Como se ha podido ver en números recientes de esta revista, la preocupación dominante en la investigación antropológica de los últimos años gira en torno al concepto de identidad. Este número confirma la tendencia y aborda la definición de identidad desde los vestigios materiales, estructuras lingüísticas o valores culturales, propios, asumidos o reivindicados por razones históricas, políticas o económicas. Los cinco primeros artículos conforman una sección temática sobre la llamada “tercera raíz” de la nación mexicana, los afrodescendientes, presentado por Citlali Quecha. Esta se inscribe en la coyuntura de la campaña internacional promovida por la Organización de la Naciones Unidas (2015-2014) “International Decade for People of African Descent”, que se refiere principalmente (pero no se limita) a aquellas personas que quedaron desterradas en América a consecuencia de la trata de esclavos negros. Los autores abordan el tema desde trabajos de revisión histórica sobre el concepto de raza (Kakozi) y de análisis sobre la trayectoria de investigación y los retos en torno a los afrodescendientes específicamente en México, por el momento muy centrada en los grupos de la costa del Pacífico de Guerrero y Oaxaca (Velázquez e Iturralde), hasta estudios de enfoque antropológico de grupos de la Costa Chica de Oaxaca (Quecha y Masferrer). Esta sección se complementa con dos notas: una presenta una reseña crítica de la exposición museográfica que tuvo lugar en el Museo de Arte Contemporáneo en México en torno al racismo contra los de piel negra en el mundo, con fotografías históricas y obras de artistas modernos (Martínez); la segunda analiza lingüísticamente la partitura de un canto litúrgico del grupo llamado negros mascogos del norte de México (Nava).
Entre los cuatro misceláneos hay uno de cada especialidad de la antropología. El trabajo de arqueología de Feiman y Nicholas, investigadores que llevan la mayor parte de su vida estudiando el Valle de Oaxaca, analiza la transición entre el periodo Clásico, tradicionalmente asociado a la cultura zapoteca, y el Postclásico, relacionado con los mixtecos. Plantean reconciliar las aparentes inconsistencias entre los modelos propuestos anteriormente a la luz de investigación arqueológica reciente, ubicando la presencia mixteca como un fenómeno tardío y espacialmente circunscrito que debe entenderse en los cambios de organización sociopolítica que se dan en el transcurso de los últimos tres siglos antes de la llegada de los españoles. Por su parte, Hernández llevó a cabo la identificación forense de los esqueletos expuestos al público como del Padre Kino y del Capitán Bautista, con la técnica del análisis morfoscópico de osteología; el hecho que la solicitud del estudio de estas dos figuras históricas de Sonora emanara de las autoridades del estado refleja la importancia que se les atribuye como atractivo cultural (Magdalena de Kino se declaró Pueblo Mágico en 2012). El artículo de antropología social de Serafino presenta el perfil de dos sacerdotes tradicionales nahuas encargados de los ritos agrícolas en los cerros y las cuevas de la Montaña de Guerrero, y cómo una comunidad tuvo que optar recientemente por un nuevo practicante no-nahua para hacerse cargo de los rituales al retirarse uno de ellos. Su trabajo etnográfico le permite observar cómo el ejercicio ritual logra redefinirse en los contextos impuestos por la modernidad. Finalmente, el trabajo de Mora-Bustos y Mora sobre la lengua mazahua de Michoacán estudia la forma de expresar el hecho universal de las relaciones de posesión en un sistema semántico particular de claro origen prehispánico, que refleja cómo se perciben los vínculos entre el ser humano y sus semejantes, pero también respecto a otras entidades del mundo.
La revisión por pares es responsabilidad de la Universidad Nacional Autónoma de México.