En la actualidad y a nivel mundial, la desigualdad de género es uno de los problemas más latentes. En la sociedad, las familias preparan a las mujeres y a los hombres desde pequeños para asumir diferentes roles. En una cultura donde impera la perspectiva androcéntrica, el sexo masculino es el sujeto de referencia mientras las mujeres tienen un rol invisible o de exclusión. Por ello, la construcción social del género en la sociedad mundial, está sesgada porque a las niñas y los niños se les enseña con paradigmas y estereotipos diferenciados de acuerdo a su sexo, que van a determinar conductas o actitudes sexistas que son asumidas después como naturales1.
Según el Foro Económico Mundial y la Unesco, las mujeres han logrado mayores y mejores niveles educativos, pero su participación en los distintos sectores económicos aún refleja niveles de desigualdad; por consiguiente, este hecho significa que existe un desperdicio de talento humano femenino. Por ejemplo, en el campo de la salud, la mayor cantidad de plazas con mejores remuneraciones han sido ocupadas por los varones, en cambio, las mujeres históricamente han ocupado puestos de menor calificación2.
Un elemento que debe sumarse es el aumento de las mujeres en las universidades y en particular en las facultades de medicina, lo cual es un hecho muy notorio; sin embargo, el rendimiento académico es menor que en los hombres, puesto que, muchas veces, se sobrecargan demasiado debido a sus funciones como el trabajo, la familia, entre otros. Eso hace que, por el contrario, en el desempeño laboral, los estudiantes del sexo masculino tengan más probabilidades de ser seleccionados para realizar un internado médico3.
En las últimas décadas y en muchos países del mundo, se viene adoptando una lucha constante en diversas medidas para superar esta desigualdad: en primer lugar, un mayor equilibrio entre el trabajo y la vida familiar para lograr un mejor apoyo en su desarrollo profesional. En segundo lugar, estimular la igualdad de salarios y oportunidades laborales entre los hombres y las mujeres, así como erradicar las barreras que destruyen negativamente el avance de las mujeres que ejercen en la medicina. Y, por último, incentivar que las mujeres ejerzan puestos de mayor jerarquía a nivel académico, de gestión y directivos4.
Finalmente, el reto es cómo mejorar la situación de la violencia de género en las familias, las instituciones educativas y los medios de comunicación masivos. Estos deben contribuir al desarrollo de estrategias educativas que orienten a mejorar el proceso de enseñanza aprendizaje, tanto para los hombres y las mujeres, y en un futuro no muy lejano lograr una sociedad donde el género no sea un elemento de discriminación o distinción social.
FinanciaciónNo existen fuentes de financiación públicas ni privadas.
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.
