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Vol. 68.
Páginas 95-129 (septiembre - diciembre 2015)
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Vol. 68.
Páginas 95-129 (septiembre - diciembre 2015)
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DEBATES TEÓRICOS E INTELECTUALES DE LA TEORÍA DE LA HEGEMONÍA DE ERNESTO LACLAU CON/FRENTE A LAS TRADICIONES MARXISTAS Y DE IZQUIERDAS: ¿TEORÍA POST-MARXISTA?
Theoretical and intellectual debates from Laclau's theory of hegemony with/against the Marxists and leftists traditions: ¿post-marxist theory?
Debates teóricos e intelectuais da teoria da hegemonia de Ernesto Laclau com/contra as tradições marxistas e das esquerdas: ¿teoria pós-marxista?
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Hernán Fair
Autor para correspondencia
herfair@hotmail.com

Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA), Argentina. Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), del Centro de Investigaciones sobre Economía y Sociedad en la Argentina Contemporánea (IESAC) y de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Docente en la UNQ y la UBA.
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Resumen

El artículo problematiza el auto-posicionamiento de la teoría de la hegemonía de Laclau en el campo “post-marxista” y en las tradiciones socialistas, a partir del análisis de los posicionamientos y debates del pensador argentino con los referentes intelectuales que lo cuestionaron desde las tradiciones marxistas y de izquierdas. Con base en el análisis de sus convergencias, tensiones y rupturas teóricas y onto- epistemológicas con/frente a las tradiciones marxistas y socialistas, se procura contribuir a evaluar la validez de las críticas recibidas y, al mismo tiempo, promover un mayor dialogismo y debate con estas concepciones teórico-sociales y políticas.

Palabras clave:
Ernesto Laclau
teoría de la hegemonía
marxismo
socialismo
postmarxismo
teoría política y social contemporánea.
Abstract

The article problematizes the self-positioning of Laclau's theory of hegemony in the “post-Marxist” field and in socialist traditions, from the analysis of the positions and debates with the intellectual thinkers who questioned him from Marxist and leftist traditions. Based on the analysis of their convergences, theoretical tensions and onto-epistemological ruptures with/ against Marxist and socialist traditions, it seeks to contribute to evaluate the validity of the criticism and, at the same time, promote a greater dialogism and debate with these theoretical, social and political conceptions.

Keywords:
Ernesto Laclau
theory of hegemony
marxism
socialism
post- marxism
political and social contemporary theory.
Resumo

O artigo questiona o auto-posicionamento da teoria da hegemonia de Laclau no campo “pós-marxista” e nas tradições socialistas a partir da análise das posições e discussões do pensador argentino com os referentes intelectuais que o questionaram a partir de tradições marxistas e de esquerda. Com base na análise das convergências, tensões e rupturas teóricas e onto-epistemológica com/contra as tradições marxistas e socialistas, procura-se contribuir para avaliar a validade das críticas recebidas e ao mesmo tempo promover uma maior dialogismo e discussão destas concepções teórico-sociais e políticas.

Palavras-chave:
Ernesto Laclau
teoria da hegemonia
marxismo
socialismo
pós-marxismo
política e teoria social contemporânea.
Texto completo
1. Introducción

La teoría de la hegemonía de Ernesto Laclau presenta herramientas fundamentales para el análisis sociopolítico y crítico, desde una perspectiva que, desde los textos de mediados de los años ochenta, ha sido autodefinida como “post-marxista”.1 Este posicionamiento, sin embargo, resulta problemático, o al menos ha sido ampliamente problematizado desde distintas vertientes del campo marxista, quienes han presentado una batería de críticas teóricas, conceptuales, metodológicas, epistemológicos y políticas al proyecto posmarxista de Laclau. En relación con las críticas teóricas y onto-epistemológicas, ejes de análisis del presente trabajo, las vertientes del marxismo coinciden en criticar el presunto “idealismo” (ya sea kantiano o hegeliano) de la teoría de la hegemonía, que niega o abandona la materialidad “objetiva” de la “lucha de clases”, en pos de un mero “discursivismo” mentalista. En ocasiones, la perspectiva de Laclau ha sido vinculada a un “nihilismo posmoderno”, en el que la realidad objetiva y material de la lucha de clases y la explotación capitalista son reducidas a un mero juego del lenguaje, de manera tal que el discurso actúa como un “fetiche” de la realidad social. La teoría posfundacional laclauciana también ha sido criticada por disolver la primacía “objetiva” de la “base material” (economía), en tanto “antagonismo primario” y “fundamental” del capitalismo, en pos de un pluralismo epistemológico de lo social. En ese sentido, Laclau abandonaría uno de los ejes centrales del marxismo, vinculado a la determinación económica de lo social, colocando el centro en los aspectos “secundarios” de lo superestructural y rechazando los intereses “objetivos” y “necesarios” de la clase obrera por el socialismo, que son independientes de la “intervención externa de las esferas de la ideología y la política”.2 Finalmente, algunos autores han indicado que la teoría de la hegemonía del pensador argentino realiza una “subestimación” de la importancia de la “violencia extradiscursiva”3 en las relaciones sociales, vinculado a la dimensión “coercitiva” que actúa como coraza de la construcción de todo orden hegemónico. En el marco de estas críticas, que suelen presentarse de forma combinada, se ha destacado el abandono de los vínculos teóricos y políticos de Laclau con el marxismo, al punto tal que su perspectiva posfundacional ha sido considerada, con frecuencia, como “anti-marxista” o “contrapuesta al marxismo”4 como “pre-marxista”,5 como una teoría “exmarxista” cercana al “anti-marxismo”,6 o que realizó en los años ochenta un “abandono del marxismo y de los principios del materialismo histórico en los que éste se basa”.7

En otros casos, el cuestionamiento se ha extendido al auto- posicionamiento de Laclau dentro del campo del socialismo democrático. Se ha señalado, en ese sentido, que, pese al énfasis en el igualitarismo social, la llamada “teoría de la democracia radical y plural” de Laclau no establece una “ruptura” con el “régimen capitalista” y su forma “burguesa”, ubicándose en una concepción cercana a las ideas “socialdemócratas” y sus tesis “gradualistas”, reducidas a la mera defensa de “mejoras paulatinas” dentro del sistema. Si le sumamos a ello la defensa explícita de la “ideología liberal”, la teoría laclauiana “carece de cualquier punto de contacto con un programa socialista genuino”.8 Otros referentes de izquierda coinciden en que la teoría de la democracia radical realiza una “degradación” que “se despide de todo lo conocido como socialismo”,9 para defender a la “demo- cracia capitalista” y su distinción (clasista) entre lo político y lo económico, de modo tal que Laclau “quiere incoherentemente ser socialista” (cuando en realidad es “liberal”).10

Con la publicación de la más reciente teoría posfundacional del populismo, las críticas desde el campo marxista han reforzado los argumentos que hemos mencionado, agregando el rechazo a la elaboración de un “concepto históricamente vacío”, que lo escinde de su experiencia histórica concreta y lo “evapora” como categoría útil.11 En ese marco, el populismo se desentiende de su origen histórico vinculado a “ciertos momentos del desarrollo capitalista” y de la “lucha de clases”, para convertirse en una categoría con una “extrema vaguedad”,12 y que legitima la formación de “un sujeto popular disociado de las contradicciones de clase”.13

Junto a las críticas provenientes del campo marxista, los vínculos de la teoría de la hegemonía de Laclau con la(s) tradicion(es) marxista(s) ha sido problematizada también desde una perspectiva que podemos definir como de izquierda posfundacional. En ese contexto, se ha criticado el relegamiento del papel de la economía como aspecto privilegiado que condiciona de una manera fundamental la dinámica política, así como el abandono de la cuestión de las clases sociales,14 reclamando su retorno deconstruido.15 La más reciente teoría del populismo ha reforzado las críticas posfundacionales por abandonar el proyecto de democratización socialista16 y la praxis transformadora17 y por subordinar la tradición democrático- pluralista al papel central del líder populista y sus potenciales decisiones personalistas y “autoritarias”.18

En ese marco, Balsa ha sostenido que la teoría de la hegemonía de Laclau, acusada desde el marxismo de “antimarxista”, en realidad debería ser considerada como “no marxista”.19 Palti, en cambio, la sitúa en el campo de los “marxistas post-estructuralistas”, distinguiéndolo de los referentes posmodernos más conservadores, como Lyotard.20 Para Arditi, la teoría de Laclau debería ser posicionada como “posgramsciana”,21 mientras que Borón, desde una tradición marxista, considera que rompe con el “rico y fecundo legado gramsciano”.22 En esas circunstancias, más allá de la existencia de fuertes desacuerdos, no queda claro qué aspectos convertirían a la teoría de la hegemonía de Laclau en “post”, “neo” o “anti”, en relación con el campo marxista y sus múltiples tradiciones sedimentadas.

El presente trabajo se propone problematizar el auto-posicionamiento de la teoría de la hegemonía de Laclau en el campo “post-marxista” y en las tradiciones socialistas, examinando su grado de validez. Existe consenso en ubicar a los trabajos de Laclau de mediados de los años ochenta, sistematizados en el artículo “Tesis acerca de la forma hegemónica de la política” y en el libro Hegemonía y estrategia socialista, ambos de 1985, como una ruptura, al menos parcial, con los presupuestos básicos del marxismo y los inicios de una teoría política posfundacional. En este trabajo proponemos pensar a la teoría de Laclau como una perspectiva de izquierda posfundacional, para distinguirlo de otras corrientes del llamado “pensamiento político posfundacional”23 que no dialogan (o sólo marginalmente) con la tradición marxista, y sí lo hacen centralmente con la filosofía nietzscheana, heideggeriana o pragmática.24 Sin embargo, el nivel de dialogismo con la “herencia” de Marx y sus herederos no ha estado exento de dificultades y limitaciones, e incluso ha ido variando en el transcurso de su obra. A continuación, examinaremos los principales posicionamientos y debates de Laclau con los referentes intelectuales que lo cuestionaron “por izquierda”, de manera tal de contribuir a evaluar la validez de las críticas recibidas y, al mismo tiempo, promover un mayor dialogismo con estas tradiciones emancipadoras.25

2. Breves consideraciones acerca del significante flotante “teoría marxista” desde una perspectiva posfundacional

Antes de iniciar el análisis de la obra de Laclau y sus posicionamientos y debates frente a/con la teoría marxista, resulta importante precisar qué entendemos aquí por teoría social marxista. Lo primero que debemos afirmar es que, desde el campo posfundacional, la teoría marxista es un significante en disputa por su sentido, de modo tal que no existe una esencia, sustancia o fundamento ahistórico, universal y objetivo de lo que es en sí mismo. En los términos de Laclau, el marxismo constituye un significante “flotante”, al ser motivo de una disputa político-cultural para fijar sus significaciones legítimas y válidas. En ese sentido, tal vez sea preferible referirse a teorías marxistas, o mejor aún, a tradiciones marxistas en pugna.

Ahora bien, partimos de la base que, aunque no existen esencias o fundamentos últimos, no todo puede ser considerado rigurosamente como marxista.26 Así, aunque las tradiciones culturales suelen presentar formas mixtas, y hasta contradictorias, contienen determinados núcleos teóricos y ontológicos básicos. Asumimos, entonces, que existen ciertas limitaciones teórico-políticas e intelectuales (parcialmente) sedimentadas para referirse a la(s) tradición(es) marxista(s), aunque con la salvedad que las mismas no pueden ser fijadas de forma apriorista, ni establecidas por decreto o para siempre.

Un segundo problema es que lo que podría definirse como la teoría marxista no es un cuerpo homogéneo y cerrado. Por el contrario, existe una pluralidad casi inabarcable de corrientes y vertientes dentro del campo marxista (estructuralistas, instrumentalistas, derivacionistas, del marxismo abierto, leninistas, maoístas, trotskistas, existencialistas, humanistas, de la Escuela de Frankfurt, dependentistas, autonomistas, eurocomunistas, con las sucesivas escuelas de marxismo inglés, alemán, francés, italiano, etc.). Además, entre estas perspectivas, y desde sus principales referentes intelectuales, existen fuertes desacuerdos, en algunos casos con concepciones antagónicas sobre cuestiones teóricas, metodológicas y políticas.27 Un problema adicional es que la mayor parte de los referentes intelectuales presentan diferentes puntos de vista en el transcurso de sus obras, en ocasiones mixturándose con otras tradiciones dentro del campo marxista.28 Sin embargo, podemos vislumbrar ciertos consensos mínimos, como aquel que ubica a la figura de Karl Marx como fundador y principal exponente del marxismo.29 En cuanto a los teóricos, analistas y estudiosos que se posicionan (o son posicionados habitualmente) en el campo marxista, las divergencias y contradicciones de nueva cuenta son inabarcables.30 Sin embargo, si dejamos a un lado estos desacuerdos, y excluimos el delicado problema de la praxis histórica del socialismo real, podemos reagrupar a las perspectivas teóricas marxistas a partir de dos presupuestos básicos compartidos:

  • a)

    La existencia de dos clases sociales (burguesía y proletariado), con intereses objetivamente contradictorios entre sí, y enfrentados socialmente a partir de la explotación de la fuerza de trabajo, con base en la existencia del sistema de propiedad privada y la apropiación capitalista de la plusvalía del trabajador.

  • b)

    La praxis transformadora que lucha para superar y eliminar las formas de explotación social del orden capitalista, basadas en la existencia de propiedad privada y la apropiación de plusvalía, alcanzando una sociedad libre y emancipada.

2. 1 Aclaraciones teórico-metodológicas acerca del análisis de la obra de E. Laclau

El presente trabajo se propone examinar los principales posicionamientos y debates teóricos e intelectuales de Ernesto Laclau con/frente a las tradiciones marxistas, a partir de su abandono de los reductos esencialistas del estructuralismo neomarxista y su auto-posicionamiento en el campo “post-marxista”.31 El marco teórico y ontológico parte desde una perspectiva posfundacional. El posfundacionalismo rechaza tanto a las posturas antifundacionales del perspectivismo radical (idealismo, nihilismo y sus derivaciones teóricas, filosóficas, sociológicas y políticas), como a las concepciones fundacionales y esencialistas (realismo, positivismo, funcionalismo y sus derivaciones teóricas, filosóficas, sociológicas y políticas). Frente a esta lógica binaria, asume un fundamento “parcial” del orden, que reconoce la existencia de la realidad social, aunque destacando la materialidad del orden significante y el papel central que adquiere la dimensión político-ideológico-discursiva, con sus efectos de contingencia, precariedad, historicidad y relatividad, en la estructuración y percepción social del orden existente. En ese marco, se rechazan las formas esencialistas, economicistas, objetivistas, deterministas y plenamente racionalistas de intelección de la realidad social, priorizando el carácter interpretativo, precario, contingente y parcial de todo análisis sociopolítico.

3. Convergencias y divergencias teóricas y onto-epistemológicas de la perspectiva de Laclau frente a/con las tradiciones marxistas

A partir de sus trabajos de mediados de los años ochenta, sistematizados en el libro Hegemonía y estrategia socialista (publicado en español en 1987), la teoría política de Laclau ha sido situada, con frecuencia, dentro de una concepción post-estructuralista. Al mismo tiempo, el pensador argentino realizó una ruptura teórica y onto-epistemológica con las tradiciones marxistas y con su propia perspectiva neomarxista de los años setenta, auto-definiéndose en el campo del “post-marxismo”.32 Sin embargo, al analizar este texto fundacional, observamos que Laclau privilegia notablemente la crítica teórica y epistemológica a las premisas centrales del marxismo. En ese marco, en los primeros dos capítulos realiza una deconstrucción genealógica que sintetiza los principales problemas de las interpretaciones esencialistas, economicistas, mecanicistas, racionalistas, deterministas, objetivistas y teleológicas del marxismo ortodoxo. En una segunda instancia, incluye en esta crítica a lo que define como los “reductos” esencialistas de las posiciones más “heterodoxas” de Althusser y Gramsci.33 El problema inicial que percibimos radica en que, en su crítica teórica y epistemológica, Laclau sobredesarrolla la dimensión de la “negatividad”.

En ese marco, luego de contrastar las premisas de la teoría con la realidad empírica del capitalismo contemporáneo, rechaza aspectos nucleares de las tradiciones marxistas.

A nivel onto-epistemológico:

1) La existencia de la objetividad científica.

1a) En ese marco, la crítica a la existencia de intereses objetivos y a la posibilidad de realizar un análisis científico de lo social.

1b) En el marco de la crítica general al objetivismo, el cuestionamiento a los textos de Marx (incluyendo a El Capital) como trabajos científicos (en el sentido de objetivos).

2) La crítica al lenguaje como expresión objetiva de la “dominación”, “falsa conciencia”, “fetichismo” o “alienación” social.

2a) En el marco de la crítica al fetichismo del lenguaje, el rechazo a la caracterización de las identidades sociales no clasistas como formas objetivamente “alienadas”, o que “ocultan” la verdadera conciencia de clase (para sí).

2b) La crítica a la concepción representacionalista del lenguaje y de las ideologías, en tanto contrapuestas a la expresión científica-objetiva de la realidad social externa.

3) El determinismo económico-material.

3a) En el marco de la crítica al economicismo, el cuestionamiento al determinismo económico de la “base material”, en cualquiera de sus instancias (determinación “dialéctica”, “en última instancia”, como “autonomía relativa”, etc.).

4) La concepción teleológica de la Historia.

4a) En el marco del punto anterior, la crítica al determinismo histórico y a la existencia de una teleología positiva de lo social, lo que implica el rechazo a la idea de progreso y evolución indefinida (ya sea lineal o dialéctica) de la Historia, la sociedad y/o el hombre.

4b) En el marco del punto anterior, el rechazo a las tesis mecanicistas o derrumbistas, que sostienen que el capitalismo, por sí mismo, encuentra el germen de su propia destrucción.

4c) El cuestionamiento a la concepción optimista sobre el futuro, que cree posible concluir en un orden no capitalista con las formas de explotación y opresión social y las relaciones desiguales de poder, para alcanzar una sociedad transparente y plenamente liberada, basada en la administración social, el libre desenvolvimiento de los hombres y/o la plena emancipación e igualdad de la humanidad.

A nivel teórico, Laclau asume las siguientes tesis críticas de las teorías marxistas:

1) El reduccionismo de clase como supuesto fundamental de la teorización política.

1a) En el marco del punto anterior, la reducción y simplificación de la división social a la contradicción fundamental y unidimensional (ya sea lógica o estructural) clase obrera-clase capitalista.

1b) El cuestionamiento al concepto de clase social y de lucha de clases entre el capital y el trabajo como ejes explicativos a priori del funcionamiento del sistema capitalista.

1c) El rechazo a la tesis de la clase obrera como el agente privilegiado de la historia.

2) La existencia de concepciones empiristas, racionalistas y objetivistas de las clases sociales.

2a) En el marco del punto anterior, la crítica a la oposición rígida base/ superestructura.

2b) La crítica a la identificación primaria de las clases con base enl proceso de producción capitalista, del que se derivan “intereses de clase” que pueden ser claramente definidos.

2c) La tesis de que las formas políticas y de conciencia de los agentes sociales son formas necesarias, derivadas de la “naturaleza” de clase de los mismos.

2d) El rechazo a la premisa que afirma que la toma de conciencia social procede del trabajo.

3) La existencia de fundamentos sociales a priori que permitan explicar la dominación del capitalismo.

3a) En el marco del punto anterior, el cuestionamiento a la existencia de plusvalía como un mecanismo objetivo y esencial de explotación social del capital.

Frente a estas críticas nodales a la obra de Marx y a las teorías marxistas, Laclau asume las siguientes tesis alternativas:

1) La creciente fragmentación, heterogeneización y complejización de la estructura social y de las identidades políticas y culturales del capitalismo actual.

1a) En el marco del declive histórico de la clase obrera y su papel ontológicamente privilegiado, la asunción de una multiplicidad de antagonismos, luchas sociales, identidades políticas y formas de protesta social de los grupos oprimidos y explotados, no reductibles a aspectos económicos y a oposiciones binarias de clase.

2) El reemplazo del objetivismo, el racionalismo y el determinismo social (incluyendo las tesis de la “falsa conciencia”) por una concepción constructivista, signada por una visión contingente, precaria, polisémica y performativa del lenguaje, las identidades y el orden social.

2a) En el marco del punto anterior, la asunción de la tesis que la realidad social y la propia teoría marxista son motivo de debates e interpretaciones diferentes y potencialmente legítimas.

2b) En ausencia de esencialismos y objetivismos sociales, el énfasis en la necesidad de efectuar una repolitización discursiva que construya y permita percibir las relaciones sociales y las identidades de los agentes subordinados como antagónicas y contradictorias con el orden capitalista.

3) En el marco de la crítica a la escatología teleológica, y en ausencia de fundamentos últimos de lo social, la necesidad de enfatizar en la construcción histórico-política de formas emancipadoras, signadas por su carácter parcial, precario y contingente.

4) La imposibilidad constitutiva de eliminar los antagonismos y las relaciones desiguales de poder del seno de la sociedad, con independencia del modo de producción y del sistema de dominación vigente, en el marco de la existencia de un “exterior discursivo” y de una dimensión de “negatividad” estructurales.

El problema del sobre-desarrollo de la dimensión de negatividad de la herencia marxista se potencia cuando nos desplazamos desde las críticas y desacuerdos ontológicos, hacia los puntos en común, que permitirían validar su auto-posicionamiento como “postmarxista”. Aunque Laclau, sintomáticamente, no se preocupa en destacar los ejes centrales que resguarda de las tradiciones marxistas, podemos señalar los siguientes aspectos:

  • 1)

    La existencia de conflictos, antagonismos y formas de dominación y opresión social de los grupos dominantes sobre los sectores subalternos, como ejes explicativos del modo de funcionamiento del sistema capitalista.

  • 2)

    La tesis de Marx de la filosofía de la praxis (Tesis XI de Feuerbach), que busca trascender las meras formas de pensamiento especulativo, para transformar radicalmente las condiciones sociales (materiales) de existencia de los sectores oprimidos. En ese marco, Laclau comparte con el marxismo:

    • a)

      Las críticas al idealismo y su concepción justificadora del orden vigente, con base en la separación ficticia de la teoría y la praxis social.

    • b)

      La importancia central que adquiere la lucha política contra las formas de explotación y opresión material del capitalismo.

    • c)

      La lucha para superar el capitalismo con el objetivo de alcanzar un orden socialista, basado en la igualdad, la emancipación y la humanización social.

Como se puede apreciar, la deconstrucción genealógica que realiza Laclau (junto a Mouffe) de Marx y las tradiciones marxistas sobre-desarrolla la dimensión de negatividad, expresando fuertes desacuerdos a nivel ontológico y subordinando los elementos de positividad y reconstrucción teórica y política. Laclau, además, guarda un llamativo silencio frente a las tesis nodales de El Capital vinculadas al papel de la “acumulación primitiva” y de la “violencia originaria” para explicar la “concentración” y “centralización” del capital y el rol medular de la propiedad privada y la maximización de ganancias como mecanismos que permiten explicar el modo de funcionamiento y reproducción del sistema de dominación y explotación capitalista. Estas críticas y silencios nos permiten reconocer la validez de las críticas provenientes desde el campo marxista y sostener que la perspectiva de Laclau debería ser considerada al menos como no estrictamente marxista.

4. Laclau y las perspectivas gramscianas y del marxismo heterodoxo

Siguiendo la diferencia de dos niveles de “reduccionismo” que realiza Laclau en su texto fundacional, podemos distinguir, dentro de las tradiciones marxistas, entre las perspectivas “ortodoxas”, signadas por visiones más simplificadoras de la realidad social (mecanicistas, racionalistas, objetivistas, deterministas, teleológicas), y las vertientes más “heterodoxas” (historicistas, subjetivistas, complejas). Esta distinción se vincula a las críticas teóricas y políticas que diversos referentes neo-marxistas han realizado en las últimas décadas (centralmente, desde vertientes estructuralistas, instrumentalistas y derivacionistas), reconociendo los límites de las interpretaciones marxistas “tradicionales” para explicar algunos fenómenos contemporáneos, como el crecimiento de una “nueva clase media”, la importancia de los temas ecológicos y los problemas de la concepción “derrumbista” del capitalismo,34 además de las críticas compartidas a las contradicciones fácticas del “socialismo real” en la Unión Soviética.

A partir de la ruptura teórica y onto-epistemológica de sus trabajos de 1985, Laclau recupera algunos conceptos centrales de las tradiciones más “heterodoxas” (complejas, no deterministas, objetivistas ni mecanicistas) del marxismo, mediante una integración pragmática de categorías del post- estructuralismo francés (en particular, desde Lefort y Lacan) con conceptos clave del historicismo gramsciano y algunos elementos del marxismo humanista de Coletti y Della Volpe y del estructuralismo althusseriano, en clave posfundacional. Tomando como base estas contribuciones, Laclau realiza las siguientes operaciones:

1) Recupera y revaloriza como central el concepto de hegemonía de Gramsci. En ese marco:

1a) Enfatiza en la importancia central del lenguaje y de la disputa político-cultural e ideológica en el seno de la sociedad civil, resaltando el papel clave de la “guerra de posición” para lograr una transformación político-cultural de los sectores subalternos.

1b) Destaca la importancia central de la lucha hegemónica para transformar el “sentido común” prevalente en la sociedad civil, como condición de posibilidad para poder derrotar y superar al capitalismo.

1c) Enfatiza en la dimensión “articulatoria” y “estratégica” de la lucha hegemónica, resaltando la necesidad de articular políticamente una “voluntad colectiva”, que permita la construcción de una hegemonía alternativa al sistema de dominación social.

2) Asume la existencia de relaciones sociales antagónicas y formas de opresión social en el capitalismo, recuperando del marxismo humanista de Coletti y de Della Volpe la distinción conceptual entre relaciones de “subordinación”, de “opresión” y de “dominación”.35

2a) Con base en esta distinción analítica, emplea el concepto althusseriano de “sobredeterminación” para promover una estrategia socialista centrada en la concientización político-cultural de los mecanismos de dominación social sobre los agentes subalternos, como condición de posibilidad para poder oponerse con éxito a las formas de explotación y opresión social del capitalismo y luchar por la superación de los mecanismos históricos de dominación, promoviendo la emancipación social de los sectores subordinados.

A ello podemos agregar un tercer punto, más implícito, que se vincula a la necesidad, destacada por Gramsci con base en el ejemplo italiano, de pensar la disputa hegemónica desde experiencias territoriales nacionales, antes que desde un internacionalismo clasista (al estilo del trotskismo). Tomando en cuenta el papel central que ocupa el concepto de hegemonía en la teoría posfundacional de Laclau, y el simultáneo silencio frente a textos nodales de la obra de Marx, como El Capital, a lo que podemos sumar los aportes de sus trabajos más “políticos” (El 18 Brumario, La lucha de clases en Francia, El manifiesto comunista), incluyendo los de su etapa de “juventud” (Manuscritos), el pensador argentino asume una concepción teórica que, antes que post-marxista, podría ser catalogada como post- gramsciana. El propio Laclau señala en Nuevas Reflexividades que “nuestro trabajo puede ser visto como una extensión de la obra de Gramsci”.36 Sin embargo, al mismo tiempo emplea el concepto de hegemonía desde una reformulación teórica, epistémica y política que podría ser catalogada, desde una tradición marxista (incluyendo a las concepciones gramscianas), como “reformista”. Y ello debido a que:

  • 1)

    En el marco de la crítica a los reduccionismos de clase, introduce una concepción ampliada de los antagonismos sociales, que integra al esquema post-marxista algunos conceptos de tradición democrático-liberal, ajenos a las tradiciones marxistas.

  • 2)

    En el marco del énfasis en el aspecto político-cultural e ideológico, abandona la dimensión de organización político-militar y la lucha social anticapitalista de las concepciones marxistas, priorizando la defensa de los procesos de democratización radicalizada de los nuevos movimientos sociales y el respeto a los derechos “burgueses” de las minorías culturales.

  • 3)

    En el marco de los puntos anteriores, no teoriza sobre las formas de socialización de los medios de producción.

  • 4)

    Tampoco teoriza sobre las estrategias políticas, organizativas y militares para destruir fácticamente al sistema capitalista de dominación.

  • 5)

    Anivel epistemológico, incorpora una perspectiva anti-esencialista de lo social, que enfatiza el papel constructivo, performativo y polisémico del lenguaje y sus aspectos contingentes, precarios y parciales, elementos reñidos con la concepción representacionalista de las tradiciones marxistas (entre ellas, la gramsciana).

  • 6)

    Aunque reconoce la existencia de formas de explotación y opresión social sobre los sectores subalternos, rechaza la existencia de intereses y contradicciones objetivas entre el capital y el trabajo, independientes de su construcción política mediante el orden significante.37

En ese marco, se presentan algunos contrastes notables entre la teoría de la hegemonía de Laclau y la concepción gramsciana:

  • a)

    Mientras que Gramsci construyó una “filosofía de la praxis” que tenía por objeto central la destrucción revolucionaria del sistema capitalista de dominación (burguesa), Laclau no sólo no retomó esta categoría nodal, sino que subordinó la teorización de las formas de organización y lucha anti-capitalistas, priorizando en la dimensión democrático-liberal (“burguesa”).

  • b)

    Mientras que el concepto de hegemonía de Gramsci mantenía una dimensión coercitiva, que actúa como “coraza” y “revestimiento” de la dominación capitalista, la teoría de la hegemonía de Laclau redujo la hegemonía a la dimensión ideológico-consensual, dejando de lado esta base esencialmente coercitiva de la dominación capitalista.38

  • c)

    Mientras que para Gramsci el papel político-ideológico de los “intelectuales orgánicos” asumía una posición central en su concepción teórica, Laclau realizó una sintomática sub-teorización de estos agentes organizadores de la hegemonía.39

  • d)

    Mientras que en la obra de Gramsci la construcción de núcleos de “buen sentido” desde las prácticas sociales asumía una relevancia clave, Laclau teorizó escasamente sobre las prácticas sociales de los sectores subalternos y no profundizó en el papel del sentido común como aspecto central de las formas de dominación hegemónicas.40

  • e)

    Aunque Gramsci revalorizó el papel central del lenguaje y la disputa político-cultural, Laclau construyó una teoría posfundacional que enfatizó en los aspectos más constructivistas y performativos del discurso (en un sentido ampliado), rechazando la clásica concepción representacionalista que caracteriza a todas las vertientes del materialismo histórico (incluyendo a la filosofía de la praxis gramsciana).

Estas divergencias teóricas, metodológicas, epistemológicas y políticas, ponen en evidencia los límites de la integración de la perspectiva de Laclau y la concepción gramsciana de la hegemonía. Sin embargo, a partir de los aspectos en común que hemos mencionado, y la escasa influencia de Marx en la teoría laclauiana, creemos que su perspectiva puede ser considerada como una concepción posgramsciana de la hegemonía, situada dentro de las lecturas no marxistas de la obra de Gramsci.41

4.1 Laclau y las teorías socialistas y socialdemócratas

Teniendo en cuenta la “estrategia socialista” que se encuentra presente ya desde el mismo título del libro fundacional de Laclau, un debate adicional se vincula a las convergencias y divergencias de la teoría de la hegemonía de Laclau con las tradiciones socialistas. Coincidimos con Arditi cuando afirma que en esta etapa Laclau (y Mouffe) “quieren contrarrestar el declive de la política socialista, antes que del marxismo, mediante una caracterización de la hegemonía”.42 En ese marco, cabe destacar que Laclau tempranamente procura alejarse de las perspectivas “socialdemócratas”, al enfatizar en las formas no institucionales de movilización social y lucha política, en desmedro de las concepciones estatalistas, representativo-parlamentaristas e institucionalistas y las derivaciones formalistas y tecnocráticas que ha asumido en los países europeos durante la segunda mitad del siglo XX. En ese sentido, Laclau cuestiona tanto a las concepciones “ultraizquierdistas”, que parten desde un “sujeto preconstituido” y entienden al “sistema de dominación” como un “todo coherente” que se debe “destruir como un todo”, como el “reformismo” de la socialdemocracia, que termina en una “aceptación” general del sistema y el énfasis en las reformas “internas” para “favorecer a ciertos sectores”. En ambos casos, la crítica se concentra en la forma de construir la clásica alternativa “reforma/ revolución”, en el momento en que deja de lado la concepción de la política como una “práctica articulatoria” que excede ampliamente a esta dicotomía.43 Como una alternativa a las desviaciones dictatoriales del “socialismo real” y frente a los límites del liberalismo procedimental (“parlamentarización superficial”), en Hegemonía y estrategia socialista propone (re)construir un “socialismo democrático”, que debe integrar los valores emancipadores del socialismo con la visión democrático-igualitarista y horizontal que se inició con la Revolución Francesa, aunque sin dejar de lado la dimensión “plural”.44 Con base en esta integración de tradiciones culturales, definida como una “revolución democrática”, la concepción teórico-política de Laclau parece posicionarse desde una vertiente post-gramsciana de socialismo democrático (liberal) o, en su defecto, como una perspectiva posfundacional de izquierda democrático-liberal.

Sin embargo, un último problema radica en el énfasis de la llamada teoría de la “democracia radical y plural” en la dimensión democrático-social (con su aspecto plural), que subordina la conceptualización y el desarrollo de la dimensión socialista. Debemos recordar, que, como señala Bobbio, si bien existen fuertes vínculos entre el socialismo y la teoría clásica de la democracia, con base en los ideales igualitarios y participativo-populares, lo que distingue al socialismo, en todas sus variantes, es la “crítica a la propiedad privada como fuente principal de desigualdad” y la lucha por su “eliminación total o parcial como proyecto de la sociedad futura”.45 En ese marco, la defensa de Laclau de los nuevos movimientos sociales y su lógica horizontal y no estatalista y su propuesta de democratización igualitaria de las relaciones sociales, no se ve acompañada de un cuestionamiento simultáneo de la propiedad privada capitalista y sus mecanismos de explotación social, ni del abordaje de las formas de socialización o colectivización de los medios de producción. En ese sentido, no aparece en su texto fundacional una defensa de formas “poscapitalistas” con una orientación “desde abajo”,46 entre las que podemos mencionar las cooperativas, las fábricas y otras empresas auto-gestionadas por los trabajadores, con amplios antecedentes históricos en los países europeos. Desde el plano político-cultural, se produce un déficit similar. Así, a diferencia del socialismo humanista italiano, que retoma al “joven” Marx para criticar las formas de “alienación” del capitalismo,47 Laclau promueve una concepción “humanista”, pero sin cuestionar las formas de “enajenación”, “alienación” y “deshumanización” que impone el sistema capitalista y su lógica de híper-mercantilización y sin proponer prácticas desmercantilizadoras, como acontece en las experiencias más radicales de los países nórdicos europeos. Teniendo en cuenta este doble déficit normativo, que termina reduciendo al socialismo a una mera “estrategia” instrumental vaciada, tal vez debiéramos situar a la perspectiva lacloniana como una teoría democrático-popular radicalizada, o bien como una teoría de la democracia socialista (y liberal), antes que una concepción de socialismo democrático.

5. Las innovaciones conceptuales de Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo (NR) y sus implicancias teórico-políticas

A partir de la publicación de NR, Laclau mantiene el planteo normativo y las bases ontológicas de sus textos de 1985. En ese marco, conserva el apoyo al socialismo democrático-liberal, el proyecto de reconstrucción política del humanismo, el auto-posicionamiento en el campo post-marxista y los ejes teóricos y epistémicos de su proyecto posfundacional. Sin embargo, a partir de los debates con Geras y Norval, el pensador argentino refuerza el aspecto historicista de su teoría de la hegemonía, incorporando dos variantes conceptuales centrales para la discusión con las tradiciones de izquierdas:

  • 1)

    En primer lugar, frente al pluralismo de las esferas que se desprende de Hegemonía y estrategia socialista, Laclau reconoce la centralidad histórica que adquiere contextualmente el espacio económico como condicionante estructural de la dinámica de funcionamiento actual del capitalismo.

  • 2)

    En segundo término, frente al anterior abandono del concepto de clase social, reconoce la validez de esta categoría marxista para el análisis contextual de determinadas posiciones de sujeto del capitalismo actual (por ejemplo, para el análisis de los enclaves mineros).

La primera innovación teórica, que mantiene la crítica ontológica a las formas de determinismo, objetivismo y racionalismo de lo social, significa un aporte central para el debate en el campo de las izquierdas, ya que habilita a repensar, desde la experiencia óntica, el papel privilegiado que asumen en la actualidad las formas de mercantilización y explotación capitalistas. De este modo, sin abandonar los presupuestos posfundacionales, Laclau abre la posibilidad de desplegar un análisis histórico-político y contextualizado, que evite una determinación a priori de lo social. En ese sentido, nada impide afirmar de forma legítima que la hegemo-nía neoliberal de las últimas décadas condujo a que la economía y su lógica hípermercantilizadora asumieran un papel central en la estruc-turación de las identidades políticas y en el funcionamiento del capitalismo. De esta forma, mediante un análisis historizado y contextualizado se puede sostener que, si bien no existe un determinismo a priori de lo social, en el capitalismo contemporáneo, sobre todo en las últimas décadas, se asiste una hípermercantilización, instrumentalización y economificación de todos los campos. Ello conduce a que la economía adquiera un papel privilegiado, desde la dinámica política, para comprender la construcción de las identidades de los sujetos y la estructuración del orden social.48

La segunda innovación también tiene implicancias centrales para el de- bate teórico y político, en el momento en que permite recuperar la validez del concepto de clase social, con base en el análisis contextualizado e histórico-político de determinadas condiciones sociales del capitalismo actual, caracterizadas por cierta homogeneidad ideológica y estructural entre las posiciones de los actores. De allí que Laclau refiera al ejemplo del enclave minero, que tiene la particularidad, junto a determinados posicionamientos campesinos que menciona en un texto posterior,49 de mantener cierta homogeneidad económica, ideológica y política en las posiciones de los sectores explotados por el capital. Esta contribución teórica, que no rechaza la tesis de la creciente complejización de la estructura social y de las identidades políticas y culturales del capitalismo actual, nos permite contextualizar y aplicar las categorías, teniendo en cuenta sus condiciones particulares. De este modo, desde un análisis historizado, estas experiencias concretas pueden ser conceptualizadas (sin necesariedades ni determinismos) como una especie de conciencia política tendencialmente compartida, esto es, como una especie de ethos de “clase” de los grupos subordinados, que tiende a generar, en la dinámica política, una estructuración discursiva similar de sus posiciones subordinadas.50

Mediante estas contribuciones, a las que se suman algunos fragmentos vinculados a la posibilidad de llevar a cabo una socialización parcial de los medios de producción,51 Laclau aporta herramientas clave para historizar y contextualizar las categorías centrales de su obra en experiencias políticas concretas, sin abandonar las premisas posfundacionales. En ese marco, asume una concepción constructivista, que definimos como de materialismo discursivo, que le permite trascender, desde un pensamiento político complejo, los límites del objetivismo epistemológico de las perspectivas realistas (incluyendo al materialismo histórico), sin caer en un hiper-subjetivismo (ya sea idealista o posmoderno radical).52 Pero lo más relevante es que incorpora valiosas herramientas para profundizar en la conceptualización, el análisis y la crítica política radicalizada de las experiencias históricas del capitalismo contemporáneo, profundizando los dialogismos potenciales con las tradiciones socialistas y de izquierdas.53

6. Las reformulaciones teóricas y epistemológicas de La razón populista

En el año 2005 hizo su aparición pública un controvertido e influyente libro de Laclau, que llevaría el nombre de La razón populista. En este texto, Laclau plantea algunas reformulaciones centrales en su perspectiva, acentuando el desarrollo de una ontología político-discursiva de lo social. De manera sintética, propone pensar al populismo como una forma de construir discursivamente las identidades políticas, que se caracteriza por la existencia de un liderazgo político que re-articula de un modo “equivalencial” las “demandas sociales insatisfechas” del “pueblo”, partiendo en dos partes el espacio social, sobre la base de la marcación de un antagonismo frente al “poder” y las formas “institucionales”.54

Junto al desarrollo de una concepción posfundacional del populismo,55 la primera novedad relevante de este texto proviene de la revalorización herética del papel potencialmente representativo, performativo y democratizador (en el sentido clásico y no liberal del término) de los liderazgos políticos y, en particular, de los liderazgos “populistas”, habitualmente denigrados desde la Ciencia Política institucionalista y liberal. En segundo término, Laclau subraya el papel central que asume el sujeto político “pueblo”, entendido como “los de abajo”, en la construcción discursiva de los populismos. En ese marco, cuestiona en forma implícita a las concepciones elitistas y neoconservadoras de la democracia, colocando el eje de todo análisis político en las “demandas sociales” de los representados. Por último, profundiza en la importancia central de la ligazón afectiva (“catexial”) en torno a la figura del líder populista, lo que le permite trascender los límites de las perspectivas racionalistas de la Ciencia Política para analizar la dimensión afectiva e identificatoria.

Estas innovaciones teóricas y ontológicas, al tiempo que le permiten a Laclau criticar a las perspectivas predominantes de la Ciencia Política, lo alejan de los dialogismos que había entablado previamente con las tradiciones marxistas y socialistas. En ese marco, Laclau no sólo abandona, sintomáticamente, el concepto de “postmarxismo”, sino también la propia conceptualización de su lógica igualitaria-horizontal, vinculada a la historización del concepto de clase y a la repolitización de los agentes sociales para promover la lucha contra las formas de “explotación” y “opresión” social del capitalismo y la construcción colectiva de un “socialismo democrático”. Estas transformaciones teóricas se traducen en un desplazamiento normativo desde el énfasis en la igualdad social y la participación democrático-popular y horizontal de los nuevos movimientos sociales y las masas populares, hacia una visión estatalista, donde, pese a la relativa autonomía que conservan “los de abajo”, la primacía política la adquiere el papel verticalista y decisorio del liderazgo populista. Laclau acentúa, así, su distanciamiento teórico y político con la concepción antiestatista y anti-capitalista del marxismo y con la primacía de las relaciones horizontales de las vertientes socialistas.

7. Conclusiones

Analizamos en este trabajo las convergencias, tensiones y rupturas teóricas y onto-epistemológicas de la perspectiva posfundacional de Laclau con/ frente a las tradiciones marxistas y de izquierdas. A partir de la ruptura que se inicia en sus textos de 1985, Laclau asumió un auto-posicionamiento en el posmarxismo, pero sobredesarrollando la dimensión de la crítica y la negatividad frente a los núcleos medulares del marxismo. En segundo término, rechazó aspectos teóricos y ontológicos centrales que caracterizan a las tradiciones marxistas. Finalmente, subordinó los aspectos de positividad y de reconstrucción teórica y política. Pero lo más relevante era que asumió nuevas tesis que no eran fácilmente digeribles desde los aportes de Marx y de los consensos (de manera parcial) sedimentados en las concepciones marxistas. Estas particularidades nos condujeron a reconocer cierta validez de las críticas provenientes desde el campo marxista y a definir a su perspectiva como no estrictamente marxista.

A continuación, recordamos que Laclau distingue en sus trabajos de 1985 entre las posiciones más ortodoxas y las contribuciones más heterodoxas de Althusser y en particular de Gramsci, revalorizando la centralidad de los aspectos político-ideológicos, frente a los reduccionismos esencialistas, racionalistas, economicistas y deterministas. En ese marco, nos preguntamos en qué medida se podía pensar en una herencia post- gramsciana en la obra laclauiana. Destacamos que el pensador argentino menciona como eje de su teoría política al concepto de hegemonía de Gramsci y que enfatiza en la importancia central del lenguaje, la disputa político-cultural en el seno de la sociedad civil, la construcción de una estrategia articulatoria desde una guerra de posición que permita tomar conciencia de las formas de explotación del sistema y la necesidad de transformar el sentido común dominante. Sin embargo, a diferencia del fundador del Partido Comunista Italiano, Laclau relegó el análisis del papel central de los intelectuales orgánicos y, desde la dimensión ontológica, acentuó el aspecto performativo y construccionista de la realidad social, dejando de lado la base económico-material de toda hegemonía. En el plano normativo, las divergencias son aún más notables, en el momento en que Laclau incorpora conceptos de tradición democrático-liberal y abandona las formas de organización y acción social anti-capitalistas, así como la dimensión coercitiva de la hegemonía. En ese marco, no sólo no cuestiona el aspecto de dominación burguesa que caracteriza a todas las formas de democracia capitalista, sino que tampoco se refiere a la socialización de los medios de producción y al núcleo de la filosofía de la praxis, que tiene por objeto la construcción de una estrategia política, organizativa y militar para destruir fácticamente al sistema capitalista.

Teniendo en cuenta estos aspectos problemáticos, colocamos el eje en los vínculos de la teoría de la democracia radical y plural con las perspectivas del socialismo democrático. En ese marco, observamos sus divergencias teóricas con las perspectivas socialdemócratas europeas, a partir del énfasis en las formas horizontales, participativas e igualitarias desde mecanismos no institucionales, en desmedro de la concepción estatalista, representativo-parlamentarista e institucionalista y sus derivaciones formalistas y tecnocráticas. Además, más allá de compartir la defensa de la pluralidad, la perspectiva lacluiana enfatizaba en la dimensión constructiva y articulatoria de lo social y conservaba el ideal revolucionario, frente a las tesis gradualistas o etapistas de la socialdemocracia. En ese sentido, señalamos que su concepción teórico-política podía ser considerada como una vertiente post-gramsciana de socialismo democrático radical o, en su defecto, como una perspectiva posfundacional de izquierda democrática (y liberal). Sin embargo, a diferencia de otras perspectivas de socialismo democrático, como el humanismo italiano, la propuesta de democratización horizontal e igualitaria de las relaciones sociales, no era acompañada de un cuestionamiento radical de la propiedad privada capitalista, ni planteaba formas de colectivización o socialización de los medios de producción. Desde el plano político-cultural, aunque Laclau retoma el objetivo humanista, deja sin cuestionar las formas de enajenación, alienación y deshumanización que impone el sistema capitalista y su lógica de híper-mercantilización de todos los campos y no propone prácticas desmercantilizadoras y poscapitalistas. Teniendo en cuenta este doble déficit normativo, y el énfasis de la teoría de la democracia radical y plural en la dimensión democrática, en desmedro de la dimensión socialista, señalamos que la perspectiva de Laclau debía ser considerada como una teoría democrático-popular radicalizada, o bien como una teoría de la democracia socialista, antes que una concepción de socialismo democrático.

No obstante, al examinar las contribuciones de “Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo”, destacamos dos aportes teóricos centrales que permiten matizar estos déficits, en el momento en que Laclau se desplaza al análisis de las experiencias histórico-políticas concretas. A partir de su debate con Norval, el pensador argentino enfatiza en la necesidad de deconstruir e historizar las categorías de su obra, examinando sus condiciones de posibilidad y acentuando su contextualización. Esta radicalización de la dimensión historicista le permite incorporar dos innovaciones teórico-políticas centrales. Por un lado, Laclau reconoce la centralidad que adquiere contextualmente la economía y los intereses económicos como condicionantes fundamentales de la dinámica de funcionamiento actual del capitalismo. Por el otro, reconoce la validez del concepto de clase social para el análisis contextual de determinadas posiciones de sujeto (entre ellas, los enclaves mineros y algunas áreas campesinas) que comparten ciertas posiciones identitarias y estructurales. Además, incorpora algunos fragmentos que permiten pensar en la socialización parcial de los medios de producción, promoviendo formas de economía mixta.

Aunque Laclau no se extiende en el desarrollo de estos ejes, entendemos que estas contribuciones teóricas resultan claves para revalorizar el papel central que asumen actualmente las formas de racionalidad capitalista basadas en la maximización del lucro privado, como un condicionamiento privilegiado que permite explicar las identidades políticas que caracterizan al capitalismo contemporáneo. La historización contextualizada del concepto de clase desde las experiencias políticas particulares, por su parte, aporta herramientas clave para pensar en una reconstrucción del concepto de clase social, partiendo de la base del agrupamiento tendencial de posiciones estructurales de los agentes, aunque desde una perspectiva constructivista social. En ese marco, Laclau deja abierta la posibilidad para historizar las categorías marxistas y desarrollar una especie de análisis constructivo-materialista y contextualizado de los modos de estructuración de las identidades políticas y del orden social en el capitalismo actual, sin abandonar las premisas posfundacionales. Se puede pensar, así, con base en determinadas circunstancias particulares (enclaves mineros, ciertas áreas campesinas) en una especie de conciencia política tendencialmente compartida, esto es, como una especie de ethos de “clase” de los grupos subordinados, que tiende a generar, en la dinámica política, una estructuración discursiva similar de sus posiciones subordinadas. Por último, esta historización de/reconstructiva aporta herramientas centrales para sortear el déficit normativo de la teoría de la hegemonía de Laclau, criticando radicalmente las formas de dominación y explotación social que caracterizan al capitalismo neoliberal globalizado y su modo de funcionamiento instrumentalista e híper-mercantilizado.

Ahora bien, a partir de la publicación de La razón populista, Laclau incorpora nuevas reformulaciones teóricas y epistemológicas, priorizando la construcción de una ontología política-discursiva de lo social. En ese marco, el énfasis en el papel central de los liderazgos populistas como ejes re-articuladores de las demandas sociales de los de abajo, junto a la delimitación de una frontera antagónica con la lógica institucional, lo condujo a sub-teorizar las experiencias participativas, horizontales y plurales de los nuevos movimientos sociales y las minorías culturales, al tiempo que hacía un sintomático silencio sobre las experiencias socialistas y poscapitalistas y sus formas no estatalistas y anti-neoliberales. Estas transformaciones teóricas y políticas se tradujeron en un doble desplazamiento normativo a nivel temporal. Por un lado, se produjo un desplazamiento desde la construcción de una democracia radical y plural basada en la defensa de las formas participativas, horizontales, igualitarias y pluralistas de los nuevos movimientos sociales, hacia una teoría del populismo que prioriza las formas representativas, estatalistas y verticalistas y la subordinación a los liderazgos populistas. Por el otro, se llevó a cabo un desplazamiento desde la inicial estrategia socialista basada en la defensa de la igualdad sustantiva y la (re)humanización social de los sectores subalternos y subordinados frente a los mecanismos de opresión y dominación jerárquicos e injustos del capitalismo, hacia una ontología general posheideggeriana. Estas transformaciones teóricas e intelectuales se tradujeron, en su última etapa, en una concepción normativamente débil, centrada en la aceptación de la universalidad parcial y precaria de toda hegemonía, junto al comodín del horizonte emancipador y la ética militante, pero carente del contenido sustantivo de sus trabajos de mediados de los años ochenta y comienzos de los noventa. En ese contexto, al compás del abandono sintomático del propio concepto de posmarxismo y de su dimensión socialista, la teoría de Laclau prácticamente abandona en su totalidad los elementos residuales que conservaba del marxismo y de las tradiciones socialistas. En ese sentido, aunque ya tenía presente la experiencia chavista desde 1999, en sus últimos textos Laclau no incorpora referencias teóricas y normativas concretas para conceptualizar y procurar radicalizar las reformas socialistas y democrático-participativas-horizontales, promoviendo los mecanismos de lucha anti-neoliberal y pos-capitalista de los sectores subordinados y oprimidos y las formas de participación directa y semi-directa del demos por afuera de los vínculos políticos con el poder estatal. Tampoco se extiende, sintomáticamente, sobre las estrategias políticas para promover la lógica igualitaria, horizontal, participativa y plural de los sectores subordinados, evitando el peligro de la burocratización, el clientelismo y la cooptación transformista de las masas populares y de los nuevos movimientos sociales por parte de los liderazgos populistas y sus directrices políticas.

A pesar de estos evidentes problemas y limitaciones, la teoría de la hegemonía de Laclau conserva una enorme potencialidad para pensar, construir y organizar un proyecto político crítico y una praxis social crítica y alternativa a las injusticias y opresiones del sistema capitalista de dominación. Pero entendemos que la reflexión en torno a toda teoría con pretensiones emancipadoras debe procurar resguardar una dimensión de (auto)crítica, capaz de revisar y modificar sus presupuestos, premisas y estrategias, a la luz de su testeo con las transformaciones socio-históricas y materiales, la praxis concreta y la emergencia de nuevas circunstancias histórico-políticas que vuelven anacrónicas, insuficientes y/o inadecuadas sus conceptualizaciones y estrategias originales. En ese sentido, aún está pendiente la elaboración de una teoría y una sociología política post- gramsciana de la praxis que nos permita (re)pensar y conceptualizar las experiencias políticas latinoamericanas del siglo XXI y criticar radicalmente las características del capitalismo actual, desde un pensamiento de izquierda posfundacional y post-marxista. Sin embargo, para poder construir un proyecto viable de socialismo democrático y popular para nuestra América se requiere, como condición necesaria, estar abierto a la reflexión crítica y plural, de manera tal de poder debatir de forma colectiva los límites y potencialidades fácticas que han tenido y actualmente tienen las experiencias posneoliberales, socialistas, poscapitalistas y de demo- cratización radicalizada en nuestra región, y repensar las estrategias políticas para construir un socialismo democrático desde las experiencias latinoamericanas, sin descuidar las propias particularidades y complejidades nacionales. Sólo mediante esta actitud de apertura mental al debate plural y a la (auto)crítica colectiva, será posible reflexionar sobre los avances realizados, las limitaciones, insuficiencias y retrocesos históricos y las condiciones fácticas de posibilidad para construir un orden político y social alternativo.

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Meiksins Wood, op. cit., p. 123 y ss.

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Gutiérrez (2014), op. cit.

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Arditi, Benjamín (2010), op. cit.

Borón, Atilio (2000), op. cit., p. 88.

Marchart, Oliver (2009), El pensamiento político posfundacional, FCE, Buenos Aires

El análisis de las divergencias entre los referentes del campo posfundacional excede el marco del presente trabajo. Algunos aportes relevantes, en este sentido, se encuentran en Palti (2005), op. cit.

Por razones espaciales, nos centraremos en el debate teórico y onto-epistemológico con las teorías marxistas y de izquierdas, dejando de lado el eje específicamente normativo o ético-político.

Desde el plano mental se puede pensar y soñar libremente. Incluso, salvo algunas excepciones, se puede expresar verbalmente con libertad (y hasta con coherencia) las más variadas afirmaciones. Sin embargo, en toda comunidad humana existen mínimos acuerdos básicos y compartidos, que hacen posible cierta comunicación y diálogo entre los individuos/seres humanos/grupos/clases. En todo caso, las afirmaciones más polémicas y heréticas exigen una base argumentativa y lógica, sin que ello implique asumir un consensualismo o un racionalismo puro, o suponer que el consenso es, necesariamente, signo de veracidad-realidad.

Anderson, Perry (2011), Tras las huellas del materialismo histórico, Siglo XXI, México.

Ello sin contar a los referentes teóricos clave que han abandonado el marxismo como cosmovisión, como es el caso de Fernando H. Cardoso, fundador de la Teoría de la Dependencia, entre otros.

Aunque se presentan dos problemas adicionales. El primero de ellos, la escritura en co-autoría con Engels, que algunos señalan como una obra integrada y otros como independiente de la de Marx. Y en segundo término, las transformaciones de la obra de Marx en el transcurso de sus propios textos, que para algunos no adquieren relevancia, mientras que para otros constituyen un “giro” o una “ruptura” teórica y epistemológica entre el “joven” Marx y el Marx “maduro”. Sobre los debates en el campo marxista, véase Anderson (2011), op. cit.

En este punto seguimos a Laclau (1981), “Teorías marxistas del Estado: debates y perspectivas”, en N. Lechner (comp.), Estado y política en América Latina, Siglo XXI, México, pp. 25-59 y (1985), “Tesis acerca de la forma hegemónica de la política”, en J. Labastida (coord.), Hegemonía y alternativas políticas en América Latina, Siglo XXI, México, pp. 19-44, cuando sostiene que, en el transcurso de la obra de Marx, se pueden hallar dos concepciones teóricas contrapuestas. Por un lado, una concepción más economicista y objetivista, resumida en el famoso “Prefacio”, que hace hincapié en la contradicción objetiva y estructural entre las “fuerzas productivas” y las “relaciones de producción”. Por el otro, una concepción más historicista y subjetivista, sintetizada en “El manifiesto comunista”, en el que se enfatiza en la “lucha de clases” como motor de la historia. Desde esta última concepción, presente también en los trabajos de juventud de Marx y en textos “políticos” como El 18 Brumario, La lucha de clases en Francia y La ideología alemana, se coloca el eje en el papel de lo ideológico, la lucha política, la voluntad, la contingencia y la historicidad de lo social.

Ello no implica que Laclau fuera el creador del “posmarxismo”. Debemos destacar, en ese sentido, la herencia neo o post-gramsciana de pensadores europeos como Giovanni, Cacciari y Marramao, quienes comenzarían a situarse como post-marxistas, Arditi (2010), op. cit., p. 160. También podríamos ubicar en este campo a autores como Lefort, Castoriadis, algunos trabajos de Lechner y de Bobbio, Raymond Williams, Stuart Hall, e incluso a Zizek y a Bourdieu.

Las discusiones intelectuales de Laclau en el campo de la izquierda se inician con una serie de escritos de comienzos de los años setenta, luego condensados en su libro “Hacia una teoría del populismo”, de 1978, y continúan en la primera mitad de los ochenta. En estos textos, Laclau polemizó con algunos de los principales referentes neomarxistas, sentando posición frente a las concepciones de Poulantzas, Miliband, Frank, Wright, Holloway, Jessop, Altvater y O¿Connor. Para más detalle de esta etapa de la obra de Laclau, véase Melo y Aboy Carlés (2014), op. cit.

Las críticas teóricas y ontológicas al marxismo y el empleo anti-esencialista del concepto de hegemonía gramsciana se encuentran desarrolladas inicialmente en un texto de Laclau publicado en 1985. Véase Laclau (1985), op. cit., p. 19 y ss.

Borón (2000), op. cit., pp. 36-38 y ss.; Anderson (2011), op. cit.

Esta distinción se halla presente en el anexo de su texto inicial de 1985, aunque luego fue modificado parcialmente, tras las críticas que recibió por parte de Emilio De Ípola.

Laclau, Ernesto (1993), Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo, Nueva Visión, Buenos Aires, p. 205.

Laclau destaca que no siempre las relaciones de subordinación son asumidas y expresadas por los sectores subalternos como ilegítimas. En efecto: “es solamente en ciertos casos que las resistencias adoptan un carácter político y pasan a constituirse en luchas encaminadas a poner fin a las relaciones de subordinación en cuanto tales”, Laclau, Ernesto y Mouffe, Chantal (1987), Hegemonía y estrategia socialista, FCE, Buenos Aires, p. 195. En ese marco, asume que “las relaciones de subordinación, consideradas en sí mismas, no pueden ser relaciones antagónicas”. En los términos marxistas, el obrero no siempre se opone a la “extracción” de “plusvalía” del capital. Sin embargo, en lugar de recuperar la tesis de la “falsa conciencia” de la Escuela de Frankfurt o las variantes de la “fetichización” o la “alienación” de autores como Lukács, enfatiza en la necesidad de construir simbólicamente, para percibir esas relaciones sociales como contradictorias y, de este modo, oponerse de forma efectiva al sistema de explotación capitalista. En sus palabras, se trata de construir una “resistencia a la subordinación” de los sectores subalternos, condición de posibilidad para poder “luchar contra las desigualdades” en la dinámica política (pp. 195-197). Y en segundo término, señala que esas formas de “repolitización” no se reducen a los aspectos económico-materiales, en el momento en que existen múltiples antagonismos en el seno de las sociedades actuales (entre ellas, las patriarcales y las raciales) que exceden a la dominación estrictamente capitalista.

Laclau brindó en textos posteriores una respuesta (a nuestro entender poco satisfactoria) a estos dos déficits. En relación con el énfasis en la dimensión “consensual” de la hegemonía, señaló que en toda decisión se encuentra una base “violenta” y, por lo tanto, que la hegemonía no puede ser entendida como mero consenso, como lo entiende el liberalismo, Laclau (1993), op. cit. y (1996), Emancipación y diferencia, Ariel, Buenos Aires. En cuanto al presunto “reformismo”, rechazó la dicotomía clásica entre “reforma y revolución”, para referirse al concepto tocquevilliano de “revolución democrática”, Laclau y Mouffe (1987), op. cit.

Laclau sólo menciona en dos pasajes aislados de su obra el papel de los “intelectuales orgánicos”, para destacar su función dedicada a la “práctica de la articulación” de los “elementos sociales fragmentados y dispersos”, Laclau (1993), op. cit., pp. 204-205, de modo tal que los intelectuales (en un sentido amplio) “se ocupan de la práctica de la articulación como componente esencial para la construcción de la hegemonía de un grupo -sindicalistas, técnicos de distintas clases, periodistas, etcétera”, Laclau, Ernesto, (2003), en AA.VV., Contingencia, hegemonía y universalidad, FCE, México, p. 286.

Si bien en su texto fundacional Laclau se refiere, brevemente, a los vínculos de la hegemonía con la construcción del sentido común, no sólo no conceptualiza su importancia central en la dominación hegemónica, sino que tampoco lo vincula al papel de las prácticas sociales y su relación con el modo de producción (en el caso de Gramsci, a través de su análisis crítico del “fordismo”). De este modo, deja de lado la concepción de la hegemonía de Gramsci vinculada a la transformación de los modos de vida de las clases subalternas y sus vínculos con la dominación capitalista. Sobre la complejidad que adquiere la visión gramsciana de hegemonía, véase Balsa (2006), “Las tres lógicas de la construcción de la hegemonía”, Theomai, núm. 14, pp. 16-36.

La tradición no estrictamente marxista de la obra de Gramsci presenta antecedentes teóricos desde finales de los setenta y comienzos de los ochenta, incluyendo los aportes de los estudios culturales (Stuart Hall, García Canclini, Barbero, Williams) y la sociología política latinoamericana (Portantiero, Nun, De Ípola, Lechner, Landi, Zermeño). También en Europa se extendió la influencia gramsciana desde una concepción reformista, en particular con el avance del “eurocomunismo” en España, Italia y Francia (Carrillo, Buci Glucksmann, Togliatti, Portelli, De Giovanni, Bobbio, Salvadori, Cerroni) y los aportes del marxismo humanista (Della Volpe, Mondolfo, Coletti). Para más detalle, véase Herrera Zgaib, Miguel Ángel (2009), “Introducción a la praxis política gramsciana: hegemonía y contrahegemonía”, Revista de ciencia Política, núm. 8, pp. 8-37.

Arditi (2010), op. cit., p. 168.

Laclau (1985), op. cit., p. 26 y ss.

Laclau y Mouffe (1987), op. cit., p. 194 y ss.

Bobbio, Norberto (2012), Liberalismo y democracia, FCE, México, p. 89.

Katz (2008), op. cit., p. 154.

Mondolfo, Rodolfo (1973), El humanismo de Marx, FCE, México.

Si la primera contribución permite observar dialogismos potenciales de Laclau con perspectivas como la del último Poulantzas, la segunda permite reforzar las afinidades con las concepciones de Zizek y Bourdieu y con el marxismo culturalista de Jameson y Harvey, entre otros.

Así, en un texto del año 2000 (publicado en español el 2003) Laclau sostenía que “todavía quedan remanente de identidades plenas de clase”, como los “enclaves mineros” y “algunas áreas campesinas atrasadas”, Laclau (2003), op. cit., p. 300. En ese marco, destacaba que las “clases” pueden ser entendidos, bajo esas circunstancias particulares, como “nombres para puntos transitorios de estabilización”, ibid., p. 59. Sin embargo, no se extenderá sobre la conceptualización y las implicancias teórico-políticas de este planteo.

En este punto se evidencian los vínculos potenciales con la teoría de Bourdieu del “espacio social”, los “hábitus”, el “campo de poder” y su concepción de la “clase en el papel”. Véase Bourdieu, Pierre (1984), Sociología y cultura, Grijalbo, México D.F. y (1997), “Espacio social y campo de poder”. En Razones prácticas, Anagrama, Barcelona.

En un fragmento de NR, Laclau cuestiona la dicotomía Estado-mercado, para sugerir la posibilidad de aplicar “medidas pragmáticas” que “combinarán la propiedad privada y la propiedad pública de los medios de producción”, de manera tal de evitar la “concentración del poder económico”, Laclau (1993), op. cit., p. 248.

Además, Laclau incorpora en esta etapa el concepto de “dislocación estructural”, en tanto análogo a lo Real lacaniano. Su posterior materialización óntica, bajo la forma de síntomas, le permite plantear una distinción frente a la inaccesibilidad de la Cosa en sí del idealismo kantiano, aunque a costa de profundizar la distancia frente al marxismo clásico y su tesis de la “lucha de clases”, al postular la existencia de un espacio dislocado extra-social.

De hecho, aunque excede el marco de este trabajo, Laclau también reconoce la existencia (óntica) de “intereses” y “racionalidades” históricas y contextuales en los agentes, siempre y cuando sean entendidos como construcciones “precarias”, “parciales”, “contingentes” y “relativas”, Laclau (1993), op. cit., p. 133. Ello lo conduce a sostener, por ejemplo, que “no podemos abandonar enteramente el concepto de falsa representación”, ibid., p. 106.

Laclau, Ernesto (2005), La razón populista, FCE, Buenos Aires

Ya en su texto de 1977 Laclau se refería a la cuestión de los populismos, aunque lo hacía desde una concepción neo-marxista estructuralista. Véase Laclau, Ernesto (1978), Política e ideología en la teoría marxista, Siglo XXI, México.

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