Los accidentes de tráfico (AT) son un problema de salud importante tanto por su morbimortalidad como por las discapacidades que provocan. Según datos del año 20011, hubo en España 4.145 muertes debidas a AT. Algunos autores han encontrado que cerca del 9% de la población española mayor de 15 años se había visto afectado en algún AT.
Pero, además, este problema incide especialmente en los jóvenes: es la primera causa de muerte en la población de 5-24 años de ambos sexos, y la segunda en la población de 25-34 años también de ambos sexos, la segunda en los varones de 35-44 años y la tercera en las mujeres de 35-44 años2.
Las últimas recomendaciones3,4 señalan 3 grupos principales de riesgo: población de 15-24 años usuaria de vehículos de 2 ruedas, población de 18-34 años ocupantes de turismos en carretera y peatones de más de 65 años en zona urbana.
Se han podido identificar, entre otros, los siguientes factores de riesgo relacionados con la frecuencia y la gravedad de los AT:
1. Mal uso o no uso de los elementos de seguridad (cinturón, casco y sillitas para niños).
2. Consumo de bebidas alcohólicas.
3. Consumo de medicamentos que alteran la capacidad de conducción (ansiolíticos, antidepresivos, antiepilépticos, terapia cardiovascular...).
4. Determinadas patologías que alteran también la capacidad de conducción (apneas del sueño, defectos visuales o auditivos, diabetes, epilepsia...).
Los autores del trabajo «Consumo de tabaco y accidentes de tráfico no fatales» inciden en la relación entre fumador y mayor accidentabilidad. Muy acertadamente, concluyen que, dado el tipo de estudio, no se puede afirmar una relación directa entre tabaco y accidentes.
Esta relación ha sido motivo de diferentes y contradictorias investigaciones, como por ejemplo la realizada por Guibert5 que, en un estudio de casos y controles que comparaba un grupo de 2.504 conductores que habían sufrido algún accidente frente a otro grupo de 2.520 conductores que no se habían visto implicados, no encuentran relación con los accidentes. Sin embargo Brison6, con un método similar, detecta una relación, aumentada 1,5 veces. Según este autor, la base para esta asociación puede ser: distracción al conducir por el acto de fumar, diferencias del comportamiento entre los fumadores y los no fumadores y toxicidad del monóxido de carbono.
Diferentes revisiones sobre el tema7 señalan los factores que afectan a la atención del conductor, indicando como más importantes el uso del teléfono móvil, los sistemas de ayuda a la conducción de tipo electrónico («sistemas de navegación») y el uso de métodos de información y entretenimiento (radio, compactos, etc.).
Por tanto, se presentan ante nosotros dos probables líneas de investigación: el tabaco como factor de distracción y/o como factor de riesgo de experimentar un accidente o empeorar el pronóstico de éstos. Sin duda, serán necesarios más trabajos como el presente para confirmar estos datos en nuestro medio, pero probablemente diseños de cohortes prospectivas o estudios experimentales nos permitirán avanzar por este camino.
Por último, es necesario insistir en la necesidad de mejorar nuestra intervención preventiva en el consumo de alcohol, sin duda el factor más importante y mejor estudiado.