El artículo elabora un modelo analítico que, a partir del enfoque del curso de vida, intenta identificar y comprender la articulación de factores sociales que favorecen la reproducción, acentuación o superación de las desventajas sociales entre jóvenes. El modelo analítico analiza el curso de vida desde una perspectiva longitudinal y enfatiza su carácter procesual. El ejercicio de reconstrucción analítica se realiza a partir de la sistematización y análisis de 34 relatos de vida de jóvenes mexicanos que experimentaron privaciones sociales severas durante su niñez/adolescencia. Los testimonios fueron recabados en tres ciudades mexicanas con diferente nivel de desarrollo: Oaxaca, Monterrey y el Distrito Federal.
This article develops an analytical model which, using a life-trajector y approach, attempts to identify and understand the articulation of social factors that favors reproduction, deepening or overcoming social disadvantages among youths. The analytical model analyzes longitudinal life-trajectories and places emphasis in their evolving character. The analytical reconstruction exercise stems from the systematization and analyses of 34 life-histories of Mexican youths who experienced harsh social deprivation during their childhood/adolescence. Testimonies were collected in three Mexican cities with diverse development levels: Oaxaca, Monterrey and Mexico City.
“Los caminos de la vida no son como yo pensaba, como los imaginaba, no son como yo creía. Los caminos de la vida son muy difíciles de andarlos, difíciles de caminarlos, yo no encuentro la salida”.
México, país de fuertes contrastes sociales, ofrece desde hace varias décadas limitadas oportunidades de vida a millones de jóvenes.1 La ausencia de políticas públicas redistributivas capaces de garantizar el ejercicio de las normas más básicas de ciudadanía social, en conjunto con el pobre desempeño de los mercados de trabajo en las últimas décadas, ha propiciado la reproducción, cuando no la acumulación de desventajas sociales entre los jóvenes de estratos bajos. En no pocos casos, estas desventajas han desembocado en itinerarios biográficos que rayan en la exclusión social.
En México las oportunidades de inclusión social son limitadas y su distribución es muy desigual.2 En este contexto emerge la inquietud por comprender cómo jóvenes que han vivido situaciones de pobreza3 intentan “salir adelante en la vida”,4 identificar los obstáculos que enfrentan, los recursos que movilizan, las decisiones que toman y la ocurrencia de eventos socio-demográficos que, poco a poco, van moldeando de manera disímil sus vidas.
Aprehender el inter-juego entre las constricciones estructurales y la agencia humana situada constituye la preocupación teórica subyacente en nuestro intento por proponer un modelo analítico que posibilite entender la dinámica del proceso de acumulación, reproducción o superación de las desventajas sociales que han enfrentado los jóvenes de familias pobres en el intervalo de vida transcurrido desde su nacimiento hasta el momento de la entrevista.
Para elaborar nuestra propuesta analítica nos basamos en el examen detallado de los relatos de vida de 34 jóvenes –miembros de familias constituidas por trabajadores manuales no calificados– quienes padecieron carencias económicas y sociales extremas en su niñez y adolescencia.5 Este análisis se complementa con una revisión exhaustiva de la bibliografía sociológica en el ámbito internacional que trata sobre el tema del curso de vida y, en particular, sobre el proceso de acumulación de ventajas y desventajas sociales.
El análisis empírico de los relatos de vida de los jóvenes permitió reconstruir diferentes itinerarios biográficos. Clasificamos estos itinerarios en tres rutas de vida: el camino de superación de las desventajas de origen, la vía de reproducción de dichas desventajas y un tercer sendero donde los jóvenes enfrentan el riesgo de exclusión social (Mora Salas y Oliveira, 2014).6 Estas rutas son, en sentido estricto, posibles cursos de vida. Sólo un análisis prospectivo podría dar cuenta del grado en que la vida de los entrevistados efectivamente transcurre por estos caminos. Trabajar con relatos biográficos impone esta restricción.7 Empero, como veremos más adelante, posibilita valorar el influjo de las desventajas sociales heredadas sobre el presente y el futuro previsible.
En la ruta de posible superación de las desventajas sociales se distinguen dos senderos distintos: por un lado, la superación por medio de la escolaridad, y del otro, la superación vía la inserción laboral protegida. La ruta de reproducción de las desventajas sociales se materializa en biografías laboralmente erráticas y precarias o por medio de la reproducción de las desigualdades de género ligadas a la unión matrimonial que confina la vida de algunas mujeres al ámbito doméstico. Por último, la ruta de riesgo de exclusión social se bifurca, también, en dos senderos. En el primero, los jóvenes después de haber protagonizado conductas de transgresión social, parecen haber encontrado una posible vía de reversión de la exclusión por medio del apoyo institucional; esta ruta representa la promesa de la integración social. En el segundo, los jóvenes han quedado atrapados en situaciones de pauperización crónica y la exclusión da lugar a comportamientos que cuestionan las formas de convivencia social y legitiman prácticas que las contravienen.
El texto cuenta con tres secciones adicionales a esta introducción. En la siguiente se bosqueja el modelo analítico que hemos logrado proponer para entender los procesos que gobiernan la dinámica de superación, reproducción y acentuación de las desventajas sociales heredadas. En la tercera sección se ilustra el potencial de ese modelo a la luz de las rutas de vida identificadas a partir del análisis de los relatos de vida considerados en su elaboración. En la cuarta sección se establece, a manera de síntesis, un recuento de los factores que se visualizan como centrales en la definición de los itinerarios biográficos analizados y en los caminos de vida futuro previsibles.
El modelo analíticoLos referentes teóricos y principales conceptos, retomados en la elaboración del modelo analítico, provienen de diferentes líneas de estudio que iremos refiriendo con más detalle a lo largo del texto. Por ahora importa señalar que del enfoque del curso de vida recuperamos las nociones de trayectorias, transiciones, puntos de inflexión, temporalidad de los eventos vitales y los principios de vidas interrelacionadas, agencia, tiempo y lugar.8 De los estudios sobre transición a la adultez incorporamos las nociones de momentos críticos, itinerarios biográficos, agencia situada.9 Por último, de las discusiones y análisis sobre acumulación, desventajas sociales, acaparamiento de recursos y procesos de exclusión utilizamos las nociones de acoplamiento de desigualdades sociales y desigualdades persistentes y biografías de exclusión social.10 A partir del interjuego entre conceptos y relatos de vida, elegimos los diferentes ejes analíticos considerados en el modelo propuesto (véase gráfico 1).
En la descripción del gráfico 1 hay que destacar la importancia del eje temporal que distingue entre el origen familiar que remite al pasado, el itinerario biográfico que transcurre del pasado al presente, y el futuro probable que enlace el presente con el futuro. Al igual que Casal et al. (2006) pensamos que la dialéctica del tiempo permite desentrañar las conexiones entre las experiencias vividas (pasado), las vivencias en curso (presente) y las experiencias previsibles (futuro probable), permitiendo construir una visión no lineal del tiempo en el curso de vida de los individuos.
En el estudio del curso de vida de los jóvenes, consideramos un conjunto de ejes analíticos ubicados en diferentes momentos en el tiempo pero interrelacionados entre sí. Partimos del origen familiar que trata de captar las posibles ventajas y desventajas sociales heredades. Aquí consideramos las condiciones materiales de existencia, la posición de los jóvenes en la familia, la socialización diferenciada por sexo, las formas de convivencia familiar, la noción de vidas interrelacionadas y los recursos familiares que han tenido a su alcance.
Posteriormente, nos referimos al itinerario biográfico que engloba el proceso de transición a la adultez que incluye las trayectorias educacionales, ocupacionales y familiares y la temporalidad de los eventos que suelen definir estas experiencias de vida. Asimismo, consideramos los momentos críticos que experimentan los jóvenes a lo largo de su vida; situaciones que los obligan a tomar decisiones –en un universo muy restringido de opciones– que pueden cambiar el curso de sus vidas. También hay que considerar el azar –lo imprevisto, contingente, inesperado– que los jóvenes suelen atribuir a la “suerte”. El azar desencadena situaciones de vida que, como la muerte del padre o de la madre, suelen constituir puntos de inflexión que dan lugar a cambios profundos en el curso de vida de los sujetos.
Por último, consideramos el rol que juega la visión de futuro en las elecciones que toman las y los jóvenes y que, finalmente, contribuyen a moldear sus trayectorias de vida. Hacemos mención a las aspiraciones, expectativas y planes de vida de los jóvenes, lo cual permite entrever no sólo la concepción del futuro sino el tipo de agencia que protagonizan en su cotidianidad.
En otro plano, y ejerciendo influencia en diferentes momentos del curso de vida, destacamos la importancia de considerar los recursos externos a la disposición de los jóvenes. Esto nos refiere al contexto social donde los jóvenes se encuentran insertos, las oportunidades del mercado de trabajo, los apoyos institucionales y las redes sociales a que tienen acceso.
Finalmente, en la parte inferior del gráfico 1 se ubican la diversidad de rutas de vida que hemos sido capaces de identificar en los relatos analizados. Veamos con más detalle cada uno de estos aspectos.
El origen familiar: desventajas y ventajas sociales heredadasLa consideración del origen social como un elemento clave en la explicación de las oportunidades/restricciones que enfrentan las personas a lo largo de sus vidas, cuenta con una larga tradición en la sociología. Nolan, Esping-Andersen, Whelan y Maitre (2010) hacen una excelente sistematización de los resultados de su investigación a partir de la cual dan cuenta de cómo el origen social incide sobre las trayectorias educacionales y laborales de los individuos y los procesos de movilidad inter-generacional.11Erickon y Goldthorpe (2002), a su vez, muestran la relevancia sociológica del rol de la familia de origen en la transmisión intergeneracional de la desigualdad. Duncan y Brooks-Grun (1997) presentan evidencia rigurosa sobre la acumulación de desventajas sociales entre niños que crecieron en familias pobres en los Estados Unidos de América. En la misma dirección, Wagmiller y Adelman (2009) corroboran empíricamente que la probabilidad de ser pobre en la adultez es mayor entre aquellas personas que vivieron situaciones de pobreza durante la niñez/adolescencia.
Al considerar la influencia del origen familiar en la vida de los jóvenes, es relevante tener en cuenta los diversos aspectos ya mencionados: las condiciones materiales de existencia; rasgos familiares tales como la posición de los jóvenes entre los hermanos(as), la condición de hombre o mujer; las formas de convivencia y los apoyos familiares a los que se tiene acceso.
Es conocido que las condiciones de existencia de las familias de origen tienen consecuencias decisivas sobre las oportunidades de vida12 de sus integrantes, como señalamos previamente. Análisis anteriores de relatos de vida de jóvenes que experimentaron situaciones de pobreza extrema en la niñez y adolescencia muestran que provenir de una familia de escasos recursos económicos suele dejar huellas profundas en el curso de vida de sus integrantes (Espíndola, 2013; González y de la Rocha, 2006; Saraví, 2004). Incluso, en casos extremos de privaciones más severas, la familia puede actuar como un factor que propicia conductas de riesgo entre los niños/jóvenes, apoyando u favoreciendo su participación en actividades de generación de ingresos asociadas con la mendicidad, la drogadicción, el robo y la prostitución infantil (Espíndola, 2013). Pero también hay que hacer hincapié en que un ambiente familiar que brinda afecto, apoyo emocional, seguridad y protección, puede contribuir a contrarrestar, en parte, el impacto desfavorable de la falta de recursos materiales, actuando como un factor de protección social de primer orden (Mora Salas y Oliveira, 2014).
Además, las formas de encarar las dificultades económicas, así como las consecuencias múltiples sobre la vida de las personas jóvenes, pueden variar de acuerdo con el tamaño de la familia, la presencia o ausencia del padre, la posición de los jóvenes entre los hermanos, la condición de hombre o mujer y el apoyo de otros familiares como los abuelos o los tíos. Es importante tener en cuenta que conforme se incrementa el número de hijos pequeños en la familia, se torna más difícil lidiar con las precarias condiciones de existencia. Los hijos o hijas mayores, frente a situaciones críticas, tienden a asumir una mayor responsabilidad familiar. En estos casos, por lo general, observamos que las desigualdades de género encuentran su cauce de reproducción al conferir a las mujeres jóvenes un rol preponderante en los quehaceres domésticos y en el cuidado de otros integrantes del hogar.
En lo relativo a las formas de convivencia familiar, es pertinente incorporar la noción que Elder, Kirkpatric y Crosnoe (2003: 13) denominan el principio de vidas interrelacionadas. Este principio enfatiza el carácter relacional de los individuos al llamar la atención sobre los núcleos de interacción social en que están inmersos. Por lo general, estos núcleos se constituyen en torno a la proximidad socio-territorial, tejiendo vidas interconectadas y constituyendo redes sociales que modulan la influencia de los eventos macro-sociales sobre sus vidas (Espíndola, 2013; Saraví, 2004). Si bien el análisis de las redes de interacción no se agota en la familia, en este trabajo hemos resaltado las interacciones que acontecen en su seno.13
La convivencia familiar no siempre es solidaria y armoniosa, con frecuencia está cargada de tensiones, conflictos y ambivalencias. Crecer en un clima familiar adverso, cuando no hostil, signado por el alcoholismo o la drogadicción del padre; el abuso sexual por parte de algún familiar; enfrentar situaciones de violencia física extrema o experimentar el abandono a temprana edad por parte de alguno de los progenitores, puede resultar en un factor de riesgo para los jóvenes, y en forma especial para quienes no contaron con ningún tipo de apoyo social, institucional o familiar para sobrellevar experiencias de vida traumáticas.
Cuando el núcleo familiar se erosiona, el apoyo de otros familiares (tíos, abuelos) puede ser vital para garantizar la manutención cotidiana (casa, comida, vestido) y la permanencia en el sistema educativo; máxime en una sociedad en la que la familia ocupa un papel central en la provisión de la seguridad social (Barva, 2004; Martínez, 2007). Contar con un familiar cercano al que recurrir en caso de necesidad (material o emocional) es un aspecto que resalta, en tanto recurso valioso, en los relatos de vida analizados. Las jefas de familia, mujeres que asumen en ocasiones solas la crianza de sus hijos, constituyen una figura central en los relatos en torno a la familia de estos jóvenes. También destacan el papel de los hermanos y hermanas que entran en escena de diversas maneras. Las hermanas asumen, las más de las veces, las tareas ligadas al trabajo doméstico y de cuidado. Los varones, por su lado, generan ingresos derivados de su inserción precoz en el mercado laboral, algunas veces para suplir los ingresos que el padre dejó de aportar –por muerte, abandono o migración– otras para sumar algún dinero a los limitados ingresos familiares. Los hermanos y hermanas mayores ayudan, de igual forma, a los menores en la elaboración de las tareas escolares para suplir las carencias de estudio o tiempo de los padres, o “extienden la mano” para superar cuadros críticos de vida (drogadicción, alcoholismo, abandono paterno). No obstante, la presencia de un hermano que busca vías ilegítimas de obtención de recursos o incurre en adicciones críticas, puede tornarse en un factor de riesgo para los demás.
En suma, las condiciones materiales de existencia y las formas de convivencia muestran que las familias, como ámbito de interacción, socialización, apoyo emocional y manutención cotidiana, juegan un papel central en el itinerario biográfico de las y los jóvenes de estratos bajos, pues suelen ser la principal fuente de recursos a su disposición. Cuando en el hogar predomina la solidaridad, la familia ejerce influencia en la orientación de su curso de vida, tornándose en un factor de protección frente a las tendencias de exclusión social en curso. Sin embargo, las influencias familiares también pueden operar en sentido contrario. Cuando lo frecuente es el conflicto, la violencia, el abuso sexual y el abandono, la familia es un factor que contribuye a desestructurar las trayectorias de vida de los jóvenes y se articula con otras fuerzas que favorecen las dinámicas de exclusión social.
Itinerario biográfico: el proceso de transición a la vida adultaRegresando al gráfico 1, en la línea del tiempo trazada, el desplazamiento horizontal –el movimiento desde el pasado hacia el presente– plantea la relevancia de examinar el proceso de transición a la vida adulta. Sostenemos que este proceso constituye un período de cristalización de las desigualdades sociales, lo cual suele ejercer gran influencia en los acontecimientos futuros de los jóvenes, dejando huellas muchas veces indelebles en sus biografías.
Considerar la temporalidad de algunos eventos vitales apunta a tomar en cuenta el principio del “momento-sincronización” (timing) formulado por Elder, Kirpatric y Crosnoe (2003: 12). Según este principio, la ocurrencia de un evento tiene repercusiones diferenciales de acuerdo al momento del curso de vida en que acaece y a las otras circunstancias de vida con que interactúa, tanto como con las decisiones que toma el individuo para encarar las situaciones de vida desencadenadas. Es decir, no es sólo el evento vital, sino también la interacción que acontece con otras circunstancias de vida lo que va dejando una estela en la vida de los sujetos que puede, en algunos casos, perdurar por el resto de la vida.
Desde una óptica socio-demográfica, eventos vitales como la salida de la escuela, la entrada al mundo del trabajo, la salida de la casa de los padres, la primera unión y el nacimiento del primer hijo, son considerados clave en el proceso de transición a la vida adulta en la medida en que pueden contribuir a que los jóvenes asuman una mayor responsabilidad, autonomía y control sobre sus vidas.14 También es pertinente tomar en cuenta la participación en el trabajo doméstico y de cuidado de otros miembros del hogar como parte de la transición a la adultez, en tanto modifican la condición de los individuos en el seno familiar, confiriéndoles nuevas responsabilidades –muchas veces vitales para el funcionamiento familiar– y constituye una fuente de maduración emocional.15 En la esfera de los trabajos reproductivos (domésticos y de cuidado), es donde se manifestan en forma más nítida las inequidades entre las mujeres y los hombres jóvenes.
En México se ha establecido que la ocurrencia de tales transiciones a edades muy tempranas puede transformarse en un factor adicional de reproducción de desigualdades sociales, máxime entre jóvenes de extracción social popular (Saraví, 2006; Echarri y Pérez Amador, 2007; Oliveira y Mora-Salas, 2008).
También es conocido que las niñas y adolescentes más pobres participan desde temprano en la realización de actividades domésticas y de cuidado. Los varones también participan en este tipo de trabajo, aunque en menor medida que sus hermanas, por lo general en situaciones de necesidad extrema y no siempre de manera voluntaria. En este caso, se pone al descubierto que la distribución diferencial del trabajo en el hogar ocurre desde temprana edad, contribuyendo así a reproducir patrones tradicionales de especialización de género que pueden persistir a lo largo de la vida adulta (Camarena, 2004; Mier y Terán y Rabell, 2004). Esto refuerza el argumento según el cual el género es un factor que moldea la transición a la adultez y el curso de vida en su conjunto (Horbath, 2004; Mier y Terán, 2004; Giorguli, 2005; Gandini y Castro, 2006; Oliveira y Mora, 2008).
La necesidad que tienen los hogares del estrato bajo de paliar sus carencias económicas haciendo uso activo de su mano de obra juvenil para lograr su reproducción social, ha llevado incluso a algunos jóvenes a hablar de adultez forzada.16 Asimismo, el ingreso a edades tempranas al mercado de trabajo trae diferentes consecuencias sobre la trayectoria educacional de las y los jóvenes y sobre sus biografías laborales. Unos retrasan la entrada a la escuela, otros interrumpen sus trayectorias escolares sin haber concluido los ciclos de formación básica, mientras otros, probablemente los menos, logran combinar estudio y trabajo extradoméstico, a pesar de la carga adicional que esto significa.
De igual forma, experimentar transiciones relacionadas con la primera unión, el primer embarazo y el nacimiento del primer hijo, ocasiona alteraciones significativas en la ruta de vida de los jóvenes de estratos bajos y familias pobres.17 Algunas jóvenes dejan de estudiar para cuidar a sus hijos, otras ya habiendo abandonado la escuela ven que sus vidas quedan circunscritas al ámbito de lo doméstico, viendo cómo se erosionan sus escasos recursos laborales. En el caso de los varones, el embarazo no planeado de la pareja puede llevar a la interrupción de los planes de estudio, a un ingreso inesperado al mercado de trabajo y al desarrollo de un sentimiento de falta de control sobre la vida.
Por último, verse forzado a salir de la casa de los padres a temprana edad puede desencadenar dificultades significativas, debido a las carencias emocionales y económicas que suele acarrear. Esta situación se agrava cuando la ruptura con el núcleo familiar se precipita por problemas de violencia y abusos familiares, llevando a los y las jóvenes a vivir en la calle o a buscar refugio en alguna institución que les brinde alojamiento, alimentación y alguna capacitación (Mora Salas y Oliveira, 2014).
A las marcadas inequidades de género se aúnan las desigualdades de clase que se manifiestan al comparar los jóvenes varones que provienen de familias con menos recursos económicos. Ellos salen de la escuela e ingresan prematuramente a la fuerza de trabajo e inician su unión marital y tienen hijos a edades más tempranas que los jóvenes con mayores recursos económicos (Oliveira y Mora Salas, 2008; Echarri y Pérez, 2007). Los jóvenes con condiciones de vida más precarias han tenido que asumir responsabilidades familiares más tempranamente, acelerando así su tránsito hacia la adultez.
Estas diferencias entre sectores sociales, en lo relativo al calendario de ocurrencia de los eventos vitales, son aún más marcadas en el caso de las mujeres jóvenes. En efecto, la confluencia de las inequidades de clase y género contribuyen a aumentar aún más las desventajas que enfrentan las mujeres con escasos recursos socioeconómicos en el tránsito hacia la vida adulta. Ellas abandonan prematuramente la escuela con bajos niveles educativos y suelen dedicarse a los quehaceres domésticos. Cuando trabajan, lo hacen en empleos de peor calidad, tienden a casarse muy jóvenes y tener hijos a menor edad (Parrado y Zenteno, 2002; Echarri y Pérez, 2007). Excepto en lo que refiere a la entrada al mercado de trabajo, en todos los demás eventos las discrepancias entre estratos sociales son más acentuadas cuando se compara a las mujeres; aspecto que denota que la interrelación entre el estrato socioeconómico y el género contribuye a la acumulación de desventajas para las jóvenes de los estratos bajos.
Otra noción central en el análisis del curso de vida de los jóvenes es la de momentos críticos. Retomamos la definición propuesta por Tomson y otros (2002: 339) que considera como momento crítico a las experiencias de vida que tienen hondas repercusiones en su trayectoria o en su identidad.
Nosotros, a diferencia de Tomson y otros, no enfatizamos el elemento de identidad sino el componente de vida. Adicionalmente, nos centramos en experiencias –eventos, acontecimientos, situaciones familiares o individuales– que, según la propia narrativa de los sujetos, dejaron huellas persistentes en sus vidas. En no pocos casos, estas experiencias constituyen verdaderos puntos de quiebre en el curso de vida de los jóvenes entrevistados; vivencias que desencadenan lapsos biográficos en los cuales el ritmo de vida se precipita, según los relatos analizados. Estas “coyunturas biográficas” abren o cierran (según sea el caso y el tipo de vivencia) posibles caminos de vida y desencadenan consecuentemente sentimientos de vértigo y de pérdida del control de la vida.18 Desde nuestra óptica, los momentos críticos son puntos de inflexión en el curso de vida identificados por los propios sujetos como momentos cruciales en su vida, experiencias que modificaron de manera significativa sus condiciones de vida, su forma de ser y pensar, así como sus vínculos sociales significativos.19
Diferenciamos tres tipos de momentos críticos. Primero, los vinculados a la dinámica familiar. Segundo, los derivados de las propias elecciones y acciones de los sujetos. Y, finalmente, aquellos que están fuera del alcance de los jóvenes por relacionarse con factores muchas veces fuera de su control.
Los primeros son el resultado de eventos familiares que no dependen de las elecciones y decisiones de los jóvenes. Se trata de situaciones que ejercen un gran influjo en el curso de vida de los jóvenes y que están fuera de su control, tales como la disolución de la unión conyugal de los padres (separaciones, divorcios); la enfermedad o muerte de uno de los progenitores; el abandono paterno/materno o el deterioro drástico de las condiciones de vida debido a cambios en la situación laboral del padre o la madre –migración, desempleo, jubilación, problemas económicos–. Dependiendo de la etapa del curso de vida en que tales eventos acontecen, sus consecuencias tienen un mayor o menor impacto sobre la trayectoria de vida de los jóvenes. En el caso de jóvenes de familias pobres, estos eventos pueden desencadenar o profundizar la acumulación de desventajas sociales, pues tienden a aumentar la probabilidad de deserción escolar, de ingreso al mundo laboral, de tener que asumir activamente las labores domésticas y de cuidado en el hogar, o bien de que adquieran responsabilidades de primer orden en la manutención de la familia.
El segundo tipo de momentos críticos referidos al curso de vida de los jóvenes depende en mayor medida de sus decisiones y acciones, razón por la cual se vincula con la formación o disolución de la familia de procreación, el nacimiento del primer hijo, la interrupción de la trayectoria escolar, su participación en el mercado laboral, diversas experiencias de sociabilidad y –en el caso de los menos favorecidos– con experiencias de transgresión social. El dejar la casa de los padres a edades tempranas, un embarazo precoz no planificado, vivir en la calle, tener una experiencia carcelaria o dedicarse a la venta o tráfico de drogas, están entre las experiencias de vida que tienden a trastocar, según los relatos de vida analizados, los itinerarios de vida de los jóvenes.
Según nuestra evidencia, experiencias como el embarazo no planeado y la ruptura de una relación amorosa, pueden también llevar a una desestructuración de sus proyectos de vida. Sin embargo, otros autores han observado que, en situaciones de pobreza extrema, un embarazo puede actuar como un factor de protección frente al peligro de elegir rutas de transgresión social (García, 2012). Todo dependerá, entonces, de la forma en que los momentos críticos interactúen con el conjunto de condiciones y eventos que orientan el curso de vida de los jóvenes, los recursos disponibles para enfrentar las circunstancias emergentes y la agencia que desplieguen los sujetos ante las mismas; es decir, con la constelación de factores que en un determinado momento del curso de vida genera encrucijadas ineluctables para las y los jóvenes.
Finalmente, también hay que tener en cuenta los momentos críticos relacionados con la esfera laboral (desempleo) o la salud (accidentes, enfermedades), que dependen en menor medida de la voluntad del sujeto y son resultado del mayor peso de los constreñimientos sociales. Eventos macro-estructurales como las crisis económicas suelen, de igual forma, tener consecuencias nefastas sobre la trayectoria de vida de los jóvenes de familias pobres. Se trata de imperativos circunstanciales, para utilizar la noción propuesta por Elder (1994), que muchas veces llegan a alterar la vida de los jóvenes de manera significativa.
El análisis de los momentos críticos se torna una herramienta analítica de primer orden para entender el curso de vida de los jóvenes, pues permite examinar los cambios en las trayectorias de vida de los individuos y sus consecuencias de largo plazo. Además, los momentos críticos, con independencia del tipo, constituyen coyunturas específicas en las cuales los sujetos buscan movilizar los recursos personales, familiares, institucionales o sociales a su alcance con el fin de superar las dificultades o aprovechar las oportunidades que se generan. En consecuencia, ponen al descubierto el influjo de las privaciones tanto sociales como materiales a la vez que posibilitan analizar los tipos de agencia que desarrollan los jóvenes.
Agencia situada: aspiraciones, expectativas y planes futurosRetornando al gráfico 1, en el desplazamiento desde el presente hacia el futuro probable, adquiere importancia analizar las aspiraciones, expectativas, planes y proyectos de los jóvenes. La incorporación de estos aspectos subjetivos permite caracterizar diferentes tipos de agencia y analizar cómo los proyectos futuros pueden llevar a elecciones y decisiones en el presente. Recuperamos el concepto de agencia según el cual los individuos construyen su propio curso de vida por medio de las elecciones y acciones que toman, considerando las oportunidades y restricciones que derivan de su situación histórica y social (Elder y otros, 2003: 12). No obstante, para evitar interpretaciones voluntaristas, enfatizamos la dialéctica entre condicionantes estructurales y la agencia humana implícita en la noción de agencia limitada desarrollada por Evans (2002). Esto posibilita enfatizar que el control efectivo que las y los jóvenes ejercen sobre sus vidas y la capacidad de decisión y acción (agencia) que efectivamente desarrollan, se lleva a cabo teniendo en cuenta los recursos disponibles y los potencialmente accesibles, tanto como las barreras sociales e institucionales que limitan, y a veces impiden, la concreción de sus elecciones, planes y acciones.
Elaborar proyectos de vida y vencer los obstáculos que se presentan de cara a su consecución, constituye un elemento importante para diferenciar la agencia en diversos tipos. Las expectativas y proyectos futuros, la elaboración de planes a corto, mediano y largo plazo orientan elecciones y acciones que contribuyen a la construcción de posibilidades en el presente orientadas a lograr lo planeado. Sus expectativas pueden orientarse hacia diferentes propósitos: terminar los estudios, formar una familia, entrar a trabajar y la consecución de la vivienda propia, entre muchas otras. Estas orientaciones también pueden estar presentes en forma simultánea en las narrativas de los jóvenes, sobre todo cuando se trata de planes a más largo plazo. A su vez, los planes laborales dejan ver la diversidad de rutas que los jóvenes anhelan en contraste con aquellas en las que están inmersos.
También es necesario considerar las situaciones en las cuales algunos jóvenes no tienen posibilidades de elaborar planes o proyectos de largo plazo. No pensar en el futuro, en casos de privación extrema, se presenta como una realidad consumada ante la imposibilidad de imaginar, realistamente, un futuro diferente. En estos casos, se percibe el futuro como incierto, lejano e imprevisible. Todas las energías se depositan en el presente. Ante el imperativo cotidiano de sobrevivencia no hay espacios para planear la vida futura. Se trata de situaciones donde la agencia está subordinada y es comandada por la subsistencia. Adoptando la clasificación utilizada por Berger (2008), podemos adjetivar este tipo de agencia como adaptativa (habitual). En contraste, cuando hay planes, metas y propósitos explícitos, se puede considerar la agencia como proyectiva. En los casos en que además de tener proyectos claros, las y los jóvenes evalúan diferentes alternativas en función de los recursos disponibles, se podría hablar de una agencia evaluativa/proyectiva o pragmática/evaluativa, para utilizar la terminología de Emirbayer y Mische (1998).20
Para comprender, en cierta medida, la razón por la cual los jóvenes desarrollan diferentes tipos de agencia, se debe tener presente que ésta se construye a lo largo del curso de vida. También es importante tener en cuenta que el tipo de agencia puede cambiar en el tiempo en la medida en que el individuo experimenta nuevas situaciones de vida en un contexto familiar, estructural e institucional dinámico (Emirbayer y Mische, 1998).
Además, hay que destacar que la agencia individual encuentra límites difíciles de franquear (Evans, 2002) frente a obstáculos de diversa índole tales como la falta de recursos económicos, el desempleo, la precarización laboral y las barreras de ingreso al mercado laboral, muchas de ellas infranqueables para jóvenes de escasos recursos.
Recursos externosEn el estudio de los itinerarios biográficos y de las rutas de vida probables, se requiere considerar la interacción entre las condiciones de vida derivadas de la posición social de los jóvenes y sus familias; la agencia por ellos desplegada y los factores contextuales que contribuyen a moldear sus cursos de vida.
Los factores contextuales definen, en parte, los recursos a su alcance derivados del contexto social de pertenencia de los jóvenes; las oportunidades laborales existentes en los mercados locales; el acceso a los programas sociales que opera el Estado, así como iniciativas de integración social generadas por la Iglesia y Organizaciones no Gubernamentales, tanto como las redes sociales de apoyo efectivas al alcance de los jóvenes. Por esta vía retomamos el principio de tiempo y lugar (Elder y otros, 2003: 12) según el cual el curso de vida de los individuos está incrustado y es moldeado por el tiempo histórico y la localización geográfica de las personas. Enfatizamos aquí los recursos que son susceptibles de movilización por parte de los jóvenes en los contextos (locales, sociales y familiares) en que ellos habitan.
Las oportunidades del mercado de trabajoLa consideración de la naturaleza de los mercados de trabajo en los cuales los jóvenes se insertan, es fundamental para entender sus oportunidades diferenciales de logro ocupacional y los itinerarios laborales. En el caso de los jóvenes de familias pobres, el acceso al mercado de trabajo constituye un factor crítico de primer orden en la orientación de su curso de vida, ya que el bienestar familiar y personal depende, en gran medida, del tipo de inserción laboral.
La participación de los jóvenes en el mercado laboral es resultado de un interjuego entre mercados, empleabilidad y redes sociales. Por un lado, las dinámicas de especialización de los mercados de trabajo, su capacidad de absorción laboral y las tendencias predominantes en términos de contratación y regulación en los mercados locales, condicionan el tipo de inserción laboral juvenil, particularmente en los estratos bajos. Por otro, los recursos laborales que logran acumular los propios jóvenes por medio de su trayectoria escolar, el acceso a programas de formación técnica y en particular la propia experiencia laboral acumulada en el puesto de trabajo, también influyen sobre el tipo de inserción laboral posible. Finalmente, el círculo lo cierran el universo de redes sociales a las que tienen acceso. Es sabido que el hallazgo de buenos empleos está condicionado no sólo por las credencias disponibles, sino también por el capital social de los jóvenes. Cuanto más amplias sus redes sociales, mayores son las chances de no quedar conminado a circuitos del mercado pauperizados.
En el caso de los relatos de vida de jóvenes hijos de trabajadores manuales no calificados pauperizados, destacan –en la mayoría de los casos– trayectorias laborales erráticas, no propicias para el aprendizaje de conocimientos y habilidades técnicas de oficios particulares debido a la alta volatilidad laboral, pero también, a la inserción en puestos de trabajo asociados a establecimientos de baja productividad. En estos casos, como veremos más adelante, las rutas laborales transitan por caminos de precariedad laboral que alternan con modalidades de autoempleo de subsistencia.
Son pocos los jóvenes de familias pobres entrevistados que lograron inserciones estables y protegidas en el mercado laboral, y menos aun los que han conseguido superar el autoempleo de subsistencia. Pocos son también los que disponen de redes sociales de amplio espectro. Por el contrario, éstas suelen estar circunscritas a las unidades primarias de socialización (familia, barrio, escuela).
Lo anterior no es resultado de la falta de gestión, iniciativa y tenacidad laboral de estos jóvenes sino que, por un lado, actúan en su contra los limitados recursos laborales a su disposición, ya que pocos son los que concluyeron la preparatoria y menos aun los que cursaron estudios superiores. Por otro lado, se observan trayectorias laborales erráticas, circunscritas a circuitos de baja productividad, que obstaculizan la adquisición de conocimientos, habilidades y competencias laborales valorados en el mercado. En su contra actúa una estructura de oportunidades laborales deprimida que favorece la precarización laboral y el autoempleo de subsistencia (Oliveira, 2006; Mora Salas y Oliveira, 2010; García, 2009; Rojas y Salas, 2008).21 Pese a esta limitación, el logro de una inserción laboral que brinde seguridad, estabilidad, un ingreso básico y protecciones mínimas, deviene un parteaguas en la vida de estos jóvenes. Es decir, constituye un recurso estratégico desde el cual, a juicio de los pocos que lo han logrado, se consigue “salir adelante en la vida” mediante la superación de las privaciones sociales y las carencias económicas básicas, pudiendo contribuir al bienestar propio y al de sus familias.
La importancia de los apoyos institucionales y de las redes socialesComo hemos mostrado en los apartados anteriores, en un contexto de extrema precariedad económica los jóvenes con frecuencia están expuestos a un ambiente familiar conflictivo que contribuye a desestructurar sus trayectorias de vida o incluso enfrentan momentos críticos que traen cambios significativos en su curso de vida. Pero ello no implica que estos eventos los dejen en el desamparo absoluto. Con frecuencia pueden movilizar diferentes tipos de apoyos. La ayuda de amigos, compañeros, y en casos eventuales los propios patrones,22 así como posibles apoyos institucionales, se tornan fundamentales para que los jóvenes puedan seguir estudiando, conseguir un trabajo, contar con un lugar donde vivir o salir de situaciones de calle.23
Las instituciones públicas o privadas así como las organizaciones no gubernamentales y las organizaciones religiosas pueden, de igual forma, llegar a ser una “tabla de salvación” para los jóvenes en procesos de exclusión social.24 Constituyen un apoyo para “dejar la calle”, recuperarse de problemas de drogadicción crónica, lograr capacitación en algún oficio y conseguir una beca escolar. En los relatos de vida de los jóvenes analizados, tener acceso a algún programa social del Estado, organización gubernamental o religiosa, deviene un recurso de primer orden para reorganizar la vida. En su ausencia, las fuerzas que operan hacia la exclusión social se fortalecen. Por tal motivo, pueden ser conceptualizados como verdaderos factores de protección que buscan atenuar, anular o revertir los procesos de exclusión social en curso.
La convergencia de ventajas y desventajas sociales en la explicación de la diversidad de rutas posiblesLa interrelación de los diferentes ejes analíticos descritos permite comprender los procesos de reproducción, acumulación o superación de las desventajas sociales heredadas a lo largo del curso de vida de los jóvenes (véase tabla 1). Las concatenaciones entre los elementos analíticos reseñados permiten identificar diferentes trayectorias biográficas y proponer rutas hipotéticas de vida. Subyace a este ejercicio la búsqueda de explicaciones que permitan entender cómo y por qué jóvenes del mismo origen social con perfiles sociodemográficos y socio-familiares semejantes, desarrollan itinerarios biográficos contrastantes y formulan proyectos de vida disímiles.
Recurrimos en este apartado a la reconstrucción sintética y analítica de los 34 relatos de vida estudiados para mostrar cómo el origen social, las trayectorias y transiciones, los momentos críticos, los recursos familiares, los apoyos institucionales, así como las aspiraciones y las expectativas y las elecciones (agencia), pueden actuar como factores de protección o riesgo frente a las desventajas sociales heredadas, desencadenando en unos casos procesos de superación de las desventajas sociales, en otros, dinámicas que propiciarían su reproducción y, en otras situaciones, dinámicas de acumulación de desventajas que trazan senderos de exclusión social.
Como puede observarse en la tabla 1, las ventajas o desventajas sociales que los jóvenes acumulan en el trayecto recorrido del curso de vida, no se distribuyen aleatoriamente entre las diferentes rutas que hemos explicitado anteriormente. En las rutas de posible superación por la vía escolaridad se acumula un mayor número de ventajas sociales en los diferentes ejes analíticos considerados. En contraste, en la ruta de riesgo de exclusión, los atrapados en condiciones de pobreza presentan una mayor acumulación de desventajas sociales. Veamos qué factores de protección y riesgo convergen en cada una de las diferentes rutas que nos fue posible reconstruir.25
Acumulación de ventajas (V) y desventajas sociales (D)
Rutas | Experiencias familiares | Transiciones tempranas | Agencia | Recursos externos | ||||||||
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Alcoholismo, violencia, abuso, abandono | Muerte, enfermedad, migración | Apoyo familiar | Escuela | Trabajo | Unión, hijos | Deja casa padres | Proyectiva-evaluativa | Evaluativa | Adaptativa | Institucional | Oportunidades de mercados | |
Superación | ||||||||||||
Vía escolaridad | V | V | V | V | ||||||||
Vía mercado | D | D | V | D | D | D | V | V | ||||
Reproducción | ||||||||||||
Asalariados precarios | D | V | D | D | D | V | ||||||
Vía matrimonio | D | V | D | D | D | V | ||||||
Riesgo de exclusión | ||||||||||||
Rescatados | D | D | D | D | V | V | ||||||
Atrapados | D | D | D | D | D | V |
Es posible identificar un conjunto de jóvenes de origen social humilde y de familias pauperizadas que han apostado a la educación como principal vehículo de superación social. Para este núcleo de jóvenes la escolaridad constituye la promesa de un futuro mejor. Algunos cursaron carreras técnicas de nivel terciario. Otros lograron, con gran esfuerzo personal y familiar, ingresar a la universidad. Ambos tienen mayores recursos de empleabilidad, pero las posibilidades reales de hacer efectivo el sueño de “salir adelante en la vida” dependerán de las carreras elegidas, la ampliación de sus redes sociales y la estructura de oportunidades laborales a su alcance.26
Para los jóvenes que eligieron esta vía, la escolaridad representa el recurso estratégico para lograr una formación técnica o profesional, acceder a un empleo de calidad que les permita generar recursos económicos para satisfacer sus necesidades, apoyar a sus padres y hermanos y estar en posibilidad de formar su propia familia. La educación constituye, para este grupo, la promesa de un futuro mejor, una apuesta estratégica.
Entre estos jóvenes se pueden observar dos subgrupos. Por un lado, están los que optaron inicialmente por una carrera técnica y lograron insertarse en nichos laborales con cierta protección (acceso a algunas prestaciones). Por otro, se encuentran los que prefirieron realizar una carrera profesional universitaria teniendo que aceptar empleos extremadamente precarios, situación que es pensada como condición transitoria.
Vía escolaridad: la elección estratégica de carreras técnicasEl primer caso, el más exitoso en los relatos analizados, revela la conjunción de una constelación de factores de protección (acumulación de ventajas relativas) que está presente en grado variable en las experiencias de vida de cinco jóvenes que han tomado esta ruta de vida.27 Lo que no sabemos es en qué medida estos jóvenes lograrán finalizar con éxito sus carreras universitarias –y menos aún– si lograrán acceder a los escasos empleos que brindan protección, seguridad e ingresos decorosos.28
Entre los factores de protección que han hecho posible cursar carreras técnicas, se encuentran: contar con el apoyo de una familia unida y solidaria que logró alguna mejoría económica a medida que los hijos fueron creciendo e ingresando al mercado de trabajo; postergar eventos vitales como el matrimonio, el embarazo y la salida de la casa de los padres; tener una gran dedicación e interés por los estudios y la disposición de realizar grandes sacrificios para lograr las metas propuestas; hacer elecciones y tomar decisiones y acciones que demuestran una agencia pragmática, proyectiva y evaluativa; haber elegido una carrera técnica que les permitió tener acceso a oportunidades en el mercado de trabajo y lograr una inserción laboral con cierta protección (acceso a algunas prestaciones laborales) aunque con una remuneración baja (cercana a los tres salarios mínimos mensuales); y acceder a un “pool” de recursos vía movilización de recursos de instituciones públicas, organizaciones no gubernamentales y religiosas, logrando complementar sus limitados ingresos y financiar una trayectoria escolar de larga duración. No cabe duda de que en el caso de estos cinco jóvenes, los factores de protección han logrado contrarrestar a los factores de riesgo presentes en sus vidas, abriendo un camino de posible superación de las desventajas sociales heredadas por el origen social.
Vía escolaridad: la oportunidad de ingresar a la universidadEl segundo subgrupo –que también apunta hacia la posible superación de las desventajas sociales heredadas– es compartido por cuatro jóvenes quienes, a diferencia del grupo anterior, financian sus carreras universitarias laborando en empleos de alta precariedad.29
Estas jóvenes universitarias han enfrentado –en mayor medida– momentos críticos vinculados con la muerte, enfermedad, alcoholismo o abandono paterno. De todos modos, las jóvenes han acumulado ventajas que les han permitido seguir invirtiendo en la escolaridad universitaria como ruta para lograr una inserción laboral y social.
Vale mencionar que sus familias, a pesar de haber enfrentado situaciones problemáticas, han jugado un papel fundamental apoyándolas a seguir estudiando y valorando positivamente la escolaridad universitaria. En sus casos, el ingreso precoz al mercado laboral y la asunción de responsabilidades domésticas no han puesto en riesgo la continuidad escolar, en parte porque las decisiones familiares motivaron la complementariedad entre ambas actividades pero sin descuidar el ámbito escolar. Son jóvenes que también lograron postergar eventos vitales tales como el matrimonio, el embarazo y la salida de la casa de los padres, con lo cual han podido invertir sus escasos recursos en su trayectoria escolar. En este grupo, destaca la existencia de un proyecto de vida definido y la realización de grandes sacrificios personales en pos de su realización. Todo lo cual se ha visto potenciado con el acceso a la movilización de recursos sociales extra-familiares para financiar, en parte, sus actividades escolares.
Vía mercado de trabajo: “la suerte” de encontrar un nicho de cierta protección laboralUna ruta alternativa para la superación de situaciones de privación social tiene lugar en el propio mercado de trabajo. Los jóvenes que han tomado este camino de vida –pese a contar con un bajo nivel de escolaridad en tanto que apenas concluyeron la secundaria– lograron insertarse en actividades asalariadas con cierta protección laboral. Ha sido éste, a su juicio, el factor decisivo que les ha permitido superar itinerarios laborales erráticos y precarios, así como entrar en una trayectoria de vida donde sí se puede “salir adelante”.
Este grupo halló, pese a su bajo “capital humano”, empleos que otorgan una posición social decorosa con cierto grado de estabilidad y protección laboral. La clave de la protección está dada porque laboran en establecimientos con cierta capacidad de acumulación, dispuestos a atender las regulaciones laborales básicas y que ofrecen posibilidades de aprendizaje al interior de las empresas/instituciones. Sin embargo, su posición no debe ser sobreestimada. Algunos de los jóvenes que forman parte de este grupo no tienen garantizado un futuro asegurado. Los avances de la flexibilidad y la desregulación laboral en los mercados de trabajo locales constituyen una amenaza visible.
Cinco jóvenes comparten esta ruta.30 A diferencia de los jóvenes que siguieron por la vía de la escolaridad, estos se detuvieron en el camino y cambiaron de rumbo al enfrentar –a lo largo de sus vidas– una serie de desventajas sociales: casi todos han experimentado situaciones familiares muy difíciles durante su infancia, no sólo por las privaciones económicas, sino por la ausencia, abandono o muerte del padre; tuvieron una transición laboral temprana –antes de los 15 años– como resultado de carencias económicas, lo cual los orilló a abandonar sus estudios para colaborar con la manutención del hogar; la mayoría ha experimentado eventos asociados al embarazo, matrimonio/unión libre, algunos a edades tempranas –antes de los 18 años–; en casi todos los casos sus trayectorias laborales han sido erráticas, producto del trabajo asalariado en actividades múltiples y sin gozar de ningún tipo de protección y seguridad laboral, a lo que se suma que en su mayoría no tenían ningún oficio o capacitación laboral que les permitiera ingresar a uno de los escasos nichos laborales que brindan mejores condiciones de trabajo.
Pese a estos obstáculos, en algún momento de su trayectoria todos lograron acceder a un empleo de mejor calidad (nivel mínimo de estabilidad laboral y prestaciones básicas). Tres elementos se conjugaron (actuando como factores de protección en su favor) para que sus trayectorias laborales dieran un giro significativo. Lograron aprender un oficio, lo cual en todos los casos tuvo lugar en el propio lugar de trabajo. En parte, este logro es atribuible a las propias redes sociales que fueron tejiendo durante su itinerario laboral. Por medio de estas redes se logró acceder a información privilegiada, apoyo y recomendaciones que resultaron claves para ingresar en algunos de los escasos nichos de mercado que ofrecen seguridad, estabilidad y prestaciones básicas a los trabajadores que cuentan con bajos recursos laborales.
Es importante resaltar que el acceso a estos puestos de trabajo es considerado por ellos como azaroso. Los jóvenes que conforman este grupo saben que su situación laboral es vulnerable, pues carecen de credenciales educativas y sus recursos laborales no necesariamente serán reconocidos por otros empleadores. Por ello se sienten vulnerables e inseguros en materia laboral, ya que la pérdida de sus empleos los colocaría en una situación de alta fragilidad en un mercado de trabajo donde los buenos empleos son escasos y de difícil acceso. Pese a ello, todos reconocen que gracias a estos empleos han logrado remontar las privaciones del pasado para alcanzar un nivel de vida “sin lujos pero sin carencias”. Predomina entre ellos una agencia pragmática donde aprovechar las oportunidades emergentes para asegurar la posición social lograda, es el rasgo sobresaliente.
La ruta de reproducción de las condiciones de vida heredadasEsta ruta se materializa por medio de dos senderos distintos: vía el mercado de trabajo y vía el matrimonio. En lo sustantivo, se está en presencia de jóvenes que tienen vidas marcadas por la privación social aunque, según sus propios relatos, no tan agudas como las de sus familias de origen. No han logrado, a diferencia de los otros grupos, encontrar nichos de mercado protegido y por tanto, han quedado atrapados en actividades de autoempleo de subsistencia, empleos asalariados precarios, o han limitado su participación en el mercado laboral para asumir el trabajo doméstico familiar.
Reproducción vía el mercado de trabajo: la precariedad institucionalizadaEn este caso predominan trayectorias donde el logro educativo es dudoso y lo laboral es origen de inseguridad, inestabilidad y desprotección. Como consecuencia de ello, no se logra “salir adelante en la vida”.
Esta ruta es transitada por jóvenes con estudios de secundaria o preparatoria terminada pero que, a diferencia de los que lograron vía escolaridad o mercado de trabajo seguir una ruta de superación, quedaron atrapados en segmentos deprimidos del mercado de trabajo. Fueron absorbidos por actividades asalariadas extremadamente precarias y llenos de expectativas en torno a un negocio próspero o sueñan con autogenerar su propio empleo. Por tal motivo, suelen glorificar el autoempleo y realizan múltiples esfuerzos por encontrar la vía del éxito “empresarial” para superar las penurias que todavía conllevan sus vidas.
Con trayectorias laborales discontinuas y empleos múltiples, estos jóvenes no han encontrado en el mercado de trabajo un asidero para encauzar sus vidas. Siguen inmersos en dinámicas laborales que dan lugar a la reproducción de las privaciones básicas, inseguridades cotidianas y a un futuro incierto.
En nuestro universo de casos destacan cuatro jóvenes mujeres residentes en Oaxaca que comparten la esperanza de abatir la situación de precariedad laboral que caracteriza su trayectoria por medio del aprendizaje o ejercicio de un oficio que les permita concretar la ilusión de iniciar un negocio por cuenta propia. Las desventajas sociales acumuladas son múltiples: casi todas han tenido que enfrentar durante su infancia o adolescencia ambientes familiares conflictivos, la ausencia del padre o la migración de un esposo a los Estados Unidos con el posterior desentendimiento de las responsabilidades familiares, la muerte de uno de los padres, contextos de violencia comunitaria y una transición laboral temprana –al ingresar antes de los 15 años de edad al mercado a causa de las carencias económicas–. De este modo, truncaron su trayectoria educativa durante la secundaria por razones económicas y continúan su capacitación en actividades manuales no calificadas, pues desean en un futuro vincularse a trabajos donde puedan ejercer el oficio que “escogieron”. Así, sus trayectorias laborales se caracterizan por la presencia de múltiples, inseguros e inestables empleos sin protección laboral alguna y sujetos a condiciones de gran subordinación. A su vez, cuentan con limitadas redes sociales y escasos recursos de empleabilidad a la vez que residen en una de las ciudades mexicanas que genera menos oportunidades de inclusión laboral.
Para hacer frente a todas estas restricciones, las jóvenes oaxaqueñas dispusieron solamente de algunos recursos que cumplieron la función de protección. Por un lado, en su mayoría accedieron a programas gubernamentales orientados hacia la capacitación de jóvenes en actividades manuales. Por el otro, en algunos casos cuentan con el apoyo de familias unidas y solidarias que están atentas a las necesidades emocionales y materiales de sus hijas, aunque sus ayudas económicas son muy restringidas. Para ellas el trabajo asalariado es sinónimo de desprotección, inestabilidad e inseguridad laboral. La ilusión del empleo por cuenta propia llena su presente de esperanza, mientras continúan atrapadas en empleos que no les ofrecen mayores posibilidades de superación económica, social o laboral. En este sentido, más que la privación severa, lo que caracteriza su situación presente es la vulnerabilidad. Para este grupo, el futuro no se vislumbra como promisorio sino que, por el contrario, asoma como una reproducción de las carencias sociales que han arrastrado a lo largo de sus vidas.
Reproducción vía matrimonio: la sobrecarga de trabajo doméstico y de cuidadoEsta vía ha sido transitada por dos jóvenes mujeres, una de Oaxaca y otra del Distrito Federal. Se trata de mujeres que trabajaron desde temprana edad pero interrumpieron su vida laboral para dedicarse al cuidado de los hijos y a las labores del hogar. Son jóvenes con baja empleabilidad que buscan aprender un oficio para “salir adelante en la vida”. No obstante, sus responsabilidades familiares les dificultan participar en procesos de capacitación para el empleo. Ellas están expuestas a una doble presión: necesitan trabajar para mejorar la situación económica familiar, pero tienen que estar en la casa cuidando a los hijos porque no cuentan con apoyos institucionales, comunitarios o familiares para realizar estas tareas.
Estas mujeres acumularon una serie de desventajas difícil de superar: vivieron situaciones familiares problemáticas en la niñez y adolescencia –resultado del abandono del padre, muerte de la madre o migración de los padres–, ingresaron al mercado de trabajo a temprana edad y tuvieron experiencia de embarazo y unión conyugal antes de los 18 años, lo cual motivó una salida muy temprana de la casa de los padres.
Con vidas que se organizan en torno a la familia, estas mujeres no encuentran otra salida más que pensar su futuro a partir de la realización de sus hijos. En ellos se proyectan los sueños frustrados de la autorrealización personal. Su agencia, volcada a atender la cotidianidad, las lleva a pensar que “el futuro ya fue”. Lo que queda, es pensar en los hijos.
Ruta de riesgo de exclusión socialEl conjunto de jóvenes que manifiestan o estuvieron propensos a transitar por vías de exclusión social muestran cursos de vida que transcurren por dos caminos. En el primero, después de haber protagonizado conductas de transgresión social, los jóvenes parecen haber encontrado una vía para revertir las dinámicas de exclusión social en que se encontraban atrapados. La inclusión, por medio del apoyo institucional, emerge aquí como una posibilidad de reinserción social para los “rescatados”. En la segunda vía, que conduce a la institucionalización de la exclusión, las y los jóvenes se encuentran atrapados en situaciones de marginación persistente.
Los rescatados: la necesidad del apoyo institucionalEn nuestro pequeño grupo de casos, esta vía la comparten cuatro jóvenes varones –uno del Distrito Federal, otro de Monterrey y dos de Oaxaca–. Todos afrontaron desventajas sociales extremas desde la niñez, mostrando un alto riesgo de exclusión social. Entre los factores de riesgo que los orillan en esta dirección se pueden observar los siguientes: enfrentar un ambiente familiar desestructurado donde el abuso del alcohol, las drogas y la violencia intrafamiliar constituyeron realidades cotidianas durante la niñez; abandonar los estudios sin concluir el nivel de enseñanza secundaria; experimentar eventos vitales (dejar la escuela, entrar a trabajar, dejar la casa de los padres) a edades muy tempranas; romper precozmente y por razones de fuerza mayor con el núcleo familiar, lo que los precipitó a vivir en la calle, consumir drogas y generar ingresos por medios ilícitos para garantizar la sobrevivencia; carecer de oficio o capacitación laboral alguna (lo cual con mucha frecuencia redunda en inserciones laborales esporádicas donde trabajo y mendicidad se entrecruzan y alternan), así como su disposición a combinar la obtención de ingresos por medios lícitos e ilícitos.
Frente a todas estas adversidades, han encontrado oportunidades de reinserción social que podrían constituir vías de salida a la exclusión en que se encontraban inmersos. Estas oportunidades apuntan a la reconstitución de sus vínculos sociales, familiares e institucionales y se derivan de tres tipos de acciones. Primero, tuvieron acceso a organizaciones no gubernamentales, religiosas y programas asistenciales públicos que les brindan recursos para sobrevivir, elevar su autoestima y abrir espacios sociales que hasta la fecha tenían cerrados. Se trata de proyectos sociales que actúan en un doble nivel. Por un lado, permiten la reconstitución de sus vínculos sociales. Por otro, actúan a nivel del sujeto, permitiendo procesos de reconstrucción identitaria.
Segundo, lograron contar con apoyos familiares que han resultado vitales para hacer viables las oportunidades de reintegración social a su alcance. En este caso, algún familiar –madre, hermanos, tíos o abuelos– les ha brindado apoyo ofreciendo vivienda, trabajo o siendo el soporte emocional requerido para superar problemas de drogadicción.
Por último, no debe soslayarse el temple mostrado por estos jóvenes de cara a sacar provecho de las escasas oportunidades que suelen estar a su mano para superar cursos de vida insertos en procesos de franco deterioro social y humano.
En ausencia de acceso a estos factores de protección, es probable que los caminos de exclusión social los hubiesen llevado a un punto de no retorno en sus cursos de vida. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que su reinserción social no está garantizada. El desafío principal que enfrentan consiste en consolidar su posición por medio de una inserción laboral que les permita vivir dignamente. La amenaza de la exclusión siempre está presente en su entorno de vida.
Los atrapados: la falta de protección socialEn la segunda vía, al no contar con recursos personales, familiares ni sociales, y al estar desprovistos de una red de protección social mínima, los y las jóvenes han quedado “atrapados” en situaciones de pauperización crónica. En estos casos, la amenaza de exclusión se ha materializado en un hecho de vida. En consecuencia, el presente ofrece pocas esperanzas y el futuro ni siquiera aparece como proyecto de vida propio. Sus relatos transmiten una narrativa desesperanzadora con respecto al futuro. No hay para ellos ninguna luz al final del túnel. Del futuro sólo se habla cuando la referencia son los hijos. Para los jóvenes que conforman esta ruta, la suerte está echada. El futuro es tan sólo una proyección del presente vivido desde la penuria, la privación y la lucha por la sobrevivencia.
Ocho jóvenes comparten este curso de vida.31 Sus biografías muestran cómo desde su niñez quedaron atrapados en una constelación de desventajas sociales que van creciendo conforme sus vidas transcurren. Estos jóvenes se encuentran desprovistos de recursos económicos, familiares y emocionales que les permitan contrarrestar el haz negativo de factores de desprotección. En su mayoría –al igual que en el caso anterior– han vivido situaciones de desestructuración familiar, ausencia del padre y/o de la madre, ya sea por muerte o abandono; alcoholismo y/o drogadicción del padre y experiencias de abuso sexual familiar que les ha marcado de por vida. Casi todos han abandonado sus estudios sin concluir la secundaria; algunos incluso tampoco terminaron la primaria. Han transitado muy precozmente por eventos vitales como el abandono del sistema escolar, el inicio de la vida laboral, la salida de la casa de los padres, el inicio de su vida sexual y el nacimiento del primer hijo vivo. Sus trayectorias laborales han sido extremadamente precarias garantizando únicamente, y no siempre, recursos a niveles de subsistencia en actividades como niñeras, vendedoras ambulantes, empleadas domésticas, limpiador de parabrisas, prostitución y otras actividades similares.
A diferencia de los jóvenes “rescatados”, en este caso los apoyos familiares han sido escasos y los institucionales inexistentes. La familia de origen ha actuado más bien como un espacio generador de vulnerabilidades. Ante este hecho y la ausencia de una red institucional de protección social, a muy temprana edad estos jóvenes tuvieron que hacerse cargo de su propia sobrevivencia. Su vida se encuentra siempre pendiente de un tenue hilo donde las normas sociales son siempre objeto de redefinición, permitiendo el surgimiento de una moral que pone en duda, sino es que en jaque, las normas de convivencia de la sociedad que les ha sumido en la miseria extrema y el abandono.
Reflexiones finales a modo de hipótesisEl análisis presentado permite tomar conciencia de la complejidad social involucrada en los procesos de reproducción, acumulación o superación de las desventajas sociales heredadas. Para los jóvenes de clases bajas, socializados en familias con cuadros de pobreza crónica, las oportunidades de inclusión social son limitadas y las existentes no siempre deparan los frutos esperados.
A partir del ejercicio analítico realizado es posible formular un conjunto de hipótesis teóricas –que trascienden los casos analizados– para identificar los factores sociales que, a lo largo del curso de vida, afectan los itinerarios biográficos de estos jóvenes.
Inicialmente, se puede sostener la hipótesis según la cual el origen social no determina la ruta de vida de los individuos en tanto que otros factores intervienen para moldear diferentes trayectorias/rutas de vida. Empero, para jóvenes de extracción popular, remontar las desventajas sociales heredadas de la familia de origen es muy difícil, ya que los factores sociales que favorecen la acumulación y reproducción de desventajas sociales suelen tener mayor incidencia que los que propician su superación.
Sin embargo, existe un haz de factores que al actuar de manera simultánea pueden generar rutas que favorecen la superación de las desventajas sociales heredadas. Apoyo familiar, solidaridad social, oportunidades laborales y agencia proyectiva-evaluativa son elementos claves.
El apoyo familiar alude a disponer de una familia que teje en torno al joven una red de protección básica, brinda soporte emocional y pone a su disposición los escasos recursos en favor de su desarrollo laboral, familiar o académico.
La solidaridad social hace referencia a la existencia de una red de protección social que actúa –ya sea por medio del Estado, de la sociedad civil o de los espacios religiosos– amplificando los recursos a disposición de los jóvenes para sobrellevar crisis, ampliar sus recursos u orientar su acción.
Las oportunidades laborales se relacionan con la existencia de empleos asalariados que brindan seguridad, protección y estabilidad laboral. A su vez, la agencia evaluativa-proyectiva hace alusión al desarrollo, por parte del joven, de los recursos personales que le permiten hacer un uso activo de los recursos materiales, sociales, económicos a su alcance (por limitados que sean) para aprovechar las pocas oportunidades de vida que suelen tener.
De igual manera, se destaca una constelación de factores negativos que al actuar de manera conjunta precipitan procesos de reproducción de las desventajas sociales. Destacan entre los factores más relevantes las transiciones de vida precoces (abandono escolar, inserción laboral a temprana edad, nacimiento del primer hijo, uniones conyugales en la adolescencia o juventud temprana), la institucionalización de la precariedad y el autoempleo de vida como vía de incorporación laboral, la imposibilidad de movilizar recursos extra-familiares para ampliar las oportunidades de vida y, finalmente, el desarrollo de una agencia habitual constreñida por el imperativo de la subsistencia.
Cuando a los factores anteriores se suman a la desprotección familiar extrema durante la infancia/adolescencia (violencia, violación, abandono) y experiencias de vida donde por falta de las más elementales oportunidades sociales la transgresión social se constituye en un modo de vida aprendido y reproducido para sobrevivir, se producen procesos de acumulación de desventajas que, por lo general, terminan decantándose en favor de la exclusión social.
Revertir procesos de exclusión se torna una tarea imposible de lograr si no se dispone de cuatro recursos: acceso a una red de protección social que genere nuevas oportunidades que permitan reencauzar la vida; apoyo familiar para disponer de un espacio de contención emocional y de las condiciones de vida más elementales –vivienda, comida, etc.–; generación de un proyecto laboral que permita reposicionar socialmente al joven y brindarle un nuevo espacio de inserción social; y la voluntad de emprender un camino diferente de vida. Cuando alguno de estos factores está ausente, revertir la exclusión social se torna inviable.
Frente a estas hipótesis, referidas a las constelaciones de factores que actúan de manera conjunta para moldear la trayectoria de vida de los sujetos, también es posible establecer un conjunto de supuestos más específicos sobre el rol de algunos factores. Entre los más importantes se pueden destacar los siguientes:
Las instituciones sociales (públicas y privadas) pueden cumplir un papel fundamental en la ampliación de las oportunidades de vida de los jóvenes de estratos bajos. Al transferir recursos, éstas operan como un mecanismo que potencia las oportunidades de capacitación para el empleo, contribuyendo por esta vía al incremento de sus limitados niveles de empleabilidad. De igual forma, mediante el otorgamiento de becas de estudio las instituciones propician trayectorias escolares de larga duración que fomentan el logro educativo y, por esta vía, amplían las oportunidades de inclusión social de los jóvenes. En casos de conductas adictivas o delictivas, el apoyo institucional genera espacios de rehabilitación y reinserción social que los jóvenes valoran de manera muy positiva por constituir, cuando se materializan, en verdaderos puntos de inflexión que abren caminos de integración social cerrados por los propios itinerarios de vida de los jóvenes en rutas de exclusión social.
El acceso a empleos con protección y seguridad laboral constituye, para estos jóvenes, un recurso estratégico que les permite reorganizar sus vidas y abatir las privaciones severas. Disponer de estabilidad y seguridad laboral, de prestaciones sociales básicas y de ingresos para subsanar las necesidades básicas de vida, constituye un recurso valioso y muy valorado en sus vidas. Su acceso no depende de la voluntad de los jóvenes, sino de la existencia de mercados laborales que generen estos empleos y los incluyan. En caso contrario, la vida queda atrapada en trayectorias biográficas erráticas, donde el autoempleo de subsistencia y la precariedad laboral asalariada terminan reproduciendo las carencias y privaciones sociales de las familias de origen.
La influencia de la familia de origen también es crucial en la conformación del curso de vida de los jóvenes. Pero no se puede asumir a priori que sus efectos son siempre positivos. Debe hacerse hincapié en la complejidad de los condicionamientos familiares. Hemos observado que su rol es ambivalente. La familia puede actuar como un factor de protección tanto como un disparador del riesgo social. En casos extremos de abandono, drogadicción, alcoholismo y violencia familiar, los y las jóvenes pueden enfrentar situaciones de desestructuración de sus cursos de vida que abren los caminos de la exclusión social.
Lograr altos niveles de escolaridad constituye una posibilidad para que estos jóvenes logren “salir adelante en la vida”. No obstante, el logro de una elevada escolaridad no es condición suficiente para garantizar la superación de las desventajas sociales heredadas. Se requiere de la presencia de otros factores: un mercado de trabajo que genere empleos de calidad; instituciones públicas y privadas que brinden y amplíen los recursos sociales de esta población; y una familia unida y solidaria que contribuya al desarrollo emocional y social de estos jóvenes, brindándoles afecto, cariño y comprensión, así como el desarrollo de una agencia evaluativa-proyectiva que no dude en tomar las escasas oportunidades de vida que suelen presentarse.
Experimentar eventos vitales (transiciones) en las trayectorias familiares, educacionales y ocupaciones a temprana edad puede constituirse en un obstáculo adicional para lograr una vida con mayores recursos económicos y estabilidad emocional. Así, por ejemplo, cuando el ingreso precoz al mercado de trabajo se acompaña del abandono escolar, resulta más difícil lograr nichos laborales con protección social. De igual manera, el nacimiento de un hijo a edad temprana suele precipitar la interrupción de la trayectoria escolar y forzar el ingreso al mercado laboral en condiciones muy desfavorables, generando condiciones propicias para la reproducción o la acentuación de las desventajas sociales heredadas.
Finalmente, se ha evidenciado que el aprovechamiento de las escasas oportunidades de vida que suelen presentarse a estos jóvenes constituye un factor central. En gran medida, aprovechar estas oportunidades depende del interjuego entre restricciones estructurales y tipo de agencia que logran desplegar. En los casos en que los jóvenes, a pesar de las fuertes carencias, logran desarrollar una agencia proyectiva-evaluativa, es más probable aprovechar las oportunidades de vida. Mientras que en los casos donde el imperativo de la sobrevivencia impone el desarrollo de una agencia habitual, se torna menos probable superar la acumulación de desventajas sociales.
En el 2012, de un total de 30,252,027 de jóvenes, el 43.2% fueron identificados como pobres multidimensionales de acuerdo con el método desarrollado por el coneval. La situación es aún más crítica para los 2,710,023 jóvenes que esa misma fuente identificó como sumidos en la pobreza multidimensional extrema.
Para un análisis detallado de la desigualdad social en México, véase: Cortés y Oliveira (2010). Adicionalmente, téngase presente que la sociedad mexicana exhibe una alta dosis de rigidez en los patrones de movilidad social de los grupos más pobres tanto como en los estratos de mayores ingresos. Sobre el particular, véase: Vélez Grajales, Campos Vázquez y Huerta Wong (2013).
Hemos identificado los 34 casos en que se basa este análisis de un universo de 192 relatos de vida. El criterio de identificación empleado es la auto-identificación de los entrevistados como pobres. Más específicamente, identificamos como pobres a todos aquellos entrevistados que en sus relatos identifican a sus familias con este estatus y adicionalmente refieren a que durante su niñez/adolescencia vivieron fuertes privaciones sociales y materiales tales como: “no tener qué comer”; “no tener dinero para comprar ropa”; “comer sólo tortilla y chiles”; “no tener una casa donde vivir”; “tener que robar para comer” y situaciones similares.
“Salir adelante en la vida” es la expresión más usada por los jóvenes que hemos entrevistado para hacer referencia al proceso de superación de las privaciones sociales experimentadas durante la niñez y la adolescencia. Consiste en lograr una situación laboral, social y familiar que permita llevar una vida al margen de las vicisitudes desencadenas por la inseguridad laboral, la desprotección social y la ausencia de un mínimo vital de tranquilidad en el futuro próximo. Se trata, por tanto, del logro de una condición de vida que posibilita el inmediatismo de la lucha por la sobrevivencia cotidiana y brinda un mínimo de seguridad para pensar el futuro cercano.
Estos jóvenes residen en las ciudades de Monterrey, Distrito Federal y Oaxaca. Sus edades oscilan entre 17 y 31 años; casi la mitad se ubica en el grupo de 20 a 24 años. La proporción de hombres y mujeres es equivalente. De ellos, 20 no han terminado los estudios de preparatoria y 14 empezaron a trabajar antes de los 15 años, aunque varios de estos jóvenes iniciaron su vida laboral en actividades que intercalaban lo legal con lo ilegal desde sus primeros años de vida.
Los testimonios de los jóvenes y las experiencias de vida pueden ser consultados en Mora Salas y Oliveira (2014).
Téngase presente que ésta es una limitación inherente a la técnica del relato biográfico. En nuestro caso, por tratarse de entrevistas con jóvenes, la limitación es mayor por cuanto el tiempo de vida por transcurrir puede ser, en la mayoría de los casos, de gran amplitud temporal. Para una mejor comprensión de los alcances y límites del análisis de relatos de vida véase Balán, Angell y Nasn (1974); Pujadas (1992); Bertaux (1993) y Kornblit (2004).
Para la noción de momentos críticos, véase: Furlong, West, Cartmel, Biggart y Sweeting (2003) y Tomson, Bell, Holland, Henderson, McGrellis, Sharpe (2002). Por su parte, Casal (1996); Casal, García, Merino y Quesada (2006) y Machado Pais (2007) elaboran la diferencia entre tiempo recorrido y tiempo por recorrer. Evans (2002) desarrolla el concepto de agencia constreñida. Emirbayer y Mische (1998) y Berger (2008) enriquecen el concepto de agencia diferenciando y caracterizando varios tipos de agencia.
En cuanto a la acumulación de ventajas y desventajas sociales referimos a los trabajos DiPretey Eirich (2006); Vandecasteele (2010); González de la Rocha y Villagómez (2005); González de la Rocha (2006); Saravi (2006 y 2009) y Bayón (2009).
Estos autores sostienen que la meta principal de los estudios sobre movilidad intergeneracional ha sido explicar la influencia –el cómo y el porqué– del origen familiar sobre las oportunidades de vida de las personas.
Análisis de la centralidad de las redes sociales vecinales sobre el curso de vida de jóvenes pobres en barriadas populares urbanas pueden consultarse en: Espíndola (2013) y Saraví (2004).
El estudio de la transición a la vida adulta cuenta con una larga tradición en los países desarrollados. En años recientes esta línea de estudio ha recibido una atención creciente en el nivel internacional. Ver: Arnett (2000 y 2001); Blossfeld, Klijzing, Mills y Kurz (2005); Evans, Rudd, Behrens, Kaluza y Woolley (2001); Casal (1996 y 2001). Para una revisión de investigaciones en México, consúltese: Oliveira y Mora Salas (2008).
Para un análisis de la división intrafamiliar de los trabajos reproductivos entre jóvenes mexicanos de ambos sexos, véase entre otros: Camarena (2004) y Mora Salas y Oliveira (2009).
La noción de adultez forzada connota un proceso de transición temprana y acelerada a la vida adulta en el cual los individuos asumen un rol muy activo en la reproducción social de sus familias a causa de sus precarias condiciones de existencia.
Para consideraciones teórico-metodológicas y resultados de investigaciones sobre el embarazo en la adolescencia, véase: Stern (2012).
Los analistas del curso de vida utilizan el concepto de “turning-point” para hacer referencia a estos eventos.
Para una discusión acerca de la importancia de los momentos críticos y puntos de inflexión en el estudio del curso de vida, véase: Elder (1994); Furlong, West, Cartmel, Biggart y Sweeting (2003); Tomson y otros (2002); Hareven y Masaoka (1988).
Se trata de una diferenciación analítica: un mismo individuo puede caracterizarse por desarrollar diversos tipos de agencia, sea en forma simultánea o a lo largo de su curso de vida. Lo que la clasificación rescata es el predominio de una forma de agencia frente a las demás (Emirbayer y Mische, 1998).
Los relatos de vida a nuestra disposición fueron recabados en las ciudades del Distrito Federal, Oaxaca y Monterrey. Aunque los mercados laborales de estas tres ciudades son muy disímiles, comparten las tendencias de desregulación y flexibilización laboral que han erosionado la calidad del empleo en todo México. Entre la mano de obra juvenil esto es patente. En Monterrey, 1 de cada 2 jóvenes asalariados, de edades comprendidas entre los 14 y 29 años, labora en un empleo precario (sin contrato escrito, acceso a prestaciones y con una remuneración inferior a 2 salarios mínimos). En el Distrito Federal apenas 1 de cada 3 jóvenes asalariados accede a un puesto de trabajo con protecciones básicas. Y en Oaxaca, la situación es más crítica pues el empleo con protección y seguridad social sólo está al alcance de 1 de cada 4 jóvenes. (Datos propios con base en enoe 2010, segundo trimestre). Los datos del inegi establecen que la tasa de informalidad laboral afectó al 59.1% del total de la población ocupada mexicana.
Según los relatos analizados, esto acontece entre pequeños empleadores que generan vínculos fuertes con sus trabajadores, muestran gran empatía y preocupación por las situaciones de vida de sus trabajadores. Muy probablemente esto también esté referido con la constitución de relaciones laborales donde el padrinazgo refuerza la asimetría del poder entre patrones y trabajadores, al tiempo que establece vínculos laborales extra-mercantiles fundados en el intercambio de favores por sumisión.
Por “situaciones de calle” nos referimos a las experiencias de jóvenes que han quedado en el absoluto desamparo familiar e institucional y que, careciendo de recursos básicos de vida, han tenido que organizar su vida en “la calle”. Carecen, por tanto, de una vivienda, un trabajo estable y los más elementales medios de vida.
Para una sistematización acerca de la importancia de las políticas sociales de salud, vivienda, familia y seguridad social para ampliar las oportunidades de ascenso social de los individuos, véase: Nolan y otros (2010). Estos autores también destacan la importancia de focalizar los apoyos institucionales en las etapas iniciales del curso de vida de los individuos.
La identificación y reconstrucción de estas rutas responde a un proceso de orden inductivo. En ese sentido, no constituye un recuento exhaustivo de todas las vías posibles de superación, reproducción o acentuación de las desventajas sociales acumuladas por los jóvenes. Piénsese en otra opción posible, como la migración internacional, que en el contexto mexicano ha constituido un vehículo efectivo para “salir adelante en la vida” para numerosos jóvenes, en particular, los de origen rural.
Para una discusión sobre los factores sociales que pueden limitar la conversión del capital educativo en un recurso transable en los mercados de trabajo locales en México, véase: Mora Salas y Oliveira (2012).
De estos cinco jóvenes, tres son hombres y dos mujeres, uno reside en el Distrito Federal, dos en Monterrey y dos en Oaxaca.
Hay que recordar (agradecemos a Edith Pacheco el comentario) que las trayectorias ocupacionales y educacionales de los jóvenes están trucadas hacia la derecha, esto es, llegan hasta el momento en que fueron entrevistados. No contamos con la información sobre lo que ocurrirá en un futuro. Por esta razón hablamos de rutas posibles hacia el futuro.
Tres hombres y dos mujeres. Dos de ellos residentes en el Distrito Federal, uno en Monterrey y dos en Oaxaca.