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Vol. 3. Núm. 1.
Páginas 1-2 (enero 2009)
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Una de cal y otra de arena
The rough with the smooth
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Joan Moraa
a Academia Médico Homeopática de Barcelona
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Diversos acontecimientos asaltan estos días al médico homeópata, llevándolo de la esperanza al abatimiento.

Por un lado, nos llega la noticia del profesor Luc Montangier —reconocido investigador y Premio Nobel 2008 por el descubrimiento, junto a otros científicos, del virus del sida—, que publica unas investigaciones en las que se demuestra que fragmentos bacterianos de ADN en altas diluciones son capaces de inducir ondas electromagnéticas 1. El estudio apunta un dato aún más interesante: para que se generen tales ondas es imprescindible que se efectúe una intensa sucusión en cada una de las diluciones.

Los investigadores hallaron que virus y bacterias inducían una señal electromagnética distinta en diluciones que iban de la 5 D hasta la 12 D, y se hallaron efectos significativos hasta la 18 D.

La señal electromagnética cambiaba con el nivel de dilución, pero no quedaba afectada por la concentración inicial, y permanecía incluso después de que los fragmentos de ADN restantes fueran destruidos por agentes químicos.

Los investigadores proponen que se forman nanoestructuras acuosas específicas, durante el proceso de dilución, y que éstas son las responsables del efecto electromagnético medido.

Ésta es una más de las noticias que, entre otras, demuestra la evidencia científica de la acción de las ultradiluciones. El autor, la hace excepcional.

¡Bien!, es un avance que puede abrir muchas puertas para la comprensión del efecto de las diluciones ultramoleculares. Por fin, piensa uno ingenuamente, va a cesar el acoso y derribo al que nos vemos sometidos los homeópatas por practicar una medicina que, según parece, queda fuera de los límites autoimpuestos por la propia ciencia para definirse a sí misma como tal.

Pero, pocos días después, nos llega la noticia que alerta sobre un hecho incomprensible: una comisión del Parlamento Inglés ha dictaminado que la homeopatía carece de consistencia médica y que su único efecto en los pacientes es el de placebo y, por tanto, conmina al Parlamento a suspender toda financiación.

El Comité de Ciencia y Tecnología considera que la eficacia de la homeopatía no se sustenta en la evidencia y tilda de gasto innecesario los 4 millones de libras esterlinas (4,5 millones de euros) que la sanidad pública dedica a esta parte de la medicina.

La cifra no incluye los costes de los 4 hospitales homeopáticos del Reino Unido (Londres, Glasgow, Bristol y Liverpool), que también están integrados en el Sistema Nacional de Sanidad (NHS).

Como declaró un portavoz de la Prince's Foundation for Integrated Health: "Los científicos militantes han dejado al paciente fuera de la ecuación".

Y nosotros, los homeópatas de a pie, ¿qué podemos decir? A falta de pruebas más concluyentes, uno sólo puede abrir bien los ojos e intentar pensar y juzgar honestamente por sí mismo, por lo que ve día tras día en los pacientes que atiende, y por lo que veía, también día tras día, en los pacientes que atendía cuando practicaba alopatía.

Tan sólo la mera aproximación epistemológica al fenómeno enfermedad, de una y otra versión de la medicina, ya merece el esfuerzo del cambio, por lo que supone de integración (y por tanto de comprensión), de las circunstancias de la vida del paciente en relación con lo que le está ocurriendo. No es una cuestión baladí, es fundamental. Esta integración psicofísica es fundamental para el fragmentado hombre contemporáneo.

En lo referente a que toda la eficacia se sustenta en el efecto placebo, sólo una pregunta —sin duda una pregunta tonta— de un homeópata a los científicos: ¿por qué un primer remedio —sin duda placebo— no obtiene ningún efecto, un segundo remedio, también placebo, tampoco, pero un tercero —sin duda placebo, pero yo lo llamaré simillimum— produce un cambio radical en la enfermedad del paciente, e incluso en las actitudes del propio paciente?

Quizás la respuesta la tengan los veterinarios. Sobre todo los que tratan a establos enteros, echando unas gotas de ese supuesto placebo en el agua de bebida de las vacas, por ejemplo. Evitando muchas veces, la extensión de las enfermedades contagiosas.

Evidentemente, las vacas deben saber mucho del efecto placebo, por eso se curan.

Bibliografía
[1]
Montagnier L, Aissa J, Ferris S, Montagnier J-L, Lavallee C..
Electromagnetic signals are produced by aqueous nanostructures derived from bacterial DNA sequences..
Interdisciplinary Sciences: Computational Life Sciences, 1 (2009), pp. 81-90
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