He escrito este ensayo para hacerle saber que usted, al igual que todos los seres humanos, sin distinción de edad, categoría económica y sociocultural, color de piel, concentración hormonal y afanes de grandeza, es susceptible, por la misma forma en que está complejamente organizado su sistema nervioso, a padecer de «amor». Por esta razón, si en algún momento llega a presentar un cuadro clínico con los síntomas que describo a continuación, conserve la calma y aléjese del factor desencadenante; y solo si la sintomatología persiste por más de 15 días y se acompaña con trastornos somáticos y/o del estado ánimo, que le generen incomodidad, consulte al psiquiatra, porque usted, querido amigo, es sintomático amoroso.
Cada vez me convenzo más, de que eso de amar es algo patológico, un síndrome psiconeuroinmunoendocrino con amplio compromiso del lóbulo frontal y del sistema límbico,… de idiopática propagación extra axial, cuyos órganos y estructuras blanco, son: los sistemas cardiovascular, gastrointestinal y nervioso, y cualquier región de la corteza cerebral y de los núcleos de la base.
Ante el antropomorfo estímulo, ya sea andrógino, ginioide o vehementoide, lo primero que ocurre es una liberación «visceral» de catecolaminas, que asaces y subrepticias descubren hasta el último recoveco endotelial del torrente circulatorio; husmeando, cotilleando, creando agitación «psicomotora» a nivel molecular. Ares y Eris, y Caroline Shepard ¡los cotillas capitales contra lo corpóreo e infinito! hieren a los receptores β adrenérgicos, los provocan y los burlan, para poder contraer a las eferentes arteriolas, las cuales, se aproximan iracundas entre sí, y al hacer al unísono presión, en cada punto del sistema vascular, las arquimédicas, elevan la tensión arterial… y con esto, predisponen a isquemias renales y mesentéricas, a la lesión del endotelio, a la formación de ateromas, y estos últimos, a los infartos cardiacos que tanto conocemos y a los temidos infartos cerebrales de los que poco hablamos.
Y olvidé decirles que esto solo ocurre a nivel central, porque a lo lejos, se piensa diferente y se vive de otra forma; en la periferia, cuando a eventos catecolaminérgicos se refieren, las distales no sufren de irritación y, por el contrario, suelen distenderse y relajarse cada vez que se aproximan las catecolaminas con su turba.
Y es que este síndrome psiconeuroinmunoendocrino catártico hiper-afectivo o como solemos llamarlo «El Amor», no termina allí; cuando el estímulo es constante o con frecuencia se invoca, y la hipófisis se excita, lo que se puede hacer, realmente, es poco; casi siempre lidiar solo, con la evolución natural de la enfermedad y contemplar sus efectos estresores agudos (que van desde 15 días hasta un mes) o crónicos intermitentes, como le ocurría a nuestro querido amigo Florentino Ariza (de meses, años o de por vida), asociados a episodios transitorios de palidez, temblores distales en manos y pies, diaforesis, taquicardia, aumento de la presión arterial y endocraneana, amaurosis fugaz, acedia acuosa, globo faríngeo, bradilalia asociada a taquipsiquia, cefalea e hiperventilación. Y lastimosamente, para quienes por genética, patogenia excesiva del factor etiológico o circunstancias adaptativas de la práctica social son más susceptibles de presentar complicaciones, los episodios migrañosos, los trastornos de depresión mayor, de ansiedad, de delirios, de fobia social, los casos de para-suicido, los intentos de suicidio, suicidio consumado, trastornos obsesivo-compulsivos, trastornos afectivos bipolares tipo i o ii, trastornos esquizofreniformes y trastornos esquizoafectivos, no se hacen esperar.
Cuadros de depresión o ansiedad enmascarados bajo las frases: «…quisiera amarte menos, porque esto ya no es vida…»1, «…prefiero morir mil veces cuando no te estoy mirando…»2, «…tu amor es como un tóxico, es un efecto narcótico que amarra cuando quiero libertad…»3 o «…por tu maldito amor, no puedo continuar con tantas penas, quisiera destrozarme hasta las venas…»4; y expresiones cotidianas con subrepticio contenido psicopatológico de características maníacas como «…Hoy yo quiero a todo el mundo y el mundo me quiere a mí…»5 o «…Qué me importa el mundo si yo te quiero con gran devoción…»6 son casi siempre, por error, pasadas por alto; al igual que cuadros de delirio viscerozoico en alegatos como: «siento mariposas en el estómago».
Sin embargo, la expresión que en el ámbito musical denota por excelencia la complejidad psicosomática del síndrome psiconeuroinmunoendocrino catártico hiper-afectivo es la hallada en la ópera-pop titulada «Por Amor» del tenor italiano Andrea Bocelli: «…por amor, has gastado tanto y cuánto; por amor, de tu orgullo queda el llanto; por eso aquí me quedo toda la noche, y luego, me voy con mi manía que crece fuerte (…) y dime sin pretexto, cuánto de ti has puesto, cuánto has perdido tú en esta agonía…»7.
Definitivamente, el amor, es algo patológico; por la sencilla razón de que todo aquello que vaya en contra de la vida misma, es nocivo. ¡Vaya mala costumbre humana de creer a Dios similar a nosotros!, pero después de morir en la cruz, por amor hacía nosotros, resulta inexorable pensar, que el mismo Dios, padecía esta enfermedad.
Conflicto de interesesLa autora declara no tener conflicto de intereses de ninguna índole.
3.
Ponencia presentada el día 13 de agosto de 2015 en el XIII Parlamento Nacional de Escritores de Colombia, celebrado en la ciudad de Cartagena DTCH.