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Vol. 68.
Páginas 131-152 (septiembre - diciembre 2015)
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Páginas 131-152 (septiembre - diciembre 2015)
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EL AFÁN DE MENSURARLO TODO. CRÍTICA DE LA RAZÓN CALCULADORA DESDE EL PENSAMIENTO DE LEOPOLDO MARECHAL
The desire of meseaure everything. Critique of calculating reason from Leopoldo Marechal's thought
A vontade de mensurar tudo. Crítica da razão calculadora desde o pensamento de Leopoldo Marechal
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Mariano Martín
Autor para correspondencia
marianomartin42@hotmail.com

Licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina. Becario doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Líneas de investigación: Filosofía política, ética, filosofía práctica, filosofía de la técnica.
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Resumen

Durante los años 1955-1965 el escritor argentino Leopoldo Marechal escribió varias obras en las que se puede observar una profunda preocupación por la ciencia y la técnica. Marechal consideraba que la ciencia y la técnica de la época moderna son el producto de un tipo de racionalidad sui generis, conocida como “razón calculadora”. Este trabajo pretende analizar algunas características de la crítica de Marechal a este tipo de racionalidad.

Palabras clave:
racionalidad
materialismo
metafísica
hermenéutica de la cultura
sociedad contemporánea.
Abstract

During the years 1955-1965 the Argentinian writer Leopoldo Marechal wrote several works that showed a deep concern for the contemporary technique and science. Marechal thought that science and technique of Modern Age are the product of one particular rationality, known as “calculating reason”. This paper aims to analyze main characters of Marechal's critique to this kind of rationality.

Keywords:
rationality
materialism
metaphysic
hermeneutics of culture
contemporary society.
Resumo

Durante os anos 1955-1965 o escritor argentino Leopoldo Marechal escreveu várias obras nas quais podemos observar uma profunda preocupação pela ciência e a técnica. Marechal acreditava que a ciência e a técnica da era moderna são o produto de um tipo de racionalidade sui generis, conhecida como “razão calculadora”. Este artigo procura analisar algumas características da crítica de Marechal para este tipo de racionalidade.

Palavras-chave:
racionalidade
materialismo
metafísica
hermenêutica da cultura
sociedade contemporânea.
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1Introducción

Ante todo resulta necesario considerar, desde una reflexión profunda, las innegables modificaciones que imprime continuamente, a nuestro mundo contemporáneo, lo que se ha denominado “el pensar tecno-científico”. Tales cambios no revisten un carácter tan solo epidérmico sino que atañen a cuestiones esenciales, como la sociabilidad del ser humano, su relación con la naturaleza y su capacidad de introspección. El problema ha sido tratado por grandes pensadores europeos entre los que se debe mencionar a José Ortega y Gasset, Martin Heidegger, Oswald Spengler, René Guénon, Sergio Cotta, entre otros. Desde la literatura también se ha abordado dicho fenómeno: Aldous Huxley o Ray Bradbury son ejemplos de esto. Las consecuencias que se extraen del análisis de este fenómeno son de variada naturaleza. Aún cuando estos autores difieran en sus enfoques y sus valoraciones, todos coinciden en que el avance desmedido de “el pensar tecno-científico” reduce las potencialidades propiamente humanas de razonamiento, libertad y comunicación.

Si se piensa en las letras argentinas, es en la obra de Leopoldo Marechal donde se encuentra una interesante y aguda presencia de esta problemática. Que el hombre haya conquistado el espacio, que las telecomunicaciones se hayan desarrollado a niveles nunca antes previstos, que la robótica tenga un auge descomunal no se debe para el autor de Adán Buenosayres a un evidente progreso sino que más bien se podría hablar, en algún sentido, de una decadencia. Estos fenómenos hablan, para este escritor, de un cambio en la relación del ser humano con la trascendencia.

El hecho de que nuestra cultura haya roto los vínculos que tradicionalmente la religaban con lo trascendente no parece ser, para este autor, una inevitabilidad histórica, ni tampoco producto de un progresivo despertar de la conciencia humana. Marechal, convencido de esto, busca desentrañar las causas últimas de esas modificaciones: llegar desde un aspecto sintomático (como podría ser el predominio de la técnica) a las condiciones y causas que posibilitan que la técnica exista tal y como la conocemos, y a las consecuencias que ese predominio trae aparejado. Intentaremos llegar a ese “saber de ultimidades” que parece preocupar a Marechal, y que se revela, ya desde su planteamiento, como un problema que debe resolverse en las cosas que están “más allá de la física”. Creemos que nuestro trabajo puede llenar un vacío que se ha producido dentro de los estudios marechalianos: la escasa o nula consideración que se da a la crítica marechaliana de la tecno-ciencia como obstáculo, sucedáneo o remedo de la verdadera vocación del hombre. Para referirnos a todas estas ideas, utilizaremos la expresión razón calculadora, buscando sintetizar con ella aquellos aspectos de la racionalidad propia de la modernidad que son objeto de crítica en la obra del autor antes citado. Tal denominación tiene su fundamento en los textos marechalianos, principalmente en aquellos en los que se refiere al modo de racionalidad moderna como surgido del dominio de Creso, el burgués, el calculador por excelencia.

Sabido es que Marechal siempre se consideró un poeta. Él se denominaba a sí mismo como “el Poeta depuesto”. ¿Cómo es que pueden encontrarse en su obra reflexiones que tienen un objeto filosófico? Se podría responder que la filosofía en varias ocasiones ha adoptado la forma de la poesía. Piénsese por ejemplo en Parménides de Elea o Lucrecio. Santayana, por ejemplo, llama “poetas filósofos” también a Dante y a Goethe.

Es interesante analizar dos aspectos: a) la relación que para Marechal tienen la poesía y la metafísica; b) los aspectos culturales que el escritor de Maipú analiza críticamente y que constituirían, sistematizados, una interesante filosofía (o quizá una “metafísica”) de la cultura.

Observamos que en algunas ocasiones nuestro poeta se refiere a su poesía como “metafísica”. En una entrevista que le realizara César Fernández Moreno y ante la pregunta sobre cuál sería el eje de su poesía, si religioso o metafísico, Marechal responde:

Yo te diría que todo lo verdaderamente poético es metafísico a la vez, ya que la poesía trabaja con la Belleza y puesto que la Belleza es uno de los Nombres Divinos y por lo tanto un “trascendental” que nos hace trascender del “nombre” al “nombrado”. Esa es la gran lección de El Banquete platónico, que yo desarrollé hasta sus límites extremos en el Descenso y Ascenso del alma por la Belleza. Desde luego, las de la poesía, no son más que sabrosas “aproximaciones” de la verdad metafísica, imágenes analógicas que ofrecen un buen soporte a la meditación. Por eso, en todas las tradiciones auténticas, la poesía es el idioma natural de lo metafísico.1

Pedro Luis Barcia, en su introducción al primer tomo de las Obras completas del escritor, señala una serie de características que se encuentran a lo largo de toda su obra: un movimiento ascensional que tiende hacia la trascendencia religiosa; una dimensión metafísica que sostiene y anima toda su producción; la existencia de un orden cósmico, resultado de armonía de contrarios o concidentia oppositorum; una aceptación gozosa de la Creación, sustentada en un optimismo comprensivo, un humorismo tolerante y un humanismo dialogante.2

Esa “dimensión metafísica”, a la que se refiere Barcia, que sostiene toda la obra de Marechal, es la que lo lleva a realizar una crítica realmente mordaz de la sociedad moderna. Desde la concepción marechaliana, la situación de su época no se explica únicamente por causas de índole social o política. Éstas no serían más que síntomas. Para nuestro autor es la pérdida o al menos el daño en su relación con esa búsqueda espiritual, con ese amor a la Sabiduría, en definitiva, con lo Absoluto, lo que la sociedad y el individuo experimentan en nuestros días y que hace que el ser humano contemporáneo sea un ser humano incompleto.

Pero para efectuar esa crítica de la sociedad se vale de un método que podríamos denominar una hermenéutica de la cultura y que tiene por objeto buscar una explicación profunda (para Marechal “metafísica”) de los fenómenos contemporáneos.

La mayoría de los estudios que intentan abordar el trasfondo filosófico de su obra suelen centrarse en las fuentes que el escritor frecuentó y cómo éstas influyen en sus escritos. Tal temática la aborda Graciela Coulson en la obra Marechal. La pasión metafísica. El libro apunta a ser una superación de la interpretación canónica de la obra del escritor porteño, que supone que sus ideas se reducen al tomismo. Coulson realiza un valioso aporte tratando de desentrañar otro tipo de influencias como son, por ejemplo, las del hinduismo o la teoría de los alquimistas renacentistas. El libro se presenta como un trabajo sustentado, erudito y claro.

En cuanto al tema que nos ocupa, esto es, la crítica marechaliana de la racionalidad tal y como la encontramos en la sociedad contemporánea, el libro de Coulson sólo aborda el problema en el capítulo denominado “La filosofía de la historia y el planteo socio-político”. Allí apenas dedica dos páginas a lo que llama “Desenmascaramiento y crítica de la realidad”. No se aprecia una puesta en diálogo de las novelas del autor (que son el eje fundamental desde donde la autora lleva a cabo su análisis) con, por ejemplo El Cuaderno de Navegación o El poema de Robot. Con esto no se está insinuando que Coulson no posea un manejo de la obra completa de Marechal ya que el libro da sobradas muestras de la solvencia de la autora. Creemos, sí, que en el caso puntual de la “crítica de la realidad” que Marechal lleva a cabo, Coulson no realiza una exégesis completa y satisfactoria de los textos marechalianos.

Llama poderosamente la atención que aún cuando existen cronologías precisas de la vida y obra de Leopoldo Marechal, nadie haya intentado hasta ahora una clasificación de lo que, a nuestro entender, constituye la expresión de cuatro momentos diferentes en su vida.3 Sugerimos identificar entonces en la vida de Marechal:

  • Un período de formación literaria (hasta 1931): Abarca su período “martinfierrista”, sus dos viajes a Europa, y la profunda crisis espiritual, detonada por la enfermedad de su amigo Francisco Bernárdez.

  • Un período de consolidación espiritual e ideológica (1931-1955): Se podría situar desde su vuelta a la Iglesia Católica, vínculo con los Cursos de Cultura Católica, su relación con el peronismo, su casamiento con María Zoraida Barreiro (quien fallece en 1947), la publicación de Adán Buenosayres, la caída del peronismo y su período de “exilio” en su propia patria. También es en esta época cuando decide convivir con Juana Elvia Rosbaco, “Elbiamor” o “Elbiamante”.4

  • El “robinsonismo amoroso, literario y metafísico” (1956-1965/66): Marechal junto a Elbia Rosbaco, recluido en su casa, se aleja del mundanal ruido. Se acerca al evangelismo aunque, al parecer, no renuncia a las prácticas de la Iglesia Católica. Es en este período en donde concibe: El banquete de Severo Arcángelo, Cuaderno de Navegación, El poema de Robot, Hepetamerón, el Poema de la Física (este último publicado póstumamente) entre otros.

  • La “vuelta” y su reconocimiento (1966/67-1970): Luego del éxito de El Banquete…, decide publicar las obras que había gestado en su aislamiento. El banquete… le trae un éxito rotundo que lo terminaría de consagrar en el ámbito de las letras, recibe premios, visita Cuba, es invitado a dar conferencias por varios círculos de estudiosos. Marechal parece en esta etapa cifrar sus esperanzas en los vientos de cambio que soplan a la sazón: el Concilio Vaticano II, la Revolución Cubana, el foquismo o guerra revolucionaria, etc. En estos momentos es cuando se gesta Megafón o la guerra, Palabras al Che Guevara, La isla de Fidel, etc.

La posguerra, la era atómica, la conquista del espacio, el inicio de la era hippie, la creciente influencia de la televisión y el cine, sin lugar a dudas debieron de repercutir en nuestro escritor, hombre siempre interesado por los problemas contemporáneos y de una percepción fina y educada a la hora de juzgar los acontecimientos.

Como antes señalábamos, su percepción no se queda en lo sintomático, más bien avanza hacia las profundidades de los acontecimientos para desentrañar las causas remotas y “metafísicas” de nuestro mundo actual. Marechal comprende que quien contempla un hecho tan inusual como la conquista del espacio y no indaga más allá, sólo acaricia la piel del presente histórico.

La reflexión marechaliana sobre el afán moderno de mensurarlo todo tiene lugar principalmente en El poema de la física, El cuaderno de Navegación, El banquete de Severo Arcángelo y El poema de Robot. Si bien es cierto que ya desde Adán Buenosayres, cuya historia está situada en la década de los veinte, hay una fuerte crítica al positivismo tardío y a lo que Guénon denomina “civilización material”,5 no es sino hasta la época de su “robinsonismo” que la crítica adquiere una forma más sistematizada.

En el presente estudio abordaremos principalmente al análisis de El poema de la física y Cuaderno de navegación, para desentrañar la cuestión de la “razón calculadora”, pero no nos limitaremos exclusivamente a ellas. Íntimamente relacionadas todas las obras, podemos afirmar que no se entiende plenamente la motivación de El banquete… y El poema de robot, si no se las pone en diálogo con El cuaderno de Navegación. En este sentido, decimos que la presente exposición puede resultar propedéutica para el análisis de las metáforas de la Vida Ordinaria y Robot que se encuentran en El Banquete y El Poema de Robot respectivamente.

2El problema del materialismo

Marechal identifica en primer lugar, cuán problemático en nuestra sociedad ha sido el predominio de lo mensurable por sobre lo no mensurable.

Elbiamor: ¿Qué mística?

Yo: La de la materia o la de lo corporal, estudiada hoy como Principio y Fin del Universo. Ahora bien, como la “mensurabilidad” es propia de lo corpóreo y de sus atributos, no es de asombrarse que todo lo que se traduzca en “medida” suscite hoy un respeto casi religioso: la “medición” es la Teología de la materia, y conozco a muchos que caen en éxtasis al leer una cantidad de veinticuatro guarismos, como alentados por un carisma electrónico…6

Una de las cosas que el escritor intenta mostrar es que para que una idea tenga la válida aceptación de un gran número de hombres, debe presentarse con una evidencia casi “destructora”.7 También en El Banquete de Severo Arcángelo se critica ese temor cuasi reverencial que suscitan las enormes cifras que maneja la ciencia. En el capítulo XIV, cuando se realiza el Primer Concilio del Banquete, el astrofísico Frobenius presenta una serie de guarismos tratando de explicar el origen del Universo. Frente a estas “matematizaciones” del Cosmos, la “Oposición al Banquete” (Gog y Magog) organiza un sabotaje que termina con una explosión que da por el piso con el astrofísico. Existe un paralelismo entre la argumentación de Frobenius y la Cosmogonía elbitense, lo cual es fiel reflejo de su redacción a simultaneo.8 De la argumentación que Marechal coloca en boca del astrofísico, se infiere además que, implícitamente, la ciencia subestima al ser humano concreto por considerarlo insignificante con respecto a la inmensidad de las estrellas y los planetas. La racionalidad de este tipo de ciencia se muestra así como “calculadora”.

Aunque el Primer Concilio del Banquete se suspende ante los sucesos provocados por la oposición al Banquete, el episodio no termina allí y se produce un debate entre el astrofísico y un extraño personaje que decide interpelarlo: Andrés Papagiorgiou. Marechal pone en boca de “El Navegante Solitario”, como también llama a Papagiorgiou, una serie de ideas que resultan difíciles de sintetizar, en consonancia con el argumento de la obra, pero que apuntan, sistematizadas, a una crítica de ese afán mensurador que impone cierto tipo de racionalidad.

El Navegante Solitario enrostra a Frobenius el “haber mamado de las tetas agrias de la Universidad materialista”, y por esa razón haber adulado la materia cósmica en su discurso, cayendo además en el exceso de llamar a nuestro planeta “cascote” o “adoquín” terrestre. Ese “cascote” continúa Papagiorgiou, tiene la particularidad de hacer las veces de un escenario donde se representa la gran tragicomedia del hombre.

Papagiorgiou intenta argumentar contra ese afán mensurador de la astrofísica y reivindicar al ser humano del menosprecio que de él hace la ciencia. Menciona como características que debían reivindicar al hombre su capacidad para el “conocimiento” y la “expresión”; la capacidad para perfeccionarse o degradarse; y la necesidad del hombre de entenderse como inmerso en un gran teatro, con un papel que debe representar. Tales aspectos no poseen la posibilidad de cuantificarse pero no por eso deben desecharse.

…Desde que tuve uso de razón fui descubriendo y admirando la “teatralidad” del Hombre. Siendo yo muchacho, durante las cenas y tertulias de mi casa, uno de mis juegos consistía en mirar a los asistentes como si yo hubiera sido un espectador y ellos los actores de una comedia: la sensación teatral que me daban era tan viva, que algunas veces me pareció advertir en los actores una indecible “falta de naturalidad”. El segundo paso del juego lo di más tarde, cuando entendí que no era yo un simple mirón en el sainete humano, sino que me hallaba comprendido en él hasta la verija, como un actor más. Y di el tercer paso de mi juego al sentir, ¡cosa extraña!, que no difería yo mucho de los otros actores, y que todos ellos, en lo sublime o en lo ridículo, eran otras variantes “posibles” de mi propia entidad. Entonces y recién entonces, conseguí amar al Monstruo Humano. ¿Saben por qué? Porque sólo entonces pude amarlo bíblicamente “como a mí mismo”.

Papagiorgiou clavó en Frobenius una mirada crítica:

–Por eso –le dijo–, al oír sus inquietantes mediciones de sustancia cósmica, decidí reivindicar a esa molécula de reducido tamaño que se llama El Hombre. Señor, por otra parte, y sin desconocer la importancia de la generación atómica, no me negará usted que como “fenómeno”, un estornudo humano es más interesante y más complejo en su mecánica.9

Marechal concluye que el Hombre es un fenómeno de una complejidad digna de ser tenida en cuenta, al margen de su pequeñez comparativa respecto de los astros y las galaxias. Existe un intento disperso y asistemático de criticar las pretensiones ilegítimas de la racionalidad calculadora que pretende negar o simplemente menospreciar lo cualitativo del ser humano frente a la supuesta superioridad de lo cuantitativo. Pareciera como si para este tipo de racionalidad cualquier aspecto que no posea extensión, carece de interés.

En los párrafos subsiguientes Marechal introduce la idea del mundo como un gran Teatro donde los hombres representan un papel que les fue asignado. Es llamativa esta introducción y no parece casual. Marechal intenta una refutación de lo que considera una excesiva atención de lo mensurable (lo matemático-extenso) con la comparación con una idea que apunta a mostrar la complejidad cualitativa del ser humano y el mundo.

La cuestión de la racionalidad calculadora materialista como único parámetro de verdad obedece, entre otros factores, a una revolución histórica. Siguiendo con su idea del mundo como un gran teatro nuestro autor clasifica cada estrato constitutivo de una sociedad con una función específica: la del Sacerdote (Tiresias) velar por los bienes espirituales; la del militar (Áyax) ocuparse de la defensa; y la del burgués (Creso) la administración de los recursos, o lo que en términos aristotélicos podríamos denominar “crematística”. Si cada estrato cumpliera su función de manera adecuada, si representa bien su papel en el mundo (para seguir con la metáfora), los problemas mundiales se aliviarían en gran medida.

Pero para Marechal no ocurre tal cosa. Nuestro autor sostiene que claramente se operó una “revolución” del estrato inferior (el burgués) que subyugó a los dos estratos superiores (el militar y el sacerdote) y además les impuso sus categorías de interpretación de la realidad. El burgués, siempre acostumbrado a manejar asuntos referentes a lo monetario (y es bien sabido que un buen administrador es aquel que maneja bien las cantidades), hizo estragos cuando intentó trasladar su experiencia al plano de la Metafísica. Tal es lo que, a nuestro juicio, puede denominarse sintéticamente como razón calculadora.

La concepción mencionada adquiere gran relevancia en la crítica que Marechal lleva a cabo de su época, que en poco difiere de la nuestra. En este tema nuestro autor abreva en las aguas que René Guénon había dejado correr en La crisis del mundo moderno.

La “mala influencia” que la razón calculadora ha deslizado en el plano de las ideas puede observarse en dos puntos: la tensión generada entre Física y la Metafísica y, consecuentemente, entre Cuerpo y el Alma. Para ejemplificar lo dicho, Marechal recurre como ejemplo a la doctrina de René Descartes:10

…Descartes ve la forma dual del compositum humano: un cuerpo y un alma. Lo riesgoso era que, para un alma dubitativa y sedienta de corroboraciones experimentales como la suya, el primer término del binomio (el cuerpo) resultaba ser el más evidente y el más fácil de reducir a “experiencias”. Y me digo ahora si el otro término (el alma) se le impuso a Renato como un sentir muy sincero en él, o como una concesión prudente a lo “teológico” que aún gravitaba con fuerza…

16. Lo cierto es que el famoso dualismo cartesiano apareció más como una invitación a la Física (cuyo dominio es el mundo corporal) que como una instancia concomitante de la Metafísica…11

Agrega que este materialismo puede bien llamarse “excluyente” o (mejor aun) “limitante”, ya que habiendo cercenado el ámbito de lo espiritual no permite una cabal comprensión del Universo. El fruto de esta cosmovisión se manifiesta en la obra de Marechal como una barrera para llegar a la verdadera esencia de las realidades materiales y espirituales.

Se hace preciso en este punto delimitar el concepto de “materialismo”. Si bien el escritor no se refiere a él de manera explícita en muchas ocasiones, lo hace a través de metáforas como la que analizaremos más adelante y del uso agudo e incisivo de adjetivos calificativos. Aquí arriesgamos a decir que la concepción marechaliana del “materialismo” de nuestra civilización no difiere en gran medida de lo expuesto por René Guénon en la Crisis del mundo moderno.12

Donde Marechal arremete con más fuerza contra este “materialismo de facto” provocado por la racionalidad propia de la modernidad es en el Poema de la Física. La obra, que se recuperó póstumamente, continúa la línea trazada en Descenso y Ascenso… Postula también que la Creación puede parangonarse a un libro. Agrega, empero, otro aspecto novedoso: la Creación como un Templo. Al inicio del poema nos dice que tanto el Libro como Templo han sido “devastados”.13

Y a fuerza de medir y analizar las divididas páginas del texto, llegó el hombre a olvidar que formaban un Libro y que, por ser de un Libro, tenían su Escritor … Y tanto el hombre ha dividido ya los materiales de la arquitectura, que la unidad y noción del Templo se le han borrado en su laboratorio. A fuerza de medir sólo en tres dimensiones, ha perdido la cuarta dimensión: la dimensión eterna del sublime Arquitecto.14

Llama la atención que al comparar la creación con un templo aparezca implícita en el poema cierta idea de sacralidad. La violencia que imponen la técnica y la ciencia contra lo más sagrado de la dignidad humana es ya advertida por Marechal en su época. Sin embargo un lector del Siglo XXI puede también comprender esta crítica ya que sin dudas ha experimentado la necesidad de una unidad o totalidad que justifique las miles de partes en las que la razón calculadora ha seccionado la unidad de lo real y del mundo de la vida.

3Reducción de lo real inteligible

Puede resultar aleccionador preguntar aquí cómo o de qué manera ese “afán mensurador” de la razón calculadora ha perjudicado al conocimiento y al hombre.

Es probablemente en La Autopsia de Creso, donde Marechal se muestra más reacio a la “racionalidad” tecno-científica. Allí sostiene que:

...Más allá de la frontera que limita su envoltura corpórea con su alma, el excelente Creso manifiesta una “racionalidad” sui generis. No es la noble Razón humana, que bien ejercida y en toda su amplitud es capaz de alcanzar las verdades eternas, aunque indirectamente y en su concepto: la Razón del Hombrecito Económico es un arrabal o suburbio de la misma, una facultad “minimizada” que sólo actúa en el orden práctico de la materia o en la región subliminar de la mente con lo corpóreo: la racionalidad de Creso no puede ir más allá del bon sens que se universalizó después como atributo de la mente burguesa…15

En el Manual del Astronauta se plantea la cuestión de por qué se cuenta con un complejo equipo de artefactos que posibilitan al hombre volar hasta el espacio exterior. Se pregunta si por poseer estos artefactos debe considerarse al ser humano de nuestro tiempo superior intelectualmente a los hombres del pasado. La respuesta no puede ser afirmativa. El escritor de Maipú ve al hombre constituido por una “modalidad corpórea”, una “modalidad psíquica” y una “modalidad espiritual”. Lo que en nuestros días se ha desarrollado hasta llegar a producir astronautas es la modalidad corpórea. Las otras dos modalidades son internas al hombre y esto lo lleva a afirmar que el hombre jamás ha dejado de volar: antes de hacerlo en su modalidad corpórea, lo hacía en sus otras dos modalidades internas. Tomando prestado un término de Rafael Squirru afirma que los hombres del pasado serían “intranautas”.16

Marechal sostiene que la pretensión de la ciencia de descubrir las leyes de la naturaleza no es ilegítima, siempre y cuando se la tome como una instancia complementaria del método ad intra. Pero pareciera colegirse que, en coincidencia con lo que sostiene Guenón, de facto, el método de la ciencia trae aparejado un olvido creciente de las otras dos modalidades del hombre (alma y espíritu).

La conclusión a la que arriba Marechal posee algo de metafórico, algo de poético, pero a la vez se integra claramente dentro de su cosmovisión. Con un lenguaje misterioso afirma textualmente:

Has de saber –le dije yo a Elbiamor– que rupturas “mutilantes de la inteligibilidad” (como las que acabamos de advertir) [esto es, la ruptura con el método ad intra, por ejemplo. N. del A.] son las que jalonan y miden el “descenso cíclico” del hombre a través de su larga historia.17

Ahora bien ¿qué significa eso de las rupturas “mutilantes de la inteligibilidad”? ¿Qué inteligibilidad es la que mutilan? El poeta mismo aclara indirectamente la cuestión y hace valer la distinción clásica que ve al hombre como un “microcosmos”, organizado según citamos antes en cuerpo, psiquis y espíritu; y a la Natura como un “macrocosmos”, también organizada en tres dominios o mundos, jerarquizados en un orden “descendente” desde la Causa Primera, creadora y ordenadora de todas las cosas.

Esta unidad entre microcosmos y macrocosmos es lo que en nuestros días se ha roto. El ser humano de hoy, limitando su potencia cognoscitiva a un cierto tipo de razón, que en este trabajo hemos identificado con el adjetivo de calculadora, y desoyendo la vocación a poseer el Bien absoluto, eterno, infinito e inmutable es incapaz de tener una concepción plena y acabada de la realidad. Se hace necesario citar la profunda comprensión que nuestro autor posee de la mutua y complementaria relación que se da entre el hombre y las demás criaturas:

...Luego, yo diría que la criatura, en sí, es una realidad “a medias” y como en evolución hacia el hombre: una evolución que termina cuando la criatura logra su plenitud al existir en una inteligencia humana que la está refiriendo a su Principio creador. Y el hombre, en sí, es una realidad “a medias” y como en evolución hacia las criaturas: una evolución que termina cuando el hombre las ha “devorado” y “asimilado” a su entidad centralizadora, especula con ellas y obtiene los frutos de su especulación, De tal modo, el hombre y la criatura son complementarios. Y me atrevo a decir ahora que, sólo cumplida es interpenetración, este mundo es una realidad inteligible completa, integrada por y en el hombre que se constituye así en un verdadero microcosmos.18

Y agrega a continuación que “la Creación…, amorosamente interrogada o leída, nos revela no su secreto, sino nuestro secreto.19

Vemos así que en los dos pasajes citados se pone de relieve la relación hombre-naturaleza y simultáneamente naturaleza-hombre. En Descenso y Ascenso del Alma por la Belleza se postula que el mundo como una suerte de libro, escrito para ser leído por el hombre. El hombre, en cuanto lector, no es un elemento prescindible y contrapuesto a la naturaleza que debe escrutarla y usufructuarla en una relación de costo beneficio, sino más bien una parte constitutiva y necesaria de ella. Es el elemento que la completa en un movimiento sintético de integración.

Por otra parte, se aprecia también el papel fundamental que juega el amor en la concepción del conocimiento. Marechal postula que la realidad debe leerse con una mirada amorosa, esto es, que las criaturas no nos proponen un amor definitivo (si esto fuera así el hombre se encontraría con un problema, puesto que en cierta medida amar es convertirse a lo amado), sino más bien una “meditación amorosa”20 cuyo objeto es ir conociendo lo invisible por medio de lo visible.

Resuenan en este punto los ecos de la concepción griega de la theoría,21 concepto que denota que el conocimiento y la posesión de las realidades supremas, se alcanzan a través del arduo camino de la intelección de las realidades visibles y finitas. Recordemos que, por ejemplo, para Aristóteles22 lo más evidente en la naturaleza es lo menos evidente para nosotros, o que para Platón la contemplación de la belleza sensible debe servir para la contemplación de la belleza trascendente.23

Es el cordobés Fernando Colla quien en este punto nota que en la visión marechaliana “un rechazo del mundo es irrealizable, ya que sólo a través de él puede establecerse la comunicación trascendente”.24 Sin embargo, Colla antes ha sostenido que los movimientos de “concentración” a los que Marechal hace referencia en el Descenso y Ascenso…, se resuelven en la propuesta agustiniana de “Dios y el alma, y nada más” y, entendiendo las cosas así, no queda lugar para la naturaleza, ni para la “perspectiva cósmica” “ni perspectiva histórica”.25

No pareciera desprenderse tal cosa de una lectura atenta del texto marechaliano. En este punto Colla plantea una falsa dialéctica, ya que Marechal jamás postula que desde su propuesta “no hay lugar para la naturaleza como tal” ni que “todo se resuelve en la propuesta agustiniana”.26

En Descenso y Ascenso… dice:

El alma se aleja de su centro y desciende a la criatura siguiendo la “expansión” o el desarrollo de una espiral centrífuga. Se ha detenido en la criatura, y a ella se asimiló un instante. Luego, al esclarecer por la criatura (y en oblicuo soslayamiento) el tamaño y la índole de su vocación, el alma recobra su movimiento circular y lo prosigue, bien que replegándose ahora sobre sí misma y acercándose otra vez a su centro, según la concentración de una espiral centrípeta que arranca donde terminó la primera y concluye donde la otra se inició… Las dos espirales constituyen un solo movimiento por el cual el alma se desconcentra para ir a las cosas exteriores, estudiarlas en oblicuidad, y volver a concentrarse, una vez y otra, sin abandonar empero los ámbitos del círculo. Esta “mecánica del alma” deberá ser entendida simbólicamente (no necesito recordártelo) y en simple analogía con los mecanismos corporales.27

Así vemos que la totalidad de lo real, contrariamente lo que se entiende hoy, queda constituida para nuestro autor por las continuas interacciones entre lo real-material y lo real-espiritual. Coulson propone que para Marechal, quizá por influencia del neoplatonismo o mejor del gnosticismo, la materia constituye una antítesis del espíritu. Aclara, empero, que el escritor no cae en la absolutización de lo que usualmente se denomina como “maniqueísmo”.28

A nuestro juicio, el escritor de Maipú posee una clara conciencia de la dificultad que ofrecen las relaciones entre espíritu/materia. Sin embargo, siempre se manifiesta a favor de una comprensión conciliadora; que distinga pero que no separe; que clasifique y establezca una jerarquía pero no menosprecie ningún ámbito de lo real, tal y como se ha hecho desde la racionalidad científica de la modernidad preocupada casi exclusivamente por lo mensurable, lo extenso y lo cuantificable.

4El problema de la finalidad

Otro aspecto que Marechal tiene en cuenta es la problemática que la razón calculadora cree poder eludir: el problema de la finalidad intrínseca de la naturaleza.

Si la ciencia se propone la Verdad como su fin natural, no puede ignorarse el cómo, el por qué, el para qué.29 Mutilando estos aspectos, la ciencia contemporánea parece no acertar con las explicaciones sobre el principio o el origen del Universo. En el ya citado Poema de la Física, nuestro escritor nos dice que tomará a la Física en el punto donde la encuentra y donde ésta “se debate/ como un ilusionado ratón en su trampera.”30

La crítica muestra la imposibilidad de responder a los interrogantes sin apelar a la concepción clásica de un “diseño inteligente”, esto es una disposición teleológica del cosmos, dispuesto por una sabiduría trascendente.

No logró (y en verdad no ha de lograrlo) responder con sus medios a las viejas preguntas del “cómo”, del “por qué” y el “para qué”. Y se detiene ahora en la frontera del orbe material con su principio, sin dar el salto justo (no podría saltar, porque ignora el Principio necesario y le faltan las piernas trascendentes).31

En la óptica de las ciencias modernas, regidas por la racionalidad calculadora, predomina la visión de la Naturaleza como un mero medio para fines humanos. Se puede hablar, como lo hace el pensador alemán Robert Spaemann, de que la ciencia moderna se ha edificado como un “saber de dominación”.32

Contrapuestos ontológicamente el hombre y la naturaleza,

De tal suerte, los físicos de hoy nunca darán con el principio inmediato del mundo corporal (o con el origen de la “materia”, según les gusta decir a ellos) si no acuden al “mundo antecedente”*, el de la manifestación psíquica o alma mundi, que desconocen aún y que ni llegarán a conocer por su método ad extra. ¡Ciertamente no les pasaba lo mismo a los alquimistas de ayer!33

En este punto nuestro autor echa mano a un concepto propio del neoplatonismo por el que tanta admiración sentía: el concepto de anima mundi.34 Apelando a una interpretación que busca la coherencia interna y la sistematicidad de su obra, podemos afirmar que intenta mostrar la insuficiencia del criterio mecanicista. Básicamente, se plantea que la influencia del medio material, lo externo, posibilita y condiciona la organización del mundo, moldeando a los diversos seres. Sin embargo, la razón última de esta organización, el sentido del movimiento, esto es, que la materia finalmente se haya organizado de esta manera variada y armoniosa, no puede atribuirse al caos o a la materia misma.35 Pero no se llegará a tal respuesta, según Marechal, si no se replantean los supuestos de racionalidad en los que se asienta la ciencia contemporánea y se sigue erigiendo a las ciencias físico-matemáticas como el arquetipo de racionalidad que debe aportar todas las respuestas.

5Epítome conclusivo

Leopoldo Marechal emprende un “viaje” (para retomar una de las metáforas más caras del pensamiento marechaliano) de carácter investigativo que busca la clarificación de los fenómenos intelectuales, volitivos y afectivos de su época. Estos fenómenos se presentan como un conjunto complejo que debe analizarse desde lo más sintomático hasta llegar a su significación más profunda. Marechal encuentra, por ejemplo en los viajes al espacio, un símbolo de los tiempos y de la naturaleza humana en general. Ve que esto ha sido posible, no por la superioridad de la inteligencia moderna, sino más bien porque los hombres obedecen a otro tipo de racionalidad, que el escritor de Maipú denomina la “modalidad corpórea”.

La exacerbación de lo mensurable-corpóreo, producto de lo que denominamos en este trabajo como razón calculadora, tiene como consecuencia la limitación del mundo espiritual en cuanto pasible de conocimiento. Sobre este punto, sería interesante preguntarse si, a la inversa de lo que sostiene Marechal, tal exacerbación de lo corpóreo no tiene como condición de posibilidad la limitación de lo espiritual y la presupone.

Se ha visto, además, cómo la supresión de lo que, en términos del pensamiento aristotélicos, podríamos denominar “causa final”, constituye para el escritor un verdadero motivo para poner en tela de juicio los datos de la ciencia.

Marechal, desde su perspectiva, hace notar ciertos puntos débiles de la concepción moderna del conocimiento y de la racionalidad, señalando las diferencias con la concepción de otros tiempos. Sin lugar a dudas toda su obra expresa un nostálgico deseo para su generación y las venideras: retomar con libertad y sosiego la profunda búsqueda, que comenzaron nuestros antepasados, de las cuestiones más propias e íntimas del hombre. Contemplación y sentido en el obrar, silencio y palabra humana, conciencia de finitud y trascendencia, autonomía y compasión, son algunos de los conceptos que corren como ríos subterráneos, en la obra de un poeta con auténtica vocación filosófica y que aún hoy, como en su época, refrescan al viajero sediento.

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Marechal, Leopoldo (1998), “Distinguir para entender”, (entrevista con César Fernández Moreno), en Obra Completa, tomo V, Perfil, Buenos Aires, pp. 335-336.

Barcia, Pedro Luis (1998), “La poesía de Marechal o la plenitud de sentido”, en Marechal, Leopoldo, Obras Completas, tomo I, Perfil, Buenos Aires, p. IX.

Existe una breve concreción de tal periodización en el estudio de Mario Casalla “La estética de Leopoldo Marechal: un ejemplo de apropiación nacional de la cultura universal”, en Maturo, Graciela (comp.) (1986), Cátedra Marechal, Corregidor, Buenos Aires, 1986. pp. 49-73, aunque el fin de Casalla no es realizar una sistematización de la obra marechaliana en general, sino más bien considerar estos momentos en vista a explicar las tres redacciones del Descenso y ascenso del alma por la belleza. El cordobés Fernando Colla (1991) en su libro Marechal. La conquista de la realidad, Alción, Córdoba, Argentina, también intenta una clasificación de este tipo, tres etapas, una por cada novela publicada. Lo que genera dudas en el libro de Colla es si cada novela revela el período autobiográfico o si el período autobiográfico se configura desde la escritura de la novela. Además, en la clasificación de Colla, no se aprecia una explícita intención de delimitar el período y las obras en relación al momento “vital” del escritor, sino que más bien apunta a situar cada una de las tres novelas del escritor.

Esta clasificación que proponemos es tentativa. Tal vez podría indagarse si entre el fallecimiento de su primera mujer (1947), su profundización de la “doctrina” peronista y la aparición de Elbia Rosbaco (década de los cincuenta) no se podría distinguir una etapa distinta o al menos intermedia del pensamiento marechaliano.

Guénon, René (1989), La crisis del mundo moderno, Obelisco, Barcelona, p. 80.

Marechal, Leopoldo (2008), “Cosmogonía elbitense”, en Cuaderno de navegación, Seix Barral, Buenos Aires, p.18.

Una idea similar a esta esboza John Bury (1971) en La idea del progreso, Alianza, Madrid, p. 191 al referirse a la evidencia material con la que trató de presentarse la idea del progreso a mediados del S. XIX en las exposiciones mundiales.

Graciela Coulson señala que Marechal se inspira en la polémica que sostuvieron en 1961 los astrónomos Martin Ryle y Fred Hoyle. Coulson, Graciela (1974), Marechal. La pasión metafísica, Fernando García Cambeiro, Buenos Aires, p. 30.

Marechal, Leopoldo (1970), El banquete de Severo Arcángelo, Sudamericana, Buenos Aires, p. 132.

Cfr. Guénon, René (1989), op. cit., pp. 82-83. Allí el metafísico francés se vale de una comparación similar para explicar las causas de la oposición actual entre el “espiritualismo” y el “materialismo”, mencionando también a Descartes.

Marechal, Leopoldo (2008), “Autopsia de Creso”, en Cuaderno de Navegación, op. cit., p. 52.

En el texto citado, el francés dedica un capítulo a lo que él denomina “civilización materialista”. Expone que por materialismo entiende una cierta mentalidad, independiente de cualquier teoría filosófica, que ha llevado a la creencia en que cualquier conocimiento es válido, siempre y cuando provenga de la ciencia “profana”, como la llama Guénon. Aclara que si bien muchas personas dedicadas a la ciencia se negarían a ser tildados de materialistas, y aún entre éstos hay quienes profesan con alegría y sinceramente una creencia religiosa, su actitud difiere poco de los materialistas declarados. Por eso Guénon prefiere hablar de un materialismo de facto. Ahora bien, esta ciencia profana responde a un cierto tipo de método y es aquel en el que todas las cosas deben ser contadas, medidas, pesadas; en otras palabras: la reducción de lo cualitativo a lo cuantitativo. Llama la atención la interesante perspectiva de análisis que abre el autor citado, al remarcar que el desarrollo del materialismo no es necesariamente producto de las teorías filosóficas que reciben ese nombre sino más bien son un desarrollo “inherente” a las perspectivas de la modernidad. Guénon (1989), op. cit., p. 80 y ss.

Marechal (1998), El poema de la física, en Obras Completas, tomo I, op. cit., p. 420.

Idem.

Marechal, Leopoldo (2008), “Autopsia de Creso”, en Cuaderno de Navegación, op. cit., p. 47.

Es interesante agregar además que la idea marechaliana intenta demostrar, en definitiva, que en nuestra época existan astronautas, no es más que una manifestación de una apetito de tender hacia “lo alto”, es decir, hacia lo trascendente.

Marechal, Leopoldo (2008), “Manual del astronauta”, en Cuaderno de Navegación, op. cit., p. 81.

Marechal, Leopoldo (1965), Descenso y ascenso del alma por la belleza, Citerea, Buenos Aires, p. 43.

Ibid., p. 46.

Ibid., p. 34.

Es Hans G. Gadamer quien reflexiona sobre el concepto griego de theoría: “Mirar es, pues, una forma de participar. Puede recordarse aquí el concepto de la comunión sacral que subyace al concepto griego original de la theoría. Theorós significa, como es sabido, el que participa en una embajada festiva. Los que participan en esta clase de embajadas no tienen otra cualificación y función que la de estar presentes. El theorós es, pues, el espectador en sentido más auténtico de la palabra, que participa en el acto festivo por su presencia y obtiene así su caracterización jurídico-sacral, por ejemplo, su inmunidad.

De un modo análogo toda la metafísica griega concibe aún la esencia de la theoría y del noûs como el puro asistir a lo que verdaderamente es, y también a nuestros propios ojos la capacidad de poder comportarse teóricamente se define por el hecho de que uno pueda olvidar respecto a una cosa sus propios objetivos. Sin embargo, la theoría no debe pensarse primariamente como un comportamiento de la subjetividad, como una autodeterminación del sujeto, sino a partir de lo que es contemplado. Theoría es verdadera participación, no hacer sino padecer (pathos), un sentirse arrastrado y poseído por la contemplación.” Gadamer (1997), Verdad y Método, Ana Agud Aparicio y Rafael Agapito (trads.), Sígueme, Salamanca, p. 169.

En los Analíticos posteriores (I, 2, 72a), Aristóteles afirma: “Las cosas anteriores y más conocidas son de dos maneras: pues no es lo mismo lo que es anterior por naturaleza y lo que es anterior para nosotros; ni lo más conocido y lo más conocido para nosotros. Llamo anteriores y más conocidos para nosotros los cosas más cercanas a la sensación, y anteriores y más conocidos sin más (a(plwv), a las más alejadas. Las más alejadas son las más universales (kaqolou), y las más cercanas, las singulares; y unas y otras se oponen”. Aristóteles (1995), Tratados de lógica (Organon): Sobre la interpretación. Analíticos primeros. Analíticos segundos, Miguel Candel San Martín (trad.), Gredos, Madrid, p. 317.

… empezando por las cosas bellas de aquí y sirviéndose de ellas como de peldaños ir ascendiendo continuamente…, de uno solo dos cuerpos y de dos a todos los cuerpos bellos y de los cuerpos bellos a las bellas normas de conducta, y de las bellas normas de conducta a los bellos conocimientos…” Platón (2004), El banquete, M. Martínez Hernández (trad.), Biblioteca de los grandes pensadores, Barcelona, 211 c, p. 262.

Colla, Fernando (1991), Marechal. La conquista de la realidad, Alción, Córdoba, Argentina, p. 34.

Ibid, p. 33.

Idem.

Marechal, Descenso y ascenso…, op. cit., p. 58.

Coulson, Graciela, op. cit., p. 22.

Marechal, Leopoldo (2008), “Manual del Astronauta”, en Cuaderno de Navegación, op. cit., p. 82.

Marechal, Leopoldo (1998), “El poema de la física”, en Obras Completas, tomo I, op. cit., p. 421.

Idem.

Spaemann, Robert (2004), Ensayos Filosóficos, Cristiandad, Madrid, pp. 254-255.

*El autor ha aclarado que la anterioridad o posterioridad del mundo psíquico y espiritual se entiende como una anterioridad ontológica, no temporal.

Marechal, Leopoldo (2008), “Manual del Astronauta”, en Cuaderno de Navegación, op. cit., p. 82.

El concepto se encuentra enunciado por Platón en varias obras, pero donde el filósofo se explaya sobre el asunto es en el diálogo Timeo 30b-c: “Así pues, tras reflexionar, descubrió, a partir de cosas visibles por naturaleza, que ningún todo sin intelecto podría llegar a ser jamás más bello que un todo con intelecto. Y además, que a ninguna cosa le puede advenir el intelecto fuera de un alma. En virtud de esta reflexión, entonces al componer el Todo constituyó el intelecto en un alma y el alma en un cuerpo, a fin de realizar una obra que fuera bella por naturaleza la más bella y la mejor. De este modo, pues, de acuerdo con un razonamiento verosímil se debe decir que este mundo, que es en verdad un viviente animado e inteligente, se generó por la planificación del Dios.” Platón (2005), Timeo, Conrado Eggers Lan (trad.), Colihue, Buenos Aires.

Podemos inferir que Marechal conocía la obra, no sólo por las indicaciones de Graciela Coulson, sino también por algunas referencias que se encuentran en Adán Buenosayres.

La razón última de esta organización…ha de ser buscada en la forma o la idea que define la naturaleza de un ser al mismo tiempo que sus potencialidades, y que dirige desde dentro el desarrollo individual y específico. Todo depende, pues de una realidad inaccesible a la ciencia y que es el misterio mismo del ser viviente, de su naturaleza y de la idea inmanente que, echando mano de las fuerzas externas, lo construye, lo modela, lo dirige o lo transforma desde su interior. Jolivet, René (1960), Tratado de filosofía: Lógica y cosmología, Leandro de Sesma (trad.), Carlos Lohlé editor, Buenos Aires, pp. 409-410 (Resaltado en el original).

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