Sr. Director: Según la última Encuesta Nacional de Salud, 7 de cada 10 ciudadanos españoles consideran que su salud es buena o muy buena. Esta percepción del estado de salud casi no se ha modificado en los últimos años: en 1993 era un 68% de los ciudadanos y un 69% en 1997. Frente a estos datos, la mitad de los encuestados refieren haber tomado fármacos en los últimos días y más de la mitad se automedica. Por ejemplo, un 90,5% de los encuestados afirma que siempre toma los antibióticos con receta médica. Sin embargo, varios estudios realizados en España han llegado a la conclusión de que alrededor del 25% de los envases de antibiótico anuales que se consumen se debe a la automedicación1,2. Algo similar ocurre con los analgésicos. Desde 1994 la venta de analgésicos ha subido un 23% y se estima que el consumo de estos medicamentos por automedicación supone la misma cantidad que los pautados en una consulta médica3.
En España existen especialidades farmacéuticas publicitarias que serían el objeto teórico de la automedicación (ya que pueden ser dispensadas en las oficinas de farmacia sin receta médica). El uso de estos medicamentos no sería negativo; bien al contrario, supondría la implicación de los ciudadanos en su autocuidado o en el de su familia ante enfermedades comunes y banales que no requieren la valoración de un médico4. El problema radica en que no son precisamente estos medicamentos los que se consumen para este fin y que, por el contrario, son los medicamentos que precisan una receta médica los más frecuentemente usados para automedicarse.
La labor que los profesionales sanitarios tenemos por delante en educación sanitaria a nuestros pacientes es muy amplia. Debemos ser estrictos en el tema y, cuando en las consultas nos comentan que han usado este u otro medicamento que previamente hubiera requerido nuestra receta, no debemos esperar a la próxima oportunidad para informar al paciente del riesgo y las consecuencias posibles de esa decisión de una forma lo suficientemente clara para que entienda cuál es la enfermedad que padece, el grado de importancia que tiene, por qué necesita o no un tipo determinado de tratamiento y por qué hubiera sido necesaria nuestra valoración y consejo previos. Una vez hecho esto, los pacientes tendrán la información necesaria para una automedicación responsable la próxima vez4.
Sin embargo, aquí aparece como punto clave la dispensación de dicho medicamento en la oficina de farmacia. Los médicos de atención primaria vemos cada día en la consulta a pacientes que acudieron a la farmacia por sentirse enfermos y allí se les indicó qué fármaco debían tomar, a qué dosis y durante cuánto tiempo, y además se les recomendó acudir a su médico para que les hiciera la receta y así poder devolverles parte del precio del medicamento si lo abonaron, o simplemente para abonar la cantidad correspondiente si les dejaron el fármaco «prestado» hasta que llevaran la receta.
La crítica debería empezar por nosotros mismos, que deberíamos analizar por qué el paciente prefirió o le resultó más fácil acudir a la farmacia que a la consulta de su médico, y poner en marcha las medidas correctoras que dependan de nosotros (aunque también serían necesarias otras que no estarían a nuestro alcance, y que todos conocemos, como el aumento y la racionalización de los recursos para evitar la sobrecarga asistencial que genera demoras y dificultades de acceso al sistema). Pero una vez finalizada la autocrítica, deberíamos llamar la atención de las autoridades sanitarias sobre la importancia y gravedad del problema y actuar de forma conjunta para que estas situaciones no se produzcan.
Los médicos deberíamos denunciar ante dichas autoridades a las farmacias que incumplen la norma de expender medicamentos que necesitan receta médica sin el documento correspondiente, y esto debería verse respaldado por la Administración, que al fin y al cabo es la responsable última de que las normas se cumplan, con la adopción de sanciones lo suficientemente importantes para que la transgresión de dichas normas no resulte económicamente rentable. Los farmacéuticos tienen también sus obligaciones en materia de salud pública ya que, como los médicos, son referentes en tema de salud para los pacientes. Mantener una actitud común y constante nos permitirá conseguir una automedicación responsable.