectos primarios dinámicos artificiales sobre el principio vital susceptible, brindando síntomas primarios. Si los experimento en individuos sanos, a través de la patogenesia, me informo, al crear una enfermedad artificial medicamentosa, de lo que imitan. Por la ley de la semejanza sabré qué enfermedad dinámica natural son capaces de curar.
Hecho confirmado por Samuel Hahnemann en el parágrafo 70.
Lo reforzó en el parágrafo 71, donde nos relató el efecto primario dinámico mórbido artificial del medicamento homeopático: “una sustancia medicinal que pueda producir síntomas patológicos similares en forma artificial (en ello se basa el proceso de cura genuina)…”.
De modo similar hemos observado (parágrafos 72, 73, 74, 75 y 76 de la sexta edición del Órganon) cómo las noxas nos atacan y enferman, ejerciendo efectos primarios dinámicos naturales desequilibrantes del principio vital y generando síntomas primarios, los cuales se mezclan con los síntomas secundarios reactivos del principio vital, complicando nuestra tarea como médicos homeópatas.
Cuando las noxas son miasmáticas y ejercen su acción dinámica desequilibrándonos tanto desde nuestro interior como desde el exterior, esos síntomas primarios corresponden a esa particular enfermedad dinámica natural, son característicos de ellas. A fines de la década de 1960, Ernesto José Giampietro, Shuji Murata y Alfonzo Masi Elizalde realizaron la práctica y fatigosa tarea de marcarlos en el repertorio de James Tyler Kent, para facilitarnos a sus seguidores el trabajo.
Actualmente lo encontramos en repertorios informatizados haciéndonos mucho más sencilla la tarea.
Regresando el tema del efecto primario y del efecto secundario, conocemos que el efecto primario dinámico mórbido artificial es algo que podemos regular en fuerza, en poder. Algo clave para poder modificar nuestro accionar cotidiano al realizar diferentes prescripciones variando ese efecto primario mórbido artificial dinámico medicamentoso para curar suave, veloz y duraderamente, sin pasar, de manera óptima, por la agravación homeopática (que como estudiaremos se debe a un error de dinamización o dosis). Es relevante comprender un concepto indispensable, que de ningún modo debe pasar desapercibido. Samuel Hahnemann realizó una observación pronóstica clave en el “Prefacio” de la sexta edición del Órganon: “La curación es más eficaz y veloz cuanto mayor sea el poder vital que aún tenga el enfermo”. Eso nos brinda una información muy valiosa para la dinamización y dosis, para pronosticar evoluciones y tener reales objetivos terapéuticos. Si nuestro principio vital puede variar en poder, en fuerza, en energía —y de esa calidad depende la curación en cuanto a su velocidad y eficacia— nos está informando de la capacidad de generarse el efecto secundario curativo. Entonces, mucho de la calidad de la reacción secundaria va a depender de ese poder inherente del principio vital.
Por eso es que con el simillimum los niños con un buen nivel de poder del principio vital se curan rápidamente y como contrapartida un anciano con una deficitaria fuerza en su principio vital tendrá una curación más lenta o difícil y, en el peor de los casos, un paciente sin energía vital obtendrá un claro pronóstico de incurabilidad.
Continuó el maestro explicando y ahondando sobre el efecto primario dinámico artificial mórbido medicamentoso. Parágrafo 34: “La mayor fuerza de las enfermedades artificiales producidas por medicamentos no es la única causa de poder curar la enfermedad natural. Es necesario, para lograr una cura, ante todo, que sea una enfermedad artificial lo más parecida posible a la enfermedad a curar. Con una fuerza algo más intensa, desplaza patológicamente al principio vital de tipo instintivo, que no es capaz de reflexión ni recuerdo, a una situación muy similar a la enfermedad natural. Con ello eclipsa en este principio vital la sensación que produce la disarmonía morbífica natural, la extingue y destruye...”.
Como leemos, y ya hemos analizado, el efecto primario dinámico artificial de la sustancia puede actuar gracias a que el principio vital es susceptible a dicha acción primaria, pero debe ser más enérgico que la enfermedad dinámica natural, y por supuesto perfectamente similar, para lograr generar una enfermedad artificial dinámica que estimule, mediante la acción secundaria o efecto secundario del principio vital, la curación genuina. Repitió conceptos en el parágrafo 48, donde insistió en este punto para la curación: se debe generar un efecto primario dinámico artificial con el medicamento homeopático dinamizado, pero no cualquier medicamento sino el simillimum, o sea el más semejante posible a la enfermedad natural. Y es el que debo escoger para generar la enfermedad artificial medicamentosa. Esto es la ley de la semejanza. En estos parágrafos, Samuel Hahnemann dijo que el efecto primario artificial que generamos mediante el medicamento homeopático dinamizado puede ser regulado en fuerza, en intensidad, por el arte del médico homeópata. El efecto dinámico primario artificial debe ser el mejor imitador de la enfermedad dinámica natural, el menor en fuerza, pero con la suficiente capacidad y poder para desplazar a la enfermedad dinámica natural, generando una reacción secundaria curativa óptima.
Dejó escrito Samuel Hahnemann en el parágrafo 51:
“Las potencias morbíficas artificiales que el médico puede diluir, dividir, y potenciar hasta los límites de lo infinito y disminuir en su dosis, hasta que solo queden un poco más fuertes que la enfermedad similar natural a curar. En esta forma de cura incomparable no se requiere de ningún ataque violento al organismo, ni siquiera para eliminar una dolencia antigua y rebelde. Solamente es una transición suave imperceptible, pero sí rápida de la enfermedad natural atroz, a la salud permanente deseada”.
Llegados a este punto, debemos reconocer entonces que nuestro desiderátum es que se desarrolle la reacción secundaria dinámica curativa en forma rápida, suave y que dure en el tiempo lo máximo que se pueda. Y es clave comprender que una vez manifiesta con la intensidad que según el arte evaluamos como buscada, no debo interrumpirla, obstaculizarla, independientemente de la dinamización que esté empleando sea D, CH, K o Q.
Un tópico trascendente para mejorar nuestra práctica y seguir a Samuel Hahnemann en su fatigosa investigación, práctica y puesta en actos, para curar con suavidad, es el de la evitable agravación homeopática.
Como ideal terapéutico encontramos en el parágrafo 2 de la sexta edición del Órganon, el cual se ha mantenido inalterado desde 1810 con la primera edición: “El mayor ideal de curación es el rápido, suave y duradero restablecimiento de la salud o la mejoría y la destrucción de la enfermedad en toda su extensión por el camino más corto, seguro y sin perjuicios, según principios de fácil comprensión”.
Nos explicó claramente desde el parágrafo 156, donde mencionó: “Pocas veces existe un medicamento homeopático (aparentemente elegido en forma adecuada), especialmente si es administrado en dosis insuficientemente pequeña, que no provoque aunque fuese una insignificante molestia inicial, un pequeño síntoma nuevo durante la duración del efecto en el enfermo sensible e irritable. Es casi imposible que los síntomas de la medicina y los de la enfermedad coincidan, en forma absoluta, como dos triángulos con los mismos ángulos y lados. Esta divergencia sin importancia, en el mejor de los casos, es borrada por la acción del poder (autocracia) del organismo viviente y los enfermos que no son demasiado sensibles ni las perciben…”. Nos alertó aquí de que el efecto primario dinámico artificial medicamentoso de la sustancia dinamizada homeopática, administrada en una dosis superior a la necesaria provocará una agravación homeopática cuya magnitud depende por supuesto tanto del poder del medicamento como de la sensibilidad del individuo.
En casos bien leves y en pacientes sensibles, este exceso de efecto primario dinámico medicamentoso artificial es corregido sin dilación por el efecto secundario de nuestro principio vital.
En el parágrafo 157 continuó aclarando que si la dosis es excesiva cuando estoy atendiendo un cuadro agudo, el excesivo efecto dinámico primario mórbido medicamentoso artificial (agravación homeopática) se va a presentar en las primeras horas “un leve desmejoramiento, que en los casos de dosis demasiado grandes puede durar varias horas, no es otra cosa que una enfermedad medicinal muy similar, cuya intensidad supera en algo a la enfermedad original”.
Esta información va siendo vital para comprender el manejo de dinamización y dosis, que debemos ir adquiriendo con nuestra práctica cotidiana; debemos ser conscientes de que tenemos la suerte de manejar los tipos de efectos primarios artificiales mórbidos dinámicos medicamentosos y utilizarlos con mayor o menor poder de acción primaria dinámica, para curar suave, veloz y contundentemente.
Nos relató en el parágrafo 158 que el efecto dinámico primario debe ser más fuerte que la enfermedad original para poder curarla, tanto a través de un medicamento (efecto primario mórbido artificial) o por otra enfermedad natural similar (efecto primario mórbido natural).
En el parágrafo 159 reiteró que, a menor dosis, menor efecto dinámico primario artificial medicamentoso. Y en el parágrafo 160 lo reafirmó en el caso de cuadros agudos; si la sustancia fue administrada en dosis excesivas, o sea, si el efecto dinámico primario artificial mórbido actuó por error nuestro en demasía, “siempre produce, durante la primera hora de la ingesta, una agravación homeopática…”.
A modo de resumen, Samuel Hahnemann expresó en el parágrafo 161, el cual modificó con respecto a la quinta edición brindándonos una diferente observación pronóstica entre la dinamización CH y la Q:
“La así llamada agravación homeopática, o más bien la acción primaria de la medicina homeopática que parece aumentar un poco los síntomas de la enfermedad original, se presenta durante la o las primeras horas en los casos de las enfermedades agudas de reciente aparición. Pero en los casos en los que las medicinas de acción prolongada deben combatir una enfermedad antigua o muy antigua desde hace tiempo, no deberían observarse en el trascurso del tratamiento tales aumentos aparentes de la enfermedad original. Y no se presentan si se administra la medicina adecuada en pequeñas dosis que son aumentadas paulatinamente y se modifican un poco cada vez mediante una nueva dinamización. Tales aumentos de los síntomas originales de la enfermedad crónica solamente pueden presentarse hacia el final de un tratamiento similar, cuando la cura es completa o casi completa”.
En este punto podemos aportar luego de décadas de utilizar la dinamización Q, que si la potencia y dosis fueron excesivas se producirá una agravación idéntica a la que aparece con las centesimales y se explicaron en el mismo parágrafo de la quinta edición.
Entonces, el desiderátum es ¿cómo lograr curar de esta forma sin pasar por la agravación homeopática?
Es lógico y evidente que debemos conocer la gran diversidad de pacientes y las diferentes presentaciones de las enfermedades dinámicas naturales, como señaló Samuel Hahnemann en el “Prefacio” (escrito en 1837) del III volumen de Las enfermedades crónicas su naturaleza peculiar y su curación homeopática, para prescribir evitando la agravación homeopática:
“Cuando se coloca sobre la lengua un pequeño glóbulo seco, de una de las más altas dinamizaciones de un medicamento, o la olfacción moderada en un frasco que contiene uno o varios de estos glóbulos, lo que se comprueba como la dosis más pequeña, la más débil, aquella de acción más corta (aunque se hallan todavía enfermos de naturaleza tan excitable para quienes, en los pequeños males agudos contra los cuales el remedio ha sido elegido homeopáticamente, esta dosis es suficiente para socorrerlos), uno se da cuenta fácilmente de que la increíble diversidad de los enfermos en cuanto a su excitabilidad, su edad, su desarrollo espiritual y corporal, su energía vital y sobre todo la naturaleza de su enfermedad (tanto natural y simple pero aparecida recientemente, tanto natural y simple, pero antigua, o incluso complicada –combinación de varios miasmas– o, al fin, lo que es el caso más frecuente y más grave, deteriorada por un tratamiento médico falso y sobrecargada de síntomas medicamentosos), hace necesaria una gran diversidad en su tratamiento y en la manera de reglamentar las dosis de los remedios que se les administran”.
Es una realidad entonces la complejidad a la que nos enfrentamos diariamente, y la importancia crucial una vez más de la excelente formación doctrinaria que debemos tener.
¿Para qué sirve esta información dada por Samuel Hahnemann en ese “Prefacio” de 1837? Para poder utilizar correctamente en la práctica la doctrina de los efectos primarios y secundarios y en consecuencia ser expertos en el manejo de la dosis y la dinamización como hallamos descripto en la sexta edición del Órganon. Como ya he explicado, la doctrina del efecto dinámico primario y secundario es fundamental para comprender qué sucede en el caso de las enfermedades semejantes y desemejantes.
Es por eso que utilizamos un simillimum para actuar según las leyes de las enfermedades semejantes, si no es imposible curar dinámicamente. En consecuencia, es el manejo de la dinamización y la dosis correcta lo que nos lleva a prescribir satisfactoriamente.
Comenzó Samuel Hahnemann, accediendo al tema en el parágrafo 35 de la sexta edición del Órganon:
“[...] tomemos en consideración el proceso de la naturaleza en tres casos distintos, por un lado, cuando coinciden dos enfermedades diferentes entre sí y, por otro, el resultado de un tratamiento médico común de enfermedades de medicinas alopáticas no adecuadas. Estos son incapaces de producir un estado morboso artificial similar a la enfermedad a curar…”, aquí nos manifestó que si el efecto primario dinámico mórbido, no se rige por la ley de “Similia similibus curentur”, la curación es imposible.
En el parágrafo 36 continuó: “Si en una persona coinciden dos enfermedades no similares y ambas son de igual fuerza o la más antigua es la más fuerte, entonces la nueva es rechazada…”, la explicación es que el efecto primario dinámico natural tiene diferente tipo de poder; para que una nueva enfermedad dinámica natural desemejante se instale debe superar en poder, en fuerza, en efecto dinámico primario natural a la enfermedad antigua.
En el parágrafo 38 nos relató la segunda posibilidad diferente: “O la nueva enfermedad no similar es la más fuerte. En este caso, la enfermedad de la cual sufría el paciente, siendo la más débil, es suspendida y postergada por la más fuerte que se agrega, hasta que la nueva haya desaparecido o haya sido curada. Después, vuelve la antigua en forma no curada… Así se suspenden todas las enfermedades que no son similares entre sí, de la más fuerte a la más débil, pero nunca se curan la una a la otra. También pueden complicarse…”. Otro caso donde no se presenta la ley de la semejanza, indispensable para que se realice la curación tanto entre enfermedades naturales como con medicamentos artificiales dinamizados. Los efectos dinámicos naturales primarios son diferentes, ese es el problema.
Y llegó a la tercera situación posible y diferente en el parágrafo 40: “O la nueva enfermedad se agrega a la antigua no similar después de haber actuado durante largo tiempo sobre el organismo. Cada una de ellas cubre entonces una zona específica del organismo, es decir, los órganos que le son especialmente adecuados, como si fuera el lugar que le pertenece y le deja el lugar restante a la otra enfermedad no similar. Además, un enfermo venéreo puede padecer sarna y viceversa. Dos enfermedades no similares no se anulan entre sí ni se curan mutuamente. Mientras que empieza a aparecer el eczema de la sarna, inicialmente los síntomas venéreos son silenciados. Son suspendidos. Como la enfermedad venérea es al menos igual de fuerte que la sarna, con el tiempo ambas se juntan, en otras palabras, cada una solo toma las partes del organismo que le corresponde. El enfermo está más enfermo y es más difícil curarlo. Cuando se encuentran dos enfermedades contagiosas agudas no similares, por ejemplo viruela y sarampión, generalmente una suspende a la otra, como ya fue indicado…”.
“Después de realizar cuidadosos experimentos y la cura de complejas enfermedades de este tipo, estoy convencido que no son una fusión. En tales casos solamente coexisten en el organismo una al lado de la otra, cada una en las partes que son adecuadas para ella. Su cura será completa a través del cambio adecuado del mejor medio antisyphillítico con un medio que cure la sarna, cada uno en dosis y forma más conveniente”. Nuevamente, la explicación de esta dinámica miasmática la obtenemos a través de la comprensión del efecto primario dinámico natural diferente, particularísimo, de estas enfermedades miasmáticas crónicas no semejantes. Aquella que sea más poderosa, o sea, que tenga mayor poder en su efecto dinámico primario natural sobre el principio vital va a suspender a la más débil, a la cual no puede curar por ser desemejante. Es prioritaria en nuestra práctica cotidiana, la jerarquización del miasma en actividad, el más poderoso, al cual vamos a enfrentar en primer término, realizando una repertorización inteligente, para hallar el medicamento simillimum.
Este simillimum, por su efecto dinámico primario artificial mórbido medicamentoso, debe desarrollar (por su mejor similitud con el efecto dinámico natural de la enfermedad del paciente, su mayor poder con la dinamización y dosis adecuada) una acción primaria dinámica artificial, para de ese modo, dominar al principio vital y por ende desencadenar la acción o efecto secundario dinámico reactivo curativo del principio vital. Deben ser, reitero según la ley de la semejanza, sino nuestro medicamento (si fuera desemejante) fracasará. Aquí en este parágrafo 40, Samuel Hahnemann aclaró que no necesariamente todos los pacientes serán psóricos (él mismo señaló que no lo fue), y por eso señala que un paciente syphillítico puede contraer Psora y viceversa.
Del mismo concepto doctrinario se desprende la comprensión de la justificación de la suspensión del miasma crónico por un miasma agudo de poder suficiente y superior, o de un cuadro intercurrente traumático, telúrico o febril.
El aporte del Dr. John Henry Allen, a quien seguimos por corroborar en nuestra práctica la veracidad de sus observaciones, sostiene que cuando se heredan los miasmas crónicos se aprecia en muchos casos ya una diátesis y por eso describió tan bien a la Pseudopsora; nos brindó su clínica, la cual gracias a la labor de Ernesto José Giampietro, la tenemos bien identificada en nuestro repertorio, con los síntomas marcados miasmáticamente. Retomando el parágrafo 40 señaló: “También son frecuentes los casos en los cuales la enfermedad venérea del chancro se complica especialmente con la sarna morbosa o con la discrasia de la gonorrea condilomatosa…”. Hecho explicado por la complicación de enfermedades crónicas desemejantes cada una de ellas con diferentes efectos primarios dinámicos mórbidos naturales. Los complejos de efectos primarios dinámicos naturales, los ratificó en el parágrafo 42 de la sexta edición del Órganon: “La naturaleza misma permite en algunos casos la simultaneidad de dos (o tres) enfermedades naturales en un cuerpo. Esta complicación, sin embargo, solo se presenta en enfermedades no similares que, según eternas leyes de la naturaleza, no se pueden anular, destruir ni curar las unas a las otras. Ambas (o las tres) parecen dividir al organismo. Cada una ocupa las partes y los sistemas que les corresponden. Esto puede suceder a pesar de la unidad de la vida, debido a lo no similares que son estas enfermedades”.
Entonces reconocemos que los miasmas crónicos son enfermedades dinámicas naturales desemejantes e independientes entre sí, cada una de las cuales genera y desarrolla sus propios y característicos efectos primarios dinámicos naturales perturbadores del principio vital que se traducirán en la expresión sintomática primaria peculiar de cada uno de ellos, pero que en la práctica diaria se complejiza al presentarse los pacientes con una mezcla de estos más los síntomas secundarios, productos del reactivo efecto secundario. Arribamos entonces a las enfermedades similares. Es en el parágrafo 43 que Samuel Hahnemann mencionó: “Si en el organismo coexisten dos enfermedades similares, es decir, si a la enfermedad existente se agrega una similar, pero más fuerte, entonces el resultado es totalmente otro. Esto enseña cómo la cura sucede en el curso de la naturaleza y cómo deben ser curados los seres humanos”. Toda la medicina de la experiencia que desarrolló el maestro tiene en la observación un pilar sólido y fuerte; el haber reconocido este hecho le permitió buscar los medicamentos dinamizados que en sus patogenesias demostraron parecerse a las enfermedades naturales que debía curar.
Comprendió que si estas eran de tipo dinámico, la medicina debía estar en ese mismo plano y por eso desarrolló sustancias dinamizadas. Las cuales deben ser capaces de generar efectos primarios dinámicos artificiales, que el médico homeópata debe aprender a utilizar con una clara indicación de que estas posean no solo la más alta similitud, sino un mayor poder, potencia y fuerza que la enfermedad a erradicar. Nos enseñó en el parágrafo 44 que dos enfermedades similares no pueden repelerse, suspenderse ni coexistir en el mismo organismo o formar una enfermedad doble o compleja.
Sostuvo Samuel Hahnemann en el parágrafo 45 que dos enfermedades de naturaleza diferente, pero “similares en sus expresiones y efectos, así como en el sufrimiento y los síntomas que producen cada una, se destruyen en cuanto se encuentran en el organismo. La enfermedad más fuerte destruye a la más débil. La potencia mórbida más fuerte que se agrega, debido a la similitud del efecto, invade preferentemente las mismas partes del organismo que afectaba hasta ese momento, la enfermedad más débil. Esta ya no puede actuar y se extingue. En cuanto la nueva potencia morbosa similar, pero más fuerte, se haya apoderado de la sensación del enfermo, el principio vital ya no podrá sentir la similar más débil, puesto que se ha extinguido y ya no existe. Porque nunca fue algo material, sino solamente una afección dinámica (como de índole espiritual). El principio vital queda afectado por la nueva potencia medicinal morbosa similar, pero más fuerte. Sin embargo, solo en forma temporal”.
En el parágrafo 78 aclaró: “Las enfermedades crónicas reales y naturales se deben a un miasma crónico, que abandonadas a sí mismas y sin la utilización de un remedio específico contra ellas, evolucionan cada vez peor”. ¿A qué se debe esto? Se debe a que la enfermedad dinámica natural crónica, los miasmas crónicos Psora, Syphillis, Sycosis y sus diátesis, se encuentra en movimiento, desarrollo y expansión constante hasta llevarnos a la muerte, por ser capaces de desequilibrar al principio vital a través del impacto poderoso de su efecto primario dinámico mórbido natural. Debido a esto, aumentan, se desarrollan, agravan y nos destruyen; a pesar “del mejor comportamiento y régimen mental-físico, torturando a la persona con un sufrimiento cada vez mayor hasta el final de su vida”. “[...] aun la condición física más robusta, la forma de vida más ordenada y la mayor energía vital son insuficientes para extinguirlas o destruirlas”.
En la observación a este parágrafo aportó datos más que interesantes: “[...] los afectados parecen totalmente sanos a los ojos de sus parientes y conocidos, y la enfermedad que les fue transmitida por contagio o herencia parece haber desaparecido por completo. Pero después de unos años y en circunstancias y condiciones adversas de la vida, invariablemente vuelve a aparecer. Aumenta con mayor rapidez y, por lo tanto, toma un carácter más serio, si el principio vital se ve afectado por pasiones, preocupaciones y problemas que lo debilitan…”.
Nos refirió que los miasmas crónicos se pueden contraer por contagio y/o herencia y cómo, según el poder de nuestro principio vital, se quedan latentes o se desarrollan.
Nos brindó ejemplos de efectos dinámicos primarios naturales desequilibrantes de dicho principio, como las noxas emocionales y las respuestas a ellas que nos debilitan, los miasmas crónicos obtienen poder, se desarrollan y despliegan, afectando per se al principio vital mediante su poderoso efecto primario dinámico morboso natural. Nombró en los parágrafos 79 y 80 a las tres desemejantes enfermedades miasmáticas crónicas y nos enseñó que, debido a su efecto primario dinámico morboso natural, el cual impacta a todo el sistema, desequilibrando al principio vital, jamás podemos curar a nuestro enfermo suprimiendo alopáticamente su expresión cutánea. Nuevamente, en el parágrafo 104 observamos la referencia al efecto primario dinámico artificial medicamentoso del medicamento dinamizado homeopático, que debe generar una enfermedad artificial similar para curar, y la misma acción primaria dinámica mórbida durante la patogenesia que, mediante su efecto puro dinámico primario artificial mórbido medicamentoso, me brindó la información de a qué enfermedad natural imita.
Luego señaló, en el parágrafo 148, claramente expresado y definido, el efecto primario dinámico mórbido natural de las enfermedades naturales tanto agudas como los miasmas crónicos. Y en este mismo parágrafo expresó de qué manera curamos los médicos homeópatas esgrimiendo un medicamento dinamizado que por su efecto dinámico primario artificial medicamentoso, muy similar a la enfermedad natural y más poderoso haga desaparecer la sensación del agente patógeno original. Esa radical importancia de mayor poder del medicamento es lo que debemos aprender con el manejo de la dinamización y la dosis. Reforzó una vez más la importancia de utilizar medicamentos “cuyos efectos positivos sean conocidos”, por supuesto sus efectos primarios dinámicos artificiales patogenésicos, “de cuyos elementos morbíficos se pueda componer el cuadro de una enfermedad artificial curativa que sea similar a la enfermedad natural”.
Durante varios parágrafos, se refirió Samuel Hahnemann a los medicamentos homeopáticos imperfectos (parágrafos 162, 163, 164, 165, 166, 167, 168, 169 y 170) y en el 171 nos enseñó: “En las enfermedades crónicas no venéreas producidas por la Psora, frecuentemente se requiere para la cura muchos remedios antipsóricos que deben utilizarse uno después de otro. Se deberá elegir, en forma homeopática, cada producto siguiente según el grupo de síntomas que permanecen, después de finalizar el efecto del producto anterior”. Esto se explica del mismo modo; si hay síntomas inamovibles significa que no los pudo eliminar el medicamento actuante. Estos síntomas inamovibles son los síntomas primarios del miasma más poderoso, en este caso la Psora, consecutivos al efecto dinámico primario mórbido natural del mismo, y a estos en general se suman los secundarios reactivos del principio vital, los debo jerarquizar: si focalizo solo en los síntomas primarios mucho más exacta será la prescripción. Pero aconsejó Samuel Hahnemann esperar a que termine el efecto primario dinámico artificial medicamentosos de la medicina empleada si fue de ayuda y su reacción secundaria por parte del principio vital. Sucede algo similar en las enfermedades parciales que generalmente son debidas a los miasmas crónicos, como detalló en los parágrafos 173, 174, 175,176, 177, 178, 179, 180, 181 y 182.
Condicionó en el parágrafo 178 la curación rápida de la enfermedad parcial si el efecto dinámico primario artificial medicamentoso impactó perfectamente al escoger el simillimum, gracias a que los síntomas, aunque pocos, eran bien característicos. En el parágrafo 184 mencionó lo mismo que en el 171, pero con respecto a otra situación clínica (enfermedades parciales o medicamentos imperfectos).
En el parágrafo 186 mencionó, para el tratamiento de las enfermedades locales, la necesaria ayuda “dinámica activa”, con medicinas homeopáticas. Esta ayuda dinámica activa nos habla del efecto dinámico primario artificial mórbido medicamentoso.
Ya arribando al parágrafo 206, que es un perfecto resumen de la dinámica miasmática (un compendio de los diferentes efectos primarios dinámicos naturales generadores de los miasmas crónicos y sus complicaciones), el sabio sajón nos manifestó los verdaderos orígenes de la enfermedad dinámica.
En el parágrafo 210 señaló cómo la mentalidad del enfermo es totalmente jerárquica como faro para hallar su medicamento y controlar su curación, y como esta se modifica y destruye por la acción dinámica primaria noxal natural de estas enfermedades. Esto es ratificado en los parágrafos 211, 212, 213, 216, 217 y 230. Al referirse en los parágrafos 231 y 232, a las enfermedades cambiantes y dentro de estas a las enfermedades alternantes, señaló que en general se deben a la Psora desarrollada y también a la Syphillis (a lo que Ernesto José Giampietro agregó a la Sycosis y por supuesto a la Pseudopsora), son claros ejemplos de enfermedades dinámicas naturales desemejantes, y por eso “[...] en el primer caso, son curadas con medicinas antipsóricas y en el último, variando con medicinas antisyphillíticas, como se señala en el libro de las enfermedades crónicas” y luego mencionó “no se observa la huella del estado anterior, si se presenta el nuevo”. Nuevamente, nos indicó una situación clínica de la práctica cotidiana, que se explica por el mayor o menor poder del efecto primario dinámico natural: quien manifieste mayor poder toma la posta y suspende a la más débil. Cuando explicó el tratamiento de las fiebres cambiantes, nos tranquilizó al referirnos en el parágrafo 239, que “casi toda medicina provoca por su efecto puro, una fiebre particular, propia, incluso una forma de fiebre cambiante con sus estados cambiantes, que la hace diferente a todas las fiebres causadas por otras medicinas”. Gracias al efecto primario dinámico mórbido artificial cuya acción se conoció en la patogenesia es que tenemos los medicamentos dinamizados para curar esas enfermedades.
Alertó en el parágrafo 240 de que hay que vigilar, en los pacientes que no estamos ayudando, el efecto primario dinámico natural de la Psora, el cual estaría desequilibrando al principio vital y dando origen a los síntomas que debemos jerarquizar para anteponer a ellos la medicina más semejante. Lo reafirmó en los parágrafos 241 y 242. A partir del parágrafo 246 comenzó a aleccionarnos acerca de la manera de llevar adelante los tratamientos y de qué modo medicar. Estos puntos los tocaré más avanzada la obra en un sector específico del texto. Vale aquí mencionar que lo más relevante es saber usar el menor efecto primario dinámico artificial medicamentoso, realizando variaciones de la dinamización y dosis de la sustancia para impactar al principio vital susceptible con certeros y diferentes efectos primarios dinámicos artificiales, nuestros medicamentos homeopáticos. En el parágrafo 249, señaló que si debido al efecto primario dinámico artificial, el principio vital se va enfermando artificialmente y aparecen síntomas nuevos como expresión del efecto dinámico natural de la enfermedad que está sometiendo al paciente, ese medicamento utilizado “no puede producir una mejoría verdadera y no se lo debe considerar como elegido homeopáticamente”, y si lamentablemente hay una agravación importante debo antidotar con un nuevo y diferente efecto primario dinámico artificial mórbido medicamentoso. En el parágrafo 251, mencionó que medicinas como Ignatia, Bryonia, Rhus Toxicodendron, Belladona, tienen un efecto primario artificial de tipo recíproco, “una forma de síntomas de acción primaria en parte opuestos unos con otros”. En el parágrafo 252 señaló que el efecto primario dinámico natural de la enfermedad crónica puede ser superior al efecto primario dinámico artificial del medicamento bien elegido, entonces debo aumentar su poder para curar. En el parágrafo 253 comentó que los fundamentales elementos a vigilar en la evolución, tanto en las enfermedades crónicas como agudas, son: “[...] el estado del ánimo y todo el comportamiento del enfermo”. Esto se explica del siguiente modo, si por un lado el paciente tiene mayor bienestar, mejor talante, más energía y serenidad, ha decrecido o comenzado a desaparecer el efecto primario dinámico mórbido natural, gracias al acertado efecto primario dinámico mórbido artificial; por ende, se instaló la ley de curación. Si sucede todo lo contrario, es indicativo de que el efecto primario dinámico natural de la enfermedad dinámica avanzó inexorablemente, aumentó su morbilidad, desequilibrando en mayor grado al principio vital y minando la salud del sufriente. Nos aseguró en el parágrafo 280 que si aumentamos gradualmente el poder del efecto primario artificial dinámico del simillimum, y se generó la ley de curación, vamos a ayudar a nuestros pacientes. Hará desaparecer el efecto primario natural dinámico de la enfermedad. Pero si me excedo en el efecto primario artificial medicamentoso me encontraré frente a la agravación homeopática (que trató en los parágrafos 281 y 282). En cuanto al efecto primario dinámico artificial medicamentoso ejercido en altas dosis y altas dinamizaciones para determinada situación, dedicó una observación al parágrafo 282. En la misma observación nos enseñó quién origina el síntoma dérmico primario de los tres miasmas crónicos: “El efecto dinámico extraño que influye sobre el principio vital es lo fundamental de estas manifestaciones externas del miasma interno y maligno”, y aclaró que para curar debemos impactar al principio vital con un efecto primario artificial medicamentoso “[...] pero más fuerte, y extrae por ello la sensación de enfermedad antagonista externa e interna como de índole espiritual”.
Espero haberlos acompañado por el recorrido de los conceptos vertidos por la doctrina para explicitar la práctica. Es, reitero, fundamental incorporar los conceptos de efecto primario y secundario, para por supuesto alcanzar felizmente el manejo artesanal de la dinamización y dosis; pero, del mismo modo, comprender la dinámica de las diferentes enfermedades, las observaciones pronósticas luego de las prescripciones y, finalmente, realizar con la mayor exactitud nuestro trabajo cotidiano, que es simplemente curar.