Sres. Directores: Hemos leído el reciente artículo de Córdoba y Hernández1 sobre la utilidad de las asociaciones de fármacos a dosis fijas y nos gustaría aportar algunos matices para completar su exposición. En primer lugar, hemos encontrado a faltar, en la lista de la tabla 3 y durante el desarrollo de su revisión, algunas asociaciones a dosis fijas que son de indudable utilidad terapéutica y que se consideran aceptadas tanto desde el punto de vista académico como de la práctica clínica2,3. A la lista añadiríamos las siguientes asociaciones:
Anticonceptivos hormonales orales (diferentes estrógenos y progestágenos).
Vacunas (por ejemplo, la vacuna triple viral).
Anestésicos locales en combinación con vasoconstrictores (por ejemplo, bupivacaína y adrenalina).
Antiprotozoarios (por ejemplo, pirimetamina y sulfadoxina para la presunta terapia del paludismo en lugares donde no es posible consultar con personal sanitario).
Antimicrobianos (imipenem y cilastina [inhibidor de la dihidropeptidasa I renal] o penicilina y probenecid).
Como lista complementaria, además podrían incluirse otras asociaciones que, aunque pueden ser útiles en casos concretos, son más discutibles. Algunas no están presentes en el mercado farmacéutico español. Esta otra lista incluiría por ejemplo:
Fármacos para la neuroleptoanalgesia (droperidol y fentanilo).
Combinaciones de opioides agonistas y antagonistas (por ejemplo, buprenorfina y naloxona en preparados por vía oral para evitar su abuso por vía intravenosa).
Analgésicos (paracetamol y metionina, para intentar evitar o disminuir la toxicidad hepática del paracetamol en caso de sobredosificación).
Otros antimigrañosos (ácido acetilsalicílico y metoclopramida).
Antimicrobianos de uso tópico en dermatología u oftalmología (neomicina y bacitracina o polimixina).
Suplementos de hierro y vitaminas en el embarazo.
También queremos mencionar la posibilidad de administrar combinaciones a dosis fijas en el caso de la prescripción de algunos profármacos, que tras su metabolización liberan 2 principios activos distintos. Son ejemplos de este fenómeno la sulfasalazina, que se transforma en ácido 5-aminosalicílico, y sulfapiridina, o también el benorilato, que se metaboliza en ácido acetilsalicílico y paracetamol.