La Jornada, de noviembre de 2013 a enero de 2014. Este artículo es un resumen de los principales resultados del TLCAN, publicados en este diario mexicano.
En este año 2014 se cumplen veinte años de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el cual representa una de las tres políticas económicas más relevantes de la entrada del neoliberalismo en tierras aztecas; la libre movilidad de capitales a corto plazo y la privatización de las empresas del Estado fueron los cambios que implicaron signar dicho tratado de libre comercio. El resultado pocos lo festejan y muchos lo lamentan.
La concentración del comercio con Estados Unidos hizo muy vulnerable la economía mexicana, y la destrucción de las cadenas productivas nacionales aceleró el desempleo y la informalidad en el trabajo de los mexicanos. La inmigración, las maquiladoras y el narcotráfico cada día se convierten en el drama de sobrevivencia de la mayoría de la población. Por otro lado, la concentración del ingreso provocó que unos cuantos mexicanos entren en la lista de los hombres más ricos del mundo.
El abandono del campo y la dependencia alimentaria de las importaciones castigó drásticamente el poder adquisitivo de los ingresos de más de la mitad de la población. La devastación medioambiental, de las agroindustrias y la minería de exportación están generando un verdadero ecocidio, irreversible y de grandes magnitudes.
Más del 77% de las exportaciones mexicanas van hacia el país del norte y, aunque el balance comercial con Estados Unidos es positivo, si le restamos el petróleo, las ventas de las maquiladoras (que son más compras y ventas dentro de la misma empresa, con poco valor agregado nacional y nulo consumo de materias primas locales) y las remesas de los migrantes, este saldo comercial se hace negativo. En 2012 las exportaciones de petróleo y las maquiladoras representaron el 85% de las exportaciones hacia Estados Unidos.
Con la privatización de la empresas estatales, el incremento de la inversión extranjera directa (principalmente especulativa, en la bolsa de valores y maquiladoras), se destruyeron las cadenas productivas, se incrementó el desempleo, se golpeó a las asociaciones gremiales, se incrementó la informalidad (que hoy representa más del 40% de la población económicamente activa) y la precariedad o “flexibilidad” en las fuentes de empleo fue legalizada con una reforma laboral.
Muchas ciudades mexicanas viven de las remesas de los migrantes en Estados Unidos, lo que obviamente significa la imposibilidad de generar empleo y arraigo local. México ocupó, el año pasado, el cuarto lugar en recepción de remesas en el mundo: 22.000 millones de dólares. Solo después de la India, donde se recibieron 71.000 millones, China (60.000 millones) y Filipinas (26.000 millones), según cifras del Banco Mundial. Las estadísticas de población señalan que los indocumentados mexicanos en Estados Unidos alcanzaron 1.070.000 y en 2013 podían llegar a los 2 millones. Anualmente son aproximadamente 600.000 los connacionales que intentan pasar de manera ilegal, de los cuales por lo menos el 10% queda en el intento, es deportado o sufre accidentes mortales.
El drama del campo alcanza magnitudes alarmantes, el precio del maíz cayó más del 66%, debido a que las importaciones provenientes de Estados Unidos aumentaron el 400%. Lo mismo ocurrió con las exportaciones del país del norte hacia México de soya, trigo, algodón y arroz. Se importa el 95% de la soya, el 60% del arroz, el 49% del trigo, el 25% del maíz y el 40% de la carne que se consumen en el mercado interno. Y aunque las exportaciones de hortalizas de México a Estados Unidos aumentaron, la balanza agropecuaria no pudo equilibrarse por el peso de los alimentos básicos. México importa hoy el 60% del trigo y el 70% del arroz que consume. Antes del TLCAN, solo dependía del 8% de las importaciones de maíz; hoy representa más del 32%. La producción de los principales granos, gracias al diferencial de productividad y los subsidios de la producción agropecuaria de Estados Unidos, cayeron el 12%; las carnes rojas, el 33% y los productos maderables, el 37%. El PIB agropecuario se estancó en el 1,8% al año y su participación en el PIB nacional se ha ido disminuyendo: el 3,57% en 2000; el 3,55% en 2006 y el 3,39% en 2011. El precio de la canasta básica ha aumentado el 257% en los veinte años del TLCAN.
Esta situación de abandono del campo, afirma la prensa mexicana, “permitió que el crimen organizado entrara desde los años noventa. Ocupó los vacíos que dejó el Estado al retirarse como financiador, comprador, inversionista, regulador y promotor de la economía rural. Emprendió la explotación ilegal de recursos naturales, como es el caso de los bosques de Chihuahua y Michoacán. Diversificó sus acciones más allá de la venta de estupefacientes: robo de maquinaria y equipo; despojo de la nómina a quienes contratan trabajadores agrícolas; extorsiones a productores y comerciantes. Se hizo del control territorial de vastas zonas rurales y ahora designa alcaldes; ocupa las direcciones de seguridad pública de los municipios; cobra cuotas, derechos de paso, etc. Se colude con el Ejército y la Marina. Se vive en una sociedad de crimen en la que las familias y la sociedad están sometidas a un verdadero ejército de ocupación. Se asiste a una devastación medioambiental que está terminando con los recursos naturales por el abuso de los agroquímicos. Se están sobreexplotando los mantos acuíferos. En pocas palabras, de los 196 millones de hectáreas con que cuenta México, el 64% están degradadas por la erosión hídrica y eólica. La OCDE acaba de señalar que México es el país de esa organización que más pierde bosques, con una devastación de 155.000 hectáreas de vegetación tan solo entre 2005 y 2010”.
“México no ingresó al Primer Mundo, tampoco disminuyó la emigración de los campesinos hacia Estados Unidos, desaparecieron los precios de garantía y no hay un crecimiento espectacular”, como se le prometió al país el 1 de enero de 1994, cuando entró en vigor el TLCAN.
México es el único país de América latina en que ha aumentado la pobreza, 60,6 millones de mexicanos que viven bajo la línea mínima de bienestar, lo afirma Alicia Bárcenas, Secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), en el “Panorama Social de América Latina y el Caribe” de 2013. De once países de la región, la pobreza bajó en seis; Venezuela fue donde más cayó.
Paradójicamente, el Secretario de Estado norteamericano John Kerry elogió el desarrollo económico y democrático de las Américas como la relación de “iguales” entre Estados Unidos y los países del hemisferio. “Celebro —dice el Secretario— que el crecimiento económico de América latina se nutra por políticas sanas, programas sociales innovadores y mayor comercio e inversión internacional”. Señaló que el comercio de Estados Unidos hacia la región se ha triplicado en la última década y vinculó eso con que 73 millones de latinoamericanos han salido de la pobreza. Lástima que no sabemos cuáles son las fuentes estadísticas en las que él se basa para hacer estas afirmaciones.
Lo que sí sabemos es que los beneficiarios del TLCAN son básicamente 500 empresas en las que se concentra el 70% de las exportaciones manufactureras mexicanas. También sabemos de buenas fuentes que los multimillonarios elevaron su riqueza en 524.000 millones de dólares en el 2013, que equivale a poco menos de la mitad del valor de la economía mexicana. Obviamente, en la lista de estos afortunados hay cuatro mexicanos: Carlos Slim, principal accionista de America Móvil y Teléfonos de México, entre otras empresas, segunda fortuna mundial, con 73.800 millones de dólares a finales del 2013. Lo sigue Alberto Bailleres, número 58 en la lista, accionista de la minera Peñoles, de El Palacio de Hierro y el Grupo Nacional Provincial, con 15.600 millones de dólares. El tercer lugar de los mexicanos se ubica a la Sra. Sara Mota de Larrea, que posee el 36% de las acciones del minero Grupo México, con una fortuna de 11.000 millones de dólares; el cuarto lugar lo ocupa el propietario de TV Azteca, Ricardo Salinas, con 9.000 millones de dólares.
Son pocos en realidad los que tienen que festejar las dos décadas de neoliberalismo y TLCAN; al resto del país no le sirve de nada ser un gran exportador de petróleo, drogas y gente.