La terapéutica homeopática es muy sutil y difícil. Escoger los síntomas correctos sobre los que basar la prescripción del medicamento que entre en resonancia con aquella persona y ponga en movimiento sus mecanismos de au- torregulación es una tarea difícil y que, para que resulte eficaz, requiere un grado, cuanto más elevado mejor, de especificidad.
¿Especificidad en qué sentido? Pues como todos sabe- mos, no tanto en relación con los síntomas propios de la enfermedad sino en relación con las características del patrón de desarmonía que muestra aquel determinado or- ganismo, la persona enferma.
Por lo tanto, de poco sirve la homeopatía basada en unrecetario.
Su grado de especificidad es muy bajo —solo a nivel de la patología— y, por lo tanto, los resultados serán más bien escasos o muy limitados.
Quizás tengan una utilidad en situaciones donde la patología es muy grave y todos los síntomas discernibles derivan de ella, es decir, apenas existan síntomas propios de la reacción individual. Este podría ser el caso de los protocolos Banerjee aplicados en casos de cáncer. Pero en cuanto mejore un poco la situación y el paciente exprese su reacción individual propia, hay que remitirse a este tipo de síntomas, mucho más específicos, si pretendemos que la homeopatía despliegue todo su potencial.
¿Dificultades de este método? Sí, muchas. No se puede, por ejemplo, establecer unos protocolos estandarizados de intervención como ocurre con la terapéutica alopática, la prescripción depende mucho de la correcta interpretación, por parte del médico, de las sensaciones, sentimientos, ilusiones, modalidades reaccionales, etc. del paciente y, también, de que el paciente sea lo suficientemente des- pierto y sincero para expresar sus síntomas tal como los siente y los percibe.
En este sentido, una de las mayores dificultades es cuan- do el paciente pretende hablar de lo que le pasa utilizan- do términos médicos o expresarlo a través de lo que le han dicho otros médicos. La expresión de las sensaciones y las emociones tal cual son sentidas facilitan mucho obtener un alto grado de especificidad en la prescripción.
Todas las terapéuticas cuyo objetivo es incidir en la respuesta del organismo frente a la enfermedad son deu- doras del grado de especificidad. Lo mismo ocurre con la acupuntura: cuanto más específicos —y por tanto mejor seleccionados— sean los puntos escogidos para la punción, mejor resultado se obtendrá.
Si en una enfermedad difícil (p. ej., una enfermedad autoinmune), lo que hacemos es prescribir corticoides o inmunosupresores, eso no requiere ningún grado de espe- cificidad. Simplemente, no sabemos la razón de porqué ocurre lo que está ocurriendo y decidimos “desenchufar” el sistema inmune.
Es relativamente fácil, pero dudo seriamente que bene- ficie al paciente en particular y a la humanidad en su con- junto, en el sentido más amplio de su evolución, mental, espiritual y física.