Algo de esto ocurre con el asma, enfermedad que cuando las manifestaciones son leves o esporádicas, a pesar de que el sustrato patogénico de la enfermedad, es decir la inflamación, esté presente y tan sólo esporádicamente se manifieste y de que los agentes etiológicos (alergenos u otros elementos ambientales) sólo se presenten en determinadas épocas del año, como ocurre con los pólenes, o en otras situaciones, como ocurre con el asma profesional. De ahí que el incumplimiento del tratamiento sea un problema con el que con frecuencia se enfrenta el clínico que debe hacer comprender a los pacientes la finalidad de mantener la medicación y las medidas ambientales por tiempo prolongado, a veces indefinido, con objeto de reducir las causas y consecuencias de la enfermedad, y así prevenir la progresión de la misma, con el gran riesgo de que la disminución de la capacidad respiratoria alcance valores que van a repercutir en la calidad de vida.1-3
Es comprensible que el asmático que tan sólo tiene síntomas de forma esporádica, que incluso se habitúe a ellos y considere que esa es “su normalidad” como ocurre con frecuencia con los adolescentes, se nieguen a seguir una medicación con varias dosis al día, o la inmunoterapia durante años, y se olviden del tratamiento y no más lo usen “a demanda” como se normalmente prescribe el uso de broncodilatadores ante la presencia de síntomas agudos o más molestos. Ante esta situación, es preciso una buena información al paciente en cuanto a la naturaleza de su enfermedad, las causas y consecuencias de las mismas, el carácter progresivo del proceso si no se interviene de forma continuada, y todo ello a pesar de la ausencia de síntomas. Además, el uso correcto de los inhaladores, la necesidad controles periódicos de la función respiratoria (PEF en el domicilio, cuando así sea necesario, o espirometría en consultorio médico), así como el uso correcto de la medicación “a demanda” o la necesidad de acudir al especialista o servicios de urgencias en relación con la intensidad de los síntomas, sin confiar plenamente en la automedicación en las crisis más intensas. Todo ello requiere un buen control clínico, por lo que las visitas periódicas al especialista son una necesidad que con frecuencia olvidan algunos pacientes que creen encontrarse mejorados, problemática tratada por Rodríguez Pacheco et al en este mismo número de Allergologia et Immunopathologia.4
El grado de comprensión y aceptación por parte del paciente dependerá de la buena información que se le facilite acerca de la naturaleza de su enfermedad, la presencia e intensidad de los síntomas, el estado de ánimo, la confianza en el médico y, en gran medida, en la capacidad de comprensión unida al nivel intelectual del receptor.5 Cuando el asmático es un niño, son sobre todo los padres los que reciben la información que deben transmitir a hijo, insistiendo en la necesidad de seguir todas las recomendaciones del médico (medicación, ambientales, actividades físicas). De acuerdo con la edad del niño, además de la información que puedan recibir del médico o del personal auxiliar, su capacidad de comprensión y la influencia de los padres serán fundamentales para el cumplimiento de las medidas terapéuticas prescritas.6,7
En determinados casos y situaciones, los campamentos de verano para niños asmáticos pueden jugar un papel decisivo para el futuro de los pacientes siempre que se cumplan unas normas fundamentales. En primer lugar la situación y condiciones de la estancia. Las casas rurales, a veces utilizadas, no parecen lo más adecuado por la presencia de animales o sus residuos en el interior o sus alrededores. La vegetación abundante, para los alérgicos a determinados pólenes, puede no ser el lugar adecuado, por lo que habría que seleccionar muy bien a los pacientes. En ocasiones la proximidad de la playa sería más adecuada que el campo y también podría tolerarse mejor la alta montaña, con mejores condiciones climáticas.
La duración de la estancia también debe tenerse en cuenta. Las estancias breves, de una semana, pueden ser insuficientes para que el niño reciba la información completa, pues no basta con una charla sobre cada una de las facetas de la enfermedad, sino que hay que insistir de palabra y con hechos, una y otra vez para que el niño se conciencie de su padecimiento. Quizás dos semanas sean el tiempo ideal.
Información sobre las características de la enfermedad, la evolución, la necesidad de seguir la medicación y otras medidas, con objeto de que el pronóstico sea más favorable y que tengan presente que la evolución de la enfermedad puede depender de su cumplimiento.
En muy importante seleccionar los niños que deben acudir a estos campamentos, que no son unas meras vacaciones, sino que tienen una finalidad concreta. La convivencia entre niños que padecen la misma enfermedad puede ser fundamental para el apoyo psicológico, sobre todo en los casos más graves. Son estos los más necesitados de información, pero también los reacios al tratamiento y los que se conforman con su estado, siempre que no les perturbe demasiado sus actividades y la relación social.
Para cumplir adecuadamente todos estos fines, se requieren distintos profesionales, además del pediatra alergólogo: psicólogos, enfermeras, fisioterapeutas y personal auxiliar conocedores de la patología de los niños, que serán el apoyo psicológico, fomentarán la convivencia, adiestrarán sobre el uso de los inhaladores y en definitiva, estarán cerca de estos pacientes muy necesitados de su apoyo.
La efectividad de los campamentos está avalada en diversos países, tanto la mejor comprensión de su problema y cumplimiento de la prescripción, como la actividad física.8-12
Distinto a estas estancias breves son los Centros Climáticos situados en zonas montañosas, que acogen niños en estancias prolongadas, por lo que se ocupan de la escolarización, por lo tanto indicados para los asmáticos más graves, dado que el clima montañoso es apropiado para estos pacientes, además del menor riesgo de contacto con pólenes alergizantes o ácaros, ya que este clima no adecuado para su desarrollo.13