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Inicio Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales 60 años de la RMCPYS: instantáneas y miradas desde las ciencias sociales
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Vol. 61. Núm. 226.
Páginas 9-47 (enero - abril 2016)
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60 años de la RMCPYS: instantáneas y miradas desde las ciencias sociales
60 Years of the RMCPYS: Snapshots and Views from the Social Sciences
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Fernando Castañeda
, Judit Bokser Misses-Liwerant**
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Composición de la cartera de árbitros de la rmcpys, 2014-2015
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A lo largo de estos años, en sus páginas se sistematizaron las cuestiones más destacadas que signaron la profesionalización de las ciencias políticas y sociales a principios de los años sesenta en México, así como buena parte de los grandes temas y debates que han acompañado la creciente internacionalización y universalización de las mismas durante este largo medio siglo. De este modo, la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales ha recogido, analizado y debatido los temas más destacados y los problemas internacionales más significativos que recalaron en nuestro país.

(Castañeda, 2013)

Al calor del fin del siglo pasado y los prolegómenos del presente, los intensos cambios sociales y culturales y los desafíos políticos y económicos han convocado necesariamente el propio auto-cuestionamiento del saber.

Quizás el sello distintivo del estado actual de las ciencias sociales sea el de un profundo interés por pensarse a sí mismas; con ello abren un escenario promisorio en el que se dan cita una pluralidad de perspectivas, enfoques e intereses intelectuales que manifiestan un mosaico inédito de comunidades científicas en permanente diálogo.

(Bokser, 2009)

Instantáneas y miradas Miradas múltiples

A nosotros, a los otros, a nuestra sociedad, a nuestra región, a nuestro mundo y, ciertamente, a nuestra plataforma de expresión y construcción de las ciencias sociales, la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales (rmcpys).

Con el presente número celebramos el sexagésimo aniversario de una de las publicaciones académicas pioneras en nuestro país. Al celebrar, nuestras miradas se dirigen al pasado y al presente, y nuestras páginas dan cuenta de la diversidad de trayectorias, recorridos y abordajes que configuran las ciencias sociales.

La rmcpys contribuyó a moldear el proceso de institucionalización de las disciplinas sociales en México y América Latina, al tiempo que ha hecho eco de ese desarrollo a nivel mundial. Durante estas seis décadas, con ella y a través de ella, las ciencias sociales han sido partícipes de los cambios en su desarrollo, en las demarcaciones propias de las disciplinas, las teorías, los métodos, las corrientes y escuelas, interpeladas por las profundas transformaciones de la realidad social.

En sus sucesivas etapas editoriales han convergido ejes que dan cuenta del modo como procesos y estructuras han interactuado en diversas direcciones, apuntando a la cambiante dinámica entre el ámbito institucional, las coordenadas del conocimiento y los escenarios sociales, políticos y conceptuales tanto en la dimensión nacional, como regional y mundial.

Así, la rmcpys se ofrece como un observatorio privilegiado en tanto espacio de constitución de las ciencias sociales, sus disciplinas, la pluralidad de formulaciones conceptuales y de intereses temáticos, de comunidades profesionales y epistémicas, aún de expectativas contradictorias frente al conocimiento de una sociedad en cambio.

Debido a la:

complejidad de los entramados intelectuales, normativos e ideológicos que han atravesado su historia y a la diversidad de las comunidades de autores que le han dado vida, esta publicación periódica es una institución en sí misma, un espacio multidisciplinar vivo que se ha fortalecido y mantenido su potencial como ámbito escriturario, no sólo para publicar y discutir resultados de investigación y de reflexión, sino para impulsarla propositivamente hacia procesos de transmisión y recepción que tienen ahora un alcance cualitativamente distinto (Olvera Serrano, 2016).

En efecto, la rmcpys ha sido foro y enlace en la construcción del amplio y diverso campo problemático de lo social a través de dos vectores: especialización y complejidad. La diversidad disciplinaria y el pluralismo teórico de las ciencias sociales se han caracterizado por una doble tendencia. Por una parte, la distinción y deslinde de las disciplinas se manifiestan en una permanente depuración teórica y analítica, en una mayor rigurosidad en el diseño de los instrumentos y técnicas de investigación y análisis, así como en un perfil teóricometodológico más definido. Por la otra, la creciente interacción entre ellas ha conducido a la revisión de las fronteras del conocimiento y de los paradigmas teóricos que se redefinen para enfrentar con recursos conceptuales renovados los cambios de la realidad.

Al tiempo que la idea de un sólo universo cognoscitivo ha quedado superada y se hace necesario pensar en una diversidad de universos, las interacciones y convergencias entre ellos se ven crecientemente alentadas. En torno a estos procesos reflexionamos ampliamente a lo largo de las últimas décadas.

Las ciencias sociales han enfrentado, con diversos grados de éxito, el desafío de acceder a una mejor explicación y un más cabal entendimiento de los tiempos cambiantes y sus circunstancias a través de líneas de continuidad y rupturas creativas, de encuentros y confrontaciones, de un ejercicio racional y dialógico derivado de su condición científica. En ello convergen las exigencias de un ejercicio cognitivo y discursivo profesional, especializado, un discurso universitario, un tipo de saber que requiere de una infraestructura institucional y una forma, un canon de constitución interna del discurso (Castañeda, 2004). Estas exigencias propias del código epistémico de la sociología como programa de conocimiento pueden extenderse a las ciencias sociales en su conjunto al tiempo que reconocemos demarcaciones y deslindes entre disciplinas y requisitos diferenciados internos del saber.

Disciplinas e interacciones; vaivenes y desafíos que han encontrado expresión en las páginas de la rmcpys y han sido analizados desde perspectivas y miradas diversas. Así, las ciencias sociales se han nutrido de los aportes siempre esenciales de sus respectivos continentes, aunque amplificados por la interacción y el traslape multi, inter y transdisciplinario, ante una realidad que ha llamado a fluctuaciones, transformaciones y a una rigurosa plasticidad. En este proceso, la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), ha ampliado el espacio de conocimiento que convoca a las cinco disciplinas –e incluso más allá de sus fronteras–, lo que se ve expresado tanto en la mayor riqueza, precisión y profundidad del potencial heurístico, como en los emergentes desafíos y riesgos de aislamientos y fragmentaciones.

Nos interesa señalar esta problemática, que ha merecido en años recientes sostenidos esfuerzos por repensar el estatuto de los campos disciplinares que configuran el conocimiento social y el carácter histórico y por ende modificable de las fronteras que las separan. Al igual que los límites geopolíticos y materiales han dejado de verse como datos naturales, los cognoscitivos son sometidos a cuestionamiento, no sólo o principalmente en términos de su núcleo teórico específico, pero sí en términos de su condición científica (Lamont y Molnár, 2002).

Destaquemos, tal como abordamos en números anteriores, y como analizan Calhoun y Wieviorka en el “Manifiesto por y para las ciencias sociales” en el primer número de nuestra Nueva Época (núm. 217), que uno de los aportes que en esta línea marcó un parteaguas –el informe de la Comisión Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales– buscó dar cuenta de la historicidad de la especialización y división disciplinaria del conocimiento, resultado de la acumulación del saber (Wallerstein, 1996). A pesar de que, al igual que todo modelo de diferenciación, las fronteras del conocimiento son vistas como un dato natural, autoevidente o bien inherente a la naturaleza misma de las cosas o del saber, su creación ha sido una decisión social colmada de consecuencias en lo que a asignación de poder y recursos se refiere. Cabe destacar que la creación de fronteras en la investigación social no es antigua. Hasta 1750 eran virtualmente inexistentes y a pesar que desde entonces y hasta 1850 se hicieron esfuerzos por demarcarlas, éstos fueron limitados.

Sólo en el lapso que va de 1850 a 1914 emergieron y se cristalizaron las fronteras actuales, adquiriendo mayor firmeza en el período de 1914 a 1945. Las categorías que triunfaron reflejaron los tiempos. También lo hicieron las grandes antinomias o fisuras que marcaron su desarrollo. La Comisión encabezada por Wallerstein analizó el condicionamiento histórico de aquéllas, que han operado como ejes delimitativos/constitutivos de las ciencias sociales: pasado/presente; Occidente/no-Occidente; Estado/mercado/sociedad civil. Sin embargo, en el análisis del modo en el cual alrededor de estos vectores o antinomias se configuraron las diferentes disciplinas (la historia y las ciencias sociales nomotéticas), el análisis privilegió la función social de las diferenciaciones y especializaciones disciplinarias por sobre los argumentos teóricos o metodológicos que definen la singularidad de los diferentes acercamientos.1 Por ello, hemos procurado que en la rmcpys se den cita diferentes abordajes, buscando destacar la dimensión específicamente epistémica del desarrollo disciplinar, al tiempo que hemos convocado al diálogo y a la interacción.

Desde esta perspectiva, una cadena de referentes y reenvíos de significado se han desarrollado a lo largo de estas décadas. Así, con una óptica de ontología procesual, recuperamos la posibilidad de enfatizar la primacía de las fronteras como demarcatorias de la conformación e interacción, del surgimiento de campos de conocimiento (Arbot, 1995).

Las fronteras, entendidas inicialmente como espacios de diferencia, permiten analizar el surgimiento o bien la configuración de campos de conocimiento a partir de la delimitación de las mismas por parte de los actores (científicos) sociales, y nuestras comunidades generadoras y transmisoras del conocimiento. Los márgenes de su diferenciación constitutiva aportan elementos particularmente interesantes para la comprensión de las disciplinas, lo que puede contribuir a ampliar las perspectivas analíticas de los procesos de diferenciación, minimizando cualquier tenor voluntarista.

Un aspecto central a la construcción histórica de las fronteras es aquel que se desprende de la organización social de la vida académica, tal como se manifiesta en los ordenamientos institucionales de facultades, departamentos y centros, bibliotecas, editoriales y publicaciones; éstas forman parte de la representación y de la organización sociomental del mundo en general y de la identidad académica en particular (Zerubavel, 1995). Dado que la construcción de una identidad científica es un proceso creativo que activamente esculpe diferentes campos mentales, más que identificar pasivamente los naturales ya existentes, se hace necesario el rigor sin la compartamentalización del mundo y de los saberes. De frente al aislamiento disciplinario destaca entre las alternativas para construir la identidad académica, el desarrollo de una mente flexible a partir de la cual sea factible construir un entorno académico a la vez ordenado y creativo, estructurado, de apertura mental y sujeto al cambio; una identidad académica y un mundo en el que las estructuras tienen fluidez y en el que priva el rigor que no deviene en rigidez (Ibíd., 1995). Por lo tanto, el desafío es el diálogo, la interacción y la introyección que permiten tomar experiencias de otros saberes, nutrirse mutuamente, lo que no es incompatible con la defensa de una identidad disciplinaria (Castañeda, 2004). De este modo, podemos afirmar que los entramados conceptuales, las comunidades epistémicas que los generan y vehiculan, y los ordenamientos institucionales que acogen y conforman, han planteado la necesidad de construir e identificar espacios de lo común y lo singular.

Este complejo proceso de alentar el encuentro entre universos disciplinarios que han sido construidos en su especificidad y ritmos diferenciados, ha pasado por diferentes etapas a lo largo de estas seis décadas: afirmando la constitución fundacional de las ciencias sociales en el país y en la región; poniendo énfasis en los momentos disciplinares acordes a las interacción entre el espacio nacional y la construcción institucional; abriendo una variada gama de perspectivas teóricas y metodológicas; alentando un amplio menú temático; dando cuenta de los tiempos largos y de las coyunturas; de los espacios locales, nacionales, regionales y globales; del diálogo teórico; de los análisis sustantivos; de la investigación de frontera; de los acercamientos cualitativos y cuantitativos.

Tiempo, espacios, programas de conocimiento: instantáneas en torno al proyecto fundacional

A lo largo de sus sesenta años, la rmcpys se ha construido redefiniendo sus propósitos, alcances y proyección. De hecho, los cambios institucionales y los desarrollos teóricos son los parámetros que condicionan el desarrollo de la Revista a la luz del recurrente dilema de las expectativas divergentes y aun contradictorias de la sociedad de frente a las ciencias sociales, y de estas últimas hacia la sociedad y el Estado, hasta alcanzar los equilibrios que autonomía y heteronomía marcan en la consolidación del desarrollo del conocimiento científico.

En el desarrollo de una realidad compleja y desigual, marcada por la búsqueda de alternativas en la producción y difusión del pensamiento social y político, las ciencias sociales en México han recibido el impacto de una interacción no siempre fácil ni unívoca entre factores que han impulsado su avance y aquellos que lo retrasaron. Al igual que en otros países del continente latinoamericano, la dinámica política estatal, los partidos políticos, la iniciativa privada, los organismos internacionales y la propia universidad, no siempre evidenciaron expectativas unívocas en torno a las disciplinas sociales y su incidencia en el desarrollo de la realidad. Por el contrario, su desenvolvimiento se ha dado en un marco de expectativas y demandas cambiantes y no pocas veces conflictivas, mismas que han incidido en desfases, altibajos y un difícil proceso de institucionalización y profesionalización.

De este modo, la rmcpys emerge como territorio de cruce entre las tendencias prevalecientes en las ciencias sociales, el contexto nacional y los desarrollos institucionales. El primer número de la rmcpys –que entonces se llamó Ciencias Políticas y Sociales– fue publicado a mediados del año 1955. El escenario nacional destacaba por el impulso al proceso de modernización e industrialización, así como por la consolidación del régimen político posrevolucionario. En el ámbito internacional, el clima político e intelectual estaba marcado por las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial.

Para las ciencias sociales, el escenario de la posguerra garantizó su afianzamiento institucional en universidades y centros de investigación, y la consagración de la distinción entre las disciplinas acorde a la especificidad del conocimiento y su estructuración en función de los marcos geopolíticos nacionales y regionales.

Su momento fundacional se ve marcado así por la búsqueda de aquel conocimiento que pudiera dar cuenta de los alcances de la construcción del México posrevolucionario y de las tareas pendientes de una realidad emanada del gran proceso de cambio social que se demostraba aun deficitario en el cumplimiento de sus promesas. Las expectativas derivadas de las décadas revolucionarias y de institucionalización del nuevo régimen, favorecieron el estímulo a un pensamiento social anclado en la realidad, al tiempo que prefiguraba el impacto que tendría sobre las ciencias sociales la recurrente búsqueda de la construcción de la nación, de sus designios, de sus actores. Y ello se dio tanto en línea de continuidad como de ruptura con las pautas del pensamiento social que precedieron y condicionaron el desarrollo de las ciencias sociales.2 Desde los marcos y dinámicas universitarios se buscó promover la investigación de la realidad social particular –México, lo singular, lo propio– y se aspiró a transitar hacia la formación científica y profesional.

Es en esta fase inicial que encuentra en las necesidades de la propia institución su referente fundamental. Cabe destacar como curiosidad que nuestra rmcpys tuvo un doble primer número fundacional. El primer número 1 surgió como proyecto editorial de los entonces estudiantes, mientras que el segundo número 1 es propiamente el arranque sostenido de un proyecto institucional. En este último se pueden leer las palabras del director Carrancá:

Nace ahora la Revista, órgano oficial de la Escuela, en la que nuestros especialistas atacarán problemas concretos y los tratarán en colaboraciones específicas, despertando así el interés de los alumnos por las materias que cursan y el interés de los universitarios todos mexicanos y extranjeros. […] Será así como la Revista se convertirá en tribuna del pensamiento mexicano, en lo político y en lo social, con seguros frutos para el progreso de México (Citado en Olvera Serrano, 2016).

La Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (fcpys) y la rmcpys se abrieron paso desde la influencia disciplinaria del derecho, tanto en lo institucional como en lo teórico. Así, la ciencia política, la sociología, las relaciones internacionales y las ciencias de la comunicación iniciarían su desarrollo con marcados tintes juridicistas, impartidas por profesionales de otras áreas orientadas institucionalmente a una vocación práctica al servicio del Estado, lo cual era tanto como decir al servicio del gobierno de turno y de la nación (Olvera Serrano, 2013: 255). La singularidad institucional, por un lado, y el compromiso con el proyecto nacional, por el otro, aparecen como coordenadas que se fueron redefiniendo y resignificando a lo largo de las décadas siguientes. Tal como analiza Olvera en su agudo análisis semántico, entonces el referente central fue la nación, y en él quedan enunciadas las concatenaciones conceptuales ideológicas y los horizontes de expectativas –futuro abierto por la revolución, la integración, la patria, el pueblo, la nacionalidad–. Algunos de ellos aparecerán en etapas posteriores de la rmcpys, pero re-enunciados y reinterpretados bajo expectativas diferentes, como puede observarse en el universo de las colaboraciones de las décadas siguientes.

Ello es visible en las primeras redefiniciones temporales y conceptuales. Con la llegada en 1957 de Pablo González Casanova a la dirección de la Facultad y de la rmcpys, dirección que asumió durante dos períodos, en los que Enrique Gonzáles Pedrero y Rodolfo Stavenhagen cumplieron con responsabilidades editoriales, se evidencian redefiniciones en la búsqueda del tenor académico para el desarrollo de unas ciencias sociales que aspiraban a un nuevo perfil epistémico e institucional.

Instantáneas de esos cambios en clave de ejemplificación: el número 7 de la rmcpys, que ocupa el primer trimestre de 1957, está dedicado en su totalidad a las ciencias sociales derivado de un ciclo de conferencias dedicadas al tema. El propio González Casanova inicia con el artículo “La utilidad nacional de las carreras de ciencias políticas y sociales”; lo acompañan Lucio Mendieta y Núñez con “Presente y porvenir de las ciencias sociales”; seguido de Horacio Labastida que presentó el artículo “Sobre la utilidad de las ciencias sociales”. La tónica sobre el tema se extiende con Ricardo Pozas y “La utilidad nacional de la ciencias sociales”; Javier Rondero con “La utilidad nacional de la carrera de ciencias diplomáticas”; Carlos Peón del Valle se centra en el mismo tema que Rondero; José López Portillo, que en esos años era académico de la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales (encpys), publica el artículo “La utilidad nacional de la carrera de ciencias políticas”; Jesús Reyes Heroles, “Notas sobre el significado del estudio de la ciencia política”; Fernando Canales, “La utilidad de la carrera de periodismo” y el Henrique González Casanova, “La utilidad nacional de la carrera de periodista”, además de una sección de documentos y reseñas (cpys, 1957a: 7-8). La visión de la academia orientada al Estado quedó reafirmada ante las promisorias ciencias sociales.

Los números posteriores reflejan la intención de resguardar el conocimiento objetivo, la investigación, un conocimiento relevante:

Elaborar un conocimiento operante que profundiza en sus causas, pero también en la técnica científica que podría resolverlos […] La agenda planteada fue, simultáneamente, moral y ética, en tanto que puso en el centro de sus preocupaciones políticas la investigación y la reflexión sobre el problema de la injusticia social y sus consecuencias (González Casanova citado en Olvera Serrano, 2016).

En particular, ello es notable en el número conjunto 9-10, dedicado a las ponencias presentadas en el Symposium sobre el Censo en 1960, organizado por la Escuela y la Dirección General de Estadística (Colmenero, 2003: 110). El contenido de este Symposium se concretó en 23 trabajos publicados en más de 630 cuartillas, de los cuales podemos destacar el artículo de Rodolfo Flores Talavera, “Notas breves sobre los orígenes de la estadística y la estructura del sistema estadístico nacional”; Raúl Benítez Zenteno y su presentación sobre “Análisis sociológico de la cédula censal del censo de población de 1950 y proposiciones para el censo de 1960”; el trabajo de Isabel H. de Pozas y Julio de la Fuente, “El problema indigenista y las estadísticas”; o el trabajo de Jesús Vásquez y Vásquez que cierra el número con “Distribución de la población de la República mexicana por entidades federativas con proyecciones al censo de 1960” (cpys: 1957b, vii-ix). Así conviven el análisis estadístico y cuantitativo con aproximaciones funcionalistas y emergen gradualmente aportaciones que irán marcando la dominancia del marxismo.3 Su ulterior equilibrio irá asociado en las décadas siguientes al contexto regional que opera como otro gran referente para el rumbo de la rmcpys.

Las sucesivas etapas de la Facultad imprimieron su sello sobre un perfil que se refleja en sus contenidos cambiantes y también en sus diferentes nombres y consecuentes significados: de Ciencias Políticas y Sociales a Revista Mexicana de Ciencia Política (en 1968, año en que la encpys se transformó en Facultad), y posteriormente a Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales en 1975, nombre que conserva desde entonces, aunque su adscripción a diferentes unidades de la Facultad incidió sobre su alcance y otras varias dimensiones.

Instantáneas, de nueva cuenta

La no siempre unívoca o lineal interacción entre comunidades epistémicas, ordenamiento institucional y realidad social nacional y regional, puede ser vista en sus múltiples dimensiones en el número 51 publicado en el crucial año de 1968. El índice del número que la reinaugura para el trimestre enero-marzo de 1968, incluye a Leandro Azuara Pérez con “Teoría sociológica, sistémica y análisis estructural funcionalista”; Frank Brandemburg, “Dinámica psicológica de la familia revolucionaria”; y Luis García San Miguel, “Consideraciones sobre la acción cristiana en el mundo”. La sección de artículos cierra con la intervención de Óscar Uribe Villegas con “El índice de correlación ordinaria (de Spearman) y su aplicación al estudio estadístico de la soledad”. En este número la Revista presenta en su sección “Notas” tres trabajos: uno de Juan Manuel Cañibe, “Metodología del estudio de los grupos de presión en México. El concepto; proposición de una definición”; otro trabajo de Jorge Sánchez Azcona, “El carácter social” y otro de Carlos Vidal Riveroll, “La reincidencia de lo social”, al tiempo que se presentan 12 reseñas y dos documentos de debate, uno a cargo de Jesús Reyes Heroles con la temática “Petróleos Mexicanos a los treinta años de la expropiación petrolera”, y otro adicional relacionado con el “Tratado de Tlatelolco (Para la proscripción de las Armas Nucleares en América Latina)”. Finalmente, en la sección de “Información”, se publica un documento de Enrique González Pedrero dedicado a la reciente transformación de la encpys en Facultad: “A propósito de la creación de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales”. La misma sección cierra este número con información acerca de un curso de verano de 1968 sobre “Introducción a América Latina” y cursos de invierno para promover el tema “reestructuración de la sociedad internacional” (rmcp, 1968).

En la lógica que implican los cambios de Escuela Nacional a Facultad, en el número 52 destaca el trabajo de Raúl Béjar Navarro con “La Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales y la reforma universitaria en México” (rmcp, núm. 52, 1968). Al cierre de ese año, la Revista no destina sus líneas al conflicto estudiantil de octubre o a aspectos circunstanciales del mismo. El interés de la dirección de Enrique González Pedrero por dar expresión al estudio del vínculo entre ciencia política y administración pública se evidencia en el número 60 (abril-junio de 1970).

Ese mismo año inicia su gestión Víctor Flores Olea marcando una nueva etapa al frente de la dirección de la Facultad. En ella se crearían nuevos centros de investigación, reformarían los planes de estudio y generarían cambios sustantivos: “[…] se dio un giro intelectual, teórico, temático y normativo que puso en el centro del análisis y de la reflexión a los excluidos de la modernización, así como una conciencia creciente de las dimensiones regionales y mundiales en las que estaba inserta la sociedad nacional” (Olvera Serrano, 2016; Colmenero, 2003). Una idea de proyecto académico en el marco de contextos socioeconómicos y políticos tanto nacionales como regionales críticos, marcarían las líneas de desarrollo. Ciertamente, si uno atiende al nivel continental –sin pretender equiparar situaciones críticas en el entorno con una crisis de la ciencia sin más– bien puede reconocerse que las crisis han tenido un decidido impacto sobre el desarrollo del conocimiento político y social; crisis significadas por indicadores sólo otrora coyunturales, tales como el estancamiento económico, la marginación de poblaciones en constante crecimiento, la no correspondencia entre procesos de urbanización, industrialización y alfabetización –por citar sólo algunos de los más significativos–, estrecharían el flujo de recursos hacia las ciencias sociales, limitando la demanda así como la capacidad de absorción de la oferta académica y profesional, afectando la propia creatividad científica.

Sin embargo, se exige contemplar también otros resultados derivados de las interacciones entre crisis y desarrollo científico, toda vez que las primeras han sido en el pasado un estímulo al avance de la indagación política y la búsqueda de nuevos significados para la reconstrucción del orden político. Desde esta óptica, si uno atiende al desarrollo de las ciencias sociales en Latinoamérica, la situación de crisis generalizada –marcada inicialmente en los años 70– estimuló la búsqueda de nuevos expedientes político-institucionales para superarla, alentando nuevas formulaciones así como desarrollos teóricos novedosos. Lo cierto es que ello se derivó en la instrumentalización de las ciencias sociales como agente necesario para orientar las transformaciones de la realidad social, conduciendo a un desplazamiento del énfasis cognoscitivo hacia el accional, lo que acentuó los aspectos ideológicos-extracientíficos por sobre los científicos y ocasionó una notoria pérdida de equilibrio entre las dimensiones de autonomía y heteronomía del saber social. Esto se evidenciaba también en la multiplicación de centros de investigación y enseñanza de ciencias sociales hacia las décadas de los setenta y ochenta, época de auge y expansión de la reflexión y la investigación en estas ciencias en México, nutridas en parte por los aportes de la oleada de intelectuales exiliados de las dictaduras latinoamericanas.

Instantáneas de la nación en la región: México en América Latina

La rmcpys, y de modo más general la Facultad, fueron plataforma donde experiencias tan disruptivas como el exilio pueden ser leídas desde el aporte a un conocimiento científico y social, a una convivencia de comunidades académicas que asumió un carácter regional e incluso global. Tal es sin duda el caso del exilio latinoamericano y su lugar en el desarrollo de las ciencias sociales, el cual repercutiría en las páginas de la rmcpys y su producción editorial. Surge así una mirada que habilita la recuperación del fenómeno exiliar como instancia refundacional de espacios de creación colectiva a través de las elaboraciones siempre individuales. Entonces, cobraron cuerpo dos dimensiones simultáneas: mientras que la condición exiliar enfatizó el vector colectivo, la inserción académica y profesional tuvo necesariamente un impacto individualizante.

En la rmcpys es factible ver la conjunción de los momentos de la realidad nacional y regional, al compás de los espacios institucionales, tal como se manifiesta en el entramado de instituciones académicas creadas por el régimen post 68 que acogieron y dieron cabida al exilio latinoamericano.

En la búsqueda de credibilidad y en las intenciones democratizadoras del régimen, en la construcción de nuevos consensos que exigían la incorporación de los círculos académicos e intelectuales de izquierda y de los sectores progresistas distanciados a raíz de los sucesos de 1968, así como en el marco de una estrategia tendiente a arrebatarle las banderas a la izquierda, el gobierno de Echeverría asumiría posturas internacionalmente visibles como un recurso privilegiado para construir una imagen progresista. Al mismo tiempo, en México se abrían oportunidades laborales surgidas de una estructura educativa en rápida expansión; un aparato estatal que incorporaba a gran número de profesionales, en el contexto de una economía que ostentó –a pesar de algunos altibajos– décadas de importante crecimiento. A esta tendencia sostenida se sumó, en su propia especificidad, el papel emergente y demandante de atención de las nuevas clases medias a través de la ampliación de opciones educativas. Esta década de expansión ha sido también caracterizada como de “burocratización intelectual”: la explosión demográfica y la presión política de la clase media forzaron un creciente financiamiento estatal de la educación superior que permitió el ingreso de centenares de miles de estudiantes en todo el país y la formación de una poderosa pirámide académica. Pocas tareas más urgentes que la de una sociología (cultural y política) de ésta que podemos llamar la nueva clase académica en México: maestros, investigadores, técnicos, líderes sindicales y políticos vinculados a las universidades y centros de formación superior. La cultura mexicana depende muy íntimamente de esta nueva clase marcada por los acontecimientos del 68.4 Así, se incorporan a la unam, que responde con un renovado desarrollo de los centros de estudios e investigación sobre América Latina, tanto en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales como en la Facultad de Filosofía y Letras y otros espacios académicos.5 Dentro del entonces cuerpo académico de la Facultad destacaban: Clodomiro Almeira, Sergio Bagú, Fernando Araujo, José María Bulnes, Antonio Cavalla, Jorge Calvimontes, Suzy Castor, Armando Cassígoli, Agustín Cueva, Ricardo Fenner, Pío García, Ana Goutman, Mario Guzmán Galarza, Cayetano Llobet, Gérard Pierre-Charles, Rodolfo Puigross, Juan Carlos Marín, Ruy Mauro Marini, Carlos Martínez Moreno, Carlos Quijano, Gregorio Selser, Eduardo Ruíz Contardo, Mario Salazar Valiente, Severo de Salles, Máximo Simpson, Hernán Uribe, René Zavaleta, Carlos Morales, Atilio Borón y Jorge Turner (Colmenero, 2003: 163).

Nuestra mirada dibuja instantáneas que habilitan pautas, perfilan tendencias. En la rmcpys ello se manifestará en varios ejes sustantivos: la búsqueda de nuevos registros teóricos; el descubrir y pensar América Latina y singularizar México. Al mismo tiempo, los límites del paradigma marxista se perfilan al pensar la democracia, a la que se llega como referente ideológico y luego teórico. Simultáneamente, la rmcpys fungió como plataforma para la construcción de lo latinoamericano en un encuentro de exilios. En la medida en que la producción científica es relacional, fruto de interacciones (aún de ausencia de diálogos), para los cientistas mexicanos estos nuevos otros fueron funcionales en su alteridad al permitirles tomar distancia de México como objeto de estudio, reforzando el estudio de lo nacional de modo independiente, alejado de América Latina. Así, la especificidad mexicana estaría enmarcada en el déficit de la experiencia democrática y dictatorial de la región.6

A partir del número 81, publicado en julio-septiembre de 1975, la revista cambió su nombre a Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, denominación con la que actualmente se la conoce. La estructura también se modifica, en tanto que asume la forma de libro y los números devienen monográficos.

Durante este período se publicaron doce números, del 80 al 92. El número 81 (rmcpys, 1975) inicia con la temática “Estrategia y crisis de los Estados Unidos”, donde participan John Saxe-Fernández, Eabal Ahmad, Michael Klare, Irving Louis Horowitz, Joseph Collins, Ulrich Albrecht, Dieter Ernst, Peter Lock, Herbert Wulf, Milton Leitemberg y el trabajo hemerográfico de Karime Lara y Xóchilt de Dorantes (Colmenero, 2003: 210). De manera consecutiva, las temáticas de las revistas se destinaron a: “Estado y política en América Latina”; “La formación del proletariado industrial en México”; “Medicina: economía y política”; “Los intelectuales y la política”; “Los medios de comunicación”; “El campo en México”; “El movimiento obrero”; “La hacienda mexicana en el cambio, siglo xix y xx” (Colmenero, 2003: 210-211). El número 92 (rmcpys, 1978) que cierra la gestión de Julio del Río Reynaga, se destina al tema “Administración pública y cambio social”, con trabajos de Elena Jeannetti Dávila, Alejandro Carrillo Castro, José Chanes Nieto, Richard Chapman, Luis García Cárdenas, Massimo Severo Gianninni, Omar Guerrero, Julieta Guevara, Mario Martínez Silva, Kurt Holmgren, A.F. Leemans, Janusz Letowsky, Adolfo Lugo, Henri Roson y Philip Rutledge.

Así, progresivamente, en las décadas siguientes se perfilan continuidad y cambio, tal como nuestros autores invitados analizan en la sección especial de este número. En efecto, la rmcpys da cuenta en sus páginas del progresivo aumento de la preocupación por abordar relevantes temas teóricos y coyunturales (la crisis económica, los proceso de transición democrática, procesos electorales en México, entre otros), y aquellos relativos a los problemas teóricos y epistemológicos derivados de la crisis de las ciencias sociales. De este modo, la Revista da cuenta del avance en la especialización de los científicos sociales, al tiempo que incorpora temáticas de las fronteras de las ciencias sociales, interactuando con las humanidades.

La década de los años 80 asistirá a la ampliación del espectro temático y la cada vez más decidida presencia de las diferentes disciplinas. Sucesivas direcciones –Antonio Delhumeau, Raúl Cardiel Reyes, Carlos Sirvent, Ricardo Méndez Silva–, y las respectivas direcciones editoriales, se expresan de manera multifacética.7

Sumamos instantáneas, miradas y algunos hitos: con el número 102 se plantea el tema “Literatura y sociedad”; el número 103 estuvo dedicado a “La cuestión étnica en América Latina”; el número doble 104-105, a “Estados Unidos”; con el número 106 se atiende el tema “Comunicación y salud” y el número doble 107-108 fue destinado a “Las agrupaciones obreras en México”. También, “Historia de la prensa en México” en el 109; “Filosofía y política” en el 110, mientras que el número doble 111-112 fue destinado a la “Perspectiva social: problemática urbana”; el 113-114 se destinó a “Regionalismo y sociedad”; el número doble 115-116, fue una edición conmemorativa del cambio de las instalaciones de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, que incluyó entrevistas a exdirectores y un índice acumulativo de la revista.

El número doble 117-118 aborda el tema “Las ciencias sociales en América Latina”; el 119 se destinó a “Utopía y antiutopía”, y se puede notar que a partir del número 120 y al 130 las temáticas aluden a los eminentes cambios marcados por factores estrechamente ligados a procesos democratizadores en México. Los investigadores invitados y los de la Facultad se suman a esta tarea. El número 121, fue dedicado a “Industria, trabajo y revolución tecnológica”; el 122 a “1810-1910, dos revoluciones mexicanas”; el 123 “Desastre y reconstrucción”; 124 con dos temas: “Sociedad y política en México: el tiempo de la crisis” y “Perspectivas teóricas”; de igual modo el número 125 atiende dos rubros: “Perspectivas teóricas: Estado, democracia y poder político”; y “Sociedad y política”. Con el número 126 se integran tres apartados con temáticas propias: “Perspectivas teóricas”; “Estado y democracia”, y “Las ciencias sociales hoy”. El número 127, se centra en “Cuestiones de teoría social y política”, “La teorías de las élites hoy”, y se incrementa la presencia de autores de otras latitudes y la diversificación de aproximaciones teóricas y perspectivas analíticas. El número 128 fue dedicado al tema “Sociología y salud” y el 129 a “Sociedad y política en México: nuevo sexenio”. El número 130 estuvo destinado a “Perspectivas teóricas: para discutir la democracia”.

La Revista: instantáneas de la investigación

De la edición a cargo de la Coordinación de Extensión Universitaria, la rmcpys pasó a ser órgano de la División de Estudios de Posgrado en 1992, avanzando así en su perfil de órgano de investigación. Cuestiones teóricas, investigaciones sustantivas y académicos invitados se suman a su nuevo perfil.

En ella se expresarán las nuevas búsquedas de plataformas para la investigación: registros de las interacciones entre especialización disciplinaria, los encuentros entre disciplinas y los ecos de nuevas propuestas cobran ímpetu. Su viraje hacia la investigación original y la extensión de perspectivas y temáticas se verá reforzado. Cambios significativos se registran en los números siguientes abocados a desarrollos teóricos desde la filosofía política y la teoría social, abordando problemáticas nacionales con un serio análisis politológico y sociológico, y con la creciente presencia de otras miradas disciplinarias. El número 148 (1992) fue editado por la División de Estudios de Posgrado y muestra una línea editorial acorde con la propuesta del nuevo encuadre institucional. En este número, la presentación estuvo a cargo del entonces jefe de la División de Estudios de Posgrado, Enrique Suárez Íñiguez, y el director de la Facultad, Juan Felipe Leal.8

Los números correspondientes a los siguientes años (150-159) mantienen y refuerzan el énfasis en la teoría y en las investigaciones empíricas de las diferentes disciplinas: las transiciones a la democracia; las elecciones regionales; los cambios en la educación, la atención a la problemática nacional y el análisis de coyuntura (157); o bien el análisis de la credibilidad desde diversas perspectivas y en variados niveles de manifestación (162). De este modo, se va cristalizando la confluencia de las comunidades en el marco de un posgrado universitario en proceso de transformación, al que la Facultad deberá sumarse.

Entre 1996 y 2000 surgen nuevos rumbos, debates y tendencias en las principales secciones: “Perspectivas teóricas”, “Cuestiones contemporáneas”, “Sociedad y política” y “Documentos”. En sus páginas se registran los debates generados precisamente por la Comisión Gulbenkian presidida por Wallerstein (núm. 166); los coloquios internacionales interdisciplinarios como “De Sarajevo a Sarajevo” (núm. 168), donde se hacen patentes los estudios que se generan hacia finales de los años noventa en torno a la disolución de los Estados-nacionales, los procesos de balcanización en Europa y la desaparición de la ex Yugoslavia; tendencias que convocan a enfatizar los cambios medulares en la realidad y en la concepción del Estado, la soberanía, la nación. El número 160 (abril-junio de 1995) hace un recuento de las publicaciones previas con un índice cronológico general desde el número doble 81-82 de 1975 hasta el número 159 de 1995. A partir de entonces, la directora asociada de la revista es la doctora Judit Bokser Misses Liwerant, en su calidad de jefa de la División de Estudios de Posgrado, y la dirección de la revista queda a cargo de la propia directora de la Facultad, Cristina Puga.9

Mirar a la Revista Diversificación y afirmación de su función como recurso del conocimiento social que debe alentar su circulación como estímulo para su generación

Instantáneas. El número doble 177-178 (septiembre de 1999/abril del 2000) se publica en el último tramo de la huelga que sacudió a la Universidad Nacional Autónoma de México, y acompaña el cambio en la dirección de la Facultad que asume Fernando Pérez Correa. A diferencia de las respuestas surgidas tras el conflicto de 1968, en este número ya se verán reflejadas y expresadas algunas de las miradas de los académicos y colaboradores de la revista con una clara vinculación analítica con el conflicto.

En la sección “Perspectivas teóricas”, Oliver Kozlarek publica “La sociedad mundial y la carencia de reflexiones normativas en las teorías sociales de Niklas Luhmann y Norbert Elías”; y Christian Anglade, “La autonomía del Estado y el imperio de la ley: notas para una teoría del Estado desarrollista”. En el apartado “Cuestiones contemporáneas”, Daniel Cazés publica “Academia y democracia en la universidad pública mexicana”; Marcos Kaplan, “La universidad pública, esencia, misión y crisis”; Elena Zogaib Achcar, “El programa del mejoramiento del profesorado (promep) y sus críticas”; Enrique Villarreal Ramos, “La autonomía claustral: El caso de la Universidad de México (1929-1944)”; Raúl Trejo Delabre, “La accidentada ruta hacia el Congreso Universitario de 1990”; José Luis Hoyo Arana, “El movimiento estudiantil, actualidad y retrospectiva”; Gilda Waldman, “Los movimientos estudiantiles de 1968 y 1999: contextos históricos y reflexiones críticas”; Heriberta Castaños Lomnitz, “La crisis en la unam”; Guillermina Baena Paz, “unam: escenarios sincréticos de un conflicto”; Octavio Rodríguez Araujo, “La unam, su gratuidad y su autonomía: elementos para un debate”; y Georgina Paulín Pérez, “El conflicto universitarios (1999-2000) a la luz del discurso escrito”. La sección “Reseñas” se presenta con tres trabajos. Olga Alejandra Sabido Ramos publica “Trascender la globalidad”; Úrsula Zurita Rivera, “unam: ¿la última huelga del siglo? y Saúl Velasco Cruz, “Un mundo completo: la universidad de fin de siglo”. Cabe señalar que las tres reseñas pertenecen a estudiantes del posgrado: una correspondiente al nuevo programa de posgrado de la maestría en estudios políticos y dos del antiguo plan de estudios del doctorado en ciencia política; una tendencia que fomentará el propio posgrado con el fin de favorecer la rigurosa productividad académica de sus estudiantes.

La aprobación del nuevo Programa de Posgrado en Ciencias Políticas y Sociales, al iniciar 1999, en el que se convocan gradualmente la presencia de otras unidades de la unam y se articula una amplia plataforma de encuentros de disciplinas y entre disciplinas, se verá expresado a partir de entonces en la rmcpys.

En una mirada extendida, a partir del fin de la bipolaridad se dio un progresivo surgimiento de núcleos y tendencias de cambio que atravesaron los diversos ámbitos de la realidad. Economías que se convirtieron en grandes plataformas para la interacción permanente, algunas de ellas de alcance continental y global, en las cuales se dan cita múltiples factores que generan contradicciones sociales y que van del movimiento de capitales a las tensiones migratorias. Las regiones económicas tienden a formalizar, a través de acuerdos, sus relaciones no sólo comerciales, financieras y productivas sino también políticas; las comunicaciones han adquirido un alcance mundial e instantáneo que impacta sobre los contenidos tradicionales asignados al tiempo y a la distancia, a la vez que los avances tecnológicos afectan los ritmos previsibles de la innovación. Las transformaciones en los modos de organización e interacción colectiva, los nuevos ejes de articulación de identidades y pertenencias, los procesos de conformación de las voluntades políticas, en la configuración del espacio público y en la vigencia o legitimación de nuevos relatos y visiones sobre el mundo, modifican decisivamente los tradicionales focos de atención del conocimiento social. Ciertamente, se han abierto ejes de indagación que cuestionan, amplían y asimilan las formas de pensamiento social y político, nacional e internacional, que mantuvieron una legitimidad y una presencia institucionalizada. Ante ello, cobró fuerza y se generalizó la discusión en torno a los desafíos de las ciencias sociales tanto en términos generales como en lo que refiere a las expresiones específicas de cada disciplina.

Conceptualizados los cambios en términos de procesos de globalización, los análisis apuntan a las transformaciones radicales que han trastocado los referentes espaciales, temporales, geográficos y/o territoriales, sin los cuales sería imposible pensar las relaciones económicas, políticas, sociales y culturales en el mundo contemporáneo.10 El hecho de que el tiempo y el espacio dejaran de tener igual influencia en la forma en que se estructuran las relaciones e instituciones sociales, implica nuevas modalidades de convivencia que no dependen ni de la distancia ni de las fronteras, ni influyen de la misma manera en la configuración final de las relaciones sociales, poniendo a prueba las formas de organización social y política tradicionales y modernas, lo que ha obligado a la comunidad de científicos sociales a discutir las bases mismas sobre las que se han construido las clásicas aproximaciones conceptuales. Discernir estos nuevos núcleos ocupó buena parte de la discusión teórica y de las propuestas prácticas, abriendo ejes de indagación que cuestionan, amplían y asimilan las formas de pensamiento social y político en sus diversas dimensiones de lo nacional-internacional, lo público-político, la tecnología y las comunicaciones.

La rmcpys recupera así, e instala las interrogantes que confrontan hoy las diferentes comunidades científicas, que radican no sólo en la evaluación de los cambios y sus consecuencias, sino en las categorías empleadas para su comprensión; una inusitada suma de tendencias, acontecimientos y coyunturas a la vez novedosas e inciertas. Con este tenor, la Revista ingresa al siglo xxi, a partir del número 179. Signada por las nuevas tendencias en tanto plataforma de generación y circulación de conocimiento original y de frontera, disciplinario y transdisciplinario, nacional, regional e internacional, la Revista regresa a la Facultad a partir de su Nueva Época (2013) con el número 217. Fernando Castañeda Sabido se encuentra al frente del segundo período en la dirección de la Facultad y Judit Bokser Misses de Liwerant en la dirección de la revista.11 Entonces, la rmcpys se reestructura en sus contenidos, alcances, forma y coordenadas de operación y sus secciones se redefinen en: “Artículos”, “Dossier” y “Reseñas/Notas de Investigación” y cada número cuenta con un artículo editorial. En tanto que las ciencias sociales deben dar cuenta de la elaboración de nuevos conceptos ad hoc para explicar una realidad que exhibe cambios que trastocan los referentes espaciales, temporales, geográficos/territoriales, y conceptuales, no es marginal encontrar en sus páginas el interrogante sobre el espacio en el que deberán formularse las mediaciones y articulaciones para permitir convocar los tránsitos e interacciones disciplinarias. Se expresa la necesidad de construirlas para habilitar encuentros entre lógicas disciplinarias diversas con lenguajes especializados, recursos metodológicos, identidades cognitivas y enfoques variados. El cuestionamiento en torno a los espacios para dicha elaboración conceptual es central: ¿se dan en el seno de las disciplinas, en sus encuentros y convergencias o en las especializaciones que ellas nutren? Ciertamente, es(son) la(s) teoría(s) la(s) que provee(en) el terreno para relacionar planteamientos y operar como matriz para el desarrollo de elaboraciones conceptuales e hipótesis oportunas. De hecho, este es el ámbito que puede permitir el diálogo entre diferentes enfoques que comparten denominadores comunes, a la vez que exhiben divergencias y contradicciones.

En sus páginas también se abordan los desafíos que surgen en torno a la construcción del orden democrático, sus modalidades, sus valores y sus procedimientos dan testimonio de las nuevas síntesis que se exigen para dar cuenta de las relaciones entre individuo y comunidades. El reto es superar tanto las implicaciones de una diversidad excluyente como el constreñimiento de una diversidad reificada. En los márgenes de las interacciones contemporáneas, los binomios se reformulan y debaten: identidades colectivas y procesos de individualización; justicia y bien; derechos humanos y virtudes cívicas; nuevas síntesis entre el universalismo del derecho y el particularismo de las pertenencias colectivas; el espacio público de la diversidad en el reclamo multicultural; una instantánea que se suma a las preguntas que se extienden convocando miradas disciplinarias diversas e investigadores de diferentes regiones en torno a las nuevas lógicas y dinámicas, entre países y regiones; entre sociedad y Estado; entre el espacio de lo público y las dinámicas de la política; los circuitos de comunicación; la economía y la cultura.

De aquí surge otro eje reflexivo que justamente invita a pensar las particularidades del ámbito latinoamericano. Nuestra región enfrenta los desafíos de conciliar las oscilaciones y tensiones generadas por la nueva vincularidad de los procesos que venimos analizando en un contexto en el que las formas políticas actuales buscan permanencia, al tiempo que evidencian signos de crisis, en el marco de la construcción misma de la democracia, toda vez que ésta implica institucionalidad y cultura, ordenamientos y valores, pertenencias y sujetos. El resurgimiento del interés por la ciudadanía se ve anclado en procesos que, definidos en clave de los prerrequisitos del ordenamiento político, dan cuenta de que la democracia depende de múltiples dimensiones de la vida social, a la luz de las nuevas interrogantes que la acompañan.

En cierta medida, México y América Latina han sido cajas de resonancia de las transformaciones globales y de los debates generales en las ciencias sociales con especificidades históricas imposibles de ignorar o minimizar: desplazamientos teóricos y disciplinarios, encrucijadas con expresiones particulares en la región y por disciplina.

La sociología en México, analizada a la luz de los contextos sociales, políticos y culturales, se ha perfilado históricamente como una disciplina que no ha podido desarrollar un cabal proceso de diferenciación cognitiva, lo que la condujo -en el seno de toda su densidad y potencialidad– a una identidad débil con ciertas ambivalencias. De allí que se ha advertido sobre los vaivenes de una disciplina que no ha logrado desprenderse de influencias externas a pesar de haber afirmado el carácter histórico particular de la realidad mexicana –al igual que la latinoamericana–, al tiempo que ha debido enfrentar la contingencia de las circunstancias externas así como de aquellas corrientes que han puesto en duda su cientificidad como programa de conocimiento.12 Habría así ocurrido el mismo desplazamiento de la sociología por otros discursos, como ocurre en Europa y Estados Unidos, pero agravado por el cruce de los espacios académicos con los proyectos políticos o el poder público. Tal vez, el énfasis fundamental es que –al igual que otras ramas del saber social–, oscila entre las dimensiones técnica, científica, académica, ideológica y política (Castañeda, 2004).

En tanto, desde hace poco más de 15 años, se diagnosticaba a la ciencia política mexicana en los siguientes términos, los que conservan en buena medida su vigencia:

Varias de las viejas dificultades que afrontaron los fundadores de la disciplina siguen siendo actuales. Señalo cinco: la definición de un método finalmente aceptable para toda la comunidad; la adopción de marcos teóricos construidos fuera de México y la ausencia paralela de teorías edificadas desde México, aceptadas por la comunidad internacional; la influencia de las circunstancias políticas del día; la carencia de referencias bibliográficas fuertes, como eje de la formación e incluso de la discusión entre expertos, y los desacuerdos acerca de los propósitos de la formación universitaria, los programas de estudio y las líneas de investigación futura (Merino, 1999: 15).

Sin embargo, como podemos apreciar en la rmcpys y en otras publicaciones del país y de la región, la investigación original y de calidad se produce de forma creciente gracias a la consolidación de la profesionalización ofrecida por las universidades latinoamericanas en el nivel posgrado y a los intercambios de investigación entre países.13

De ese modo, los esfuerzos se encaminan a la superación de esa perplejidad que pudo haber conducido a cierta parálisis teórica mediante la búsqueda rigurosa de alternativas conceptuales y metodológicas propias, pero no aisladas de los debates más amplios. En ese terreno, las revistas están llamadas a ser importantes espacios de convergencia y estímulo académico.

Por ello, una agenda convocante para las ciencias sociales es hoy una reflexión que construye su congruencia y lógica a través de un relacionamiento que busca formular, más allá del eclecticismo, una red conceptual coherente. En este sentido, la diversidad analítica y temática de las páginas de la rmcpys, se continúan en un tránsito hacia una agenda ampliada y enlazada entre comunidades científicas, para lo cual resulta impostergable alentar siempre mayores esfuerzos teóricos. Y esto es así en tanto que las disciplinas sociales se nutren, hoy por hoy, de la investigación empírica y de un saber acumulado. De este modo, y si se quiere con una dinámica circular, un sólido desarrollo teórico permitirá un mayor aporte al análisis y la resolución de problemas. La permanencia de una guía heurística, o la falta de desarrollo conceptual, empobrecen por igual la interpretación del dato.

Así entendidas, las ciencias sociales forman parte de un horizonte general en el que confluyen con su propio ritmo las transformaciones de lo social y lo político, lo cultural y lo comunicativo, la esfera pública y sus redefiniciones en los ámbitos nacionales, regionales e internacionales. En su conjunto, los desafíos de convergencia, interacción, traslapes e hibridación disciplinarios, responden tanto a la petición de principios de inteligibilidad de una realidad cambiante como a la dinámica del conocimiento, su organización y a las comunidades epistémicas que lo generan y lo vehiculan. Es en este sentido que hemos concebido esta reflexión como pertinente y necesaria al momento de crear, editar y nutrir una revista científica que se adscribe a una Facultad en la que conviven una sugestiva variedad de disciplinas.

Tal vez, un indicador privilegiado de esta Nueva Época sea que junto a la sección de artículos de reconocidos investigadores nacionales e internacionales y de una generación con promisorias trayectorias, se despliegan los dossiers y se amplían las temáticas: los desafíos y convergencias en las ciencias sociales, los procesos democráticos en México y América Latina y los cambios comunicativos tendrán su espacio en el dossier “Los poderes fácticos” (217); México en América Latina, los puentes de investigación y lo público, en el dossier “Reflexión desde/en/para el espacio latinoamericano” (218); de nueva cuenta, ciencias sociales y conocimiento, investigación sobre el federalismo, en “Transnacionalismo y diásporas” (219); partidos políticos, desigualdad social, cargas fiscales, en “Migración y globalización” (220); los nexos entre historia, política y memoria, y los análisis comparativos en/de América Latina en “Memoria y ciencias sociales” (221); “Las nuevas élites: cambios en espacios, actores y prácticas” (222); “Dimensiones de la desigualdad” (223); “Regiones y reconfiguraciones múltiples en un mundo global” (224); y “Teoría social y teoría política: entre los clásicos y el presente” (225). Cada dossier y cada número recogieron las plumas de los especialistas más reconocidos, ampliando así el espectro temático, reforzando el concierto de enfoques y extendiendo la producción científica y el diálogo más allá de las fronteras disciplinarias y nacionales.

Desde el inicio de la Nueva Época, la rmcpys se ha abocado a reforzar el cumplimiento de los estándares de calidad y a la intensa modernización de sus procesos editoriales por medio de la revisión y mejoramiento continuo de las fases de evaluación, edición y corrección; la incorporación del software para la gestión editorial (Open Journal System) con la finalidad de hacer más eficientes los procesos; y el esfuerzo continuo para ampliar la cartera de árbitros nacionales e internacionales. La rmcpys se proyecta a nivel internacional, lo cual se refleja en el aumento de dictaminadores adscritos a instituciones extranjeras, pero también en la variedad de países de origen de los autores de los artículos que recibimos: casi la mitad de los autores provienen de países distintos a México.

Composición de la cartera de árbitros de la rmcpys, 2014-2015

Adscripción  2014  2015 
unam  194  45  196  40.2 
Instituciones extranjeras  70  15  100  20.5 
Otras instituciones nacionales  180  40  192  39.3 
Total  444  100  488  100 

* Porcentaje de dictaminadores adscritos a instituciones distintas a la unam: 55% en 2014; 59.8% en 2015.

Al mismo tiempo, se ha dado una políica sostenida de incorporación y mantenimiento en los ídices y bases de datos nacionales e internacionales más importantes (Índice de Revistas Mexicanas de Investigació Cientíica y Tecnolóica de Conacyt, Redalyc, scielo, doaj, dialnet, Scopus, scielo Citation Index, etcéera), y se ha concluido la digitalización del acervo de los 60 años de publicación de la rmcpys, de modo que esta relevante contribución a la creación de conocimiento pueda estar al alcance de cualquier persona en el mundo con acceso a Internet.

Mirar hacia los retos editoriales y disciplinarios

Venimos afirmando que la rmcpys es y ha sido parte de la historia viva de nuestras disciplinas y de nuestra Facultad, rebasando sus propias fronteras geográficas y organizativas. Es testimonio y actor. En ella ha tomado forma la diversidad de investigaciones, enfoques, preocupaciones, y comunidades científicas cada vez más amplias e interconectadas. Hoy, nuevas exigencias para las revistas se suman a las exigencias propias que nos plantean los retos epistemológicos actuales en las ciencias sociales.

En primer lugar, de forma creciente se demanda de las revistas especializadas en ciencias sociales un mejor posicionamiento medido por el factor de impacto; es decir el criterio privilegiado para determinar la relevancia de las publicaciones es el número de citas, aunque esto no signifique necesariamente mayor calidad y pertinencia de los artículos o mayor número de lectores.14 Ligado a esto, en la búsqueda por alcanzar el mayor número de citas posibles, es un asunto apremiante para las revistas lograr mayor visibilidad de sus contenidos entre las comunidades científicas locales e internacionales, para lo cual se busca contar con el mayor número de recursos disponibles: hemerotecas, librerías, presentaciones, portales de Internet, redes sociales, y blogs, entre otros, todo lo cual demanda tiempo, recursos humanos y materiales crecientes que en algunos casos tienen que ser desviados de la gestión de otros procesos editoriales.

En tercer lugar, los índices y las instituciones de evaluación establecen criterios de calidad más rigurosos para las revistas, lo que es siempre bienvenido, aunque no siempre con resultados unívocos o buscados. Por ejemplo, los parámetros para evitar la endogamia en las publicaciones y fomentar la revisión por pares centrada en la calidad de los textos y no en las relaciones personales, aporta a un permanente proceso de superación. No obstante, algunos criterios son en realidad sólo más rígidos, ya que pueden limitar las posibilidades de las revistas como medio de diálogo entre especialistas y como instrumento de investigación; por ejemplo, al restringir la proporción de los diversos tipos de contenido que pueden ser incluidos en cada número o al desalentar la publicación de números monográficos. Así, nuestras publicaciones tienen el reto de preservar su identidad y sus definiciones editoriales propias, sin dejar de lado los estándares internacionales definidos por agentes externos de gran prestigio académico y por la política científica nacional.

En cuarto lugar, las nuevas tecnologías plantean grandes posibilidades a las revistas científicas. Ofrecen nuevas formas de gestionar los procesos editoriales, de comunicar el conocimiento científico y de hacer comunidad. En un escenario de constante flujo de información a gran escala, los equipos editoriales y las comunidades científicas se ven en la necesidad de voltear hacia estos recursos y potenciarlos en aras de la producción y difusión del conocimiento científico. Vinculado con este tema, las revistas científicas latinoamericanas también se ven en la necesidad de reflexionar cuanto antes respecto a los beneficios (sociales y para las comunidades científicas) que representa la filosofía del acceso abierto en el impulso del conocimiento y su disponibilidad para las sociedades a las que sirve, ello sobre todo de cara al avance de los grandes corporativos editoriales internacionales, quienes buscan en la región nuevos nichos de mercado con prácticas que pueden limitar el acceso al conocimiento científico financiado con recursos públicos.

Por último, las revistas en el área de las ciencias sociales requieren enfrentar los desafíos que plantea la renovada pluralidad teórica y metodológica en el área; el avance de discursos que ponen en duda los aportes de estas disciplinas; los problemas y oportunidades que conllevan la interdisciplina, la multidisciplina y los cruces disciplinarios; las problemáticas sociales coyunturales y de largo aliento que demandan una respuesta pronta de los científicos sociales para comprender y brindar alternativas plausibles.

Ante ello, consideramos que una pregunta urgente que se delinea delante de nosotros es: ¿qué tipo de perfil deben ofrecer actualmente las revistas científicas para consolidar su contribución al avance de las ciencias sociales en el nuevo escenario? Pregunta que conlleva más de una respuesta y que es parte de los interrogantes que enfrentamos de manera sostenida; pregunta ante la cual la rmcpys reafirma su compromiso con la difusión de la producción científica con pertinencia social, originalidad y de vanguardia, con la estimulación de los necesarios debates en el interior y entre las disciplinas, con el cruce de fronteras disciplinarias para poder dar cuenta de realidades sociales y políticas crecientemente complejas e interactuantes, compromiso con la universidad pública, el acceso libre al conocimiento, la formación de investigadores, la enseñanza, la generación de nuevas líneas de investigación y la innovación metodológica. La Nueva Época de la rmcpys, y este número en particular, pretenden ser una contribución en esta línea.

En tal sentido, este primer ejemplar del año 2016 conjunta diversas miradas con distintos niveles de preocupación respecto al estado actual de nuestras ciencias sociales: asuntos globales que obligan a repensar viejas teorías y problemas; asuntos regionales y locales, así como una necesaria mirada autorreflexiva a la propia historia de la rmcpys. En este número especial, contamos con las contribuciones de muy destacados investigadores nacionales e internacionales: Gerhard Preyer, Michel Wieviorka, Saskia Sassen, Roberto Blancarte Pimentel, Jean Meyer, Ricardo Uvalle Berrones, Javier Auyero y Claudio Benzecry, Bruno Bolognesi, Renato Monseff Perissinotto y Adriano Codato, Alberto Olvera, Ricardo Pozas Horcasitas, Margarita Pérez Negrete, Gilda Waldman, Saúl Velasco Cruz, Marta Lamas, Margarita Olvera Serrano, Alfredo Andrade y Víctor Alarcón Olguín nos ofrecen sus lúcidas y nutridas miradas desde las ciencias sociales.

Por vez primera hemos decidido modular estas contribuciones en secciones, de modo de ofrecer una cartografía que ordene e invite a recorrer estos sesenta años de creación de conocimiento, acontecimientos y realidades sociales.

“Miradas a un mundo en cambio. Explorando nuevos horizontes ante los desafíos globales” es el eje analítico inaugural de este número especial. Gerhard Preyer, con su artículo “Una interpretación de la globalización: un giro en la teoría sociológica” inicia la sección con una densa revisión de los giros llevados a cabo en la teoría sociológica por parte de los estudiosos de la globalización y de los programas de investigación sobre las múltiples modernidades. En tanto que hay evidencia contundente que demuestra que la institucionalización de la modernización occidental no es el modelo de modernización establecido por la globalización, el autor ofrece una resistematización de un “tercer programa de investigación sobre las múltiples modernidades” que van de la mano de la globalización y la glocalización. En este trabajo se analizan las diversas perspectivas sobre la globalización que provienen de los campos teóricos que enfatizan tanto la heterogeneidad como la homogeneidad del proceso; se enfoca en los estudios de la globalidad y el fin del reclamo universalizante de la globalización occidental y, por último, se analizan tanto las múltiples modernidades como rasgo de la evolución socio-estructural, así como los componentes de la modernidad para, desde allí, aterrizar en las consecuencias teóricas de la nueva versión de la teoría de la modernización.

Mi perspectiva toma en cuenta la investigación sobre globalización llevada a cabo desde los años noventa. El “tercer nuevo programa de investigación” abreva de una reconstrucción de la teoría e investigación sociológicas que considera aquello que parece obvio: que la globalización no conduce a una modernidad global en el sentido de una sociedad/mundo singular, sino a “múltiples modernidades” y a “sociedades de sociedades” en la llamada “sociedad mundial” […]. La propuesta analítica de las múltiples modernidades es una crítica a las teorías clásicas de la sociología, las teorías de la modernización, la convergencia entre sociedades tradicionales, y a la visión de que el programa cultural europeo de modernidad y sus instituciones se impusieron sobre todas las sociedades modernas. En cambio, propone una multiplicidad de versiones de modernidad y sus instituciones; en particular, sostiene que modernidad y occidentalización no son lo mismo. Las modernidades múltiples son versiones diferentes de la institucionalización del mapa semántico del que abundan múltiples interpretaciones; por lo tanto, no existe una única civilización de la “modernidad”.

Michel Wieviorka, por su parte, nos invita una vez más a una necesaria y urgente reflexión. Al momento de recibir su contribución, todavía no habían tenido lugar los atentados terroristas de noviembre de 2015 en París, en los que murieron 137 personas y otras 415 resultaron heridas. Un tiroteo en el restaurante Petit Cambodge acabó con la vida de cuatro personas. Un segundo tiroteo tuvo lugar en el teatro Bataclan con al menos 100 rehenes. En una brasserie cercana al estadio de Francia, una explosión dejó al menos 10 muertos y varios heridos. La autoría de los ataques fue reivindicada por la organización yihadista “Estado Islámico” (isis).

Antes de estos atentados, isis asumió la responsabilidad de numerosos ataques en las semanas previas a lo sucedido en París. El 12 de noviembre, dos ataques suicidas en Beirut, Líbano, dejaron un saldo de 43 muertos. El 31 de octubre, el vuelo 9268 de Kogalymavia se estrelló en el Sinaí, Egipto, provocando la muerte de 224 personas. En un comunicado difundido en video, el Estado Islámico reivindicó que fueron ocho de sus miembros los que llevaron a cabo los ataques de París, citando como causas justificativas la participación francesa en la guerra contra el Estado Islámico y el hecho de “atreverse a insultar al profeta”, en referencia al móvil del atentado contra Charlie Hebdo, llevado a cabo el 7 de enero de 2015.15 El presidente francés, François Hollande, admitió el 14 de noviembre esa autoría asumiéndolo como “un acto de guerra que será castigado sin piedad”.

En su artículo “Salir de la violencia. Una obra pendiente para las ciencias humanas y sociales”, Wieviorka sostiene que el análisis de la violencia constituye un registro central, una de las principales preocupaciones de la investigación en las ciencias sociales. Sin embargo, el salir de la violencia es mucho menos estudiado que la violencia en sí misma. Constituye una preocupación política, jurídica y ética, casi siempre práctica y concreta, incluso aplicada. A partir de ello, el autor se aboca a analizar el salir de la violencia social o política –incluso geopolítica– cuando ésta ha sido en extremo mortífera, manifestada sobre todo en la forma de genocidios, masacres en masa, guerra civil o terrorismo.

La tarea es inmensa: el salir de la violencia implica un considerable conjunto de retos. Se mezclan constantemente temáticas vinculadas con la democracia, la capacidad de vivir juntos, la memoria –que rivaliza con la historia en lo que toca al establecimiento de la verdad, y que moviliza actores que son ellos mismos muy diversos–; y el perdón, que no es necesariamente la justicia. Y para abordar esos retos no sólo no está de más apelar a todas las disciplinas de las ciencias humanas y sociales, sino que debe hacerse consciente que la contribución de otros saberes y de otros puntos de vista es a menudo decisiva; por ejemplo, en ocasiones se ha señalado la importancia de la literatura y, en particular, de la poesía, o la relevancia de las artes, sobre todo de la música y la pintura, en los procesos para salir de la violencia, tanto a nivel individual como colectivo. Pero, también cabe destacar que si bien la literatura es a menudo clamada para comprender la violencia –Dostoievski con Los demonios, Tourgueniev con Padres e hijos, o Camus con El hombre rebelde, por ejemplo–, al mismo tiempo es ignorada cuando se trata de comprender cómo salir de la violencia.

“Incompletud y la posibilidad de hacer. ¿Hacia una ciudadanía desnacionalizada?” es el título del artículo presentado por Saskia Sassen en donde traza la cambiante articulación de la ciudadanía en relación tanto con lo nacional como con lo global. Al concebir la ciudadanía como un contrato teorizado de manera incompleta entre el Estado y el ciudadano, y ubicando su indagación en dicho punto de incompletud, la autora abre la discusión en torno a la construcción de lo político. La tesis central es que lo inacabado de la institución formal de la ciudadanía posibilita que quienes resulten ajenos a esta, demanden una expansión de las inclusiones. Es quien queda fuera quien ha continuado modificando la institución a lo largo del tiempo y del espacio. El período actual de la globalización es de esta naturaleza, pese a que se trata de una desestabilización parcial. En este escenario se conforman nuevos tipos de actores políticos que modifican la relación entre Estado e individuo, al tiempo que reformulan lo político.

Ubico mi investigación en este punto de la incompletud para abrir el análisis al papel jugado por el hacer lo político, en especial por quienes quedan excluidos. Una distinción crítica de mi análisis es la que existe entre la incompletud de una institución formalizada y las exclusiones formales que contiene. Estas últimas pertenecen a aquello que son exclusiones visibles […]. La incompletud que me preocupa en este punto es de un tipo específico. No pertenece a lo que queda fuera de manera consciente […] y que puede volverse en extremo visible mediante esta exclusión. Más bien, el tipo de incompletud que me preocupa es algo integral a la condición de su formalización. Queda invisible por el hecho mismo de su completa formalización. […] Estoy interesada en las fricciones que se dan entre lo formalizado y lo incompleto. La incompletud habilita a una institución formal para incorporar el cambio, incluyendo aquel cambio que resulta potencialmente letal para dicha institución.

Por su parte, Roberto Blancarte Pimentel en el artículo “El Estado laico y Occidente”, ofrece una mirada densa que potencia una articulación analítica entre las herramientas ofrecidas por los autores de esta sección. ¿A qué se refieren por Occidente sus detractores? ¿Cómo lo concebimos nosotros mismos? ¿Cuáles son sus valores e instituciones centrales? ¿Cómo entendemos la expansión de esos valores e instituciones y su relación con otras culturas? ¿Son la secularización y la laicidad de las instituciones políticas un elemento central y específico de nuestra cultura? ¿Son parte integrante de lo que algunos grupos consideran la agresión de Occidente hacia sus sociedades? Más allá de las implicaciones en materia de violencia o, eventualmente, de estrategia militar, es evidente que las respuestas que se den a estos interrogantes tienen múltiples consecuencias sobre la estabilidad social, la seguridad, las migraciones, las libertades, las concepciones de vida y sobre todo, sobre las formas de convivencia social. Entonces tenemos que detenernos para saber quiénes somos ante nosotros mismos y los demás. En este artículo se presenta una posible respuesta a estos interrogantes.

Occidente no es única ni principalmente una noción geográfica. Es una concepción cultural del mundo –acompañada de instituciones clave– compartida, defendida y pretendida en muchas regiones y culturas del mundo. Al mismo tiempo, Occidente es rechazado por muchos y no solo por los defensores a ultranza de otras culturas y civilizaciones que se sienten amenazadas por los fenómenos uniformizantes, pero también igualadores, de la globalización. Occidente, es decir los valores e instituciones centrales que hemos mencionado: autonomía del pensamiento científico, democracia política y pluralismo cultural, también es rechazado dentro de sus límites geográficos por integristas religiosos que se oponen a estos desarrollos desde el inicio de la era moderna, al tiempo que siguen oponiéndose a lo que esto significa en términos de la secularización de la sociedad y laicidad de las instituciones del Estado.

Es a partir de estas reflexiones que Blancarte arriba a dos conclusiones: Occidente no es una noción exclusiva ni principalmente geográfica, pero tampoco identificable con Estados nación claramente integrados y delimitados respecto de un exterior; y, segunda, los enemigos de Occidente y sus implícitos no solo están fuera del ámbito geográfico supuestamente occidental, sino que se encuentran allí donde están los fundamentalistas religiosos, y muchos de ellos pueden vivir tranquilamente dentro del sistema occidental.

Jean Meyer cierra la primera sección con “Iglesia romana y antisemitismo (1920-1940)”. Por medio de una minuciosa relectura de la curial e influyente revista italiana La Civiltà Cattolica –reflejo de la cultura católica de la segunda mitad del siglo xix y de la primera mitad del xx– Meyer entrelaza acontecimientos históricos, personajes, procesos políticos, reseñas de publicaciones, encíclicas y controversias, buscando develar las especificidades de la articulación entre “la cuestión judía”, la Iglesia romana, el fascismo, el nazismo, el antisemitismo y el antijudaísmo.

¿Por qué fue necesario citar tantos textos? Es ineludible una lectura exhaustiva de La Civiltá Cattolica –una revista tan importante por su cercanía con la curia romana– para poner fin a la discusión sobre la eventualmente necesaria distinción entre antisemitismo y antijudaismo. A los católicos de las generaciones posteriores a la segunda guerra mundial les cuesta trabajo pensar que su iglesia pudo haber tenido alguna responsabilidad en el antisemitismo. Les explicaron que si bien pudo ser hostil a los judíos en el pasado, fue en el plano religioso, pero que nunca compartió las patrañas del racismo biológico; por tanto, como siempre condenó al racismo e insistió sobre su misión universal “católica”, cuando mucho puede confesar haber sido antijudía, pero no descarta la acusación de antisemita.

“Miradas a una región y un país en cambio” es el título de la segunda sección en donde la transparencia, el dominio clientelista, el reclutamiento político, la crisis política y el futuro de la democracia son los tópicos de análisis problematizados. En la primera de las cuatro contribuciones que componen esta indispensable sección, “Fundamentos de la transparencia en la sociedad contemporánea”, Ricardo Uvalle Berrones analiza la relevancia de la transparencia en el ámbito de la sociedad mexicana contemporánea, puntualizando que su reconocimiento como política pública ha implicado que se vincule a formas de poder con apertura y publicidad restringidos, hasta estructurarse con los valores y prácticas de la democracia moderna, como medio que hace posible la vigencia del derecho de acceso a la información, combinando oportunidades y restricciones de carácter institucional. El trabajo utiliza métodos de interpretación y exposición para generar un tipo de conocimiento teórico claramente normativo.

La construcción institucional de la transparencia ha sido un proceso largo que implica la interacción de ciudadanos, mercados, sociedad y Estado; comprende también los ámbitos que generan su institucionalidad como los congresos, los parlamentos o las asambleas nacionales, lo que indica que ha transitado por agenda, tiempos, reglas, actores y negociaciones hasta convertirla en una política pública que hoy alcanza reconocimiento y aceptación, tendiente a regular los procesos de gobierno en términos deliberación, comunicación y mejor legitimidad. Son parte de su contenido puntos neurálgicos como lo privado y lo público, la privacidad y la publicidad, así como el derecho a la intimidad y la necesidad de cuidar de manera impecable el derecho de acceso a la información. En la visión del Estado democrático estos ámbitos conforman derecho, y el funcionamiento de la sociedad moderna es la zona más sensible a proteger para que sean compatibles con el mundo de las libertades civiles y ciudadanas. Por eso el Estado democrático de derecho se ha de entender como la organización en la cual la transparencia tiene que ser congruente con los valores, principios e instituciones que lo caracterizan como una expresión de la razón jurídica y política que produce ámbitos de institucionalidad para armonizar la individualidad y la colectividad sobre bases de entendimiento y cooperación que son fundamentales para consolidar un sistema de vida que permita su existencia en los marcos de la democracia.

Javier Auyero y Claudio Benzecry son los autores de “La lógica práctica del dominio clientelista”. Con base en una serie de revisiones analíticas de tres rondas de trabajo de campo etnográfico llevadas a cabo en Buenos Aires, Argentina, y un enfoque microsociológico de análisis empírico, Auyero y Benzecry reorientan el estudio de la política clientelar hacia su carácter cotidiano y nos permiten reconocer el importante papel que desempeñan los estrechos lazos que mantienen los agentes mediadores con sus seguidores más cercanos y confiables. En contra de lo que comúnmente se afirma, este trabajo sostiene que la política clientelar tiene lugar en la rutina de la vida diaria y que el comportamiento de los clientes más leales no debe entenderse y explicarse como producto de la acción racional ni de conductas normativas, sino como resultado de hábitos clientelares.

¿Qué tipo de prácticas y representaciones genera y organiza el habitus clientelista? Si éste es un principio de visión y división, ¿cómo son percibidos y clasificados sus actores dentro del mundo socio-simbólico de los círculos internos de los agentes mediadores? La interacción regular y rutinaria con los mediadores y los patrones produce una comprensión de la política como forma de resolver los problemas cotidianos privados y públicos […] que es sumamente personalizada. En este mundo, la política no es ni una lucha colectiva por el poder estatal ni una actividad “sucia” y poco ética […], sino una práctica “provechosa” o “útil”. La política es vista como un medio para llegar a los recursos estatales por mediación del agente. Por lo tanto, los mediadores políticos son vistos –y juzgados– no como organizadores de la voluntad colectiva ni como actores arteros y corruptos, sino como quienes son más o menos eficaces para resolver problemas. […] La principal lección que se debe aprender de este estudio de caso de la política clientelista popular es que el significado de la política –y, muy relacionado, la evaluación del valor de un político– no deriva de grandes sistemas de valores o simbólicos, sino que surge de situaciones específicas, en las que agentes mediadores concretos están siendo socializados, es decir, en las que los agentes adquieren esquemas políticos prácticos.

“Reclutamiento político en Brasil. Mujeres, negros y partidos en las elecciones federales de 2014” es el título de la contribución aportada por Bruno Bolognesi, Renato Monseff Perissinotto y Adriano Codato. El objetivo del artículo es presentar un abordaje sistemático de la influencia de las ocupaciones profesionales sobre el reclutamiento político parlamentario. Se pone a prueba la hipótesis según la cual ciertas ocupaciones son más propensas a generar éxito político que otras, a partir del análisis de 5 219 casos de candidatos que compitieron para un cargo en la Cámara de Diputados de Brasil en las elecciones de 2014. Los resultados revelan una fuerte asociación entre las ocupaciones con alta disposición para la política y el éxito electoral, inclusive en el caso de las mujeres y de los candidatos de partidos pequeños, aunque no en el caso de los candidatos negros.

Podemos destacar cuatro puntos a partir de la forma en la cual proponemos pensar la conexión entre las variables sociales (ocupación, sexo y color de piel), las variables políticas (tamaño de partido) y el éxito electoral en Brasil. En primer lugar, el método de agregar e interpretar las ocupaciones produce resultados relevantes. […] Mientras que la literatura enfatiza el contraste entre las ocupaciones tradicionales (médicos, ingenieros y abogados) y la política como profesión, con amplio predominio en la Cámara de Diputados de políticos de carrera, destacamos que las ocupaciones profesionales –siempre que sean pensadas sociológicamente– todavía tienen importancia en el proceso político. Poseer un set de habilidades propiciadas por la ocupación profesional está negativamente asociado con el fracaso electoral y positivamente asociado con el triunfo. […] Estos resultados son estratégicos para discutir los problemas asociados a la inserción de las mujeres y de los negros en la política y en la arena representativa y, por medio de ello, saldar una de las deudas más importantes de la democracia representativa de Brasil. Los datos muestran que cuando las mujeres consiguen transitar de la condición de aspirantes al nivel de candidatas, ellas únicamente participan en condiciones competitivas si provienen de un ramo de actividad con alta disposición para la política. […] Por otro lado, el modelo de regresión logística revela que el ser negro afecta negativamente las posibilidades electorales; así, los candidatos que se autodeclararon negros y ejercían una profesión de élite –ocupación con alta disposición para la política– no aumentaron, por eso, sus oportunidades para resultar electos. Por último, vemos que los partidos grandes son catalizadores del éxito electoral. Mientras que los partidos pequeños tienen mayores dificultades para atraer perfiles profesionales competitivos que aumenten significativamente las posibilidades de éxito electoral, lo opuesto sucede en los partidos grandes.

Alberto Olvera cierra la sección “Miradas a una región y un país en cambio” con el artículo “La crisis política, los movimientos sociales y el futuro de la democracia en México”. Olvera sostiene que México está atravesando una crisis multidimensional –económica, política, moral y social–. Para explicar el origen de esta crisis, su evolución reciente y sus posibles vías de desenlace, en el artículo se analizan las limitaciones de la transición mexicana a la democracia y las razones de la continuidad institucional, legal y cultural del viejo régimen. Puntualmente, Olvera estudia la aceleración de la crisis desde el regreso del Partido de la Revolución Institucional a la presidencia de la república (2012) y el lanzamiento del proyecto restaurador. Finalmente, presenta la evolución y los retos estratégicos de los nuevos movimientos sociales de protesta y los posibles derroteros de la actual lucha entre la restauración autoritaria y democratización.

México confronta radicales disyuntivas: la restauración autoritaria o un salto cualitativo hacia la democratización; una ruta hacia el crecimiento o el estancamiento indefinido; la construcción de Estado de derecho o la continuidad de la precariedad institucional y la captura del Estado. […]Consumada la transición en un sentido restringido, cabe preguntarse si se puede sostener que México vive en una democracia en vías de consolidación. Para contestar la pregunta debe partirse de que la transición a la democracia electoral y la consolidación de la misma son fases de un proceso mucho mayor: la democratización. Las elecciones libres pueden conducir a una verdadera democratización de la vida pública sólo si los procesos electorales dan pie a una serie de reformas que construyan instituciones estatales operativas que progresivamente garanticen derechos civiles, sociales y culturales para la mayoría, en otras palabras, que construyan ciudadanía efectiva. La democratización, por tanto, implica la construcción de un Estado de derecho, la efectivización de derechos de ciudadanía y el desarrollo de nuevas formas de relación entre el Estado y la sociedad que acoten el clientelismo, el corporativismo y otras formas de dependencia colectiva. El problema de México fue que la transición a la democracia no estuvo seguida de un proceso de democratización. Para empezar, las dos caras de una transición efectiva, a saber, la destitución del viejo régimen y la instauración de uno nuevo, no pudieron llevarse a cabo.

“Miradas a la ciudad, al espacio y el territorio” es el título de la siguiente sección, nutrida con las contribuciones de Ricardo Pozas Horcasitas y Margarita Pérez Negrete.

En “Un lugar para las masas: ceremonia pública y rito político”, Pozas Horcasitas analiza las movilizaciones masivas que se sucedieron en el espacio social del Zócalo de la Ciudad de México durante la década de los sesenta del siglo pasado. A lo largo del artículo describe detalladamente el cambio social y político, contrastando las movilizaciones de las bases sociales cautivas de apoyo de los gobiernos de Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz con los movimientos sociales emergentes de sectores medios que confrontaron al régimen político emanado de la Revolución mexicana, y demandaron democracia política, el fin el autoritarismo y el de la asociación corporativa de los trabajadores.

Uno de los signos del cambio radical de la sociedad mexicana en el siglo xx se presentó durante la década de los sesenta. Esta transformación, que mostró el arribo de México a la sociedad de masas, se escenificó en el centro del país y de la capital de la república, “en el centro del centro”, en la “Plaza Mayor” de la Ciudad de México, el espacio emblemático que condensa, sobreponiendo las distintas capas arquitectónicas de los pasados de la nación, la densidad histórica del centralismo histórico de la ciudad que da firmeza al suelo patrio. El cambio que condensa la transformación social se muestra como innovación del espacio urbano y sucedió “en el centro del centro” de la República, dando cuenta en México –como ocurría en el mundo entero– del proceso de concentración de multitudes en las ciudades, proceso acelerado en la década de los sesenta que originó ese fenómeno sociológico, llamado en su tiempo “la nueva sociedad urbana de masas”.

El corolario de la contribución ofrecida por Pozas Horcasitas, justamente abre las puertas al análisis ofrecido por Margarita Pérez Negrete: “En México, la sociedad de masas urbanas iniciada en la década de los años sesenta culmina en el año 2005, al principio del siglo xxi, en el que el área metropolitana de la Ciudad de México llegó a 18 811 533 habitantes en una extensión de 559 946.09 hectáreas, lo que la convertía en el tercer espacio urbano más grande del mundo”.

En “Ciudad de México: el camino recorrido en la conformación de una ciudad global”, Pérez Negrete ofrece una reflexión sobre las transformaciones ocurridas en la ciudad. A partir del desarrollo de una serie de investigaciones sobre el impacto que diversos megaproyectos han tenido en la dinámica metropolitana y en la organización socioespacial del territorio, la autora organiza el artículo alrededor de tres ejes de análisis: la consolidación de actores hegemónicos en el proceso de producción de ciudad; el surgimiento de procesos de resistencia contra la instalación de megaproyectos; y la aparición de nuevas formas de desigualdad social. El análisis de cada uno de estos elementos ilumina los efectos más visibles de la instauración del modelo neoliberal, poniendo en evidencia la relación directa existente entre el dinamismo de los procesos de cambio y la transformación urbana que imprime el proceso de la globalización, así como el creciente aumento de las desigualdades sociales.

El hecho de que en nuestros días veamos cada vez con menos asombro la cantidad de megaproyectos que en nombre del “desarrollo” proliferan y saturan nuestra gran ciudad, queda claro que un número mayor de personas queda excluido de los beneficios de los procesos de transformación urbana. Y aun así, la marcha incesante hacia la inversión en megaproyectos de diversa índole, organizada por los gobiernos locales en combinación con el capital inmobiliario/financiero y constructor, lejos de moderar sus pasos, reproduce maniobras que contribuyen a criminalizar la protesta ciudadana y a ejercer mediante la violencia de Estado funciones represivas que tienden a naturalizar el uso de la fuerza. En medio del conflicto se propaga de forma mediática un discurso hegemónico civilizatorio que intenta justificar el camino al desarrollo. El objetivo central de estas líneas es reflexionar sobre cómo se han vivido estas transformaciones desde que se intentó caracterizar a la Ciudad de México como una ciudad global y cuáles han sido los efectos más visibles de la instauración del modelo neoliberal después de todo este tiempo.

En la cuarta sección, “Miradas múltiples”, Gilda Waldman, Saúl Velasco Cruz y Marta Lamas, nos ofrecen lúcidos análisis sobre literatura latinoamericana, racismo, y feminismo y política.

Gilda Waldman inicia el recorrido con su artículo “Apuntes para una cartografía (parcial) de la literatura latinoamericana a lo largo de los últimos cincuenta años. Del Boom a la nueva narrativa”. Este artículo pretende trazar una cartografía de algunos de los caminos recorridos por la literatura latinoamericana a lo largo de los últimos cincuenta años, desde el Boom que hizo su aparición en la década de los sesenta hasta la nueva generación de escritores que hoy marcan la pauta de la narrativa del continente. El texto plantea la relación entre las diversas corrientes literarias que florecieron durante estos años y los procesos sociales, económicos y culturales del mismo, enfatiza los rasgos que caracterizan a la actual narrativa latinoamericana y aborda algunas de sus principales temáticas.

Si la narrativa del Boom convirtió a Macondo en sinónimo de Latinoamérica, y también en la búsqueda de una identidad latinoamericana para crear una historia y una herencia común, ella incorporó al mismo tiempo los cambios que vivía el continente en las décadas de los sesenta y los setenta, coincidiendo con los temas principales que abordaban las ciencias sociales en ese período (procesos de modernización, inclusión social de sectores marginados, etcétera). Por su parte, la revuelta literaria posterior, metaforizada en McOndo, se enmarcó tanto en la sociedad de consumo que conlleva el capitalismo multinacional como en el respeto y el derecho a la diferencia propios de una democracia emergente pero asimismo, y de manera fundamental, en una interrogante: ¿América Latina es posmoderna, inserta ahora en una globalización impulsada por la tecnología, en una mutación social que acelera las coordenadas de tiempo y espacio, y en un clima epocal de desencanto frente a las grandes ideologías (Iluminismo, positivismo, marxismo)? […] En última instancia, las ciencias sociales y la literatura generan exploraciones y miradas, y arrojan luz en torno a una inquietud común: la diversidad de la experiencia humana en el contexto histórico y social.

En “Racismo y educación en México”, Saúl Velasco Cruz reconoce que la educación formal está poderosamente influida y delineada, desde sus bases, por fundamentos y orientaciones eugenésicos y de darwinismo social que la hacen altamente proclive a la producción y reproducción del racismo, de modo que –con o sin contenidos racistas explícitos o implícitos– la educación formal ofrece condiciones que le permiten a este verificarse, por el solo hecho de que se desarrolle el plan curricular correspondiente. Con todo, ni los organismos internacionales que tienen en sus agendas la encomienda de prevenir y de luchar en contra del racismo, ni las instituciones locales que se han establecido en el país con un fin similar parecieran notar este hecho, como tampoco lo hace la mayoría de las investigaciones que en México exploran el tema del racismo en la educación institucional.

En la actualidad es difícil cuestionar el papel que la educación formal suele jugar en la reproducción del racismo. […] No obstante, pocas investigaciones han reparado en el hecho de que la educación formal o escolarizada no solamente reproduce el racismo, sino que también lo origina […]. Este es el supuesto principal que se sigue en la elaboración de este ensayo. En primer lugar se hace referencia a las características que definen al racismo y se abordan algunos aspectos generales sobre sus orígenes y la manera en que se arraigó en las sociedades latinoamericanas, entre las que se encuentra la mexicana. Luego, se presenta un acercamiento a las “relaciones profundas” entre el racismo y la educación, explicadas por el papel que las sociedades de corte occidental le encomiendan a la educación formal. […] Enseguida se expone que tales “relaciones” no se cuestionan a la hora de proponerse medidas para erradicar el racismo de la educación y, por ello, a pesar de sus buenas intenciones, fracasan. La segunda parte de este documento presenta un acercamiento a la manera en que se ha considerado el racismo en la educación en México […]. Por último, […] los hallazgos conseguidos permiten afirmar que el racismo encuentra en la educación el agente ideal, el cómplice perfecto, capaz de llevar a cabo su producción, reproducción, introducción y legitimación entre las nuevas generaciones.

“Mujeres guerrerenses: feminismo y política” es el título del artículo de Marta Lamas. ¿Cómo construyen hoy en día su praxis mujeres que habitan zonas geohistóricamente marginadas? ¿Cuál es la relación de la reconfiguración del mandato de la feminidad que hoy es patente entre ciertas mujeres con el pensamiento feminista? Para responder estas interrogantes, Lamas analiza el caso de cuatro mujeres del estado de Guerrero, Valentina Rosendo Cantú, Martha Sánchez Néstor, Nestora Salgado y Aidé Nava González, que han luchado y luchan contra el machismo, el abuso militar y el poder fáctico del narco.

Las cuatro mujeres de las que hablaré han luchado contra el machismo, unas se han enfrentado al abuso militar, otras al poder fáctico del narco, y tres han participado abiertamente en política; incluso una perdió la vida por ello. Sus historias ilustran la existencia de una conciencia feminista, se la califique o no así. Tener conciencia feminista no requiere de un acervo intelectual de feminismo, ni de aceptar la etiqueta de “feminista” sino de compartir la idea de que estar subordinada, por el hecho de ser mujer, entraña una injusticia. Poco a poco, pese a los tabúes religiosos y las resistencias machistas, en sus comunidades guerrerenses estas cuatro mujeres empezaron a plantear reivindicaciones netamente feministas. […] Estos son cuatro ejemplos de “contagio” de mujeres que con gran valentía y agenciamiento rebasaron el mandato tradicional de la feminidad, dos de ellas con un costo altísimo. ¿Será que sus trayectorias rupturistas indican un proceso de destradicionalización en sus marginadas comunidades de Guerrero?

“Miradas a nuestro pasado” es la última sección de este número especial y está dedicada a Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales. Margarita Olvera Serrano, en “La etapa inicial de la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales a sesenta años de distancia. Prácticas conmemorativas, legados, olvidos y nuevos pasados/presentes” lleva a cabo una sistemática lectura del período fundacional de la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales (1955-1968), como parte de un proceso de escritura de la historia de las ciencias sociales en México. El punto de partida es el cumplimiento de un ciclo conmemorativo que marca 60 años de existencia de esta publicación y su significación para nuestras comunidades disciplinarias.

Olvera Serrano ubica a la Revista en el entramado de las publicaciones antecesoras de principios del siglo xx, examina el contexto de enunciación original, las comunidades y propósitos que le dieron razón de ser a mediados de los años cincuenta, las transformaciones temáticas y contribuciones más significativas a la formación de acervos de conocimiento para las ciencias políticas y sociales en México y América Latina, así como a la consolidación institucional de estas disciplinas a nivel local en el marco de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México.

[…] la preservación de todos y cada uno de los 225 números que la rmcpys ha publicado a lo largo de un arco temporal que abarca ya sesenta años, representa una base empírica invaluable para profundizar en el estudio de las rutas intelectuales, temáticas y conceptuales seguidas por nuestras ciencias en estos sesenta años en México e, indirectamente, en América Latina. Este universo documental es una marca material relevante que los antecesores han dejado a los practicantes contemporáneos de las ciencias políticas y sociales en México, un patrimonio de conocimiento que articula distintos estratos de experiencia y una multiplicidad de horizontes societales. El mundo escriturario acumulado en estas seis décadas es un legado colectivo de la hoy Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, producido por un amplio espectro de autores pertenecientes a varias generaciones, con adscripciones disciplinarias y nacionalidades de diverso signo, con lenguajes conceptuales, mapas del mundo y proyectos diversos, que reinterpretaron, recolocaron, transmitieron, olvidaron y re-enunciaron diferencialmente herencias, tradiciones teóricas, métodos, temas, conceptos y problemas, con el propósito de generar un conocimiento con pertinencia científica y político/práctica para la sociedad.

En “La Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales: 60 años de apoyo a la producción científica”, Alfredo Andrade expone el perfil contemporáneo de la rmcpys como la principal plataforma de difusión de la investigación. A lo largo del artículo, Andrade reseña la evolución de sus orientaciones editoriales, las temáticas abordadas y el perfil distintivo de la revista en su función de su función de respaldo a la producción de conocimiento de las ciencias políticas y sociales en México. A su vez, analiza su cobertura internacional, la identidad multidisciplinaria y plural que respalda la alta formación de los científicos sociales y la vinculación de diversas comunidades científicas.

A seis décadas de su creación, la rmcpys se define como una plataforma de producción científica propia del área de las ciencias sociales, comprometida con el pluralismo teórico y metodológico, la expresión de la diversidad disciplinaria y la evolución del saber. Su trayectoria y la nueva orientación de la política respaldan y guían el trabajo académico. Como vehículo de comunicación y foro de encuentro académico, integra el trabajo de una creciente comunidad científica. En su acervo registra los avances del conocimiento y también los referentes reflexivos para la valoración de los mismos. De cara a su amplia trayectoria, la Revista ha enriquecido la forma de cumplir sus objetivos. Con sustento en una sólida experiencia de trabajo editorial, la confluencia de iniciativas académicas y la convocatoria a las comunidades vinculadas con los horizontes multidisciplinares de su desempeño, la rmcpys se reafirma como plataforma fundamental en la producción y promoción de nuevas fronteras del conocimiento.

Víctor Alarcón Olguín culmina la sección con “Moisés Ochoa Campos (1917-1985). El primer politólogo mexicano”, ejercicio biográfico sustantivo para la preservación de la historia intelectual de la disciplina politológica tanto en México como en la región latinoamericana. A lo largo del artículo, el autor aborda los elementos biográficos y la obra de Ochoa Campos (1917-1985), quien en 1955 fue el primer graduado de la carrera de ciencias políticas en México por la entonces encpys y Sociales de la unam.

Este primer ejercicio de acercamiento a los trabajos de don Moisés Ochoa Campos debe invitar a revisitarlo a efectos de poder rescatar sus aportes en otros campos del conocimiento politológico, especialmente como historiador del sistema político y del Poder Legislativo. En este sentido, analizar el papel jugado por los primeros exponentes de la disciplina politológica en nuestro país resulta vital para seguir avanzando en dicha recuperación intelectual, tanto para poseer un cuerpo de destino como para estar en aptitud de pensar si estamos siendo capaces de responder adecuadamente a los dilemas y retos legados por dichos antecesores.

Presentamos así un juego de instantáneas y miradas a las múltiples expresiones del saber que se han conjuntado en la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales. Atisbos y análisis de su producción y circulación en el concierto de las publicaciones científicas.

Desde aquí, contribuimos a la construcción de una necesaria cartografía que puede arrojar luz sobre el lugar que la palabra impresa en las revistas científicas juega en nuestra producción. Es la conjunción de nuestros autores y comunidades epistémicas la que ha construido estas seis décadas; el encuentro entre lo individual y lo colegiado; entre la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y las comunidades académicas.

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Margarita Olvera Serrano.
Economía y sociología en México. Revistas especializadas, liderazgos y procesos de institucionalización, 1928-1959, Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, (2013),
[Olvera Serrano, 2016]
Margarita Olvera Serrano.
La etapa inicial de la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales a sesenta años de distancia. Prácticas conmemorativas, legados, olvidos y nuevos pasados/presentes.
Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales,
Año lxi, núm. 226
[Oxhorn, 2015]
Philip Oxhorn.
Producción, calidad y difusión de las revistas científicas del siglo xxi.
Revista Mexicana de Sociología, (2015), pp. 39-44
suplemento, julio
[Pérez Correa et al., 2004]
Fernando Pérez Correa, Martha Laura Tapia Campos.
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Historia Testimonial de sus directores, 2da. Ed, Universidad Nacional Autónoma de México, (2004),
[Revista Mexicana de Ciencia Política, 1968]
Revista Mexicana de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México, (1968),
Año xiv, núm. 51
[Robertson, 1992]
Roland Robertson.
Globalization. Social Theory and Global Culture, Sage, (1992),
[Scholte, 1998]
Jan Aart Scholte.
The Globalization or World Politics.
The Globalization of Worlds Politics. An lntroduction to International Relations,
[Waldman Mitnick, 2003]
Gilda Waldman Mitnick.
Los nuevos horizontes de las ciencias sociales: interpelando a las fronteras disciplinarias.
Las ciencias sociales, universidad y sociedad, pp. 39-51
[Wallerstein, 1996]
Immanuel Wallerstein.
Abrir las ciencias sociales, Siglo xxi, (1996),
[Waters, 1995]
Malcom Waters.
Globalization, Routledge, (1995),
[Wieviorka and Calhoun, 2013]
Michel Wieviorka, Craig Calhoun.
Manifiesto por las ciencias sociales.
Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, 58 (2013), pp. 29-60
[Yocelevzky, 2015]
Ricardo Yocelevzky.
2015 Una nota sobre el desarrollo de las ciencias sociales en América Latina.
Perfiles Latinoamericanos, 23 (2015), pp. 203-222
[Zabludovsky Kuper, 1995]
Gina Zabludovsky Kuper.
Sociología y política, el debate clásico y contemporáneo, Porrúa-Universidad Nacional Autónoma de México, (1995),
[Zamitiz Gamboa, 1996]
Héctor Zamitiz Gamboa.
La ciencia política en México: ayer y hoy.
Estado actual de la ciencia política, pp. 57-75
[Zerubavel, 1995]
Eviatar Zerubavel.
The Rigid, the Fuzzy, and the Flexible: Notes on the Mental Sculpting of Academic Identity.
Social Research, 62 (1995), pp. 1093-1106

Doctor en ciencias sociales con especialidad en sociología por el Colegio de México. Director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde es profesor titular. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Fue Coordinador del Centro de Estudios de Opinión Pública (2003-2008). Autor de múltiples publicaciones, entre ellas: La crisis de la sociología académica en México (2004) y La lucha por la opinión pública en México en 2006 (2012). Sus líneas de investigación son: teoría sociológica, filosofía política, opinión pública, inclusión, exclusión y sociología política.

Doctora en ciencia política por la Universidad Nacional Autónoma de México. Profesora titular de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel 3, de la Academia Mexicana de Ciencias y Distinguished Visiting Professor de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Encabezó la reforma del Posgrado en Ciencias Políticas y Sociales de la unam, asumiendo su coordinación hasta el 2012. Autora y editora de una docena de libros, entre los cuales destaca Imágenes de un encuentro (1992) y Pertenencia y alteridad (2011) y más de cien capítulos y artículos académicos. Sus líneas de investigación son: identidades colectivas y minorías, teoría política y judaísmo contemporáneo.

Véanse: Castañeda (2004); Wallerstein (1996); Waldman (2003); Bokser (2003).

Véanse: Castañeda (2004); Olvera Serrano (2016); Bokser Liwerant (2009)

Inician en esta etapa con: “La crítica de Marx. Dialéctica especulativa y dialéctica científica”, de Víctor Flores Olea y “El concepto de enajenación en los orígenes de la sociología marxista”, de Francisco López Cámara. Véase: cpys (1958).

Véanse: Krauze (1981) y Castañeda (2004).

Entre ellos: El Colegio de México y el Instituto Nacional de Antropología e Historia; las universidades estatales; los nuevos desarrollos institucionales como la Universidad Autónoma Metropolitana; el Centro de Investigación y Docencia Económica (cide), el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (ciesas), y la Universidad Pedagógica; así como el establecimiento de la sede México de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (flacso).

El número 62 del último trimestre de 1970 muestra la temática que conduce los intereses de la época: “Los enfoques de la sociología contemporánea” (rmcp, 1970). De manera sucesiva, el número 63 se destinó a “El poder internacional” (rmcp, 1971), el 64 a “Sociedad y política” (rmcp, 1971), el número 6 atendió “Las clases medias en México” (rmcp, 1971), y el número 66 fue dedicado a “Psicoanálisis y sociedad” (rmcp, 1971). Sin duda, en todas las publicaciones referidas hay participación de inmigrantes académicos. El número 67 se centró en “El futuro de América Latina”, donde se pueden leer artículos de Octavio Ianni, “Populismo y relaciones de clase en América Latina”; Rodolfo Stavenhagen, “El futuro de América Latina: entre el subdesarrollo y la revolución”; John Saxe-Fernández, “Ciencia social y contrarrevolución preventiva en Latinoamérica”; Ignacio Sotelo, “Sociología y sociología en la encrucijada actual de la América Latina” (rmcp, 1972). En los últimos números correspondientes a la gestión de Víctor Flores Olea, en particular el número 78, “Filosofía y política”, se encuentran artículos de Louis Althusser, “Ideología y aparatos ideológicos del Estado (apuntes para una investigación”; Etienne Balibar, “Acerca de la dialéctica histórica (algunas observaciones críticas con respecto a ‘leer el capital)”; Guillermo Knochenhauer Müller, “La relación entre la filosofía, la ciencia y la política”; Margarita Barrientos Lavín, “La categoría filosófica de materia” (rmcp, 1974), entre otros. El número 79, el último de su administración, estuvo destinado a la temática “Imagen y comunicación” (rmcp, 1975).

Véase el listado completo de los directorios de los sesenta años de la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales anexo a continuación de esta editorial.

En la primera sección “Sociedad y política”, Juan Felipe Leal publica “Regímenes políticos en el proceso de estructuración del nuevo Estado: 1915-1928”; Gloria Abella, “La política exterior de México en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari: ¿una nueva concepción?”; Edmundo Hernández-Vela, “La política exterior de México en el umbral del tercer milenio”. En la segunda sección, denominada “Perspectivas teóricas”, se publicaron los materiales de Enrique Suárez íñiguez, “En torno a la polémica Popper-Adorno: la historia de una trampa”; Ricardo Márquez, “Epistemología y normatividad crítica”; y Lidia Girola, “Teoría sociológica y fin de siglo”. En la tercera sección, “Documentos”, participa Fernando Holguín Quiñones con “Análisis comparativos de los egresados de las carreras de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales con otros similares”. La sección de “Reseñas” presenta los trabajos de Carmen Evelia Hernández Ortíz, “Política”; Gustavo de la Vega Shiota, “Merecer la ciudad”; y José Fernández Santillán, “Habermas”.

El número 166 del último trimestre del año 1996; Año xli, octubre-diciembre, amplia e internacionaliza su su consejo editorial con Mario Ojeda Revah, (fcpys-unam); David Easton (University of California); Shmuel Noah Eisenstadt (The Hebrew University of Jerusalem); Milton Esman (Cornell University); Silvia Molina y Vedia (fcpys-unam); Roberto Moreno Espinosa (fcpys-unam); Edmundo Hernández Vela S. (fcpys-unam); José Márques de Melo (Universidad de Sao Paulo); Luisa Béjar Algazi (fcpys-unam); Eduardo Ruiz Contardo (fcpys-unam); Delia Crovi Druetta (fcpys-unam); Teun A. Van Dijk (Universidad de Ámsterdam); Gilda Waldman (fcpys-unam); Marcos Kaplan (iis-unam); Ira de Gortari (Instituto Mora); Jorge Chabat (cide); y Susana González Reyna (fcpys-unam).

Véanse: Waters (1995); Robertson (1992); Scholte (1998).

Eva Capece Woronowicz es su editora asociada; Lorena Pilloni Martínez es asistente editorial e Iraís García Jacales secretaria de redacción.

Véase: Castañeda (2004)

Véase: Oxhorn (2015).

Véase: Bartra (2015).

Alrespecto, véase la contribucion de Roberto Blancarte Pimetel en este mismo número.

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