Introducción
El tratamiento homeopático de pacientes con cáncer viene ocupando atención creciente. Se han publicado casos tratados con enfoques individualizados 1,2, así como las bondades de tratamientos estandarizados llamados protocolos3. Las regresiones se han atribuido al tratamiento. Salvo excepciones, la posibilidad de regresión espontánea no ha entrado en consideración. La atribución incondicional de una regresión a un tratamiento supone una reiteración del post hoc ergo propter hoc. Un posible error de interpretación.
Desde Everson, se entiende como regresión espontánea en cáncer (REC) la desaparición parcial o completa, permanente o temporal, de un tumor maligno en ausencia de tratamiento ordinariamente considerado capaz de producirla 4. La regresión puede prolongarse durante un tiempo variable, desde pocos meses a más de 5 años 5.
La REC es virtualmente posible en todos los tipos de cáncer y estadios. Se ha estimado su frecuencia en torno a menos de 1 caso por 60.000-100.000 personas con cáncer, anualmente 6. Se ha informado más frecuentemente en casos de neuroblastoma, carcinoma renal, melanoma, linfomas y leucemias, pero también en carcinoma colónico avanzado y otros 7. Aunque rara, en el ámbito convencional se ha llamado la atención hacia la existencia de REC a la hora de evaluar la respuesta individual a cualquier terapia 8.
Ambientes en torno a la regresión
Situaciones tras el diagnóstico de cáncer, espontáneas o provocadas, que condicionan uno o varios de los siguientes mecanismos asociados a REC: mediación inmune, con el estímulo de inmunidad celular y humoral o la aparición de diversos tipos de autoanticuerpos 9; mediación hormonal, con el inicio de un embarazo 10 o la suspensión de contracepción oral 11; respuesta febril asociada a infección 12; trauma quirúrgico, tras biopsia diagnóstica 13 o tras resección del tumor primario, de metástais 14 o del tumor similar contralateral 15; anemia postquirúrgica 16; hemorragia intratumoral espontánea 17; inhibición tumoral por factores de crecimiento o citoquinas; inducción a la diferenciación; eliminación de carcinógeno; necrosis tumoral 18; inhibición de la angiogénesis; factores psicológicos 19; apoptosis, y mecanismos epigenéticos 20.
Es decir, en algunos pacientes determinadas situaciones como embarazo, estrés, fiebre, infección o anemia, entre otras, podrían haber favorecido la REC. En tanto que en otros, situaciones similares suponen complicaciones o la enfermedad sigue su curso. La misma situación fisiológica, el mismo proceso patológico pueden ser propicios para una regresión en algunas personas y no en muchas otras. Ello sugiere la existencia de factores individuales pendientes de filiar.
El resultado final de las referidas situaciones es la diferenciación o la muerte celular. Se han estudiado los acontecimientos que precipitan la necrosis de la célula tumoral, que pueden ser tanto patológicos como fisiológicos. A diferencia de la más fisiológica muerte celular programada o apoptosis, la muerte celular por necrosis suscita una potente respuesta inflamatoria que podría participar en la REC. Sin embargo, la acrecentada respuesta inflamatoria debida a una necrosis tumoral excesiva, por ejemplo durante el desarrollo tumoral, puede suponer un estímulo de su crecimiento y presencia de tumores más agresivos 21.
Esta misma acción dual la tenemos en la hipótesis de la inmunoedición. El concepto de inmunovigilancia del cáncer, propuesto por Burnett 22 y Thomas 23, en virtud del cual el organismo puede reconocer y destruir incipientes células transformadas, ha quedado integrado en un proceso más amplio llamado inmunoedición, responsable tanto de la eliminación de tumores como de facilitar el escape tumoral a la destrucción inmune 24.
Basten como muestras de la complejidad de acontecimientos que tienen lugar en este grupo de enfermedades y de los esfuerzos para comprenderlas. Ambas, la inflamación asociada a necrosis tumoral y la inmunoedición, suponen procesos de presentación y consecuencias impredecibles en un paciente concreto. Con limitada capacidad de intervención, quizá en la medida en que enfocamos la atención sólo en los aspectos celulares y moleculares. ¿Podríamos avanzar integrándolos con las peculiares características de cada paciente, vinculando lo microscópico-molecular con lo clínico-personal?
El enfoque local y el global
Desde un enfoque localista del problema del cáncer, el grueso de las investigaciones convencionales se dirigen a intentar comprender mecanismos biológicos aislados para después intervenir sobre ellos, ya sea dirigiendo, estimulando o suprimiendo. Se trata de aislar una reacción, una sustancia o cualquier otro eslabón que se considera relevante dentro de la cadena de acontecimientos que constituyen la fisiopatología del cáncer y actuar allí. Con este planteamiento se han conseguido éxitos notables.
Pero si en algo parece que hay un consenso amplio es en la idea de que el cáncer no es sólo una enfermedad local, sino fundamentalmente sistémica. Del mismo modo que la inmunodesviación ha relativizado la función de la inmunovigilancia cuando se ha ampliado la perspectiva de observación; y que la inflamación asociada a necrosis tumoral puede ser tanto "deseada" (cuando lleva a REC) como temida (cuando lleva a expansión tumoral), el énfasis en mecanismos intermedios prefigura soluciones terapéuticas igualmente intermedias, parciales a un problema sistémico.
La idea de que el organismo, considerado en su totalidad, hace y deshace las enfermedades es antigua, y está en la base de terapias favorecedoras, como la homeopatía. Favorecedoras en el sentido de que se intenta cooperar, antes que meramente suprimir, con los recursos que el organismo moviliza ante la enfermedad. Recursos no siempre efectivos ni suficientes por sí mismos, pocas veces en cáncer. No es lo mismo una fiebre en un proceso infeccioso agudo, que, generalmente, se admite que favorece la defensa del huésped contra la enfermedad, que una fiebre en determinados linfomas, que empeora el pronóstico.
Síntoma como vector curativoLos recursos movilizados los reconocemos a través de los síntomas. Síntomas en un sentido amplio del término, que incluye síntomas subjetivos propiamente, pero también signos clínicos, analíticos, de imagen y cualquier alteración detectable. Cada paciente hace y (cuando puede) deshace, intenta deshacer o al menos controlar la enfermedad a través de patrones únicos, abordables desde su enfermedad actual y antecedentes. El estudio del paciente desde un enfoque global (cáncer como enfermedad sistémica) e individual (conocer a la persona que tiene la enfermedad, además del diagnóstico de la enfermedad que tiene la persona) sigue aplicándose y desarrollándose en homeopatía.
El enfoque homeopático permite una aproximación clínica minuciosa, al objeto de configurar una imagen personal de cada paciente. Diversas estrategias sirven a este propósito 25.
Clásicamente, se postula que cada uno de nosotros tenemos, en primer lugar, una peculiar sensibilidad o susceptibilidad a dejarnos impresionar por los diversos estímulos, ya sean de orden fisiológico o patológico. En segundo lugar, tenemos una reactividad, expresada en manifestaciones de todo tipo, que incluyen (pero no queda restringida a) síntomas y enfermedades. Finalmente, tenemos una supresibilidad, definida ésta como la mayor o menor facilidad de producir supresión de síntomas sin curación del proceso del que dependen, ya sea como consecuencia de intervención terapéutica o espontáneamente. Además, las consecuencias de esta supresión pueden ser variables en naturaleza y gravedad, según la persona que encaja la supresión.
En otro lugar he llamado tríada dinámica a estos tres aspectos de sensibilidad, reactividad y supresibilidad 26, que modulan la forma en cada uno de nosotros hacemos y deshacemos síntomas y enfermedades. De su peculiar combinación en cada paciente surge una individualidad que quizá nos ayude a comprender, por ejemplo, que en un paciente pueda llegarse a una necrosis celular tumoral por estímulos fisiológicos y en otro por estímulos patológicos; que la atmósfera inflamatoria suscitada por la necrosis pueda suponer en un paciente estímulo para REC y en otro para la expansión tumoral; que en uno la situación favorecedora de REC sea una infección, en otro un proceso febril y en otro el estrés de una intervención quirúrgica; que el embarazo empeore o mejore a según qué pacientes con cáncer; y que similares situaciones emocionales puedan producir efectos bien distintos.
Podemos decirlo de otra forma: el mismo síndrome puede suponer en un paciente un progresivo deterioro clínico y en otro el comienzo de una recuperación. Pronósticos tan radicalmente diferentes son, hoy por hoy, difíciles de explicar desde una perspectiva fisiopatológica convencional, pero determinables hipotéticamente desde el estudio empírico de la individualidad del paciente, al modo en que se hace en homeopatía 27. Para ello se considera la constitución, el temperamento, las influencias hereditarias, las tendencias, las propensiones, las respuestas a diferentes factores ambientales y del medio interno, y otras múltiples variables. Una valoración semejante, capaz de contextualizar en cada paciente el significado pro-enfermante o pro-curativo (valgan los términos) de los síntomas, condicionando la evolución y el pronóstico, se torna esencial para una adecuada intervención terapéutica.
AvanzandoEl primer paso sigue siendo aplicar el tratamiento homeopático con la máxima calidad. Después, la comunicación clínica. Hay que sacar los resultados del armario de las consultas, presentarlos a la consideración y crítica de la comunidad médica y científica. La amplia casuística histórica de pacientes con cáncer tratados con homeopatía bien merece una revisión sistemática, una continuidad y una actualización con el respaldo estadístico. El tercer paso es introducir rigor y método en la comunicación de casos clínicos: no todo vale. Regresiones de cáncer bajo tratamiento homeopático en porcentajes superiores a los atribuidos a REC cuestionarían la hipótesis de partida: que el efecto de aquel no es superior a ésta. El cuarto, el diseño de estudios que pongan a prueba la validez del enfoque homeopático. Es sólo el principio.
Con lo apuntado, una de las hipótesis de trabajo planteables podría ser que la aplicación prospectiva de la estrategia global e individual al estudio de cada paciente en tratamiento homeopático o de otro tipo, o incluso en ausencia de tratamiento, permitiría un mejor conocimiento de las dinámicas evolutivas personales que abocan a regresión, contención, recurrencia y expansión. Asimismo, su aplicación retrospectiva a pacientes que han presentado REC quizá permitiría detectar patrones dinámicos favorables al estudio y tratamiento de otros casos. Esto debería suscitar el interés de cualquier persona involucrada profesionalmente en el cáncer y honestamente interesada en avanzar, con independencia de sus filias y fobias terapéuticas.
¿Qué características tipológicas, psicosomáticas o biopatográficas influyen en el pronóstico de pacientes afectados de cáncer? ¿En qué perfil de pacientes un proceso febril sobrevenido puede suponer un estímulo positivo, y por tanto quizá se deba evitar suprimirlo, y en quién un deterioro? ¿Cabría establecer, en según qué pacientes y sin riesgo añadido, un margen de tiempo para intentar terapias favorecedoras que permitan "aprovechar" terapéuticamente síntomas o procesos, en lugar de meramente tratarlos desde el punto de vista sintomático? Son algunas de las múltiples posibles cuestiones a investigar.
El estudio exhaustivo de los casos individuales sería el perfecto complemento clínico en el estudio del cáncer a los más generalizables abordajes genético, molecular, biológico, etiopatogénico y medicoquirúrgico convencionales, así como a los llamados protocolos homeopáticos. Utilizando todos los recursos, buscando las mejores condiciones para que la regresión en cáncer sea cada vez menos el raro e imprevisible regalo de un amigo invisible, en forma de regresión espontánea, y cada vez más uno inducible.
Correo electrónico:mrod@mixmail.com
Recibido el14 de abril 2011;
aceptado el 16 de mayo