Se ha iniciado una nueva etapa en la conceptualización de la esquizofrenia, que se define por un mayor optimismo ante un futuro para los que sufren esta enfermedad, no tan deteriorante y fatalista como el que se ha postulado hasta muy recientemente.
Hoy la psiquiatría se encuentra en una encrucijada. La investigación ha realizado grandes avances y ha llegado la hora de consolidar un cambio cualitativo importante de la visión de los trastornos psiquiátricos en general y de la esquizofrenia en particular, y propuestas como la controvertida nueva edición del DSM51 o posicionamientos como el de Jeffrey Lieberman, presidente de la Asociación Americana de Psiquiatría, así lo reclaman2–5.
El vertiginosa acumulación de nuevos hechos y evidencias que progresivamente se están incorporando a la práctica clínica ha derivado en una corriente renovadora. A esta nueva etapa la denominamos coloquialmente como la del «re» en la esquizofrenia, al haberse promovido nuevas iniciativas de reformulación, reconceptualización, replanteamiento e incluso de nuevas propuestas de nombres alternativos o renombramiento del trastorno en los últimos años6–9, que se suman a propuestas ya «clásicas» como la de Colodrón10.
Este nuevo paradigma11 pretende abordar las principales controversias que han de superarse en la investigación en esquizofrenia: especialmente la heterogeneidad clínica y la variabilidad de diseños en la investigación, que impiden obtener una visión global que aúne la ingente cantidad de evidencia que equipos de investigación de todo el mundo están generando, sin parar de crecer año tras año12, pero que a menudo adolecen de esta visión integradora13.
Tal y como sostienen Kapur, Philips e Insel (este último actualmente director del Instituto Nacional de Salud Mental norteamericano), este sesgo o mala selección de las muestras de estudio es uno de los principales motivos por los que la psiquiatría biológica está tardando tanto en encontrar test clínicos válidos y aplicables14. El foco debería centrarse en la identificación de subtipos homogéneos, mediante estudios longitudinales que utilicen evaluaciones estandarizadas y que permitan ser compartidas y comparadas entre diferentes ensayos14,15.
La realización de estudios longitudinales en las primeras etapas de la esquizofrenia, el primer episodio psicótico (PEP), identificado como tal, es especialmente importante, ya que evita el efecto de variables de confusión tales como la influencia del tratamiento antipsicótico o la cronicidad, factores bien conocidos como provocadores de cambios estructurales a largo plazo y que pueden explicar parte de la inconsistencia de los hallazgos obtenidos hasta el momento16.
Los PEP son, por lo tanto, un excelente grupo para estudiar los factores de riesgo ligados al desarrollo de los trastornos relacionados con la esquizofrenia12,17. El estudio de esta población, más homogénea, aumenta la validez de los hallazgos y posibilita la obtención de biomarcadores adecuados para el diagnóstico precoz, la monitorización de la respuesta a una intervención terapéutica o de evolución de la enfermedad.
En nuestro pasado reciente, la investigación de esta población ha permitido a nuestro grupo, junto a otros, caracterizar una serie de biomarcadores como son la presencia de una tolerancia anormal a la glucosa y diabetes18–20, de síndrome metabólico21 y de un acortamiento del telómero e incremento de la presión del pulso22, que indicarían la presencia de una aceleración en los procesos de envejecimiento23, explicando (al menos en parte) la disminución de la esperanza de vida que sufren estos pacientes con aumento de la mortalidad cardiovascular24.
Grupos europeos y americanos, mediante grandes estudios longitudinales de poblaciones con un PEP, también han podido determinar hallazgos relevantes, como la presencia de cambios progresivos en neuroimagen25, el establecimiento de los predictores de recuperación en seguimientos de hasta 10 años26 y las ventajas de un tratamiento antipsicótico adecuado27 y temprano28.
Durante el pasado año se han ido presentando los primeros resultados del Proyecto PEPs12.Se trata de un estudio multicéntrico, prospectivo, longitudinal, naturalístico y de seguimiento, diseñado para evaluar variables clínicas, neuropsicológicas, bioquímicas, genéticas y de neuroimagen en una muestra que ha incluido a 335 pacientes con un PEP en España emparejados por edad, género y nivel socioeconómico con 253 controles sanos. Este proyecto está financiado por el sistema sanitario público español a través del Fondo de Investigación Sanitaria (FIS) y en él han participado 16 centros españoles, 14 de los cuales son integrantes del Centro de Investigaciones Biomédicas en Red en Salud Mental (CIBERSAM) (www.cibersam.es).
En el Proyecto PEPs ya se ha descrito una pérdida del equilibrio pro/antiinflamatorio29, así como una alteración en la regulación del sistema endocannabinoide periférico30.
La experiencia acumulada durante todos estos años en la investigación con PEP, acompañada de la obtención de resultados y biomarcadores prometedores, nos permiten compartir una perspectiva esperanzadora. En los próximos años, probablemente apasionantes en esta área, la investigación verá cómo sus frutos repercuten en cambios relevantes en la conceptualización, diagnóstico, abordaje y pronóstico de una enfermedad tan compleja y desafiante como la esquizofrenia.