La adolescencia es una etapa evolutiva en la que los adolescentes toman decisiones independientemente de sus progenitores y desarrollan patrones de comportamiento diferentes a los de la infancia, algunos de ellos considerados de riesgo porque pueden tener repercusiones negativas en su bienestar y su salud futura. Un comportamiento de riesgo es aquel que puede generar algún tipo de peligro o daño para el adolescente, aunque la emergencia de las consecuencias negativas es cuestión de probabilidades1.
Existe una extensa literatura sobre los comportamientos de riesgo en la adolescencia, referentes a conductas, factores y situaciones de riesgo. La distinción entre comportamientos y situaciones de riesgo alude a riesgos activos y pasivos2. En el primer caso los sujetos suelen ser actores activos en la gestión del riesgo (pelearse), mientras que en el segundo caso son afectados por una situación no buscada (accidente de moto). Factores relacionados con la familia, el colegio o el grupo de iguales pueden influir en la propensión a asumir riesgos en la adolescencia. Incluso existe una amplia literatura que relaciona aspectos individuales o de personalidad con los comportamientos de riesgo (búsqueda de sensaciones, autoimagen, etc.). De esta manera los adolescentes que no presentan estos factores no estarían envueltos en conductas de riesgo o tendrían me-nos probabilidades de estarlo3,4.
Son numerosos los comportamientos de riesgo estudiados en la adolescencia, entre los que podemos destacar el consumo de drogas, las relaciones sexuales precoces y sin medidas de protección, intentos de suicidio, trastornos de la alimentación, conductas de inseguridad vial, comportamientos violentos y antisociales, etc. Aunque la mayoría de los trabajos se centran en cada uno de ellos, otros los han estudiado conjuntamente5-11. Se ha mencionado que los adolescentes se sienten invulnerables en muchas de las conductas de riesgo que ellos asumen12,13, que los comportamientos de riesgo son bastante comunes en la adolescencia14, que cuando los adolescentes asumen riesgos en un dominio o situación lo realizan en otros, existiendo unas características de personalidad hacia el riesgo o una etiología común15-19, que el riesgo disminuye con la edad20 o se puede incrementar21, que el riesgo está más asociado a un sexo que a otro22, o que los comportamientos de riesgo en la adolescencia son inevitables y los esfuerzos preventivos tienen poco impacto sobre ellos23. Sin embargo, entre los numerosos factores de protección que se han mencionado en los comportamientos de riesgo, la actividad deportiva ha sido muy relacionada especialmente con el consumo de drogas24-27.
Debemos tener en cuenta que los comportamientos de riesgo no son universales ni se producen en la adolescencia de forma homogénea, sino que son dinámicos y cambiantes en la dimensión espacio-temporal. Por ello, se ha planteado el interés en estudiar los contextos en donde estas conductas tienen lugar y los significados asociados por sus actores28-30. Además, una serie de variables marcan diferencialmente su presencia, así como la percepción y valoración del riesgo, lo cual no nos permite la generalización de los mismos a todas las poblaciones de adolescentes. Se ha señalado que los comportamientos de riesgo están relacionados y condicionados por las características del entorno y el área geográfica. De esta forma, algunos comportamientos de riesgo pueden emerger en mayor o menor medida dependiendo del área rural, urbana o suburbana31. También se ha indicado que las diferencias de sexo y género, así como la etnicidad, en los comportamientos de riesgo son relevantes10,32-38. En este sentido, se ha hablado del efecto «white male», según el cual los varones blancos perciben y valoran los riesgos de forma distinta a las mujeres y a otros grupos étnicos39. Las diferencias en los riesgos, percibidos y asumidos, están relacionadas con las actividades y roles sociales de cada sexo y las desigualdades de poder entre ellos40.
En España, algunas conductas de riesgo en los adolescentes han sido muy estudiadas:
1) El uso de drogas. En las últimas encuestas del Plan Nacional sobre Drogas (PNSD) a población escolar, las drogas de mayor consumo por los escolares son el tabaco, el alcohol y el cannabis. En estas encuestas se vienen señalando diferencias de consumos entre los sexos, de tal forma que las escolares fuman y beben en mayor proporción que sus homólogos los escolares. Otros estudios específicos sobre usos de drogas, especialmente alcohol y tabaco, muestran tendencias similares, resaltando el consumo de alcohol y otras drogas en contextos de ocio y diversión41-43, siendo diferentes o similares los consumos entre los sexos.
2) Las conductas relacionadas con la violencia entre iguales, ya sea como víctimas o agresores. Entre el 1 y el 7,6% de los estudiantes se reconocen agresores, con más conductas violentas entre los chicos que entre las chicas44-49.
3) Las relaciones sexuales precoces y desprotegidas. El 47,8% de los varones entre 15 y 19 años ha tenido relaciones sexuales completas y el 40,4% en el caso de las mujeres, reduciéndose estos porcentajes según disminuye la edad50. Diversos trabajos han investigado sobre los comportamientos sexuales de los adolescentes y las conductas de riesgo asociadas, además de las actitudes y conocimiento sobre las formas de prevención de embarazos no deseados, el contagio de infecciones de transmisión sexual (ITS) y del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH)51-54.
4) Los comportamientos relacionados con la seguridad vial en la adolescencia55. Según los datos de la Dirección General de Tráfico (DGT) del año 2005, los adolescentes de 15 a 17 años que sufrieron accidentes de tráfico en carretera fueron 2.596 jóvenes, de los cuales el 3,6% fallecieron, el 25% fueron heridos graves y el 71,4% leves. En los países industrializados fallecen cada año más de 8.500 jóvenes conductores, menores de 24 años, siendo el doble que los que superan esta edad y tres veces más que las mujeres conductoras de la misma edad, de tal forma que la edad, la inexperiencia y el sexo son tres variables explicatorias56. Algunos trabajos internacionales han señalado claras diferencias de sexo y etnicidad en las conductas de riesgo relacionadas con la seguridad vial57.
El principal objetivo de este trabajo es examinar y describir el alcance de los comportamientos de riesgo (uso de drogas, violencia, seguridad vial y relaciones sexuales) en la población adolescente de tres Comunidades Autónomas (CCAA) del Estado español. Basándonos en estudios previos, nuestra hipótesis de partida es mostrar cómo las diferencias por sexo, etnicidad y área geográfica pueden ser relevantes para explicar estas conductas, dado que el riesgo se construye en los contextos sociales y bajo la influencia de variables socioculturales1, 28, 58.
Material y métodosLos datos se han obtenido por medio de un cuestionario pasado a una muestra de adolescentes escolarizados en los cuatro cursos de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) en tres CCAA. Para la confección de la encuesta realizamos previamente grupos de discusión, de los que obtuvimos también los significados asociados a los comportamientos, pero los resultados de los mismos no se incluyen en este trabajo. Una vez elaborado el cuestionario se pasó previamente, como prueba pre-test, a dos centros educativos de un municipio de 15.000 habitantes de la Comunidad de Madrid (n = 302), que no entraba en el muestreo, un centro público y otro privado-concertado bilingüe de la ESO, que sirvieron para corregir el cuestionario y adaptarlo.
Las muestras de Andalucía (n = 1.907) y Madrid (n = 1.720) fueron representativas de la población escolar en la ESO. El cuestionario se realizó durante mes y medio en el mismo periodo en las tres CCAA y en ese tiempo no fue posible seguir el mismo criterio en el País Vasco, en donde se recogieron muchos menos cuestionarios (n = 463) debido a la menor población de centros para muestrear, el mayor rechazo a colaborar, etc. La selección de la muestra se planteó por muestreo aleatorio simple polietápico, con un error muestral del 2,5, varianza poblacional del 50% y nivel de confianza del 95%, correspondiendo un mínimo de
1.600 cuestionarios por Comunidad Autónoma. Se muestrearon los centros educativos por afijación proporcional (públicos, privados-concertados) y posteriormente se seleccionaron aleatoriamente las aulas de cada nivel de la ESO en los centros de la muestra, estimando 25 alumnos por aula. Sin embargo, en la muestra de Andalucía no siempre se pudieron obtener los cuatro cursos por centro, teniendo que ampliar la muestra de centros educativosi. Nuestra intención era obtener una muestra por curso que permitiera analizar los comportamientos de riesgo en función de la etapa educativa, aunque dichos análisis no se incluyen en este trabajo por cuestiones de espacio.
i La proporción de centros educativos que fueron sustituidos por desestimar su colaboración fue del 40% aproximadamente en Andalucía y Madrid. Muchos centros aducían que continuamente tenían ofertas de pasar encuestas en sus centros y estaban cansados. Para distanciarnos de otras encuestas se eligió el mes de mayo en los centros educativos, incluso se sustituyeron aquellos centros en los que se habían pasado en el curso dos encuestas que coincidieron con la nuestra.
Para medir la etnicidad nos hemos basado en la autoidentificación de grupo étnico59 en el que se situaron los estudiantesii. Aunque ellos podían señalar distintas opciones, hemos agrupado a todos aquellos que se consideraban «Blancos» en un grupo y aquellos que señalaron otros grupos étnicos (negro, gitano, magrebí, asiático, latino, indio, etc.) en «Otro».
La muestra final ha sido de 4.091 estudiantes de la ESO, pertenecientes a 17 centros y 60 aulas en Madrid, 23 centros y 83 aulas en Andalucía, y 6 centros y 20 aulas en el País Vasco. El instrumento utilizado fue el cuestionario autoadministrado en el aula en presencia del encuestador, con una duración media de 40 minutos. En Andalucía y Madrid los propios investigadores participaron en el trabajo de campo, que se realizó en abrilmayo de 2007. Como es habitual, a los estudiantes se les garantizó el anonimato de sus respuestas y su participación fue voluntaria. El 41,5% fueron centros públicos y el resto privados o concertados. El 25,3% eran estudiantes de 1er curso de la ESO; el 24,5% de 2º curso; el 26,3% de 3º curso y el 23,7% de 4º curso de la ESO.
El cuestionario estaba compuesto de 57 preguntas que versaban sobre características sociodemográficas, comportamientos y situaciones de riesgo relacionados con el uso de drogas, violencia, relaciones sexuales, seguridad vial y trastornos de la alimentación. Los comportamientos de riesgo preguntados se refieren al último año salvo para el consumo de cigarrillos, cuya frecuencia fue diaria, y para la realización de ejercicio, físico que fue semanal.
El análisis del cuestionario se ha realizado en SPSS 14, calculando la distribución de frecuencias y porcentajes para las variables cualitativas y en las cuantitativas se calcularon las medidas de tendencia central y dispersión. Secundariamente, se examinó la asociación entre diferentes variables. Se utilizaron tablas de contingencia para las variables nominales, mayoritarias en esta investigación. Concretamente, se ha obtenido como prueba global de independencia el estadístico µ2. La interpretación descriptiva de los resultados obteni
ii La definición del concepto de etnicidad constituye un debate clásico en antropología social y cultural. Existe una extensísima literatura que lo define y trabaja con este concepto. En el caso de los adolescentes también son numerosos los trabajos realizados. La etnicidad hace referencia al proceso de identidad étnica que está compuesto por la autoidenficación, el sentido de pertenencia y la participación de los sujetos y grupos con determinados grupos étnicos. Véase Phinney J. Ethnic identity in adolescents and adults: review of research. Psychol Bull. 1990;108(3):499-514.
dos se ha apoyado, a su vez, en la inspección de los residuales corregidos tipificados. Para el análisis de variables cuantitativas, allí donde se requería, se han empleado pruebas de contraste de medias paramétricas («t» de Student y análisis de varianza) hallando el tamaño del efecto (d) cuando eran significativas las diferencias de medias.
ResultadosEn primer lugar, se muestran las características sociodemográficas de los estudiantes encuestados, posteriormente se exponen los resultados obtenidos en la medición de los comportamientos de riesgo analizados y las diferencias de sexo, etnicidad y áreas geográficas encontradas, como principales variables que explican los resultados obtenidos.
Características sociodemográficasLa edad media de los estudiantes fue de 14,81 (desviación estándar [DE] = 1,306), siendo la mediana de 15 años en un intervalo de 12 a 19 años. El 49,1% fueron varones y el 49,9% mujeres. El 90% de los estudiantes encuestados nacieron en España; el 5,5% en Latinoamérica; el 0,7% en África del norte; el 0,2% en África subsahariana; el 0,5% en Asia; el 0,7% en Europa del Este; el 0,5% en países de Europa occidental o EE. UU. y el 1,9% no respondió. En el 86,5% sus padres y en el 85% sus madres nacieron también en España. Convivían en la unidad familiar, sin incluir al estudiante, una media de 3,25 personas (DE = 1,211), siendo la mediana y la moda de 3 personas, en un intervalo de 1 a 17 personas. La situación económica percibida en su hogar por los estudiantes fue la siguiente: el 76,5% percibía una buena situación económica, el 19,5% tenía problemas para llegar a final de mes y el 1,6% percibía que existían muchas dificultades económicas.
Cuando se solicitó a los estudiantes que se identificaran con algún grupo étnico el 77,7% se autoidentificaron como «Blancos» y el 16,6% se situaron en «Otros» grupos (9% latinos; 1,9% negro o mestizo; 0,2% indio; 1% asiático; 0,9% magrebí; 3,7% gitano; 3% otros); no se autoidentificaron el 5,7%, o lo hicieron incorrectamente.
A continuación se recogen los resultados obtenidos en los distintos comportamientos de riesgo en función del sexo, etnicidad y Comunidad Autónoma. Para una mejor comprensión y lectura se ofrecen los porcentajes obtenidos de todas las conductas estudiadas en las tablas 1, 2 y 3.
Tabla 1. Conductas sobre violencia, seguridad vial, relaciones sexuales, uso de drogas y deporte, por sexo, etnicidad y CCAA (%) en el último año
Tabla 2. Comportamientos de riesgo por sexo, etnicidad y CCAA (porcentajes y frecuencias) en el último año
Tabla 3. Frecuencia de consumo de drogas por sexo, etnicidad y CCAA (%) en el último año
Comportamientos de riesgo y diferencias de sexoLas chicas se pelearon menos y participaron menos veces en peleas que los chicos (tabla 1), y las diferencias en esta conducta han sido significativas con un tamaño del efecto pequeño (d = 0,21). Sin embargo, no existían diferencias significativas en cuanto a haberse peleado estando bebido. Prácticamente todas las conductas de riesgo relacionadas con la inseguridad vial que hemos estudiado reflejaron mayores porcentajes en los chicos que en las chicas. Cabe destacar que haber hecho botellón y montar en moto no muestra diferencias significativas intersexuales, no obstante no se preguntó quién era el conductor.
En cuanto a las conductas referentes a las relaciones sexuales, no existían diferencias entre los sexos: ambos presentaron similares porcentajes de relaciones coitales y similar media de edad de inicio de las mismas. Asimismo, tampoco encontramos diferencias en la desprotección de intentos de relaciones sexuales.
Sin embargo, aparecían diferencias significativas en cuanto al porcentaje de las relaciones sexuales no consentidas, siendo más frecuentes éstas entre las mujeres. Una conducta de riesgo que parecían realizar más los chicos que las chicas fue haber mantenido relaciones sexuales estando bebido o habiendo consumido alguna droga (tabla 2).
Respecto al uso de drogas, encontramos diferencias importantes y significativas. Las chicas fumaban más en el momento en que se realizó la encuesta, y habían bebido alcohol y consumido psicofármacos en el último año en mayor medida que los chicos. Sin embargo, no existían diferencias en el consumo de alguna droga ilegal (sin incluir el cannabis) en el último año. El porcentaje de consumo de cannabis fue mayor en los chicos que en las chicas. En cuanto a la frecuencia de consumo encontramos diferencias intersexuales en casi todas las sustancias que se presentan (tabla 3). Siguiendo los residuos tipificados corregidos encontrábamos que en los adolescentes varones el consumo de cerveza y hachís era mayor en todas las frecuencias ofrecidas en comparación con el de las adolescentes; en cambio las chicas fumaban a diario y en el fin de semana más que los chicos, y también destacaba la frecuencia de consumo de combinados. Asimismo fueron las chicas las que manifestaron que se emborracharon más en el último año que los chicos (tabla 2). Otras conductas como vender drogas parecían asociadas a los chicos en mayor medida, mientras que mezclar medicamentos con alcohol fueron conductas que, aunque minoritarias, se dieron más en las chicas. Por último, cabe mencionar que las chicas realizaron menos deporte a la semana, fuera de las clases de educación física, y menos horas que los chicos, con un tamaño del efecto pequeño (d = 0,31).
Comportamientos de riesgo y diferencias por etnicidadPrácticamente en todas las conductas y comportamientos de riesgo estudiados en este trabajo se encuentran diferencias significativas entre los dos grupos de autoidentificación étnica que han sido estudiados. El grupo de «Otros» presentó conductas de riesgo en mayor proporción que el de «Blancos», como fue el caso de la mayor participación en peleas, más implicados en accidentes de tráfico, más quienes iban en moto a mayor velocidad, e iban en moto habiendo bebido, tenían relaciones sexuales con penetración y sin protección, con intento de relaciones sexuales no consentidas o habiendo bebido o tomado drogas. Cabe destacar que no existían diferencias en los comportamientos de uso de psicofármacos, horas de deporte a la semana, vender drogas o tomar medicamentos con alcohol, con porcentajes similares en ambos grupos.
Comportamientos de riesgo y diferencias por CCAALas conductas relacionadas con la violencia, como pelearse, mostraron mayores porcentajes en el grupo de los adolescentes madrileños. En cuanto a los adolescentes andaluces, comparados con las otras dos CCAA, presentaron mayores porcentajes en las conductas de inseguridad vial, así como en el hecho de haber estado implicados en un accidente, disponer de moto, retarse en la carretera (aunque similar a los adolescentes del País Vasco), ir en moto a más velocidad de la permitida, habiendo bebido o usado drogas, y no usar protección en las relaciones sexuales. Por último, y aunque la muestra de adolescentes del País Vasco ha sido reducida, podemos señalar algunas conductas en las que destacaron por su frecuencia: las relacionadas con el consumo de alcohol. Los adolescentes vascos alcanzaron mayor proporción en las conductas de fu-mar, tabaco y hachís, beber, usar alguna droga ilegal, emborracharse y mezclar muchas drogas para su con-sumo. También las frecuencias de consumo de las distintas bebidas que se recogieron fueron mayores en el fin de semana. En definitiva, los adolescentes madrileños presentaron mayores porcentajes en las conductas relacionadas con la violencia, los adolescentes andaluces en las relacionadas con la inseguridad vial y los adolescentes vascos en las conductas de consumo de drogas, especialmente de alcohol.
DiscusiónLos comportamientos que acontecen en esta etapa de la adolescencia pueden ser normativos o no, y muchas conductas de los adolescentes entrañan riesgos para su salud o pueden ser valoradas como oportunidades de aprendizaje. Tal como plantean algunos trabajos, la mayoría de los comportamientos de riesgo estudiados son transitorios60,61 o minoritarios y suele ser un grupo reducido de adolescentes los que asumen estos comportamientos de forma persistente62,63. La mayoría de los estudiantes encuestados no muestran una gran implicación en las conductas de riesgo, dados los reducidos porcentajes obtenidos en toda la muestra.
Los principales hallazgos aparecen en las diferencias de sexo, de etnicidad y en los comportamientos de riesgo relacionados con la seguridad vial. Respecto a la etnicidad, son muy escasos los estudios en España sobre grupos étnicos (o grupos diferentes culturalmente) y los comportamientos de riesgo para la salud, entre otras razones porque no se quiere estigmatizar a estos grupos y, además, la inmigración es un fenómeno relativamente nuevo que puede ser fuente de diversidad étnica. Sin embargo, es necesario entender y conocer estas diferencias para incrementar nuestra capacidad de desarrollar estrategias preventivas efectivas para estos subgrupos32.
Consumo de drogasLos consumos de tabaco, alcohol y cannabis obtenidos en este trabajo son inferiores a los observados en la Encuesta Escolar 2006-2007 publicada por el PNSD64; estas diferencias pueden ser debidas a la muestra, ya que los intervalos de edad son distintos. Las conductas de riesgo como emborracharse también son inferiores dado que en dicha encuesta se encuentran por encima del 27,3% hallado en este trabajo. También son inferiores al estudio sobre adolescentes gallegos51 que alcanzan el 43,9% y en trabajos de otros países como el de adolescentes japoneses8, que llegaron al 38,4%. Sin embargo, por sexo, en nuestro trabajo se han emborrachado más las chicas (32%) que los chicos (25,9%), aunque el dato es inferior a la encuesta nacional (42,8% frente a 45,6%)64. Esa diferencia puede ser debida al tipo de pregunta sobre la frecuencia de embriaguez, ya que en nuestro estudio se alude al último año y en la encuesta del PNSD se refiere al último mes. Sin embargo, nuestros resultados han sido similares a los encontrados por Best36 en una muestra de 1.777 adolescentes londinenses de 11 a 14 años. Best señalaba que las chicas se emborracharon más que los chicos y el grupo étnico identificado como «blanco», frente a otros grupos étnicos (asiáticos, negros u otros). Respecto a este último resultado, nuestros datos discrepan de los suyos, dado que no ha sido el grupo identificado como «blancos» el que presenta un mayor porcentaje en emborracharse.
En el consumo de tabaco diario aparece la misma relación intersexual que en el PNSD64, ya que las chicas fumaban diariamente más (11,3%) que los chicos (7,4%); pero los porcentajes han sido inferiores a los encontrados en la encuesta nacional mencionada (16,9% frente a1 2,5%)64. Se ha relacionado el consumo de tabaco con la realización de actividad deportiva o ejercicio físico, existiendo una correlación entre esta actividad y fumar. En nuestro trabajo también se encuentra una relación significativa entre ambas conductas y el sexo. Entre los adolescentes encuestados, las chicas fumaban más y realizaban menos deporte que los chicos.
Por último, el uso de cannabis y otras drogas ilegales también ha sido inferior en nuestra muestra de adolescentes, comparado con los resultados del PNSD64 y otros estudios7,41,51. Cabe destacar que en nuestro trabajo no hemos encontrado diferencias intersexuales en el consumo de cannabis a diferencia de los datos del PNSD64, donde en el último año habían consumido cannabis más chicos (31,6%) que chicas (28,2%).
Respecto a las diferencias por grupos de autoidentificación étnica, nuestros resultados han sido contrarios al estudio de Holowaty35 sobre adolescentes canadienses, europeos y otros grupos étnicos. Los adolescentes canadienses y europeos eran fumadores (29%) en mayor medida que otros grupos étnicos (13%). La misma situación encontró Blum34 entre adolescentes blancos, hispanos y negros, siendo el primer grupo el que mayor porcentaje presentaba respecto al consumo de tabaco y alcohol. Nuestros hallazgos han sido acordes con lo encontrado por Brindis32, que destacaba un mayor con-sumo de alcohol, marihuana y otras drogas en el grupo de adolescentes latinos inmigrantes y latinos nacidos en Estados Unidos frente a los nativos blancos.
Por áreas geográficas podemos apreciar algunas diferencias entre Andalucía y Madrid en el consumo de tabaco y cannabis. En Madrid obtenemos porcentajes respecto al consumo de tabaco algo mayores que en Andalucía (15% frente a 12,7%). Sin embargo, al comparar el consumo de tabaco en Andalucía con datos obtenidos en el año 2004 en una muestra similar65 se obtienen porcentajes muy parecidos (12% frente a 12,7%). Comparando los resultados obtenidos en el consumo de cannabis en Andalucía con los del año 200465, observamos que se ha duplicado (6,7% frente a 3%) y lo mismo ha ocurrido con el consumo de otras drogas ilegales (1,8% frente a 1%). Sin embargo, a pesar del incremento, el porcentaje de consumo de cannabis es inferior en Andalucía que en Madrid en tres puntos porcentuales.
Relaciones sexualesLas relaciones sexuales completas manifestadas por los estudiantes encuestados se encuentran por debajo de los datos del INJUVE50; del trabajo de Callejas53 en el que el 24% había mantenido relaciones sexuales con penetración en una muestra de 238 alumnos de 14 a 18 años; del estudio de Lameiras52 en el que en una muestra de 1.343 estudiantes de secundaria en Galicia el 31,9% había tenido relaciones sexuales coitales, con una media de 17 años; y del trabajo de Diz51 donde el 39,2% había tenido relaciones sexuales completas. Sin embargo, han sido similares al estudio de Navarro-Petusa54 en Elche (Alicante) que señalaba que el 18% de una muestra de 505 adolescentes de 15 a 20 años había experimentado relaciones coitales.
En cuanto a la protección en las relaciones sexuales, nuestros datos (84% protección) indican una mayor protección que otros trabajos: el 75,8%51, y el 81,5%53. Mientras que Hidalgo7 encontró diferencias intersexuales significativas entre adolescentes madrileños respecto a la protección de las relaciones sexuales (78,4% chicos habían usado algún método anticonceptivo frente al 84,4% de las chicas), en nuestro trabajo no las hemos hallado.
Es importante destacar las diferencias encontradas por etnicidad, puesto que en la muestra el porcentaje mayor de relaciones sexuales completas y de conductas de desprotección correspondía al grupo de «Otros». En este sentido, en el estudio de Blum34 los adolescentes negros y los hispanos habían tenido relaciones sexuales completas en mayor medida que los adolescentes blancos, aunque no hacía referencia a la protección de estas relaciones.
El haber mantenido relaciones sexuales bajo el con-sumo de drogas o alcohol, aun siendo un comportamiento minoritario, ha sido más prevalente entre los chicos que entre las chicas y en el grupo de «Otros». Nuestros resultados han sido similares a los encontrados por Ramisetty-Mikler38, donde el uso de alcohol o drogas en la última relación sexual con penetración fue mayor en el grupo de chicos comparado con el de chicas. Sin embargo era mayor entre los adolescentes caucasianos frente a los nativos hawaianos u otros grupos asiáticos, al contrario de nuestros resultados.
Al comparar los datos entre las comunidades observamos que en Andalucía los adolescentes y las adolescentes no utilizan protección en el 14,2%, mientras que en Madrid este porcentaje se reduce a la mitad (6,9%). Resulta llamativo el alto porcentaje de intentos de relaciones sexuales no consentidas que se producen en las dos comunidades, en torno al 10%.
Seguridad vialEntre los resultados obtenidos los que más llaman la atención respecto a los comportamientos de riesgo han sido los relacionados con la conducción de ciclomotores y el consumo de alcohol y otras drogas. El 40% de los adolescentes encuestados ha ido a más velocidad de la permitida y el 18% se ha retado en la carretera, alguna vez o muchas veces en ambos casos. El 7% ha montado en moto después de haber consumido alcohol (alguna vez o muchas veces), y el 4,5% ha consumido hachís u otras drogas y ha conducido una moto en el último año. Respecto al consumo de alcohol y otras drogas previo a la conducción, nuestros resultados fueron similares al trabajo de Feldman6, en el que el 14% de los adolescentes había conducido después de consumir alcohol. Pero los porcentajes han sido más altos que en otros trabajos: el 8,8% en una muestra de 631 adolescentes norteamericanos de 12-20 años66, o el 12,1% en una muestra de 2.311 adolescentes tailandeses9.
Los adolescentes varones realizaron estos comportamientos de riesgo en mayor medida que las chicas y el grupo de autoidentificación étnica calificado como «Otros» también mostró porcentajes mayores que el grupo étnico calificado como «Blancos». Nuestros resultados han sido similares a los encontrados por Everett57: en una muestra de 55.734 adolescentes, el 21% de los varones y el 12% de las chicas condujeron después de haber tomado alcohol. Sin embargo, nuestros datos fueron diferentes a lo que se obtuvo según la variable etnicidad, ya que el 18% de blancos e hispanos realizó este comportamiento de riesgo en mayor medida que los adolescentes negros (9,4%).
Al relacionar los datos entre Andalucía y Madrid, resulta llamativo observar que en Andalucía eran más habituales las conductas de riesgo relacionadas con la conducción vial como «retarse en la carretera», «ir en moto a más velocidad de la permitida» e «ir en moto habiendo bebido alcohol». Posiblemente estas conductas se llevan a cabo con más asiduidad debido al alto porcentaje de adolescentes propietarios de motocicletas (19,3% en Andalucía frente a un 11,9% en Madrid).
Conductas violentasUna cuarta parte de los adolescentes encuestados se había peleado físicamente en el último año y nuestros datos han sido inferiores a otros estudios internacionales. En el trabajo de adolescentes tailandeses9 el 31,5% se había visto envuelto en un evento violento en el que participaba y en el estudio de Fleming11 el 37% de los chicos y el 22% de las chicas habían participado en los últimos tres meses en alguna pelea, siendo las diferencias entre sexos significativas. Esta relación intersexual también ha sido similar a la encontrada en nuestro trabajo, donde los chicos (34,2%) habían participado en peleas en mayor medida que las chicas (16,1%). Sin embargo, nuestros datos fueron superiores (21,4%), aunque recogidos de distinta manera, al estudio realizado por el Defensor del Pueblo44, en donde el 5,3% de los estudiantes de Secundaria manifestó haber sido agresor, y al estudio de Serrano67, en el cual el 7,6% de estudiantes declaró haber sido agresor.
En cuanto a la etnicidad, nuestros resultados han sido similares a los encontrados por Brindis32, en cuyo estudio no eran significativas las diferencias en las conductas de violencia por los grupos étnicos de adolescentes estudiados, aunque encontraba una mayor proporción de estos comportamientos en los dos grupos de latinos que estudiaba (17-18%) que en el grupo de adolescentes blancos (12%). En nuestra muestra, sin embargo, las diferencias encontradas son significativas, ya que el grupo de «Blancos» se había peleado en menor proporción (21,9%) que el grupo de «Otros» (39,3%). Muy posiblemente los diferentes grupos étnicos se enfrenten de diferente forma en la resolución de conflictos, de manera que en algunos casos se recurre a la violencia con más frecuencia que en otros. El comportamiento de violencia bajo los efectos del alcohol encontrado ha sido reducido (5,3%), sin diferencias importantes por sexo y con pequeñas diferencias por etnicidad.
Por último, por áreas geográficas hemos encontrado que existen diferencias porcentuales entre los adolescentes madrileños y los adolescentes andaluces, ya que los primeros se pelean más, dados los mayores porcentajes obtenidos en ese grupo. En el último estudio del Defensor del Pueblo44 no se hallaron diferencias significativas por Comunidad Autónoma.
Limitaciones del estudioTal como plantean muchos trabajos internacionales, para calificar un comportamiento de riesgo o de experimentación debemos conocer la persistencia e intensidad de los mismos, aspectos de los que sólo disponemos en algunos de los comportamientos de riesgo analizados. La manifestación de realizar una conducta de riesgo, en el caso de los adolescentes, es dinámica y puede acontecer en un breve espacio de tiempo y no volverse a repetir. Por otra parte, las conductas y situaciones de riesgo deben ser enmarcadas en los significados y contextos sociales donde se construyen, y una limitación de la encuesta es no recoger adecuadamente estos objetivos. Además, los resultados obtenidos pueden ser representativos de los estudiantes escolarizados, dejando fuera de los mismos aquellos que presenten absentismo escolar u otras situaciones que pueden no haber sido recogidas en la encuesta. Tal y como hemos comentado, los resultados obtenidos en el País Vasco no son representativos, puesto que la muestra es muy reducida. Por último, en este trabajo no se han incluido, por cuestiones de espacio, otras variables que pueden mediar en los resultados de los comportamientos de riesgo y que se tendrán en cuenta en futuros análisis.
ConclusionesLas conductas de seguridad vial, sean relacionadas con el consumo de alcohol o no, requieren especial atención en los programas preventivos destinados a los adolescentes y las adolescentes. Si en general podemos afirmar que los comportamientos de riesgo han sido minoritarios en la población de adolescentes estudiada, la violencia, la seguridad vial y el consumo de alcohol requieren una mayor profundidad de investigación y de intervención. Es especialmente importante prestar atención a las diferencias de sexo, género y etnicidad, puesto que los comportamientos y las situaciones de riesgo se perciben y se gestionan de forma muy diferente. Podríamos apuntar desde estos resultados que podrían no ser sólo las características individuales o de personalidad18 las que están detrás de la percepción y asunción de las conductas de riesgo, sino que otras variables socioculturales pueden explicar estas diferencias68. Los significados culturales sobre riesgo y la posición en la estructura social de los grupos étnicos producen una enorme variabilidad en las conductas de riesgo y pueden ser explicados más adecuadamente desde esta dimensión cultural. Los adolescentes responden al riesgo no tanto como sujetos individuales, sino como miembros de determinados subgrupos y contextos, y los esfuerzos preventivos estarán mejor planificados y podrán ser más efectivos si contemplan las diferencias de género y etnicidad.
Los autores declaran que no existe conflicto de interés.
AgradecimientosLos autores de este trabajo quieren agradecer la colaboración que los centros educativos de Andalucía, Madrid y País Vasco le han prestado para la recogida de datos, pues sin su ayuda no hubiera sido posible la realización de este trabajo. Asimismo agradecemos a las Consejerías de Educación en Andalucía y el País Vasco su apoyo en esta investigación. Este trabajo forma parte del Proyecto Nacional de I+D+I, «Adolescencia y Riesgo: un estudio comparativo en tres Comunidades Autónomas», subvencionado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, Referencia: SEJ2005-03839, cuyo objetivo general es estudiar los comportamientos de riesgo en los adolescentes.
Correspondencia: C. MENESES FALCÓN Facultad de Ciencias Humanas y Sociales. Universidad Pontificia de Comillas ICAI-ICADE de Madrid. C/ Universidad Comillas, 3. 28040 Madrid. España. Correo electrónico: cmeneses@chs.upcomillas.es
Recibido: 17-06-2008 Aceptado para su publicación: 03-12-2008