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Vol. 101. Issue 3.
Pages 149-151 (March 2023)
Vol. 101. Issue 3.
Pages 149-151 (March 2023)
Editorial
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Encuestas en el ámbito sanitario en la era digital. Realidad o ficción
Surveys in the health field in the digital age. Reality or fiction
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Antonio Ríosa,b,c,
Corresponding author
arzrios@um.es
arzrios4@gmail.com

Autor para correspondencia.
a Unidad de Trasplantes, Servicio de Cirugía, Hospital Clínico Universitario Virgen de la Arrixaca, Murcia, España
b Departamento de Cirugía, Ginecología y Pediatría, Universidad de Murcia, España
c Director del Proyecto Colaborativo Internacional Donante, España
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La investigación de calidad conlleva esfuerzo, dedicación, tiempo y recursos, tanto económicos como de personal1,2. Por suerte van apareciendo herramientas que facilitan dicha investigación y hacen el trabajo de campo más fácil y fiable. Sin embargo, estas nuevas herramientas no pueden justificar la realización de trabajos de peor calidad. En este sentido, en los últimos años ha habido un cambio muy importante en la gestión de los datos de los proyectos de investigación, pasando de un manejo manual a una gestión mayoritariamente digitalizada, y donde la protocolización es mucho más rápida y fiable. Además, la generalización del e-mail y videoconferencias permite una correspondencia casi inmediata entre las personas en general, y entre los investigadores en particular.

Esta situación, que es una gran ayuda, ha supuesto una lacra en las investigaciones psicosociales realizadas mediante cuestionarios. La combinación de las grandes bases de datos de contactos, el poder contactar mediante e-mail de forma inmediata con cualquier persona, y las bases de cumplimentación online, ha condicionado la eclosión de gran cantidad de estudios psicosociales. Este hecho se ha acentuado con la pandemia del COVID-19, donde este tipo de estrategias se pueden realizar sin salir del despacho.

Por todo ello, quisiera destacar el trabajo nacional psicosocial de actitud publicado en este mismo número de Cirugía Española3 y que he tenido la suerte de dirigir como presidente del Proyecto Colaborativo Internacional Donante (PCID)4, apoyado por el entusiasmo de la Sta. López-Gómez en el inicio del mismo, la perseverancia del Dr. Belmonte que consiguió finalizarlo y convertirlo en su doctorado internacional, y sin olvidar el apoyo de casi una centena de los componentes del grupo de investigación psicosocial PCID4. Todo este decálogo de «agasajos», aunque merecidos, no son gratuitos, son para que se vea como un estudio psicosocial que realmente pueda aportar datos reales y útiles para el diseño de políticas de salud precisa de tiempo, dedicación de varios profesionales con experiencia en el tema y el apoyo de especialistas en trabajos de campo de investigación en este terrero5–9. Es decir, conlleva mucho esfuerzo, diseño, trabajo de campo y análisis de los datos. En este estudio se objetiva que más del 80% de la muestra seleccionada no participa en el estudio, es decir, presenta un sesgo positivo de selección. Si se analizan sólo los cuestionarios obtenidos, se puede llevar a indicar que esta población está en un 42% de los casos a favor de la donación, dato que no justificaría la situación donde es excepcional una donación de órganos de este grupo social. Sin embargo, un estudio como este, que permite conocer las causas de este sesgo, permite saber que sólo el 7,8% está a favor de donar sus órganos tras fallecer, hecho que sí explica de una forma razonable la realidad clínica en la que nos encontramos. Este no es un ejemplo aislado, hay otras publicaciones que ya han mostrado esta situación10. Por todo ello, desde hace ya unos años, nuestro grupo de investigación psicosocial (PCID) ha indicado la necesidad de realizar estudios psicosociales controlados, estratificados y donde es fundamental el grado de cumplimentación4,10 si no se quiere tener una visión falseada de la realidad.

Actualmente, hay un alto volumen de artículos basados en encuestas con resultados no representativos, lo cual ha generado mucha confusión en la información científica. En este sentido no es difícil encontrar estudios que se contradicen, y si se analizan realmente son estudios de alto riesgo de sesgo no comparables, donde cualquier resultado es posible. Siendo esto así, ¿cuál es la razón de que se sigan haciendo?, y es más: ¿por qué los equipos editoriales siguen aceptando estos estudios? Está claro que en cualquier problema las respuestas simples suelen ser falsas o al menos medias verdades. Y por tanto la valoración no es fácil y la respuesta es compleja. Teniendo en cuenta esta premisa, hay que indicar que hay tres factores que influyen definitivamente en su realización y en su publicación.

El primero es que transmiten una sensación de alta calidad. Esto se debe a que se realizan utilizando grandes bases de datos de contactos, donde suele haber miles de personas registradas, lo cual permite contactar con muchos potenciales encuestados, y de esa manera obtener una muestra alta aunque la tasa de cumplimentación sea baja. Hay cientos de ejemplos disponibles en la bibliografía, pero quisiera destacar el estudio realizado sobre 1.541 estudiantes de medicina en 104 países de todo el mundo y bajo el apoyo de la «International Federation of Medical Students’ Associations», sobre actitud hacia la donación11. Es decir, un estudio con una muestra alta, internacional, con la participación de más de 100 países y avalado por una asociación internacional, todo ello son parámetros teóricamente de calidad. Sin embargo, si se analiza en profundidad, se objetiva que se realiza un e-mail a miles de estudiantes de medicina a través de las asociaciones de estudiantes de cada país, dentro de la «International Federation of Medical Students’ Associations», donde 1.541 respondedores son un porcentaje ínfimo, por debajo del 2%, de los encuestados a los que se les ha solicitado la encuesta; lo cual justifica que este estudio presente una actitud hacia la donación de órganos significativamente más alta que en la mayoría de estudios de este tipo12. Además, se observa un sesgo de selección del grupo organizador, ya que el 13,9% de los encuestados son del país de los investigadores que realizan el estudio, y en el resto, la gran mayoría de países presentan una cumplimentación por debajo del 0,5% de los encuestados.

El segundo es que suelen realizarse en colaboración con las sociedades científicas correspondientes, ya que son las que disponen de las bases de datos, y ese aval-apoyo favorece su realización y su publicación. Sobre todo, si se tiene en cuenta que la mayoría de sociedades científicas tienen su revista científica correspondiente, y el aval de dicha sociedad facilita su valoración en ellas.

El tercero es que son estudios fáciles y rápidos de realizar, sólo es preciso la redacción de un e-mail de solicitud, anexar el cuestionario vinculado a una base de datos online, y enviarlo (generalmente por la secretaría de la sociedad científica) con el logo de dicha sociedad. Pasado el plazo de recogida de datos se descarga la base, se analiza y se publica.

No quisiera acabar sin hacer una mención a las razones por las que los equipos editoriales siguen aceptando este grupo de trabajos. El primer motivo es porque en la mayoría de casos los artículos han sido generados a partir de las bases de datos de la sociedad científica de la que depende la revista. Esta situación favorece su valoración, y en ocasiones su aceptación, ya que se consideran datos generales de interés para la sociedad científica, sus afiliados y la revista en cuestión. Además, es llamativo que, al tener un sesgo positivo de selección, con frecuencia hipertrofian un determinado problema y suelen conllevar recomendaciones a la sociedad científica. El segundo motivo es que son artículos potencialmente citables, ya que al hipertrofiar un determinado «problema», debido al sesgo positivo del tema, consigue darle visibilidad y por tanto citabilidad, aunque esta sea sólo temporal.

Todo lo indicado anteriormente justifica que múltiples autores se hayan sumado a publicar este tipo de estudios, ya que es una manera fácil y rápida de publicar. Son estudios fáciles de diseñar, rápidos de ejecutar, ya que suelen requerir un e-mail masivo vinculado a bases con un alto volumen de registros, que se cumplimentan directamente en una base de datos online, y en el plazo de unos meses puede ser realizado en su totalidad, la mayoría de ellos en el seno de sociedades científicas. Dato que no cuadra con el tiempo, dedicación y recursos, personales y económicos, que requiere un estudio psicosocial de calidad. Todo esto se ha acentuado en la pandemia por el COVID, ya que son estudios que se pueden realizar en un despacho, sin más medios que un ordenador y la autorización de acceso a la base de datos de los contactos.

Como efecto rebote, se ha acentuado, con razón, el desprestigio que tienen actualmente los estudios psicosociales y que ha llevado a muchas revistas Q1 a ser cada vez más estrictas en la aceptación de estos artículos o incluso a rechazarlos sistemáticamente, dificultando la aceptación de artículos importantes para políticas de salud. Y como efecto colateral se ha dificultado la publicación de artículos de calidad por parte de los grupos de investigación psicosocial.

Por último, animar a todos aquellos grupos de investigación psicosocial a seguir con su gran labor, y a aquellos que se animen a introducirse en este mundo apasionante a que lo hagan con rigurosidad y meticulosidad13–16. Finalmente, recomiendo a los editores de revistas científicas, entre los que me incluyo yo mismo y asumo mi parte de responsabilidad, a realizar una mejor selección de estos estudios y evitar aquellos de alto riesgo de sesgo, aunque sean vinculados a sociedades científicas.

Con este editorial no estoy animando a los investigadores a trabajar sin internet ni e-mail; es más, la mayoría de grupos de investigación psicosocial utilizamos todas estas herramientas online que facilitan el trabajo y el análisis de los datos, pero que ello no implique una merma en la calidad de los proyectos ni en el diseño de los mismos. La vía online es un apoyo, pero no un sustituto de los criterios de calidad.

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Liver Transplant, 13 (2007), pp. 1049-1056
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