Hemos leído con mucha atención el artículo de revisión firmado por los Dres. Castillo-Álvarez y Marzo-Sola sobre el papel de la microbiota intestinal en el desarrollo de la esclerosis múltiple1. Dicho artículo supone una aportación importante a la literatura sobre las evidencias que implican a la microbiota intestinal en diversas funciones humanas, entre las que destaca la regulación inmunológica. Sin embargo, creemos que los autores de este artículo han soslayado algunas cuestiones que han sido desarrolladas en algunos trabajos realizados por investigadores españoles y publicados en revistas internacionales. Por tanto, con el propósito general de enriquecer la discusión y la reflexión sobre el papel de la microbiota en la esclerosis múltiple, y con el objetivo particular de mejorar, más si cabe, el magnífico trabajo realizado por los Dres. Castillo-Álvarez y Marzo-Sola1, vamos a dar algunas breves sugerencias en torno a algunas omisiones que se producen en este artículo, en particular a la asociación de Candida spp con la esclerosis múltiple.
Algunas especies de levaduras pertenecientes al género Candida pueden formar parte de la microbiota intestinal en el ser humano2. Por otro lado, se ha sugerido que la leche de vaca podría estar relacionada con la esclerosis múltiple3,4 y, es conocido, que las levaduras del género Candida pueden aislarse en algunos productos lácteos5. Asimismo, se han descrito raros casos de retinopatía externa zonal aguda, asociados a esclerosis múltiple y a infecciones por Candida spp6–8. Las observaciones y estudios planteados anteriormente nos llevaron a proponer la hipótesis de que Candida spp. estuviese asociada con la esclerosis múltiple9. En dicho estudio, se obtuvieron muestras sanguíneas de 80 pacientes con esclerosis múltiple y de 240 controles apareados por edad y sexo9. La presencia de antígenos en sangre de Candida spp se asoció significativamente a esclerosis múltiple. Concretamente, los odds ratio (intervalos de confianza al 95%) fueron: 2,8 (0,3-23,1; p=0,337) para Candida famata; 1,5 (0,7-3,4; p=0,290) para Candida albicans; 7,3 (3,2-16,6; p<0,001) para Candida parapsilosis; y 3,0 (1,5-6,1; p=0,002) para Candida glabrata9. Los resultados fueron similares tras excluir aquellos pacientes que estaban recibiendo inmunosupresores9. Ello nos permitió concluir que la presencia de antígenos de Candida spp estaba asociada a un incremento de la probabilidad de padecer esclerosis múltiple. Es difícil saber la importancia y el alcance de estos resultados, pero deberían animar a otros investigadores para seguir profundizando en esta línea de trabajo.
En cualquier caso, no quisiéramos dejar de felicitar a los autores por su excelente trabajo, deseando encontrarnos en algún foro científico para comentar en persona estas cuestiones.