Las conductas violentas en adolescentes constituyen una importante problemática social debido a sus graves consecuencias. El objetivo del presente estudio fue analizar las diferencias entre chicos y chicas adolescentes en conductas violentas dirigidas hacia sus iguales, y en algunas variables explicativas de estas conductas como sus actitudes hacia la autoridad y las normas, la comunicación con sus padres y la calidad de la relación con sus profesores. Se analizó también en qué medida las relaciones entre estas variables son diferentes en función del sexo. La muestra estuvo compuesta por 663 adolescentes (50.68% chicas, 49.32% chicos) entre 12 y 15 años (M=14.05 y DT=1.38). Los resultados mostraron puntuaciones superiores en chicos en actitud positiva hacia la transgresión de normas y en violencia directa e indirecta, y superiores en chicas en comunicación abierta con la madre. Los resultados de los análisis de regresión indicaron una importante relación, en chicos y en chicas, entre las actitudes positivas a la transgresión de normas, la comunicación ofensiva con el padre y las conductas violentas directas e indirectas. La comunicación abierta con la madre y las actitudes positivas hacia la autoridad se relacionaron negativamente con la implicación de las chicas en conductas de violencia entre iguales. Estos resultados y sus implicaciones son analizados.
Violent behaviour in adolescents is an important social problem given its serious consequences. This study sought to analyse the differences between males and females in violent behaviour against their peers. Some explanatory variables of this behaviour were also analysed, such as attitudes toward authority and rules, communication with parents, and quality of the relationship with teachers. In addition, possible gender differences in the relationships between these variables were analysed. The sample included 663 adolescents (50.68% girls, 49.32% boys) aged 12 to 15 (M=14.05 and SD=1.38). The results showed higher scores in boys in positive attitude towards transgression of rules and direct and indirect violence, and higher in girls in open communication with the mother. The results of the regression analyses indicated a significant relationship –both in boys and girls– between positive attitudes toward transgression of rules, offensive communication with the parent, and direct and indirect violent behaviour. Open communication with the mother and positive attitudes toward authority were negatively related to the involvement of girls in peer violent behaviour. These results and their implications are analysed.
Las conductas violentas realizadas por los adolescentes constituyen una problemática de considerable preocupación tanto para las familias como para los profesionales de la educación y la psicología, lo que ha dado lugar a numerosas investigaciones (García-Linares, García-Moral, & Casanova-Arias, 2014; Jaureguizar & Ibabe, 2012; Pazos, Oliva, & Hernando, 2014; Varela, Ávila, & Martínez, 2013). En este sentido, un tipo de violencia en la que se encuentran implicados los adolescentes y que ha recibido una especial atención en las últimas décadas es la violencia entre iguales, sobre todo cuando esta se produce dentro del contexto escolar (Bauman, Toomey, &Walker, 2013; Díaz-Aguado & Martínez, 2013; Estévez, Emler, Cava, & Inglés, 2014; Ortega & Mora-Mercha, 2008; Povedano, Cava, Monreal, Varela, & Musitu, 2015). Este tipo de violencia se ha definido como un comportamiento agresivo, intencional y repetitivo, en el que existe un claro desequilibrio de poder entre agresor y víctima, y que produce en esta fuertes sentimientos de indefensión (Olweus, 1998). Su elevada incidencia y sus graves consecuencias negativas (Garaigordobil, Martínez-Valderrey, & Aliri, 2014; Povedano et al., 2015) han generado gran número de investigaciones. Sin embargo, quedan todavía algunas variables importantes por analizar con mayor detenimiento, sobre todo en relación con las diferencias entre chicos y chicas. Incrementar el conocimiento sobre posibles diferencias en función del sexo en algunas variables explicativas de la violencia entre iguales puede favorecer el desarrollo de intervenciones más efectivas.
Una variable fundamental en la implicación de los adolescentes en conductas violentas es su actitud hacia las figuras de autoridad y hacia la transgresión de normas sociales (Cava, Estévez, Buelga, & Musitu, 2013; Estévez et al., 2014; Emler & Reicher, 2005). Estas actitudes se aprenden a partir de las relaciones con padres y profesores, primeras figuras de autoridad con las que los jóvenes se relacionan (Emler & Reicher, 2005).
Aunque estas actitudes pueden haberse comenzado a formar previamente, la adolescencia es una etapa fundamental en su consolidación. Así, mientras en la infancia la autoridad se relaciona con figuras concretas, en la adolescencia el desarrollo del razonamiento abstracto permite que las actitudes hacia la autoridad se vinculen al desarrollo de un concepto más amplio respecto del sistema y el orden social (Kohlberg, 1976). En esta etapa, los contextos sociales concretos en los que se desarrolla son los que determinarán qué actitudes concretas elaborará el adolescente (Cava, Musitu, & Murgui, 2006; Emler & Reicher, 1995, 2005). Sin embargo, siendo las actitudes hacia la autoridad y las normas variables relevantes en la explicación de la violencia entre iguales, muy pocos estudios han analizado las posibles diferencias en estas actitudes en función del sexo.
Ciertamente, sería interesante conocer en qué medida estas actitudes contribuyen a explicar las formas directas e indirectas de violencia en chicos y chicas adolescentes. Aunque ambos se implican en conductas violentas, existen algunas diferencias entre chicos y chicas (Card, Stucky, Sawalani, & Little, 2008; Povedano, Estévez, Martínez, & Monreal, 2012). Así, en la mayoría de las investigaciones se ha constatado una mayor implicación de los chicos en formas directas de violencia, es decir, comportamientos violentos, físicos y verbales, que conllevan una confrontación directa con la víctima (Card et al., 2008). Sin embargo, los resultados no son concluyentes respecto de la violencia indirecta o relacional, en la que no hay confrontación directa con la víctima y el daño se realiza a través del círculo de amistades, con exclusión social o difusión de rumores maliciosos.
En algunos estudios se indica que los chicos ejercen ambos tipos de violencia, directa e indirecta, con mayor frecuencia e intensidad que las chicas (García & Orellana, 2008); pero en otras investigaciones se ha señalado que estas diferencias en violencia indirecta son mínimas (Card et al., 2008) e incluso que su utilización es mayor en las chicas (Buelga, Musitu, & Murgui, 2009).
La diferente implicación de chicos y chicas adolescentes en formas indirectas de violencia, así como la influencia que en ambas formas de violencia pueden tener las actitudes de los adolescentes hacia las figuras de autoridad y las normas sociales, son aspectos en los que esta investigación debe ampliarse.
Por otra parte, sería conveniente profundizar no solo en cómo las actitudes hacia la autoridad inciden en la implicación de chicos y chicas en formas directas e indirectas de violencia entre iguales, sino también en el modo en que sus relaciones con padres y profesores pueden diferir. Respecto a las relaciones con los padres, se ha constatado ampliamente la influencia que las relaciones familiares tienen en la implicación de los hijos adolescentes en conductas problemáticas (Sánchez-Sosa, Villareal, Ávila, Vera, & Musitu, 2014; Varela et al., 2013).
Así, mientras en las familias caracterizadas por una adecuada comunicación entre padres e hijos y en las que existe apoyo mutuo entre sus miembros se favorece un mayor bienestar psicosocial en los hijos (Cava, Buelga, & Musitu, 2014), en las que existe falta de apoyo los hijos adolescentes muestran mayores problemáticas (Estévez et al., 2014; Povedano, Jiménez, Moreno, Amador, & Musitu, 2012). Ahora bien, un aspecto apenas considerado en estos trabajos previos es el de las diferencias en las relaciones que hijos e hijas mantienen con el padre y la madre, considerados por separado. Esta cuestión merecería una mayor atención en la investigación, teniendo en cuenta que hijos e hijas no mantienen los mismos patrones de comunicación con el padre y con la madre durante esta etapa de su vida (Cava et al., 2014; Parra & Oliva, 2002). Estos diferentes patrones de comunicación con ambos progenitores podrían suponer también diferencias en el modo en que las dificultades en la relación con uno u otro progenitor afectan a chicos y chicas. A este respecto, sería interesante analizar no solo las diferencias que chicos y chicas tienen en la comunicación con el padre y la madre, sino también en qué modo estas diferencias pueden relacionarse con su diferente implicación en conductas violentas.
Por último, también se ha destacado la importancia del clima escolar y la calidad de las relaciones que chicos y chicas adolescentes establecen con sus profesores en relación con su ajuste escolar y su mayor o menor implicación en conductas disruptivas (Simon, Gómez, & Alonso-Tapia, 2013). En estudios recientes se ha analizado la relación entre profesor y alumno, y se ha señalado que los alumnos con comportamientos violentos hacia sus iguales tienen, al mismo tiempo, interacciones negativas con los profesores (Díaz-Aguado & Martínez, 2013). Sin embargo, el modo en que la falta de percepción de ayuda del profesor y las dificultades en esta relación afectan a chicos y chicas, y en especial si influye de diferente modo en su implicación en conductas violentas, no ha sido analizado previamente.
En esta investigación se plantean, por tanto, los siguientes objetivos: (a) analizar posibles diferencias en función del sexo en las actitudes de los adolescentes hacia la autoridad y las normas, en su comunicación con el padre y la madre, en su percepción de ayuda del profesor y en su implicación en conductas violentas directas e indirectas, y (b) analizar, tanto en chicos como en chicas, en qué medida sus relaciones con padres y profesores, y sus actitudes hacia la autoridad y las normas se relacionan con su implicación en conductas de violencia directa e indirecta entre iguales.
MétodoParticipantesLa muestra del presente estudio estuvo compuesta por 663 adolescentes (336 chicas, 327 chicos) con edades comprendidas entre los 12 y los 15 años (M=14.05; DT=1.38). Estos adolescentes cursaban estudios de Educación Secundaria Obligatoria en 4 centros educativos, 3 de ellos públicos y uno concertado, situados en la región geográfica de la Comunidad Valenciana (España). Un 29.70% de los participantes eran estudiantes de primer curso de secundaria, un 23.09% estaba en el segundo curso, un 25.19% cursaba tercero y un 22.02% estaba en cuarto curso.
InstrumentosEscala de Comunicación Padres-Adolescentes (Barnes & Olson, 1985). Este instrumento mide la comunicación entre padres e hijos adolescentes. Se compone de 2 escalas: una refleja la comunicación con la madre (desde la perspectiva del hijo o hija), y la otra, la comunicación con el padre (también desde la perspectiva del hijo o hija). Ambas constan de 20 ítems, que se agrupan en 2 dimensiones: comunicación abierta y comunicación ofensiva. La comunicación abierta consta de 11 ítems que hacen referencia a la comunicación positiva entre los padres y sus hijos, basada en la libertad, la comprensión y el libre intercambio de información (por ejemplo, «Me presta atención cuando le hablo»). La comunicación ofensiva consta de 9 ítems relativos a una comunicación negativa basada en la crítica y que no consigue los objetivos que pretende (por ejemplo, «Intenta ofenderme cuando se enfada conmigo»). El rango de respuesta oscila entre 1 –nunca– y 5 –siempre–, tanto para la comunicación con el padre como con la madre. El coeficiente de fiabilidad (alfa de Cronbach) obtenido en la presente investigación para las subescalas de comunicación abierta con el padre y la madre fue de .89 y .88, respectivamente, mientras que las subescalas de comunicación ofensiva con el padre y la madre mostraron un alfa de Cronbach de .64 y .69, respectivamente.
Escala de Actitudes hacia la Autoridad Institucional en Adolescentes (Cava et al., 2013). Esta escala evalúa la actitud hacia determinadas figuras e instituciones de autoridad formal, las normas escolares, el profesor como fuente de autoridad legítima y como figura imparcial estableciendo normas, las normas socialmente establecidas, la policía y la ley. Dicho instrumento está compuesto por 9 ítems y está dividido en 2 subescalas: actitudes positivas hacia la autoridad institucional, que consta de 5 ítems (por ejemplo, «La policía está para hacer una sociedad mejor para todos»), y actitudes positivas hacia la transgresión de normas sociales, compuesta por 4 ítems (por ejemplo, «Es normal desobedecer a los profesores si no hay castigos»). En esta escala los adolescentes indican en qué medida están de acuerdo con cada enunciado, desde 1 –nada de acuerdo– hasta 4 –totalmente de acuerdo–. En la presente investigación, la consistencia interna (alfa de Cronbach) de estas subescalas fue .69 y .77, respectivamente.
Escala de Clima Escolar (Moos & Trickett, 1973; adaptación de Fernández-Ballesteros & Sierra, 1989). Esta escala mide diversos aspectos relacionados con la percepción del clima escolar por parte de los alumnos. En esta investigación se ha utilizado únicamente la subescala relativa a la percepción de ayuda del profesor. Esta dimensión está compuesta por 10 ítems relativos a la percepción que el alumno tiene sobre la disponibilidad y ayuda que los profesores muestran hacia sus alumnos (por ejemplo, «Los profesores/as muestran interés personal por los alumnos/as»). Los adolescentes deben indicar si los enunciados describen lo que pasa en su colegio con 2 opciones de respuesta: verdadero o falso. En este estudio esta subescala mostró un alfa de Cronbach de .68.
Escala de Conducta Violenta en la Escuela (Little, Henrich, Jones, & Hawley, 2003). Esta escala evalúa con 25 ítems la conducta violenta de los adolescentes en el contexto escolar. Está dividida en 2 subescalas: agresión manifiesta y agresión relacional. La subescala de agresión manifiesta o directa está compuesta por 13 ítems relativos a comportamientos agresivos realizados mediante confrontación directa con la víctima (por ejemplo, «Soy una persona que se pelea con los demás»). La subescala de agresión relacional o indirecta consta de 12 ítems relativos a agresiones de tipo indirecto e incluye conductas dirigidas a provocar daño en el círculo de amistades de la persona o bien en su percepción de pertenencia a un grupo social (por ejemplo, «Soy una persona que dice a sus amigos/as que no se relacionen o salgan con otros/as»). En esta escala los adolescentes indican si han participado en estos comportamientos en los últimos 12 meses con un rango de respuesta de 1 –muy en desacuerdo– a 4 –muy de acuerdo–. El alfa de Cronbach de ambas subescalas en este estudio fue .87 y .78, respectivamente.
ProcedimientoLa selección de la muestra se realizó mediante muestreo por conglomerados, siendo las unidades de muestreo los centros educativos. Una vez seleccionados los cuatro centros, el equipo de investigación contactó telefónicamente para solicitar una entrevista personal con la dirección del centro y el profesorado para explicarles los objetivos y el procedimiento de la investigación. Realizada esta reunión informativa, y una vez solventadas todas las dudas, los cuatro centros educativos aceptaron participar en esta investigación.
Previamente a la administración de los instrumentos, se solicitó el consentimiento de los padres, enviándoles una carta informativa sobre el proyecto de investigación y pidiéndoles su autorización para la participación de sus hijos. Una vez obtenidos todos los permisos, así como el consentimiento de los padres, investigadores previamente entrenados realizaron el pase de los instrumentos en las propias aulas de los alumnos. Los adolescentes fueron informados de que su participación en la investigación era voluntaria y anónima, y que podían abandonarla en cualquier momento. El estudio realizado cumplió con los valores éticos requeridos en la investigación con seres humanos, respetando los principios fundamentales incluidos en la Declaración de Helsinki, en sus actualizaciones y normativas vigentes (consentimiento informado y derecho a la información, protección de datos personales y garantías de confidencialidad, no discriminación y posibilidad de abandonar el estudio en cualquiera de sus fases).
Análisis de datosEn primer lugar, se calcularon las medias de todas las variables en chicos y chicas, así como también se analizaron las correlaciones de Pearson entre todas las variables objeto de estudio, tanto en chicos como en chicas. A continuación, se realizaron varios análisis de regresión lineal múltiple «stepwise» con el fin de estudiar las variables que muestran una mayor relación con la conducta violenta (directa e indirecta) de los adolescentes chicos y chicas. La codificación y el análisis de los datos se realizaron con el programa estadístico SPSS® versión 20.
ResultadosEn la tabla 1 se muestran las medias y desviaciones típicas de todas las variables incluidas en la investigación, así como las correlaciones entre estas variables. Estos análisis se realizaron por separado para chicos y chicas. Tanto en chicas como en chicos se aprecian correlaciones significativas entre la mayoría de las variables. Se observan correlaciones especialmente elevadas entre agresión manifiesta y agresión relacional (r=.681, p<.01 en chicos; r=.734; p<.01 en chicas), entre la comunicación ofensiva con la madre y con el padre (r=.701, p<.01 en chicos; r=.570; p<.01 en chicas), y entre la comunicación abierta con la madre y con el padre (r=.505, p<.01 en chicos; r=.525; p<.01 en chicas). Tanto en chicos como en chicas se constatan correlaciones positivas entre actitudes positivas hacia la transgresión de normas y agresión manifiesta (r=.453, p<.01 en chicos; r=.409; p<.01 en chicas), y entre actitudes positivas hacia la transgresión de normas y agresión relacional o indirecta (r=.337, p<.01 en chicos; r=.327; p<.01 en chicas).
Medias, desviaciones típicas y correlaciones (en la parte superior las de las chicas y en la parte inferior las de los chicos)
Variables | 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
1. Actitud positiva hacia las figuras de autoridad | −.437** | .359** | .251** | −.235** | .294** | −.239** | −.363** | −.270** | |
2. Actitud positiva hacia la transgresión de normas | −.387** | −.229** | −.237** | .289** | −.159** | .234** | .409** | .327** | |
3. Percepción de ayuda del profesor | .416** | −.174** | .213** | −.186** | .297** | −.246** | −.176** | −.153** | |
4. Comunicación abierta con la madre | .237** | −.183** | .156** | −.509** | .525** | −.265** | −.246** | −.240** | |
5. Comunicación ofensiva con la madre | −.119** | .174** | −.199** | −.221** | −.291** | .570** | .324** | .253** | |
6. Comunicación abierta con el padre | .273** | −.111* | .222** | .505** | −.116* | −.485** | −.214** | −.236** | |
7. Comunicación ofensiva con el padre | −.155** | .189** | −.150** | −.067 | .701** | −.327** | .341** | .283** | |
8. Agresión manifiesta | −.241** | .453** | −.198** | −.105 | .197** | −.102 | .189** | .734** | |
9. Agresión relacional | −.142** | .337** | −.164** | −.086 | .260** | −.077 | .218** | .681** | |
Media chicas/chicos | 11.87/11.45 | 6.90/7.80 | 14.80/14.67 | 43.03/41.28 | 7.98/7.84 | 37.85/38.63 | 7.97/7.92 | 19.03/21.94 | 17.67/19.40 |
DT chicas/chicos | 3.03/3.07 | 2.86/2.91 | 2.52/2.64 | 8.22/7.85 | 3.27/2.95 | 9.18/2.25 | 2.95/3.05 | 4.95/5.59 | 4.44/4.89 |
t de Student | −1.63 | 3.74* | −.63 | −2.52* | −.52 | 1.01 | −.20 | 6.39** | 4.22** |
En la tabla 1 se aprecian también diferencias significativas entre chicos y chicas en algunas de las variables analizadas. En concreto, se observan medias significativamente superiores en actitud positiva hacia la transgresión de normas (t=3.74, p<.05), agresión manifiesta (t=6.39, p<.01) y agresión relacional (t=4.22, p<.01) en chicos, y superiores en comunicación abierta con la madre en chicas (t=−2.52, p<.05).
En cuanto a los análisis de regresión, en los que se analiza la relación entre las variables predictoras (actitud positiva hacia las figuras de autoridad, actitud positiva hacia la transgresión de normas, percepción de ayuda del profesor, comunicación abierta con la madre, comunicación ofensiva con la madre, comunicación abierta con el padre y comunicación ofensiva con el padre) y las variables dependientes (agresión relacional y agresión manifiesta) tanto en chicos como en chicas, los resultados se muestran en las tablas 2 y 3.
Análisis de regresión lineal múltiple por pasos sucesivos utilizando como variable dependiente la agresión manifiesta
Variables independientes | R2 corregida | F | β |
---|---|---|---|
Chicas | |||
Actitud positiva hacia la transgresión de normas | .252 | 38.67 | .272** |
Comunicación ofensiva con el padre | .233** | ||
Actitud positiva hacia las figuras de autoridad | −.188** | ||
Chicos | |||
Actitud positiva hacia la transgresión de normas | .226 | 30.07 | .423** |
Comunicación ofensiva con el padre | .164** |
Análisis de regresión lineal múltiple por pasos sucesivos utilizando como variable dependiente la agresión relacional
Variables independientes | R2 corregida | F | β |
---|---|---|---|
Chicas | |||
Actitud positiva hacia la transgresión de normas | .160 | 22.19 | .252** |
Comunicación ofensiva con el padre | .189** | ||
Comunicación abierta con la madre | −.130** | ||
Chicos | |||
Actitud positiva hacia la transgresión de normas | .165 | 20.75 | .304** |
Comunicación ofensiva con el padre | .222** |
En estas tablas se muestran únicamente los resultados de las variables que reflejaron ser predictores significativos de las conductas violentas de los adolescentes. Como puede apreciarse en la tabla 2, respecto a la agresión manifiesta, en el caso de las chicas los resultados muestran cómo la actitud positiva hacia la transgresión de normas (β=272; p<.001) es la variable con mayor peso, seguida de la comunicación ofensiva con el padre (β=233; p<.001) y la actitud positiva hacia las figuras de autoridad (β=−.188; p<.001), que explican el 25.2% de la varianza en agresión manifiesta. Todos los coeficientes presentaron el signo esperado. En el caso de los chicos, son la comunicación ofensiva con el padre y la actitud positiva hacia la transgresión de normas las variables que explican el 22.6% de la varianza en agresión manifiesta. La variable con mayor peso es la actitud positiva hacia la transgresión de las normas (β=.423; p<.001) y, en menor medida, la comunicación ofensiva con el padre (β=.164; p<.001).
En el caso de la agresión relacional o indirecta, en la tabla 3 se observa cómo en las chicas la comunicación ofensiva con el padre, la actitud positiva hacia la transgresión de normas y la comunicación abierta con la madre explican el 16% de la varianza en agresión relacional. La variable con mayor peso es la actitud positiva hacia la transgresión de normas (β=.252; p<.001), seguida de la comunicación ofensiva con el padre (β=.189; p<.001) y de la comunicación abierta con la madre (β=−.130; p<.001). Respecto a los chicos, la comunicación ofensiva con el padre y la actitud positiva hacia la transgresión de normas son las que explican el 16.5% de la varianza en agresión relacional. La variable con mayor peso es la actitud positiva hacia la transgresión de normas (β=.304; p<.001), seguida de la comunicación ofensiva con el padre (β=.222; p<.001).
DiscusiónEn este estudio se planteó como primer objetivo analizar las diferencias entre chicos y chicas en conductas violentas directas e indirectas, actitudes hacia las normas y la autoridad, y relaciones con padres y profesores. Respecto a las conductas violentas, los resultados obtenidos confirman una mayor implicación de los chicos en las formas directas (Card et al., 2008) e indirectas de violencia entre iguales (García & Orellana, 2008). La mayor implicación de los chicos en ambas formas de violencia podría estar relacionada con sus actitudes más favorables a la transgresión de las normas sociales, constatada en esta investigación.
Por otra parte, aunque los resultados obtenidos señalan que chicos y chicas no difieren en sus actitudes hacia las figuras de autoridad, sí muestran algunas diferencias en comunicación con la madre. Así, los resultados de esta investigación confirman una comunicación más abierta y fluida entre madres e hijas (Cava et al., 2014). Respecto a la relación con el profesor, chicos y chicas no difieren en el grado de ayuda que perciben del profesorado.
Respecto al segundo objetivo de esta investigación, centrado en analizar la influencia de las actitudes hacia autoridad y normas y la relación con padres y profesores en las conductas violentas de los adolescentes, se observan bastantes similitudes entre chicos y chicas, y también algunas diferencias interesantes. Tanto en chicos como en chicas, las actitudes favorables a la transgresión de las normas sociales son la principal variable predictiva de las conductas violentas, manifiestas e indirectas, realizadas por los adolescentes. Estas actitudes constituyen, por tanto, una variable fundamental en la que deberían incidir los programas de intervención encaminados a la prevención y disminución de la violencia entre iguales.
Además, se confirma la necesidad de diferenciar entre la comunicación con el padre y la madre (Cava et al., 2014; Parra & Oliva, 2002), y se constata una mayor influencia de la figura del padre en la conducta violenta de los adolescentes. Aunque esta comunicación ofensiva de los adolescentes podría ser indicativa de mayores problemáticas familiares, las cuales se han relacionado con dificultades de ajuste en adolescentes (Estévez et al., 2014; Sánchez-Sosa et al., 2014; Varela et al., 2013), estos resultados destacan la especial importancia de la relación con el padre. Así, aunque ambos progenitores son relevantes, las dificultades con el padre parecen incidir con mayor peso en las conductas violentas, directas e indirectas, de chicos y chicas adolescentes. Su mayor relevancia podría estar relacionada con la asignación de roles maternos y paternos diferentes en la educación de los hijos. Estos diferentes roles atribuyen al padre el papel de figura de autoridad principal, y a la madre la dimensión más afectiva y emocional. En futuras investigaciones sería necesario profundizar en estos aspectos, así como también analizar la existencia de otras posibles variables que puedan estar mediando en esta relación, como podrían ser los diferentes estilos parentales de socialización (Musitu & García, 2004) o su diferente influencia en el proceso de adquisición de autonomía propio de la adolescencia (Grotevant & Cooper, 1986).
En cuanto a la relación con el profesor, aunque en estudios previos sí se ha señalado su influencia en las conductas violentas de los adolescentes (Estévez, Murgui, Musitu, & Moreno, 2008; Hombrados & Castro, 2013; Jiménez & Lehalle, 2012), los resultados obtenidos en este estudio indican una mayor relevancia de las figuras paternas tanto en chicos como en chicas. Estos resultados podrían relacionarse con trabajos previos que destacan la especial importancia de los progenitores como primeras figuras de autoridad (Emler & Reicher, 1995, 2005; Estévez, Murgui, Moreno, & Musitu, 2007), y la función de socialización desempeñada principalmente por la familia (Musitu & Cava, 2001).
Aunque los resultados obtenidos no muestran una relación directa entre la calidad de la relación profesor-alumno y la implicación de estos últimos en conductas violentas, sí que podría existir una influencia indirecta a través de las actitudes que los adolescentes desarrollan hacia las figuras de autoridad (Jiménez & Lehalle, 2012; Moreno, Estévez, Murgui & Musitu, 2009). Una relación negativa con el profesor podría propiciar en los adolescentes actitudes más negativas hacia las figuras de autoridad y más favorables a la transgresión de normas. Las correlaciones constatadas en esta investigación entre la mayor percepción de ayuda del profesor y unas actitudes más positivas hacia la autoridad y más negativas hacia la transgresión de normas sociales y escolares apoyarían esta posibilidad. En todo caso, serían necesarios estudios posteriores para confirmar estas posibles influencias indirectas.
En esta investigación, además de constatarse importantes similitudes en las principales variables predictivas de la conducta violenta de chicos y chicas adolescentes, se constatan también algunas diferencias interesantes entre chicos y chicas. En este sentido, los resultados obtenidos confirman claramente la importancia del contexto familiar y de las actitudes hacia la autoridad y las normas como variables explicativas de la conducta violenta en chicos y chicas adolescentes (Emler & Reicher, 2005; Estévez et al., 2007; Jiménez & Lehalle, 2012; Moreno et al., 2009), e indican también la existencia de algunas diferencias en la importancia de ciertas variables. A este respecto, en las chicas la comunicación abierta con la madre es una variable predictiva que incide negativamente en la violencia relacional, mientras que en los chicos esta variable no tiene una capacidad predictiva significativa, por lo que no actuaría como posible factor protector. Mientras la relación con el padre es relevante tanto para chicos como para chicas, la calidad de la relación con la madre y específicamente la existencia de una comunicación abierta y positiva entre madre e hija parece disminuir la implicación de las chicas en la violencia indirecta o relacional.
Este resultado podría estar vinculado a la mayor importancia de la figura materna en el desarrollo de habilidades interpersonales en sus hijas adolescentes (Hong & Espelage, 2012). Además, en las chicas adolescentes las actitudes positivas hacia las figuras de autoridad constituyen una variable relevante para predecir su menor implicación en la violencia de tipo directo, mientras que esta variable no tiene esta relevancia para los chicos. Posiblemente, algunas diferencias en los patrones de socialización familiar utilizados por padres y madres con sus hijos e hijas (Musitu & García, 2004) puedan relacionarse con estas diferencias. Estas cuestiones deberán analizarse en futuras investigaciones.
En cuanto a las limitaciones de esta investigación, es importante destacar su naturaleza transversal, que no permite establecer inferencias causales entre las variables analizadas. Para una mayor profundización, serán necesarias investigaciones longitudinales. Otra limitación vendría derivada de la utilización de autoinformes, ya que las respuestas pueden estar sesgadas al ser el propio sujeto quien informa de sus conductas y actitudes. En futuros trabajos, sería conveniente disponer de diferentes informantes, y contar con la percepción de padres y profesores sobre las conductas violentas de los adolescentes y sobre la comunicación padres-hijos.
A pesar de estas limitaciones, los resultados obtenidos en esta investigación muestran líneas de intervención relevantes para la prevención de la violencia. En este sentido, se resalta la importancia de dedicar una especial atención a mejorar la comunicación entre padres e hijos, como variable importante en sí misma y también como variable relacionada con las actitudes de los hijos hacia las normas y las figuras de autoridad. Asimismo, y dada la importante relación constatada entre las actitudes positivas hacia la transgresión de las normas sociales y las conductas violentas en los adolescentes, se destaca la necesidad de prestar mayor atención a esta variable en el desarrollo de programas de intervención.
Este estudio ha sido elaborado en el marco del proyecto de investigación PSI2012-33464 «La violencia escolar, de pareja y filio-parental en la adolescencia desde la perspectiva ecológica», subvencionado por el Ministerio de Economía y Competitividad de España.