Sres. Directores: Compartimos con Sánchez de Toro et al1 el propósito expuesto en su estudio, publicado en esta revista, de promover la utilización de un método de cálculo del riesgo cardiovascular en atención primaria. Creemos que el abordaje correcto de la prevención cardiovascular requiere una valoración conjunta de los factores de riesgo, y que la forma más adecuada de hacerlo es la utilización de algún método de cálculo del riesgo. Sin embargo, quisiéramos hacer una serie de puntualizaciones sobre el método elegido por los autores y exponer cuáles son las recomendaciones actuales en este tema.
En primer lugar, el método ideado por Shaper emplea para su cálculo variables poco utilizadas, como son que el enfermo conozca si ha sido diagnosticado o no de enfermedad isquémica, que recuerde si sus padres fallecieron de problemas cardiológicos o de la presencia de síntomas de angina a través de un cuestionario, variables a las que, como mínimo, se les podría discutir su fiabilidad y objetividad.
En segundo lugar, este método no incluye como factor de riesgo los valores de colesterol total y colesterol HDL. La relación existente entre las concentraciones plasmáticas de colesterol y el riesgo coronario está perfectamente establecida. Hay cifras de colesterol total a partir de las cuales puede predecirse con alto grado de fiabilidad el riesgo de presentar un episodio coronario, mientras que en el otro extremo hay unos valores de colesterol HDL que serían protectores.
De los factores de riesgo principales, es cierto que la hipercolesteremia aislada es posiblemente el factor de menor capacidad predictiva de enfermedad coronaria; sin embargo, no debemos olvidar el origen multifactorial de la cardiopatía isquémica y el hecho de que la hipercolesteremia en asociación con otros factores de riesgo aumenta de forma importante el riesgo. Así, en el grupo placebo del estudio WOS2 se observó que los varones hipercolesterémicos mayores de 55 años, y con al menos otro factor de riesgo, tuvieron una probabilidad de presentar un episodio coronario superior al 10% a los 5 años, que es el nivel que las distintas sociedades han propuesto para considerar a un individuo de «riesgo alto».
Tampoco parece lógico obviar la categoría del colesterol HDL como factor de riesgo, tal como queda establecido en las recomendaciones del segundo informe del National Cholesterol Education Program (NCEP) de Estados Unidos3.
Desde el año 1986 hasta ahora, se han publicado nuevos estudios que han puesto de manifiesto que la precisión en la valoración del riesgo será superior cuanto mayor número de factores de riesgo se contemplen. Teniendo en cuenta que de los múltiples métodos existentes ninguno es perfecto, creemos que se debería utilizar, de forma ideal, el de Framingham4, que es el recomendado por la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria5, o bien una reciente adecuación de éste a las directrices del Joint National Committee (JNC-V) sobre hipertensión y del NCEP sobre colesterol, recomendado por la American Heart Association6.