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Durante su infancia estudió en un colegio público de Italia y posteriormente en el convento de Vallombrosa, de donde su padre, Vincenzo Galilei, tuvo que sacarle para atajar su creciente vocación religiosa. A los 17 años, siguiendo los consejos de su padre, ingresó en la Universidad de Pisa para estudiar la carrera de medicina. Allí ganó mala fama entre sus profesores por su tendencia a cuestionarlo todo y por su negativa a aceptar sin más las teorías que le impartían, pero fue allí donde descubrió su verdadera vocación por las matemáticas, así que abandonó la medicina y pasó unos años en Florencia estudiando esta disciplina con un profesor particular, Ostilio Ricci, el matemático oficial de la corte<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0005"><span class="elsevierStyleSup">1</span></a>.</p><p id="par0010" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Enseñó matemáticas en la Universidad de Pisa y geometría, mecánica y astronomía en la Universidad de Padua. En 1599, en Venecia conoció a Marina Gamba, con la que tuvo 3 hijos y, convertido en cabeza de una familia numerosa, sufrió estrecheces económicas debido a la escasa consideración que tenía la materia de matemáticas en su época; hasta que en 1610 fue nombrado Primer Matemático de la Universidad de Pisa y Primer Matemático y Primer Filósofo del gran duque de Toscana<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0005"><span class="elsevierStyleSup">1</span></a>.</p><p id="par0015" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Entre sus trabajos retomó varias ideas de Arquímedes, a quien admiraba profundamente, y describió la ley de la isocronía del péndulo (la cual empleó para idear un método para tomar el pulso a los pacientes), el movimiento uniformemente acelerado y la teoría de los cuerpos flotantes; estudió la estructura de los imanes; inventó la balanza hidrostática y el termoscopio y criticó duramente las explicaciones aristotélicas sobre la caída de los cuerpos y el movimiento de los proyectiles. Con sus teorías al respecto ideó un compás de uso militar que facilitaba a los artilleros calcular la inclinación del cañón para dar en el blanco<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0005"><span class="elsevierStyleSup">1</span></a>.</p></span><span id="sec0010" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0010">Estudios de astronomía</span><p id="par0020" class="elsevierStylePara elsevierViewall">En el año 1604, la aparición de una nueva estrella en la constelación de Sagitario estimuló el interés de Galileo por la astronomía y le llevó a escribir su primer trabajo sobre la materia: <span class="elsevierStyleItalic">Diálogo sobre la nueva estrella</span>.</p><p id="par0025" class="elsevierStylePara elsevierViewall">En 1608, el fabricante de anteojos holandés Hans Lippershey construyó el primer telescopio y, apenas un año después, Galileo comenzó a construir sus propios telescopios con el modelo de Lippershey, con mayor magnificación sucesivamente<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0010"><span class="elsevierStyleSup">2</span></a>.</p><p id="par0030" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Con sus telescopios, Galileo descubrió las lunas de Júpiter (a las que nombró satélites <span class="elsevierStyleItalic">Medíceos</span> para granjearse el favor del duque de Médicis), los anillos de Saturno, la presencia de montañas en la Luna; observó por primera vez las fases de Venus, que solo podían explicarse por el hecho de que el planeta girase en torno al Sol y describió la existencia de manchas solares, fenómenos debidos a la existencia de zonas más frías en la superficie del Sol, que se mueven siguiendo su rotación y, además aparecen y desaparecen de manera cíclica (<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#fig0005">fig. 1</a>).</p><elsevierMultimedia ident="fig0005"></elsevierMultimedia><p id="par0035" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Esas manchas habían sido descritas en múltiples ocasiones a lo largo de la historia, una de ellas por Averroes, y también por Scheiner, contemporáneo de Galileo, con quien se disputaría la prioridad del descubrimiento, y quien persistió en la observación y estudio de las manchas solares más profundamente que su rival italiano<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0005"><span class="elsevierStyleSup">1</span></a>.</p><p id="par0040" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Estos descubrimientos astronómicos apoyaban el sistema copernicano heliocéntrico, en contraposición al geocéntrico aristotélico y ptolemaico defendido por la Iglesia católica de la época, que afirmaba que los astros celestes eran esferas perfectas que giraban en torno a la Tierra, considerada el centro del universo.</p><p id="par0045" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Galileo recogió sus observaciones astronómicas en el <span class="elsevierStyleItalic">Sidereus nuncius (El mensajero de las estrellas)</span> y, a partir de este momento, fue el blanco de numerosas críticas de los defensores del sistema geocéntrico<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0005"><span class="elsevierStyleSup">1</span></a> (<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#fig0010">fig. 2</a><span class="elsevierStyleBold">)</span>.</p><elsevierMultimedia ident="fig0010"></elsevierMultimedia></span><span id="sec0015" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0015">El conflicto con la Iglesia</span><p id="par0050" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Por sus descubrimientos, Galileo Galilei fue convocado en Roma en 1616 por el Santo Oficio. A pesar de que contaba con importantes apoyos, entre ellos los astrónomos jesuitas, sus colegas científicos de la Academia de los Linces y algunos simpatizantes en el Vaticano, la doctrina copernicana era considerada herética, y la Inquisición y el papa Pablo <span class="elsevierStyleSmallCaps">V</span> ratificaron la censura, según la cual el sistema copernicano debía explicarse como hipótesis, no como hecho probado.</p><p id="par0055" class="elsevierStylePara elsevierViewall">En 1632, Galileo publicó su <span class="elsevierStyleItalic">Diálogo sobre los principales sistemas del mundo</span>, en el que ridiculiza el geocentrismo y, poco después, presentó nuevas pruebas a favor del sistema copernicano, cosa que tenía prohibida por la Inquisición. El papa Barberini, antes amigo de Galileo, se enfureció al sentirse identificado con Simplicio, el estúpido personaje del <span class="elsevierStyleItalic">Diálogo</span> que defiende el aristotelismo, y esta vez no lo protegerá<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0005"><span class="elsevierStyleSup">1</span></a>. Bajo amenaza de torturas, Galileo abjura de su doctrina y es condenado a cadena perpetua, que se conmuta por arresto domiciliario en su casa de Florencia y, posteriormente, en San Giorgio, donde muere en 1642 a los 77 años.</p></span><span id="sec0020" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0020">Patología ocular de Galileo Galilei</span><p id="par0060" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Durante sus últimos años de vida, la visión de Galileo empeoró rápidamente hasta dejarle completamente ciego en el momento de su muerte. La causa de la ceguera ha sido largamente debatida por especialistas de todo el mundo, hasta tal punto que, recientemente, se ha solicitado la exhumación del cuerpo de Galileo para realizar pruebas de ácido desoxirribonucleico (ADN) que puedan desvelar el misterio.</p><p id="par0065" class="elsevierStylePara elsevierViewall">La creencia popular de que Galileo perdió la visión por mirar el Sol a través de un telescopio parece no ser cierta, dado que descubrió pronto la técnica de la proyección para evitar el daño solar, realizó sus primeras observaciones al amanecer y en el ocaso, y, además, conservó la vista muchos años después de haber realizado sus observaciones sobre el Sol (en su juventud), dado que, de haberlas realizado de manera incorrecta, habrían causado un daño retiniano inmediato. La exposición directa a los rayos solares provoca, mediante un efecto fotoquímico<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0015"><span class="elsevierStyleSup">3</span></a>, un daño en las capas más superficiales de la retina, produciendo un escotoma central y disminución de la agudeza visual que puede empeorar pasados los primeros meses. La tomografía de coherencia óptica realizada en pacientes expuestos a los rayos UVA muestra habitualmente alteraciones en la capa de fotorreceptores externos, pudiendo presentar otras pruebas, como campos visuales y test de Amsler, normales<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0020"><span class="elsevierStyleSup">4</span></a>.</p><p id="par0070" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Se sabe que durante su juventud, mientras estudiaba en el convento de Villambroso, sufrió una grave infección ocular que hizo que su padre lo sacara de allí alegando «falta de cuidados», siendo esta la única referencia a alguna patología ocular durante la juventud de Galileo. Esta enfermedad pudo haber sido una conjuntivitis infecciosa sin más complicaciones que curó sin dejar ningún tipo de secuela, o una infección de otro tipo, por ejemplo herpética, que causara recidivas y complicaciones en la edad adulta del científico italiano.</p><p id="par0075" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Durante toda su vida, Galileo padeció de dolores articulares y problemas intestinales, los cuales han sido interpretados como síntomas de una enfermedad reumatológica que hubiera podido asociarse a ataques de uveítis, que, a largo plazo, habrían causado un glaucoma secundario. Sin embargo, dada la ausencia de tratamiento médico tópico y sistémico de la época, estos procesos podrían haber generado una patología ocular grave desde la juventud, debido a las complicaciones asociadas a uveítis de repetición sin tratamiento, por lo que no consideramos que esta pueda ser la causa de la ceguera.</p><p id="par0080" class="elsevierStylePara elsevierViewall">A los 52 años refirió por primera vez en uno de sus tratados un síntoma muy característico: la visión de halos en torno a la luz de una vela. Esto llevó a Pietro Gradenigo, oftalmólogo italiano del siglo <span class="elsevierStyleSmallCaps">xix</span>, a concluir que la ceguera de Galileo fue a causa de un glaucoma<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0025"><span class="elsevierStyleSup">5</span></a>. Sin embargo, Galileo conservó una buena visión a lo largo de su vida y falleció muchos años después de presentar estos síntomas y, sin tratamiento, el glaucoma habría producido ceguera mucho tiempo antes.</p><p id="par0085" class="elsevierStylePara elsevierViewall">El estudio de los retratos realizados a Galileo en esta época sugiere para algunos autores una ambliopía del ojo izquierdo. En concreto, en un retrato realizado por Ottavio Leoni cuando Galileo tenía 60 años aparece una lesión sobreelevada supraciliar derecha, que desplaza el ojo hacia abajo y a la derecha, y que podría representar un mucocele del seno frontal infectado que debió de resolverse espontáneamente y que, en cualquier caso, no habría deteriorado su visión (<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#fig0015">fig. 3</a>).</p><elsevierMultimedia ident="fig0015"></elsevierMultimedia><p id="par0090" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Mientras escribía su <span class="elsevierStyleItalic">Diálogo sobre los principales sistemas del mundo</span>, a los 68 años, describe haber sufrido una «fluxión» en los ojos, pudiendo referirse con este término a la hiperemia, que le produjo gran dolor y le impidió leer y escribir. Sin embargo, sus trabajos posteriores indican que aún gozaba de una buena agudeza visual<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0030"><span class="elsevierStyleSup">6</span></a>. Esta hiperemia ocular acompañada de dolor podría interpretarse como un ataque de glaucoma de ángulo cerrado o de uveítis.</p><p id="par0095" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Sin embargo, Galileo siguió trabajando y escribiendo como lo había hecho hasta entonces, y no se recoge en ninguna cita biográfica que perdiera la visión por un ataque agudo de glaucoma, que sin tratamiento le habría dejado en amaurosis, o por una uveítis anterior aguda, que en cualquier caso tendría que haber sido aislada, pues de haberse repetido habría supuesto una importante disminución, o la pérdida, de visión debido a las secuelas generadas a largo plazo.</p><p id="par0100" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Estos ataques podrían, por tanto, deberse a infecciones oculares inespecíficas, conjuntivitis infecciosas o irritativas, o inflamaciones leves como epiescleritis, patologías en definitiva que no comprometieran la agudeza visual.</p><p id="par0105" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Por último, el cirujano Giovanni Trullio diagnosticó a Galileo de un «suffusio» que obstruía la pupila, refiriéndose a la catarata. El propio Galileo se refirió al proceso que le dejó ciego como «una nube muy densa que se ha formado en los pasados meses; primero en el ojo derecho y luego en el izquierdo», una descripción característica del proceso de esclerosis del cristalino.</p><p id="par0110" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Parece probable, por lo tanto, que fuesen las cataratas las que terminaran con la prodigiosa vista de Galileo Galilei, a una edad en la cual muchas de las otras patologías propuestas como hipótesis ya le habrían producido una ceguera irreversible.</p><p id="par0115" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Además de las cataratas, no se descarta la posibilidad de una degeneración macular debido tanto a la edad a la que presentó la pérdida de visión como a la exposición solar en sus numerosos trabajos astronómicos, si bien la esclerosis del cristalino es la etiología más probable de la ceguera.</p><p id="par0120" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Fuese cual fuese la causa de su pérdida de visión, en 1637 en una carta a su amigo y discípulo Elia Donati<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0035"><span class="elsevierStyleSup">7</span></a>, declara por primera vez haber perdido la vista del ojo derecho. Y el izquierdo empeora en los meses siguientes. La visión de Galileo Galilei, el padre de la astronomía y la física modernas se apaga por completo en 1638.</p><p id="par0125" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Como dijo Galileo en su carta a Ismaele Boulliau<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0040"><span class="elsevierStyleSup">8</span></a>, recogida en <span class="elsevierStyleItalic">Le opere di Galileo Galilei</span>:</p><p id="par0130" class="elsevierStylePara elsevierViewall">«Toda la luz se ha extinguido… […] ese cielo, ese mundo, ese universo que yo, mediante mis asombrosas observaciones y claras demostraciones he expandido cien mil veces más allá de cualquier cosa antes vista por los estudiosos de los siglos pasados, ahora se ha hundido y estrechado hasta llegar no más allá de mi propio cuerpo».</p></span></span>" "textoCompletoSecciones" => array:1 [ "secciones" => array:5 [ 0 => array:2 [ "identificador" => "sec0005" "titulo" => "Biografía de Galileo Galilei" ] 1 => array:2 [ "identificador" => "sec0010" "titulo" => "Estudios de astronomía" ] 2 => array:2 [ "identificador" => "sec0015" "titulo" => "El conflicto con la Iglesia" ] 3 => array:2 [ "identificador" => "sec0020" "titulo" => "Patología ocular de Galileo Galilei" ] 4 => array:1 [ "titulo" => "Bibliografía" ] ] ] "pdfFichero" => "main.pdf" "tienePdf" => true "multimedia" => array:3 [ 0 => array:7 [ "identificador" => "fig0005" "etiqueta" => "Figura 1" "tipo" => "MULTIMEDIAFIGURA" "mostrarFloat" => true "mostrarDisplay" => false "figura" => array:1 [ 0 => array:4 [ "imagen" => "gr1.jpeg" "Alto" => 1644 "Ancho" => 1583 "Tamanyo" => 258394 ] ] "descripcion" => array:1 [ "es" => "<p id="spar0005" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">Dibujo de las manchas solares observadas por Scheider en su libro <span class="elsevierStyleItalic">Rosa Ursina</span>, publicado en Bracciano en 1630.</p>" ] ] 1 => array:7 [ "identificador" => "fig0010" "etiqueta" => "Figura 2" "tipo" => "MULTIMEDIAFIGURA" "mostrarFloat" => true "mostrarDisplay" => false "figura" => array:1 [ 0 => array:4 [ "imagen" => "gr2.jpeg" "Alto" => 1749 "Ancho" => 1250 "Tamanyo" => 272118 ] ] "descripcion" => array:1 [ "es" => "<p id="spar0010" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall"><span class="elsevierStyleItalic">Sidereus nuncius</span>, tratado de Galileo Galilei publicado en Venecia en 1610, en el que recoge sus observaciones astronómicas.</p>" ] ] 2 => array:7 [ "identificador" => "fig0015" "etiqueta" => "Figura 3" "tipo" => "MULTIMEDIAFIGURA" "mostrarFloat" => true "mostrarDisplay" => false "figura" => array:1 [ 0 => array:4 [ "imagen" => "gr3.jpeg" "Alto" => 1189 "Ancho" => 950 "Tamanyo" => 297205 ] ] "descripcion" => array:1 [ "es" => "<p id="spar0015" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">Galileo Galilei <span class="elsevierStyleItalic">alla machia</span> por Ottavio Leoni pintado en 1624. 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