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Vol. 8. Núm. 2.
Páginas 51-52 (mayo - agosto 2015)
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Y, sin embargo, eficaz
And yet, effective
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Xavier Miró Bedós
Academia Médico Homeopática de Barcelona
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“Ninguna otra técnica de conducción de la vida liga al individuo tan firmemente a la realidad como la insistencia en el trabajo, que al menos lo inserta en forma segura en un fragmento de la realidad, a saber, la comunidad humana. [...] La actividad profesional brinda una satisfacción particular cuando ha sido elegida libremente, o sea, cuando permite volver utilizables mediante sublimación inclinaciones existentes, mociones pulsionales proseguidas o reforzadas constitucionalmente. No obstante, el trabajo es poco apreciado, como vía hacia la felicidad, por los seres humanos. Uno no se esfuerza hacia él como hacia las otras posibilidades de satisfacción. La gran mayoría de los seres humanos solo trabajan forzados a ello, y de esta natural aversión de los hombres al trabajo derivan los más difíciles problemas sociales”.

Sigmund Freud

Son las 6:30 de la madrugada, suena el despertador, nuevo día de trabajo y sé que quizás no sea el mejor momento para preguntarme por qué vivo. Mis pasos me guían hacia el aseo e intuyo que estoy recorriendo el camino acertado. En la ducha, con el rubro “mejora con el agua caliente” totalmente activado, me digo a mí mismo —a pesar de tanto y tanto— el mantra que me va a insertar en la comunidad humana: “voy a ser feliz en un mundo feliz”, mis pequeños pacientes me esperan; soy pediatra, homeópata, todo un privilegio.

Todavía está muy vivo en mí el recuerdo del gran maestro de pediatras de nuestra generación, Francesc Prandi, cuando, respondiendo a mis inquietudes hacia opciones terapéuticas “complementarias e integrativas”, me habló de la renombrada pediatra norteamericana Kathi Kemper (profesora de la Harvard Medical School) y de su libro The holistic pediatrician1 (que obviamente adquirí). Y empecé una andadura que todavía sigue. Todas las mañanas intento ejercer de pediatra holístico en el ambulatorio, donde el medicamento homeopático va de la mano del jarabe de propóleo o quizás del de Reishi, la recomendación de un tratamiento osteopático para algún bebé con parto traumático, alguna raíz china para la diarrea, la palabra y mi actitud como terapia —¿quizás un abrazo?— y, cuando no hay otra opción (en muy contadas ocasiones), de algún antibiótico o broncodilatador (¡es así...!) si la infección y la fiebre o el ahogo están fuera de control. Otras veces, si conozco suficientemente a la madre y confía ciegamente en mí, aplico lo que sugería el gran Magendie: “¿habéis probado a no hacer nada?”. Así, primero observo al cuerpo reaccionar (primum non nocere): conocedor de la capacidad del cuerpo del niño para dar la respuesta adecuada sin interferencias.

Me pregunto que nadie se hará homeópata por obligación, sino por esa libre elección “de la vía hacia la felicidad a través del trabajo” de la que hablaba Freud ¿no? “¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?” nos diría algún esceptico2. ¿No seremos víctimas de un malsano instinto masoquista…? dado que de nuevo arrecian y, de qué manera, los ataques hacia la homeopatía. Sobre todo por parte de aquellos que creen que no hay realidad más allá de lo que la ciencia actual pueda y sepa explicar. Alguno de ellos, por cierto, muy mediático, que no ha visitado jamás a un solo paciente. El sol calentaba y hacía girar la tierra sobre su órbita millones de años antes de que los humanos supieran que era el hidrógeno y el helio y la fuerza gravitacional y, sin embargo, era real: daba calorcito. Da rabia apuntarse al carro aparentemente perdedor y, aunque sé que mi opción médica homeopática sigue la máxima de “cuando perder es ganar”, nos vemos obligados a dar respuesta. Así, en el presente número de Revista Médica de HoMeopatía se publica la respuesta del Homeopathyc Research Institute al informe contrario a la validez terapéutica de la homeopatía del National Health and Medical Research Council de Australia.

Asimismo, también podréis leer en el presente número el artículo del Dr. M. Bruguera (antiguo presidente del Colegio Oficial de Médicos de Barcelona) “Médicos Homeópatas en la Galería de Médicos Catalanes” que la resistencia hacia el reconocimiento de la homeopatía ya viene de muy lejos, no es cosa nueva. Aquellos fueron médicos por encima de todo, homeópatas por libre elección, médicos ilustres al cabo, al servicio del prójimo con las mejores estrategias que ellos conocían y eligieron.

Y como lo prometido es deuda, y ya apunté en mi anterior editorial, en mi opinión fue Paracelso quien ejerció una profundísima influencia en el gran Dr. Samuel Hahnemann, que me atrevo a calificar de definitiva.

Teofrasto Paracelso —médico, alquimista y filósofo del Renacimiento, librepensador por encima de todo— no dejó indiferente a nadie. ¡Qué bien nos iría hoy su decidido carácter un tanto “medorrhínico”! pues en palabras de C.G. Jung3: “Todo está en él a escala máxima, y se puede decir con razón que en él todo está desorbitado”. Él siguió hasta el final una de sus más célebres máximas: “Alterius non sit, qui suus esse potest” (“No sea otro, quien puede ser sí mismo”) y si para ello debió necesitar una voluntad de independencia sin miramientos, no nos faltan las pruebas tanto literarias como biográficas de que aquella fue verdadera. A esta dureza y obstinación rebelde (“fue una poderosa tempestad [...] como una irrupción volcánica...”) y su fanática oposición a la medicina escolástica se contrapone a su debilidad y simpatía por los enfermos, en particular por los enfermos disminuidos. Su incesante búsqueda de lo nuevo y su oposición a la tradición y los remedios heredados de tiempos antiguos le postulan como un médico moderno, adelantado a sus contemporáneos. El arte de curar y sus necesidades fueron su criterio supremo.

Para él, el médico debe conocer las maravillas de la naturaleza y las raras coincidencias del microcosmos humano con el magno universo. “Debe conocer lo saludable y lo enfermizo de los elementos” (Mercurius, Aurum, etc.). ¿No creéis que el Dr. Jan Scholten secundaría al cien por cien tal aseveración? No es lugar para extenderse, pero el proceso reflexivo que le llevó a indicar el mercurio para la sífilis (y que Hahnemann recogió) solo está reservado para los elegidos y tocados por el don de la intuición terapéutica.

Para finalizar, nada mejor que alguna de las reflexiones de su Liber de Caducis3, ahí van: “La más necesaria de todas las cosas es la misericordia, que debe ser innata al médico”. “El médico y la medicina no son más que una misericordia dada por Dios a los necesitados”. “El médico debe estar preparado para esa piedad y ese amor, no menos de lo que lo está Dios hacia los hombres”. “Este ejercicio del arte yace en el corazón; si tu corazón es falso, el médico que hay en ti también lo es”. “El médico es el medio por el cual la naturaleza es puesta en obra, hablarán contigo las hierbas y las raíces en las que reside la fuerza que tú necesitas”. Y para concluir —de cara a aquellos para quienes si no sabemos cómo funciona una cosa es como si no existiera y, por lo tanto, no eficaz— Paracelso también tenía preparada su metralla: “Se vuelve médico solo aquel que conoce aquello que es innominable, invisible e inmaterial, y sin embargo eficaz”.

Bibliografía
[1]
K.J. Kemper.
The holistic pediatrician..
2nd ed., HarperCollins Publishers, (2002),
[2]
J. Winterson.
¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?.
Random House Mondadori, (2012),
[3]
C.G. Jung.
Paracélsica.
3.a ed., Kairós, (2003),
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