El suicidio es un problema de salud pública mundial, siendo la primera causa de muerte no natural en nuestro país1. La génesis del comportamiento suicida se ve influenciada por múltiples factores de índole biopsicosocial, que en muchas ocasiones, como es el caso de la recesión económica, pueden ejercer efectos difíciles de establecer2. Hasta la fecha la tentativa de suicidio (TS) previa se ha erigido como el mejor predictor de riesgo de suicidio consumado3, por tanto, consideramos que todos los esfuerzos para la predicción y prevención de las TS son un modo indirecto de contribuir a la disminución del número de suicidios en el medio.
Uno de los esfuerzos más interesantes dirigido a la facilitación de la identificación de las personas en riesgo de conducta suicida es el realizado por Blasco-Fontecilla et al.4, cuando desarrollan la escala de Personalidad y Acontecimientos Vitales (PLE) que incluye 27 ítems de entre los más discriminativos de una serie de cuestionarios que habitualmente se emplean en la evaluación del comportamiento suicida (escala de trastornos de la personalidad, impulsividad, agresividad, acontecimientos vitales estresantes y datos sociodemográficos) con excelentes resultados de sensibilidad (80,8%) y especificidad (89,6%). Los autores dan un paso más allá cuando desarrollan la versión breve de dicha escala (S-PLE)5, que con solo 6 ítems permite evaluar de modo indirecto y no intrusivo el riesgo de comportamiento suicida en lugares donde escasea el tiempo.
Los propios autores proponen los siguientes puntos de corte, que son los que maximizan la precisión de la clasificación: i) personas sanas, puntuación inferior a 1,70; ii) personas con posible trastorno mental, puntuación entre 1,70 y 2,46, e iii) personas con riesgo de suicidio, puntuación superior a 2,46. No obstante, los propios autores reconocen que el desempeño de la S-PLE disminuye cuando se trata de diferenciar entre personas con trastorno mental sin antecedentes de TS y pacientes con historia de TS, si bien el área bajo la curva (AUC) de la característica operativa del receptor (ROC) sigue siendo aceptable (0,756).
Nuestro grupo ha tratado de replicar estos resultados previos en una muestra independiente de 197 pacientes [35,5% hombres; edad media (DE)=54,15 (10,54)años], con diagnóstico de trastorno del humor [depresión unipolar (74,6%); depresión bipolar (8,1%) y distimia (17,3%)] y gravedad clínica de la depresión en el momento de la evaluación medida con la escala Hamilton de Depresión (HDRS)6 de 18,56 (5,95), que equivaldría a depresión moderada a grave. El 38,6% (n=76) de los pacientes tenían antecedentes de TS. Los pacientes con antecedentes personales de TS fueron significativamente más jóvenes [51,79 (10,70) vs. 55,64 (10,21); t de Student=2,526; p=0,012] y obtuvieron puntuaciones significativamente más elevadas en la S-PLE [2,10 (0,48) vs. 1,79 (0,46); t de Student=–4,424; p=0,000], siendo similares en cuanto al sexo y la puntuación media en la HDRS.
Cuando se evalúa la precisión de la escala mediante un análisis de la ROC, se obtiene un AUC de 0,675 que es inferior a la reportada por los autores. Al aplicar el punto de corte propuesto por los autores para diferenciar personas con trastorno mental sin antecedentes de TS y personas con antecedentes de TS (puntuaciones superiores a 2,46), obtenemos una sensibilidad del 17,10% y una especificidad del 95,90%. Es decir, existe un gran número de falsos negativos. Si el interés de esta escala es utilizarla como herramienta de cribado, creemos conveniente proponer una modificación del punto de corte para disminuir el elevado número de falsos negativos, al menos cuando se trata de identificar riesgo de suicidio en pacientes con trastornos mentales. Tras la valoración de nuestros resultados, proponemos que un punto de corte más adecuado para la evaluación del riesgo suicida sería 1,70. Con este punto de corte, al menos en nuestra muestra, se consiguió un importante incremento de la sensibilidad (85,5%), si bien la especificidad disminuye al 32,2%. No obstante, dada la gravedad de las consecuencias del evento que queremos predecir y la posibilidad de uso de la S-PLE en el cribado de riesgo de suicidio en lugares donde escasea el tiempo, como los servicios de urgencia hospitalarios o atención primaria, consideramos a todas luces que una buena sensibilidad ha de priorizarse sobre la especificidad.
En nuestra opinión, la S-PLE puede ser un instrumento de utilidad clínica para la detección del riesgo de TS, si bien es necesario un establecimiento más fino de los puntos de corte de la herramienta y determinar su capacidad predictiva en estudios prospectivos, actualmente ya en marcha por parte de nuestro grupo de investigación.
Este estudio estuvo financiado por fondos del gobierno de España «Fondo de Investigación Sanitaria» FEDER (PI14/02029) y el Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM).