En el presente estudio se analiza el papel predictor de los distintos tipos de agresión en la relación entre iguales y el efecto moderador de ciertas variables de personalidad en estas relaciones en niños y niñas. Se trata de un estudio piloto en el que participaron 54 escolares españoles (el 46,3% niños y el 53,7% niñas) con un rango de edad comprendido entre los 8 y 10 años (M=9,07 y DT=0,75). Para analizar estas relaciones se llevaron a cabo regresiones lineales múltiples. Tanto para niños como para niñas la agresión directa predijo el rechazo, pero solo para las niñas contribuyó negativamente a la preferencia social. La amistad se vio perjudicada por la agresión física en los niños y por la agresión verbal en las niñas; sin embargo para estas últimas la agresión indirecta predijo el establecimiento de relaciones de amistad. La conciencia se reveló como un factor moderador de estas relaciones para todos los sujetos; además, solo para las niñas la estabilidad emocional moderó la contribución de la agresión física al rechazo.
The current study has analysed the predictive role for different types of aggressions in peer relationship and the moderating effect of personality on these relationships in boys and girls. This is a pre-study which has included up to 54 Spanish children (46.3% boys and 53.7% girls) with the age range from 8 to 10 years old (M=9.07 and SD=.75). In order to analyze these relations multiple linear regressions were applied. For boys as for girls, the rejection was predicted by the direct aggression, but only in the case of girls the direct aggression had a negative effect on the social preference. For boys, friendship was damaged by physical aggression and by verbal aggression in girls; however these indirect aggression makes come up new friend relationships in girls. Conscientiousness was revealed as a moderating factor of these relationships for all participants; also just for girls, emotional stability has moderated the contribution of physical aggression on rejection.
Existe un acuerdo unánime a la hora de considerar que las relaciones entre los iguales desempeñan un papel primordial en el desarrollo social infantil. De hecho, la aceptación o el rechazo de los compañeros están ampliamente reconocidos como un importante determinante del desarrollo social y emocional (Ortiz, Aguirrezabala, Apodaka, Etxebarria y López, 2002; Prinstein y la Greca, 2004). Por tanto, no es de extrañar que sobre todo en las 2 últimas décadas se haya venido incrementando el número de trabajos que centran su interés en las relaciones entre iguales y en todos aquellos factores que pueden influir en ellas (Postigo, González, Montoya y Ordóñez, 2013).
Diversas investigaciones han puesto de manifiesto que la agresión afecta a las relaciones entre iguales, por lo que es importante considerar cómo los comportamientos agresivos están asociados con la posición social de los niños (Neal, 2010). En este sentido, estudios recientes afirman que las situaciones de violencia escolar han aumentado en los últimos años y auguran que se van a incrementar, por lo que es preciso ampliar el análisis de todos aquellos factores que ayudan a explicar el uso de la agresión en las relaciones con los iguales y sus consecuencias (Rodríguez y González, 2010).
La conducta agresiva es un comportamiento cuyo objetivo es la intención de hacer daño u ofender a alguien ya sea mediante insultos o comentarios hirientes, o bien físicamente a través de golpes, violaciones, lesiones, entre otros (Carrasco y González, 2006); de hecho, según los comportamientos implicados se distinguen 3 tipos de agresión: a) Física, comportamientos destinados a infligir daño físico como patadas, puñetazos, etc.; b) Relacional/Indirecta, exclusión social, rumores maliciosos y manipulación de amistades; y c) Verbal, comportamientos verbales como insultos, amenazas o comentarios negativos (Archer y Coyne, 2005; Underwood, 2003, 2004). Estudios anteriores ponen de manifiesto que en general los niños destacan más en la agresión física mientras que para el caso de la agresión indirecta, los resultados no están tan claros (Card, Stucky, Sawalani y Little, 2008). En cualquier caso, en el estudio de la agresión parece conveniente considerar estas diferencias (Vaillancourt y Hymel, 2006).
Atendiendo al tipo de agresión concreto de bullying, los niños utilizan más la agresión directa y no encubierta, en tanto que las niñas optan por la agresión indirecta y de corte relacional (Peets y Kikas, 2006) lo que no parece ser ratificado por otros autores, quienes muestran que si bien los chicos difieren significativamente en el uso de la agresión directa (Benenson, Sinclair y Dolenszky, 2006), no existen diferencias por sexo en el uso de estrategias indirectas (Quintana Peña y Ruiz Sánchez, 2013; Toldos, 2005). En cualquier caso, parece que las conductas agresivas directas e indirectas están relacionadas con el desajuste escolar (Heras y Navarro, 2012). Por otra parte, Benenson et al. (2013) argumentan que la exclusión social es mucho más importante para las niñas que para los niños y que, por tanto, para ellas enemistarse con compañeras que utilizan con éxito la agresión indirecta puede suponerles un importante riesgo social. Puede ser que por eso en el caso de las niñas se busque la amistad de compañeras con alto nivel de agresión indirecta.
A pesar de que en general la agresión ha sido considerada como un comportamiento perturbador que afecta negativamente a las relaciones sociales, algunos autores sugieren que el comportamiento agresivo puede ser tanto adaptativo como inadaptativo (Book, Volk y Hosker, 2012; Díaz-Aguado, 2005; Milgram, 1976; Salmivalli, Lagerspetz, Bjorkqvist, Osterman y Kaukiainen. 1996). Lo que hace ser inadaptativa a la agresión es evidente, puesto que los agresores ponen en peligro a sus iguales y ellos mismos sufren serios problemas de ajuste. En niños del primer ciclo de primaria, la agresión es predictiva de rechazo además de generar dificultades en las relaciones con los profesores y otros problemas de ajuste, lo cual conlleva a largo plazo a una menor capacidad para socializarse (Ahmed y Braithwaite, 2004; Leary, Twenge y Quinlivan, 2006; Parker, Rubin, Erath, Wojslawowicz y Buskirk, 2006). Asimismo, el trato negativo manifestado a través de la agresión indirecta, por ejemplo con la obstaculización de la entrada en un grupo o la exclusión de las actividades grupales, tiene una influencia sobre el desajuste del propio niño (Buhs y Ladd, 2001). En un estudio reciente se concluye que la competencia social está inversamente relacionada con cualquier forma de respuesta agresiva ya sea directa, indirecta o verbal (Robinson, Fetterman, Hopkins y Krishnakumar, 2013). Sin embargo, otros estudios revelan que no todos los niños agresivos son rechazados o tienen problemas de ajuste (Rodkin, Farmer, Pearl y van Acker, 2000; Vaillancourt y Hymel, 2006). Así, algunos trabajos han demostrado que hay niños que son agresivos y populares entre sus compañeros (Bagwell, Coie, Terry y Lochman, 2000; Farmer, Estell, Bishop, O’Neal y Cairns, 2003; LaFontana y Cillessen, 2002; Luthar y McMahon, 1996; Rodkin et al., 2000), es decir, a pesar de expresar comportamientos agresivos, estos niños tienen relaciones de amistad con otros iguales, los que probablemente aprueban o intervienen en su conducta trasgresora (Díaz-Aguado, 2005; Troop-Gordon, Visconti y Kuntz, 2011).
En conclusión, la investigación empírica ofrece resultados controvertidos en cuanto a la agresión y su efecto en el grupo de iguales, lo que parece evidenciar que las relaciones entre el comportamiento agresivo y las interacciones entre iguales son complejas porque son numerosas las variables que podrían estar influyendo en estas relaciones. Por ejemplo, diversos autores (Salmivalli, Kaukiainen y Lagerspetz, 2000; Vaillancourt y Hymel, 2006) han mostrado que el sexo del niño puede moderar el efecto de la agresión en las relaciones con los iguales; por su parte Orue y Calvete (2011) subrayan el papel moderador de las diferencias culturales. Asimismo, Rosen y Underwook (2010) indican que el atractivo físico amortigua el efecto negativo de la agresión sobre la popularidad. En este sentido, es necesario realizar nuevas investigaciones donde se estudien además, otras posibles variables moderadoras que puedan influir en la relación entre agresión y los indicadores de relación social (Neal, 2010).
Una de estas posibles variables moderadoras podrían ser algunos factores de personalidad. La personalidad de los niños interactúa con otros factores (biológicos, psicológicos y sociales) así como con variables individuales (como edad, género, o valores motivacionales) en el desarrollo de la conducta social (Martorell, González, Ordóñez y Gómez, 2011). Algunos estudios han analizado los rasgos de personalidad típicos de los niños agresores, definiéndolos como tolerantes con la violencia, impulsivos y poco empáticos (Olweus, 1993), con altos niveles de psicoticismo, extraversión y neuroticismo (Connolly y O’Moore, 2003), y con baja amabilidad y alta inestabilidad emocional (Menesini, Camodeca y Nocentini, 2010). La estructura de personalidad de los 5 grandes podría predecir significativamente la conducta agresiva. Carrasco y del Barrio (2007) encontraron que las dimensiones de conciencia (especialmente en mujeres) y neuroticismo (especialmente en varones) son las más relevantes tanto para la agresión física como para la verbal, y que las dimensiones de amabilidad y extraversión también resultaron significativas para la agresión verbal. Como estos mismos autores sugieren, es conveniente considerar los diferentes tipos de agresión así como estudiar estas relaciones en chicos y chicas separadamente (Carrasco, Barker, Tremblay y Vitaro, 2006; Carrasco y del Barrio, 2007; Lynam et al., 2005; Miller, Lynam y Leukefeld, 2003).
En base a la pretensión de conocer el estado de la cuestión en relación con el papel adaptativo o inadaptativo de la agresión en el contexto escolar, este estudio exploratorio pretende determinar la influencia de ciertas variables de personalidad, ya que la literatura existente hasta la actualidad no fundamenta algunos de los resultados encontrados al respecto, lo que hace necesario el análisis de otras posibles variables moderadoras (Neal, 2010). Por lo tanto, el presente estudio tiene como objetivos: (1) analizar el posible papel predictor de los distintos tipos de agresión en la relación entre iguales, y (2) explorar los efectos moderadores de los 5 grandes factores de personalidad en estas relaciones. Además, como la literatura previa ha mostrado consistentemente diferencias de género en algunas formas de comportamiento agresivo (Card et al., 2008; Salmivalli y Nieminen, 2002), este estudio ha adoptado una perspectiva de género para determinar si la variable considerada como moderadora produce efectos diferentes para niños y niñas.
Por ello, la hipótesis principal es que la personalidad de los niños y de las niñas tiene un efecto moderador en la relación entre los distintos tipos de agresión, y la aceptación y el rechazo de estos en los centros escolares (fig. 1). Investigaciones como esta pueden ayudar a identificar variables relevantes en el efecto que tiene la agresión sobre las relaciones entre iguales, lo cual permitirá desarrollar programas de prevención y llevar a cabo intervenciones más eficaces (Postigo et al., 2013; Underwood, 2003).
MétodoParticipantesLos participantes fueron 54 estudiantes españoles de ambos sexos (el 46,3% varones y el 53,7% mujeres), con edades comprendidas entre los 8 y 10 años (M=9,07 y DT=0,75) procedentes del centro educativo español concertado de Huelva, Santa María de Gracia, distribuidos en los cursos 3.o y 4.o de Primaria.
ProcedimientoTras la obtención del consentimiento informado explícito de padres y profesores, se llevó a cabo una reunión con ellos donde se les expuso el plan del trabajo de campo a seguir y se fijaron los plazos. La aplicación de los instrumentos se llevó a cabo por un grupo de investigadores expertos y entrenados. La batería de pruebas se administró a los escolares en sus aulas habituales.
El trabajo de campo se ha realizado en 2 sesiones para evitar el cansancio y la fatiga, no superando la hora de duración en ningún caso. El primer día se les pasó el cuestionario Big Five (BFQ-NA), de forma colectiva dentro del aula, en una sesión de unos 40min de duración dentro del horario lectivo. En la segunda sesión se les aplicó el Escala de Agresión Directa e Indirecta (DIAS) de forma individual. Una vez acabado, cumplimentaron el cuestionario sociométrico. Finalizada la recogida de datos se procedió a su corrección, codificación y análisis estadístico con el paquete estadístico SPSS 20.0 para Windows. Finalmente, se extrajeron y valoraron los resultados obtenidos.
InstrumentosCuestionario Big FivePara evaluar la personalidad de los participantes se utilizó el BFQ-NA (Barbaranelli, Caprara y Rabasca, 1998; traducción al castellano de Del Barrio, Carrasco y Holgado, 2006). Este cuestionario consta de 65 ítems, 13 por escala con 5 posibles respuestas graduadas de 5 a 1 (5: casi siempre; 4: muchas veces; 3: algunas veces; 2: pocas veces; 1: casi nunca). Representa la adaptación del modelo de los Cinco Grandes de la personalidad para niños y adolescentes (conciencia, apertura, extraversión, amabilidad e inestabilidad emocional). La consistencia interna (α de Cronbach) es de 0,66 en el factor de extraversión; 0,75 en el de conciencia; 0,67 en el de apertura; 0,78 en el de amabilidad; y 0,79 en el de inestabilidad emocional.
Escala de Agresión Directa e IndirectaPara evaluar los 3 diferentes tipos de agresión (física, verbal e indirecta) se utilizó la DIAS (Björkqvist, Lagerspetz y Kaukiaianen, 1992). Esta escala se compone de 24 ítems que se contestan utilizando una escala tipo likert de 0 a 4 puntos (0=Nunca; 4=Muy a menudo). El coeficiente de consistencia interna (α de Cronbach) fue de 0,92. Cada sujeto evalúa en dicha escala a todos sus compañeros de clase del mismo sexo.
Cuestionario sociométricoEste procedimiento permite obtener información de las oportunidades que cada alumno tiene para el establecimiento de relaciones de amistad dentro del grupo en el que se aplica. Se le pide a cada sujeto que elija a los 3 compañeros de clase del mismo sexo que considera como mejores amigos, y a los 3 que menos le gustan como amigos. A partir de estos datos, y siguiendo las recomendaciones y procedimientos de Bezanilla (2011), se han calculado una serie de valores sociométricos (número de elecciones, número de rechazos, reciprocidades positivas, y estatus de elecciones valorizados), que han servido para estimar los 4 índices sociométricos utilizados en este estudio: Popularidad (Preferencia), Antipatía (Rechazo), Conexión afectiva (Amistad) y Estatus.
Análisis de datosSe ha aplicado un diseño predictivo transversal (Ato, López y Benavente, 2013). Para los análisis preliminares exploratorios sobre las relaciones entre las distintas variables se utilizó una correlación de Pearson; y para determinar posibles diferencias sexuales en dichas variables se realizó un ANOVA. Se hicieron regresiones lineales para analizar las relaciones entre los distintos tipos de agresión y los índices de relaciones sociales entre iguales considerados. Finalmente se llevaron a cabo regresiones lineales múltiples para determinar si las variables de personalidad estudiadas moderaban las relaciones entre los distintos tipos de agresión y las diversas variables de relación entre iguales consideradas (Aiken y West, 1991; Dearing y Hamilton, 2006; Fairchild y Mackinnon, 2009).
ResultadosLas correlaciones entre las distintas variables del estudio se recogen en la tabla 1. Los resultados muestran correlaciones significativas entre la mayor parte de las variables en ambos sexos. No obstante, se han encontrado algunas correlaciones que resultan interesantes, como la que se aprecia entre agresión indirecta y la agresión verbal que en los chicos es de −0,42, y en las chicas de 0,35. Además, la que hay entre amistad y agresión física es de 0,49 en los chicos, y en las chicas es de 0,09. También la correlación de apertura que es de −0,40 en los chicos, mientras que en las chicas es de 0,09.
Correlaciones de Pearson entre las variables del estudio
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 | 11 | 12 | |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
1. Física | 0,410* | −0,014 | −0,015 | −0,277 | 0,466* | −0,102 | 0,043 | −0,327 | 0,493* | −0,497* | −0,480* | |
2. Indirecta | 0,233 | −0,420* | 0,298 | 0,285 | 0,368 | 0,018 | −0,089 | −0,186 | −0,012 | 0,052 | −0,075 | |
3. Verbal | −0,172 | 0,354 | −0,176 | −0,400* | −0,290 | −0,030 | 0,119 | −0,254 | 0,482* | −0,095 | −0,440* | |
4. Conciencia | −0,220 | 0,059 | 0,250 | 0,667** | 0,602** | 0,717** | −0,198 | −0,277 | 0,059 | 0,088 | −0,165 | |
5. Apertura | −0,170 | −0,037 | 0,097 | 0,788** | 0,283 | 0,383 | −0,082 | 0,191 | −0,313 | 0,188 | 0,297 | |
6. Extraversión | −0,288 | 0,85 | 0,151 | 0,537** | 0,623** | 0,395 | 0,053 | -0,273 | 0,255 | −0,087 | −0,295 | |
7. Amabilidad | −0,150 | 0,183 | 0,313 | 0,778** | 0,759** | 0,723** | −0,058 | −0,123 | 0,092 | 0,085 | −0,117 | |
8. Inestabilidad emocional | −0,069 | 0,200 | 0,012 | 0,022 | −0,068 | −0,067 | −0,156 | −0,041 | 0,037 | 0,140 | −0,044 | |
9. Preferencia | −0,343 | −0,375* | −0,402* | −0,302 | −0,294 | −0,104 | −0,308 | −0,160 | −0,560** | −0,003 | 0,829** | |
10. Rechazo | 0,494** | 0,468* | 0,344 | −0,091 | −0,072 | −0,174 | 0,109 | −0,266 | −0,351 | −0,352 | 928** | |
11. Amistad | 0,093 | 0,275 | −0,354 | 0,229 | 0,153 | -0,044 | 0,161 | 0,071 | −0,167 | 0,167 | 0,236 | |
12. Estatus | −0,518** | −0,517** | −0,449* | −0,102 | −0,111 | 0,061 | −0,240 | 0,092 | 0,777** | −0,862** | −0,202 |
Valores de las niñas debajo de la diagonal; valores de los niños encima de la diagonal. En negrita, valores estadísticamente significativos.
En los ANOVA realizados se detectaron diferencias estadísticamente significativas en la agresión física, siendo esta mayor en los niños (F(1,53)=21,241, p<0,000), y en la agresión indirecta, que fue mayor en las niñas (F(1,53)=10,552, p<0,002). Los análisis posteriores se llevaron a cabo de forma separada para niños y niñas.
Como se observa en la tabla 2 para los niños, las regresiones lineales simples estiman que tanto la agresión verbal como la física predijeron positivamente el rechazo y negativamente el estatus social; la agresión física, además, también predijo negativamente la amistad. Para el caso de las niñas, tanto la agresión física como la verbal predijeron positivamente el rechazo y negativamente la preferencia y el estatus social. La agresión verbal, además, predijo negativamente la amistad, mientras que la agresión indirecta predijo esta última de forma positiva.
Regresiones lineales entre los tipos de agresión y relación entre iguales
Rechazo | Estatus | |||||||||
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Predictores | R2 | ΔR2 | F | β | ET | R2 | ΔR2 | F | β | ET |
Paso 1 | 0,243 | 7,385** | 0,231 | 6,900** | ||||||
Agresión física | 0,62** | 0,23 | −0,089** | 0,034 | ||||||
Conciencia | 0,001 | 0,003 | −0,005 | 0,005 | ||||||
Paso 2 | 0,400 | 0,153 | 4,665** | 0,387 | 0,299 | 4,419** | ||||
Agresión física | 0,625** | 0,245 | −0,850* | 0,367 | ||||||
Conciencia | 0,003 | 0,003 | −0,007 | 0,005 | ||||||
Agresión física×conciencia | −0,10* | 0,004 | 0,013* | 0,006 |
Valores de los niños en la franja de arriba; valores de las niñas en la franja de abajo. En negrita, valores estadísticamente significativos.
Las regresiones múltiples realizadas para estimar las posibles relaciones entre los factores de personalidad considerados, los diferentes tipos de agresión y las relaciones sociales entre iguales, respecto a los niños, prueban la hipótesis de que hay una interacción significativa entre la agresión física y la conciencia con respecto al rechazo y al estatus, de tal manera que solo entre los niños de baja conciencia la agresión física predijo significativa y positivamente el rechazo F(1,12)=25,359; p<0,000; β=0,835, p<0,001. El valor de la R2 fue de 0,697 indicando que más de la mitad de la variabilidad del rechazo es explicada por la agresión física.
Además, solo entre los niños de baja conciencia, la agresión física predijo significativa y negativamente el estatus F(1,12)=19,347; p<0,001; β=−0,798; p<0,001. El valor de la R2 fue de 0,638 indicando que más de la mitad de la variabilidad del estatus es explicada por la agresión física. Estos análisis se recogen en la tabla 3.
Efecto moderador de la personalidad en las relaciones agresión y rechazo y agresión y estatus (niños)
Preferencia | Rechazo | Amistad | Estatus | |||||||||
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Predictores | R2 | F | β | R2 | F | β | R2 | F | β | R2 | F | β |
0,483 | 6,527** | 0,326 | 3,388* | 0, 436 | 5,418** | |||||||
Agresión física | 0,063** | −0,225** | −0,083* | |||||||||
Agresión verbal | 0,064* | 0,012 | −0,096* | |||||||||
.352 | 4.521* | o,475 | 7,531*** | 0,320 | 3,927* | 0,607 | 12,872*** | |||||
Agresión física | −0,066* | 0,107** | −0,083 | −0,172*** | ||||||||
Agresión indirecta | −0,012 | 0,024 | 0,174* | −0,036 | ||||||||
Agresión verbal | −0,039* | 0,040* | −0,210** | −0,079** |
En negrita, valores estadísticamente significativos.
Respecto a las niñas, en la tabla 4 se puede apreciar que las regresiones múltiples confirmaron que la conciencia moderó las relaciones entre la agresión indirecta y la amistad, de manera que solo entre las niñas con baja conciencia la amistad se veía favorecida por la agresión indirecta F(1,18)=7,222; p<0,016; β=0,546; p<0,016. El valor de la R2 fue de 0,298 indicando que una parte de la variabilidad de la amistad es explicada por la agresión indirecta.
Efecto moderador de la personalidad en la relación agresión-relación entre iguales (niñas)
Rechazo | Amistad | Estatus | |||||||||||||
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Predictores | R2 | ΔR2 | F | β | ET | R2 | ΔR2 | F | β | ET | R2 | ΔR2 | F | β | ET |
Paso 1 | 0,121 | 1,794 | |||||||||||||
Agresión indirecta | 0,092 | 0,064 | |||||||||||||
Conciencia | 0,010 | 0,008 | |||||||||||||
Paso 2 | 0,325 | .204 | 4,014** | ||||||||||||
Agresión indirecta | 1,484** | 0,009 | |||||||||||||
Conciencia | 0,024** | 0,009 | |||||||||||||
Agresión Indirecta×conciencia | −0,025** | 0,510 | |||||||||||||
Paso 1 | 0,298 | 5,520** | 0,271 | 4,838** | |||||||||||
Agresión física | 0,102** | 0,035 | −0,163** | 0,053 | |||||||||||
Inestabilidad emocional | −0,003 | 0,002 | 0,001 | 0,003 | |||||||||||
Paso 2 | 0,467 | 0,169 | 7,288*** | 0,373 | 0,102 | 4,965** | |||||||||
Agresión física | 0,439** | 0,124 | −0,553** | 0,200 | |||||||||||
Inestabilidad emocional | −0,008** | 0,002 | 0,007 | 0,004 | |||||||||||
Agresión física×Inestabilidad emocional | −0,008** | 0,003 | 0,009* | 0,005 |
En negrita, valores estadísticamente significativos.
Además, la inestabilidad emocional moderó las relaciones entre agresión física y rechazo; en concreto, solo entre las niñas más estables emocionalmente, la agresión física predijo significativa y positivamente el grado de rechazo por sus compañeras F(1,13)=7,047; p<0,021; β=0,608; p<0,021. El valor de la R2fue de 0,370 indicando que una parte de la variabilidad del rechazo es explicada por la agresión física.
Por último, la inestabilidad emocional moderó las relaciones entre la agresión física y el estatus. Así, aunque los efectos de la agresión física sobre el estatus sociométrico de las niñas con alta y baja inestabilidad emocional en todos los casos fueron negativos y estadísticamente significativos, este efecto fue mayor para las niñas más emocionalmente estables F(1,14)=5,228; p<0,040; β=−0,536; p<0,040. En este caso, el valor de la R2 fue de 0,287 indicando que una parte de la variabilidad del estatus es explicada por la agresión física. Los valores correspondientes a las niñas menos estables emocionalmente muestran que el efecto fue menor F(1,13)=5,302; p<0,040; β=−0,554; p<0,040. En este caso, el valor de la R2 fue de 0,306 indicando que una parte de la variabilidad del estatus es explicada por la agresión física.
DiscusiónEl objetivo de este estudio fue analizar el papel predictor de los distintos tipos de agresión (física, verbal e indirecta) sobre la preferencia, el rechazo, el estatus y la amistad, así como los efectos moderadores de diversos factores de personalidad (conciencia, apertura, extraversión, amabilidad e inestabilidad emocional) sobre estas relaciones en niños y en niñas. Tanto en el caso de los niños como en el de las niñas la agresión física y la verbal predijeron positivamente el rechazo y negativamente el estatus; además para las niñas estos mismos tipos de agresión predijeron también negativamente la preferencia. En el caso de la amistad, para los niños el factor predictor fue la agresión física (en sentido negativo) y para las niñas lo fueron la agresión verbal (en sentido negativo) y la agresión indirecta (en sentido positivo). Además, algunos de los factores de personalidad considerados moderaron estas relaciones aunque de manera distinta en cada sexo. En el caso de los niños, la conciencia amortiguó los efectos de la agresión física sobre el rechazo y sobre el estatus social. Por su parte en las niñas, el efecto predictor de la agresión física sobre el rechazo solo se cumplió para las niñas emocionalmente estables, ya que en las niñas que muestran altos niveles en este rasgo no se comprende la intencionalidad de su agresión, lo que genera rechazo por los iguales. Además, entre estas últimas el efecto de la agresión física sobre el estatus fue mayor que para las niñas emocionalmente inestables, aunque en los 2 casos este efecto fue negativo y estadísticamente significativo. De la misma forma la agresión indirecta solo predijo positivamente la amistad entre las niñas de baja conciencia.
Como era de esperar nuestros resultados confirman la existencia de diferencias sexuales en la agresión física (superior en los niños) y en la agresión indirecta (superior en las niñas) ya puesta de manifiesto por diversos autores (Cangas, Gázquez, Pérez-Fuentes, Padilla y Miras, 2007; Card et al., 2008; Dodge, Coie y Lynam, 2006; Postigo, González, Mateu, Ferrero y Martorell, 2009). Las diferencias sexuales en agresión verbal no fueron significativas, coincidiendo con los resultados de Card et al. (2008). En este sentido, Ortega, Monks y Romera (2013) indican que, aunque existen algunas diferencias entre países europeos y sudamericanos, el marco general es similar, siendo los niños y niñas más propensos a utilizar formas directas que indirectas de agresión.
Con respecto a los efectos predictores de los distintos tipos de agresión sobre las relaciones entre iguales, es destacable que en el caso de los niños la agresión indirecta no predice ni las variables relacionadas con la posición del niño en el grupo (preferencia, rechazo y estatus) ni la amistad, de forma que este tipo de agresión no afecta a sus relaciones sociales, pero sí se ven perjudicadas por la agresión directa (tanto la física como la verbal). En el caso de las niñas, la agresión física y la verbal son relevantes para las variables que tienen que ver con su posición en el grupo de iguales, y la agresión indirecta solo parece tener importancia a la hora de hacer amigas.
Desde nuestro punto de vista, nuestros resultados más destacables sobre el tema que nos ocupa son los que se refieren a la moderación de los factores de personalidad sobre las relaciones entre los tipos de agresión y las relaciones entre iguales. En este sentido, en el caso de los niños parece que el hecho de ser autónomo, ordenado, perseverante, cumplidor (que es lo que caracteriza el factor de personalidad de la conciencia) hace que la agresión física deje de ser un factor determinante para el rechazo y para un bajo estatus. Es decir que los niños físicamente agresivos, cuando exhiben altas dosis de conciencia no ven perjudicada su posición en el grupo. Probablemente esto se debe a que los niños que poseen las características asociadas a este factor de personalidad tienen una mayor capacidad para no agredir indiscriminadamente o de forma injustificada, y puede ser que la agresión que utilicen sea de tipo reactivo y motivada (Bushman y Anderson, 2001; Chaux, 2003; Dodge, 1991) o para defender a otros compañeros (Chen, Chang, Liu y He, 2008), lo que explicaría que no afecte negativamente a sus relaciones sociales.
En el caso de las niñas, el hecho de ser físicamente agresivas solo lleva a las niñas a ser rechazadas cuando son emocionalmente estables; además si las niñas no tienen un alto grado de conciencia, el hecho de hacer agresión relacional les ayuda a hacer amigas. Es probable que las compañeras sean más indulgentes cuando aprecian debilidades en las otras. En primer lugar, es sabido que las niñas muestran altos grados de empatía en sus relaciones sociales (Dykeman, 1996) y una buena capacidad para procesar la información social (Reyna, Ison y Brussino, 2011), lo que probablemente les lleve a valorar adecuadamente el grado de conciencia y de estabilidad emocional de sus compañeras; en consecuencia, percibir que una compañera es agresiva cuando además es emocionalmente estable y plenamente consciente de sus actos puede llevar a atribuir intenciones expresas de hacer daño que no son tan justificables como cuando se perciben estos mismos actos en niñas menos predecibles y más inconscientes.
Por otra parte, nuestros resultados van en la línea de Díaz-Aguado (2005), Hawley (2007) y Rodkin y Wilson (2007), ya que los datos revelan que las conductas agresivas no siempre son desadaptativas. Algunos autores han estudiado ciertos aspectos positivos que influyen sobre la agresión, como el atractivo (Rosen y Underwook, 2010) o la conducta prosocial (Andreou, 2006). Por nuestra parte, consideramos una aportación interesante de este trabajo el hecho de que entre los aspectos positivos que combinados con la agresión hacen que esta no sea desadaptativa se encuentran algunas características positivas de la personalidad que, además, no son iguales en los niños y en las niñas. En futuros estudios profundizaremos en esta línea.
Sin embargo, los resultados de este estudio deben ser interpretados considerando algunas limitaciones. Por un lado, nos hemos basado únicamente en la información aportada por los propios niños, sin haber tenido en cuenta a otros informantes como los padres o los tutores (Kuppens, Grietens, Onghena y Michiels, 2009). Aunque, a su vez, esto también puede suponer una fortaleza puesto que emplear a los iguales como informantes nos ofrece una perspectiva privilegiada de su propio mundo social (Hymel, Vaillancourt, McDougall y Renshaw, 2002) y es un método válido para la medida de la agresión (Pelligrini y Bartini, 2001) y de la personalidad (Lee y Ashton, 2004). Otra debilidad a considerar es que solo se ha tenido en cuenta como factor moderador de la relación agresión-relación entre iguales a la personalidad, pudiendo haber otras características que probablemente también ayuden a amortiguar los efectos negativos de la agresión (Neal, 2010; Rosen y Underwook, 2010). Además, el tamaño de la muestra nos hace ser prudentes en cuanto a la generalización de los resultados.
Finalmente, una mención a algunas recomendaciones para futuros trabajos que permitan superar las limitaciones del presente estudio. Además de seleccionar una muestra representativa, es preciso profundizar en las relaciones entre las áreas exploradas, pues la literatura existente es escasa y en algunos casos contradictoria, siendo necesarios más estudios que consideren la personalidad como variable moderadora de los efectos negativos del comportamiento agresivo (Book et al., 2012).