Sres. Directores: La constante investigación en el campo de la medicina, y de forma particular en farmacología, hace que todos los años surjan nuevos principios activos. Esto conlleva continuamente nombres comerciales también novedosos.
A finales de 1997, aparece en el mercado español el antidiabético oral Amaryl® (sulfonilurea: glimepirida). Este nombre comercial tiene mucha similitud fonética y ortográfica (incluso en su formato) con Alapryl® (benzodiacepina: halazepam), hace ya varios años en nuestro arsenal terapéutico.
Estos dos principios activos son de uso frecuente, ya que los trastornos mentales y la diabetes presentan una elevada prevalencia entre la población general1,2 y ambos son motivo de consulta habitual en atención primaria. El tratamiento y seguimiento de estas dos patologías también se hace en muchos casos por los médicos de familia, y las benzodiacepinas son el grupo farmacológico más consumido entre los psicofármacos3,4.
En numerosas consultas de nuestros centros de salud el tiempo por paciente es todavía reducido, si tenemos en cuenta la enorme carga burocrática que soportamos. Por ello, la calígrafía de nuestras prescripciones pudiera ocasionar errores en la posterior dispensación de estos dos medicamentos de nombre similar, pero de acciones totalmente diferentes, lo que podría producir en el paciente daños importantes.
Por todo lo anterior, sugerimos que un cambio de nombre de alguno de estos medicamentos resultaría conveniente, tal como sucedió recientemente en un caso similar5.
También queremos insistir en la necesidad de extremar el cuidado en la elaboración de las recetas por parte de todos los profesionales que participamos en esta tarea, que no por rutinaria deja de tener una enorme trascendencia.