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Vol. 67.
Páginas e84-e93 (mayo - agosto 2015)
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TRES TESIS SOBRE LA MODERNIDAD REFLEXIVA: DISCUSIÓN ENTRE BECK, GIDDENS Y LASH
Three theses on reflexive modernity: a Beck, Giddens and Lash discussion
Três teses sobre a modernidade reflexiva: discussão entre Beck, Giddens e Lash
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Frida Salas Cuéllar
Pasante de la licenciatura de Sociología en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
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En tiempos recientes, a pesar de su entrada tardía y de la lenta asimilación que caracteriza, entre otras muchas cosas en nuestro país, a las Ciencias Sociales en cuanto a discusiones teóricas, dentro del campo de la Sociología mexicana ha comenzado a tratarse y a debatirse una postura fundamental para la interpretación de nuestra realidad inmediata: la reflexividad. Noción que se encuentra muy relacionada con los procesos de “reajuste” teórico para enfocar el estudio de una realidad de carácter contingente que va de la mano de una serie de transformaciones espacio–temporales. Esto es, vivimos en una sociedad multiforme que nos presenta un mosaico de oportunidades y cambios constantes y aparentemente caóticos que más que atemorizar, nos hacen una extensiva invitación a reflexionar acerca de ellos; su constitución, su manera de interactuar y de generar nuevas dinámicas. Sin embargo, captar y aceptar este reto interpretativo, nos lleva a un estudio profundo acerca de las direccionalidades que ha tomado la Sociología para, ya no digamos comprender, sino aprehender la naturaleza de la experiencia (sea empírica o teórica) colectiva actual, mediante la renovación de la teoría sociológica y de sus dispositivos conceptuales.

De esta manera somos testigos de la producción de diagnósticos diversos para la explicación y en ocasiones predicción, del comportamiento de las sociedades contemporáneas. Identificamos en mayor medida, por el impacto que han generado las propuestas denominadas postmodernas que van desde la noción de lo líquido hasta la configuración de redes. No obstante, nos seguimos topando ante el mismo panorama depresivo obsequiado por Adorno y Horkheimer en Dialéctica de la Ilustración –no porque su aportación sea equívoca, sino por la imperante necesidad de una reformulación teórica conceptual que se ajuste a los cambios que se han llevado a cabo desde el análisis frankfurtiano–, aderezado con el discurso –parafraseado de Hegel– del fin de las ideologías (Fukuyama) que convergió en una crisis de los paradigmas interpretativos de la Sociología.

Así, bajo este sombrío panorama, tres autores se dieron a la tarea de conjuntar y comparar sus teorías para construir, de manera paralela, un nuevo diagnóstico de la modernidad a través de una Sociología reflexiva que tematice la amplia gama de cambios recientes –con todo lo que ello implica– dentro de la estructura industrial desarrollada. Beck, Giddens y Lash encuentran en el estudio de la reflexividad un punto en común entre sus obras y aunque este tema sea entendido en diferentes direcciones, fue inevitable la conjunción de cada postura, dando como resultado “Modernización reflexiva” donde se trabajarán nociones como destradicionalización, la preocupación por lo referente a la crisis ecológica –y su correcta distinción de una preocupación por el medio ambiente–, la relación entre agencia y estructura, entre otros. He aquí una nueva alternativa –tal vez esperanzadora– para el futuro de esta modernidad (auto) destructiva.

La metamorfosis de la modernidad

Dentro del devastador repertorio literario de Oscar Wilde, recordamos el cuento “El cumpleaños de la infanta” donde uno de los personajes, a través de su inconsciencia y de su nula capacidad para percibirse y observarse tal cual es, ilustra metafóricamente, la ceguera de la sociedad moderna para verse, así como la convulsa reacción que padece cuando son las mismas victorias del capitalismo las que conllevan a su transformación:

  • […] Cuando al final la verdad se abrió paso en su mente, el enano lanzó un aullido, un grito de desesperación, y cayó al pavimento sollozando. ¡Ese ser deforme y jorobado, de aspecto horrible y grotesco, era él! ¡Era él mismo, él era el monstruo, y era de él de quien se habían reído todos los muchachos [...] ¿Por qué no lo habían dejado en el bosque, donde no había espejo que le mostrara su horror? […]1

El autor alemán Ulrich Beck, reconoce esta incapacidad de la modernidad por lo que desarrolla la teoría de “sociedad del riesgo” (Beck: 1998) como consecuencia no prevista de la intensificación de la intensión por mantener y expandir un control que resuelva los problemas de orden dentro de la sociedad. Así, la idea de riesgo implica el retorno de la incertidumbre ya que se reconoce la impredictibilidad de las amenazas; su análisis recae sólo en probabilidades y demandan el reconocimiento de la ambivalencia de manera que estas sociedades del riesgo son tendencialmente autocríticas.

A partir del quiebre de la utopía comunista (1989), el autor reflexiona sobre los procesos que serían pertinentes para (re)pensar o en su defecto (re)inventar la civilización industrial recién convulsionada. Por tanto Beck se pregunta por la posibilidad de entablar nuevos contratos sociales y si estos responderán al viejo formato dicotómico de derecha vs izquierda. Para responder a esto, propone un camino hacia la modernidad reflexiva que vislumbra una radicalización de la modernidad, misma que posibilita la (auto)destrucción de la época de la sociedad industrial que, desde luego no supone el fin de la modernidad, sino el paso hacia una nueva mediante la activación de mecanismos como la autoconfrontación, una reforma a la racionalidad, el abandono de lo político –de acuerdo con Giddens– vía una “política emancipatoria” y por último hacer un análisis en cuanto al problema ecológico.

En relación con la reforma de la racionalidad, es importante enfatizar la distinción entre modernidad simple y modernidad reflexiva pues la primera, posee una concepción excluyente que bloquea la capacidad de configurarse y delimitarse a uno mismo. En cambio en la segunda, se hacen combinaciones y síntesis de códigos mediante la relación de distintas subracionalidades –bien sean ciencia, arte o política–, no en un sentido de relativismo radical sino en una refundamentación de aquéllas que se ha hecho obsoletas para acceder a una nueva clase de racionalidad científica que rompa sus frágiles –y falsas– certezas. Para llevar ello a cabo, resulta inevitable hablar en términos de una “política de la política en sentido de modificar las propias reglas del juego” (Beck, et al.: 2001,53) para lograr una política (auto)creativa que luche por nuevas alianzas, foros, espacios y estructuras, es decir, que mediante la reunificación de las fuerzas libres de la sociedad (autoorganización), se generará la subpolitización reflexiva que permita la metamorfosis del Estado moderno hacia uno que vea con buenos ojos la societalización de cada tarea que le era conferida.

Por último, centrémonos en el problema ecológico ya que lo plantea como escenario de construcción de mercados y poder en tanto que se trata de una teatralización dentro de una sociedad fatalista, que permite la creación y asignación de los roles ya sea de héroes o villanos según sea la necesidad.

Llama la atención la versatilidad de la propuesta teórica de Beck ya que puede sumar partidarios de la teoría crítica frankfurtiana, así como también a los marxistas desilusionados por la abrupta disolución del comunismo pues su teoría es variante modernizada –si se permite la expresión– de la doctrina del capitalismo tardío.

Giddens y la modernidad como experimento

La sociedad postradicional es un final; pero también es un comienzo, un universo social de acción y experiencia genuinamente nuevo

Anthony Giddens.

Acorde a su metodología esquemática, Giddens entabla con el lector una gradual exposición de ideas que a modo in crecendo culmina con el entrelazamiento de cada una de ellas. Iniciando con una especie de planteamiento del problema, nos habla acerca de los órdenes de transformación que permitieron la reconstrucción de las “tradiciones” dentro de una modernidad occidental para otorgarle legitimidad a la estructura; proceso que lleva a cabo en dos facetas: el vaciamiento o la destradicionalización y la reconfiguración de la tradición dentro de un marco global. Enseguida muestra una consecutividad de analogías, conceptos, ejemplos, contextos y posturas que dan lugar al entendimiento de una “tradición en la modernidad”.

En relación con Beck, para Giddens “a medida que la socialización humana invade, e incluso < > la naturaleza, y a medida que la tradición se disuelve, aparecen nuevos tipos de incalculabilidad” ( Beck, et al.: 2001,78). Esto es, que el mundo moderno se perfila como un sistema complejo que ofrece oportunidades igualmente equilibradas con peligros o riesgos de acción, de tal forma que el mundo social se organiza generando incertidumbres de alcance cada vez más amplio. Asimismo, dentro de las órdenes de transformación, se habla de la interconexión existente entre el impacto que genera la acción cotidiana en la acción global y viceversa en tanto que la experiencia cotidiana –consciencia práctica–2 afecta el “yo” pero de igual manera implican cambios y adaptaciones en la vida cotidiana.

Consecuente a lo anterior, establece el significado de tradición, así como la relación y el papel que juegan los guardianes de la misma para mantenerla activa en su función de diferenciación –con otras tradiciones–; y entabla un análisis comparativo con los actuales expertos que fungen como medios disciplinares y de dominio a favor de la legitimación de su autoridad. La tradición resulta inherente a la memoria colectiva ya que involucra un ritual que mediante la integración de ésta con la práctica, devela una verdad formular vinculante entre el sentido moral y el emocional. Aquí es donde el guardián como depositario y generador de sabiduría, entra como el único capaz de conservar y accesar a esa verdad, mediante un lenguaje (interpretación) que sólo él comprende pero que no se contradice por los legos. La tradición crea la sensación de arraigo por ofrecer la seguridad ontológica a través de su carácter recursivo. Por otro lado, el experto genera autoridad con base en el conocimiento que él posee y el profano no, dictamina órdenes para que “los otros” las ejecuten; basado en el escepticismo metódico y mediante la instauración de una reflexividad institucional, genera un conocimiento –ciencia– universalizador que contrasta con su estandarte pluralista y democratizador.

De acuerdo con esto, no es difícil pensar que toda tradición desaparece con la modernidad. Sin embargo la tradición fue tomada como punto de partida para la configuración de otras nuevas en una suerte de sincretismo entre tradiciones y modernidad para crear legitimidad en los sistemas emergentes del poder. Fenómeno igualmente importante cuando a causa de la naturaleza compulsiva de la modernidad, se recurre a la tradición en búsqueda de regenerar la identidad, por lo que aún en la modernidad tardía, las tradiciones no se desdibujan por completo sino que se “adaptan”, reconfigurando sus espacios y convirtiéndose, tal como lo vemos en nuestros “pueblos mágicos”, en reliquias o en hábitos. (Beck, et al.: 2001,129).

Por último y en contraste con Beck y su principio de libertad respecto a los sistemas expertos y de crítica, Giddens elabora su teoría a la luz de una doble hermeneútica donde se refleja su preocupación por el orden y su propuesta de solución que requiere la entera confianza del agente hacia los sistemas expertos. Expresa que “Reflexividad no debe entenderse como mera autoconsciencia sino como el carácter registrado del fluir corriente de la vida social” (Giddens:1991, 41) y añade que la reflexividad de yo (¿del yo?) depende de la autonomía emocional en tanto que la modernidad es un orden postradicional en el que la seguridad de la tradición no ha sido –enteramente– sustituida por la certidumbre del conocimiento racional (Giddens: 1993) y que sin embargo, la sociedad global no se limita a que el individualismo sea el núcleo de este orden postradicional. Por el contrario se debe reconocer su carácter reflexivo en cuanto a que el orden social exige que los nexos sociales deben –tienen que– hacerse y no ser heredados del pasado tanto a nivel personal como colectivo, en aras de crear posibilidades de una –verdadera– “democracia dialógica” entre la vida personal y el orden global. Hay que adquirir una óptica crítica ante la realidad, asumiendo que no estamos condenados a una fatídica e insalvable fragmentación sino que se encuentra latente la oportunidad de desarrollar nuevas formas de vida cotidiana que no dependan de las verdades formulares y que sin embargo, la protección de la tradición se mantenga como objetivo fundamental.

La reflexividad y su reflejo

A pesar de que algunos enaltezcan a Habermas y a Foucault como los teóricos herederos de la crítica social que antes fue de Marx; con la ética de la racionalidad comunicativa y el análisis del poder discursivo respectivamente (no acaba de explicar “a pesar de… qué pasa?). Para Lash, es la teoría crítica, de comienzos de siglo XXI la que permite la modernidad reflexiva, misma que analizará en tres partes referenciadas, según su carácter dual dentro de su propia alteridad radical.

En primer lugar, acepta que modernización reflexiva implica la creciente libertad en la agencia, esto es que hay un aumento notable en el poder de los actores sociales en relación con la estructura. Sin embargo, presenta a modo de “reflejo” –replica– que no sólo se trata de autonomía del agente sino que se trata de un “nuevo conjunto de condiciones estructurales de reflexividad” (Beck, et al.: 2001,138) que se encuentran, en mayor medida, dentro de un proceso de desplazamiento por las estructuras informativas y comunicativas. Enseguida, remarca que no trabajará a la reflexividad desde la noción cognitiva tal como Beck y Giddens, sino que se inclinará hacia la dimensión estética de la reflexividad. Por último, en cuanto a que la modernización reflexiva es un programa fuerte de individualización, trabaja su noción de reflexividad estética –en conjunto con la noción de mímesis– hacia la hermenéutica, de modo que se vislumbren los cambios en los fundamentos ontológicos dentro de la comunidad en la modernidad tardía. Situándonos en el marco de la interpretación recordamos que los primeros trabajos dirigidos al análisis de la modernidad –y sus estragos– se situaban más hacia el lado de la fatalidad donde la sociedad se dirigía hacia la inminente distopía. Basta recordar a la escuela de Frankfurt, a Adorno y Horkheimer concretamente con Dialéctica de la Ilustración, donde su postura era más bien oscura cuando enunciaban la razón instrumental y su dominio de la naturaleza dirigido hacia una modernidad que termina por volverse contra sí misma en una suerte de que esta modernidad capitalista se topa con su doppelgänger en el espacio preciso en que la innovación de la libertad de intercambio en el mercado, se convierte en una empresa monopolizadora. Sin embargo, como ya se ha planteado con Beck y Giddens, se apuesta a dar un giro positivo a esta modernidad tardía que se nos ha tornado en contra y nos asfixia cada vez con mayor ahínco. No todo se encuentra perdido. Se ha sostenido la posibilidad de que la modernidad reflexione sobre sí misma, de tal manera que comprenda el abismo al que se conducía a acusa de sus excesos. Derivado de ello se asume que la creciente individualización moderna (Beck) supondría que al haber una menor influencia tradicional (Giddens), los individuos tendrían la capacidad de posicionarse de manera opuesta a modernidad distópica.

Por ello es que se analiza la conformación de esta modernidad reflexiva pues dice el autor: “si la modernización simple significa sometimiento, la modernización reflexiva implica el potenciamiento de los sujetos” (Beck, et al.: 2001,141), esto se refiere a que en consecutividad, la modernidad reflexiva deviene de la simple y que la individualización es el parteaguas entre ambas. En relación con esto, Lash hace una pertinente especificidad, que si bien ya se había mostrado en Beck, resulta fundamental resaltarla en este nivel; se trata de discernir entre los dos tipos de reflexividad que han sido trabajados hasta el momento. Para ello, nos recuerda que las sociedades tradicionales suponen estructuras comunales que son sustituidas en las sociedades modernas –simples– y sus estructuras colectivas de intereses compartidos. Posteriormente, el paso de la primera modernidad a la reflexiva se logra mediante la crisis de todas las estructuras colectivas y abstractas (familia, clase nación y la creencia incondicional de la ciencia institucionalizada). De modo que dentro de esta “nueva modernidad” o modernidad postradicional, identificamos la reflexividad en dos niveles: la reflexividad estructural y la autorreflexividad; la primera estudiada con ímpetu por Giddens y Beck y que es aquélla que reflexiona sobre las reglas, recursos y condiciones sociales de la estructura; la segunda aquella donde la agencia reflexiona sobre sí misma (Beck, et al.: 2001,144).

Para Lash, la modernización reflexiva si implica la progresiva liberación de la agencia en cuanto a la estructura, sin embargo, agrega un matiz sustancial a lo ya plasmado por los anteriores autores; se trata del hecho de que no cualquiera accede a la modernización ya que son las redes globales y estructuras de información las que determinan las oportunidades de acceso a la vida reflexiva, en palabras del autor: “las oportunidades de una vida en la modernidad reflexiva son cuestión de acceso no al capital […] sino a las estructuras de información y comunicación” (Beck, et al.: 2001, 150). Igualmente importante, es el ejercicio analítico que realiza Lash en cuanto al trabajo de Bourdieu pues toma de referencia la noción de campo para reforzar su explicación de que en la modernidad existe un número limitado de campos (religión, arte, política) que en conjunto forman un campo social general.

Conclusiones

A través de este breve viaje por las propuestas de Beck, Giddens y Lash, tuvimos un primer acercamiento a las tesis elementales para comprender la modernidad contemporánea a la que ellos denominan reflexiva. Tesis que responden ante el anquilosamiento teórico y crítico que se produjo por las controversias entre modernistas y postmodernistas. En “Modernización reflexiva” encontramos la tercera vía.

La primera tesis sostenida, desarrollada y en ocasiones refutada es la que asevera que mientras más sociedades se modernicen, una mayor cantidad de sujetos adquirirán la capacidad de reflexionar sobre sus condiciones sociales de existencia para poder transformarlas. Hemos visto con Lash que esto no es de todo certero en tanto que el obtener reflexividad se ve condicionado por el acceso a las estructuras de la comunicación. En segundo lugar, cabría mencionar que las consecuencias de esta modernización reflexiva tampoco están por completo definidas pues en el caso de Beck la consecuencia directa sería el proceso de individualización; no así para Giddens que se centra en el vaivén entre desvinculación –o desarraigo o destradicionalización– y re-vinculación –o reunificación–; no así para Lash quién se inclina por una estetización.

Vemos pues que este texto pretende alumbrar un poco sobre el pesimismo habitual de las Ciencias Sociales y su explicación del mundo social contemporáneo, no por ello asumiendo un carácter mesiánico que resuelva milagrosamente el mundo desquiciado de la actualidad. Sin embargo, se trata de un libro que se torna como piedra angular en el campo de la Sociología pues nos muestra a todas luces como hijos de una consciencia colectiva que es contingente y compleja; que nunca termina de comprenderse a sí misma y que más bien realiza aproximaciones sucesivas ante una realidad que vive bajo (auto)amenazas, paradojas y nuevos descubrimientos que hacen que la búsqueda continúe. ¿Búsqueda de qué? Bueno, sabiendo que no se pueden formular verdades, sino tejer distintas realidades; sabiendo que no podemos caer en el optimismo del positivista por establecer parámetros de medición certera y que por el contrario, nos apegamos a la inestabilidad de una sociedad del riesgo; bien podemos mostrarnos un tanto convidados explorar esta propuesta reflexiva, no sólo en ámbitos de una compulsiva generación teórica –amén de nuestras tradiciones académicas– sino llevándola a nuestros mundos de vida cotidiana para dar continuidad a esta nueva vía de conocimiento.

Bibliografía recomendada
[Beck, 1992]
Beck Ulrich.
Risk Society: Toward a New Modernity.
Sage, (1992),
[Giddens, 1995]
Giddens Anthony.
Modernidad e identidad del yo.
Península, (1995),
[Horkeimer, 1969]
Horkeimer Adorno.
Dialéctica de la Ilustración.
Sur, (1969),
Referencias
[Beck et al., 2001]
U. Beck, A. Giddens, S. Lash.
Modernización reflexiva: política, tradición y estética en el orden social moderno.
Alianza, (2001),
[Giddens, 1991]
Giddens Anthony.
La constitución de la sociedad.
Amorrortu, (1991),
[Giddens, 1993]
Giddens Anthony.
Consecuencias de la modernidad.
Alianza, (1993),

Wilde: (s.f) recuperado de http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/wilde/ el_cumpleanos_de_la_infanta.htm

Es el saber surgido de la interacción cotidiana del hombre con su entorno, sin tener presente los motivos de su acción. Dice el autor: “consiste en todas las cosas que los actores saben tácitamente sobre el modo de ser con en contextos de vida social sin ser capaces de darle una expresión discursiva directa” (Giddens: 1991, 24).

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