Ulrich Beck falleció el 1 de enero de este año, de manera totalmente inesperada. Con él perdemos a una figura intelectual de primer orden, uno de los pocos sociólogos contemporáneos a quien la historia recordará, una inteligencia fecunda y profunda.
Francia lo descubrió muy tarde, si bien ya era mundialmente respetado desde mucho tiempo atrás por sus análisis de la segunda modernidad y, más precisamente, por la “sociedad del riesgo” -Risikogesellshaft- su libro de 1986, traducido al francés (Beck, 2001). De hecho, ya en ese momento estaba totalmente entregado a una nueva etapa de su pensamiento, que le había hecho pasar del entorno de la sociedad a la dimensión planetaria y su globalización.2 Pionero en plantear que, como decía, debemos desechar el “nacionalismo metodológico”, dejar de reducir el análisis de las cuestiones sociales tan sólo al marco del Estado-nación y de las relaciones internacionales para pensar de otra forma, lo que llamó el “cosmopolitismo metodológico”.
El riesgo, esta categoría con la cual su nombre está tan fuertemente identificado, cuando es de gran magnitud, no está encapsulado en un solo país, sino que trasciende las fronteras, es global. La reflexión de Ulrich Beck se orientó, desde la década de 1990, al estudio del “riesgo mundial”, aquel que está ligado sobre todo a las grandes catástrofes industriales, al cambio climático, al medio ambiente o al terrorismo en sus formas más actuales.
Una consecuencia de la entrada en esta fase global de la modernidad es que no tenemos opción, sino que -como lo explicaba- debemos aceptar la realidad de una “cosmopolitización” del mundo. No es el cosmopolitismo clásico, heredado de Kant, el que Beck pone aquí de relieve -como lo conciben los comentaristas perezosos- sino un proceso ineluctable, por el cual cada individuo es llevado a examinar su existencia desde el ángulo de las lógicas globales que pesan sobre ella, a desarrollar una visión cosmopolita de su experiencia singular. Si cada individuo es susceptible de ser alcanzado por el riesgo nuclear, por el cambio climático o por el terrorismo islámico, por ejemplo, entonces todo individuo debe aceptar concebir su experiencia bajo esta luz.
Ahora bien, será preciso destacar dos puntos de la reflexión de Ulrich Beck. El primero, que surgió relativamente pronto en su obra, se relaciona con el hecho de que, para comprender sociológicamente el mundo contemporáneo es necesario tomar en cuenta, al mismo tiempo, tanto las lógicas más globales que modelan nuestra existencia, como la capacidad más individual que cada uno tiene para hacerles frente. Con un vocabulario que no es precisamente el suyo -pero yo sé que él aceptaba sus categorías- debemos pensar global y al mismo tiempo tomar en consideración la subjetividad singular de los individuos. Esta doble exigencia es la que ofrece el encanto, las tensiones y la profundidad a los dos libros sobre el amor que escribió junto con su esposa, Elisabeth, dos obras que están en espera de ser traducidas al francés (Beck y Beck-Gernsheim, 1995 y 2011).
El segundo punto -muy claro para quienes hasta ese 1 de enero estaban en contacto con él y seguirán manteniendo vivo su pensamiento en todos los continentes- se refiere hoy a esa nueva veta, conceptual y práctica, que había abierto en los últimos años. Trabajador incansable e inventivo, siempre en movimiento, Ulrich Beck se proponía pensar el período actual como el de una mutación profunda, para la cual él habría de desarrollar una teoría de la metamorfosis.3 Una de sus ideas era contemplar no las secuelas negativas del progreso, sus estragos, sino por el contrario, las consecuencias imprevistas, pero positivas y emancipadoras de las catástrofes (Beck, 2015).
Ulrich Beck no se conformaba con desarrollar temas globales o cosmopolitas; él los encarnaba en su vida intelectual. Ésta siempre se desplegó a escala planetaria, pero estando en primer lugar implantada en el triángulo que constituía su verdadero anclaje. Estaba, para empezar, sólidamente asentada en Múnich donde cursó sus estudios superiores; aunque también fue estudiante en Estados Unidos, una experiencia que lo dejó marcado. Crítico feroz de Ángela Merkel y amigo cercano de Jürgen Habermas, desempeñaba un papel muy importante en los debates políticos alemanes. Su vida intelectual también estaba desde tiempo atrás enraizada en Londres, en la London School ofEconomics y, más recientemente, en París, en la Fondation de la Maison des sciences de l’homme (fmsh), en donde me dio la gran dicha de aceptar desde el principio integrarse como titular de una cátedra en el Colegio de Estudios Mundiales (cem), que fundé en 2011 y codirijo con Olivier Bouin.
Con frecuencia comentó que estaba feliz de esa responsabilidad y de participar en una aventura colectiva única en Europa. Todavía en diciembre de 2014 estuvo en París, en la Casa Suger, lugar de alojamiento de la fmsh para investigadores extranjeros de alto nivel. Allí coordinó un grupo de trabajo internacional sobre el concepto de metamorfosis ligado a su cátedra (varios huéspedes de la Casa Suger que estuvieron alojados al mismo tiempo que él me escribieron compartiéndome que lo habían conocido en esa ocasión y que estaban fascinados con su persona). En ese mismo contexto había participado cada año en una sesión excepcional de mi seminario, donde presentó precisamente su concepto de metamorfosis. Unos meses antes, me había concedido una entrevista para la revista Socio,4 la cual se incluye a continuación. Entre tanto, como miembro del cem y en relación con otro de los titulares de cátedra del Colegio, Ernesto Ottone, había viajado a Chile y Argentina.
Ulrich Beck era una personalidad “original y pertinente”, me escribió Manuel Castells (miembro como él del cem y también profundamente conmovido por su fallecimiento). Era un pilar de la red internacional -de la cual he procurado que la fmsh sea el núcleo francés y punto de encuentro de investigadores de las ciencias humanas y sociales que comparten diversos temas de interés y modos de aproximación, a la vez que el deseo de animar en forma conjunta una vida intelectual colectiva-. Su muerte suscita una emoción muy particular entre nosotros; sus amigos del cem, de Socio y de la fmsh le rendiremos próximamente un homenaje internacional.
Entre el mundo y la persona individual, Ulrich Beck era también un europeo convencido, sumamente activo y nunca apático de asumir una postura o lanzar una petición a favor de la construcción europea.
Sociólogo, intelectual, en el sentido más positivo de la palabra, Ulrich Beck sabía articular la exigencia y el rigor del debate de ideas y los sentimientos como el amor o la amistad. El amor, porque a lo largo de toda su vida en común nunca cesó de intercambiar ideas y análisis y de escribir junto con Elisabeth; puedo dar testimonio de la intensidad y calidad de su relación, que calificaría sin duda alguna como total, y la cual se cimentaba también en una reflexión compartida sobre el antisemitismo. Y la amistad: Ulrich Beck, como tuve la suerte de disfrutarlo, lo mismo que otros, apreciaba las conversaciones prolongadas, las horas o días enteros dedicados a discutir con seriedad, con los amigos, sobre un tema, un problema o una forma de conceptualizar las cosas.
Su muerte ha sido un verdadero impacto, ya que era un hombre tan lleno de vida, tan dinámico, entusiasta y lleno de proyectos. Lo extrañamos con enorme angustia.
La primera versión de este homenaje fue publicada en el diario Liberation, el 5 de enero de 2015. Disponible en: <http://www.liberation.fr/debats/2015/01/05/hommage-a-ulrich-beck_1174370> [Consultado el 10 de abril de 2015]. Traducción del original en francés, Lorena Murillo.
Doctor en Artes y Humanidades y Director de laÉcole des Hautes Études en Sciences Sociales. Desde 2009 es Director de la Fundación Maison des Sciences de l’Homme, (Francia). Fue director de cadis, Centre d’Analyse et d’Intervention Sociologiques y presidente de la Asociación Internacional de Sociología. Fue codirector, junto con Georges Balandier, de los Cahiers Internationaux de Sociología desde 1991 hasta 2011. En la actualidad dirige la colección “El mundo tal como es”. Miembro del Comité Científico Presses de Sciences Po y de los consejos editoriales de varias revistas, incluyendo: Journal ofEthnic and Migration Studies, Ethnic and Racial Studies, French Politics, Culture and Society. Sus líneas de investigación son: conflicto, terrorismo, violencia, racismo, antisemitismo, movimientos sociales, democracia y fenómenos de la diferencia cultural. Correo electrónico:
Véase el dossier de la revista Current Sociology, de enero de 2015, vol. 63, núm. 1, Emancipatory Catastrophism, Climate Change and Risk Society, coordinado por Sang-Jin Han.