La agitación psicomotriz es un síndrome inespecífico, de etiología multifactorial y que conlleva una alteración del comportamiento motor y un estado de hiperactividad física y mental descontrolada e improductiva, asociada a tensión interna1. La agitación puede conducir a conductas violentas2, verbales o físicas hacia sí mismos o hacia sus familiares, personal sanitario y entorno. Este frecuente cuadro clínico, de extrema gravedad, se presenta la mayoría de las veces de forma rápidamente progresiva. Debe considerarse que existen señales de alarma o signos prodrómicos, que por lo general preceden a la agitacion3. Entre estos síntomas, encontramos un discurso hostil o suspicaz, un acercamiento desproporcionado al contexto o una expresión facial tensa y enfadada.
La evaluación de la gravedad de la agitación y la predicción de un posible comportamiento agresivo2, mediante la detección y abordaje de las señales de alarma, pueden permitir el control de un comportamiento potencialmente peligroso4. Por lo tanto, esta evaluación debe guiar las decisiones terapéuticas2, intentando promover el uso de aquellas herramientas que puedan resultar beneficiosas para el paciente. Sin embargo, existen medidas coercitivas como la contención mecánica y la reclusión que por el contrario son potencialmente negativas para la relación terapéutica y perjudiciales tanto para los pacientes como para el personal sanitario5, si bien se utilizan cuando la vida del paciente está en riesgo y mientras se espera una respuesta terapéutica.
El tratamiento de la agitación incluye el uso de fármacos y de técnicas no farmacológicas. Podría decirse que se ha estudiado suficiente sobre tratamiento psicofarmacológico en pacientes agitados. Por el contrario, hasta ahora ha habido poca discusión sobre técnicas de desescalado verbal y a pesar de la creciente evidencia de su eficacia, a lo largo de la formación sanitaria en nuestro medio, no disponemos de un aprendizaje reglado en técnicas de desescalado ni en el manejo del paciente agitado más allá del tratamiento psicofarmacológico.
Las pautas del Proyecto «Best Practices in Evaluation and Treatment of Agitation» buscan estandarizar las técnicas de desescalado verbal para que se realicen con las mejores garantías6, y de la mejor manera posible. Estas técnicas, tienen el potencial de disminuir los niveles de inquietud y agitación, así como de reducir la potencial violencia asociada7. Además, aportan beneficios en términos de seguridad, resultados y satisfacción del enfermo7, y son claramente beneficiosas para la relación médico-paciente, entre otros motivos, porque llevan a una reducción en el número de contenciones mecánicas.
Se ha visto que la disminución por sí misma en el uso de contenciones mecánicas sin un entrenamiento específico puede llevar a un aumento de los ataques contra pacientes y personal8. En este sentido, es necesaria una formación específica en las distintas unidades y centros sanitarios para aumentar el conocimiento de los factores que conducen a la agitación, la enseñanza de intervenciones lo menos restrictivas posibles y el aprendizaje de reacciones seguras a la violencia del paciente para que la aplicación de la técnica sea eficaz.
Se recomienda que la formación en gestión de emergencias conductuales y agitación, análoga a la formación avanzada para el soporte vital cardiovascular, sea periódica7, a poder ser anual. Debería incluir, no solamente el aprendizaje en un aula o un libro, sino también la puesta en práctica de habilidades. En este sentido, las técnicas de desescalado pueden aprenderse mediante «role playing» o pueden practicarse encuentros simulados con pacientes7. Hay que destacar que todos los miembros del personal del hospital, no solamente los sanitarios que trabajan en psiquiatría, pueden aprender técnicas de desescalado y usarlas con éxito si están bien entrenados y adoptan un determinado conjunto de habilidades.
En conclusión, el personal clínico de los departamentos de urgencias y de otros dispositivos de la red de salud mental debería formarse en técnicas de desescalado, así como en prevención y manejo de la conducta agitada y agresiva7,9, por lo que recomendamos la implantación de programas de formación en desescalado verbal. Consideramos que esta formación es aplicable en nuestro medio y tiene el potencial de mejorar el manejo de los episodios de agitación, aumentando a su vez la satisfacción del usuario con todo el proceso terapéutico.