El objetivo del artículo es comprobar que la diacronía y la sincronía de las lenguas romances se caracteriza por la coexistencia de dos tipos principales de adverbios con función atributiva (= de modificación). Los dos tienen un adjetivo como base: el adverbio de tipo A usa la forma no marcada del adjetivo (ej. trabajar duro ‘de manera dura’), mientras que el tipo B es una forma derivada del adjetivo (ej. trabajar duramente ‘de manera dura’). A diferencia de otros trabajos centrados en el sufijo -ment(e), el presente destaca la sincronía y diacronía del adverbio de tipo A. Se considera, además, las relaciones que mantiene el tipo A con el tipo B en la interfaz de las tradiciones orales y escritas. Desde el punto de vista metodológico, se intenta reconstruir estas tradiciones a partir de datos escritos diacrónicos que se combinan con datos variacionales escritos y orales de los siglos xx y xxi.
The article seeks to demonstrate that the diachrony and synchrony of Romance languages are marked by the coexistence of two major types of adverb with attributive (modifying) function. Both are based on adjectives: Type A takes the unmarked adjective (e.g. Sp. trabajar duro ‘to work hard’), whereas Type B is derived (Sp. trabajar duramente ‘to work hard’). In contrast to studies which focus on -ment(e), the article highlights the neglected synchrony and diachrony of Type A adverbs. Moreover, the diachrony and synchrony of both Type A and Type B are considered as related phenomena that have to be placed at the interface of the oral and the written traditions. A combination of written diachronic data with written and spoken variationist data from the twentieth and twenty-frst centuries provides evidence for the reconstruction of the oral and written tradition in Romance.
Según el análisis tipológico efectuado por Hengeveld (1992: 62-72) de una muestra de lenguas del mundo, seleccionadas siguiendo criterios de máxima diferencia tipológica (1992: 15, 20-21; Hengeveld y Siewierska, 2004), se pueden distinguir tres tipos de lengua conforme se organiza la función atributiva (= de modificación): las lenguas ‘rígidas’, que recurren a soluciones perifrásticas como la de integrar el nombre en un sintagma preposicional (ej., con rapidez); las lenguas ‘flexibles’, que utilizan una sola clase de palabras (ej., la chica rápida; la chica corre rápido); y las lenguas ‘especializadas’, que distinguen el adjetivo del adverbio (ej., la chica rápida; la chica corre rápidamente). Por consiguiente, Hengeveld establece la siguiente jerarquía de clases de palabras que refleja grados de especialización: verbo > nombre > adjetivo > adverbio. Sólo las lenguas especializadas llegan al nivel más diferenciado. En la teoría de Hengeveld, las lenguas que no tienen la categoría del adverbio recurren automáticamente a otras categorías disponibles a un nivel superior de la jerarquía (cf. Pottier, 1970: 217-220). Su tipología restringe la clase de palabras de los adverbios a los de manera, excluyendo a los de tiempo, lugar, etc. Ante la heterogeneidad de unidades que incluye tradicionalmente la clase de palabras adverbio, parece lícito hacerlo para lograr una mayor coherencia morfológica y funcional de la clase.
El análisis de Hengeveld coincide en gran parte con nuestro análisis del sistema adverbial de las lenguas romances (Hummel, 2000: 417-481). De hecho, dos mecanismos de formación de adverbios coexisten, compiten y colisionan en las lenguas románicas: la conversión directa del adjetivo en adverbio invariable (adjetivo adverbializado), como en María habla rápido, y la conversión indirecta del adjetivo en adverbio con el sufijo –mente, como en María habla rápidamente. Con todo, la coexistencia de dos reglas de formación de adverbios en una misma lengua nos obliga a introducir la variación lingüística como factor adicional en el modelo de las clases de palabras de Hengeveld (cf. Salazar García, 2007). No podemos reducir las lenguas románicas a un solo tipo de lengua. Debemos, en cambio, describirlas como un conjunto de lenguas y dialectos que oscilan entre la flexibilidad y la especialización. Es más, la solución ‘rígida’ con rapidez existe también.
Encontramos la misma situación en la lengua inglesa, clasificada por Hengeveld como lengua ‘especializada’ (Hummel, 2014):
El Esquema 1 presenta el sistema flexible (tipo A) y el sistema especializado (tipo B) como polos variacionales de la lengua española (cf. Hummel, 2000: 478):
El sistema monocategorial (tipo A) usa una sola categoría morfológica, sin distinguir el adjetivo del adverbio a nivel de lengua. Escogemos el término atributo para referirnos a esta categoría (clase de palabras), y atribución, para denominar a la función. La función atributiva puede servir como tela de fondo onomasiológica para comparar las lenguas y sus variedades según usen las estrategias rígidas, flexibles y especializadas. En nuestra defnición, son atributivas las relaciones en las que se atribuye a una unidad lingüística rasgos semánticos contenidos en el significado de la palabra-atributo (casa bonita, cantar bonito, pensar bien, caminar tranquilamente, llegar contenta, terriblemente feo, etc.). De ello se desprende que entendemos el término atribución en sentido tradicional amplio, que comprende tanto la modificación directa de un núcleo sintagmático (el árbol verde, correr rápidamente) como la modificación indirecta que pasa por una predicación (Está contenta) o que funciona como satélite circunstancial de una oración (Curiosamente, la chica empezó a gritar).
Optamos por el término atributo en lugar de adjetivo (Hengeveld) para el sistema monocategorial. Es probablemente preferible, desde el punto de vista tipológico, decir que el tipo A se sirve del adjetivo para las funciones sintácticas adjetivales y adverbiales, mientras que el tipo B introduce una especialización dentro de estas funciones, usando morfemas adverbiales, pero en un estudio de lingüística románica esta defnición del término adjetivo se presta a confusión. Podríamos usar adjetivo-adverbio, pero este término no deja dess reflejar la tradicional distinción de adjetivo y adverbio, en tanto que conviene subrayar que tal distinción simplemente no existe a nivel categorial, sino sólo en la sintaxis. En el sistema monocategorial, los morfemas de género y número son marcas ocasionales que se insertan o no en una oración concreta, según las relaciones sintácticas y semánticas que el hablante desea establecer. Si la relación atributiva es adjetival en la sintaxis, el atributo tiende a ser flexionado (casa bonita; Ella llega cansada), mientras que la flexión tiende a faltar cuando la relación atributiva se dirige a un verbo (Ella canta bonito) o a otro atributo (una chica medio tonta). Si tenemos en cuenta que la flexión es un proceso enunciativo espontáneo que se realiza a la hora de hablar, entendemos mejor las vacilaciones del habla oral informal (una chica media tonta). Esta carece del grado de planificación y control del habla escrita. Sin embargo, según veremos, lo que parece ser una vacilación desde el punto de vista de la norma culta, es en realidad bastante regular, si lo vemos de forma descriptiva como propiedad del habla oral informal.
El sistema bicategorial distingue morfológicamente el adjetivo del adverbio, reservando las marcas de género y número para el adjetivo, y el sufijo invariable –mente para el adverbio. El adjetivo se usa cuando la función atributiva se dirige a un sustantivo. En los otros casos se usa la forma adverbial.
En los últimos quince años, hemos dedicado una serie de estudios al sistema atributivo de las lenguas romances con el objetivo de mostrar que la situación descrita en el Esquema 1 es el fruto de la coexistencia, competencia y colisión de dos tradiciones de uso, la primera esencialmente oral (tipo A) y la segunda escrita (tipo B).1 Dicho de otro modo, pensamos que el sistema especializado del tipo B se fue sobreponiendo diacrónicamente a la tradición oral del tipo A durante el proceso de creación, estandarización e implementación progresiva de las técnicas y normas de la escrituralidad. La tradición escrita trabajó para imponer la separación morfológica de adjetivo y adverbio, no sólo en romance, sino también en inglés. Es justamente la comparación con esta lengua germánica la que nos permite sacar a la luz el esfuerzo cultural invertido en el tipo B.2 Como consecuencia, en un texto escrito estándar (correcto) se prefiere hoy en día caminar rápidamente sobre caminar rápido.
El presente trabajo es una síntesis de esos esfuerzos dedicados a sacar a la luz una tradición oral que tiende a ser ocultada por las gramáticas, donde el tipo A no aparece como regla productiva, sino como lista de excepciones toleradas en la escritura (ej., hablar alto / bajo, etc.). Seguiremos primero el desarrollo desde el latín clásico a las lenguas románicas actuales tratando por separado el tipo A (apartado 2) y los adverbios en –mente de tipo B (apartado 3). El apartado 4 se dedica a las peculiaridades del espacio americano, muy brevemente, ya que la situación está documentada en la bibliografía. En el apartado 5 analizaremos datos sincrónicos del habla oral chilena para comprobar la pertinencia de tales datos para la reconstrucción diacrónica de la tradición oral genuina. Finalmente, propondremos un modelo del desarrollo diacrónico diafásico del sistema atributivo en las lenguas románicas (apartado 6).
2La tradición diacrónica del sistema monocategorial2.1El latínLos manuales del latín clásico distinguen dos mecanismos para la formación de los adverbios. Los adjetivos de la declinación -o/-a formaban el adverbio con una -ē larga (2), mientras que los de la declinación consonántica creaban el adverbio con el sufijo -iter (3):
En los mismos manuales, los adverbios que tienen la forma de un adjetivo aparecen como excepciones lexicali-zadas. Sin embargo, mirando bien la serie de excepciones, descubrimos una regla productiva coherente, tanto en los adjetivos en -o/-a (4) como en los de la declinación consonántica (5) (cf. Karlsson, 1981: 17):
(4) | tranquillus, —a, —um (adj.) | → | tranquillum (adv. = adj., nom.-ac., sg. n.) |
altus, —a, —um (adj.) | → | altum (adv. = adj., nom.- ac., sg. n.) | |
(5) | brevis, brevis, brevě (adj.) | → | brevě (adv. = adj., nom.- ac., sg. n.) |
facilis, facilis, facilě (adj.) | → | facilě (adv. = adj., nom.- ac., sg. n.) | |
gravis, gravis, gravě (adj.) | → | gravě (adv. = adj., nom.- ac., sg. n.) |
Según esta regla, se usaban las formas neutras del nominativo-acusativo singular para las funciones sintácticas adverbiales, con la desinencia -um en el primer caso, y la desinencia -ě (breve), en el segundo. Para la formación del comparativo adverbial, el uso de la forma neutra del adjetivo era incluso normativo (estándar de escritura):
iustius, pulchrius, miserius, acrius, etc. (adj. = adv.)
Después de la época clásica, la distinción rigurosa de las reglas de formación (2) y (3) según el tipo de declinación empezó a vacilar en los textos escritos, según se desprende de las variantes que se indican a continuación (Karlsson, 1981: 31):
De hecho, -ē se iba perdiendo primero, mientras que -iter se mantuvo en los autores cristianos, antes de desaparecer también en protorromance.
En cambio, el sistema monocategorial se mantiene. Los estudiosos del latín tardío coinciden en constatar el empleo del atributo monocategorial del tipo A para las funciones de adverbio (Grandgent, 1907: 26; Löfstedt, 1967; Dardel, 2009). Es más, Löfstedt (1967: 80) pone en tela de juicio la vigencia de las reglas (2) y (3) para la lengua hablada en la época del latín clásico. De hecho, la pervivencia del tipo A podría simplemente reflejar la continuidad del sistema mo-nocategorial en la tradición oral desde el latín antiguo hasta el latín tardío. Así las cosas, resulta más convincente considerar el sistema monocategorial como tradición continua, de la que se destacaron, por un esfuerzo de elaboración culta o “Sprachausbau” (Kloss, 1967), las normas del latín clásico que impusieron el sistema bicategorial, según se desprende del Esquema 2:
Este esquema rechaza la explicación del latín hablado como producto de la decadencia del latín clásico, y, por consiguiente, también la de las lenguas románicas. Se pone de relieve, al contrario, la continuidad del latín hablado desde el latín antiguo y la percepción del latín clásico como elaboración culta de la lengua. Ello equivale a decir que no hubo decadencia de lo oral, sino ‘ascenso’ o elaboración de la lengua culta para la escritura. De ser así, la distinción clara de las reglas (2) y (3) es (también) una obra de edificación del latín clásico. Pensamos, además, que el Esquema 2 es válido para todos los casos en los que una lengua se dota de una cultura escrita (para más detalles, véanse Hummel, 2013a y 2014).
Dos tipos de sincretismo vinieron a reforzar el sistema monocategorial en la transición latino-romance. Además de las reglas arriba mencionadas, también se usaba el ablativo con función adverbial (ej., lat. multō). Ahora bien, la desinencia -ō dio el mismo resultado -o en romance que el neutro -um (con reducción ulterior en francés). Además, adjetivos como commodus tenían dos variantes, commodō y commodē, de las que la segunda desapareció. Del mismo modo, infinitē se reemplazó también por infnitum, y directē por directum. Así las cosas, el sistema monocategorial se vio fortalecido, mientras que el sistema bicategorial todavía no tenía un sucesor canónico (que acabaría siendo -mente).
2.2Las lenguas románicasSi bien muchos manuales lingüísticos presentan unilateral-mente el llamado latín vulgar como origen de las lenguas románicas, hay que diferenciar dos fuentes principales: por un lado, muchas propiedades de las lenguas romances de hoy se explican como reflejo del latín vulgar (latín oral popular) y de su desarrollo ulterior; por otro lado, la escritura de las lenguas románicas se nutre de una fuente paralela, que es la tradición escrita del latín, ya que, en los primeros tiempos todos los que escribieron en romance aprendieron primero a escribir en latín, por lo que lo tomaron como modelo. Por eso, hay que considerar las dos fuentes y estudiar los procesos osmóticos observables en sus interfaces.
La tradición oral del latín vulgar es el fundamento genuino de la tradición oral de las lenguas románicas de hoy. La continuidad de muchos atributos monocategoriales del latín pertenece a esta tradición:
Lat. multum, altum, *bassum, rapidum, firmum, tranquillum, falsum, clarum, paucum Esp. mucho, alto, bajo, rápido, firme, tranquilo, falso, claro, poco Port. muito, alto, baixo, rápido, firme, tranquilo, falso, claro,Pouco It. molto, alto, basso, rapido, fermo, tranquillo, falso, chiaro, poco Fr. (Fr. ant. moult), haut, bas, (vite), ferme, tranquille, faux, clair, peu
A estos atributos provenientes de la declinación -o/-a se añaden los de la tercera declinación, tales como esp. fuerte, suave, breve, fácil, grave, y las formas correspondientes en francés, italiano y portugués. Desde el punto de vista variacional, constatamos, además, que todas estas unidades pertenecen al vocabulario básico común del romance, compuesto por adjetivos que tienden a ser cortos y usuales, corroborándose asimismo su vínculo con la tradición oral que usaba este tipo de adjetivos en la comunicación diaria.
El latín hablado no se limitó a legar algunos adverbios sueltos del tipo A a las lenguas romances; estas heredaron también el funcionamiento gramatical del sistema monocategorial. Así, el germanismo adjetival isnel fue rápidamente integrado en el sistema monocategorial del francés antiguo (Hummel y Kröll, 2011). Que la lengua culta le haya sobrepuesto a esta tradición popular un sistema bicategorial con los adverbios en –mente es otra cuestión a la que volveremos en el próximo apartado. Lo que importa aquí es constatar la tradición latino-romance del tipo A. De esta forma se explica sin problemas que el tipo A siga siendo más vital y productivo en las variedades subestándares de tradición oral popular, con mayor impacto en las variedades del Nuevo Mundo (véanse los apartados 4 y 5).
La tradición popular es tan fuerte que los atributos del tipo A compiten incluso con los adverbios, muy frecuentes, bien y mal. Así, Moreno de Alba (1996: 166) menciona el uso de huele feo por huele mal, y de Que te vaya bonito por Que te vaya bien, en la ciudad de México. Grundt (1972: 219) y Bauche (1951: 119) citan casos análogos del francés popular: Ça va moche e Il fait ça moche. Los ejemplos franceses son particularmente pertinentes en la medida en que moche es el equivalente popular del lexema estándar laid ‘feo’. Rohlfs (1954: 127; cf. Ledgeway, 2011) atestigua Tu sa’ lèggiri bonu (lit. ‘tú sabes leer bueno’) e I ligna sicchi addúmanu bòni (lit. ‘las leñas secas arden buenas’) en los dialectos sicilianos, y La lena sècchα gardα bònα (lit. ‘la leña seca arde buena’) en abruzzo.
Finalmente, el sistema monocategorial es el único sistema común a todas las lenguas románicas y sus variedades. Según las reglas de reconstrucción diacrónica de los neogramáticos, este hecho constituye un índice muy fuerte de su origen común en el latín hablado popular:
tipo A Esp. Los hombres trabajan duro [< Lat. durus, dura, durum] Port. Os homens trabalham duro Fr. Les hommes travaillent dur It. Gli uomini lavorano duro Cat. Els homes treballen dur Rum. Oamenii lucrează greu [< Lat. gravis, gravis,gravě] Sard. Sos omine trabagliana folte [ < Lat. fortis, fortis, fortě]
A diferencia del sistema monocategorial, el bicategorial está limitado a los países que primero intentaron crear una tradición escrita:
tipo B Esp. Los hombres trabajan duramente Port. Os homens trabalham duramente Fr. Les hommes travaillent durement It. Gli uomini lavorano duramente Cat. (?) Els homes treballen durament
Los hablantes nativos del catalán tienden, hoy en día, a no aceptar durament. Sin embargo, el adverbio del tipo B está documentado en el Diccionari català-valencià-balear del Institut d’Estudis Catalans. Llama la atención que las citas provengan de textos antiguos que podemos atribuir a la época en la que el catalán participó del mismo esfuerzo de elaboración de una lengua culta escrita que otras lenguas románicas que usan -ment(e).3
2.3La tradición indoeuropeaLa tradición del sistema monocategorial no está confnada a la tradición latino-romance. El griego clásico usaba el sufijo -ως para marcar los adverbios, pero el tipo A está documentado también (Karlsson, 1981: 8). En concreto, se usaba el nominativo-acusativo neutro singular del adjetivo para las funciones de adverbio. En griego moderno, sólo el tipo A sobrevive, ahora a base del neutro plural de los adjetivos (Dietrich, 1995: 112). El antiguo sufijo adverbial con la ortografía moderna -ως se encuentra únicamente en adverbios eruditos terminando en -ης (Ruge, 1997: 50). Ello significa que el sufijo griego que equivale al romance -mente pertenece exclusivamente a la tradición culta. Además, el nominativo-acusativo neutro singular ya había sido el tipo de adverbio más usual en sánscrito (Karlsson, 1981: 8). En la misma tradición, el sistema monocategorial es canónico en alemán, holandés y otras lenguas germánicas. Según Löfstedt (1967: 109), el neutro singular del adjetivo es el único tipo de adverbio que el latín heredó directamente de sus orígenes indoeuropeos. Así las cosas, fuerza es interpretar la persistencia del sistema monocategorial en romance como tradición indo-europea transmitida por tradición oral.
3La tradición diacrónica de los adverbios en -menteEn su manual clásico de la historia de las lenguas románicas, Lausberg (1988: §§35, 700) adoptó un punto de vista ambivalente, en la medida en que, por un lado, asumió el origen popular del sufijo, y, por otro, insistió en la importancia de su uso en los autores cristianos que escribían en latín. El que primero adoptó la hipótesis, según la cual el origen del sufijo –mente pertenece a la tradición escrita culta, fue Queirazza (1970), seguido por Hummel (2000) y, recientemente, por Company Company (2012), quien habla de “cultismo”. En Hummel (2013a), matizamos nuestra postura, sugiriendo que se debe distinguir la cuestión del origen de –mente (3.1) de la de su expansión en las lenguas romances (3.2).
3.1El origen de -menteLa diacronía morfológica del sufijo –mente se remonta a paráfrasis latinas del tipo tota mente facere ‘hacer algo con la mente entera dedicada a la tarea’ en las que el ablativo singular del sustantivo femenino mens, mentis ‘espíritu, actitud’ indica una disposición mental como circunstancia que acompaña una actividad humana. De ahí que todavía se use la forma femenina de los adjetivos para construir los adverbios en –mente en las lenguas romances (ej., esp. claramente). Si bien la paráfrasis existía en el latín clásico, Karlsson (1981: 44), tras un análisis exhaustivo de sus ocurrencias concluye que “[i]n no Latin author and at no time did mente replace to any significant degree the traditional Latin adverbial suffixes”.
Pasada la época clásica, los autores cristianos utilizaban el sufijo —iter, pero este iba paulatinamente cediendo el terreno a mente, que todavía era un sustantivo independiente. Para estos autores, la paráfrasis con mente presentaba la ventaja considerable de aludir de forma motivada al contraste animus / corpus, que era crucial en el discurso cristiano, insistiendo en la disposición mental de las personas. Así, devota mente facere, prona mente facere, sana mente facere, etc., ponían de relieve la actitud e incluso la fe como fuerzas motivadoras de la actividad humana (Queirazza, 1970). Paralelamente, la lengua del derecho destacó también las intenciones del actuar (ej., con bona mente facere ‘actuar con buenas intenciones’), que se mantuvo en español antiguo: (de) buena miente (mientre). Así las cosas, las fuentes corroboran la existencia de una tradición escrita culta en la que la relevancia de la oposición espíritu / cuerpo en la doctrina cristiana es responsable tanto del uso motivado de mente, como también de su expansión en detrimento de las alternativas —iter, in modo lento, etc.
No obstante, esto es sólo una cara de la moneda. El propio hecho de escribir esp. miente o mientre indica que el étimo mente participó de los procesos fonéticos orales de la lengua española (cf. Company Company, 2012: 25-32). Alomorfos como -menter también se encontraban en los dialectos del norte de Italia, donde —mentri sigue usándose en friulano.
Llegados a este punto, conviene llamar la atención a un problema metodológico: el hecho de que las fuentes diacrónicas sean necesariamente escritas favorece unilateralmente la hipótesis del desarrollo culto, porque las formas populares corren el riesgo de no aparecer en los textos cultos. Incluso hoy en día los autores cultos evitan formas populares del tipo medios tontos. Ante este dilema, conviene otorgarles más importancia a los fenómenos cuantitativamente marginales en los textos escritos, con tal de que se pueda comprobar su relevancia en términos cualitativos.
La documentación de solamente en las Glosas de Reichenau, refierentes a la parte septentrional de Francia a finales del siglo viii (Klein, 1968: 193; cf. Karlsson, 1981: 48-50), parece ser uno de estos fenómenos marginales que reflejan un uso popular extendido. En estas glosas, los autores criticaron la ortografía de solamente, ya escrito en una palabra, como también su significado gramaticalizado, puesto que recomendaron sustituirlo por el lat. singulariter. La crítica no pudo dirigirse a la paráfrasis en sí, dado que era corriente e incluso privilegiada por autores cristianos. Por eso, la recomendación se dirigió en contra de la gramaticalización de solamente, ya no con el significado motivado ‘sola mente’, sino con el de ‘singulariter’, que se ha conservado hasta hoy. La crítica sólo pudo tener como objeto el uso oral que empezaba a reflejarse en algunos autores menos cultos. En este sentido, podría haberse tratado de un ejemplo emblemático con el que los autores se defendían de una amenaza más general para la tradición escrita del latín.
Sería bastante especulativo sugerir esto si no pudiéramos aducir una serie de paráfrasis gramaticalizadas en textos escritos relacionados con dialectos románicos primitivos. Buena mientre está documentado en las Glosas Emilianenses del siglo xi. Grabe mientre, fuerte mientre y otros se encuentran en las Glosas Silenses del mismo siglo (Karlsson, 1981). En español medieval, derechamientre y ricamientre ya habían perdido su motivación original (Dyer, 1972: 305-306), del mismo modo que muchos adverbios en –ment del francés (Nilsson-Ehle, 1941: 9-10). En veneciano antiguo seusabansolamentre, spesamentre, cotidianamentre; en padovese antiguo, massimamentre, verasiamentre; en lombardo antiguo, longamentre, vilanamentre, fortementre; y en bergamasco, dolzamenter (Rohlfs, 1954, vol. 3: 129). Karlsson (1981: 127) observa, con razón: “it is totally inconceivable that the OIt. –mente adverb was extracted from written Latin examples, introduced into Italian, and imposed on that language through learned influence. The –mente adverb did not come from Latin, but from spoken Latin”. Efectivamente, la gran mayoría de los hablantes populares no sabían leer. Incluso en rumano, que no usa los adverbios en –mente (con la excepción de algunos préstamos cultos de uso no generalizado), se encuentran dos adverbios, completamente opacos hoy en día, que se remontan a una paráfrasis con mente: altminteri (< lat. altra mente) ‘en caso contrario’ y aimintre (< lat. alia mente) ‘en caso contrario’, que reflejan una tradición oral muy antigua, sin duda anterior al siglo iii, época en la que Roma perdió la provincia de Dacia (cf. Chircu (2008: 103-104) y 2011; Karlsson, 1981: 130-131).
Con estos datos, cabe constatar una tradición popular latino-protorromance en la que –mente y sus alomorfos se usaban como sufijos en adverbios ya gramaticalizados. El centro geográfco del fenómeno parece ser el norte de Italia, donde se mantiene hasta hoy en los dialectos, y en menor medida en toda la Romania occidental, mientras que la Romania oriental, con el centro y sur de Italia y Rumanía, muestran una mayor prefierencia por el uso del tipo A. Obviamente, todos los datos disponibles provienen de textos escritos. No podemos considerarlos directamente populares, ya que el sufijo se combinaba con raíces cultas en casos comocotidianamentre ‘diario’. Sin embargo, tales datos son muy significativos también, en términos cualitativos, puesto que se comprueba la tendencia a usar el nuevo sufijo en la lengua semi-culta. Los autores de las Glosas de Reichenau lucharon exactamente contra este tipo de amenaza. En definitiva, la documentación de solamente nos parece representativa de un fenómeno pertinente en la tradición oral, a pesar de no ser significativa en términos cuantitativos en las fuentes escritas. Teniendo en cuenta la tradición popular de usar los adverbios en –mente gramaticalizados, podemos incluso decir que los autores cristianos remotivaron la paráfrasis para satisfacer su deseo de reflejar la dialéctica de animus y corpus en su discurso. Se aproximaron a la lengua hablada, prefiriendo mente a —iter, pero no estaban dispuestos a aceptar la gramaticalización popular, que ya implicaba una cualidad de sufijo y cambios conceptuales, frente a los compuestos nominales cultos con función instrumental (sana mente).
En conclusión, el desarrollo inicial de –mente es un proceso que tenemos que explicar como interacción de la tradición escrita culta con la tradición popular inculta en su interfaz semi-culta. La gramaticalización de mente como sufijo ya no referido a una disposición mental es un desarrollo de la tradición oral popular. La tradición escrita culta salió ganando en lo tocante a la forma: en las grandes lenguas románicas actuales se escribe -ment(e) y ya no -miente, —mientre, -menter, etc. La tradición oral popular se impuso en tanto que se fue imponiendo el uso gramaticalizado, que deja de relacionar el significado de la raíz con una actitud de la mente humana (cf. rápidamente). Ello demuestra que los estudios de la diacronía de la lengua no pueden fundamentarse en una visión monolítica de la lengua, como se observa en muchos estudios sobre los procesos de gramaticalización, sino que urge situar los fenómenos estudiados en la interfaz de las tradiciones orales y escritas, las dos en plural, para complicar las cosas. Además, no podemos recurrir a la metodología cuantitativa para describir la diacronía oral, muchas veces ocultada por las tradiciones y normas de escritura (cf. Hummel, en prensa b).
3.2La expansión de –mente en las lenguas románicasLa correlación de la expansión de los adverbios en –mente con el desarrollo de la escritura en las lenguas romances es un hecho evidente. Santos Río (2003) lematiza 3 161 adverbios en –mente diferentes, según nuestros cálculos manuales. Seco et al. (1999) lematizaron 2 821 adverbios en –mente reunidos a partir de textos escritos peninsulares de la segunda mitad del siglo xx. En el Diccionario del español de México (Lara, 2010), realizado a partir de un corpus escrito y oral del siglo xx, se enlistan 1 008 adverbios en –mente, según la comunicación amable de Fernando Lara. Ante la escasa representación que tienen los adverbios del tipo B en la oralidad informal (véase los apartados 4 y 5), podemos constatar que la expansión de los adverbios en –mente es un desarrollo culto vinculado con la escritura. No obstante, la investigación de los detalles del proceso de expansión queda pendiente. Company Company se dedica a ello en el marco de su proyecto de sintaxis histórica. De esta forma, podemos esperar que pronto conozcamos mejor su evolución diacrónica (cf. Company Company, en prensa).
Con estas reservas, podemos indicar algunos factores generales que debieron de haber favorecido el desarrollo de los adverbios en –mente. En primer lugar, cabe mencionar que la escritura es, en la gran mayoría de los casos, un instrumento de comunicación entre hablantes que no se conocen y no comparten la misma situación comunicativa. Esto implica, por ejemplo, esfuerzos de estandarización o normalización de la escritura. Además, el tipo de comunicación crea una necesidad de aumentar el número de unidades descriptivas; entre ellas, y quizá en primer lugar, las unidades con función atributiva. Se trata de un fenómeno general que también se registra en otras lenguas (cf. Drieman, 1962; Chafe, 1982: 41-42; Biber, 1988: 50-51, 104-105, 139-141; Biber et al., 1999: 504-507; Maas, 2010: 27, 106). Evidentemente, no sólo los adverbios del tipo B, sino también los del tipo A se hubieran prestado para ello, como en el caso del rumano, el alemán y el holandés.
Por esta razón tenemos que considerar también factores de índole cultural, como la tradición gramaticográfica occidental, que tiende a imponer el sistema bicategorial en los procesos de estandarización. La prefierencia por este sistema en la escritura se observa en griego y latín clásicos, en las lenguas románicas, en inglés, e incluso en las primeras gramáticas del árabe clásico redactadas por autores griegos, en tanto que la tradición popular se apoyaba en un sistema menos diferenciado. En el caso del alemán y del holandés, que usan la forma no marcada del adjetivo como adverbio de manera (tipo A), las gramáticas se obstinan en establecer dos capítulos distintos sobre adjetivos y adverbios, a pesar de no tener ningún sentido, desde el punto de vista morfológico y funcional, en los adverbios de manera.
En definitiva, la tradición culta tiende a imponer una clara división en clases de palabras donde la tradición oral popular está inclinada a conservar el sistema monocategorial. El proceso de superposición de un sistema bicategorial se puede todavía estudiar en las lenguas y dialectos románicos que actualmente intentan dotarse de una escritura estándar (ejs., el sardo, el friulano; cf. Hummel, 2013a). Resulta evidente que la tradición popular dialectal no dispone de todos los elementos que son necesarios para tener una lengua escrita que sea equivalente, en términos de riqueza expresiva, a las grandes lenguas románicas. Por eso, la imitación de los modelos preexistentes es un factor decisivo en el desarrollo de una escritura, al menos en el marco de las tradiciones occidentales. Y así fue el caso de los primeros textos en romance, escritos por autores que sabían escribir latín y griego cuando le buscaban una escritura al romance. Cabe recordar que, en el siglo xiv, Dante (1968) redactó su De vulgari elocuentia en latín. Es más, el Renacimiento intentó dotar a las lenguas romances de la misma riqueza expresiva que se les atribuía a las lenguas clásicas, que servían asimismo como modelos, antes de que los procesos políticos de organizarse como naciones independientes fomentaran los procesos de diferenciación, tanto respecto de las lenguas clásicas, como también respecto de las lenguas románicas entre ellas, especialmente en el caso de Francia, que intentó desmarcarse de todos.
Finalmente, resulta claro que no podemos hablar de ‘la’ gramaticalización de los adverbios en –mente. Según hemos visto en 3.1., hay que insistir en la gramaticalización oral popular de la función de sufijo adverbializador. En el desarrollo ulterior, conviene distinguir los procesos de gramaticalización o discursivización que implican una función de cuantificación-intensificación (ej., tremendamente) de los que convierten a algunos adverbios en –mente en marcadores de organización del discurso escrito, con efectos de osmosis hacia el habla oral (Naturalmente, …; Curiosamente, …, etc.), o de los que los transforman en operadores epistémicos y evidenciales (seguramente, obviamente), para sólo dar tres ejemplos. Todos estos procesos se producen en distintos momentos y bajo determinadas condiciones. Así, la función de intensificación parece relacionarse con la adopción de los adverbios en –mente por la lengua hablada, y la función de organización del discurso es un fenómeno que probablemente se impone en los siglos xix y xx, a partir de precursores más antiguos (cf. Hummel, 2013b).
4Los atributos en el habla oral informal de la América hispanohablante4.1Panorama generalNumerosos autores aluden al hecho de que los adverbios del tipo A se usan con mayor frecuencia en América que en España. La América hispanohablante comparte esta tendencia con todas las lenguas romances habladas en el Nuevo Mundo, es decir, el portugués y el francés. Remitimos a Hummel (2000, 2001, 2002a, 2002b, 2003, 2010a y b, 2012) para más detalles y bibliografía. El proceso abarca incluso al inglés, donde casos como real good o crazy quick son más usuales en América y Australia que en Inglaterra (Hummel, 2014). Se puede decir que el tipo B predomina en el habla escrita y en el habla oral formal, que son los registros más marcados por la norma culta, mientras que el tipo A es preferido en el habla oral popular y culto informal. Además, los hablantes populares utilizan los adverbios en –mente intencionadamente cuando desean optar por la forma de prestigio, es decir, para ‘hablar bien’. Del análisis de conversaciones telefónicas en Uruguay, por ejemplo, se desprende claramente que el tipo A constituye la variante no marcada, al mismo tiempo que los adverbios en –mente se prefieren en secuencias de cortesía formal (véase Hummel, 2012: 308-310). Teniendo en cuenta los resultados de los apartados 1 a 3, no cabe duda de que debemos situar este fenómeno en el marco diacrónico de la conservación de una tradición oral popular que se remonta a el latín vulgar, y posiblemente más lejos. Esta tradición se conserva mejor en el Nuevo Mundo que en el Viejo, a consecuencia del mayor impacto de las normas lingüísticas y de la escolarización en Europa. En definitiva, los manuales del español hablado en América deberían incluir el uso del tipo A como rasgo predominante en estándar oral informal.
4.2El caso de MéxicoEl análisis comparativo de los corpus del habla oral culta e inculta de la ciudad de México efectuado por Arjona Iglesias (1991; cf. Vigueras, 1983) pone en evidencia que la frecuencia de los adverbios en –mente es tres veces mayor en el habla oral culta. Vigueras (1983) había detectado 950 ejemplos realizados con 162 unidades distintas en 17.5 horas de grabación del habla oral culta, al paso que Arjona sólo registra 299 ejemplos y 59 unidades distintas en 17 horas grabadas del habla oral inculta. Por el contrario, los atributos con función adverbial del tipo A son dos veces más frecuentes en el habla inculta que en la culta. Arjona nota, además, que 278 de los 299 adverbios en –mente del habla inculta ocurren en situaciones en las que los hablantes saben que están siendo grabados. La citada autora supone que los hablantes intentan acercarse a la “norma de prestigio” en tales situaciones. Hummel (2002b) observa la misma actitud en hablantes brasileños. Parece que la técnica de colectar los datos mediante entrevistas implica una sobrerrepresentación de los adverbios en –mente, tanto en el habla culta como en la inculta. Con todo, el hecho de que los dos corpus se refieren al mismo tipo de situación comunicativa nos permite medir con relativa objetividad las discrepancias.
El cuadro 1 combina los datos mexicanos de Arjona Iglesias (1991) con los del habla culta de ocho ciudades americanas y de dos ciudades europeas del proyecto pilei analizados por DeMello (1992). Hemos añadido, además, los datos recientes de Medina Gómez (2011: 61; cf. Medina Gómez y Alarcón Neve, 2013) provenientes del Corpus Sociolingüístico de la Ciudad de México (cscm), coordinado por Martín Butragueño y Yolanda Lastra, y de los documentos mexicanos escritos del Corpus de la Real Academia Española (crea; se excluyeron los documentos orales).
El caso de rápido / rápidamente refleja bastante bien la tendencia general:
Rápido predomina casi absolutamente en el habla inculta de la ciudad de México. La situación se invierte en el habla culta europea, mientras que el habla culta de México, y de las ciudades americanas en general, tiene tendencias de uso más equilibradas. En los documentos escritos de crea (México), se prefiere el tipo B, pero el tipo A tampoco está excluido. Los datos sociolingüísticamente diferenciados del cscm confirman el estatus del tipo A como variante estándar en la comunicación oral. Se corrobora que los datos del Proyecto pilei (habla culta) son bastante formales o esmerados, de suerte que los adverbios en –mente se ven sobrerrepresentados.
El uso relativamente equilibrado de rápidamente en el habla culta podría explicarse en analogía con los hallazgos de Kraschl (2008) acerca de los adverbios en –mente en el español actualmente hablado en la península ibérica. En el promedio, la proporción de los usos en textos formales frente a los textos informales es de 3 a 1, aproximadamente (2008: 34). Además, la prefierencia por los adverbios en –mente es también una característica del habla culta (2008: 48). No es que todos los hablantes cultos manifiesten una prefierencia idiolectal por los adverbios en –mente, pero todos los hablantes que efectivamente tienen una predilección por este tipo de adverbios pertenecen al grupo culto. Dicho de otro modo, hay hablantes cultos que no cuidan su expresión oral de tal modo que ello se refeje en la frecuencia de los adverbios en –mente, pero algunos sí. En consecuencia, el uso de los adverbios en –mente se correlaciona con el nivel educacional, pero depende de la persona culta si se conserva individualmente esa prefierencia culta en el habla informal o no. Esta opcionalidad podría manifestarse también en el habla oral culta de la ciudad de México.
5Los atributos del tipo a y b en el habla oral semiinformal de chile5.1La hipótesis de selección sintácticaA partir de la teoría general sobre el desarrollo diacrónico expuesta en el apartado 2, según la cual los adverbios del tipo A deberían predominar en la tradición oral, sugerimos una hipótesis diferenciada por la que los factores sintácticos podrían haber condicionado específicamente el desarrollo de los sistemas atributivos mono y bicategorial (Hummel, 2000: 461-470). Según esta hipótesis, el tipo B en –mente se prestaría mejor a las dislocaciones sintácticas, porque su función adverbial está morfológicamente marcada con el sufijo, mientras que el tipo A incurriría en situaciones de ambigüedad o agramaticalidad cuando está alejado del verbo:4
Sistema monocategorial | Sistema bicategorial |
(11a) Mirar rápido al coche | (11b) Mirar rápidamente al coche |
(12a) Mirar al coche rápido | (12b) Mirar al coche rápidamente |
(13a) ?alto importante | (13b) altamente importante |
(14a) ?tremendo bien | (14b) tremendamente bien |
(15a)?Curioso, ella no lo hizo | (15b)Curiosamente, ella no lo hizo |
(16a) Curiosa, ella no lo hizo | (16b) Curiosa, ella no lo hizo |
En (11a, b) la función adverbial queda claramente marcada, sea por la posición sintáctica dentro del sintagma verbal (11a), sea por la posición sintáctica y el sufijo –mente a la vez (11b). La dislocación del adverbio no implica problemas de ambigüedad en el sistema bicategorial (12b), en tanto que en (12a) la interpretación de atributo del verbo compite con la del atributo del sustantivo coche (adjetivo adnominal). Sin embargo, la lectura adverbial es predominante, al menos en la oralidad. Del mismo modo, la función de atributo de un adjetivo es inusual o agramatical en (13a). En cambio, (13b) no encuentra problemas. La situación se repite con la función de atributo de adverbios en (14a, b). Tampoco suele aceptarse (15a) como equivalente de (15b). Las gramáticas y los estudios lingüísticos suelen referirse a es curioso que como equivalente de (15b), pero no (15a). En los comentarios a nuestra hipótesis, que data del 2000, pocos lingüistas pusieron en tela de juicio el uso del asterisco en (15a). Veremos que el análisis se presenta de forma más diferenciada cuando se mira el uso oral. La variante flexio-nada (16a) no es el equivalente de (15b), en la medida en que no se actualizan la función y el significado del adverbio enunciativo (15b), sino el significado básico del adjetivo curioso con función de adjetivo destacado. De ser así, se trata del mismo uso adjetival que también es posible en el sistema bicategorial (16b), ya que los dos sistemas no se distinguen respecto de las funciones de adjetivo flexionado, razón por la cual (16a) es idéntico a (16b). Del análisis de los ejemplos (11) a (16) se desprende que el atributo del tipo A no debería ser frecuente en las funciones de atributo de adjetivos, de adverbios o de enunciados. En la proyección diacrónica, esto induce a suponer que las ventajas posicionales que lleva el adverbio en -mente sobre el adverbio del tipo A podrían haber favorecido, junto con otros factores, la expansión de los adverbios en -mente en la historia del español.
5.2El corpusEscogimos como base empírica un corpus del habla oral semi-informal de la variedad chilena, compuesto por nueve entrevistas con empleadas domésticas de 24 a 52 años, para ver si se confirma la incidencia de las restricciones sintácticas arriba mencionadas en las prefierencias por los tipos A o B. Diacrónicamente, Chile pertenece a una zona geográfca menos afectada por el influjo escolar que España, es decir, podemos suponer que la tradición oral sigue siendo más auténtica que en España. El tema de las entrevistas es la biografía de las empleadas relacionada con el origen, la migración a la capital y la condición de la mujer. Las grabaciones fueron realizadas en 1995 y transcritas por la entrevistadora Bettina Kluge (parcialmente publicadas en Kluge, 2005). Las mujeres entrevistadas son oriundas de las zonas rurales del sur de Chile, de donde migraron a Santiago para trabajar como empleadas domésticas internas (“puertas adentro”) que viven día y noche en la casa de los “patrones”, de clase medio alta y alta. Crecieron mayoritariamente en ambiente campesino sin infraestructura moderna, muchas veces sin electricidad, ni agua corriente ni transporte público. No obstante, el material lingüístico recogido no refleja directamente el uso dialectal del sur de Chile. Aunque crecieron con su dialecto rural, las mujeres se adaptaron al estándar nacional a través de su formación escolar básica o media y, posteriormente, por su vida en la capital en casa de familias bien situadas. Así, una de las personas entrevistadas dice que no está hablando como en su casa del sur, sino como suele hablar con los niños de sus “patrones”, que deben aprender a hablar correctamente. A pesar de ello, los textos pertenecen a un registro oral informal que se acerca a lo que podríamos denominar el estándar oral popular, sin duda algo adaptado a los parámetros comunicativos de una entrevista semi-dirigida (cf. Koch y Oesterreicher, 2007: 29). Las entrevistas duraron entre 25 y 180 minutos, con un promedio de 64 minutos, totalizando 9 horas y 25 minutos de grabación. La parte del texto que corresponde a la producción lingüística de las empleadas suma unas 70 000 palabras aproximadamente.
Puede decirse de entrada que no se corroborará la hipótesis de las restricciones sintácticas para el tipo A. En contrapartida, el rechazo de esta hipótesis reforzará la teoría general según la cual el tipo A predomina en el habla oral de tradición popular, incluso en las posiciones sintácticas (13, 14, 15).
A continuación, se detallarán los resultados según la posición y función del atributo en los enunciados y en el discurso.
5.3Los atributos internos del sintagma verbal I: los adverbios de maneraEn el discurso de las empleadas domésticas, sólo se encuentran cinco atributos del tipo B que modifican el verbo: libremente, correctamente, voluntariamente, realmente, personalmente (Hummel, 2007). Cada uno ocurre una sola vez. Además, podríamos clasifcar realmente como intensifcador, ya que tiene la misma función en otras posiciones sintácticas (ej., realmente grande). De manera semejante, personalmente expresa el mismo punto de vista subjetivo que en yo personalmente. Por eso, sólo tres de los cinco adverbios son típicos modificadores del evento verbal.
Por el contrario, el tipo A predomina claramente, con 40 ocurrencias realizadas con 26 atributos. Citemos algunos ejemplos: pensar positivo, entenderse perfecto, aprender rápido (fácil), ir frecuente, pagar directo, me toca duro, vestirse normal, leer fuerte, cambiar total, pensar igual, hablar distinto (raro, correcto, cantadito, rico, sencillo).
En conclusión, los datos confirman la teoría general de la prevalencia del tipo A. Los adverbios en –mente no se ven favorecidos en esta posición sintáctica.
5.4Los atributos internos del sintagma verbal II: la predicación secundariaLos predicados secundarios flexivos atribuyen su significado a los participantes del evento designados por los argumentos del verbo. A diferencia de los adjetivos adnominales, la función atributiva de los predicados secundarios está condicionada por el verbo al que pertenecen sintácticamente. Así, en Los niños duermen tranquilos el atributo tranquilo se refiere al estado de los niños mientras duermen, y en La encontré muerta se describe un rasgo de la persona en el momento de descubrirla.
Curiosamente, en su origen parafrástico, lat. mente sirvió para expresar el estado mental del sujeto a la hora de actuar (lat. devota mente facere), es decir, equivaldría en español moderno a un predicado secundario que se refiere a un estado mental. Mente se gramaticalizó después como sufijo adverbial que marca un adverbio de manera. Este refiere directamente al evento, y ya no a uno de sus participantes.
En cuanto a la predicación secundaria, cabe señalar que el hecho de que el corpus contenga exclusivamente el habla de mujeres facilita la aparición de atributos flexionados. Hemos detectado diez casos de predicación secundaria orientada hacia el sujeto con marcas de flexión (Hummel, 2008). Se encuentran incluso predicados secundarios con verbos copulativos que no son muy usuales en textos escritos (Lasniñas se quedan embarazadas jóvenes). Se atestiguan, además, cinco predicados secundarios flexionados orientados hacia el objeto directo, y dos con verbos reflexivos.
En casos en los que el participante es designado por un sustantivo en masculino singular, el predicado secundario puede recibir una interpretación ambigua orientada hacia el evento y/o el participante. El grado de ambigüedad depende del significado: es más alto con tranquilo que con rápido porque el primero tiene una mayor afinidad con la disposición mental y emocional del participante sujeto, mientras que el segundo se relaciona prefierentemente con una cualidad del evento verbal (ejs., El niño duerme tranquilo. El niño corre rápido).
Pensamos que los predicados secundarios constituyen una variante que se desarrolla naturalmente, tanto en el eje sincrónico como en el diacrónico, a partir del uso de atributos del tipo A dentro del sintagma verbal, donde se efectúa una flexión ad sensum espontánea. La estrecha vinculación con los atributos orientados hacia el evento, analizados en el apartado anterior, se desprende de casos de flexión popular “mecánica”:
Kluge: Qué consejo le[s] darías, a otros jóvenes de tu región, que piensan en irse a vivir acá, qué deberían hacer, qué no deberían hacer Julia: No sé, que, que se vengan pero: así como, que lo tomen todo como relajadito
En (17), relajado caracteriza la disposición interna del sujeto en plural, debiendo recibir una marca de plural en un texto normativo, en tanto que en (18) el mismo atributo modifica al sujeto en singular, de manera que no debería recibir el morfema de plural. De forma análoga, en una conferencia dada por una profesora universitaria argentina se pudo escuchar: “Les voy a dar tres ejemplos muy rápidos”. En estos casos, la flexión es un proceso espontáneo realizado sobre la marcha.
Por el contrario, en los textos escritos suele respetarse el imperativo normativo según el cual la flexión debería refe-jar una relación atributiva lógica. Por la misma razón, pensamos que la separación clara de los adverbios del tipo A, de un lado, y de la predicación secundaria flexiva, de otro, es un proceso que se desarrolló con mayor nitidez en la tradición escrita, mientras que la tradición popular sigue tratando la flexión como recurso más espontáneo que sistemático (cf. también casos como vamos directos).
En todo caso, la predicación secundaria refuerza el impacto del sistema monocategorial en la tradición oral, sobre todo cuando la flexión no sirve para separar la función adjetival de la adverbial. Se confirma la hipótesis general, en la medida en que dentro del grupo verbal los atributos del tipo A predominan claramente sobre los del tipo B, en todas sus variantes, flexionales o invariables.
5.5Los atributos terciarios modificadores de adjetivos o adverbiosSegún nuestra hipótesis, los adverbios en –mente deberían verse favorecidos con este tipo de atributos (véase 13a, b). Sin embargo, los datos lingüísticos ponen de manifiesto lo engañosos que son los ejemplos ilustrativos. Si bien el ejemplo *alto importante no parece ser usual o gramatical, los atributos del tipo A no solamente abundan en esta función, sino que constituyen la variante canónica tanto en la expresión escrita como en la oral. Según se desprende de (19), muchos atributos terciarios realizan la misma función atributiva en distintas posiciones sintácticas, con inclusión de la atribución secundaria dentro de un sintagma verbal o nominal:
demasiado importante, demasiado bien, pagar demasiado, demasiadas casas poco importante, pagar poco, pocas casas muy importante, muy bien, pagar mucho, muchas casas tan importante, tan bien, pagar tanto, tantas casas bastante importante, bastante bien, pagar bastante, bastantes casas
Desde el punto de vista semántico, podemos reunirlos en el paradigma de los cuantificadores. El hecho de que los cuantificadores se usen como modificadores de verbos, adjetivos, adverbios y sustantivos corrobora la hipótesis según la cual los atributos constituyen una sola clase de palabras (sistema monocategorial). La flexión surge de forma natural cuando el atributo aparece dentro de un sintagma nominal. En lugar de separar el “adjetivo” en bastantes casas del “adverbio” en bastante importante (bien), resulta más convincente explicar los ejemplos como variantes sintácticas de una misma clase de palabras, ya que la clasificación como adverbio se justifica únicamente con el criterio negativo de no tratarse de adjetivos adnominales flexivos (cf. la reseña exhaustiva de la bibliografía en Sonntag, 2005: 1-41).
El cuadro 2 reúne el conjunto de los cuantificadores con base atributiva del Corpus Kluge (Hummel, 2010b):
Cuantificadores atributivos en el habla oral chilena
flexivos | semi-fexivos | forma propia | –mente | sintagmáticos | |||||
demasiado | 6 | muy | 129 | más | 123 | terriblemente | 4 | un poco | 18 |
bastante | 4 | tan | 40 | bien | 36 | absolutamente | 2 | más bien | 3 |
medio | 2 | mucho | 14 | nada | 11 | totalmente | 2 | más o menos | 3 |
poco | 2 | cuanto | 1 | casi | 4 | especialmente | 1 | ||
todo | 3 | menos | 1 | exactamente | 1 | ||||
típico | 1 | realmente | 1 | ||||||
total | 18 | 184 | 175 | 11 | 24 |
Los cuantificadores flexivos se usan con mayor frecuencia token que los en –mente, pero la frecuencia type es casi la misma. Esto tiene que ver con la mayor productividad de los adverbios en –mente. En concreto, si aumentáramos el tamaño del corpus, es poco probable que el número de las formas flexivas sea mucho mayor a nivel type, de suerte que podemos entenderlas como paradigma prácticamente cerrado. En cambio, es de esperar que se registren más adverbios en –mente. Podemos, efectivamente, considerar la sufijación como una técnica que se emplea para alargar de forma productiva las unidades que ejercen una función de cuantificación (cf. Kaul de Marlangeon (2002: 45-49), acerca del habla culta).
Desde el punto de vista diacrónico, la prevalencia del tipo A resulta todavía más clara. Efectivamente, el grupo en la segunda columna reúne formas que eran flexivas en su origen. En portugués, la variante flexiva muito sigue usándose como adverbio donde el español tiene muy, y en italiano se conservan molto y tanto con función adverbial. En definitiva, en el caso de los adverbios terciarios, el sistema monocategorial del tipo A conforma el paradigma estándar que se usa en todos los registros y códigos de la lengua, al paso que los adverbios en –mente tienden a usarse para lograr una mayor expresividad, también porque la innovación conlleva de por sí un efecto llamativo.
Cabe señalar un grupo interesante que tiene un solo representante, típico, en la primera columna del cuadro 2.Típico se registra en el sintagma típico sureño. A diferencia de bastante, demasiado, etc. el atributo terciario típico comparte con los adverbios en –mente de la cuarta columna el hecho de conservar las propiedades de los adverbios de manera en la función de cuantificación, es decir, expresa también una cualidad. El subgrupo de los atributos terciarios cualifcativos del tipo A no es frecuente en el habla oral informal observada.
Para encontrar un mayor número de ejemplos hay que examinar las variedades subestándares de la lengua española. En efecto, vertical total y pobre completo están documentados en el dialecto de Lanzarote (Torres Stinga, 1995: 180), y borracho tieso, desabri(d)o tieso, (d)esmaya(d)o tieso, ruin acabado en el de La Gomera (Tabares Plasencia, 2006, vol. 2: 836-839). En el habla juvenil de Santiago de Chile, son usuales enunciados como Esa película es terrible mala, Está terrible desordenado nuestro trabajo, y terrible mal conectada (Corpus cola; cf. Stenström y Jørgensen, 2011). Rohlfs (1954: 3: 127) encontró bruttu vestutu ‘feo vestido’ en el dialecto italiano calabrese. Recuérdese también que Kany (1970: 57-63) documenta casos como de puro tonta, de pura tonta, de puros perversos, de puras brutas, de pura traviesa, mero orgullosa, mero bien, etc., en los dialectos americanos.
En francés, se registra C’était vrai bon en la variedad canadiense, y Elle est grave belle es bastante usual en la jerga juvenil de los suburbios parisinos. Desde el punto de vista diacrónico, el Dictionnaire historique de l’adjectif-adverbe documenta una larga serie de ejemplos: ras tondu, fin(e) bonne, frais levé, fraîche cueillie, toute bonne, grandes ouver tes, clair-voyant, menu serré, large baillant, étroit cousu, doux coulant, nouveau venu, nouveaux mariés, bon creux, raide amoureux, etc. (Hummel y Stiegler 2005). El uso de fort en fort important sigue siendo usual en francés, del mismo modo que foarte important en rumano. Chircu (2007: 22) menciona fuerte encendidos en español medieval. De modo general, Deutschmann (1959: 241-243) indica que los cuantificadores en –ment(e) eran poco frecuentes en los orígenes de las lenguas románicas, donde se vinculaban estrechamente con la expresión escrita, antes de conocer un progresivo aumento general de su frecuencia en el decurso de los siglos. La adquisición progresiva de las funciones de cuantificación-intensificación en los adverbios en –mente se confirma diacrónicamente (cf. Hummel, 2013b).
5.6Los atributos con funciones enunciativas o discursivasLos atributos se usan también como marcadores discursivos, como unidades de enfoque o como modificadores en el grupo de determinantes. En los tres casos, los atributos contribuyen a la construcción de una perspectiva subjetiva en el discurso. Por eso, los hemos reunido en el grupo de los atributos enunciativos (Hummel, 2012).
El cuadro 3 contiene las unidades detectadas en el Corpus Kluge:
Los atributos enunciativos en el Corpus Kluge
Atributos enunciativos (Tipo A) | Atributos enunciativos (Tipo B) | ||
claro | 152 | solamente | 28 |
bueno | 123 | realmente | 14 |
igual | 93 | simplemente | 7 |
incluso | 7 | generalmente | 6 |
solo | 5 | definitivamente | 1 |
cierto | 4 | efectivamente | 1 |
justo | 3 | precisamente | 1 |
mejor | 4 | precisamente | 1 |
total | 3 | seguramente | 1 |
exacto | 1 | ||
horrible | 1 | ||
11 unidades | 396 ejemplos | 9 unidades | 60 ejemplos |
Según estos datos, el tipo A predomina claramente sobre el tipo B.
Es más, los marcadores del discurso claro, bueno, igual, cierto y total no se aceptan del todo en la escritura normativa. Se trata de recursos exclusivamente orales que penetran muy poco en la lengua escrita. En lugar de verse amenazados por la norma escrita, como sucedió con los atributos terciarios mero y puro, que desaparecieron no solamente de la escritura, sino también del habla oral estándar, los marcadores discursivos constituyen una de las marcas más características de la tradición oral de los dos lados el Atlántico. La norma culta de la escritura, en lugar de combatirlos, los ignora. Se evitan, con excepción de la mímesis literaria de la oralidad. Su exclusión de la escritura es tan fuerte que resulta casi imposible observar su desarrollo diacrónico en los textos escritos (cf. Ocampo, 2006a, b). Para compensarlo y para realizar nuevas funciones en la construcción del discurso, la norma escrita recurre a los adverbios en –mente epistémicos o evidenciales, a los de actitud o de perspectiva, etc. Las gramáticas tradicionales suelen fundamentar su descripción de las funciones atributivas enunciativas con los adverbios del tipo B, pasando por alto la organización de los discursos orales informales.
Pese a que sean menos frecuentes que el tipo A, las formas del tipo B con funciones enunciativas constituyen el sector en el que más adverbios en –mente se usan en el Corpus Kluge, si se comparan estos datos con los de los apartados anteriores (cf. tb. Vigueras, 1983: 121). Dicho de otro modo, las funciones enunciativas de los adverbios en –mente son las que más fácilmente pasaron del habla escrita al habla oral.
Desde el punto de vista diacrónico, los atributos del tipo B se sobrepusieron progresivamente a los del tipo A como soluciones preferidas por la norma culta. Prueba de ello son dobletes como los que se indican a continuación:
claro / claramente cierto / ciertamente justo / justamente bueno / buenamente igual / igualmente sólo / solamente total / totalmente exacto / exactamente horrible / horriblemente
Con todo, las formas en –mente no disponen del mismo grado de polifuncionalidad que los atributos del tipo A. La polifuncionalidad de estas está estrechamente relacionada con la prosodia, es decir, con una propiedad que la escritura casi no refleja. En algunos casos, como el de bueno / buenamente, el tipo B no recoge ninguna de las funciones del tipo A. Esto muestra que la tradición escrita no es un simple refejo de la oralidad, es decir, un simple cambio de código, como creían muchos lingüistas en el siglo xx. Por importantes que sean las interfaces de la oralidad y la escritura, conviene considerar también las tradiciones sui generis (cf. Maas, 2010). La divergencia de las tradiciones es particularmente fuerte en el campo de la construcción del discurso.
Los adjetivos destacados constituyen otro caso interesante (véase 16a = 16b). Curioso es un atributo indirecto de la chica en Curiosa, la chica se acercó al espectáculo. Los adjetivos destacados pertenecen al grupo de los atributos enunciativos, en la medida en que ocupan una posición extra-oracional a partir de la cual modifican a un sustantivo. Podrían emplearse los términos adjetivos de frase o adjetivos enunciativos en analogía con adverbios de frase o adverbios enunciativos. Las funciones de los ‘adjetivos de frase’ se distinguen claramente de las de los ‘adverbios de frase’. Así, en Curiosamente, la chica no lo hizo el adverbio enunciativo curiosamente se refiere a la opinión del hablante, quien encuentra curioso ‘raro’ que la chica no lo haga. Por eso se ha sugerido la paráfrasis con es curioso que. En cambio, en Curiosa, la chica no lo hizo sería parafraseable con estando curiosa. Desde el punto de vista variacional, los ‘adjetivos de frase’ (adjetivos destacados) son un recurso sumamente literario (Martínez, 1994: 230).
Llegados a este punto, merece la pena detenerse para mirar más de cerca la supuesta agramaticalidad de (15a): ?Curioso, ella no lo hizo. Está pendiente todavía el análisis sistemático del empleo incidental de los atributos en el Corpus Kluge, pero podemos citar ejemplos como el siguiente que nos hacen dudar de la agramaticalidad de (15a): Sandra: y cuando me dieron el alta ... horrible … porque ehtaba tan débil dehpués de tanto tiempo hohpitalizada … porque me, me (he hecho) una infección … terrIble
En este ejemplo, horrible no se refiere a un sustantivo concreto, sino que evalúa las circunstancias del evento relatado. El segundo caso, terrible, puede referirse a una infección, pero tampoco parece descabellado considerarlo como un atributo circunstancial destacado y reforzado por la intensificación vocálica indicada con mayúscula. El atributo terrible no tiene flexión de género, de tal suerte que no podemos pronunciarnos sobre si es invariable o no. En todo caso, los hablantes nativos tienden a privilegiar la interpretación como atributo con función discursiva evaluativa, como en el caso de horrible. Informantes mexicanos indicaron que no les sorprendería escuchar un enunciado como Curioso, la chica no se acercó. Efectivamente, con entonación adecuada curioso puede adoptar el significado ‘es curioso que / encuentro curioso que’ en el habla informal. Claramente, la marca de interrogación en (15a) no tiene justifcación si el ejemplo se refiere a la lengua hablada. Una informante peruana mencionó el uso de Fácil vendrán diez personas para expresar que el hablante estima muy probable que vengan diez personas. Hablantes mexicanos confirman el mismo tipo de uso.
Conviene señalar, en este contexto, que ¡Horrible!, ¡Fantástico!, ¡Fijo!, etc., son exclamaciones invariables que se usan como respuestas independientes. Tales atributos destacados no flexivos podrían constituir el polo productivo de las funciones discursivas realizadas con adjetivos (bueno, claro, etc.). Sugerimos la hipótesis, según la cual, la oralidad espontánea tiende a usar los atributos destacados del tipo A de forma invariable, con una carga importante de subjetividad evaluativa, al mismo tiempo que la escritura canónica impone los adjetivos destacados flexionados. En consecuencia, hay que diferenciar la agramaticalidad de (15a) desde el punto de vista de la escritura normativa, por un lado, y la gramaticalidad de (15a) según los criterios de uso vigentes en la oralidad informal. En la oralidad, las variantes flexio-nadas de ¡Fantástico!, ¡Horrible!, etc. surgen conforme los hablantes deseen o no marcar una relación atributiva más específica con un sustantivo o una persona.
El hecho de emplear de forma espontánea las marcas de flexión en la oralidad informal facilita la ocurrencia de variantes en todas las posiciones sintácticas (vamos rápido(s), vamos directo(s), medio(s) tontos, horrible(s) (como inciso), etc.) (cf. Hummel, en prensa c). Acorde con el esquema 2, la escritura normativa opera una selección de variantes que se convierten en estándar. Los morfemas flexivos son considerados correctos con tal de que refejen una relación atributiva que se dirige a un sustantivo (ej. una chica bonita), es decir, con exclusión de las funciones atributivas adverbiales (vamos rápido, medio tontos).
Desde esta perspectiva normativa, la oralidad informal tiene dos características: el uso “ilógico”5 y las “vacilaciones”. El uso parece “ilógico” cuando las marcas flexivas no refe-jan la relación atributiva (ejs., vamos rápidos; hago las cosas más tranquilas). El uso es vacilante, por ejemplo, cuando el mismo hablante pone la marca de plural en unos casos y en otros no aunque la relación atributiva sea la misma. Ahora bien, el hecho de poner las marcas flexivas sólo en caso de necesidad o cuando se le apetece al hablante para marcar una relación atributiva es una característica sistemática del habla informal que fácilmente se desprende del uso de la s de plural. Es, además, perfectamente funcional. Que la escritura normativa imponga la regla del uso sistemático es una propiedad de este registro-código. La oralidad simplemente funciona de otra manera, les guste a los profesores de lengua o no. Además, el empleo de los morfemas flexivos en la oralidad informal no es tan “ilógico” como parece. En medios tontos, la concordancia refleja una relación atributiva: medios modifica a tontos. La norma lingüística veda esta solución porque medios es considerado adverbio, es decir, categoría invariable. Es un punto de vista dogmático; la lingüística descriptiva debería proceder de otra manera. En el caso concreto, es preferible argumentar que el sistema monocategorial no conoce la separación de adjetivo y adverbio. Por consiguiente, no tiene sentido imponer los criterios de un sistema bicategorial. Además, en la oralidad los morfemas no sirven exactamente como refejo morfológico de relaciones atributivas, sino como marcas de coherencia temática que se usan en caso de necesidad. Los hablantes que a veces no pronuncian la s de plural son perfectamente capaces de usarla. No estamos en una situación de debilitación del sistema.
5.7La expansión de los atributos hacia las funciones circunstancialesConforme acabamos de ver, los atributos destacados invariables tienen una función de evaluación circunstancial. El marcador discursivo de síntesis total también se refiere a una circunstancia discursiva, en la medida en que no podemos parafrasear ejemplos como Total, no va a venir con *Es total que no va a venir.
Aparte de eso, se observan casos de expansión de los atributos a las funciones circunstanciales normalmente expresadas con adverbios de tiempo (Hummel, 2009). Son recursos marginales en un campo ocupado por unidades como ayer, mañana, etc. Además, los atributos de tipo B invaden el mismo campo funcional. Según nuestra hipótesis, sería de esperar que actualmente se vea favorecido frente a actual para expresar una función de circunstante temporal. Es más, los hablantes cultos no dudan en juzgar el tipo A como no gramatical. En realidad, los datos objetivos del Corpus Kluge ponen en tela de juicio estas opiniones. No es que los juicios de gramaticalidad sean completamente falsos, ya que reflejan la norma y el uso cultos. Sin embargo, no debemos extrapolar tales juicios a la lengua en general, creándonos una visión artificialmente monolítica de la misma.
En el Corpus Kluge, se encuentran casos de extensión de la función atributiva a circunstancias temporales que listamos a continuación:
Frecuencia de atributos con función de circunstantes temporales
Tipo A | Tipo B | ||
actual | 1 | actualmente | 3 |
anterior | 3 | eternamente | 1 |
atrasado | 1 | mensualmente | 2 |
indefnido | 1 | nuevamente | 4 |
largo | 1 | últimamente | 2 |
nocturno | 1 | ||
primero | 4 | ||
pronto | 1 | ||
recién | 16 | ||
seguido | 1 | ||
temprano | 7 | ||
11 unidades | 37 ejemplos | 5 unidades | 12 ejemplos |
Como en los apartados anteriores, el tipo A se manifiesta como la variante preferida en el habla oral popular chilena. Se encuentran ejemplos como Lo ha dicho anterior; Recién empecé a trabajar; Hacer algo nocturno; Pagar mensual. Algunos casos se aceptan bien en la norma culta: atrasado,primero, pronto, temprano. En este caso, las alternativas en –mente connotan un uso afectado e hipercorrecto: primero / primeramente, pronto / prontamente, recién / recientemente, seguido / seguidamente, temprano / tempranamente, etc. Si se multiplicasen las formas del tipo B en un discurso, podrían crear connotaciones de presunción y falsedad. De hecho, algunos autores atribuyen el uso de los adverbios enunciativos en –mente, para los que existe una variante del tipo A aceptada en el estándar, al discurso político, con todas la connotaciones que tiene el arte de hablar bien sin comprometerse demasiado con lo dicho. El mismo efecto de prudencia que la bibliografía reconoce en seguramente ‘probablemente, creo que’ frente a seguro ‘sí, con certeza’ se detecta en una serie bastante larga de adverbios en –mente, como en ciertamente frente a cierto. Sería muy interesante investigar la diacronía de la ocupación de las funciones circunstanciales por atributos de tipo A y de tipo B.
6Hacia una diacronía diafásica de los atributos del tipo A y tipo BLas características variacionales diafásicas de los adverbios en –mente sufrieron cambios importantes en la diacronía de las lenguas romances. Si bien las tendencias observables se enmarcan en un esquema común, según veremos ahora, cada cultura nacional o regional adoptó actitudes específicas.
En la Francia del siglo xvi, una polémica enfrentó los defensores del atributo del tipo A a los que preconizaban los adverbios en –ment. Así, Du Bellay (1970 = [1549]: 160-161) escribió:
Uses donc hardiment [...]. Des noms pour les adverbes, comme ilz combattent obstinez, pour obstinéement, il vole leger, pour legerement, & mil’ autres manieres de parler [...].
Du Bellay admitió el enriquecimiento de la lengua francesa por imitación de las lenguas clásicas (cf. Brunot, 1971: 360), a diferencia de Malherbe, quien rechazaría esa actitud considerada latinizante (ibid.: 297). La fidelidad a la expresión oral informal no fue aducida como argumento a favor del tipo A, sino la riqueza de la lengua y el modelo latino, frente al sufijo “nacional” –ment, que no existía en latín clásico. No obstante, las opciones efectivas tuvieron necesariamente repercusiones en la distancia que se iba a crear, o no crear, entre la tradición oral y la nueva tradición escrita en vías de normalización. Al final, los adverbios en –ment se impusieron como variante de prestigio frente a los atributos monocategoriales, hasta el punto de usarse de forma excesiva tanto en Francia como en España (Criado de Val, 1972: 199).
Efectivamente, el movimiento francés de Las Preciosas, ridiculizado por Molière en Les précieuses ridicules, proclamó el uso abundante de los adverbios en –ment, especialmente como cuantificadores hiperbólicos del tipo furieusement, aunque también como modificadores valorativos del verbo (faire cruellement rougir) (cf. Brunot, 1971: 360; Dufour-Maître, 2008: 600-604; Denis 1998: 56). El empleo de los adverbios en –ment es una de las características del lenguaje précieux que más tiempo se conservó en ciertos sociolectos (cf. Lathuillère, 1985: 274), e incluso en colocaciones todavía usuales en la lengua común, como, por ejemplo, faire cruellement défaut. En su comentario a los Deux dialogues de Henri Estienne, Ristelhuber escribe, en una nota a pie de página, que “ce sont les précieux et les femmes qui ont fait le succès de ces exagérations adverbiales”, aludiendo al uso abusivo de los adverbios en -ment (Estienne (1970 = [1578]), vol. 2: 138). Más tarde, a partir del siglo xvii, se criticará el uso excesivo de los adverbios en -ment no solamente respecto a las variantes hiperbólicas y neológicas de las Précieuses, sino también por su frecuencia en general. Los efectos de las críticas se resienten en términos cuantitativos a partir de la segunda mitad del siglo xvii.
Llama la atención que en locutores mexicanos y brasileños se observe también una conciencia lingüística de mayor formalidad y cortesía de los adverbios en -mente (cf. Arjona Iglesias, 1991: 40). Es posible que la connotación de alternativa prestigiosa sea un rasgo compartido por el conjunto de las lenguas iberoamericanas, al menos en términos de tendencia general, ya que también se detectan formas claramente populares (ejs., mismamente o mesmamente, malamente). Por eso, nos parece posible comparar el valor diafásico que connotan los atributos monocategoriales y los adverbios en -mente en América hoy en día, con el valor que tenían en Francia en los siglos xvi y xvii. Sin embargo, a diferencia del francés, el prestigio de los adverbios en -mente no corre parejo con el desprestigio de los adverbios de tipo A; estos se acercan incluso a lo que podría considerarse la variante diafásica no marcada.
En la Francia de hoy, el uso de los adverbios en –ment es considerado normal (estándar), sin connotación de prestigio. Sumándose a las críticas dirigidas al uso excesivo, la tradición racionalista, que vigorosamente marcó la gramaticografía francesa a partir del Siglo de las Luces, criticó los adverbios en –mente por su tendencia a adoptar significados metafóricos, considerados poco ‘lógicos’, como sucede en las funciones discursivas de naturellement, curieusement, etc. (cf. Bally, 41965: 246-248; Frei, 1929: 203). En esta óptica, era preferible escoger los sintagmas preposicionales del tipo en réalité, de façon naturelle, etc. Esta prefierencia estilística se nota todavía hoy en el estilo literario elaborado (Hummel, 1998: 227-228), que prefiere las formas perifrásticas rebuscadas del tipo d’un pas lent, d’un ton sévère, d’un air content, l’esprit tranquille, de manière naturelle, etc. Los atributos del tipo A con función adverbial, a su vez, son considerados como muy vulgares, con la salvedad de algunas formas canonizadas (y casi fosilizadas) como parler haut / bas, couper court, etc.
Así, la jerarquía estilística del francés ha sufrido un cambio diacrónico que se puede describir en términos diafásicos como un proceso de propagación desde arriba (norma culta esmerada y estándar) hacia abajo (norma vulgar) (cuadro 5):
La fase I fue característica del latín hablado informal (latín vulgar) y del protorromance. En la expresión escrita se usaba el latín, sobre todo el sufijo –iter, que se había impuesto incluso en los casos en los que el latín clásico lo evitaba (humaniter, en lugar de humanē). En la tradición oral, la forma más empleada fue el atributo monocategorial con funciones tanto adjetivales como adverbiales y circunstanciales. Suponemos que el atributo simple se usaba también en la comunicación subestándar, pero sin connotación de vulgaridad, como sigue siendo el caso en América. El rumano conserva también esta situación, con inclusión del registro formal, ya que se institucionalizó el sistema monocategorial.
En la diacronía diafásica de las lenguas romances hay que tener en cuenta el fenómeno al que Maas (2010) alude con el término “Sprachausbau”, es decir, la elaboración cultural de una arquitectura diferenciada de una lengua, con cada vez más funciones, códigos de realización, etc., según el esquema 2. En esta óptica, parece normal que la fase I sea menos diferenciada que la fase III.
La fase II aparece muy claramente en la diacronía del francés en los siglos xvi y xvii, cuando se imponen los adverbios en -ment, hasta el punto de criticarse su empleo excesivo. Podemos incluso relacionar el uso de los adverbios en -ment con la famosa “klassische Dämpfung” o ‘contención clásica’ que Leo Spitzer (1931) constató en la literatura clasicista. En efecto, los adverbios del tipo B quitan la fuerza subjetiva emocional directa a las de tipo A. A diferencia de los incisos (atributos destacados) ¡natural!, ¡horrible!, ¡obvio!, ¡perfecto!, etc., que implican un contacto emocional directo con los interlocutores y los hechos referidos (lengua de inmediatez), los adverbios en –ment correspondientes conllevan un efecto de distancia narrativa. Es exactamente lo que se observa en oposiciones del tipo cierto : ciertamente, seguro : seguramente, etc.
La situación actual del habla oral en la América luso e hispanohablante se corresponde mejor con la fase II. Los hablantes menos cultos tienen una conciencia muy clara de que es mejor usar los adverbios en –mente en situaciones comunicativas formales. En España, el fenómeno es sin duda marginal, quizá porque los adverbios en –mente con función discursiva (o algunos de ellos) son menos percibidos como variante estilísticamente mejor. Los otros adverbios en –mente, que funcionan como modificadores de verbos, adjetivos o adverbios, son, simplemente, normales. España se encuentra a mitad de camino entre la fase II y la fase III, con menor estigmatización del sistema monocategorial que en Francia. La valoración normativa en España no llega, en ninguno de los niveles, al grado de diferenciación que se observa en Francia, a consecuencia del mayor impacto de la normalización en este país, y también, no lo olvidemos, de la rebeldía frente a ella, con su impacto en la literatura de argot, donde se emplean de forma exagerada las variantes vulgares, muchas veces inventadas a propósito (cf. Kofler, 2007). Las dos actitudes, que son típicas de la cultura lingüística francesa, aumentaron las discrepancias diafásicas.
El cuadro 5 es sin duda demasiado esquemático para representar la arquitectura compleja de las lenguas romances, incluso si nos atenemos a su dimensión diafásica. Se debería distinguir, por ejemplo, la oralidad de la escrituralidad. En América, los adverbios en –mente resultan cuidados en la comunicación oral corriente, pero “normales” en la expresión escrita, justamente porque la expresión escrita tiene una correlación positiva con lo formal y lo correcto. En Italia, los adverbios en –mente corresponden al uso normal, si excluimos los dialectos, pero los adverbios del tipo A tienen cierto prestigio en la expresión literaria, donde suelen usarse con flexión “ilógica”: “le sue lagrime corsero più facili” (Manzoni, I promessi sposi). El caso del italiano comprueba que la institucionalización de los adverbios en –mente es un proceso que se relaciona con el estándar lingüístico y con las variedades influenciadas por él, y mucho menos en la literatura elaborada y en la expresión subestándar (cf. también Kofler, 2007).
conclusionesDesde el punto de vista metodológico, se comprobó que es posible reconstruir los grandes ejes de la diacronía oral y escrita mediante una combinación de estudios variacionales. Se confrmó también la pertinencia de los datos sincrónicos orales para la reconstrucción de la diacronía oral. Suele hablarse de eclecticismo metodológico cuando se combinan varios métodos, sobre todo si no se insertan en una teoría general de la lengua. No negamos el rigor de tales reflexiones, pero los marcos teóricos y la pureza metodológica tienden a producir datos y análisis a los que podemos reprocharles sus limitaciones. Basta con pensar en los análisis efectuados en el marco del estructuralismo europeo de Saussure a Coseriu, de la gramática generativa o de otras escuelas, con sus principios, como la exclusión de la realidad extra-lingüística, el recurso a informantes (o un solo informante, que a veces es el lingüista) sin necesidad de un corpus objetivo, etc. Del mismo modo, las metodologías cuantitativas son problemáticas si se trata de analizar la diacronía oral a partir de textos escritos. Así las cosas, no parece justificado hablar de una metodología ecléctica con sus connotaciones negativas. No tiene nada de negativa una metodología plurifacética que implica un esfuerzo de síntesis.
Desde el punto de vista de los hechos lingüísticos, hemos comprobado que la tradición oral del sistema atributivo monocategorial se relaciona directamente con el latín hablado, que a su vez continúa una tradición indoeuropea. En las gramáticas tradicionales orientadas hacia la expresión escrita, el sistema monocategorial tiene un estatus marginal, muchas veces documentado bajo la forma de listados de unidades aceptadas por la norma culta (hablar alto / bajo, etc.). La norma culta tiene una prefierencia muy clara por el sistema bicategorial, en el que el adjetivo flexivo se opone a los adverbios en –mente invariables. Como consecuencia, los adverbios en –mente tienen una mayor presencia en el habla oral culta formal. Su impacto disminuye conforme nos acercamos a los estratos subestándares de las lenguas. La frecuencia de los atributos del tipo A va aumentando al mismo ritmo que bajan los niveles de educación y de formalidad.
Contrariamente a nuestras expectativas, la prefierencia por el tipo A se verifica en todas las posiciones y funciones sintácticas del habla oral semi-informal en Chile. Además, la inclusión de funciones circunstanciales corrobora la teoría que parte de un sistema atributivo monocategorial en el que el tipo A abarca todas las funciones expresadas por los adjetivos y adverbios del sistema bicategorial culto (si exceptuamos los desarrollos específicos de la tradición escrita). Finalmente, la evolución diacrónica de las lenguas románicas es caracterizada por cambios diafásicos relacionados con el prestigio de los tipos A y B. En América, los adverbios en –mente siguen siendo la opción de prestigio frente al patrón estándar que conserva la tradición del sistema monocategorial. En Francia, España y Portugal, los adverbios en –ment(e) son la variante estándar no marcada, al mismo tiempo que los atributos del tipo A son marcados como variante subestándar. Obviamente, en todos estos casos se trata de unidades con cierto grado de lexicalización, que pueden individualmente discrepar de las tendencias generales. Así hablar alto se acepta en la norma culta, correr rápido se tolera al menos, y prontamente y primeramente son afectados. En sentido contrario, mismamente es una forma popular.
Véase la página web del proyecto “The Interfaces of Adjective and Adverb in Romance” <https://sites.google.com/site/rsgadjadv>.
Las lenguas germánicas usan el tipo A, como también lo fue el caso del inglés antiguo. En el inglés medio, los adverbios en -ly se impusieron en la escritura a los del tipo B (más detalles en Hummel, 2014).
Hummel (en prensa a) analiza la diacronía de los adverbios de tipo A en la lengua española con datos del corpus base usado para la Sintaxis histórica de Concepción Company.