Un congreso científico ha de servir de lugar de encuentro en el que se propicie, sustancialmente, un intercambio de información entre los asistentes sobre aspectos relevantes relacionados con la actividad científica, de investigación, profesional y docente que se realiza dentro de un área del conocimiento y una actividad profesional, en nuestro caso, la medicina de familia (MF) y la atención primaria (AP).
Quienes hemos asistido a los últimos congresos nacionales de nuestra sociedad científica hemos comprobado con satisfacción cómo uno de estos aspectos, el área docente, ha incrementado su presencia e interés por parte de los asistentes. Probablemente, la celebración de las jornadas docentes, los cursos precongresuales y los talleres, con su gran aceptación, hayan contribuido a ello. Por el contrario, es perceptible un «principio de» desinterés por la actividad investigadora. El poco debate que provocan muchas de las comunicaciones orales y la escasa asistencia que registran algunas de ellas son síntomas elocuentes. En principio, las comunicaciones científicas defendidas en un congreso deberían ser la mejor muestra de la actividad científica e investigadora de los profesionales a los que va dirigido el congreso y, probablemente, la principal oferta del mismo.
Varias son las condiciones que se le señalan a quien pretenda defender una comunicación en un congreso. La calidad metodológica, pertinencia y originalidad de la misma, podrían considerarse los valores más deseables. En el caso de las comunicaciones a mesas o ponencias, la pertinencia viene dada al requerirse que las primeras aborden alguna de las áreas temáticas tratadas en las segundas. En el caso de las comunicaciones libres, la pertinencia debe ser evaluada. Además, en ambos tipos de comunicaciones se exige que la investigación presentada no haya sido publicada con anterioridad a la fecha del congreso.
En los últimos macrocongresos de nuestra sociedad científica surgen algunos problemas que, por una parte, dificultan que un asistente pueda presenciar las mejores comunicaciones científicas que en él se presentan, y por otra contribuyen a hacer más patente ese «principio de» desinterés por la actividad investigadora que se presenta en los mismos.
Dificultad para presenciar las mejores comunicaciones orales
Actualmente, en nuestros congresos nacionales se exponen comunicaciones de alta calidad (las menos) intercaladas con otras con diferentes niveles de calidad (algunas francamente impresentables en un congreso nacional). Es muy difícil que un congresista que pretenda presenciar las mejores comunicaciones orales que se exponen en el congreso pueda hacerlo sin perder la cabeza en las condiciones en las que éste se organiza. Aun disponiendo con suficiente antelación de los resúmenes publicados, y dado que muchas exposiciones se producen simultáneamente en diferentes salas, también le sería bastante complicado presenciar las comunicaciones que, a su juicio o intuición (que muchas veces falla), considerara las mejores. El congresista actualmente se ve obligado a diseñarse un recorrido de sala en sala a la caza de las, según su intuición, mejores comunicaciones. Y que la intuición falla se comprueba cuando, a veces, y a pesar de leer el resumen de aquellas que se nos antojan interesantes, nos encontramos con comunicaciones que decepcionan nuestras expectativas aun teniendo un resumen aparentemente solvente. Éste no es tan sólo un problema de organización que debiera ser solucionado por el comité organizador. Se trata también de un problema científico derivado de la ausencia de posteriores cribados de las comunicaciones. El primero se produce cuando el comité científico (CC) se pronuncia sobre la aceptación o el rechazo en cada una de las comunicaciones remitidas al congreso.
Calidad y cantidad de las comunicaciones
Se nota muchísimo si una comunicación presentada en un congreso ha sido preparada en exclusiva para el mismo («se acerca el congreso vamos a hacer algo para llevarlo») o si, por el contrario, forma parte de una línea de investigación más elaborada que transciende al hecho del congreso. Por así decirlo, hay comunicaciones que nacen para y mueren en el congreso. Otras, sin embargo, nacieron mucho antes, no son para (aunque se presenten en) el congreso y persisten más allá del mismo, puesto que sustentan ulteriores investigaciones por parte de los mismos o diferentes autores.
Es muy improbable que todas las comunicaciones aceptadas en un congreso tengan un mismo nivel de calidad metodológica, pertinencia y originalidad. En tan sólo 3 años, prácticamente se ha duplicado el número de comunicaciones aceptadas en nuestro congreso nacional: de las 227 del congreso de Platja d'Aro en 1995 a las 407 del último de Zaragoza. Este ritmo de crecimiento es muy superior al de la producción científica de mayor difusión internacional originada por los profesionales españoles de AP durante el mismo período de tiempo. Sólo una pequeña parte de lo que se comunica en un congreso acaba publicándose en revistas científicas. Si esto ocurre en congresos, digamos, normales, es más cierto si cabe en macrocongresos en los que se aceptan muchísimas comunicaciones. Esto podría hacernos pensar que tampoco pasaría gran cosa si el conjunto de las comunicaciones aceptadas en nuestro congreso no alcanzase un nivel medio de calidad, digamos, aceptable, pensando que «ya se encargarán los comités editoriales de las revistas de cribar posteriormente esta investigación». Esto sería un error de consecuencias indeseables. Es necesario que los comités científicos de los próximos congresos de una sociedad científica como la nuestra ejerzan plena y efectivamente como tales y aborden cuanto antes un problema que, con el paso del tiempo, puede conducir a una situación en la que lo que menos importe de nuestros congresos sea la investigación que en ellos se presente.
Selección de las comunicaciones
Es muy improbable que todos y cada uno de los miembros de un comité científico (10-15 personas) de un congreso nacional como el nuestro que recibe centenares de comunicaciones hayan podido leerse todas las presentadas para posteriormente pronunciarse sobre todas ellas. Actualmente, eso es prácticamente imposible y, desde luego, el trabajo debe ser repartido entre los miembros. Es lógico suponer que cada miembro del comité se pronuncia sobre un conjunto de comunicaciones y juzga elementos de calidad metodológica, pertinencia y originalidad de las mismas, a partir de unos resúmenes, más o menos solventes, remitidos por los autores. Pasarán por sus manos múltiples resúmenes de comunicaciones con mayor o menor dosificación de cada uno de estos tres elementos, y finalmente, tras un proceso de selección, de racionalidad siempre limitada, elegirá aquellas que más tarde se expondrán en el congreso y rechazará el resto. Seguramente, los miembros del comité científico consensúen previamente criterios de calidad, pertinencia y originalidad para facilitar una selección más homogénea. Pero a nadie se nos oculta la dificultad de alcanzar este objetivo, y podría ocurrir que una comunicación fuera considerada por unos miembros del comité científico como presentable en el congreso y como impresentable por otros.
Propuestas
1. Someter a una segunda revisión el total de las comunicaciones aceptadas con el fin de ordenarlas o reclasificarlas en tres subgrupos atendiendo a criterios de calidad metodológica, pertinencia y originalidad.
Estos elementos serían los tres pilares sobre los que asentaría una buena comunicación científica, y valorando los mismos, el comité científico agruparía las comunicaciones en tipo A, tipo B y tipo C. El método y el número de cribados quedarían a decisión de cada comité científico, aunque la Sección de Investigación de la semFYC podría proporcionar algunas recomendaciones-guía. La clasificación inicial de las comunicaciones en cada uno de estos grupos debería hacerse, en principio no puede ser de otra manera, a partir del resumen remitido por los autores. Por ello, debería aumentarse alrededor de un 25% el número de palabras permitidas en el resumen. Sin embargo, la clasificación definitiva de una comunicación dentro del grupo A o del B no debería hacerse sin que todos los miembros del comité científico hubieran examinado dicha comunicación a partir del texto íntegro de la investigación remitido por los autores.
Comunicaciones tipo A. Éstas serían, a juicio del comité científico, las mejores del congreso. La clasificación de una comunicación dentro de este grupo se produciría cuando así fuera considerada por todos y cada uno de los miembros del comite científico previa lectura del resumen y, además, del texto íntegro de la investigación. Entre ellas, con mucha probabilidad, se encontrarían las que luego serían premiadas. Evidentemente serían pocas en relación al total de aceptadas.
Comunicaciones tipo B. Aquellas que, tras ser evaluado el texto íntegro de la investigación, no contaran con la clasificación unánime dentro del tipo A por parte de todos los miembros del comité científico pero sí con el apoyo de, al menos, las tres cuartas partes de los mismos, se incluirían dentro del tipo B. Se trataría también de buenas comunicaciones, a las cuales se les ha encontrado algún «pero»: muy buena calidad metodológica y original, pero poco pertinente; extremadamente pertinente y metodológicamente intachable, pero poco original; muy original y pertinente, pero con algún defecto de método... Se trataría de comunicaciones desequilibradas, un poco cojas de alguno de los tres pilares. Serían también pocas en relación al número total de aceptadas.
Comunicaciones tipo C. El resto, la mayoría.
El texto íntegro debería adoptar un formato similar al utilizado cuando se remite una investigación a consideración del comité de redacción de una revista de prestigio (por ejemplo, Atención Primaria). Para su evaluación podría utilizarse el check-list de la propia revista. Los autores que consideraran su comunicación como de alta calidad podrían remitir ya en el primer envío, además del resumen, el texto íntegro. Evidentemente, el hecho per se de que los autores remitieran el texto íntegro no condicionaría, en un primer momento, la decisión del comité científico, puesto que su rechazo o su clasificación inicial en A, B o C se efectuaría a partir del resumen. Ésta sería la única parte del texto que se publicaría en el libro de comunicaciones. La clasificación definitiva de las comunicaciones en estos tres tipos debería consignarse en el libro de comunicaciones, junto al título de cada comunicación aceptada, tanto en las orales como en las de panel.
En caso de que los autores de una determinada comunicación no hubieran remitido con el primer envío el texto íntegro y, a pesar de ello, el comité científico considerara que esa comunicación, ya aceptada para el congreso tras la valoración del resumen, podría clasificarse como A o B, este comité debería solicitar por escrito el texto íntegro a los autores para poder evaluarla y reclasificarla definitivamente. Si éstos no remitieran el texto íntegro dentro del plazo requerido, la comunicación no podría clasificarse dentro de estos grupos. De ello, se deduce que cualquier texto íntegro remitido por los autores fuera de plazo no sería valorado por el comité científico y sería destruido o devuelto a los mismos. Una comunicación inicialmente clasificada a partir del resumen como A o B, tras revisión del texto íntegro, podría ser reclasificada en otro grupo.
Sin duda, y en el caso de que esta propuesta o similares se llevaran a la práctica, la forma oral de presentación debería reservase para aquellas comunicaciones de alta calidad (tipo A o tipo B) y que además, a juicio del comité científico, pudieran despertar el debate entre los asistentes y entre éstos y los autores. La exposición y su defensa en el debate inmediato a su presentación oral serían, junto con el examen minucioso del texto íntegro de la investigación, los factores que decidirían qué comunicaciones galardonar. El resto de comunicaciones de los tipos A y B y todas las del tipo C deberían ir a panel. En la figura 1 se muestra un ejemplo hipotético de la aplicación de esta propuesta.
2. Reducir el número de comunicaciones orales y aumentar el número de paneles, disminuyendo al mismo tiempo la cifra total de comunicaciones aceptadas.
La propuesta anterior estaría condicionada a una reducción del número de comunicaciones orales presentadas en el congreso. Las 172 comunicaciones orales del último congreso de Zaragoza consumieron un total de 29 horas de exposición. Para que la anterior propuesta fuera factible, el número de comunicaciones orales debería reducirse a no más de 50. Aun aumentando a 20 (15 de exposición y 5 de debate) los minutos asignados a cada una de estas 50 comunicaciones orales, el tiempo total de exposición consumido no sobrepasaría las 16 horas, poco más que la mitad del que se utiliza en la actualidad.
Hay que elevar el nivel medio de lo aceptado (sea oral o panel) y para ello hay que reducir sensiblemente el número total de comunicaciones. El nivel científico del congreso no subirá por aceptar muchas, más bien puede ocurrir lo contrario y el nivel medio tenderá a ser menor a medida que se acepte una cifra superior. El número de investigaciones de alta calidad originadas por los profesionales españoles de AP no crece, a nuestro pesar, tan rápidamente como lo ha hecho el de comunicaciones aceptadas en nuestros últimos congresos.
3. Inaugurar una nueva sección dentro de los congresos consistente en la presentación, por parte de sus autores, de los 5 o 6 artículos más relevantes preparados por profesionales de la AP española y publicados durante el último año.
Estos artículos deberían ser seleccionados por el comité científico, el cual comunicaría su decisión a los autores con suficiente tiempo de antelación a la celebración del congreso. Se trataría de una sección abierta a la participación de los congresistas, en la que tras la presentación de los artículos por sus autores se propiciaría sobre todo la discusión, el debate y el intercambio de información entre personas interesadas en las áreas de investigación que se abordan en esos artículos. Podría considerarse también la concesión de un premio al mejor artículo sobre AP publicado durante el último año en cualquier revista científica (nacional o extranjera), cuyo primer autor procediera de una dirección institucional española de AP. Parte del tiempo de exposición «ahorrado» al reducir el número de comunicaciones orales podría utilizarse para esta nueva sección.
4. Evitar en todo momento el solapamiento horario en las exposiciones de las comunicaciones orales.
Al reducirse éstas a 50, podrían presentarse todas de manera consecutiva en una misma sala durante los días de congreso, agrupadas por áreas temáticas (comunicaciones a mesas o ponencias) e intercalando bloques de comunicaciones libres.
Qué se pretende con estas propuestas
Facilitar al congresista una selección de las mejores comunicaciones presentadas en el congreso.
Esta selección sería efectuada, tal y como se ha descrito, por el comité científico.
Elevar la calidad media de las comunicaciones científicas presentadas en el congreso.
A ello contribuiría la reducción del número total de comunicaciones aceptadas, aunque la misma afectaría más al número de comunicaciones orales. Con ello se aumentaría la credibilidad científica del congreso.
Aumentar el interés de los congresistas por asistir a las exposiciones de las comunicaciones orales, fomentando el debate y la participación.
Al incluir en la forma oral de presentación tan sólo comunicaciones que, además de tener un alto nivel de calidad, van a despertar el debate entre los asistentes, se proporcionaría un mayor atractivo a la presentación de las mismas (sean a ponencias, mesas o libres). Además se dispondría de más tiempo para la exposición, participación y el debate.
Incentivar o motivar la investigación en AP y, sobre todo, la de los profesionales españoles de AP.
Probablemente, los autores ya se sentirían premiados o recompensados meramente con el hecho de que sus artículos hubieran sido seleccionados para la nueva sección o sus comunicaciones hubieran sido aceptadas como orales, ya que esto significaría que sus investigaciones habrían resistido el análisis minucioso del comité científico, el cual garantizaría unos niveles de calidad metodológica, pertinencia y originalidad mucho más que aceptables, tanto de los artículos como de las comunicaciones orales.
Efectos negativos de estas propuestas
De estas propuestas, si se llevaran a cabo, podrían derivarse algunas consecuencias no deseables. Al aceptar menor número de comunicaciones, podría disminuir el número de inscritos a los congresos. Si esto ocurriera, habría que valorar si en verdad éste es un efecto negativo o no lo es tanto. No es tan evidente que un mayor número de inscritos eleve el nivel científico del congreso. Sería un error considerar la demostración de fuerza («¡Cuántos somos!, ¡Qué fuerza tenemos!») como un objetivo principal de nuestro congreso. Qué más da tener el segundo mayor congreso de AP del mundo, si no sabemos (o podemos) situarlo entre los mejores en su ámbito. Habrá que ir abandonando ideales cuantitativos y pensar más en los cualitativos. Un gran congreso no es un congreso grande. Por otra parte, estas propuestas no harían sino aumentar la carga de trabajo del comité científico, complicando aún más su tarea. Pero, seguramente, contribuirían a prestigiar su labor y, con ello, la de la investigación que se presenta en los congresos aumentando su credibilidad científica. Muy probablemente, el esfuerzo mereciese la pena.
Quizá, parte o la totalidad de estas reflexiones-propuestas, hechas en caliente y a vuelapluma pocos días después de nuestro último congreso puedan ser consideradas y, seguramente, mejoradas por los comités científicos de los próximos congresos nacionales de nuestra sociedad. Es necesario que inauguremos el próximo siglo con la voluntad decidida de situar la investigación de los profesionales españoles de AP en el carril del tren de alta velocidad que le corresponde. Pero esto hay que ganarlo entre todos, y nuestro congreso nacional debe seguir siendo un buen punto de apoyo.
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