No cabe duda de que la vacunación de la población frente a diferentes enfermedades infecciosas constituye una actividad preventiva de máxima utilidad y beneficio. La vacunación antigripal del adulto ha demostrado ampliamente su eficacia en la prevención de la gripe y sus complicaciones, sobre todo en pacientes de edad avanzada o en los que coexiste alguna enfermedad que los hace especialmente susceptibles. A diferencia de lo que ocurre en la vacunación de los niños, en los que la cobertura de vacunación en nuestro país es considerada como una de las más amplias del mundo, la vacunación de los adultos y de los profesionales sanitarios nos enfrenta a datos sorprendentemente bajos. La constatación de este hecho no es suficiente y se hace necesario investigar las posibles causas asociadas para diseñar estrategias que permitan mejorar estas coberturas de vacunación, tanto entre los profesionales sanitarios, en los casos en los que esté indicado, como también en la población general. Por ello, es una aportación muy interesante el artículo de Schwarz et al1 sobre el análisis de los factores relacionados con el propio profesional o las características del cupo asignado que pueden influir, como en el caso que describen, en las tasas de vacunación en la población mayor de 65 años; en ésta, la indicación de la vacunación antigripal está definida con claridad y las campañas anuales de vacunación parecen estar plenamente integradas en las actividades de los centros de atención primaria.
Es fundamental favorecer todas las actividades y estrategias que incrementen la concienciación ante la vacunación de la población general, tanto en adultos como en niños, así como de profesionales sanitarios. Se ha evaluado la eficacia de estas medidas, y en este sentido podemos destacar la amplia revisión realizada sobre las diferentes medidas y estrategias aplicadas para la mejora de coberturas de vacunación de la Task Force on Community Preventive Services del Centers for Disease Control and Prevention2,3. En ella se evalúa la efectividad de múltiples estrategias basadas en recordatorios informatizados o protocolos establecidos en centros de atención, inclusión en la historia clínica de hojas específicas para registrar actividades preventivas, folletos recordatorios sobre la vacunación (todas estas medidas presentan el inconveniente de que sólo pueden aplicarse a personas que acuden a los centros de salud), estudios retrospectivos y comparativos de los niveles de cobertura alcanzados con otros profesionales y centros, aprovechar visitas domiciliarias u otras visitas por otras causas para aplicar las vacunas indicadas, ampliar horarios o reducir aspectos administrativos para facilitar la vacunación o la búsqueda activa mediante llamadas telefónicas. También se han planteado estrategias para incrementar la vacunación de personas de edades avanzadas con dificultades de acceso a los centros de salud. Entre las actividades que han demostrado mayor efectividad se encuentran la búsqueda activa mediante llamadas telefónicas o cartas de recordatorio a los pacientes, así como los avisos informatizados a los profesionales o el seguimiento comparativo de centros sanitarios de los niveles de cobertura alcanzados. Las estrategias basadas en la formación de los profesionales no han mostrado gran utilidad4,5.
En la tabla 1 se recogen estrategias globales de vacunación recomendadas por el Programa de Actividades Preventivas y de Promoción de la Salud (PAPPS). El registro vacunal, por otro lado, constituye un documento fundamental individual que permite conocer la situación de vacunación del ciudadano. Este documento constituye una biografía inmunitaria del sujeto y, por tanto, facilita el seguimiento de su vacunación con independencia del lugar donde ésta se realice (trabajo, centro de salud, hospital, etc.), lo que evita el olvido de dosis o la sobredosificación, tan frecuente en algunas vacunas como la antitetánica. Tampoco debemos olvidar la oportunidad que nos ofrecen determinadas situaciones para contribuir a la mejora de la cobertura en la vacunación, como los consejos al viajero, la atención al inmigrante o a colectivos como prisiones o centros de atención a dogrodependientes, y el entorno laboral que nos afecta especialmente como sanitarios4.
Debemos mejorar los sistemas de registro y la informatización de esta información aprovechando al máximo la aplicación de las nuevas tecnologías de la información para facilitar la centralización de los datos sobre vacunación, a la vez que su interoperabilidad para que pueda ser compartida desde cualquier nivel sanitario; esto proporcionaría un mejor seguimiento de la población y un conocimiento de las vacunas administradas, con una visión integradora de la situación vacunal durante toda la vida que, además, permitiría la detección de posibles «bolsas» o grupos de personas no vacunadas; así, en estas situaciones se podrían aplicar medidas generales o específicas, según el caso, para seguir aumentando los niveles de cobertura6.
Por todo ello, debemos seguir muy atentos a las actividades que se desarrollan en torno a la vacunación en general y, en especial, en atención primaria, favoreciendo desde nuestro entorno la investigación y el desarrollo de estrategias realmente efectivas de mejora de los niveles de cobertura, sobre todo en los adultos y los profesionales sanitarios; asimismo, debemos llevar un registro adecuado de estas actividades, y es fundamental la búsqueda activa de personas susceptibles en las que esté indicada la vacunación.