Hace unos días tuve el placer de formar parte del tribunal de una tesis doctoral. En principio el tema sobre el que versaba la tesis no despertó mucho mi interés, pero lo que comenzó siendo una obligación académica, ante mi sorpresa, acabó despertando mi curiosidad y obligándome a reflexionar sobre algunos aspectos de mi trabajo que habitualmente no tengo tiempo de cuestionar. La tesis estudiaba la producción científica en drogodependencias en un periodo de 5 años (2002 a 2006). Por primera vez me sentía sujeto experimental de un estudio, pero ante mi desilusión, mi nombre no apareció. Tras comprobar mi producción científica en esos años y constatar que tenía un número de artículos similar a lo que en la tesis se consideraban grandes productores, mi sorpresa fue en aumento. Entonces hice lo que debería haber hecho desde el principio: leer la tesis desde la primera página.
A veces las prisas nos juegan malas pasadas. Ahora lo entendía todo, solo se habían tenido en cuenta para ese estudio las revistas específicas de drogodependencias contenidas en las dos ediciones del Journal Citation Reports (JCR). Eso aclaraba el misterio ya que en ese quinquenio solo había publicado un artículo en una de esas revistas. Pero otra cuestión llamó mi atención, tampoco se encontraban entre los autores más productivos los grandes nombres que trabajan en drogodependencias. ¿Cuál podía ser el motivo por el que los investigadores en drogodependencias no publiquemos prácticamente en las revistas especializadas del tema? No sé lo que ocurrirá en otras áreas de conocimiento, pero la lógica me indica que no debe ocurrir este fenómeno. La respuesta la encontré en la página 108 de la tesis. El factor de impacto medio de los mayores productores en estas revistas específicas no sobrepasaba el 2,87. Ese era el meollo de toda la cuestión. Esa era la razón de la huida hacia revistas más generalistas en aras de subir el factor de impacto de nuestras publicaciones.
Realmente cuando escribimos un artículo ¿qué es lo esperamos conseguir? La respuesta académica debería ser la de dar a conocer nuestro trabajo a colegas que trabajan en el mismo campo con el fin de ayudar al incremento del conocimiento científico. Pero ahora, seamos sinceros. En mi caso, y creo en el de mucho otros, uno de los criterios más importantes a la hora de elegir un revista para publicar un trabajo es su factor de impacto. Entre una revista generalista, por ejemplo farmacológica, donde nuestro artículo puede ir acompañado de otros que estudian nuevos tratamiento para el infarto de miocardio o el cáncer de colon, y una específica de drogodependencias, donde claramente la comunidad lectora será mucho más especializada en nuestro tema, en la mayoría de los casos elegiremos la revista generalista. Simplemente porque su factor de impacto será más alto. No estamos eligiendo la opción que divulgará más nuestro trabajo entre los expertos en el tema, sino que estamos eligiendo la opción más adaptativa, la que nos va a permitir sobrevivir como investigadores.
Hoy en día gran parte de nuestro tiempo lo dedicamos al estudio de los factores de impacto, deciles y cuartiles de las revistas, porque con esos criterios se va a juzgar nuestra labor y de ello dependerá nuestra supervivencia económica. Más que nunca, hoy en día, el investigador (sobre todo el básico) es una especie amenazada, especialmente en nuestro país. Somos más de 40 millones de habitantes y nuestro país dedica un porcentaje del PIB que no llega ni a la tercera parte del que dedican países como Finlandia (con poco más de 5 millones de habitantes). Ante tal escasez de recursos la competitividad es feroz y explica la "fuga" hacia revistas con más impacto.
Cuando me preguntan por qué me gusta tanto mi trabajo, una de las razones que doy es la libertad que tiene un investigador en su trabajo diario. Pero reflexionando con un poco de calma me pregunto ¿realmente somos tan libres como pensamos? ¿No dirigimos nuestras investigaciones hacia lo que consideramos "más vendible" o de "mayor interés social", aunque no sea lo que realmente deberíamos hacer? ¿Elegimos libremente las revistas o nos condicionan factores ajenos a nosotros? La competitividad es buena, nos hace trabajar más y mejor, pero ¿no estaremos dirigiendo nuestro trabajo a donde creemos ser más competitivos en lugar de adonde somos mejores? A veces pienso que me gustaría trabajar en Finlandia, quizá allí no sería tan importante el impacto de las revistas en las que publico y mi trabajo se podría difundir en medios más específicos. Al menos, me consuela el hecho de que hoy en día con los medios informáticos de que disponemos, es fácil hacer una búsqueda sobre un tema determinado y en segundos obtener cientos de artículos publicados en revistas muy dispares. Lo que está claro es que los mejores artículos de quinquenio 2002-2006 están publicados fuera de las revistas específicas de drogodependencias, como demuestra el hecho de que de los 50 artículos con más citas de ese quinquenio, solo 4 se publicaron en estas revistas.
El autor de la tesis doctoral es el doctor Antonio Vidal Infer y el trabajo se titula Análisis de los artículos originales publicados en revistas específicas sobre drogodependencias incluidas en el Journal Citation Reports (2002-2006).
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