El área de la psiconeuroinmunología ha suscitado un interés creciente durante la última generación. El motivo principal de ello se debe a la mejora de nuestra comprensión de la dinámica entre las respuestas viscerales y los estados afectivos. Dicho esto, nuestro conocimiento de la complejidad de estos procesos es incompleto. Un hallazgo significativo en psiconeuroinmunología es el rol de los procesos inflamatorios en los trastornos mentales. Esta es una cuestión muy amplia, que ha sido debatida por Soria et al.1. En primer lugar, felicito a los autores por haberse centrado en los aspectos diagnósticos y terapéuticos de los trastornos mentales con relación a la psiconeuroinmunología. Los autores aportan una perspectiva concisa y esclarecedora sobre los principales trastornos mentales, así como de la implicación de la actividad de las citocinas en su etiología. Como destacan los autores, los estudios previos establecen una fuerte correlación entre la inflamación inducida por citocinas y la esquizofrenia, depresión, trastorno bipolar y TEPT.
En su discusión, los autores realizan dos comentarios en los que me voy a detener. Primeramente, está la necesidad de ampliar la investigación sobre marcadores de la inflamación, más allá de las variables actuales. Yo incluiría también la etnicidad, la exposición a traumas psicofísicos y la composición de la microbiota intestinal entérica (EGM), que constituyen también variables importantes en cuanto a inflamación y trastornos mentales. Por ejemplo, algunos estudios indican que las bacterias intestinales juegan un papel clave en la modulación de la función endocrina y la respuesta al estrés. Además, diversas especies de bacterias intestinales son cruciales para la producción de neurotransmisores2, y la modulación de neurotrofina durante el desarrollo neonatal3. Se ha demostrado cómo la administración de la especie bacteriana Bifidobacterium infantis en ratones inmaduros reduce la respuesta pro-inflamatoria de las citocinas IL-6, TNF-α y IFN-γ4. Algunas especies de bacterias intestinales pueden crear incluso sustancias neuroquímicas cuya estructura molecular es análoga a la producida por el SNC huésped. Por tanto, debemos indagar más sobre si la biomímesis generada por la EGM puede contribuir a los trastornos mentales.
Además, los autores están justamente preocupados por el uso de antiinflamatorios en el tratamiento de los trastornos mentales graves. Hasta ahora, los estudios sobre antiinflamatorios como tratamiento potencial son pocos y no concluyentes. Debemos ser cautos. Los fármacos antiinflamatorios no han sido autorizados como alternativa viable a los antidepresivos o los antipsicóticos. Sin embargo, esto no puede disuadir a algunos facultativos a la hora de prescribirlos. En los países desarrollados en los que he vivido, muchos facultativos son reacios a prescribir antidepresivos o antipsicóticos a los pacientes, debido a su coste. Por contra, los antiinflamatorios son relativamente más económicos. Esto puede ser un factor decisivo para prescribir su uso.
FinanciaciónEl autor no ha recibido financiación alguna por la redacción de esta carta.