Es previsible que la pandemia de COVID-19 en la que nos encontramos constituya un punto de partida para la creación de un nuevo paradigma en nuestro estilo de vida tradicional, de tal manera que los usos y las costumbres en cuanto a nuestras relaciones sociolaborales y hábitos de salud actuales se vean modificados a partir de ahora como consecuencia del efecto devastador que el coronavirus está produciendo en nuestro entorno.
En las últimas semanas, se han publicado multitud de trabajos en los que se recogen las recomendaciones a seguir en el ámbito sanitario en general, encaminadas a minimizar los riesgos derivados de la interacción con pacientes potencialmente afectados por la COVID-19, así como a evitar posibles contagios en el medio hospitalario. En el caso de nuestra especialidad, el cumplimiento de estos protocolos se presenta, si cabe, como más que indispensable, debido a la idiosincrasia de la rutina diaria que la exploración oftalmológica conlleva1-5. Sin embargo, mientras que la recepción de pacientes en las consultas externas se ha visto reducida con ejemplos como el fomento del distanciamiento entre citas o el empleo de las consultas telefónicas para cuestiones demorables, los servicios de urgencias oftalmológicas han seguido estando disponibles desde el inicio de la pandemia para poder prestar atención a aquellos casos cuya gravedad así lo requiriera, independientemente de las restricciones de movilidad instauradas por el estado de cuarentena decretado a nivel nacional.
Por todos son conocidas las altas tasas de frecuentación de las urgencias oftalmológicas, en la mayoría de las ocasiones con motivo de la aparición de enfermedades banales o como alternativa a la demora en la asignación de citas en consultas externas solicitadas por los pacientes a sus médicos de atención primaria. Sin embargo, es destacable el descenso manifiesto en la afluencia a estos servicios que se viene observando en las últimas semanas, coincidiendo con los picos máximos de contagios y fallecidos por la COVID-19. En el ejemplo concreto del Hospital Universitario Virgen de la Victoria de Málaga, si comparamos las cifras de atenciones de urgencia de los 2últimos meses con las de las mismas fechas del año anterior se puede observar un descenso de hasta el 80% entre los días 14 de marzo y 25 de abril, coincidiendo con el inicio de las medidas de cuarentena (fig. 1). La razón de esta disminución podría podría atribuirse al hecho de que la inmensa mayoría de las visitas del pasado año no se corresponderían con verdaderos casos de urgencia, reforzándose la hipótesis comúnmente sospechada pero pocas veces cuantificada de la sobreexplotación de los recursos sanitarios disponibles en estas áreas por parte de la población.
Es responsabilidad de todos, pues, aprovechar este momento para incidir en medidas de educación sanitarias encaminadas a concienciar a la población sobre la importancia de un uso adecuado de las urgencias oftalmológicas, de manera que se asuma, de una vez por todas, que los medios disponibles no son infinitos. Así, además de permitir un manejo más eficiente de los recursos hospitalarios, se podrían modular las consecuencias que sobre nuestros residentes puede tener el síndrome del profesional quemado, ya que son ellos, de manera general, los que suelen soportar en primera línea la masificación de estos servicios.
Conflicto de interesesEl autor declara que no tiene conflicto de intereses.