El consumo intensivo de alcohol o binge drinking es un patrón que implica la ingesta de grandes cantidades de alcohol en una única sesión, habitualmente en días de fin de semana, que se ha extendido entre adolescentes y jóvenes en España. Estudios en modelos animales han demostrado que algunas regiones del cerebro adolescente y los procesos que soportan son especialmente vulnerables a esta forma de consumo. Dada su alta prevalencia, es necesario investigar los posibles efectos en personas voluntarias. Para identificarlos, se deben realizar estudios de seguimiento que distingan efectos y causas o marcadores (vulnerabilidad genética) y también ejercer un cuidadoso control de variables para segregar lo qué se debe al alcohol de lo que se debe a otros factores de confusión (por ejemplo, policonsumos, comorbilidad psiquiátrica). También es recomendable incluir técnicas diferentes y distintos niveles de explicación. Hasta el momento, los escasos estudios realizados ofrecen, en general, resultados convergentes con la investigación con animales; en el ámbito de lo neuropsicológico, un menor rendimiento en tareas que requieren memoria de trabajo, memoria declarativa y algunas funciones ejecutivas. Algunos de estos problemas permanecen a los dos años en aquéllos que han abandonado el patrón de consumo. En el ámbito de lo psicofisiológico, destaca la aparición durante el seguimiento de anomalías en córtex prefrontal inferior derecho al realizar una tarea Go/No-Go con carga en memoria de trabajo. Aun siendo limitada, la investigación realizada en humanos alerta sobre los efectos negativos que sobre la salud puede acarrear mantener un patrón de consumo intensivo de alcohol.
Binge drinking refers to a specific pattern of alcohol use widely spread among youths and adolescents in Spain. This pattern is characterized by high amounts of alcohol intake in a single session, typically during weekends. Studies in animal models have demonstrated that certain regions of the adolescent brain, and the cognitive processes they support, are especially vulnerable to this pattern of alcohol intake. Hence, it is relevant to investigate the detrimental effects of binge drinking on human volunteers. The best suited methodology to identify these effects is the prospective follow-up of young users who start to get involved in this pattern, in order to better dissociate vulnerability markers from consequences of alcohol use. This design should be accompanied by careful control of confounding variables in order to separate the effects of alcohol from those of polysubstance use or psychiatric comorbidity. It is also useful to consider multimodal assessments and different explanatory levels (e.g., neuropsychology, psychophysiology). The studies conducted so far in Spanish adolescents and youths have yielded results consistent with the animal literature: in terms of neuropsychological performance, binge drinkers have poorer performance on tests of declarative memory, working memory and specific aspects of executive functions, and these deficits persist even after two years in those adolescent who quitted the binge drinking habit; in terms of psychophysiological patterns, binge drinkers also showed abnormal inferior prefrontal signal during a working memory loaded Go/No-Go task in the two-year follow-up. Although still scarce, human research supports significant detrimental effects of binge drinking on cognitive function and mental health.