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Inicio Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales La crisis: clave conceptual del pensamiento de Zygmunt Bauman
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Vol. 62. Núm. 230.
Páginas 409-414 (mayo - agosto 2017)
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La crisis: clave conceptual del pensamiento de Zygmunt Bauman
Crisis: A Conceptual Clue to Zygmunt Bauman's Thought
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Mauricio Covarrubias
* Universidad del Desarrollo Empresarial y Pedagógico
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Este es un ensayo escrito a cuatro manos por el sociólogo y filósofo de origen polaco Zygmunt Bauman (Poznan, 1925), en colaboración con el pensador italiano Carlo Bordoni (Carrara, 1946), quienes, a partir de un diálogo fluido, reflexionan sobre las dimensiones sociales y políticas del actual estado de crisis. Los autores sostienen que las sociedades occidentales contemporáneas se enfrentan a una serie de transformaciones de gran calado, que se han venido gestando a largo de varias décadas y cuyos efectos perniciosos serán duraderos. Es una situación social de gran complejidad, que a diferencia de las crisis anteriores, no puede considerarse como algo temporal o transitorio, sino una situación permanente y endémica propia del “mundo líquido”. En otras palabras, se han terminado las coyunturas desfavorables que podían resolverse en un periodo más o menos breve. A decir de Bordoni, esta crisis constituye la característica clave de la era que habitamos, en la que experimentamos la ausencia de estabilidad económica y existencial; del mismo modo en que vivimos en una sociedad insegura, donde prevalece la incertidumbre, vivimos también en perpetuo estado crisis, dominado por reiterados intentos de ajuste y el cuestionamiento de éstos.

La obra se estructura en tres apartados principales, en los cuales se abordan las vertientes de la difícil situación en que se encuentra la sociedad contemporánea: la crisis de la capacidad de acción soberana del Estado, la crisis de la modernidad y la crisis de la democracia representativa, vertientes que convergen y explican la magnitud y alcance de la misma.

En la primera parte, denominada “Crisis del Estado”, la tesis central es que la actual crisis es muy diferente a la que dio lugar el derrumbe bursátil de finales de la década de 1920, cuando los ciudadanos apenas dudaron sobre a quién acudir en busca de auxilio y el Estado representó la única instancia con la capacidad para “forzar” que la situación se amoldara a su propia voluntad. Aunque hubiera divergencia de opiniones en cuanto al mejor modo de salir del apuro, no había discrepancia en que el Estado podría encarrilar la situación por la vía finalmente seleccionada.

La confianza en la capacidad del aparato estatal para cumplir este cometido, descansaba en el supuesto de que reunía las dos condiciones necesarias para una administración efectiva de las realidades sociales: el poder y la política; que al estar en manos del Estado, se asumía como una especie de amo soberano (exclusivo e indivisible) dentro de sus límites territoriales. Por “poder” los autores entienden la capacidad para conseguir que se hicieran las cosas, mientras que, por “política”, la capacidad de decidir qué cosas debería hacer el Estado y cuáles tendrían que resolverse fuera de él, y que, por lo tanto, serían aquellas que debería evitar o de cuyo ejercicio debería abstenerse.

No obstante, en la década de 1970, en un contexto de creciente desempleo y una inflación incontrolable, se puso de relieve la cada vez más notoria incapacidad de los estados para cumplir su promesa de proteger a su ciudadanía con un seguro integral contra la adversidad. Gradualmente, aunque de forma cada vez más descarnada, los estados fueron poniendo de manifiesto su incapacidad para cumplir sus viejas promesas; poco a poco, aunque de manera imparable al parecer, comenzaron a desgastarse la fe y la confianza en la potencia del Estado. Funciones antes reivindicadas y celosamente guardadas por los estados, que éstos monopolizaban y que eran consideradas por la mayoría de la población y de los influyentes líderes de opinión como obligación y misión inalienables de los gobiernos, parecieron adquirir de pronto un carácter demasiado oneroso o gravoso para que los estados-nación pudieran hacerles frente.

En la actualidad, advierte Bauman, el Estado se ha visto expropiado de una parte considerable y creciente de su antaño genuino o presunto poder para hacer cosas, del que se han apropiado fuerzas supraestatales o globales que operan en el llamado “espacio de flujos” (Castells, 1996), fuera de todo control político, mientras que el alcance efectivo de las agencias y los organismos políticos existentes no ha logrado ir más allá de las fronteras estatales. Esto significa, lisa y llanamente, que las finanzas, los capitales de inversión, los mercados laborales y la circulación de mercancías están fuera de las atribuciones y del alcance de las únicas agencias políticas actualmente disponibles para encargarse de la labor de la supervisión y la regulación. Es esa política mermada por déficit de poder y, por lo tanto, también de capacidad coactiva, la que se enfrenta al desafío que le plantean unos poderes emancipados del control político.

En la segunda parte del libro, el dialogo de los autores gira esencialmente en torno a “La modernidad en crisis”. Según Bordoni, nos encontramos ante el fin de la modernidad que se desdijo de sus promesas de progreso. La primera de ellas, la promesa ilustrada de la seguridad, asentada en la esperanza de poder controlar la naturaleza. Las grandes certezas de una tecnología capaz de prevenir y evitar catástrofes naturales se vinieron abajo ante la constatación de que la naturaleza no daría su brazo a torcer. Todo esto, unido a la sucesión de las llamadas catástrofes morales causadas por el hombre, que son frecuentemente más graves que las naturales por su nivel alto nivel de destructividad; es la falta de atención por parte del hombre la que convierte las calamidades naturales en morales y, por consiguiente, en evitables.

Así, la promesa de la modernidad que parecía presagiar el dominio absoluto del hombre sobre la naturaleza estaba condenada al fracaso más absoluto. La traición a esta promesa representó una declaración de rendición ante la naturaleza, una herida mortal infligida a la idea de progreso en que se basaba la esperanza de un mundo mejor. No obstante, la promesa suprema, la que tanto costó alcanzar y que sólo se consiguió tras siglos de disputas sindicales, batallas políticas y costosas conquistas, fue la promesa de la existencia de un garante social. En tal categoría se incluyen todas las medidas provistas por el Estado como parte del acuerdo recíproco global con el ciudadano para proteger la salud, el derecho al trabajo, los servicios esenciales, la seguridad social, la jubilación y la vejez.

Lejos de decir adiós a la modernidad, Bauman considera que ahora mismo nos encontramos esperando recoger los frutos de sus promesas y continuamos consolándonos con que, esta vez, por fin, sí están ahí, aguardándonos a la vuelta de la esquina; las promesas de la modernidad se han mantenido sorprendentemente constantes e inmunes. Sin embargo, Bauman reconoce que las que sí se abandonaron fueron las estrategias favoritas para materializar las promesas de la modernidad. En este sentido, plantea que los fallos han de entenderse sólo como meros contratiempos por la ciencia, ya por su brazo práctico, la tecnología, rezagados con respecto a la tarea que deben realizar.

De acuerdo con Bauman, se han producido dos cambios en el tipo de estrategias que actualmente tienen más probabilidades de diseñarse y seguirse. En primer lugar, ya no son comprehensivas. Ya no toman en cuenta como marco de referencia la forma global de la sociedad, sino que se focalizan en el individuo y en aquellas partes del orden de las cosas que se supervisan y se controlan en el plano individual. En segundo lugar, tras haberse vuelto alérgico a los proyectos radicales por su carácter total e integral, el espíritu moderno está siguiendo actualmente la recomendación de Karl Popper quien, basado en la idea del progreso acumulativo de la ciencia, defendía que se debía “trocear el progreso” para ir paso a paso, sin preocuparnos por metas distantes, que ya trataremos de cruzar el lejano día que lleguemos a ellas.

En el ensayo se desprende que los autores difieren sobre el fin y continuidad de la modernidad. En la perspectiva de Bordoni, nos hallamos inmersos en una gran crisis, que es la consecuencia del final de la modernidad. La posmodernidad representa el punto álgido de la crisis de la modernidad y del intento de ésta por superarla. La posmodernidad, con su exaltación del individualismo y su abandono de la solidaridad, del respeto por los demás y del comportamiento civilizado, que habían marcado el auge de lo moderno, terminó mostrándonos el rostro de una sociedad que había revertido la situación en la que imperaba la ley de la supervivencia del más fuerte, del más listo. Una sociedad en la que se pierde la seguridad de los derechos y se impone el espíritu del consumismo.

Bordoni objeta a Bauman que, a diferencia de muchos pensadores que han hecho de la posmodernidad el tema central de sus estudios, él ha llegado a la conclusión de que vivimos todavía en la modernidad. En todo caso, acepta Bauman, vivimos en una modernidad degradada en la que todo se ha vuelto inestable, precario, provisional e incierto. Por otra parte, donde se aprecia un acuerdo entre ambos pensadores es en que la modernidad, desde el principio y hasta el presenteo, ha girado en torno a la idea de forzar a la naturaleza a servir obediente a las necesidades, las aspiraciones y los deseos humanos como una forma de alcanzar el progreso y de construir una sociedad buena.

Finalmente en la tercera parte, “La democracia en crisis”, Bauman sostiene que entre las crisis, la que afecta a las instituciones democráticas heredadas es posiblemente la más grave de todas, pues ataca a los únicos instrumentos de acción colectiva con arreglo a fines determinados de que disponemos actualmente. En tanto agencia, la democracia representativa ha dejado de ser capaz o de tener interés en cumplir su promesa de seguir la voluntad del electorado que la nombró como representante plenipotenciaria suya.

Para Bordoni la crisis es más bien una condición normal de la democracia y advierte que hoy hablamos de ese concepto como si éste hubiera recorrido una larga trayectoria en cuya cumbre hubieran reinado unas condiciones óptimas de libertad que, desde entonces, han ido decayendo paulatinamente. Lo cierto es que nunca ha habido una edad dorada de la democracia, ni las aspiraciones ni los grandes sistemas teóricos ni las mejores intenciones han sido jamás puestos en práctica exactamente como fueron formulados. La idea misma de democracia es fluctuante y poco precisa, incluso de una complejidad indefinible en ocasiones. El concepto democrático desde sus comienzos fue causa de inevitables conflictos, dudas y ambigüedades, así como de los continuos remedios con los que se ha tratado de compensar la aplicación práctica de los principios democráticos.

En la obra se plantea que debemos distinguir entre el significado original de democracia, como gobierno del pueblo (prevalencia de la mayoría), y el que atribuimos hoy a ese mismo término: libertad, igualdad y respeto por las mismas.

En la era contemporánea la democracia ha optado por una forma representativa: la democracia parlamentaria, por la que el poder democrático se ejerce no de una forma directa, sino a través de la elección de representantes. Independientemente de lo buena o mala que sea dicha fórmula y aun sin tomar en consideración la legitimidad de la representación, está claro que la crisis de la modernidad ha traído consigo una crisis de la democracia representativa. Según Bordoni, hay una sensación de desconexión entre el ciudadano y la política, de una materialización incompleta de lo que sería la verdadera representación democrática.

La actual situación de desfallecimiento democrático, estima Bauman, se debe principalmente a la crisis del Estado, a la incapacidad de éste para actuar como interlocutor fuerte y decisivo de la mediación social, como regulador de la economía, como garante de la seguridad. Tanto es así que las compañías privadas de seguros han remplazado hoy a los gobiernos y a la política como proveedores de seguridad social.

En conclusión, Estado de crisis constituye una obra indispensable para entender las dimensiones del proceso de cambio que experimenta la sociedad occidental contemporánea. La crisis actual difiere de sus precedentes históricas por cuanto la estamos viviendo desde un contexto de “divorcio entre el poder y la política”. Y ese divorcio provoca una “ausencia de la agencia o capacidad de acción” necesaria para hacer aquello que toda crisis exige por definición: elegir un modo de proceder y aplicar la terapia indicada para seguir el camino que se ha escogido.

Se desprende así la percepción de que esa capacidad de acción insuficiente seguirá paralizando la búsqueda de una solución viable hasta que el poder y la política (hoy divorciados) vuelvan a maridarse. Sin embargo, en las actuales condiciones de interdependencia global, ese matrimonio resulta difícilmente concebible dentro de un único Estado, por grande y rico en recursos que sea. Más bien, parece que nos enfrentemos en estos momentos a la formidable tarea de elevar el nivel de la política y de la importancia de sus decisiones a alturas completamente nuevas para las que no existen precedentes.

Sobre el autor

Mauricio Covarrubias es doctor en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Administración Pública por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales fcpys) de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam). Es secretario general de la Universidad del Desarrollo Empresarial y Pedagógico, así como tutor del Programa de Posgrado en la fcpys y en la Facultad de Contaduría y Administración de la unam. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: “The US-Mexico border in the making of bilateral policy” (Using the “Narcotrafico” Threat to Build Public Administration Capacity between the US and Mexico, 2015); “Elementos para una política de Estado en la educación. Visión iberoamericana” (Miradas diversas de la educación en Iberoamérica, 2015); “Decentralisation and governance of the education system in Mexico” (Croatian & Comparative Public Administration, 2016).

Referencias bibliográficas
[Bauman et al., 2016]
Zygmunt Bauman, Carlo Bordoni.
Estado de crisis.
Paidós, (2016),
[Castells, 1996]
Manuel Castells.
La era de la información. 1. Economía sociedad y cultura.
Siglo xxi, (1996),
[Popper, 1962]
Karl Popper.
La lógica de la investigación científica.
Tecnos, (1962),
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