Datos epidemiológicos comparables de la alcoholización en Argentina, en los últimos 30 años, documentaron la presencia de cambios en los patrones sociales de consumo y abuso de alcohol. A partir de considerar los diferentes tipos de bebidas disponibles, el vino, bebida paradigmática ligada a la inmigración italiana y española, retrocedió significativamente de 80,1 litros por habitante y año en 1966 a 32,4 en 2003. Mientras que las cervezas aumentaban en el mismo período de 9,5 litros en 1966 a 36 litros por habitante y año en 20031.
Estos cambios desde el campo de la venta de bebidas alcohólicas supusieron transformaciones que involucraron los rituales sociofamiliares. La relación del vino con la comida, tradicional en Argentina, que acotaba la frecuencia y cantidad de la ingesta a una oportunidad sujeta a la mirada familiar cedió el lugar a un nuevo escenario, exclusivamente juvenil, ligado a la bebida episódica y excesiva que transcurre por la cerveza y por bebidas destiladas mezcladas con gaseosas y bebidas energizantes. En cualquiera de los casos, la apetencia de los efectos farmacológicos para la exaltación y desinhibición se aproximó a los modelos culturales anglosajones de bebida por la ebriedad, diferenciándose del clásico pattern de con-sumo mediterráneo. De esta forma, los estudios en la población general2-4 registraron cambios, incluso en los abusadores, que pasaron del exceso cotidiano al intermitente (tabla 1).
Tabla 1. Cambios en el patrón de abuso de alcohol de la provincia de Buenos Aires de 1970 a 2004
Acorde con estos cambios del patrón de ingestión se observó en los estudios de los últimos años que el impacto del alcohol en emergencias hospitalarias5 mostró una morbilidad predominante en lesiones por violencia y en accidentes asociados al descontrol con el alcohol, mientras que los problemas relacionados con historias de alcoholización cotidiana, como las gastritis, las polineuropatías o incluso el síndrome de abstinencia al alcohol, fueron significativamente menores.
La naturalización en la cultura juvenil del abuso de alcohol fue estudiada en una muestra de jóvenes estudiantes de la Provincia de Buenos Aires realizada sobre los principales distritos urbanos. Se indagaron los límites de la disponibilidad ideal de bebidas alcohólicas de una fiesta juvenil para conocer los niveles de aceptación cultural del uso y abuso del alcohol dentro de una situación socialmente controlada (una fiesta de estudiantes dentro de una casa familiar).
Material y métodosLas cantidades de alcohol ideales para esta reunión se recogieron en un cuestionario anónimo y autoadministrado que incluyó preguntas sobre las cantidades de bebida por persona que, eventualmente, debía adquirirse para realizar una fiesta con sus compañeros en el hogar de alguno de ellos.
Se indagaron, asimismo, otras características tales como el consumo efectivo de alcohol, la edad de inicio y la frecuencia de aceptación o rechazo frente a la invitación a beber. La encuesta diseñada por el Programa de Epidemiología Psiquiátrica fue aplicada por el Observatorio sobre Uso de Sustancias Adictivas de la Subsecretaría de Atención a las Adicciones de la Provincia de Buenos Aires.
El cuestionario fue completado por 2.186 jóvenes con una edad comprendida entre los 16 y los 17 años, estudiantes de quinto año en colegios públicos de 30 distritos escolares de la Provincia que reciben los programas de prevención sobre adicciones del Ministerio de Salud-SADA. Su aplicación se realizó en el año 2008. Su administración fue coincidental, en un día típico, entre todos los estudiantes de quinto año de cada escuela y su cumplimentación fue anónima y voluntaria. El proceso estadístico de los datos se realizó con el programa Epi-info versión 3.3.2.
ResultadosLa encuesta fue completada por un 60% de mujeres y el valor modal de la edad en la distribución fue de 17 años. La cerveza tuvo el mayor porcentaje de consumidores entre las diferentes bebidas, y también la mayor frecuencia de consumo en el tiempo. El 84% de los jóvenes la bebió en los últimos 12 meses (tabla 2), el 51,5% de manera frecuente (una vez a la semana o más) mientras que, aproximadamente, un 30% lo hizo con las otras bebidas (vinos y destilados).
Tabla 2. Prevalencia de consumo de bebidas alcohólicas en estudiantes en los últimos 12 meses por tipo de bebida (2008)
El cálculo sobre cantidades de bebida adecuadas para una fiesta juvenil en la casa de alguno de ellos se realizó para los tres tipos de bebidas más corrientes (cerveza, destilados y vinos). Posteriormente se convirtió a cantidades aproximadas de centímetros cúbicos de alcohol absoluto y se definió los 100 cc por persona como límite de una disponibilidad de alcohol abusiva. El criterio que apoyó esta consideración operativa se basó en las definiciones de Juan Marconi6 como un «total de alcohol ingerido (diariamente) que no exceda los 100 cc u 80 g, lo cual equivale aproximadamente a un litro de vino (con un 10% de alcohol), o un cuarto de litro de bebidas espirituosas (con un 40% de alcohol), o dos litros de cerveza (con un 5% de alcohol)». Debe hacerse notar que estas definiciones se referían a una ingestión en un día y en un adulto. Lo que habla más claramente del abuso, en este caso, por estar referido al cálculo de un evento acotado a cuatro o cinco horas y para una población que se sitúa en los 16-17 años de edad.
Los resultados (tabla 3) mostraron que el cálculo de disponibilidad ideal de bebida alcohólica por persona superó los 100 cc de alcohol absoluto por oportunidad en la mitad de las fiestas imaginadas. Si la bebida elegida para la fiesta era cerveza la proporción de abuso era mayor que con otras bebidas, alcanzando a más del 60% de las reuniones planeadas.
Tabla 3. Cálculo de cantidad de bebida alcohólica en una fiesta ideal que supera los 100 cc de alcohol absoluto por persona según tipo de bebida
La expectativa juvenil ubicó idealmente el encuentro social entre pares dentro de una situación con alta disponibilidad de bebidas alcohólicas. La presión social para aceptar o rechazar la invitación a beber fue examinada tomando como ejemplo alternativas posibles en el caso de alguien que no bebe y es invitado a hacerlo. El 78,6% dio como respuesta rehusar la invitación a beber como una conducta aceptable. El 5,6% señaló el beber como respuesta y un 9,3% fingir el consumo sin rechazar la invitación. Es decir que, considerando incluso a aquellos que manifestaron no contar con una respuesta en caso de ser invitados, se halla un 21,4% de jóvenes que, para el caso de alguien que no bebe, no optaron por una respuesta negativa a la invitación a beber. Relación más acentuada en los varones que en las mujeres, y en los grupos que pautaron una fiesta con abuso de alcohol. En este último caso no hubo diferencias por tipo de bebida (tabla 4).
Tabla 4. Respuestas a la pregunta sobre lo que debe hacer un joven que no bebe si es invitado a hacerlo (2008)
DiscusiónLos resultados de estos estudios en la población de jóvenes estudiantes, de 16 a 17 años, hallaron una prevalencia del uso semanal de cerveza de más de la mitad de la muestra. Dentro de la región, estudios de prevalencia del consumo de alcohol indicaron un 42,2% y han señalado el abuso de la cerveza como un primer estadio de iniciación al consumo de otras sustancias psicoactivas7.
El ver como algo natural el abuso de bebida en la fiesta juvenil alcanzó al 60% de los casos, los cuales eligieron cantidades superiores a los 100 cc de alcohol absoluto por joven invitado. Se consideró la alternativa de la fiesta «en la casa familiar» como una situación que podía morigerar el consumo y, por tanto, expresar una medida consensuada familiarmente. Sin embargo, los límites establecidos por los jóvenes indicaron la conveniencia de revisar los patrones adultos de consumo doméstico que han sido señalados como modelo de consumos aceptados8 y, sin embargo, de acuerdo a las alcoholizaciones pautadas, pueden mostrar niveles altos de permisividad frente a la alcoholización de los jóvenes en la casa familiar. La alta exposición a la oferta al alcohol encontró a dos de cada diez jóvenes con dificultades para resistir una invitación a beber. Las presiones para el consumo de alcohol fueron importantes no solamente por la aceptación sino también por las formas encubiertas («probar un poco», «aceptar y no tomar»). Estos datos llevan a reconsiderar el peso relativo que tiene la disponibilidad incluso sobre aquellos jóvenes que no toman.
Un tema de indagación preventiva es lo que los jóvenes llaman la «producción» de sí mismo. Este imaginario del abuso de alcohol se vincula con una expectativa personal de despertar o «producir» emociones acordes con los requerimientos del encuentro juvenil9 antes que con un trastorno del humor10 que induce a la alcoholización. La emoción, como un fenómeno que «ocurre entre individuos, más que en un individuo»11 , expresa de fondo un guión social acorde con las pautas de estas fiestas. No todos los jóvenes están en condiciones de resolverlo, y más de la mitad de ellos define, idealmente, un encuentro dentro del abuso con bebidas alcohólicas y la intoxicación.
El autor declara que no existe conflicto de intereses.
Correspondencia: H.A. MÍGUEZ Avda/ Medrano 1922,11-B. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, CP 1425. Argentina. Correo electrónico: miguez@ciudad.com.ar
Recibido: 31-01-2008 Aceptado para su publicación: 06-09-2008