Las migraciones a través de las fronteras han existido desde épocas milenarias. Sin embargo, los patrones de migración han cambiado a lo largo de la historia. La modernización y el abaratamiento de los medios de transporte como así también el surgimiento de nuevas tecnologías de comunicación (teléfonos, fax, internet, correo electrónico, videoconferencias) han permitido que los migrantes de las últimas décadas se conviertan en migrantes transnacionales o “transmigrantes”1 pudiendo mantener conexiones, actividades e incluso residencia simultánea en más de un sitio del globo.
A raíz de los cambios producidos por el fenómeno de la globalización plasmados en los diferentes ámbitos -la economía, la política, la cultura y la sociedad- y los cambios específicos acaecidos en los patrones de movilidad, surge desde fines de los años 80 y comienzos de la década del 90 una nueva perspectiva en las ciencias sociales que tiene por objeto analizar estos fenómenos partiendo de un lente analítico diferente. Aunque no constituye un cuerpo teórico único, la perspectiva transnacional en los estudios migratorios presenta una batería conceptual que intenta dar cuenta de esta nueva forma de vivir transnacional.
El presente ensayo brinda un paneo descriptivo y amplio que alude al lugar o el ámbito en el cual se plasma lo transnacional, el ser transnacional y la vida transnacional. ¿Dónde se vislumbran las conexiones transnacionales, las prácticas, los vínculos, las interrelaciones entre los individuos? ¿En qué lugar se producen los encuentros sociales? Desde distintas perspectivas, un grupo nutrido de autores han sugerido propuestas analítico-conceptuales diversas para dar cuenta de la variedad de ámbitos de encuentro vigentes en la dimensión transnacional. Nina Glick Schiller, Peggy Levitt, Sarah Mahler y José Itzigsohn, entre otros, proponen el concepto de campo social transnacional; Michael Kearney y sus colegas norteamericanos, como así también Steven Vertovec, utilizan el concepto de ‘comunidad transnacional’; Luis Guarnizo y Patricia Lan-dolt, el de ‘formación transnacional’; Roger Rouse, el de ‘circuito transnacional’y Ludger Pries y Thomas Faist, el concepto de ‘espacio social transnacional’.
Los ‘campos sociales transnacionales’, en cierto sentido, fueron propuestos como unidad de análisis fundacional por los primeros teóricos de la migración transnacional (Glick Schiller et al., 1992; Glick Schiller, 2005). Partiendo de las contribuciones de Pierre Bourdieu y de la Escuela de Manchester, los autores definen campo social’ como el conjunto de múltiples redes entrelazadas de relaciones sociales a través de las cuales se intercambian de manera desigual, se organizan y se transforman la ideas, las prácticas y los recursos. Estos campos son multidi-mensionales y engloban interactividades estructuradas de formas, profundidades y alcances que se diferencian, en la teoría social, por los términos de organización, institución y movimiento social (Levitt y Glick Schiller, 2008: 66-67).
Un elemento sustancial en esta visión es el de las relaciones de poder -las relaciones de fuerza que estructuran las localizaciones de los actores- que determinan su papel en el campo medidos por la correlación de fuerzas y la posibilidad de poner en juego ciertos capitales. No obstante, los campos de acción transnacional consideran (a diferencia del desarrollo teórico de Bourdieu o de la Escuela de Manchester) la posibilidad de extenderse a través de las fronteras estatales y romper con la idea del concepto de lo social equiparado al de sociedad como contenedor (Glick Schiller, 2005). De aquí que los límites nacionales no son necesariamente contiguos con los límites de los campos sociales (Khagram y Levitt, 2008: 9; Levitt y Glick Schiller, 2008).
Los ‘campos sociales transnacionales’ -definidos como “espacios relacionales” o entramado de redes- son un punto de partida conceptual para el estudio de las relaciones sociales, formaciones y procesos que se constituyen sin proximidad o lugares sin vínculo geográfico (Goldring y Landolt, 2009: 124). Más aún, ellos constituyen un instrumento poderoso que nos permite conceptualizar el conjunto potencial de relaciones sociales que unen a aquellos que migran con aquellos que quedan en sus lugares de origen. Este instrumento nos lleva más allá de la experiencia directa del migrante, al interior de campos de interacción en los cuales los individuos que no migraron mantienen relaciones sociales a través de las fronteras, a partir de una amplia gama de medios de comunicación (Levitt y Glick Schiller, 2008: 286). Esas redes pueden generar vínculos fuertes o débiles que contactan a la gente que carece de conexiones directas con aquellos que no las poseen, pero que reciben influencias indirectas de los flujos de ideas, objetos y remesas colectivas dentro de su campo de relaciones sociales (Levitt, 1998).
Para Itzigsohn, Dore, Hernández Medina y Vázquez, el campo social transnacional se construye a partir de la vida cotidiana y de las actividades de los migrantes, las que afectan todos los aspectos de sus vidas, desde las oportunidades económicas, hasta su conducta política y la formación de su identidad individual y grupal (Itzigsohn, Dore Cabral, Hernández Medina y Vázquez 1999: 318). Este ámbito puede ser pensado en términos de un campo de interacciones sociales y de intercambios que trascienden los límites políticos y geográficos de una nación, pasando a constituir un campo relevante de acción y de referencia para un gran número de migrantes. Muchos de los miembros migrantes de una comunidad transnacional se ven envueltos en intercambios económicos, algunos de ellos establecen lazos políticos, otros experimentan ese espacio transnacional desde lo simbólico como parte de un espacio de significados compartidos (Itzigsohn et. al., 1999).
Guarnizo y Landolt, proponen el concepto deformación social transnacional como unidad de análisis e investigación. Según ellos, las formaciones sociales transnacionales son un tipo de organización social que rebasa los límites de los Estados Nación. Esto implica que “la producción, transformación y reproducción de las matrices del poder económico, político, social y cultural de un país, se realiza dentro y más allá de sus fronteras, constituyendo un espacio dilatado transfronterizo en el que se expresan relaciones translocales, multilocales y propiamente transnacionales” (Guarnizo, 2005). Es al interior de la formación social transnacional que Guarnizo propone entender las formas del vivir transnacional como el punto focal para el análisis de prácticas y relaciones. Importante es destacar que el concepto de ‘formación social transnacional’ desde el trabajo de Luis Guarnizo acerca del vivir transnacional, está sugerido puntualmente para el ámbito de la actividad económica (Guarnizo, 2003).
Por su parte, Rouse sugiere el circuito migratorio transnacional como ámbito para estudiar las dinámicas y conexiones transnacionales. Este circuito se constituye a partir de la circulación de personas, dinero, bienes e información, así como por los múltiples lugares de establecimiento de los migrantes, los cuales se encuentran conectados y llegan a constituir una sola comunidad extendida a través de una variedad de sitios (Rouse, 1996: 254). La figura del circuito evoca circulación, mientras que el concepto de campo como red de relaciones, refiere a conexión. Focalizar el estudio en un circuito migratorio transnacional permite observar también los arreglos pseudo-institucionales de la negociación comunitaria y no sólo los nexos individuales entre personas. Asimismo, Rouse da cuenta de la importancia de los lugares involucrados y su significado en la dinámica circular (Rivera Sánchez, 2007:31).
El concepto de ‘comunidad transnacional’ fue referido por varios autores, entre ellos Michel Kearney y sus colegas en Norteamérica y Steven Vertovec en Europa. La categoría alude a diferentes niveles de análisis, según las interpretaciones de los autores. Por ejemplo, para algunos se refiere a una localidad específica en la cual las relaciones sociales se expanden o trascienden por medio de la migración a través de las fronteras interestatales (Goldring 1996; Smith, 1998; Levitt, 2011). Para Kearney la ‘comunidad transnacional’es una compleja articulación de redes sociales (Kearney, 1986). Este autor recupera el uso de las redes sociales de Portes y desde allí desarrolla su teoría de la articulación. Otros autores identifican a la ‘comunidad transnacional’ con grupos de migrantes originarios de una misma región que desarrollan prácticas transnacionales y se mueven a través de las fronteras interestatales o societales (Rivera Sánchez, 2007). La visión crítica de este concepto sostiene, por su parte, que las redes de migrantes que vinculan a personas entre localidades son reducidas a la dinámica de un sólo campo social que conecta a las localidades de origen y de destino en un espacio intersecto, pero en alguna forma homogéneo, en el cual se visualizan fundamentalmente relaciones y prácticas endógenas.
La quinta contribución que nos interesa presentar es aquella que se estructura en base al concepto de ‘espacio social transnacional’, unidad de análisis propuesta por Ludger Pries (2001), Fernando Herrera (2005) y Thomas Faist (2000) que hace referencia a un espacio nuevo que se genera derivado de la dinámica de interacción entre los individuos, en un espacio y tiempo delimitados. Este espacio no refiere a un ámbito geográfico con límites claramente establecidos sino a un espacio social con bordes simbólicos, flexibles y móviles. Flujos y redes -entendidos como tejidos sociales- definen el ‘espacio social transnacional’. Migrantes internacionales, cuyo curso de migración no es unidireccional y mayormente experimentan una movilidad en más de una oportunidad, establecen relaciones sociales y forman nuevos grupos en nuevos campos sociales. Las relaciones sociales que establecen son ‘productivas’ en el sentido de que producen realidades, espacios. De aquí que el espacio social transnacional sea considerado un espacio intersecto, un producto nuevo.
Siguiendo a Pries, la formación de ‘espacios sociales transnacionales’ caracteriza la era de la globalización. La existencia de estos espacios aparece como precondición y al mismo tiempo resultado de este proceso. Nuevas formas de migración transnacional y el fortalecimiento de la actividad de empresas transnacionales, son las causas que explican la formación de estos espacios (Pries, 2001).
Si bien es cierto que la creación de ‘espacios sociales transnacionales’ no es un fenómeno nuevo -ejemplo de ello es la Iglesia Católica, organización activa internacionalmente que se ha constituido como una estructura pluri-local y conjunto de dinámicas de interacción durante más de dos mil años- este fenómeno se ha extendido a partir del desarrollo de los nuevos medios de comunicación (tecnologías de comunicación innovadoras y económicas como el teléfono, el fax, Internet) y los avances de los medios del transporte.
Los “espacios sociales transnacionales” son definidos por Pries como marcos de referencia plurilocales o multisituados que estructuran las prácticas cotidianas, las posiciones sociales, los proyectos laborales y las identidades.2 Estos marcos de referencia plurilocales o multisituados son estructurados por los individuos y al mismo tiempo estructuran sus experiencias de vida.3 Las dimensiones propuestas como constitutivas del ‘espacio social’ son las prácticas sociales, los sistemas de símbolos y los artefactos, entendiendo por ello todo los objetos que son producidos por el ser humano y por ello entendidos como productos sociales. Conjuntamente con esta distinción de las dimensiones constitutivas de un ‘espacio social’ denso y duradero, Pries señala la existencia de por lo menos tres tipos ideales de espacios sociales relevantes en los estudios transnacionales: la vida cotidiana, las organizaciones y las instituciones -el nivel micro, meso y macro- (Pries, 2008).
Siguiendo a Pries, los ‘espacios sociales transnacionales’ son dominios, producto de reconfiguraciones espaciales dibujadas por redes sociales más allá de los contextos sociales delimitados por los Estados Nacionales. Esto implica que se extienden más allá de las fronteras, independientemente de la existencia de fronteras geográficas y políticas entre las naciones (Pries, 2001).
Para el autor, el ‘espacio social transnational’ puede ser entendido como una configuración y relación posicional de elementos. Si bien esos elementos y la relación entre ellos existen objetiva e independientemente de cualquier reflexión subjetiva, sólo en la mirada de los actores sociales, éste puede constituirse en un ‘espacio’ o configuración espacial. Esto significa que toda mirada y concepto de espacio, es el resultado de reflexión humana.
Por su parte, Thomas Faist utiliza el concepto de ‘espacio’ para hacer referencia a la dimensión espacial de la vida social (Faist, 2010:74). Los ‘espacios sociales transnaciona les’ son una combinación de espacios de flujos y lugares, es decir, una mixtura de vínculos, posiciones en redes y organizaciones, así como redes de organizaciones que cruzan las fronteras de múltiples Estados Nación. Nexos e instituciones sociales son sus dimensiones fundamentales.4 En la concepción de Faist, existen ‘espacios sociales’ con diferentes grados de institucionalidad, desde grupos con una estructura organizacional bien desarrollada -diásporas, comunidades transnacionales y grupos religiosos-, hasta los menos institucionalizados -tales como redes de familias, movimientos sociales y organizaciones no gubernamentales- (Rivera Sánchez, 2007:32).
Inspirado en el trabajo de Pries, Fernando Herrera se aboca a estudiar las nuevas configuraciones sociales que surgen de los procesos migratorios. Al accionar en el marco de un denso conjunto de redes sociales, la población migrante crea estos ‘espacios sociales transnacionales’en los cuales se desarrolla una infraestructura o base material que permite el constante intercambio de personas, bienes materiales y simbólicos, en los cuales la población migrante genera a su vez nuevas instituciones sociales de carácter transnacional y desarrolla formas culturales e identitarias novedosas, que toman de aquí y de allá y combinan de manera creativa los elementos disponibles para desarrollar formas culturales que no son ni la mera recreación de lo que ya se poseía ni la simple adopción de lo que se encuentra en las nuevas tierras (Herrera Lima, 2005: 12). Por lo tanto, este espacio cuenta con elementos constitutivos que incluyen una parte objetiva o material, una infraestructura propia; una parte inter subjetiva, referida al mundo de la cultura, las identidades y las representaciones colectivas; así como un conjunto de instituciones sociales que estructuran internamente dichos espacios.5
En cuanto al planteamiento central, lo que Herrera afirma es que:
- 1)
en los procesos migratorios internacionales actuales, existe un tipo de migración que es pendular, recurrente y de final indeterminado, que se suma a las formas que han sido estudiadas tradicionalmente -estacionales o definitivas- y en las que participa un nuevo tipo de migrante, el transmigrante. Este tipo de migrante se suma a los migrantes tradicionales, como lo son los migrantes definitivos (emigrantes/inmigrantes), los ex migrantes y los migrantes de las diásporas.6 Este tipo de migración y de migrante, si bien ya existía en el pasado de manera marginal o excepcional, está cobrando una importancia creciente en los flujos migratorios contemporáneos;7
- 2)
ese tipo de migración, cuya importancia es creciente, tiene como característica destacada su capacidad de ser producto-productor de espacios sociales de tipo transnacional y plurilocalizados, dadas sus características oscilatorias o pendulares, así como su capacidad para desarrollar formaciones sociales reticulares densas, en las que se desenvuelven o manifiestan elementos infraestructurales, institucionales y simbólicos propios. Se trata de procesos de apropiación, recreación e innovación sumamente creativos.8
Sin duda, la conformación de comunidades, circuitos, campos y espacios transnacionales, es dinámica. Las relaciones sociales y los vínculos se establecen continuamente al mismo tiempo que se enlazan de forma dinámica otras personas y nuevos lugares. Es por ello que sólo podemos obtener una fotografía instantánea del momento a través de la investigación y referirnos a un análisis en un punto determinado en el tiempo.
El uso del lente transnacional nos permite analizar las fluidas experiencias vividas por individuos que migran, desafiando nuestras concepciones previas acerca de la unión entre lugar geográfico e identidad social. Al mismo tiempo, nos permite ver las formas a través de las cuales los migrantes son transformados por sus prácticas transnacionales y cómo esas prácticas afectan los lugares de origen y de asentamiento. De aquí que esta visión o perspectiva considera la vida laboral, social, política y cultural, tanto de la población migrante como de familiares, amigos y habitantes en los lugares llamados de salida y de llegada, donde tales efectos de la migración son vistos como procesos enraizados y condicionados por múltiples estructuras sociales.
A partir de la investigación, el objetivo es reconceptualizar las fronteras de la vida social y dar cuenta de cómo los vínculos y las prácticas de los sujetos contemporáneos rebasan las fronteras locales, regionales y nacionales, dentro de las cuales tradicionalmente estudiamos las relaciones sociales.
Licenciada en Sociología por la Universidad de Buenos Aires; Maestra en Ciencias Políticas por la Universidad Hebrea de Jerusalén y Doctorante del Programa de Posgrado en Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, (México). Trabajó como investigadora en varios centros de investigación en Israel y fue miembro del Departamento de Sociología y Ciencias Políticas de la Universidad Abierta de Israel. Entre sus publicaciones destacan: Urban Creativity: Effective Management and Democratic Openness (2010), On the relation between Knowledge and Policy: Israeli Think Tanks and The public policy environment (2004) y Contemporary Local Government (2003).
Los ‘transmigrantes’ son inmigrantes cuyas vidas cotidianas dependen de múltiples y continuas interconexiones a través de límites internacionales y cuyas identidades están configuradas en relación a más de un Estado Nación. Glick Shiller; Basch y Szanton Blanc (1995).
En trabajos posteriores, Pries utilizará el concepto de espacio ‘societal’ transnacional en lugar de espacio ‘social’ transnacional, indicando que se trata de un término más comprensivo que incluye no sólo lo social, sino lo económico, cultural y político (Pries, 2008:20).
(…) dense, stable, pluri-local (multi-sited) and institutionalized frameworks composed of material artifacts, the social practices of everyday life, as well as systems of symbolic representation that are structured by and structure human life. (…) It can be understood as pluri-local (multisited) frames of reference which structure everyday practices, social positions, biographical employment projects, and human identities, and simultaneously exist above and beyond the social context of national societies” (Pries, 2001: 8).
Faist define a las instituciones sociales como espacios que se caracterizan por una alta densidad de vínculos intersticiales en niveles informales o formales, es decir en niveles institucionales. (Levitt y Glick Schilller, 2008:64).
Herrera retoma aquí la distinción hecha por Pries (1998) entre elementos objetivos, elementos intersubjetivos y el conjunto de instituciones como elementos constitutivos del espacio social transnacional (Herrera Lima, 2005:24-25).
Al igual que Pries, Click Schiller y su equipo se refieren a este tipo de migrante en términos de transmigrante. Ver: Glick Shiller; Baschy Szanton Blanc (1995).
Sin embargo, con ello no se afirma que estos espacios sociales transnacionales sean o tengan que llegar a ser una realidad dominante a nivel mundial o regional; ni que sean algo totalmente nuevo o exclusivo de los procesos migratorios, ni tampoco que todo proceso migratorio internacional tenga que desembocar en el surgimiento de este tipo de espacio (Herrera Lima, 2005:28).