Existe desde el año 2003 un mundial de fútbol para personas desamparadas o en situación de calle. Después de la edición de París 2011, el Zócalo de la ciudad de México fue designado para albergarlo en octubre 2012. De acuerdo con los organizadores: “Un balón puede cambiar el mundo”. Para demostrarlo presentan estadísticas seis meses después de cada edición, indicando un impacto altamente positivo en los jugadores. Sin embargo, varios interrogantes surgen. ¿Qué sucede realmente con estos jugadores homeless? Luego de seguir a tres delegaciones en Francia; antes, durante y después del acontecimiento, los impactos identificados son múltiples. Los mismos revisten tanto elementos objetivos como percepciones sumamente diferentes. Conviene, por lo tanto, revisar cuáles son los efectos observados y los límites que pueden desprenderse de esta experiencia.
An international football tournament for homeless people exists since 2003. It is called the Homeless World Cup. After Paris 2011, Zócalo of Mexico City was proposed to host it in October of 2012. According to organizers: “A ball can change the world”. To demonstrate it, they have been presenting statistics outlining highly positive impacts six months after each edition of the world cup. However, several questions appear. What really happens to these homeless football players? After having followed three French delegations during the preparation, the tournament and the return, multiple effects have been identified regarding objective elements as well as different perceptions. It is then convenient to analyze which are the effects and limits of this experience.
Escasa información y relativamente pocas interpretaciones independientes existen acerca de los impactos sociológicos de los encuentros deportivos internacionales, menos aun escritas directamente en castellano. Este déficit, no se remite únicamente a los Juegos Olímpicos o los mundiales de FIFA, sino que se presenta sobre todo en otras citas de menor repercusión económica y mediática. No obstante, se observa en los últimos años una multiplicación de acontecimientos, programas y proyectos de desarrollo social que parten desde herramientas del deporte. Instituciones internacionales y organizaciones no gubernamentales sostienen iniciativas en zonas marginadas del mundo, preconizando las virtudes integradoras y regenerativas del deporte. Desde el 2003, un mundial de fútbol denominado Homeless World Cup, cuyo crecimiento anual ha sido significativo, ha aparecido en escena. De 18 países en la primera edición en Graz (Austria), París 2011 superó los 50, siguiendo la proyección en aumento para México 2012. España y Argentina han participado desde las primeras citas. México y Chile se sumaron en 2006. Luego llegaron Costa Rica, Colombia y Paraguay. Para 2012, se han integrado Perú, República Dominicana y Guatemala.1
De acuerdo con la Homeless World Cup,2 las estadísticas indican que, seis meses después y en promedio, prácticamente 70% de los participantes en un mundial se encuentran en una mejor situación social. Aproximadamente un 90 % ha considerado la experiencia como algo positivo. Entre el 30 y el 40 % sigue practicando deporte, un porcentaje algo menor ha encontrado empleo, así como otros tantos han encarado o retomado estudios. En lo que a esta investigación se refiere, la manera de percibir e interpretar los efectos producidos ha sido la de acompañar a tres delegaciones en su preparación, en su vivencia y en el retorno del acontecimiento.3 Así, el presente artículo busca promover el debate acerca de la participación en un encuentro deportivo internacional de personas en situación de vulnerabilidad, destacando tanto los impactos positivos como los límites y las tensiones que pueden originarse durante la experiencia deportiva.
El deporte como herramienta socialEl mundo del deporte ha marcado parte del trayecto del siglo xx, generando efectos colectivos e individuales tan reales como simbólicos.4 Dentro de los circuitos institucionales, existen canales definidos estricta y rigurosamente para encuadrar la participación de los deportistas de alto rendimiento. Ahora bien, frente al aumento de la exclusión, la pobreza y la precariedad, el mundo del deporte ha expresado, cualesquiera fueran las razones, una voluntad de compromiso y de desafíos para reducir inequidades, proporcionar acceso a poblaciones desfavorecidas y sobre todo, intentar reconstruir tejidos sociales afectados por circunstancias trágicas.5 Así, partiendo de la base que el deporte puede inducir efectos positivos, algunos trabajos empíricos han evidenciado la relación con la inclusión social en programas en Australia,6 en Inglaterra,7 en Canadá,8 o en Sudáfrica.9 De esa manera, algunos autores10 coinciden en que la participación en actividades deportivas puede llevar a cambios personales, que a su vez pueden desembocar en impactos sociales significativos.
En este sentido, autoridades deportivas internacionales, organismos multilaterales de desarrollo así como una diversidad de ONGs han promovido este uso socialmente terapéutico, en especial de los deportes colectivos en diferentes contextos. La creación de la Homeless World Cup reviste precisamente una naturaleza destinada a permitir la inclusión y la práctica deportiva en personas sumamente marginadas. Lo cual comprende, también, una exclusión de los circuitos institucionales del deporte.11 Esta joven manifestación socio-deportiva agrupa a muchas asociaciones locales que se esfuerzan por acompañar a personas socialmente vulnerables, ofreciéndoles la herramienta de un fútbol practicado con dimensiones técnicas específicas.12 Existen ya algunos estudios independientes que demuestran tanto impactos temporales, como otros un poco más trascendentes en los participantes.13 En efecto, este evento internacional ha generado una variedad de repercusiones sociales, deportivas y mediáticas. Empero, no todas son cabalmente conocidas ni enteramente mensurables, y no todo involucran únicamente a los jugadores. Sin embargo, la razón de ser del torneo sigue siendo sus futbolistas. ¿Qué ocurre realmente con ellos? Más allá de las estadísticas recolectadas por los propios organizadores y por las evaluaciones independientes sobre una edición,14 ¿qué sucede desde el momento en el que una delegación se constituye? ¿Qué pasa durante el mundial? ¿Y cuándo ésta se diluye luego del viaje?
Goffman15 señalaba que la personalidad humana reviste un carácter sagrado, al punto de constituirse en el mayor atributo de un individuo al presentarse e interactuar en sociedad. Ocurre, que en el caso de personas en situación de calle, en recuperación de adicciones, o en gran vulnerabilidad social, como son la mayo-ría de los jugadores de la Homeless cuando recién inician el proceso deportivo; las identidades forjadas o los estigmas manifiestos han llevado al individuo a proyectar generalmente una imagen -sobre todo para para sí mismo- de desvalorización personal. Busquemos revisar e indagar un poco más minuciosamente que las estadísticas algunos de los efectos que la práctica deportiva y la participación en esta cita internacional pueden revestir. ¿De qué efectos se puede hablar? ¿Cómo se producen? ¿Cuánto duran en el tiempo? ¿Qué otros se desprenden a partir de la incorporación a una preparación deportiva con miras internacionales? Se propuso así, como hipótesis de partida, asumir el hecho que esta experiencia deportiva introduce en la vida de los participantes una temporalidad que incita a reconsiderar situaciones pasadas (y presentes), transformando en parte la proyección de la imagen personal cuando.16
Descripción de fuentes y metodologíaRealizar esta investigación en el marco de una tesis de doctorado,17 implicó una inmersión, entre noviembre 2007 y septiembre 2011, en diferentes instancias del proyecto francés asociado a la Homeless World Cup. En una primera, luego del acceso a la asociación, se pudo entrevistar a 10 jugadores de las ediciones de la Homeless World Cup entre 2004 y 2007. En la segunda, se acompañó en todas sus fases a las delegaciones que se prepararon para Melbourne 2008, Milán 2009, Río de Janeiro 2010 y la organización del mundial de París 2011, jugando el investigador un papel bastante variado. En analogía con el trabajo realizado por Wacquant,18 se pudo participar en los entrenamientos; realizando en otras ocasiones labores de árbitro (referee), asistente de coach e integrante del staff durante el mundial. Así, se realizaron 30 entrevistas en profundidad19 durante las etapas de preparación. Con la misma importancia, se tomó nota de los diferentes momentos y sensaciones durante el torneo. Posteriormente, se siguió frecuentando a los jugadores durante meses. En el caso de Melbourne 2008, el acompañamiento se buscó prolongar hasta agosto 2011.20 Así, se pudo observar tanto el regreso inmediato como el transcurrir de los meses.21 No todos los integrantes fueron acompañados de la misma manera por razones que exceden la capacidad del investigador.22 Los miembros del staff fueron objeto de diálogos e intercambios de opiniones; lo cual enriqueció, complementó y rectificó el flujo de información. La cantidad de informantes considera también los jugadores y entrenadores de diversos países en cuatro ediciones del mundial, habiéndose consultado 20 participantes de otros países.
El mundial en las percepciones de los jugadoresLa interpretación del impacto generado por la participación en el torneo internacional puede subdividirse en tres fases. La etapa de preparación, donde los jugadores experimentan una serie de sensaciones y emociones a medida que la cita esperada se acerca. La vivencia del torneo, la cual contiene lapsos de altísima excitación y de vibraciones diferentes. Finalmente, el retorno al país, cuando la experiencia comienza a diluirse y el jugador reinterpreta lo experimentado.
La preparación: entre la definición de una situación y la excitaciónCuando un jugador se incorpora a una delegación que se prepara para el mundial, el mismo proviene de una situación que oscila entre la precariedad y el deseo de revertirla. Algunos lo asumen, otros tantos lo niegan. Karim, 29 años, franco-argelino, seleccionado para la edición de Melbourne 2008: “Hace años que estoy en una situación personal desastrosa, me muevo de hotel en hotel, de trabajo en trabajo, ya no puedo más con esto, necesito estabilidad. Aspiro a reconstruir mi vida, el hecho de entrenarme me dará disciplina y motivación”. Varios jugadores asocian desde un inicio la posibilidad de mejorar sus vidas gracias, o al menos en parte, a la práctica del fútbol en el marco de este mundial. Gena, lituano, 40 años, sin trabajo en el momento de ser seleccionado en París: “Voy a dar todo por esta oportunidad. La única cosa que podría impedirme viajar es encontrar un empleo justo en las fechas del mundial. Pero buscaría negociar con mis empleadores para explicarles que esto me puede ayudar en lo que sigue”.
En Francia, los jugadores son seleccionados a partir de un campeonato.23 Un abrumador porcentaje proviene de las antiguas colonias francesas en África; otro algo menor de Europa del Este y un número más pequeño de jóvenes franceses que residen en centros de alberges o en procesos de desintoxicación de drogas y alcohol. Varios se encuentran en etapas avanzadas respecto a su reinserción social, preparándose para postular a un empleo o realizando ya alguna capacitación y/o diploma. Otros están más marcados por el tiempo pasado en situación de calle; con huellas en sus cuerpos y rostros, y con una condición física deteriorada; denotando viejos –y recientes- niveles de consumo de alcohol y tabaco. Tal como lo hacen notar Brousse, Firdon y Marpsat,24 la falta de horarios estables de sueño, la pobre alimentación y los altos niveles de ansiedad caracterizan a las personas en situación de sin domicilio fijo en Francia.25 Pero aun si la rutina es frágil en estos jugadores de fútbol, el entrenarse implica una disposición para hacer deporte. Sin embargo, los sistemas de selección para el mundial varían de un país a otro, registrándose similitudes o diferencias considerables no solamente en los contextos sino también en los criterios.26 Los jugadores de los equipos franceses son propuestos por trabajadores sociales. Los casos son discutidos en reuniones. Dos criterios principales son tomados en cuenta en Francia: la presencia regular en el campeonato local y la utilidad social que el viaje puede implicar para el jugador. Los grupos se forman, en general, por un número mayor a los que viajarán, asumiendo que algunos pueden desistir.27
Cada jugador que se integra, además de ser objeto de una consideración de su situación social (y deportiva), se sitúa él mismo en una posición donde pone en perspectiva los factores que lo han llevado a circunstancias de “sin domicilio fijo” (o de gran dificultad social). Karl, 23 años, francés: “Lo que me llevó a esta situación fue una ruptura con mi ex pareja. Al poco tiempo me encontré prácticamente en la calle”. Las rupturas sociales con familia o parejas pueden precipitar una espiral de mala fortuna hasta llevar al individuo a encontrarse en una situación inesperada. Algunos se preguntan, incluso, cómo pueden haber llegado ahí:“No entiendo bien cómo sucedió todo esto. Pero yo no quiero toda esta porquería para mí”. Salvo en algunos casos, los jugadores relatan sus situaciones. Arezki, 31 años, franco-argelino: “Del pasado no quiero hablar. Lo que pasó ya sucedió. Ahora estoy aquí y quiero salir adelante. Pido respeto por mi postura”. En cambio, Benjamin, togolés, 30 años, indica que al arribar a Francia para pedir asilo, se encontró con grandes dificultades. Al ser músico y haber llegado con dos miembros más de su grupo, pudo contar con el apoyo cotidiano de sus pares, quienes lo ayudaron a solicitar lugar en un albergue. El equipo de fútbol, al que llegó por uno de los músicos, le abrió la posibilidad de conocer más personas; y de viajar a Australia.
Así, a medida que se van incorporando, los jugadores agregan una actividad en sus vidas. Algunos retoman el deporte luego de años de inactividad física regular; otros, se inician en la práctica regular del fútbol, descubriendo facetas y sensaciones desconocidas. Benjamin: “En Togo nunca había jugado en un club, sólo algunas veces con amigos en descampados de tierra. En Francia, esta asociación me ha permitido entrenarme en canchas sintéticas, tener una camiseta y zapatos de fútbol. Todo eso es mucho más de lo que hubiera esperado”. Este hecho, no implica solamente una dimensión ocupacional; en algunos repercute incluso en la proyección de una faceta de la identidad.
Callero28 ha expuesto evidencia empírica sobre las múltiples caras de la identidad de una persona en sociedad, así como el relativo mayor peso de la incorporación de una nueva faceta para grupos en situación de marginalidad. Para los jugadores que componen estas delegaciones, la apropiación de esta nueva faceta, aun en un horizonte indefinido, adquiere un valor primor-dial. Tiberiu, rumano, 39 años: “Estoy orgulloso de representar a Francia en un mundial, me siento realmente y por primera vez francés”. Samir, argelino, 25 años: “En mi albergue todos saben que me preparo para el mundial, de repente me he convertido en una estrella”. Karim: “Hay personas que incluso me envidian cuando les digo que viajaré a Australia”. Benjamin: “Luego de esto quiero un trabajo fijo y ahorrar para hacer venir a mi familia desde Togo a Francia”. Karim: “Cuando vives todo esto, con estas condiciones, me digo que no todo está perdido, que hay tiempo para pensar en una vida mejor, inclusive en formar una familia”. Arezki: “Estaba hace unos meses en una depresión que había días que no podía salir a la calle. Ahora, luego de meses de entrenarme, de ver gente, de reír, de correr al aire libre, de recibir charlas técnicas, se ha producido un cambio en mi manera de ver las cosas”. Algunos jugadores se rebelan frente a estigmas y etiquetas colocados por los medios de comunicación y los servicios administrativos sobre las personas en situación de calle. Anthony, francés, 23 años: “Por favor, yo no soy SDF”.29 Patrick, ruandés, 25 años: “Parece que una vez que atraviesas una situación así, la etiqueta SDF se lleva para toda la vida. No es así, por haber estado en esa situación no soy un sub-hombre. Prefiero identificarme con el hecho de ser jugador de fútbol, aunque sea en un plano amateur”.
En la preparación del mundial se combinan entonces, elementos meramente subjetivos e interpretativos -de una actividad que genera impactos en las percepciones- con efectos físicos. De acuerdo con los relatos, la motivación y la conciencia de prepararse para una cita internacional produce una preocupación por acostarse temprano. Algo que no todos pueden conseguir.30 Algunos se refieren a la alimentación y al consumo de bebidas. Jeff, nigeriano, 29 años, en preparación para la edición de Milán 2009: “El comer equilibrado es también responsabilidad de cada uno, aunque no tengas suficientes recursos. Si sabes prepararte arroz, pastas y cuando puedas carne o pescado, con eso estás bien”. Stéphane, francés, 30 años: “Desde el momento que estás en una cancha, no tienes contigo una lata de cerveza. Si tomas el ritmo dejas entonces de beber antes de un entrenamiento e incluso en la noche previa”. A medida que la experiencia va cobrando sentido e importancia, varios jugadores ajustan y modifican rutinas de acuerdo con sus posibilidades.
En este camino, unos avanzan; mientras que otros quedan en el transcurso, ya sea por motivos de visados y pasaportes o por razones en relación a la preparación misma. Algunos pueden presentar, por ejemplo, desafíos al grupo al no sentirse miembros plenamente adaptados a la dinámica. Brahím, franco-argelino, 30 años: “Yo no vengo a que me expliquen cómo jugar, qué tengo que hacer en cada instante y a ser juzgado por cada acción. Si hago las cosas bien, si doy un pase bien, no hay problema. Pero si me equivoco, y a mi me sucede permanentemente, siento que una tormenta de reproches cae sobre mí”. Hay jugadores que pueden, en efecto, sentir demasiada presión al punto de desistir.31
No obstante, aquellos que finalmente viajarán experimentan un nivel creciente de emociones. En los días anteriores al viaje, se observa una afirmación del sentimiento de comunidad.32 Los nervios se hacen también presentes. Karim: “No puedo dormir, pensar que viajamos el fin de semana que viene”.33 Es común el hecho que el grupo, o que algunos jugadores, sean entrevistados por la prensa local. Un momento donde el jugador se siente confirmado como miembro. Así, luego de semanas (o de meses), la preparación llega a su fin. El viaje es una realidad. A veces por avión, otras en autobús, el trayecto forma parte del mundial.
El mundial: momentos de excitación, una fiesta inhabitual y algunas decepcionesLa llegada a la ciudad, cual sea el escenario, Melbourne, Milán, Río de Janeiro o París,34 se acompaña con mucha emotividad. Algunos cantan, otros gritan los nombres de sus países, unos incluso lloran al bajar del avión o al caminar a las principales avenidas. La percepción general es la de una fiesta. Se firman autógrafos, como en Melbourne, donde algunos son confundidos como profesionales. Las fotos se multiplican. Ardi, nigeriano, 30 años: “Cuando en mi país se enteren lo que estoy viviendo no me creerán”. Mamadou, guineano, 22 años: “Yo soñaba con algo así desde pequeño. Sonará ridículo, pero si hubiera sido jugador profesional nunca hubiera participado con Guinea en un mundial, pero por ironías de la vida estoy con Francia en este otro mundial”.
Si bien las primeras sensaciones son coloridas, se presentan también altos componentes de angustia y de nervios a medida que se acerca el debut. Esto se potencia o se relativiza en función de la presión que los acompañantes ejercen sobre la importancia de ganar el mundial o, por el contrario, de vivirlo simplemente como una experiencia y sacarse presión de encima. Todo se magnifica, además, según la sensibilidad de cada jugador. El primer partido es clave. Algunos duermen poco, o casi nada, durante la noche previa. Se trata de uno de los instantes más significativos, lo cual se prolonga con la entonación de los himnos nacionales. El recurso a las entrevistas así como a la captación de expresiones espontáneas in situ atestigua el sentir: “Se me puso la piel de gallina con el himno aun si no conozco todas las estrofas”. “No podía esperar más para jugar el primer partido”. La consumación de ese primer desafío se constituye como un liberador de tensiones, marcando el inicio de una semana agitada. El transcurso del mundial comprende muchos sobresaltos emocionales. La comunidad gana en cohesión cuando los resultados deportivos acompañan. Es posible percibir, además de la alegría de un triunfo, el hecho que ganar implica también una sensación de alivio en varios casos.
Sin embargo, derrotas inesperadas pueden hacer resurgir viejos problemas. Distintas situaciones de malestar pueden ocurrir a partir de la derrota. Cuando las diferencias de marcadores son abrumadoras –10, 15 o incluso 20 goles– los jugadores pueden sentirse realmente humillados. En circunstancias donde hay decepciones, o en situaciones donde se designan responsables determinados dentro del grupo, el malestar fragmenta a la comunidad. Damián, jugador de la delegación argentina en París 2011, 25 años: “No puede ser. Me mato jugando en la cancha y algunos compañeros no le dan la mínima importancia a esto. No sé para que vinieron”. El papel del equipo acompañante reduce, o el algunos casos potencia las fracturas. Divisiones radicales pueden surgir de acuerdo con el clima del grupo. Un entrenador de una delegación latinoamericana en París 2011 expresaba a su grupo: “No vinimos aquí a divertirnos, no vinimos de paseo, vinimos a ganar el mundial”. La mediación entre partes puede incluso volverse necesaria.35 En contraste, otros equipos asumen diferentemente su participación. Así, según el entrenador de Japón en 2009, uno de los equipos más débiles en la historia del mundial: “Tengo que decir todas las mañanas a mis jugadores que sólo venimos a participar, el resultado deportivo no tiene ninguna importancia. Debemos felicitar siempre al contrario, dado que perdemos todos los partidos”.
Cada jugador vive la experiencia de manera intensa, algunos con mucha alegría, unos con mucha decisión, otros con algunas decaídas anímicas. El mundial en su totalidad puede inducir, en efecto, cambios bruscos en los estados de ánimo. En algunos, impulsando y liberando energías contenidas; en otros, prolongando viejas crisis de autoestima. Transcurridos los días, los instantes finales marcan también muchísimas emociones. Despedirse del ambiente, de un marco de rutinas, de las vibraciones de los partidos, de jugadores y jugadoras de delegaciones con los que se ha establecido un diálogo, o simplemente saludos cotidianos, repercute en la sensibilidad de los futbolistas. La fiesta se acaba. Se tiene que pensar en el regreso. Más que a un país, a una situación determinada. Cada quien se plantea interrogantes desde y para su propia identidad, expresándolo cuando son interrogados con el debido respeto. Ali, senegalés, 32 años: “Todo esto es muy bonito, pero me planteo que haré al regresar, dónde estaré, dónde viviré, el solo hecho de pensarlo me angustia”. Esto puede ser incluso, para algunos, más difícil que los momentos anteriores al viaje. Para otros, en cambio, todo puede ser distinto. Levan, georgiano, 24 años: “Este año ha sido el más difícil de mi vida, quizás la fuerza que he encontrado con esto me permita reconstituirme”.36
El regreso del torneo: entre redefinición y recuerdosLa comunidad formada comienza a diluirse al término del mundial. ¿Cómo se ven ellos mismos luego del acontecimiento? ¿Qué cambia en sus percepciones acerca de sus situaciones y de la proyección de su personalidad? Esto se refiere a lo que Goffman denomina la presentación de “uno mismo” en sociedad,37 discerniendo aquí la situación y la experiencia de los jugadores respecto a la Homeless World Cup. No existe, en tal sentido, un orden cronológico determinado en la asimilación.
El regreso inmediato se ve permeado por un alto nivel de excitación: “No podré acostumbrarme en las semanas que vienen a levantarme y saber que no tengo que jugar un partido”. “Todavía no caigo de todo lo que sucedió”. “Me entrenaré para ser asistente y viajar al próximo mundial”. Respecto al escenario específico donde se vivió el mundial, algunos jugadores proyectan el deseo de regresar a la ciudad. Así, los testimonios son compartidos con los compañeros de los albergues, con los trabajadores sociales frecuentados, con amigos y con familiares con los que se mantienen lazos, ya sea personalmente o a la distancia38. Hay quienes retoman actividades ya en curso antes del mundial. Karl: “Al volver de Copenhague (edición de julio 2007) y entrar al restaurant donde trabajo, todos mis compañeros empezaron a aplaudirme, al punto que quise llorar de emoción”. Para algunos, la experiencia vivida se traduce en impulsos de energía. Benjamin relataba cuatro meses después de Melbourne 2008: “Luego del mundial estoy lleno de energía, ahora estoy haciendo una capacitación para convertirme en electricista. Cuando me despierto en la mañana siento la misma energía que tenía en el mundial para ir a jugar”. En otros casos, hay jugadores que se enfrentan a una cotidianidad que se les presenta como un vacío. Karim: “Cuando volvimos de Melbourne me dijeron en mi hotel que ya no había lugar para hospedarme. Entré en una desesperación tremenda. Llamé al trabajador social que me ayudaba y no lo encontré. Estuve a punto de caer en una crisis nerviosa”.
La planificación anterior al viaje reviste un valor precioso para aquellos que pueden anticipar y encontrar alternativas a su situación de cara al regreso. Caso contrario, síntomas de desesperanza y de depresión reaparecen. Existe, entonces, una redefinición de situaciones y de direcciones una vez pasado el acontecimiento. Se lo conmemora cuando este ha sido positivo. Pero también cuando ha sido menos valorado. Un jugador de la delegación de Melbourne estimó a la experiencia como altamente angustiante: “Tenía ganas de regresar desde el segundo día, me sentía fuera de foco. Se vivieron cosas pero no me gustaría estar tan lejos de nuevo. No entendía el idioma, me sentía prisionero y dependiente del grupo para cualquier cosa”. En cambio, están quienes consideran que la experiencia cambió sus vidas. Por ejemplo Mariano, de la delegación española participante en 2004:39 “Durante el primer mundial escondía el alcohol y seguía consumiendo antes de los partidos. Me di cuenta que no podía seguir así, iba rumbo a la tumba. El hecho que no podía ni hacer deporte por los vicios me llevó a replantearme toda mi vida. Mediante un tratamiento de tres años pude dejar definitivamente el alcohol”. Para este jugador español, al igual que para algunos en Francia, frecuentar los entrenamientos con los subsiguientes equipos ha servido para mantener una constancia y un sentido. Mariano: “A medida que iba regenerando mi vida y veía como los muchachos se entrenaban para el mundial podía darles consejos y ellos me escuchaban”. Su logro fue haber viajado en 2009 como miembro del staff de la delegación española: “Eso me hizo darme cuenta que al final tenía mi propia recompensa y que el cambio ha sido posible”.
Empero, a medida que el tiempo pasa, las emociones van disminuyendo en intensidad. La distancia juega un papel en la interpretación de los efectos producido por la participación en la cita internacional. En la memoria se instalan diferentes recuerdos. Toussaint, participante en Ciudad del Cabo 2006 -a un año y medio del mundial-: “Todo el viaje queda en mi memoria. Desde el avión, el sol, los partidos y los abrazos. Deseo que muchas personas vivan algo así en sus vidas”. Stéphane, 4 años después de Gotemburgo 2004: “Ahora veo que muchos jóvenes se preparan y que hay mucha prensa que habla de esto. Cuando pienso que participé en la primera delegación me da mucho orgullo, porque además ya sé de antemano todo lo que vivirán”. Benjamin, un año y medio después de Melbourne: “La confianza que me dio jugar el mundial hace que hoy salga a entrenarme y a jugar un partido con mi equipo actual sabiendo que soy capaz de manejar el estrés sin problemas”.
En aquellos jugadores en los que se observan progresos; ya sean en términos de una rutina, una capacitación profesional, el regreso al sistema educativo, o bien en el estado de ánimo, se percibe un relato de sus propias vidas transformadas. Con base en la sociología de Goffman, es precisamente ahí donde surge una forma de presentación de “uno mismo” transformado. En este caso, no como personas en situación de calle, homeless, o SDF (en Francia) sino como jugadores de fútbol o, simplemente, como personas normales. En ciertas circunstancias, los estigmas son fuertemente rechazados por los jugadores. Anthony, 4 meses luego del mundial de Río 2010, expresaba a una periodista: “El haber estado en una situación así no quiere decir que yo sea una persona sin domicilio fijo. Yo soy una persona ante todo. Ahora que vivo en una residencia, ¿Qué soy entonces? ¿Persona en residencia para jóvenes trabajadores?”. Karl, enojado, a dos años de haber participado en el mundial de 2007: “Me da rabia que por haber estado errando en la ciudad unos meses tenga que explicar que ya no soy SDF. Este mundial puede ayudar a demostrar que hay personas que pueden dejar de ser homeless”.40
El tiempo ve para algunos jugadores el afincamiento de algunas relaciones, alguna amistad con un compañero del equipo o la frecuencia de visitar y/o dialogar con el entrenador que los acompañó. Lo que queda de aquella comunidad que se había formado son algunos lazos, recuerdos y anécdotas en el repertorio de cada uno.
En otros casos, suceden rupturas debido a algún episodio, al deterioro de las relaciones durante el mundial, o a las reacciones suscitadas posteriormente al regreso. Sergio, entrenador del equipo argentino aclaraba durante el mundial de París:
Con la mayoría de los chicos y chicas que han integrado las delegaciones argentinas seguimos en contacto. Vemos el progreso de cado uno y eso nos llena de satisfacción. Hay chicas que están estudiando, hay chicos que se han alejado de las drogas. Pero después de cada experiencia siempre hay alguno que rompe con el grupo. Son demasiadas cosas las que se viven. Algunos pierden la cabeza debido a que se frustran por no haber ganado más partidos o porque todo lo que sucede escapa a su control emocional.
Así, hay relaciones desaparecen luego del mundial.41 Algunos jugadores vuelven a sus ciudades en provincia, lejos de la capital donde generalmente se organizan las actividades, motivo por el cual ciertos contactos se van diluyendo. En otros, los altercados hacen que una relación se rompa definitivamente, y en otros tantos, las decaídas anímicas pueden llevarlos al aislamiento. Algunos de los que se alejan pueden sentirse decepcionados respecto a sus expectativas y sobre todo a la respuesta de la asociación que los seleccionó como jugadores en cuanto a la ayuda para resolver situaciones y problemas. Samir, tres meses después del mundial de París: “Durante meses nos llamaron y ahora que esto acabó, nada, ni un solo llamado”. Con frecuencia se prolonga el acompañamiento, pero a veces se ve interrumpido por el hecho que las asociaciones no siempre disponen de la capacidad para dar seguimiento a cada uno. Dado que todos los años se prepara un nuevo equipo, en algunos países, el tiempo de trabajo efectivo con jugadores de ediciones pasadas disminuye considerablemente.42 Eso puede provocar ciertos sentimientos de abandono, algunas frustraciones y motivos para el aislamiento.
Pasado el tiempo, además, la mayoría de los jugadores ya no se encuentran en una situación de protagonismo. En la cual habían sido el centro principal de atención -al menos para un círculo social determinado-.43 Con los meses, ese protagonismo se desvanece. Toussaint: “Luego del mundial es como que los flashes se apagan, ya no te sacan fotos. Tienes que inventarte tu vida de nuevo y saber que lo que sucedió se da una sola vez en la vida. Está en cada uno despertarse todos los días y querer hacerlo algo con nuestras vidas. Es cierto que pueden producirse caídas morales fuertes, pero llega un momento en el que debemos decir que nosotros somos responsables de nuestro rumbo”. Los desafíos se pueden multiplicar para los jugadores, dependiendo del grado de estabilidad emocional y de los problemas a resolver. El mundial termina siendo un recuerdo, y un viejo trampolín si ha sido posible capitalizarlo para replantearse, realmente, cambios personales. Existen diferentes tipos de resultados; algunos significativos, otros más discretos y otro puñado donde poco cambió, o incluso donde las cosas se tornaron más difíciles.44
Reflexiones finalesLa descripción del proceso de preparación, los momentos intensos del mundial y la transformación en un recuerdo, con componentes que impactan en la identidad y en la proyección de una imagen personal, hacen de este acontecimiento una experiencia significativa para la mayoría de los jugadores. Desde de un inicio, se comienza a formar una comunidad que vivirá emociones, altibajos, lapsos de excitación y ciertas decepciones. Se fincan relaciones, se construyen diferentes tipos de lazos con los entrenadores y con el grupo. Se crean expectativas recíprocas entre jugadores y responsables. Los primeros esperan orientación, acompañamiento y hasta involucramiento (en algunos casos) en situaciones personales. Los segundos esperan despertar motivación y sentido en los jugadores en cuanto a la experiencia. Buscan comprometerlos y aspiran (implícita o manifiestamente) a observar, a dar cuenta y a hablar de progresos en los jugadores. En el caso de los jugadores acompañados en Francia, se procuró en esta investigación una visión equilibrada, que no buscara únicamente destacar los efectos benéficos, sino también las rupturas, los desequilibrios y las insatisfacciones que se pueden ocasionar, sobre todo en el sentir de los jugadores.
Algunas investigaciones45 han buscado demostrar los efectos regenerativos que el football aporta a las situaciones de personas homeless. En lo que se refiere a las conclusiones de este trabajo, se considera también importante incluir otras facetas. Incluidas las distorsiones que pueden empeorar la autoestima de personas que ya se encuentran con muchas dificultades para insertarse en sociedad. No se puede omitir el hecho que existen potenciales lesiones físicas (como esguinces o roturas de algún ligamento) en diferentes momentos. Así como pueden provocarse, también, lesiones emocionales cuando la experiencia no funciona para algún jugador. El acompañamiento pre-mundial puede ayudar a generar objetivos así como metas concretas en el tiempo. Pero hay que pensar en lo que ocurrirá una vez finalizado el torneo. Mucho puede cambiar, en efecto, pero también puede desvanecerse sino existe un acompañamiento o una consideración por las expresiones de los jugadores, sobre todo aquellos que piden ayuda posterior al mundial. El equilibrio hacia la progresiva autonomía es difícil e inestable. En algunos casos, la autonomía para encarrilar una dirección no se alcanza plenamente luego del mundial, sino que requiere de un proceso mucho más largo. Es importante no ignorar esto y tomarlo en cuenta. Algunas asociaciones lo hacen, pero otras se ven limitadas por la falta de tiempo y de capacidad para prolongar el acompañamiento post-mundial. Hay asociaciones que se preocupan tanto por la preparación deportiva del siguiente equipo, que dejan de lado a los ex-participantes. En un trabajo de seguimiento como el que aquí se ha realizado, es importante indicar esta alerta para evitar reciclar equipos año tras año. La participación en este mundial implica muchísimos desafíos para todas las partes. A medida que la presencia en mundiales se vuelve recurrente y sistemática, se presentan nuevos casos, distintos perfiles y diferentes problemas a atender para las asociaciones. De la misma manera, la participación implica un gran desafío para las personas que forman parte de esta experiencia. Algunos jugadores pueden sentir mucha presión, sobre todo cuando se les exige resultados deportivos. Valorar todo y cada momento como algo positivo no es siempre tarea sencilla. Por lo tanto, el acompañamiento social e incluso emocional se vuelve deseable. Las reuniones grupales y la posibilidad de expresar lo sentido revisten un especial interés, inclusive, pasados los meses después del acontecimiento. Hay jugadores, para quienes, la experiencia se asimila como algo único, que aportará no sólo anécdotas y bienestar, sino que sirve para reconstruir un rumbo. Para otros, la experiencia resulta desestabilizadora porque no estaban preparados, o porque se generó algún cortocircuito en el trayecto.
Varias delegaciones se están esforzando por demostrar que la práctica del fútbol induce efectos considerables en sus jugadores. Buscan, además, atraer socios a los proyectos que permitan financiar espacios deportivos y el viaje para los jugadores; el cual es, en algunos casos, realmente oneroso. Algunas delegaciones se plantean, incluso, que el mundial no realice anualmente, sino cada dos o tres años. Una muestra que no siempre se puede dar abasto con todo el trabajo cotidiano junto con la envergadura de un viaje de esta magnitud. Ciertamente existen historias conmovedoras, experiencias extraordinarias y efectos significativos. Algunos ex-jugadores se convierten, por ejemplo, en referencias para los nuevos compañeros. Muchos que se presentan como personas renovadas, proyectando una identidad positiva. Pero esto no se da en todos. La práctica del fútbol no es una herramienta automática. No se trata de una solución milagrosa. No hay que creer en un discurso único mediante el cual todo es bello y extraordinario. Vendrán seguramente más estudios sobre este mundial, investigaciones que indiquen los efectos generados en los jugadores, estudios que expliquen metodologías de trabajo implementadas, o reportajes que trasmitan cómo se preparan las delegaciones y cómo se viven estos mundiales tan particulares. El presente se posiciona como una contribución crítica, en idioma español, que aliente a la reflexión y al planteamiento de diferentes realidades ocasionadas en estos circuitos. Se alienta, así, a la producción sociológica que busque dar cuenta, además de los efectos benéficos, de los demás elementos a considerar en los impactos en los jugadores; y en las asociaciones también. Tales análisis, independientes, podrán contribuir a una mejor gestión de la herramienta deportiva en beneficio de personas confrontadas a situaciones de marginalidad y diversas formas de exclusión social.
Estas estadísticas son generadas mediante cuestionarios. Las estadísticas pueden encontrarse en la web oficial de la Homeless World Cup: www.homelessworldcup.org
En particular en: http://www.homelessworldcup.org/how-we-help
Vale aclarar que este artículo fue escrito entre las ediciones de París 2011 y México 2011. El mismo fue culminado y enviado a dictamen cuatro meses antes de la edición de la ciudad de México.
Ver por ejemplo la conferencia de Guilianotti, Richard; Amstrong, Gary & Hognestand, Hans (2003), “Sport and Peace”, Sport and Development, Swiss Academy for Development, febrero 16-18, Magglingen.
Véanse el trabajo de Bloomfield, John (2003), Australia´s Sporting Success: the inside story, UNSW Press, Sydney. Consúltese también el de Bailey, Richard (2005), “Evaluation the relationship between physical education, sport, and social inclusion, Educational Review, 57 (1), pp. 71-90. O el de Hylont, Kevin & Totten, Michael (2008), “Community Sport Development”, pp. 77-188, in Hylton & Bramham (edit.), Sport development: policy, process and practice. Routledge, Londres.
Green sostiene que el acceso al deporte en poblaciones marginalizadas reduce el aislamiento social. Véase Green, Mick (2006), “From Sport for All to Not About Sport at All? Interrogating Sport Policy Interventions in the United Kingdom”, European Sport Management Quarterly, 6:3, pp. 217-238. Crabbe indica que la noción del deporte como un bien público, con externalidades positivas para la comunidad y para el individuo beneficiario, ha cobrado en los últimos años una fuerza de convicción cuasi unánime. Véase Crabbe, Tim (2007), “Reaching the hard to reach: engagement, relationship building and social control in sport based social inclusion work, International Journal of Sport Management and Marketing, 2 (1/2), pp. 27-40.
Houlihan ha comparado las políticas públicas destinadas al deporte en Canadá, Estados Unidos, Australia, Inglaterra e Irlanda. Véase Houlihan, Barrie (1997), Sport, Policy and Politics: A comparative analysis, Routledge, Londres.
Sobre el caso de Sudáfrica veánse los trabajos de Cora Burnett. Burnett, Cora (2001), “Social Impact Assessment and Sport Development”, International Review for the Sociology of Sport, 35 (1), pp. 41-57. Burnett, Cora (2006), “Building Social Capital Thought an Active Community Club”, International Review for the Sociology of Sport, 41, (3-4), pp. 283-294.
Véase por ejemplo Coalter, Fred (2007), A wider social role for sport. Who´s keeping the score? Routledge, Londres. Por su parte, Green aclara que no se trata del deporte per se lo que puede generar cambios sociales significativos, sino la manera en la que se lo implementa y se lo conduce. Consultar Green, B. Christine (2008), “Sport as an agent for social and personal change”, pp. 130- 145, In Girginov, V. (edit.), Management of sport development, Butterworth- Heinemann, Londres.
Aunque algunos de los participantes de los eventos de este mundial han tenido experiencias en los circuitos oficiales del fútbol, otros han podido iniciar esta disciplina gracias a una práctica deportiva que los motiva.
El fútbol durante este mundial se juega con 3 jugadores y un arquero. Pocos países tienen estructuras y terrenos similares a los del mundial, pero buscan, en la preparación, entrenarse con las reglas creadas por la Homeless World Cup. Aun así, muchos practican en canchas de tierra durante el año.
Sherry ha expuesto el valor de comunidad gestado en una delegación australiana formada para la Homeless World Cup de 2006 de Ciudad del Cabo. Durante la preparación, Sherry pudo constatar los sentidos de obligación y de equipo (incluso de amistad). Sin embargo, el proceso de selección creó algo de confusión, mezclándose sentimientos de orgullo para unos y de decepción para otros. Véase Sherry, Emma (2010), “(Re)engaging marginalised groups through sport: The Homeless World Cup”, International Review for the Sociology of Sport, 45 (1), 59-71. Otra investigación, realizada como miembro (coach) del grupo durante la primera Homeless World Cup con la delegación de Gales en 2003, demostró las dificultades que pueden presentarse para motivar e inculcar disciplina deportiva en un grupo no habituado ni a horarios ni a una higiene de vida estable. Ver Magee, Jonathan (2011), “Disengagement, demotivation, vulnerable groups and sport inclusion: a case study of the Homeless World Cup”, Soccer & Society, 2 (12), 159-173. Para lo cual, una alta dosis de paciencia y flexibilidad fue exigida al coach (Ibid., p.165).
Sherry, Emma (2009), Homeless World Cup. Melbourne 2008, Research and Evaluation Report, December 2011, The Trobe University, Melbourne. Otro reporte es el de O´May, Fiona (2009), Homeless World Cup, Milano 2009, Research and Evaluation Report, November 2009, Queen Margaret University, Edimburgo.
Goffman, Erving (196), Interaction Rituals: essays on face to face behavior, Double Anchor, Nueva York, pp. 10-12.
Lo cual incita a proyectar deseos de cambios personales. El trabajo presente busca dar cuenta de lo que sucede sociológicamente con los jugadores participantes pero no pretende bajo ningún caso afirmar que lo que se observó ocurre así en otras delegaciones. El único aporte puede ser encontrar similitudes y diferencias a partir de un estudio realizado con cuatro años de investigación mediante observación participativa.
La tesis fue defendida el 21 de septiembre 2011 en l´Ecole des Hautes en Sciences Sociales bajo el título: “La Homeless World Cup et le Championnat de lutte contre l´exclusion sociale en France. Analyse sociologique de parcours d´exception”. Bajo la dirección de Philippe Urfalino y Patrick Mignon.
Trabajo realizado en una inmersión total, compenetrándose con las actividades de los miembros de la sala de box. Wacquant, Loïc (2000), Corp et âme: carnets ethnographique d´un apprenti boxeur, Agone, Marsella.
Con el participante más antiguo (edición 2004), los diálogos retrospectivos llegaron a considerar una temporalidad de 6 años. Con otros, el horizonte implicaba uno o dos años, dependiendo de la edición en la que participaron.
Cabe decir que el hecho de ser el investigador inmigrante en Francia generó una identificación particular con muchos de los entrevistados. Una situación que resultó en una ventaja inestimada para el flujo de los diálogos basados en la empatía. La mayoría de los testimonios fueron recabados en francés y traducidos por el autor. El carácter de la presentación es meramente cualitativo.
Brousse, Cécile; Firdon, Jean Marie; Marpsat, Maryse (2008), Les Sans Domiciles Fixe, La Découverte, París.
En Francia la denominación de toda persona que atraviesa una situación de sin domicilio fijo es la SDF (Sans Domicile Fixe). Una denominación que los medios de comunicación e incluso los discursos de políticas públicas han instalado para describir un sinnúmero de realidades. Al punto que hoy es común escuchar en Francia en conversaciones ordinarias la denominación: “Los SDF”.
Este no es, sin embargo, el objeto del análisis del presente artículo. En varios países, al crecer el número de participantes y candidatos, las asociaciones deben elegir qué perfiles de jugadores seleccionan. En algunos se privilegia a los jugadores más mentalizados, preparados técnicamente para el mundial. En Francia este ha sido siempre un tema de debate, incluyéndose jugadores que no tenían un buen nivel de fútbol pero mostraban mucha voluntad. En España, Bélgica, Alemania o Suiza, países que no buscan ganar el mundial per se, se observa la misma tendencia de equilibrio entre dimensiones sociales y deportivas. Este aspecto también lo he tratado en el artículo: Segura M, Trejo, Fernando (2012), “La gouvernance de la Homeless World Cup”, en Attali, M., La Gouvernance du Sport, Centre Nationale de Recherche Scientifique, París.
A diferencia del factor motivacional inicialmente bajo mencionado por Magee (op. cit.), donde el coach debía hacer esfuerzos considerables para motivar e inculcar disciplina en los jugadores; los niveles de motivación constatados han sido siempre elevados en las sucesivas selecciones francesas. Esto, al punto que algunos jugadores pueden incluso recriminar a otros el hecho de no tomarse en serio la preparación, si notan por ejemplo que alguno no está dando todo.
Callero, Peter L. (2003), “The Sociology of the Self”, Annual Review of Sociology, vol. 29, pp.115-133.
Hermann, marfileño, 30 años: “En mi caso no es posible tener horarios estables de sueño. Trabajo como agente de vigilancia en una compañía. Hay veces que me toca de noche y otros de día. Así es imposible una rutina adecuada para el deporte”.
Sherry muestra para el caso australiano de 2006, la confusión en torno al proceso final de selección. Si bien es cierto que algunos jugadores noseleccionados pueden demostrar signos de apoyo para aquellos que viajarán (Sherry: op. cit., p.17); otros –como es el caso citado previamente en Francia– pueden distanciarse al punto de no querer saber nada con la delegación.
Al igual de lo que Sherry (op. cit.) y Magee (op. cit.) narran, el nivel de excitación se dispara en los momentos previos al mundial.
Este nivel de nervios y de excitación es algo análogo a lo que Wacquant (op. cit.) describe respecto a los sentimientos en la sala de box de Chicago previo a la primera pelea en ring.
En el caso de una delegación africana en Milán 2009, un técnico increpaba con palabras tan violentas a sus jugadores, que miembros de otra delegación intervinieron en la escena para calmar la situación.
El año anterior, en 2008, emigró a Francia debido a la guerra civil desatada en su provincia de Osetia.
Sería más preciso hablar de lo que Goffman denomina la face (the face), en español no podría interpretar como la cara de un actor social, la imagen que se proyecta. Aunque esto está sujeto a diversas interpretaciones. Se recomienda remitirse en particular a Goffman, Erving (1959), The presentation of self in everyday life, Double Anchor, Nueva York.
Mismo aspecto que Sherry (op. cit.) destaca también en los jugadores de la delegación australiana entre 2006 y 2008. Pero en los días posteriores al evento, se pueden producir también tanto ajustes como desajustes.
Otro jugador, Arezki, a un año de haber participado y en la labor de entrenador del equipo en formación para 2011 sugería a los responsables en Francia que solicitaran el cambio de nombre de Homeless World Cup: “Si seguimos diciendo que todos son homeless, entonces quedamos atrapados en esa lógica”.
Respecto a un jugador entrevistado, participante en el mundial de 2007, el responsable del proyecto decía en 2010: “No sabemos qué paso con él, de repente desapareció y nadie tiene noticias”.
En otros casos las asociaciones toman con mucha seriedad la etapa post-mundial, esto varía entre los países de acuerdo a las prioridades de las asociaciones. En algunas el aspecto deportivo de cara al mundial es la prioridad mientras que en otras la atención se focaliza en el seguimiento de las personas.
Durante los meses previos al torneo estuvieron acostumbrados a ser foco de atención, inclusive durante el mundial y en el regreso inmediato también.