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Vol. 1. Núm. 1.
Páginas 38-39 (enero 2013)
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J. F.. Osorio-Ocampoa
a Universidad Autónoma del Estado de México, Toluca, Méx, México
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La pintura también ha plasmado escenas de dolientes, de enseñanzas médicas y de galenos abnegados en el arte de curar, y la escultura ha inmortalizado a los protagonistas, célebres o desconocidos. Hermoso panorama de la profesión médica tradicional. Esta hermosa pintura The doctor (1891), de Sir Luke Fildes (fig. 1). Nótese al médico en primer plano contemplando a su paciente, intrigado, tratando de escudriñar la fisiopatología para lograr emprender una terapéutica efectiva. Vemos también a la niña enferma, posiblemente víctima de alguna de las terribles enfermedades febriles infecciosas incurables en la era preantibiótica, pálida, débil, dormida. En el fondo vemos a la consternada madre, preocupada, esperando lo peor. Es también notable la expresión del padre, quién no puede contener su preocupación ante la enfermedad de su hija, pero que tiene que mantener la calma para dar consuelo a la afligida madre.

Figura 1. The doctor (1891).

Las actividades relacionadas con la Medicina han sido recogidas a lo largo de la historia por la literatura y por las bellas artes. La narrativa, la poesía y la dramaturgia no han ignorado los sucesos que se relacionan con la salud. Literatura y Medicina es un frecuente binomio. En las obras literarias se incluyen tanto las de ficción como las de no ficción, que tratan de hechos reales. En el primer caso tenemos novelas, relatos, obras de teatro y poemas. En el segundo memorias, diarios, biografías y ensayos, incluyéndose aquí estudios históricos y artísticos, así como libros de divulgación y textos académicos médicos. Podemos recordar novelas como La peste (1947), de Albert Camus; El amor en los tiempos del cólera (1985), de Gabriel García Márquez; The Physician (1986), de Noah Gordon, entre otros.

El pasado 22 de mayo se cumplió el sesquicentenario del nacimiento de Arthur Ignatius Conan Doyle, novelista médico inglés, creador de Sherlock Holmes, personaje ficticio creado en 1887, que se destaca por su inteligencia, su hábil uso de la observación y el razonamiento deductivo para resolver casos difíciles.

Precisamente dentro de su preparación como médico Conan Doyle, se debió al impacto que representó su profesor Joseph Bell, todo un ejemplo de capacidad de observación y deducción aplicada al diagnóstico clínico.

Esta pintura representa más que el rito de la relación médico-paciente, donde se involucran más que los 5 sentidos. Después de 35 años de haber egresado de la licenciatura de médico cirujano, con el devenir de mis vicisitudes, pienso como algunos colegas que la medicina moderna está en peligro de perder una herramienta poderosa y antigua: el contacto humano. Nuestro extraño y nuevo mundo en el que los pacientes se han convertido en simples datos, llama a regresar al examen médico tradicional cara a cara. La medicina tiene como sentido el alivio del sufrimiento humano. La dimensión de la tarea médica transcurre en planos simultáneos y complejos, y nos enfrenta cotidianamente con semejantes en los momentos difíciles de la enfermedad, pérdidas y duelos. A partir de esta dimensión compleja surgen ineludiblemente 2 cuestiones:

En primera instancia, preguntarnos en qué medida estamos entrenados humana y técnicamente, para construir una relación médico-paciente que permita escuchar la verdadera historia del problema que se nos plantea y colaborar en su resolución con la mirada más amplia posible.

La segunda pregunta, más íntima, es en qué medida podemos manejar la turbulencia emocional que provoca el contacto cotidiano con el sufrimiento, afrontando además el riesgo permanente de adoptar decisiones que pueden ayudar pero también dañar.

El fenómeno del burn-out, una grave consecuencia de una mala elaboración de los conflictos y la insatisfacción en la práctica profesional, puede presentarse incluso en las etapas de la formación médica.

En Lancet (2011) aparece una opinión de Arthur Kleinman, "el currículo médico de posgrado debe ser enriquecido con atención a las humanidades: antropología, historia, literatura, artes, cine, biografía, novela, todo lo que contribuya a mejorar la sensibilidad humana hacia la clínica. También la música, los museos de arte y la psicoterapia humanística".

Como muy bien expresa Kleinman, no deberíamos pretender utilizar las humanidades para que los médicos sean humanistas, eticistas, sociólogos o antropólogos, "sino para cultivar y desarrollar una sensibilidad receptiva más rica y profunda: crítica, estéticamente alerta y moralmente responsable".

Nos gustaría mucho saber tu opinión.


* Autor para correspondencia:

jorgeosorio3@gmail.com (J. F. Osorio Ocampo).

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