Sres. Directores: El consumo de alcohol es un hábito generalizado en la población, aceptado socialmente y que constituye un problema de salud de elevadas proporciones1. Prueba de ello es el hecho de que el alcohol se considere responsable de alrededor de la mitad de los accidentes de circulación, de una cuarta parte de los laborales y una de las causas más frecuentes de absentismo laboral2. El problema en atención primaria (AP) radica cuando provoca problemas biopsicosociales, es decir, se convierte en bebedor de riesgo3. En un porcentaje muy elevado se desconoce o se minimiza estos problemas por parte del consumidor elevado de alcohol. En la exploración clínica, los hallazgos físicos en los pacientes alcohólicos no son patognomónicos, siendo poco fiables al tratarse, en general, de manifestaciones de estadios avanzados del consumo de alcohol4. Por este motivo, la detección del consumo de alcohol en AP debe apoyarse en métodos indirectos, como cuestionarios breves tipo CAGE que permitan establecer un grado de dependencia alcohólica5. Por otro lado, se intenta establecer una relación con pruebas bioquímicas que permita realizar una primera toma de contacto con este tipo de pacientes, en cuanto al consumo y frecuencia de alcohol6.
A tal fin realizamos un estudio descriptivo transversal sobre 434 pacientes de 18-65 años, seleccionados al azar, a través de la hoja de cita previa, en 5 consultas de medicina general del Centro de Salud de Jumilla de Murcia. Se realizó un estudio de prevalencia de consumo de alcohol utilizando el método de cuantificación por unidades (1 U=8 g). Esto permitió clasificar al encuestado según el consumo de alcohol (CA) en: a) abstemio: no consume alcohol de forma habitual, aunque tome alguna pequeña cantidad ocasionalmente; b) bebedor moderado (varón, 40 g/día o 280 g/sem; mujer 24 g/día o 168 g/sem), y c) bebedor de riesgo (varón, 41 g/día o 287 g/sem; mujer, 25 g/día o 155 g/sem). Las determinaciones bioquímicas fueron: gammaglutamiltranspeptidasa (GGT), glutámico-oxalacético transaminasa (GOT o AST), glutámico-pirúvico transaminasa (GPT o ALT), volumen corpuscular medio (VCM), fosfatasa alcalina (FA) y triglicéridos (TG). Se han establecido las relaciones entre GOT/GPT y GGT/FA. En el bebedor crónico la relación GOT/GPT suele ser mayor de uno y la GGT/FA superior a 1,4. El estudio estadístico consistió en estudio de medias y ji-cuadrado para establecer relaciones. Así mismo, se estableció la sensibilidad (S), especificidad (E), valor predictivo positivo (VP) y negativo (VN) de cada una de las pruebas bioquímicas.
De los encuestados, un 52,1% eran varones, siendo el 80,4% mayores de 30 años. Consumían alcohol un 77% y de forma elevada o de riesgo el 22,9%±3,94% (IC del 95%). Acudieron a realizarse las pruebas bioquímicas 411 (94,7%). Los resultados de cada una de ellas pueden verse en la tabla 1, donde destaca la GGT como prueba bioquímica que en mayor número de ocasiones se encontró elevada (29,3%). La relación entre clasificación de alcohol y GOT (p=0,00005), GPT (p=0,0081), GGT (p=0,00005), VCM (p=0,00005), FA (p=0,0119), TG (p=0,0417) y GGT/FA (p=0,0034) resultaron significativas. No ocurrió así con la relación GOT/GPT, que fue la única que no presentó correlación con la clasificación de alcohol. En las relaciones positivas, la tendencia de las asociaciones fue presentar consumo elevado de alcohol y valores por encima de los normales en los marcadores bioquímicos en todas ellas (tabla 1). La sensibilidad, especificidad y valores predictivos de cada una de las pruebas y relaciones pueden verse en la tabla 1. La GGT es la prueba bioquímica que mayor sensibilidad (58%) y VN (86%) presenta. La especificidad y VP se encuentran muy elevados en la FA y la relación GGT/FA.
Las pruebas bioquímicas realizadas en nuestro trabajo, como método exclusivo para la detección de consumo inadecuado de alcohol, muestran una falta de fiabilidad para establecer un diagnóstico de consumidor de riesgo. Actualmente, las técnicas de detección de alteraciones enzimáticas tienen un triple interés en AP: a) posibilidad de detección precoz, ya que pueden preceder en el tiempo a lesiones orgánicas derivadas del consumo de alcohol; b) confirmar el diagnóstico de consumo excesivo de alcohol, cuando se asocian datos clínicos y físicos, y c) como técnicas de seguimiento de la abstinencia.