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Vol. 67.
Páginas e52-e82 (mayo - agosto 2015)
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EL LEGADO “MALDITO” DE AUGUSTE COMTE: LA “AUTO–FUNDACIÓN” REFLEXIVA DE LA SOCIOLOGÍA
The “cursed” legacy of Auguste Comte: the reflexive “self–foundation” of sociology
O legado “maldito” de Auguste Comte: A “auto-fundação” reflexiva da sociologia
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Alejandro Marcos Bialakowsky1, Fermín Alvarez Ruiz2
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Resumen

El presente artículo propone recuperar un aspecto de la obra de Auguste Comte que consideramos no se le ha dado la suficiente relevancia. Partiendo de los principios de su Sociología del conocimiento, reconstruiremos una cuestión recurrente aún hoy en la teoría sociológica, y de la cual Comte se presenta como su primer exponente: la auto–justificación de la pertenencia de la Sociología al “canon” de los saberes científicos mediante argumentos propiamente sociológicos. Siguiendo algunas postulaciones de Comte en las primeras lecciones del Curso de Filosofía Positiva y en las dedicadas a la “Física Social”, se pondrá énfasis en el carácter netamente sociológico, y por ende circular, de las razones a las que recurre para legitimar una ciencia de la sociedad. Esta circularidad, en el caso de Comte, se vuelve todavía más patente al sostener que es la Sociología la que permitirá la consagración del estadio positivo a través de la formulación de una doctrina orgánica que reorganice la sociedad, sustentada, precisamente, en la auto–comprensión sociológica de lo so- cial. Así, se conforma un “legado maldito”, ya que estos argumentos reaparecen en cualquier teoría de peso como un problema persistente, pero también como una exigencia por fortalecer los argumentos legitimantes de la disciplina.

Palabras clave:
Comte
teoría sociológica
epistemología
reflexividad
auto– fundación
circularidad.
Abstract

This article proposes to recover an aspect of the work of Auguste Comte that we consider has not been given enough importance. Based on the principles of his sociology of knowledge, we will reconstruct what still is a recurrent issue in contem- porary sociological theory, of which Comte appears as its first exponent: the auto– justification of sociology belonging to the “canon” of scientific knowledge through strictly sociological arguments. Following some Comte's postulations in the first lessons of the Course on Positive Philosophy and in the ones dedicated to “Social Physics”, we will emphasize on the strictly sociological character, and therefore circular, of the reasons that he turns to legitimize a science of society. This circu- larity, in the case of Comte, becomes even clearer as he argues that sociology will allow the consecration of the positive state through the development of an organic doctrine that reorganizes society, based, precisely, in the sociological auto–compre- hension of the social. Thus, a “cursed legacy” is formed, since these arguments rea- ppear in any theory of weight as a persistent problem, but also as a need to strengthen the discipline legitimizing arguments.

Keywords:
Comte
sociological theory
epistemology
reflexivity
auto-founda- tion
circularity.
Resumo

Neste artigo se propõe recuperar um aspecto da obra de Auguste Comte que consideramos não tem recebido a devida importância. Com base nos princípios da sua sociologia do conhecimento, reconstruímos uma questão recorrente ainda hoje na teoria sociológica contemporânea, da qual Comte aparece como o primeiro expoente: a auto-justificação da inclusão da sociologia no “cânone” do conhecimento científico através de argumentos estritamente sociológicos. Seguindo algumas postulações de Comte nas primeiras lições do Curso de Filosofia Positiva e em aquelas dedicadas á “física social”, enfatizamos o caráter propriamente sociológico, e, portanto circular, das razões que ele utilizou para legitimar uma ciência da sociedade. Essa circularidade, no caso de Comte, torna-se ainda mais evidente quando ele argumenta que a sociologia vai permitir a consagração do estádio positivo através da formulação de uma doutrina orgânica que reorganize a sociedade, com base, precisamente, na auto-compreensão sociológica do social. Assim, é formada uma “herança maldita”, pois estes argumentos reaparecer em qualquer teoria relevante como um problema persistente, mas também como uma necessidade de reforçar os argumentos que legitimam a disciplina.

Palavras-chave:
Comte
a teoria sociológica
a epistemologia
a reflexividade
auto-fundação
circularidade.
Texto completo
Introducción

Resulta evidente, en una primera aproximación, que el mérito más importante de la obra de Auguste Comte es estar ligada a la primera “fundación” de la Sociología. De los autores que se propusieron elaborar, a principios del siglo XIX, un conjunto de “saberes científicos” sobre la sociedad (entre ellos su maestro Claude Henri de Saint–Simon), Comte tiene en su haber la nominación de nuestra disciplina.1 Este laurel, sin embargo, no evitó que su perspectiva de análisis sobre lo social haya sido profundamente desacreditada, por las múltiples teorías que componen el heterogéneo campo de la Sociología.2

En la actualidad, asistimos a un “revival” de la teoría de Comte. Si bien las nuevas interpretaciones de su obra resultan sumamente diversas, es posible afirmar que las discusiones más recientes giran en torno a la última etapa de su obra, precisamente, respecto del Sistema de Política Positiva (Système de Politique Positive).3 En esa dirección, los análisis dan espe- cial relevancia a la disquisición entre el “método objetivo” –desarrollado en la mayor parte del Curso de Filosofía Positiva (Cours de philosophie posi- tive)– y el “método subjetivo” –que se encuentra esbozado en las últimas lecciones del Curso… y desplegado en el Sistema…).4 En nuestro trabajo, sin embargo, realizaremos otro tipo de lectura: nos concentraremos en un problema epistemológico derivado del “método objetivo”, presente en el Curso… En términos más precisos, rastrearemos en los trabajos dedicados al “método objetivo” una cuestión persistente en gran parte de la teoría sociológica: la auto–justificación reflexiva de la pertenencia de la Sociología al “canon” de los saberes científicos mediante argumentos propiamente sociológicos.

Con el fin de recuperar este problema, realizaremos una revisión de ciertos argumentos decisivos presentados por el autor, fundamentalmente, en las primeras lecciones del Curso de Filosofía Positiva, y en las dedicadas específicamente a la Física Social. El Curso… es el producto de 72 leccio- nes dictadas por Comte en su propio hogar entre 1829 y 1830. Su publi- cación se da a lo largo de 12 años (de 1830 a 1842) a través de seis volúmenes en los que las primeras dos lecciones están dedicadas a realizar una introducción a los principios de la filosofía positiva, las 16 siguientes a la filosofía de la matemática, otras nueve a la filosofía de la astronomía, siete a la física, cinco a la química, seis a la biología y 12 a la “física social”. Por último, dedica las tres últimas lecciones a una serie de conclusiones generales. Originalmente, Comte planeaba publicar, en lugar del Curso…, los principios de un sistema político superador –lo que luego sería publicado y conocido como el Sistema…– Sin embargo, la elaboración de las lecciones que componen el Curso… se impuso como un trabajo necesario para establecer los presupuestos filosóficos del nuevo sistema.5 En este artículo, trabajaremos, por un lado, con las lecciones 1ª y 2ª, cuya publicación origi- nal data de 1830.6 Por otro lado, también nos referiremos a las lecciones que van de la 46ª a la 57ª, dedicadas exclusivamente a la “Física Social”. Estas últimas fueron publicadas entre 1839 y 1842.7

El trabajo se organizará del siguiente modo. En primer lugar se expondrán dos conceptos claves de la obra: la ley de los tres estados8 y la filosofía positiva, poniendo énfasis en el modo en que se interrelacionan. En segunda instancia, y en estricta vinculación con lo anterior, se procederá a reconstruir la clasificación de las distintas ciencias que realiza el propio Comte en función de los principios de la filosofía positiva que él mismo “funda”, además del lugar que ocupan los fenómenos sociales en dicha clasificación. En tercer lugar, se desarrollarán con detalle las razones que justifican la existencia de la Sociología y su ingreso al “canon” de los saberes científicos, para luego abordar en detalle el carácter circular y reflexivo de tales razones. Finalmente, se intentará arrojar una serie de conclusiones respecto de la persistencia de los argumentos “auto–legitimantes” en la teoría sociológica.9

1. La ley de los tres estados y la condición histórico–social de la filosofía positiva

En líneas generales, la obra de Comte puede ser leída, por un lado, como un intento por elaborar una explicación sobre la crisis ligada a la irrupción de la modernidad, situando a la Revolución Francesa en una perspecti- va de largo plazo.10 Por el otro, inextricablemente conectado con lo ante- rior, y tal como indicábamos al principio, sus elaboraciones se nos presentan como la tentativa de “fundar” una nueva disciplina científica encargada de explicar (y permitir intervenir en) los fenómenos histórico-sociales.11 Sus dos grandes construcciones teóricas para alcanzar estos objetivos son la ley de los tres estados y la filosofía positiva.12 Así, en primer lugar, el autor señala la existencia de una ley que rige el curso progresivo de la civilización (la industria, el arte, la ciencia y la filosofía)13 desde un estado teológico a uno positivo, a través de un estadio metafísico. En segunda instancia, desarrolla una doctrina filosófica (precisamente, la filosofía positiva) que pretende reemplazar el sistema de ideas hegemónico para dar fundamento al nuevo orden social emergente.

Ahora bien, es a partir de la formulación de la ley de los tres estados que Comte despliega, en un mismo movimiento, sus análisis respecto del pa- sado, el presente y el futuro de Francia y la humanidad, y su teoría del conocimiento. La ley de los tres estados explica la historia de la civilización privilegiando el plano “espiritual” sobre el “temporal”, por lo cual su análisis de los sistemas generales de conocimiento humano ocupa en este esquema un espacio central.14 Tanto es así, que la consolidación de cualquiera de los estados que menciona la ley implica la hegemonía de un “sistema de ideas”, que reclama para sí el monopolio de la explicación de los fenómenos del mundo, en tanto se consolida como “sentido común”.15 Se trata de una ley que caracteriza tres estados organizados en función de un sistema general de conocimiento humano, no compartimentados, sino entrelazados de forma sucesiva. Es decir, que en cada uno de los estadios pueden encontrarse rastros de las formas de conocimiento precedentes y los obstáculos o problemas que la forma de conocimiento subsiguiente se propone superar.16

En el estado teológico, el sistema general de conocimiento se basa en especulaciones que buscan dar una explicación absoluta y dogmática para todos los sucesos que asombran al hombre, atribuyendo todos los fenómenos del mundo a la acción directa y continuada de agentes sobrenaturales. Es un estado en el que, a falta de construcciones teóricas y de observaciones acumuladas, las emociones son la piedra de toque para la formulación de las explicaciones del mundo. Guiados por sus instintos, los hombres proyectan en seres divinos la voluntad humana.17 Esta etapa de la humanidad se divide, a su vez, en tres momentos carac- terísticos: el fetichismo, el politeísmo y el monoteísmo. Una sucesión de sub-estados marcada por una teorización creciente sobre los fenómenos, que implica un abandono paulatino de las emociones.18

En cambio, en el estado metafísico –que representa el momento histórico que atraviesa la Francia que sirve a Comte de contexto e inspiración–, los agentes sobrenaturales son reemplazados por fuerzas abstractas que adoptan la forma de “verdaderas entidades”, en un proceso de “natu- ralización” y abstracción de las deidades del estado teológico. Las características fundamentales de este estado, que históricamente se ubica entre el teológico y el positivo, son definidas en el marco de la crítica a la teología, dada la insatisfacción creciente respecto de las repuestas que ella brinda. Esto supone una separación de la teología, ya que otorga a la razón y a la naturaleza el lugar decisivo para sus explicaciones. De esta manera, se libera de la autoridad y de la superstición, alejándose de la idea de que entidades no naturales controlan los fenómenos. Sin embargo, a pesar de su acumulación de observaciones y conocimiento, este estado continúa siendo en muchos casos una versión “naturalizada” de la teología, al no consagrar de modo decisivo a la ciencia y la observación.19 Así, supone la formulación de utopías basadas en ideales políticos y sociales a partir de lo absoluto, que ya no está representado por deidades sino, por ejemplo, desde la razón o la naturaleza.20

El estado positivo, por último, representa el momento en el que la humanidad renuncia a la búsqueda de explicaciones absolutas y a conocer las causas íntimas de los fenómenos recurriendo a agentes sobrenaturales o entidades abstractas, dando lugar a la hegemonía de la filosofía positiva.21 El problema fundamental del estado metafísico, y por el cual la filosofía positiva se presenta como la forma de conocimiento necesariamente subsiguiente, es que no presenta recursos para decidir entre ideas igualmente razonables. Así, los conceptos metafísicos resultan in- conducentes a la hora de reorganizar la sociedad: la imposibilidad de recomponer la sociedad francesa después de la revolución es una prueba de ello. El fracaso de la especulación metafísica en la reorganización so- cial se presenta como una consecuencia de una deficiencia en la forma de conocimiento.22

Dicho esto, cabe preguntarnos: ¿en qué consiste exactamente el sistema general de conocimiento correspondiente al estado positivo?23 La filosofía positiva tiene como principal premisa que, para conocer, los seres humanos deben examinar hechos observables, para luego coordinarlos. Por “exa- minar hechos observables”, Comte se refiere a realizar observaciones empíricas: un análisis dinámico e histórico de los fenómenos. Por “coordinar” esas observaciones, hace referencia a la formulación de teorías que den un sentido a las observaciones y relacionen, explicándolos, diferentes hechos a través de las leyes naturales que los organizan (dejando de lado, en consecuencia, la búsqueda de las causas últimas de los fenómenos).24 En esa línea, entonces, la filosofía positiva representa para Comte una superación de los sistemas de ideas teológico y metafísico, ya que sus afirmaciones no parten de axiomas no contrastados con el mundo material, sino de observaciones empíricas.25 Esa diferencia, es lo que explica el fracaso de las ideas que inspiraron la Revolución Francesa a la hora de reorganizar la sociedad. Así, lo que en otros escritos denomina el “dogma de la libertad ilimitada de conciencia” –que postula la soberanía de cada razón individual sobre sí misma–, y el “dogma de la soberanía de los pue- blos” –la idea de que solo el pueblo debe ejercer el poder político–, ambas correspondientes al estado metafísico. Éstas se presentan como ideas eficientes a la hora de criticar el orden feudal y superar el estado teológico, pero ineficaces a la hora de reorganizar a la sociedad, al devenir en muchos casos en utopías político-sociales. Esto ocurre así, debido a que las mismas parten de la imaginación de los filósofos que las formulan, en general exaltando los deseos del pueblo sin conocer positivamente los medios para alcanzar los fines socialmente deseados.26 De este modo, el progresivo perfeccionamiento de los sistemas de conocimiento que empleamos para explicar los fenómenos del mundo está marcado por un paulatino abandono de la imaginación27 en pos de la observación y de una acumulación histórica de observaciones.28 Por este motivo, la filosofía positiva resulta una forma de pensamiento superadora del sistema de ideas metafísico, ya que permite arribar a una explicación más acorde a los propios fenómenos –entre los que se encuentran, como veremos más adelante, los fenómenos sociales– y, en consecuencia, a la constitución de un orden social superador.29

En resumen, la ley de los tres estados y la filosofía positiva, núcleos teóricos de la teoría comtiana, se presentan como nociones íntimamente relacionadas. La filosofía positiva y su relevancia en la historia de la huma- nidad emergen como consecuencia del despliegue de la ley de los tres estados. Se plasma, entonces, una visión de corte evolucionista de la historia, y fuertemente eurocéntrica de los saberes, lo cual, como ya hemos mencionado, es susceptible de intensas críticas.30 Pero, ¿qué es exac- tamente lo que sostiene y legitima la formulación de la ley de los tres estados y la eventual irrupción de la filosofía positiva como doctrina orgánica? En esta pregunta comenzamos a vislumbrar parte del problema que este trabajo intenta reconstruir.

2. La historia de las ciencias como sustento observacional de la ley de los tres estados

Hasta aquí, entonces, la formulación de los conceptos fundamentales de la obra de Comte no parece distanciarse de su propia lectura sobre la me- tafísica, la cual con tanto énfasis critica en su obra. Sin embargo, si avanzamos en la reconstrucción de las indicaciones que el propio Comte despliega en su Curso de Filosofía Positiva, veremos que esta acusación no resulta adecuada. Nuevamente su “ruptura” se da a través de la historicidad de la ciencia, que no puede ser sustentada más que desde un marco de análisis social.

Retomemos, entonces, las palabras del propio Comte respecto de los hechos que apuntalan su formulación de la ley de los tres estados y la filosofía positiva:

Para explicar convenientemente la verdadera naturaleza y el carácter propio de la filosofía positiva, es indispensable desde un principio, echar una mirada retrospectiva a la marcha progresiva del espíritu humano considerado en su conjunto, ya que cualquiera de nuestras especulaciones no puede ser bien comprendida más que a través de su historia. Así, al estudiar el desarrollo total de la inteligencia humana en sus diversas esferas de actividad, desde sus orígenes hasta nuestros días, creo haber descubierto una gran ley fun- damental.31

Y continúa más adelante:

Creo que es suficiente la simple enunciación de esta ley para que su exactitud sea inmediatamente verificada por todos aquellos que tienen un conocimiento profundo de la historia de las ciencias. Pues, no existe una sola ciencia que haya llegado al estado positivo, que pueda ser analizada en su pasado como compuesta esencialmente de abstraccionesmetafísicas, o bien remontándonos más en el tiempo, como dominada por especulaciones teológicas.32

Al recuperar estos párrafos del Curso de Filosofía Positiva, es posible comprender como la formulación de la ley de los tres estados y la afirmación de la inminente hegemonía de la filosofía positiva no provienen de una mera operación mental abstracta desanclada del mundo empírico, sino que se apoyan en un análisis histórico del desarrollo del conocimiento –lo que denomina específicamente como “una mirada retrospectiva a la marcha progresiva del espíritu humano.”33 De hecho, el Curso de Filosofía Positiva nos provee de una clasificación de las distintas ramas del conocimiento que luego sirve de prueba empírica34 para la explicitación de la ley de los tres estados y la afirmación de que la filosofía positiva debe ocupar el lugar del sistema de ideas hegemónico. Así, Comte indica que existen cinco grandes categorías de fenómenos: (i) astronómicos; (ii) físicos; (iii) químicos; (iv) fisiológicos; (v) sociales. El desarrollo del estudio de cada uno de ellos está basado en el conocimiento de las leyes que gobiernan los fenómenos precedentes.

Así, el orden en que se fueron desarrollando cada una de las disciplinas que se ocupan de los mismos está directamente relacionado con el grado de generalidad de cada uno de ellos. Sucede entonces que los fenómenos más generales, y por ende los más simples y más alejados del propio observador científico, son los primeros en ser estudiados con los métodos de la filosofía positiva, para dar lugar al desarrollo de las investigaciones de los fenómenos que le siguen en el nivel de particularidad, complejidad y cercanía al científico. Este es el encadenamiento racional–histórico entre los distintos fenómenos del mundo y las disciplinas que estudian sus leyes, y es la regla fundamental para la clasificación de las ciencias: un orden que va de lo general/simple/bruto (no organizado) a lo particular/complejo/vivo (organizado). De la física inorgánica a la física orgánica, y en última instancia, a la física social.35

En este sentido, Comte pone énfasis en que su clasificación de las ramas del saber (y los fenómenos que examinan) adquiere la forma de una exposición “dogmática” del desarrollo de la ciencia, ya que si se realiza una exposición “histórica”, resulta necesario también reconstruir el desarrollo de cada una de las disciplinas dando cuenta de sus descubrimientos en el mismo orden cronológico en que han sido adoptados. Este modo de exposición sólo es posible cuando se trata de disciplinas muy nuevas. En consecuencia, dado que todas se han desarrollado de modo más o menos simultáneo e influenciándose unas a otras, la mejor manera de exponer el desarrollo de la ciencia es a partir del encadenamiento lógico–histórico de sus descubrimientos.36

Así, al adentrarnos en la clasificación comtiana de las formas de cono- cimiento, aparece un recorrido invariable y necesario de las distintas ramas del saber hacia el estado positivo, lo que da cuenta de la inevitable hegemonía de la filosofía positiva. Apoyándose en estas observaciones respecto de la historia de las distintas ramas del conocimiento es que Comte formula su ley de los tres estados –todas las disciplinas pasan sucesivamente por los tres estados–, y a su vez, propone a la filosofía positiva como la próxima doctrina orgánica de la humanidad –todas las disciplinas tienden a alcanzar inevitablemente el estado positivo–.

Ahora bien, en este punto emerge también una pregunta inevitable respecto del método utilizado por Comte para justificar sus afirmaciones: ¿se trata de los mismos que utilizan los teólogos o filósofos metafísicos? Tal como indicábamos al principio de este apartado, Comte se propone efectuar un análisis histórico y extraer una ley del mismo para formular su teoría. Por lo tanto, apoya su formulación de la ley de los tres estados y apuesta por la inevitable hegemonía de la filosofía positiva aplicando los principios de esta filosofía al campo del conocimiento. De este modo, como veremos en el próximo apartado, la justificación del ingreso de la Sociología al “canon” científico se sostiene en las afirmaciones sociológicas de Comte respecto de la “marcha de la civilización”. Esto implica una auto–legitimación de la Sociología como disciplina científica relativamente autónoma, a partir de los conocimientos que elabora la misma Sociología: sus saberes son científicos ya que la Sociología se explica a sí misma en sus propios términos, en el marco de una explicación sociológica general de la civilización, la ciencia y su historia.

3. El ingreso auto–reflexivo de la sociología al “canon” de los saberes científicos

En relación con el criterio de clasificación de los distintos fenómenos y las diferentes ramas del conocimiento, podemos reconstruir la siguiente clasificación de las ciencias:37

  • -

    -Matemáticas (base fundamental de todas las ciencias)

  • -

    -Matemática abstracta o cálculo

  • -

    -Matemática concreta

  • -

    -Geometría general

  • -

    -Mecánica racional

  • -

    -Física inorgánica: Fenómenos no organizados (brutos/generales/ simples)

  • -

    -Fenómenos astronómicos (generales): Física celeste o astronomía

  • -

    -Fenómenos terrestres (particulares): Física terrestre

  • -

    -Cuerpos mecánicos: Física

  • -

    -Cuerpos químicos: Química

  • -

    -Fenómenos organizados (vivos/particulares/complejos)

  • -

    -Fenómenos individuales: Fisiología

  • -

    -Fenómenos de especie: Física social (Sociología)38

Como puede observarse, por su grado de complejidad y particularidad, tal como indicamos en el apartado anterior, los fenómenos sociales son los últimos en estudiarse a través del método positivo, y la disciplina que se ocupa de ellos es la física social o Sociología. En este punto, Comte intenta dar a la nueva ciencia de lo social una autonomía relativa como disciplina, ya que si bien los fenómenos sociales están fuertemente influenciados por los fenómenos fisiológicos (y en mucha menor medida, por los químicos, físicos y astronómicos), son de un orden distinto: la influencia de lo individual sobre lo social se ve profundamente afectada por la acción de una generación sobre la siguiente, y es precisamente esto lo que permite afirmar que los fenómenos colectivos son de manera histórica determinados, aspecto que los diferencia de los fisiológicos y no permite estudiarlos como un apéndice de estos, como ya hemos señalado sobre la crítica a un método homogéneo.39

La física social se encarga de estudiar las condiciones sociales que modifican la acción de las leyes fisiológicas, estableciendo cuáles son las leyes naturales que coordinan los fenómenos sociales.40 En este sentido, es importante destacar que Comte establece una suerte de continuidad entre lo social y el resto de los fenómenos, en tanto todos pueden ser estudiados como hechos coordinados por leyes naturales –leyes que existen independientemente de la “voluntad humana”.41 En palabras del propio Comte:

… se observa una laguna esencial relativa a los fenómenos sociales, los cuales, si bien quedan comprendidos implícitamente en los fenómenos fisiológicos, merecen bien por su importancia, bien por las dificultades propias de su estudio, formar una categoría distinta. Este último orden de especulaciones, que hace referencia a los fenómenos más particulares, a los más complicados y a los más dependientes del resto, ha debido por esto sólo, perfeccionarse más lentamente que todos los precedentes (…) es evidente que no han entrado todavía en el dominio de la filosofía positiva.42

Aquí, nuestros argumentos –y de alguna manera, los del propio Comte– nos devuelven al comienzo de este trabajo: la Sociología, a partir del “descubrimiento” de la ley de los tres estados, emerge como la disciplina que permite comprender el desarrollo de la civilización y, en ese mismo movimiento, auto–legitimar su ingreso al “canon” de los saberes científicos. La Sociología es consecuencia de la marcha de la historia de la civilización, y se legitima a sí misma como disciplina científica a partir de motivos netamente sociológicos: es decir, a través de la misma ley de los tres estados. Esto es posible en función de una “sociologización” de la historia de las ciencias, a partir de una aplicación de los principios de la filosofía positiva a un fenómeno como la producción de conocimiento.43 En este sentido, la “sociologización” de la teoría clásica del conocimiento y la consecuente clasificación positiva de las ciencias representan el núcleo “fundacional” de la Sociología.44 “Fundar” la disciplina implica para Comte ponerla a reflexionar sobre sí misma. Por ende, su existencia es posible en la aplicación de los principios de la filosofía positiva al estudio de la ciencia. Comte arriba, a través de un estudio sociológico de las formas de pen- samiento, a la conclusión de que la Sociología o física social es la próxima ciencia que debe consolidarse. Y esa afirmación está basada en una refle- xión netamente sociológica que aborda el conocimiento como un hecho social e histórico. Así, la “fundación” de la Sociología en Comte se realiza a partir de un argumento circular: la Sociología es una ciencia relativamente autónoma porque un estudio sociológico sobre la ciencia así lo indica.45

Sin embargo, aquí no concluye el asunto: esta operación teórica legitima a la Sociología como disciplina que reorganizará la sociedad, consolidando a la filosofía positiva como doctrina orgánica. Recordemos que, según Comte, la crisis que acucia a Francia y a Europa se vincula con una suerte de “anarquía intelectual”:

No será a los lectores de esta obra, a quienes pretenderé demostrar que las ideas gobiernan y perturban el mundo, o dicho de otra manera, que todo el mecanismo social reposa finalmente en las ideas. Los lectores saben que la ingente crisis política y moral de las sociedades actuales, se debe en última instancia a la anarquía intelectual (…) Mientras todas las mentes individuales no se adhieran, con un sentimiento unánime, a un cierto número de ideas generales, capaces de formar doctrina social común, es indudable que el estado de las naciones continuará siendo esencialmente revolucionario, a pesar de todos los paliativos políticos que puedan ser adoptados, los cuales no conseguirán sino instituciones provisionales.46

La “sociologización” de la historia del conocimiento permite dar a la Sociología aún más legitimidad. Nuevamente a partir de argumentos sociológicos, se demuestra que la consolidación de esta disciplina representa la consolidación de la filosofía positiva como sistema de cono- cimiento humano hegemónico y orgánico. De esa manera, se completa el despliegue de la marcha de la historia de la civilización hacia el estado positivo, tanto con la explicación de los fenómenos sociales de forma positiva, como con la emergencia de una doctrina orgánica que es también sociológica y, por ende, científica.

Tal cuestión se enlaza a la mirada que el autor propone sobre los sistemas generales de conocimiento. Éstos no se pueden desvincular de su finalidad práctica y temporal, de la cual asimismo los saberes científicos toman sus elementos experimentales más directos. La dimensión “tempo- ral” del análisis social sobre los saberes, si bien es posterior al plano espiritual, es fundamental para la comprensión de su teoría. Así como en la modernidad es indisociable el avance científico de la actividad industrial y del dominio de la naturaleza,47 el conjunto de ideas teológicas no puede desvincularse de las prácticas militares de conquista y dominio de los hombres entre sí. Justamente, uno de los problemas irresolubles del estado metafísico es su actividad eminentemente utópica y “disolutoria,”48 lo cual no permite una organización duradera de la sociedad.

Por lo tanto, cabe preguntarnos en consonancia con lo explicitado previamente: ¿en qué radica la relación entre una doctrina orgánica y un tipo de actividad temporal? Respecto de la modernidad, no sólo se trata del lazo palpable que une al mayor conocimiento sobre el mundo natural y sus desarrollos técnicos con el crecimiento de la industria, posibilitando una sociedad pacificada con mayor “bienestar material” para sus individuos (ya que la actividad industrial es eminentemente pacífica).49 Aquello que más le importa al autor es la capacidad que tiene una doctrina orgánica para “coordinar” las acciones individuales en una “acción general y combinada”.50 Y en ese sentido, únicamente la filosofía positiva, con su “coronación” final sociológica, es el conjunto de ideas que permite reemplazar la doctrina orgánica teológica, dirigiendo hacia una misma actividad a las conciencias particulares, a saber: la industria.51

La filosofía positiva debe, por tanto, volverse hegemónica para establecer un lazo orgánico en la sociedad moderna, que además articula una serie de jerarquías perdidas en el estado metafísico. La primacía de los saberes científicos sustenta, entonces también, las nuevas jerarquías sociales. Esta imagen conservadora del mundo, de un nuevo tipo de comunidad moral, que anuda “orden y progreso” (en esa secuencia lógica y temporal) se desparrama por el “cuerpo social” de diversos modos.52 Allí donde es aceptada rápidamente, en el grupo de los directores de los trabajos indus- triales, le corresponde el poder temporal del nuevo estado social. Para el resto de la sociedad, compuesta por lo que podríamos denominar como “masa industrial” (iletrada de saberes científicos), la filosofía positiva requiere para su aceptación o bien de una educación positiva53 –una de las funciones del Curso– o de la actividad artística, que utiliza sus medios “no racionales” para legitimar a la doctrina orgánica.54

Sin embargo, la pregunta sobre la relación entre doctrina y actividad temporal no queda resuelta con estas indicaciones. En realidad, y ese es el último paso del movimiento de Comte, el punto clave que sustenta a la filosofía positiva como doctrina orgánica es la auto–comprensión social, “sociologizante”, de la ley de los tres estados, en tanto ley del desarrollo del espíritu humano. La aceptación de las determinaciones sociales invariables, explicadas por la propia Sociología, habilita el progreso continuado de la humanidad, ya sin sobresaltos críticos ni violencia. Por lo tanto, la “fundación” de la Sociología hace posible a la vez tanto la “re– fundación” de la ciencia como del organismo social moderno. Esto legitima a tales saberes sobre lo social como científicos al ser también decisivos para el “destino” de la humanidad.55

4. Recapitulando el legado “maldito” de Comte: la auto-legitimación reflexiva de la sociología

En lo desarrollado anteriormente, hemos destacado una faceta no tan trabajada y reconocida del “legado” de Comte para la Sociología: su auto-legitimación reflexiva. Pero, antes de recapitularla, debemos realizar una aclaración que se ha delineado subrepticiamente: la denominación del legado como “maldito”. Esto se debe a una serie de razones. La primera de ellas es el hecho de que el autor ha sido vilipendiado por diversos motivos a lo largo de la historia de la Sociología. Sin embargo, no ha sido el objetivo del trabajo sopesar la justificación o no de esas críticas, como ya se ha hecho en otras lecturas mencionadas anteriormente. La segunda, más importante para nosotros, se encadena con una larga tradición de la cultura moderna: la de haber dejado a sus sucesores una cuestión persistente que se presenta a la vez como un problema y una exigencia. Ser un autor “maldito” y legar una “maldición” lejos está de significar su irrelevancia o tener una connotación negativa.56 Se trata más bien de un tipo de legado irritante, siendo muchas veces negado, pero que tiene efectos perceptibles: resulta decisivo para una época; y, en nuestra consideración para el caso de Comte, lo es pa- ra la Sociología que llega a nuestros días. Esta dualidad de la “maldición” comtiana implica para la Sociología una productividad que puede ser entendida tanto como una “carga” para la disciplina, así también como una exigencia para su avance y su fortalecimiento teórico y epistemológico. A nuestro entender, esta “maldición” encuentra su explicación en las características particulares que marcan la “fundación” de la Sociología. Podemos consignar tres cualidades centrales al respecto.

La primera se refiere al carácter auto–reflexivo de la disciplina. Todavía no considerada ciencia para el momento en que Comte escribió sus trabajos, y estando aún hoy en disputa su estatuto científico, la Sociología para darse por “fundada” reflexiona sobre sí misma, en especial en su dimensión epistemológica o gnoseológica. Pero el salto de Comte va más lejos. La Sociología (o la física social) no pretende incluirse en un “canon científico” de saberes ya constituido sin más. No busca sólo de manera “estratégica” alcanzar reflexivamente unos estándares epistemológicos o metodológicos ya existentes, para ser reconocida como una ciencia entre otras. Por el contrario, propone una legitimación de su ingreso al campo científico estrictamente sociológica. Para ello, en el mismo momento que presenta una serie de elaboraciones sociológicas que se denominan a sí mismas científicas, realiza una re–lectura de la ciencia desde sus propias categorías. Son los mismos argumentos sociológicos los que tienen que dar cuenta de la ciencia en general, y a su vez, auto–reflexivamente comprenderse a sí mismos. Esto ocurre, como hemos visto a través de la historización de la ciencia, que en la modalidad del autor implica una “sociologización” de la Sociología y una “sociologización” del conocimiento en general, lo cual se incluye en una mirada sociológica de la civilización.

La segunda de las cualidades de su legado se desprende de la anterior. La “fundación” auto–reflexiva resulta también una auto–legitimación. La legitimidad de la Sociología como ciencia se sustenta no sólo en su rigor metodológico y sus precisiones teóricas y empíricas, sino también en su capacidad interpretativa de la ciencia y la filosofía de la ciencia desde argumentos específicamente sociológicos. Por ejemplo, a partir de la ley de los tres estados y de la jerarquía de las ciencias que va de lo simple a lo complejo. Aquí se observa la “circularidad” que impregna a la perspectiva de Comte, ya que justifica la “fundación” de la Sociología con los propios argumentos sociológicos, los cuales dan cuenta de la emergencia y características de la propia Sociología. La Sociología se explica a sí misma, explicando a la ciencia sociológicamente y, de esta manera, legitima su cientificidad. El gesto de Comte es sumamente demostrativo, tanto por lo manifiesto que resulta en sus obras, como por darse en un mismo movimiento “fundacional”, volviendo a estos elementos inseparables. Es cierto que el autor analiza la historia en una clave evolucionista, lo cual plasma una figura lineal, aunque de movimientos sinuosos. No obstante, esto no debe confundirse con la “circularidad” de la auto–reflexión y auto– legitimación de la Sociología como ciencia que indicamos recién. Las dos figuras se presentan en niveles distintos, ya que una no implica a la otra, como la historia de la Sociología misma señala: bien puede abandonarse el evolucionismo sin por ello dejar de lado la “circularidad”, o viceversa.

Por último, nos encontramos con la cualidad más polémica de su legado. En Comte, la auto–legitimación reflexiva de la Sociología no queda cerce- nada a la ciencia, sino que se expande a toda la humanidad. El destino de la Sociología (su “fundación”, su proyecto explicativo de las otras ciencias, etc.) se presenta unido al destino de la humanidad. Esto ocurre porque la doctrina orgánica de la sociedad positiva, aquella que da “orden y progreso” pacífico y pleno de bienestar, no es otra que la comprensión, aceptación y aceleración de la ley que rige a la sociedad. Esa comprensión positiva de la sociedad, el trabajo “espiritual” que está por encima del “temporal”, recae sobre la misma Sociología, ya que ésta estudia justamente las regularidades sociales. La sociedad moderna para entrar finalmente en el estado positivo debe emular la operación “fundacional” de Comte: para “fundar” un orden nuevo (en vez de una disciplina nueva) la sociedad debe comprenderse a sí misma, a través del conocimiento sociológico, que es el auto–cono- cimiento, la auto–conciencia, de la sociedad sobre sí. Los ciudadanos positivos en un largo plazo son sociólogos, aunque de modo menos elaborado, ya que para “fundar” un orden y seguir progresando deben comprender las leyes sociales inflexibles que los determinan. Por lo cual, la legitimidad del “orden nuevo” positivo está dado también por los argumentos sociológicos, que conforman la auto–reflexión de la sociedad sobre sí.

5. Conclusiones: la vigencia del legado “maldito”

Para concluir haremos unas referencias a la vigencia del legado “maldito” de Comte en la actualidad de la Sociología. Si bien no es el objetivo de este escrito, y requeriría de un desarrollo específico en otra elaboración, esta vigencia no sólo releva su importancia y continuidad. Justamente, es desde las propuestas de la Sociología contemporánea que se vuelve más inteligible el legado “maldito” que señalamos aquí, ya que éstas realizan de modo patente ejercicios de auto–reflexión y auto–legitimación de la disciplina, aunque no por ello reivindican la procedencia comtiana de esas operaciones.

Brevemente podemos señalar esta cuestión en cuatro perspectivas muy célebres de la teoría sociológica contemporánea, las cuales son muy críticas del positivismo. La primera de ellas es la de Anthony Giddens.57 Su recuperación de la centralidad de la agencia y de las “Sociologías interpretativas” del siglo XX (la fenomenología social, la hermenéutica, el interaccionismo simbólico, etc.) supone una relectura reflexiva desde la sociológica a la ciencia y sus agencias en sus análisis de los “sistemas expertos” (por ejemplo, en los riesgos e incertidumbres de la intervención cada vez más reflexiva de la naturaleza y la sociedad). Específicamente, para la Sociología, el concepto de “doble hermenéutica” traza la circularidad entre las elaboraciones de las ciencias sociales y el saber lego que signa a las sociedades modernas, volviéndolas más reflexivas, pero, lejos de Comte, no por ello conduciendo hacia un “orden y progreso” previsible.

En segundo lugar, en el caso de Pierre Bourdieu,58 su concepto de “objetivar la objetivación” muestra de modo contundente el carácter reflexivo y “circular” que la Sociología tiene, lo cual la distingue y legitima. Se trata de comprender con categorías sociológicas tanto las prácticas sociológicas como científicas en general, a partir de su vínculo con su objeto de estudio, el cual está mediado por las posiciones en un campo, los habitus que se portan según clase social y las relaciones de dominación de la sociedad en general que están en juego allí. Desde esa reflexividad el autor considera la posibilidad de criticar los mecanismos de dominación social, lo cual permitiría aunarse con prácticas emancipatorias. Esto es factible si la Sociología interviene en la sociedad desde sus propias lógicas y argumentos. Pero, esto no pretende “fundar” un nuevo orden, sino criticar y combatir la dominación existente.

En tercera instancia, la perspectiva de Niklas Luhmann59 enfatiza la necesidad de la Sociología de ser auto–lógica: aplicar a sí misma sus propios programas, distinciones, código, etc. La Sociología como “observadora de segundo orden”, que observa las observaciones de otros sistemas sociales, se legitima en sus propios términos en cuanto elabora una mirada específica “en el mundo” y no fuera de éste. En este marco, la disciplina se ve empujada a una auto–reflexión cada vez más intensa. Sin embargo, la pretensión crítica y menos aún la ambición de “fundar” un orden social nuevo son descartadas como objetivos de la Sociología, que se mueve en las particularidades de su clausura funcional comunicativa.

Por último, Jürgen Habermas60 pretende recuperar con su “acción comunicativa” el proyecto de la Ilustración, basado en la posibilidad de una auto –conciencia de los saberes, una auto-determinación de las normas y una auto–realización de las identidades individuales. Su propuesta supone una articulación de estos tres niveles, sin que uno prime sobre los otros, la cual permite evitar su colonización por parte de las lógicas sistémicas de la reproducción material –lo que en términos de Comte se encuentra representado por la industria–. Sin tener intereses inmediatos, la Sociología está incluida en la actividad comunicativa dirigida a alcanzar consensos a través de criterios universales, por lo cual posee un potencial crítico y reflexivo sobre sí misma, sobre las otras ciencias (sobre todo atenta a la preponderancia de sus interés prácticos vinculados a la técnica) y sobre la sociedad en general.

En este muy escueto apuntalamiento, se puede observar en la Sociología contemporánea los trazos del legado comtiano y las múltiples variantes del mismo. Vemos, entonces, un último eslabón de la “maldición” de tal legado. Cada una de estas perspectivas, por su carácter “circular” reflexivo y auto- legitimante, está obligada a “refundar” a la Sociología con cada innovación teórica de peso, al “sociologizar” a la propia Sociología y a la ciencia, y con ello repensar la relación entre Sociología y sociedad. Requiere, a partir de su nuevo foco, brindar una nueva explicación sobre la Sociología misma y sobre la ciencia. Por lo tanto, cada nuevo esfuerzo teórico es muy proclive a sostener (explícita o implícitamente) un gesto “auto–fundacional”, el cual pretende cerrar el círculo: dar cuenta de “una vez por todas” la relación entre ciencia y Sociología. Esto, como ya señalábamos sobre la “maldición”, puede ser leído como un defecto de la Sociología. Por nuestra parte, sin embargo, consideramos que es uno de sus elementos más atractivos, ya que implica una constante creatividad y un esfuerzo de elaboración teórica y epistemológica que es sumamente productivo.

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Doctorante en Ciencias Sociales por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Profesor Titular y adjunto de asignaturas de grado y maestría en la Universidad del Salvador, Buenos Aires. Jefe de trabajos prácticos en la carrera de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

Licenciado en Sociología por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Maestrante en Investigación en Ciencias Sociales en la misma insti- tución. Becario doctoral inicial por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica en el Instituto de Investigaciones Gino Germano. Ayudante de Primera Interino en la carrera de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

Emilio Lamo de Espinosa distingue entre pioneros, como Montesquieu, y fundadores de la Sociología. Estos últimos: “escriben a comienzos o mediados del XIX y cuya figura más representativa es, sin duda, la de Augusto Comte, que inventara en 1824 el término ‘Sociología’ para sustituir el de ¿física social¿” (Lamo de Espinosa, Emilio (2001), “Sociología del siglo XX”, REIS, Madrid, octubre-diciembre, s/pp, p. 30. Negritas del autor). Asimismo, además de la discusión con su maestro Saint-Simon, Comte retoma y debate a una gran variedad de autores, de los cuales pretende distinguirse como “verdadero” sociólogo. Respecto de John Stuart Mill, con quien Comte mantuvo un intenso intercambio, nos referiremos más adelante. Cabe mencionar aquí a algunos otros: Francis Bacon y René Descartes (sobre la ruptura con la teología y la metafísica) Immanuel Kant (sobre la ciencia, la historia, la paz y el cosmopolitismo); Nicolas Condorcet y Montesquieu (acerca de la política y la historia, a quienes reconoce el esfuerzo científico, pero les critica la falta de sistematicidad y rigurosidad en los hechos); los enciclopedistas (sobre las clasificaciones del conocimiento); los estadísticos (rechazando sus análisis puramente matemáticos de los fenómenos sociales); la economía política inglesa y escocesa (sobre la división del trabajo y la población); Jean-Jacques Rousseau (al cual considera un teólogo y metafísico del “pecado original” de la degradación de la especie humana); entre otros (Kremer-Marietti, Angèle (1970), Auguste Comte et. al science politique. En. A. Comte, Plan des travaux scientifiques nécessaires pour réorganiser la société, Les Éditions Aubier-Montaigne, París, 5-48; Heilbron, Johan (1990), “Aguste Comte and Modern Epis- temology”, Sociological Theory, 8, 2, pp. 153-162).

Ya el mismo Émile Durkheim, aunque valorando su empresa fundacional de la disciplina, le realiza a la propuesta teórica de Comte críticas “bien cargadas”. Por ejemplo: “En resumen: Comte ha tomado por desarrollo histórico la noción que tenía de él, y que no difiere mucho de la concepción del vulgo” (Durkheim, Émile (1997) [1895], Las reglas del método sociológico, Akal, Madrid, 156, p. 49). En la misma línea, Mill indica: “El Sr. Comte, en el fondo, se mostró menos solícito con la presentación de pruebas de lo que le corresponde a un filósofo positivo” (Mill, John Stuart (1961) [1865], Auguste Comte and positivism, University of Michigan Press, Ann Arbor, 224, p. 59. Original en inglés. La traducción es nuestra).

Comte, Auguste (1929) [1851-1854], Système de politique positive ou Traité de sociologie instituant la religion de l’Humanité, Au Siège de la Société Positiviste, París, p. 832.

Como indica Annie Petit, la división entre obra temprana y tardía está signada por el intento de Comte por institucionalizar la Sociología e intervenir públicamente a través de la “Sociedad positiva”. De ahí, su ruptura con uno de sus discípulos principales, Littré (Petit, Annie (1992), Comte et Littré: les débats autour de la sociologie positiviste. En: Lécuyer, Bernard-Pierre, Les débuts des sciences de l’homme, Ed. du Seuil, París, pp. 15- 37). El actual acercamiento a la obra tardía conduce a distintos tipos de interpretaciones. Por un lado, existe el señalamiento de una antropología que surge desde la perspectiva de Comte en la cual se sintetizan los dos métodos: el objetivo –la primacía del mundo sobre el hombre– y el subjetivo –la primacía del hombre sobre el mundo– (Kremer- Marietti, Angèle (1998), “Auguste Comte et l’éthique de l’avenir”, Revue Internationale de Philosophie, Paris, 1, pp. 157 -177; Kremer-Marietti, Angèle (1981), Le projet anthropologique d’Aguste Comte, L’Harmattan, Paris, p. 104). Por el otro, se explora la relación entre intervención práctica-política de la Sociología como “política de la ciencia” y su relación con la religión y la opinión pública (Grange, Juliette (1996), La philosophie d’Auguste Comte: Science, politique, religion, Presses universitaires de France, Paris, pp. 446; Cavazzini, Andrea (2001), “Efficacité populaire du positivisme”, Cahiers du GRM, Toulouse, s/pp.). Esta línea de interpretación resalta una teoría republicana de la política en Comte (Lacerda, Gustavo Biscaia de (2010). O momento comtiano: república e politica no pensamento de Augusto Comte. Tesis de doctorado, Universidade Federal de Santa Catarina, Centro de Filosofía e Ciências Humanas, Programa de Pós-Graduação em Sociologia Política).

Goberna Falque, Juan Ramón (2012), La amarga epopeya. Una biografía intelectual de Auguste Comte. En: A. Comte, Física Social, Akal, Madrid, pp. 5-138.

Comte, Auguste (1981) [1830], Curso de filosofía positiva. Primera y segunda lecciones, Aguilar, Buenos Aires, p. 112.

Comte, Auguste, (2012) [1839-1842], Física social, Akal, Madrid, 1296 pp.

En otras traducciones al español es denominada “ley de filiación” o “ley de la evolución” (Goberna Falque, (2012), op. cit.).

De aquí en adelante vamos a entrecomillar el concepto de fundación en este trabajo. El motivo de esta cuestión es, como bien señala Eliseo Verón, que los “textos de fundación” sólo resultan ser tales en un análisis retrospectivo vinculado a las modalidades de circu- lación y constitución de un espacio académico determinado. Por más que en el caso de Comte su pretensión de “fundación” es explícita, no podemos atribuir a los textos vinculados a ella ningún “origen prístino” ni ninguna “esencia fundacional”. No es objeto de esta elaboración dar cuenta de los procesos institucionales, disputas y múltiples interpretaciones que dieron lugar al reconocimiento de sus obras como “fundacionales”. Nos interesa aquí dar cuenta de las consecuencias teóricas, que perviven hasta nuestros tiempos, de la forma en que se efectúa tal esfuerzo “fundacional” (Verón, Eliseo (1998) [1975], Fundaciones. En: E. Verón, La semiosis social. Fragmentos de una teoría de la discursividad, Gedisa, Barcelona, pp. 13-87).

Karsenti, Bruno (2006), Politique de l’esprit: Auguste Comte et la naissance de la science sociale, Hermann, Paris, p. 216.

Mike Gane indica la intención primordial de Comte de formular una explicación de la “crisis moderna” y así darle una solución. De esta manera: “como parte de ese gran proyecto, fundó la Sociología, esto es, la concibió como la base científica para reflexiones filosóficas y políticas que pudiesen proveer la doctrina de un nuevo poder político” (Gane, Mike (2006) Auguste Comte, Routledge, Londres, 176, p. 1. Original en inglés. La traducción es nuestra). Mary Pickering, por su parte, sostiene una hipótesis similar (Pickering, Mary (2003). Auguste Comte. En: Ritzer, George. (ed.), The Blackwell Companion to Major Classical Social Theorists, Blackwell Publishing, Oxford, pp. 13-40).

En este punto, es necesario aclarar la diferencia entre “filosofía positiva” y “física social” o “Sociología”, términos que por momentos Comte utiliza de forma aparentemente indistinta a lo largo de sus trabajos, pero que refieren a cosas distintas. Cuando se refiere a la “filosofía positiva”, Comte hace referencia a una forma general de conocimiento humano fundamentada en la observación y que puede ser común a todas las disciplinas, más allá de su método particular. Por física social o Sociología, en cambio, se refiere a un espacio de saber con un método específico cuyo objeto de estudio es la sociedad (Heilbron (1990), op. cit., Grange, Juliette (2002), “Lire Auguste Comte aujourd’hui, ‘Entre Science et société”’, Bulletin de la Sabix, 30, s/pp.). Como veremos más adelante, esta indistinción no es casual, sino que se vincula a la “circularidad” de la Sociología.

De acuerdo con Comte, la industria, el arte, la filosofía y la ciencia son los elementos que componen la civilización como un todo orgánico: “Debemos concebir el sistema total de los trabajos humanos como si estuviera dispuesto en una gran serie lineal, que desde entonces incluya desde las más mínimas operaciones materiales hasta las más sub- limes especulaciones estéticas, científicas, o filosóficas” (Comte (2012), op. cit., p. 851).

Comte (1981), op. cit., p. 30.

Scharff, Robert C. (1995), Comte after positivism, Cambridge University Press, Cam- bridge, p. 248. Así también lo entiende Michel Bourdeau, quien remarca la continuidad en Comte entre la ciencia (u otras formas de conocimiento) y el “sentido común, motivo por el cual no es posible encontrar en su obra conceptos equivalentes a los de “ruptura epistemológica” o “inconmensurabilidad” (Bourdeau, Michel (2004), “L’idée de point de vue sociologique”, Cahiers internationaux de sociologie, 1, 225-238, p. 7).

Scharff propone que, en función de estas ideas y en directa confrontación con Mill, Comte rechaza la concepción de un método común para todas las disciplinas, ya que una caracterización de la filosofía positiva que incorpore esa uniformidad metodológica transforma a la ciencia en una entidad abstracta como la razón o la naturaleza, características del estado metafísico. (Scharff, Robert C. (1995), op. cit.). Así también lo entienden Heilbron y Bourdeau, que remarcan claramente las diferencias con el empirismo y el positivismo lógico en general, perspectivas para las que es posible la existencia de un método para todas las disciplinas (Heilbron (1990), op. cit.; Bourdeau, Michel (2004), op. cit.)

Scharff, Robert C. (1995), op. cit. , 248, p. 83.

Kremer-Marietti sostiene que a través de esa lógica, pueden comprenderse transformaciones sustanciales en cada uno de los sub-estados: en el fetichista prevalece la sensibilidad, en el politeísta las imágenes y en monoteísta los signos (Kremer-Marietti, Angèle (1998), op. cit.).

Scharff, Robert C. (1995), op. cit., 248, p. 86.

Las utopías formuladas a partir del conocimiento del estado metafísico son caracterizadas por Comte en, al menos, dos trabajos (Comte, Auguste (1977) [1819], División general entre las opiniones y los deseos. En: A. Comte, Primeros ensayos, Fondo de Cultura Económica, México, pp. 7-12; y Comte, Auguste (2000) [1822], Plan de trabajos científicos necesarios para reorganizar a la sociedad, Tecnos, Madrid, p. 135).

Thompson, Kenneth (1988), Augusto Comte. Los fundamentos de la Sociología, Fondo de Cultura Económica, México, p. 336.

Scharff, Robert C. (1995), op. cit., 248, p. 86.

Respecto de cuál debe ser exactamente el modo en que los hombres pueden influir en el despliegue de la ley de los tres estados y en la consolidación del estado positivo garantizando un nuevo orden social, Comte antes del Curso… había dedicado una serie de escritos específicos (Comte, Auguste (1977) [1819], op. cit.; y Comte, Auguste (2000) [1822], op. cit.) que, debido a los objetivos que orientan este trabajo, no abordaremos aquí, aunque sí haremos referencia al modo en que la Sociología se relaciona con ese fin. Tal como aclara Kremer-Marietti, Comte cambia del dominio del estudio histórico-político al histórico-social, cuando se desplaza desde estos primeros textos al Curso… (Kremer-Marietti, Angèle (1970), op. cit.).

En este sentido, la filosofía positiva se presenta para Comte como una forma de conocimiento de carácter fuertemente relativo: “Todo estudio de la naturaleza íntima de los seres, de sus causas primeras y finales, etc., debe ser siempre, evidentemente, absoluto, mientras que toda búsqueda de las simples leyes de los fenómenos resulta eminentemente relativa” (Comte (2012), op. cit., p. 278). Este relativismo implica la preponderancia del punto de vista social: todo debe estar relacionado y adaptado al “estado de la civilización” (Bourdeau, Michel (2004), op. cit.)

En relación con la observación de hechos y la formulación de leyes, vale aclarar que, tal como lo indica Norbert Elias, Comte no propone que el trabajo científico consista simplemente en una operación inductiva basada en realizar observaciones y construir sobre su base, en forma posterior, teorías generales: “La constante interrelación de estas dos operaciones mentales, de la teorética sintetizadora y de la empírica orientada a lo concreto, se cuenta entre las tesis fundamentales de Comte (…) no creía que fuese posible operar en el trabajo científico de un modo puramente inductivo, es decir, partir de la observación de hechos singulares y elaborar desde tales observaciones indivi- dualizadas puras teorías de síntesis como algo posterior” (Elias, Norbert (1982) [1970], Sociología Fundamental, Gedisa, Barcelona, 213, p. 39).

Comte (1977), op. cit.; Comte (2000), op. cit.

Es importante destacar que, a pesar de este “abandono paulatino” de la imaginación, la misma cumple una función importante en el desarrollo de la inteligencia humana, ya que sirve para canalizar el impulso irrefrenable de la humanidad de intentar explicar los fenómenos del mundo, dando lugar a la transformación de las formas de conocimiento (Comte (1981), op. cit.).

En relación con este punto, Elias sugiere que a partir de la idea de que existe un vínculo entre las formas pre-científicas de conocimiento y las científicas, Comte toma como sujeto del conocimiento a la sociedad humana en lugar de al hombre individual, inaugurando una Sociología de la ciencia en oposición a una teoría filosófica de la misma: “El proceder de las personas individuales en el pensar, el conocer y en el trabajo científico se apoya en lo logrado por las generaciones anteriores. Para entender y explicar cómo proceden las personas en estas actividades, por tanto, hay que investigar este prolongado proceso social de desarrollo del pensamiento y el saber” (Elias (1982), op. cit., p. 43). Por otro lado, de estas ideas Scharff recupera una perspectiva histórico-crítica de las formas de conocimiento para una visión post-positivista de la ciencia, mientras que Heilbron sugiere la idea de una “epistemología historicista” (Scharff, Robert C. (1995), op. cit.; Heilbron (1990), op. cit.)

Con respecto a este punto, indica Miguel Ángel Forte: “Se trata en definitiva, de una filosofía orgánica pues tiene por objeto la unificación del pensamiento y como consecuencia el retorno a la armonía social, al tiempo que es una filosofía relativa por ser obra del hombre y está destinada a satisfacer sus necesidades teóricas, morales y sociales” (Forte, Miguel Ángel (1998) Sociología, sociedad y política en Auguste Comte, Eudeba, Buenos Aires, 155, p. 73).

Vale aclarar, lo cual se desarrollará más adelante, que no se debe confundir el evolucionismo de la perspectiva comtiana sobre la historia con el carácter circular que se observa en su mirada entre la Sociología y la ciencia. En su caso, como veremos luego, a diferencia de otros autores, tal circularidad se legitima en el carácter evolutivo del conocimiento humano y de la sociedad en general, pero son dos niveles de análisis distintos. En relación con su impronta eurocéntrica, Petit es muy contundente al respecto, destacando el vínculo entre evolución, la distinción entre pueblos más avanzados y menos avanzados y su eurocentrismo: “Su objeto es la humanidad, de todos los tiempos y de todos los países: si bien él restringe la ‘exploración histórica’ a las ‘naciones europeas’ y mismo a ‘los pueblos de Europa Occidental’, Comte afirma en efecto que el modelo de estudio de ‘las poblaciones más avanzadas’ permite una mejor aproximación de la Sociología a todas las otras poblaciones” (Petit, Annie (1992), op. cit., p. 20. La traducción es nuestra).

Comte (1981), op. cit., p. 34.

Ibid., p. 37.

Ibid., p. 34.

Es importante mencionar que, a los fines de este trabajo, nos interesa recuperar el modo en que los argumentos del autor se entrelazan con lo que considera “pruebas empíricas”, más allá de si éstas resultan satisfactorias a la luz de otros criterios que, como hemos mencionado, las consideran insuficientes o inexistentes (nos referimos a las críticas de Durkheim y Mill mencionadas anteriormente, que invalidan lo que Comte presenta como pruebas de sus tesis).

Por lo tanto, en la perspectiva de Comte: “Las ciencias que se constituyeron en un principio han servido de base o han prestado parte de sus conocimientos para la conformación de las nuevas ciencias, de modo que esa relación de dependencia le permite ubicar a cada una de ellas dentro de una escala jerárquica” (Paredes, Gustavo, Castellanos, Claret (2011), “La filosofía de la historia y la evolución del conocimiento en Auguste Comte”, ACADEMIA, Trujillo, julio-diciembre, s/pp, p. 19).

Comte (1981), op. cit. Justamente, Scharff considera que la centralidad de esta clasificación dogmática invisibilizó en lecturas posteriores la perspectiva historicista de Comte (Scharff, Robert C. (1995), op. cit.).

Comte (1981), op. cit.

Esta clasificación asume un grado de complejidad muy alto a lo largo del Curso de Filosofía Positiva. Un resumen del mismo se encuentra en el cuadro que corresponde al curso oral dictado en 72 lecciones (Ibidem. El cuadro se encuentra al final de la edición en una página doble desplegable).

En este sentido, para Comte la particularidad disciplinaria de la Sociología está dada por su consideración de “la influencia gradual y continua, unas sobre otras, de las generaciones humanas” (Comte (2012), op. cit., p. 360).

Como afirma Kremer-Marietti este análisis de los hechos generales históricos implica un distanciamiento de los estudios de los annales, circunscriptos a hechos particulares. Este alejamiento supone situar lo particular en una visión de conjunto (Kremer- Marietti (1970), op. cit., p. 27).

Anthony Giddens indica que esta relación jerárquica entre ciencias es tanto analítica como histórica (vinculada a la ley de los tres estadios). Respecto de la analítica, afirma: “cada ciencia particular dependía lógicamente de las que tenía debajo en la jerarquía, pero al mismo tiempo trataba con un naciente orden de propiedades que no podían ser reducidas a aquellas que analizaban las demás ciencias” (Giddens, Anthony (1997a), Comte, Popper y el positivismo. En: A. Giddens, Política, Sociología y teoría social. Reflexiones sobre el pensamiento social clásico y contemporáneo, Paidós, Barcelona, 151-214, p. 155).

Comte (1981), op. cit., p. 47.

Una vez más Elias sostiene de manera categórica: “La transición de una teoría filosófica del conocimiento y de la ciencia a una Sociología, operada por Comte, se manifiesta, por consiguiente, en principio en el hecho de que no tomó como ¿sujeto¿ del conocimiento al hombre individual, sino a la sociedad humana” (Elias (1982), op. cit., p. 48. Negritas del autor). Estas ideas luego son complejizadas por él mismo a través de una perspectiva que entrelaza símbolos, conocimiento, lenguaje y evolución en un mismo enfoque: “El lenguaje es, como ya se vio, uno de los eslabones perdidos entre naturaleza y sociedad o cultura. El conocimiento, íntimamente vinculado a la comunicación lingüística, es otro ejemplo de este género. Las teorías del conocimiento están elaboradas tradicionalmente sin tener en cuenta los aspectos físicos del conocimiento en la forma de las pautas sonoras de un idioma y las imágenes mnemotécnicas cerebrales, ni la regularización social de las pautas sonoras que las permite actuar como símbolos de objetos específicos de comunicación, o, dicho de otro modo, como conceptos” (Elias, Norbert (1994), Teoría del símbolo. Un ensayo de antropología cultural, Península, Madrid, 218, p. 139).

Aquí se comprende la indistinción de Comte antes mencionada entre Sociología y filosofía positiva. Tanto en el seminal trabajo de Jean Lacroix (Lacroix, Jean (1961), La sociologie d’Auguste Comte, Presses Universitaires de France, Paris, 114) como en la perspectiva de Bourdeau (Bourdeau (2004), op. cit.) se señala la doble tarea que le impone Comte a la Sociología: no es sólo una ciencia entre otras, que se dedica a los hechos sociales, sino también la sistematización final del conocimiento científico. Así, la Sociología absorbe a la filosofía dentro de sí misma, a partir de un “imperialismo sociológico” (Bourdeau, 2004, op. cit., p. 4).

Como lo aclara ajustadamente Leszek Kolakowski: “más aún, la ciencia es ella misma un fenómeno social y sus contenidos dependen de las condiciones históricas en que han sido formulados” (Kolakowski, Leszek (1981), La filosofía positiva: ciencia y filosofía, Cátedra, Madrid, 262, p. 78).

Comte (1981), op. cit., p. 66.

Grange aclara que para el autor la relación moderna entre teoría y práctica, y entre investigación científica y ciudadanía, se enmarca en particular por los vínculos entre ciencia e industria (Grange (2002), op. cit.).

Pickering indica que el hecho de que los “actores” claves del estado metafísico son los filósofos metafísicos y los abogados da cuenta de que la actividad característica de dicho estado oscila entre la elaboración de utopías sociales y la disolución de las instituciones teológicas (Pickering, Mary (2003), op. cit.).

Grange señala que para Comte si se abandonan los intereses nacionales, en pos de un interés humano científico e industrial (en principio europeo, pero luego universal), se deja de lado también la guerra (Grange (2002), op. cit., p. 9). En esa dirección, debemos recalcar el doble juego implicado en la importancia de la especie humana: tanto como objeto de estudio y como sujeto de la sociedad futura pacífica.

Comte (2000), op. cit., p. 90. Es aquí donde, desde otras lecturas, se ha enfatizado la importancia de la acción humana a partir del método subjetivo en las últimas obras de Comte, lo cual no trabajaremos en este artículo y queda pendiente para un futuro análisis.

Las palabras de Alberto Fernández al respecto resultan contundentes: “La construcción de una nueva organicidad requiere en primer lugar, una articulación entre el nuevo sistema productivo, el sistema industrial, y el sistema de ideas, que Comte expresa como la necesidad de que las conciencias individuales adhieran a un conjunto de ideas comunes” (Fenández, Alberto (2008) “El primer Positivismo. Algunas consideraciones sobre el pensamiento social en Saint-Simon y Comte”, Conflicto Social, Instituto de Investigaciones Gino Germani, noviembre, Buenos Aires, s/pp., p. 9).

Sobre esta cuestión en Comte, Robert Nisbet indica: “Rara vez se ha bosquejado la utopía con más devoción por la jerarquía, la pertenencia, el deber, el corporativismo, la liturgia y el ritual, la representación funcional y la autonomía del poder espiritual (…) [Así] aparece vívida su pasión por la comunidad moral, en todos los niveles de la pirámide social” (Nisbet, Robert (1969) [1966], La formación del pensamiento sociológico. Tomo I, Amorrortu, Buenos Aires, 233 y 189, p. 85. Aclaración entre corchetes nuestra).

Comte, Auguste (1990) [1844], Discurso sobre el Espíritu Positivo (Selección). En: A. Comte, Filosofía Positiva, Porrúa, México, pp. 69-80. Como ya fue mencionado, esto adquiere suma importancia en las obras tardías de Comte, a partir de la “vulgarización” de la ciencia: la traducción del conocimiento en creencia (Grange (1996), op. cit.; Grange (2002), op. cit.). Allí el autor se focaliza en el lugar de la mujer, del proletariado, de los sentimientos, especialmente del amor al otro y a la humanidad como lazo social. Así también, emerge como un tópico central la “opinión pública” esclarecida y su regulación de la ciencia y las actividades industriales para el sostenimiento de un consenso social. Por último, esto se vincula con el “giro” religioso que adopta la Sociología, con sus rituales y cultos, y sus instituciones análogas a la iglesia.

W olf Lepenies menciona los argumentos de Comte reconstruidos a partir del Système de politique positive, y ya insinuados en el Plan…, sobre la función de difusión y convencimiento por parte del arte y los artistas en la transición hacia un nuevo orden social positivo, aunque siempre subordinada a la ciencia: “el único destino verdadero del arte, ‘hechizar a la humanidad y mejorarla”’ (Lepenies, Wolf (2004), Las transformaciones de Augusto Comte. Ciencia y literatura en el primitivo positivismo. En: W. Lepenies, Las Tres Culturas: La Sociología entre la Literatura y la Ciencia, Fondo de Cultura Económica, México, 11-38, p. 31).

Sobre este punto, pueden recuperarse afirmaciones muy elocuentes del propio Comte: “Esta subordinación racional de la humanidad a una misma ley fundamental de desarrollo continuo, que representa la evolución actual, sea cual fuere su importancia preponderante, como resultado necesario de la serie gradual de las transformaciones anteriores, constituirá, sin lugar a dudas, una propiedad exclusiva y espontánea de la nueva filosofía política, que se limitará, desde este punto de vista, a extender por fin a los fenómenos sociales el espíritu general que ya domina con respecto a todos los demás fenómenos naturales” (Comte (2012), op. cit., p. 225).

La figura del “autor maldito” es muy utilizada en la literatura y la poesía para describir autores que dislocan una época y que, a pesar de haber sido profundamente criticados, su legado resulta ineludible. Un emblema de ésta es Charles Baudelaire, a partir del término popularizado por Paul Verlaine, y que en Latinoamérica, por ejemplo, se encuentra en Fernando Vallejo (Díaz Ruiz, Fernando (2007), “Fernando Vallejo y la estirpe inagotable del escritor maldito”, Caravelle, s/n, pp. 231-248).

Giddens, Anthony (1994), Consecuencias de la Modernidad, Alianza, Madrid, p. 166; Giddens, Anthony (1997), Las nuevas reglas del método sociológico: crítica positiva de las Sociologías comprensivas, Amorrortu, Buenos Aires, 208.

Bourdieu, Pierre (2007), El sentido práctico, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 453 pp.; Bourdieu, Pierre (2003), El oficio de científico. Ciencia de la ciencia y reflexividad. Curso del Collège de France 2000-2001, Anagrama, Barcelona, p. 213.

Luhmann, Niklas (1996), La ciencia de la sociedad, Anthropos, México, 516 pp.; Luhmann, Niklas (2006), La sociedad de la sociedad, Herder, México, 955 pp.

Habermas, Jürgen (2008) El discurso filosófico de la modernidad, Katz, Buenos Aires; Habermas, Jürgen (2010), Teoría de la acción comunicativa. Tomo I: Racionalidad de la acción y racionalización social. Tomo II: Crítica de la razón funcionalista, Trotta, Madrid, 992 pp.

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